CAPÍTULO 32:

¿LEYENDAS?

Gundalia, Castillo Real

Hace 2 horas

–Por favor, no lo haga.

–Se lo suplico.

–Perdónennos la vida.

–¡Mami!

Gritos de horror hicieron eco en su mente, remontándolo al momento más oscuro de todos sus fracasos, aquel en el que se había visto obligado a presenciar con impotencia como niños inocentes de la Tierra eran ejecutados frente a sus ojos.

Esos chicos habían depositado su fe en él, esperando que tuviera éxito en su tarea de salvarlos, pero se habían visto obligados a presenciar con sus propios ojos como su única oportunidad de sobrevivir era vencida y pisoteada.

Como miembro de los Peleadores Bakugan, Nick no era ajeno al amargo sabor de la derrota, a pesar de lo que muchos pudieran pensar. Ya había perdido antes, pero tal sensación nunca lo había quemado con la misma fuerza que en el coliseo.

Una de las labores de las que el Peleador Darkus más se enorgullecía era la de protector. Sabía que, a pesar de todo el mal que tanto él como sus amigos pudieran combatir, su primera función era la de proteger a los indefensos, y eso siempre lo había hecho sentir bien.

La sola idea de ser una figura de admiración y protección para otras personas, de ser el tipo de silueta que otros verían en momentos de mayor peligro y miedo, ofrecería plenitud y orgullo a cualquiera. Por desgracia, Nick no sabía que pensar de eso ahora.

Había visto en los ojos de los chicos un terror al verlo humillado, al ver como el único salvador que tenían al alcance caía a los pies de sus verdugos, hecho pedazos y sometido ante una fuerza que estuvo dispuesto a reconocer con tal de salvar vidas inocentes.

"Su muerte también es tu culpa".

Esas habían sido las palabras elegidas por el príncipe encargado de ordenar las muertes de esos chicos, recordándole una y otra vez que su estúpida decisión de arrodillarse había dado pie a tal desgracia y que la naturaleza de la ejecución era la de torturarlo.

Había fallado, múltiples veces. Su fracaso al proteger a los chicos del interespacio del virus que era Ren Krawler y su gente lo perseguiría por siempre, junto con el hecho de no haber podido detener a Freidr y toda su ola de destrucción y muerte en la Tierra. Ahora, una nueva derrota se sumía en su cabeza, un nuevo fiasco que se sumaba a su lista.

¿Qué clase de Peleador Bakugan era si no podía proteger a los indefensos? ¿Cómo podía decir que era uno de los defensores de la Tierra si no podía salvar a unos niños inocentes de una muerte inmerecida?

¿En verdad Freidr tenía razón? ¿Era tan débil? No lo sabía, pero la respuesta se hacía obvia con cada nuevo fracaso. Si Nick Takahashi fuera alguien fuerte, habría salvado a aquellos chicos. Si Nick Takahashi fuera alguien fuerte, no habría fallado tantas veces como llevaba haciéndolo desde hacía semanas.

Por más que le gustara la idea de negar las palabras del príncipe, la posibilidad de que éstas fueran cada vez más y más ciertas comenzaba a castigar su cabeza, marcando en ella una realidad que se materializaba con cada nuevo vistazo que daba a sus alrededores.

Metálicas paredes negras se alzaban por encima de él, empequeñeciendo su figura sentada en el duro suelo metálico, encerrándolo en un marco oscuro que no hacían más que recordarle como las circunstancias lo habían superado.

No conforme con eso, el sanguinario Príncipe Freidr había decidido enviarlos a un calabozo apartado de los demás, uno que se encontraba en una habitación pequeña donde solo cabía la celda en la cual los habían metido, cerrada con un muro de energía eléctrica para evitar cualquier posible intento de escape. Todo delante de unas escaleras que se alzaban por encima de la figura derrotada del joven peleador, elevándose ante sus ojos e imponiéndose sobre su forma y la de Colmillo, tirado en el suelo aún en su funda embarrada con la libreta de Freidr a un lado.

En estos momentos, lo que menos quería Nick era ver las confusas inscripciones que se encontraban en el desgastado cuaderno y era la razón por la cual había decidido alejarlo junto a su espada. La verdad era que no se sentía capaz de seguir llevando ninguno de esos objetos.

–Nick, Leo, ¿pueden oírme? –. Llamó una voz dulce a sus espaldas.

Girando la cabeza con cuidado, el peleador vencido se tomó un breve segundo para secar el pequeño rastro de lágrimas que habían colgado de sus ojos cristalinos.

A su lado, Julie Makimoto se encontraba agachándose para quedar a su altura, con una mirada llena de preocupación y pesar ocultos en sus grandes orbes azulados opacos.

Su vieja amiga no se veía mucho mejor que él por supuesto, los ojos de la chica se encontraban irritados después de días de no recibir un descanso apropiado y estar siendo movilizada a distintas zonas del castillo, su brillante cabello plateado se notaba más opaco y descuidado, dando vía libre a numerosos mechones para que colgaran delante de su rostro o sobresalieran por encima de su cabello de manera aleatoria.

Su ropa se encontraba llena de polvo y tierra, producto de un claro descuido en su higiene en los últimos días y de haber sido parte del público que había tenido la fatídica desgracia de presenciar la última batalla entre el Peleador Darkus y el Príncipe de Gundalia.

Sin embargo, a pesar de eso, Julie seguía mostrando una brillante sonrisa en su rostro, tratando de conciliar el pesar de su amigo mientras intentaba noblemente esconder el suyo.

Honestamente, Nick no tenía la fuerza para sostenerle la mirada a su amiga, no después de lo que había pasado y el peligro al que había sido expuesta por culpa de su torturador.

Así que hizo lo único que podía hacer en estos momentos para evitar verse más vulnerable todavía, y desvió la mirada al otro lado de la celda.

–Nick, no hagas eso –. Reprendió Julie suavemente.

Al ver que el peleador no parecía ser capaz de si quiera responder por sí mismo, una pequeña esfera saltó desde uno de los bolsillos de su chaqueta sucia para sentarse en su hombro.

–No lo entiendes, Julie –. Dijo Leónidas en respuesta a las palabras de su amiga.

–¿Qué es lo que no entiendo, Leo? ¿Qué dos de mis mejores amigos se encuentran en una mala situación y necesitan ayuda, pero son demasiado orgullosos para aceptarlo? –. Cuestionó la chica con escepticismo.

–No es eso. Esos chicos contaban con nosotros, necesitaban que los salváramos –. Respondió el Bakugan con un suspiro –. Pero no lo logramos.

–Ahora están muertos, y todo porque no tuvimos la fuerza para ganar –. Fue lo único que Nick se sintió capaz de reconocer en voz alta.

Una pequeña expresión de pesar predominó en el rostro de Julie al mismo tiempo que su propio compañero saltaba a su hombro para tomar la palabra.

–Eso no fue su culpa. Freidr y su gente mataron a esos niños, no ustedes. No tiene sentido asumir la culpa por los actos de otros –. Aconsejó Gorem.

–No es eso –. Dijo Leónidas con el mismo cansancio –. Tuvimos la oportunidad de salvar la vida de esos niños, de enviarlos de regreso a casa. Pero fuimos incapaces.

Al ver que ambos guerreros se encontraban indispuestos a soltar la culpa que ahora apesadumbraba sus corazones, una nueva esfera saltó al mismo hombro del humano desde el interior de su chaqueta.

–No había nada que pudieran haber hecho, mi amor –. Comenzó Ángel mirando a su pareja –. Ya sabemos cómo son estos gundalianos, seguro habrían ejecutado a esos chicos sin importar el resultado de la batalla.

Nick no sabía decir que habría sido peor. Ángel tenía un punto y es que no podían confiar en la palabra de estos monstruos, por lo que lo aterraba la idea de que Freidr solo hubiera ilusionado a los chicos para luego ejecutarlos por la espalda.

Sin embargo, aún teniendo presente esa idea, Nick podía sentir cómo Leónidas compartía su pensamiento.

–Aun así, debimos haber hecho más –. Respondió el Bakugan Darkus.

–No había nada que pudieran hacer.

La respuesta de Vladitor y Ángel fue la misma, pero la voz del primero fue la que Nick pudo escuchar con más claridad en su cabeza. Y, al igual que su compañero, Leónidas solo pudo revolverse inquieto.

Las circunstancias los habían castigado con la macabra experimentación de la impotencia en momentos cruciales. Lo había hecho desde el inicio de todo este maldito problema y había empeorado conforme pasaban las derrotas en su historial, todas a manos del mismo hombre.

–No lo entienden, chicos. Pudimos haber hecho más si tan solo hubiéramos sido más fuertes –. Lamentó Leónidas con pesar.

Decir que Nick se encontraba conmovido habría sido un eufemismo. Parte de él se encontraba agradecido por la posibilidad de compartir este encierro con los Bakugan, especialmente con Leónidas, que no dudaba en compartir la carga de la culpa con él.

Por desgracia para Leo, Nick no permitiría que su amigo se hiciera eso

–No te incluyas en eso. Fue mi culpa, Leo, y de nadie más –. Declaró Nick con una sonrisa triste en los labios.

La atención del Bakugan no tardó en enfocarse completamente en su compañero, expresando su confusión y su negativa a través del vínculo que compartían.

–No, Nick –. Dijo el dragón a modo de aviso.

–Es así. Freidr los ejecutó porque pensé que arrodillándome los salvaría –. Recordó el terrícola al Bakugan –. Mi debilidad los condenó, pero tú lograste salvar la vida de nuestros amigos.

Dicho esto, la mirada de todos los Peleadores presentes se desvió a la parte más alejada de la celda, donde Alys dormía en un tranquilo silencio, recostada en el muro a sus espaldas con la pequeña Irin durmiendo con la cabeza apoyada en la pierna de su joven madre y envuelta en la escasa protección que le ofrecía su bata blanca.

De la misma forma, Wolfang reposaba junto a Hysani y las chicas, dormido tranquilamente junto al Bakugan Pyrus a un lado de la niña, por instrucción de sus aparentes figuras paternas; permitiéndose descansar después de las presiones sufridas a lo largo de su breve estancia en el coliseo.

Otra cosa por la que Nick no podría dejar de culparse era por haber sido incapaz de impedir que Irin y Wolf tuvieran la desgracia de estar presentes en el brutal acto que fue la ejecución de los chicos secuestrados, experimentando el horror y la impotencia respectivamente que él había sufrido.

–También fue mi culpa. Si no hubiera perdido el control en medio de la batalla, habríamos tenido más oportunidades de ganar –. Argumentó Leónidas en voz baja.

–No sabemos que produjo eso en primer lugar, así como tampoco sabemos si habrías podido resistir lo que sea que te haya ocurrido ahí fuera –. Trató de consolar Nick a su compañero –. En todo caso, puede que tal demostración de poder cautivara al demente de Freidr y lo impulsara a perdonarnos la vida.

–Ya basta de culparse, ustedes dos. Eso no nos llevará a nada –. Regañó Ángel a los chicos.

Nadie más se atrevió a hacer una declaración, Ángel normalmente era de carácter dulce y maternal, por lo que el uso de un tono de voz más fuerte dedicado solo a ellos era un indicativo de que no estaba dispuesta a continuar escuchando su concurso de culpas.

Entendía sus motivos para reaccionar así, pero Nick tampoco se podía quitar de la cabeza el hecho de haber visto con sus propios ojos como esos chicos, que contaban con él y su rescate, eran ejecutados sin clemencia frente a la forma vencida y humillada de quién debía ser su salvación.

–Cielo… –. Dijo Leónidas antes de ser interrumpido.

–Leo, no digas nada si pretendes seguir culpándote por lo que pasó –. Silenció Ángel a su pareja.

Aunque pareció querer objetar algo, Leónidas se mantuvo en silencio al ver que su amada no estaba dispuesta a ceder en sus intentos de evitarle la culpa.

–¿Y qué podemos hacer, linda? –. Cuestionó Nick con tono apagado –. Proteger a los chicos era nuestra responsabilidad, no solo los que Freidr eligió, sino a todos los que se encontraban en el interespacio cuando comenzaron las desapariciones.

–Maestro Nick, no había nada que pudiéramos hacer –. Objetó Ángel a su compañero con tono más calmo.

–Lo había, linda. Pudimos investigar más a Krawler, ponerlo bajo vigilancia o lo que sea –. Respondió el pelinegro –. Al final, no pudimos hacer nada.

–¿Nada? Maestro, investigamos por todos los medios posibles a los desaparecidos, visitamos a sus familias y descubrimos la verdad con ayuda de la Princesa Fabia –. Recordó la Bakugan a su peleador.

–¿Y de que sirvió todo eso? Al final, no pudimos detener a Krawler, tampoco a Freidr, ni a nadie en este maldito sitio –. Dijo el humano con desagrado –. Miles de personas contaban con que sus familiares volverían a casa sanos y salvos. Se los prometí, Ángel, y fallé miserablemente.

–Fallamos todos, Nick –. Interrumpió Julie esta vez.

Al ver a su amigo distanciarse más y más de ella, la peliplata no dudó un solo segundo en acercarse a él dando grandes zancadas para posicionarse a su lado una vez más.

La mirada dulce de Julie no tardó en enfocarse en Nick, dejando que todo su afecto se mostrara en sus orbes al mismo tiempo que los brazos de la chica se envolvían alrededor de su espalda y su pecho.

Nick quiso rehuir al contacto que sentía inmerecido, pero no se sintió capaz de hacerlo. Julie transmitía tanta calidez y calma, que Nick no pudo evitar regocijarse en silencio con la comodidad que solo una vieja amiga podía ofrecerle.

Parte del pelinegro no pudo evitar pensar en su hermosa rubia, si este era el sentimiento que debió recorrerla cuando Nick insistió en sostenerla en sus brazos. Solo podía esperar que ese no fuera el caso.

Aunque al inicio quiso evitar la calidez de su vieja amiga, no pasó mucho tiempo para que el cuerpo del peleador se apoyara en el de Julie, dejándose abrazar suavemente por ella.

–No, Julie, fui yo –. Respondió el pelinegro con un hilo de voz.

–Ninguno de nosotros está libre de culpa, tigre. Yo pude haber estado más presente con ustedes, así como los chicos cometieron el error de confiar de más en Ren –. Recordó la peliplata –. Todos somos responsables de lo que pasó con esos chicos.

–No, Julie, no tienes que… –. Trató de interrumpir el peleador sin éxito.

–Tengo que, Nick, porque todos nosotros somos tan o más culpables que Leo y tú. Pero, por algún motivo, a ustedes los afecta más que a cualquiera de nosotros –. Declaró la morena sin soltar a su amigo.

Aunque quería negarlo, no tenía sentido intentarlo. Sin importar cuanto doliera reconocerlo, sabía que Julie tenía razón. Todos habían tenido una porción de culpa y una parte de Nick temía el solo pensar en la idea de no ser el pobre infeliz con la porción mayor.

Por desgracia, no podía evitar sentir que detener toda esta situación era su responsabilidad. Después de todo, había sido Nick quien jamás había confiado realmente en Krawler, quien podía ver algo a través del velo de sus mentiras e igualmente no había podido detenerlo a tiempo.

El saber todo eso no había hecho más que despertar una furia casi incontrolable en su ser, una que había usado para enfrentar a los gundalianos en la Tierra y que lo había acompañado en cada combate que había librado desde el inicio de toda esta pesadilla.

Pero, ahora, ya no sentía ese fuego en su interior. Era como si la flama de su determinación se hubiera estado debilitando desde su derrota en la Tierra, como si Freidr la estuviera apagando con cada encuentro que exigía.

–A pesar de lo que ustedes dos podrían creer, humano, el peso del mundo no se encuentra en sus hombros –. Dijo Vladitor con una mezcla de seriedad y paciencia.

En parte, Vladitor tenía razón, pero también se equivocaba. Los Peleadores Bakugan habían sido los primeros en entablar contacto con estas nuevas formas de vida y habían asumido la responsabilidad total de lidiar con ellas por su cuenta. Al menos, una parte del peso del mundo se encontraba en sus hombros y Nick se estaba viendo incapaz de soportar tal responsabilidad.

–Debí hacer más, chicos. No hice lo suficiente –. Se lamentó Nick al borde de las lágrimas.

No iba a llorar, podía asegurar eso. Ya lo había hecho lo suficiente y no quería despertar a alguno de los chicos con su llanto. Al menos, podría hacer eso por los amigos que compartían este cautiverio con él.

Nadie habló inmediatamente, todos se mantuvieron en un inquietante silencio por lo que pareció una eternidad.

Julie, pensando en que más podría decir, solo se limitó a abrazar fuertemente a su amigo mientras pasaba una mano por su cabello con la esperanza de relajarlo.

Normalmente, tal acto funcionaría con Nick, el cual no tardaría mucho en relajarse bajo las suaves caricias de su amiga. Pero no se sentía capaz de hacerlo en este pozo sin un fondo visible. En realidad, se sentía inquieto, alerta, esperando que algo malo bajara esas escaleras con el aviso de que su próxima tortura comenzaría pronto.

Poco a poco, el maldito Freidr estaba dejando una marca en su psique, una que tal vez nunca podría dejar atrás y lo perseguiría por siempre.

"Eres débil, Nicholas Takahashi".

–Ese maldito tiene razón, Julie.

–¿Sobre que?

–Soy débil.

Leónidas y Vladitor dijeron algo, pero Nick no pudo escucharlos. Ángel y Gorem quisieron reprenderlo por pensar así, por darle la razón a su enemigo, pero Nick solo pudo ignorarlos mientras hundía su rostro en el suave pecho de Julie, esperando encontrar las respuestas a todas sus dudas en el calor que ésta irradiaba.

Pero ella se lo negó.

Suavemente, las manos de Julie se posaron en las mejillas del peleador, invitándolo a levantar la mirada.

Fue en los orbes de su amiga, que Nick encontró una fuerza apabullante, una determinación inquebrantable, una pequeña muestra del gran valor que poseía la peliplata a pesar de encontrarse encerrada en un abismo en el que todos sus carceleros eran más fuertes que ella.

–Jamás pienses en decir eso nuevamente, Nick. Tú no eres débil, eres uno de los Peleadores Bakugan más fuertes y un monstruo como Freidr no tiene derecho a hacerte pensar lo contrario –. Declaró Julie con firmeza.

Quería creer en sus palabras, y una parte de él, esperanzada e inocente, lo hacía. Pero no podía evitar que esa idea se contradijera abiertamente con lo que los últimos hechos habían demostrado.

–No, no después de lo que…

–Lo que pasó no demuestra que seas débil, Nick. Lo único que nos enseñaron todas esas muertes es que nos enfrentamos a unos monstruos y no podemos subestimarlos –. Interrumpió Julie rápidamente.

Una vez más, la mano de la peliplata se asomó por el abundante cabello negro del peleador, acariciando suavemente la cavidad mientras una brillante sonrisa se mostraba en los labios oscuros de la chica.

–Ese tipo no tiene idea de lo fuerte que eres en realidad, pero lo verá él mismo. Cuando llegue el momento, lo vencerás por todo lo que he hecho –. Consoló Julie al muchacho.

–¿De verdad crees en eso? ¿En mí? –. Preguntó Nick en un susurro.

Julie logró ver a través de sus esfuerzos por esconder su pena y solo se limitó a sonreírle de la forma más dulce que pudo antes de responder.

–Siempre, tigre. Deberías saberlo.

No supo cuando pasó, pero una pequeña marca húmeda comenzó a descender de uno de sus orbes negros.

Nick no la secó, no con sus propias manos. En lugar de eso, optó por pegarse al pecho de su querida amiga una vez más mientras la abrazaba con fuerza.

No se sentía capaz de mantener la fe de Julie. Ella aún creía en él, en lo que podían lograr, pero la determinación de Nick flaqueaba y lo que menos quería era decepcionarla.

No podía ser injusto con ella, sabía que ésta era su forma de animarlo, de recordarle que estaban todos juntos en esto. Pero no podía evitar temer, temer la posibilidad de defraudar a la amiga más cercana que tenía en este pozo.

–Lo siento, lo siento –. Murmuró Nick con voz quebradiza.

Se disculpó por todo y por nada, pidió perdón por sus fracasos como protector, por fallar cuando más contaban con él y por todos los errores que pudiera o no haber cometido.

Llegó un punto en el que Nick solo se lamentaba en silencio, sintiendo la calidez de Julie y sus intentos por consolarlo mientras sus compañeros trataban de ofrecerle su apoyo junto a su consuelo.

Por un breve momento, Nick se permitió desconectarse del mundo que lo rodeaba, solo para arrepentirse rápidamente y regresar su atención a su entorno en el momento en que escuchó el suelo susurrar con delicadeza, sirviendo como el preludio de una nueva voz entrando a la discusión.

–Disculparte no cambiará nada, Nick.

Las palabras salieron como un suave susurro, emitido por una voz ya muy tranquila y apacible de por sí. Sin embargo, a pesar de eso, resultó perfectamente audible para los miembros de los Peleadores, que no tardaron en desviar su atención a la fuente de dicha voz.

Con una delicadeza que solo una madre experimentada podría lograr, Alys se reveló despierta ante los chicos, levantándose del suelo en el que había estado durmiendo tranquilamente, mientras depositaba suavemente la cabeza de su pequeña en el suelo cubierto por su bata.

A su lado, quedaba la forma de Hysani y Wolfang, descansando junto a Irin antes de que ésta los acercara a una de sus mejillas entre sueños con suavidad.

–Alys, perdónanos. No queríamos despertarte –. Se disculpó Julie avergonzada.

–No lo hicieron, Julie –. Respondió Alys falta de un tono soñoliento.

La neathiana no dijo nada más después de eso, en su lugar, se dirigió en un breve silencio hasta la espada que reposaba a los pies de Nick, levantándola con un gran cuidado y respeto por el arma.

Curioso por lo que la enfermera trataba de hacer, Nick solo pudo ver con confusión como la chica se daba la vuelta con la hoja enfundada para ofrecérsela con cuidado, agachándose para quedar a su nivel.

–Tómala, Nick –. Pidió la enfermera con cordialidad.

Colmillo lo miraba desde el extremo del mango, pidiendo que su portador lo empuñara una vez más, y una parte de Nick quiso hacerlo de inmediato. Pero su mano dudó, optando por mantener la distancia de forma insegura.

–Honestamente, no sé si aún sea digno de usarla –. Confesó Nick con pesar.

–Lo eres –. Dijo la mujer sin dudar.

Su mano se acercó despacio esta vez, casi arrastrándose por el espacio existente entre ella y la espada, aventurándose con un movimiento dubitativo hasta llegar a la empuñadura del arma.

Al ver la mano del pelinegro alrededor del objeto, Alys tomó suavemente la funda del arma para retirarla con cuidado, exponiendo despacio su brillante hoja plateada, que sobresalió incluso estando rodeada por esta abrumadora oscuridad.

Colmillo seguía tan brillante como el día en que Shun se la había obsequiado, como si el caos y las batallas en las cuales había estado presente no la hubieran afectado en lo más mínimo. Seguía luciendo como un arma impecable y fuerte, pero también ligera y veloz.

–Yo creo que Julie tiene razón, Nick –. Comentó la neathiana de pronto –. Alguien débil no habría tomado la espada nuevamente, no después de lo que pasó la última vez.

Parte de Nick esperaba que el ninjato se sintiera más pesado de pronto, que amenazara con caerse de su mano por el peso, pero no lo hizo. Colmillo se sentía bien en su mano, como si fuera ahí donde pertenecía.

–Puede que no lo sientas ahora, pero aún estás dispuesto a combatir, Nick. Sufriste una gran derrota, se perdieron vidas, pero aún sigues aquí, al igual que las personas que nos hicieron esto –. Dijo la pelinegra levantándose nuevamente –. Yo creo que eso es razón más que suficiente para levantarte y ser lo que eres.

Alys no tuvo que expresar con palabras lo que su corazón ya le decía, lo que le recordaba que era.

Un Peleador Bakugan.

Al levantar la mirada, Nick esperaba encontrarse con un rostro inexpresivo por parte de la pelinegra, ojos tan fríos como el hielo a pesar de su color tan cálido.

En lugar de eso, lo primero que los chicos pudieron divisar fue empatía y un suave rastro de felicidad al ver al humano sostener su espada nuevamente.

En cierto modo, era como mirar a una vieja amiga.

–Ahora, necesitas recomponerte, Nick. Pero creo que mañana estarás listo para pelear nuevamente. Ustedes dos –. Dijo Alys dedicando una mirada tanto a Nick como a Leónidas.

Ambos compañeros se miraron un momento. En su forma de esfera, Leónidas no podía expresar emociones claras, pero no fue necesario. Después de todo, se conocían demasiado bien como para necesitar palabras.

–Sin importar lo que pase, estaremos juntos. Cuentas conmigo, Nick –. Declaró Leónidas a su compañero.

–Sí, amigo. Lo sé –. Respondió Nick acunando a su compañero en su mano.

–Y conmigo, maestro –. Recordó Ángel a su peleador.

–Y con nosotros –. Dijeron Julie y Gorem al unísono.

Tantas miradas y tonos tan familiares como amistosos se enfocaron en él, tantas muestras significativas de genuino apoyo y preocupación, que acompañaban una creciente sensación de empoderamiento en el peleador al mirar la espada que se encontraba en su mano.

–Entonces, ¿estás listo para levantarte, Nick? –. Preguntó Alys ofreciéndole una mano.

El peleador quiso tomarla entonces, volver a levantarse, pero se detuvo en cuanto sintió que sus dedos enguantados hacían contacto con los de Alys, alejándose brevemente antes de volver a hablar.

–¿Y si vuelvo a fallar? –. Preguntó el pelinegro dubitativo.

–No lo harás –. Respondió la enfermera sin tapujos.

–¿Cómo lo sabes?

No hubo una respuesta inmediata. Las chicas se miraron brevemente con un destello de complicidad antes de dirigir una mirada similar a los Bakugan, que no tardaron en saltar de sus posiciones para flotar delante de Nick mientras Julie se levantaba.

Leónidas fue el único que se quedó a su lado, compartiendo su confusión con una mirada antes de enfocarse en Gorem y las chicas.

–Porque estaremos juntos en esto –. Dijo Julie a su amigo.

–Mientras estemos juntos, no volverán a pelear solos. ¿Entendido, chicos? –. Concluyó Alys con una pequeña sonrisa.

Leónidas compartió su duda por un momento, tomándose junto a Nick su tiempo para pensar detenidamente en lo que vendría y el temor que eso les generaba.

Por supuesto, ninguno de ellos temía por sí mismo, pero sí por sus amigos. Aún tenían mucho que perder y lo último que querían era poner en peligro a alguien más, especialmente si ese alguien compartía cercanía con ellos.

–Háganlo, humano. Levántense –. Motivó Vladitor a los compañeros.

–¿Y qué garantía tenemos de que nadie más tendrá que sufrir por nuestra derrota?

–Ninguna, pero tendremos más posibilidades de evitar más muertes si luchamos. Hay demasiadas cosas en juego como para permitirnos aceptar la derrota.

–¿Tú qué dices, Leo?

Desde su lugar, Nick pudo ver como su compañero desviaba la mirada, repasando de forma fugaz el pequeño conjunto de rostros amistosos que los rodeaban, antes de enfocar toda su atención en Ángel y lo que sin duda debía ser una mirada amorosa de su parte.

–Creo que Vladitor tiene un punto, Nick. A pesar de todo lo que ha pasado, tenemos más posibilidades de hacer un bien si seguimos luchando –. Respondió Leónidas con suavidad –. Tal vez sea hora de que enfrentemos nuestros temores.

La mirada del pelinegro no tardó en volver a enfocarse en la mano de Alys, aún extendida para él debajo de esas pequeñas sonrisas dedicadas solamente a ellos en este sitio.

Miles de rostros pasaron ante los orbes del pelinegro, desde sus amigos en Vestal hasta sus padres en la Tierra. No sabía que había sido de su familia desde su primera derrota contra Freidr, pero sabía que aún corrían peligro.

Era cierto, aún tenía gente que perder, pero no solo se encontraban con él en este cautiverio. Sus amigos en Vestal, su familia en la Tierra, ninguno estaría a salvo mientras los gundalianos siguieran en pie.

Sin importar cómo se sintiera o qué tan frágil se encontrara su determinación, no podía darse el lujo de seguir dudando. Tal vez había fallado como protector, pero aún tenía una familia por la cual velar.

Ellos lo necesitaban, corrían tanto o más peligro que él y era su responsabilidad tratar de garantizar su seguridad de cualquier mal que las estrellas pudieran lanzarles.

Era su papel como guerrero, como amigo, como hijo y como compañero. No podía rechazar lo que era.

No lo haría, no mientras el peligro siguiera vigente.

Con fuerza renovada, Nick tomó la mano de Alys, la cual no dudó en ayudarlo a levantarse una vez más, dejando ver su altura ligeramente superior a la de las chicas.

–Es bueno tenerlos de vuelta, chicos –. Dijo Ángel saltando a un lado de su pareja.

–Digo lo mismo, tigre. Nos hacían mucha falta –. Concordó Julie con la Bakugan mientras Gorem asentía.

–Gracias por ayudarnos –. Respondió Leónidas mirando a sus viejos amigos.

–A todos ustedes –. Respaldó Nick dedicándole una pequeña mirada a Alys.

–No es nada. Descuida, no serás el primero ni el último que se sienta así en el mundo –. Respondió la neathiana palmeando el brazo del humano.

Nuevamente, la sonrisa de la chica se alzó brevemente mientras cerraba los ojos.

En respuesta, Nick solo pudo apretar suavemente el hombro de la chica como muestra de gratitud mientras intentaba alzar una sonrisa similar sin mucho éxito.

Colmillo y la libreta de Freidr volvieron a su lugar mientras los chicos compartían unas cuantas bromas y risas en voz baja, tratando de dejar de lado la desgracia que los había estado rodeando en los últimos días.

Habían creado una pequeña burbuja de calma, solo para ellos, pero la comodidad no pudo durar mucho más, no cuando una repentina serie de gritos se alzó con fugaz fuerza desde el exterior de la mazmorra.

–¡Necesitamos refuerzos!

–¡Llamen ayu…!

Instintivamente, todos los presentes se dieron la vuelta para mirar las escaleras que se encontraban del otro lado del muro, tratando de reconocer cualquier tipo de peligro.

Nuevos gritos e intentos de llamados se escucharon con claridad desde el exterior, pero no tardaban en ser silenciados por golpes secos azotando superficies tan duras como podrían serlo las paredes del castillo o la armadura de los guardias.

El ruido, aunque inconsistente con el ritmo que manejaba, resultó más que suficiente para despertar a Irin y a los Bakugan que descansaban junto a ella.

–Alys, ¿qué está pasando? –. Preguntó la niña a asustada.

–Quédate atrás, pequeña –. Ordenó Hysani mirando las escaleras.

Wolf, completamente despierto, no tardó en lanzarse al hombro de su peleador mientras soltaba una serie de gruñidos hacia el lugar del que provenían todos los ruidos.

–Alys… –. Trató de llamar la pequeña una vez más.

–Ya escuchaste a Hysani, Irin. Quédate atrás –. Ordenó la pelinegra mientras escondía a su Bakugan en uno de los bolsillos de su falda, esperando para ser usado como un elemento sorpresa en caso de una emergencia.

Julie, al ver claramente al temor en los ojos de la niña, no demoró en retroceder para alcanzarla y mantenerla detrás de sí, escondiéndola lo mejor posible de lo que fuera que se encontrara en el exterior de la celda.

Manteniéndose al frente, Nick y Alys se posicionaron a una distancia prudente del muro de energía de la celda, con Colmillo fuertemente apretada en las manos del terrícola.

–¡Retrocedan! ¡No van a…!

De pronto, la voz de quién debía ser uno de los guardias se vio reemplazada por una breve serie de gorgoteos que precedieron un fuerte golpe contra el suelo o uno de los muros.

Alys no tenía armas, pero parecía confiar en la gran fuerza que le ofrecía el pertenecer a la raza neathiana, por lo que solo mantenía las manos arriba, un puño a la altura de su barbilla y la otra mano abierta unos cuantos centímetros delante del rostro.

–¿¡Quiénes son!? ¿¡Qué quie…!?

No hubo respuesta alguna, solo un estrepitoso golpe seguido del tembloroso sonido de la pregunta.

–Prepárate, humano –. Avisó Vladitor.

La postura de Nick se puso un poco más rígida en respuesta. No sabía que se encontraba del otro lado de las puertas que debían dar acceso a la gran celda, pero parecía ser una fuerza a tener en cuenta.

Leónidas y los demás no podrían tomar sus verdaderas formas en el interior del castillo. Los gundalianos habían tomado medidas para que ninguno de sus prisioneros más valiosos pudiera huir con la ayuda de sus Bakugan, mucho menos pelear.

Sin importar lo que hubiera del otro lado, de ser hostil con ellos también, sería un enemigo que tendrían que enfrentar por su cuenta.

Imitando la acción de Alys y Hysani, Leónidas y los demás Bakugan se escondieron en los bolsillos disponibles en la ropa de sus peleadores, esperando ser usados como una artimaña sorpresa en caso de que el peligro resultara ser demasiado para Nick y Alys.

Un fuerte golpe se escuchó de pronto en la parte superior de las escaleras, metal golpeando metal, y con dicho fenómeno también vino la forma de un casco gundaliano precipitándose al nivel inferior de la mazmorra, rebotando en cada uno de los escalones hasta quedar frente a los ojos confusos de los chicos; que solo pudieron retroceder alarmados al escuchar una serie de pasos acercándose.

Un gundaliano se mostró ante ellos, vestido con una armadura idéntica a la de los guardias, pero salido de lo que debió ser una agotadora batalla debido a la suciedad y los raspones que se encontraban grabados en su armadura y su casco

Imponente y decidido, el gundaliano calmó su respiración al mismo tiempo que avanzaba hacia el muro de energía que se aseguraba de mantener la celda cerrada.

–¿Nick Takahashi? –. Preguntó el hombre con tono grave mirando al humano.

–¿Quién eres tú? –. Cuestionó Nick con su espada en alto.

–Tranquilo, amigo. No quiero hacerles daño –. Declaró el gundaliano al ver la espada –. Se nos asignó la tarea de sacarlos de este lugar, y es lo que estamos haciendo ahora mismo.

De pronto, la mano del hombre dejó de moverse detrás del muro para dar paso a la forma del escudo de energía desactivándose y dándole a los prisioneros la oportunidad de salir de la celda.

Igualmente, ninguno de los peleadores que se encontraban en el frente se atrevió a bajar la guardia mientras salían de la celda, haciendo señas a Julie e Irin para que se pegaran a ellos.

El sujeto mantuvo su distancia, alejando su propia arma de los terrícolas y levantando su mano libre para mostrar que no era una amenaza.

–Tranquilos, muchachos. No voy a hacerle daño a ninguno de ustedes –. Aseguró el guerrero con firmeza.

–¿Cómo podemos estar seguros de eso? –. Preguntó Leónidas con tono mordaz.

–¿Y qué fueron esos ruidos allí fuera? –. Continuó Alys señalando con la cabeza el exterior.

–No quisimos asustarlos, pero teníamos que actuar rápido para que el emperador y sus hombres no se dieran cuenta de nuestra presencia –. Explicó el soldado.

–¿Estás con los neathianos? –. Cuestionó Julie inquieta sin soltar a Irin.

–No, pero tampoco estoy en su contra –. Respondió el soldado sin dudar.

–¿Quién lo envía entonces, soldado? –. Preguntó Alys con la guardia en alto.

Al ver que ninguno de los chicos parecía seguirle el ritmo, el agarre y la postura del sujeto se tranquilizaron, optando por guardar su lanza en su espalda y relajando su postura antes de volver a hablar con un tono más suave en esta ocasión.

–Pertenezco a un grupo muy selecto de personas que se oponen al reinado de Barodius y su guerra absurda con Neathia –. Respondió el hombre mientras se retiraba su casco.

Parecía mayor, quizás a inicios de sus 40 años o finales de sus 30. Su largo cabello era tan negro como las escamas de Leónidas y se mezclaba con unos sencillos cuernos dorados decorando su frente, pero con llamativas puntas alzándose desde la parte posterior de su cabeza. Su nariz era afilada, y se encontraba por encima de una boca en la cual no parecían asomarse los característicos colmillos de los gundalianos. Sus mejillas se encontraban divididas entre su piel gris oscurecida y un par de finas líneas rojas que descendían desde sus grandes ojos azules hasta alcanzar el nivel de su nariz.

El sujeto se encontraba sudando, líneas húmedas caían de su cabello, dándole un tenue resplandor a su piel gris y acompañando su respiración agitada. La mano del sujeto sostenía una lanza con mango oscuro y una hoja plateada que brillaba junto con un tamaño mayor al de una mano grande.

–No me conocen, pero les juro que no les haré ningún daño –. Aseguró el hombre posando una mano en su pecho antes de hacer una reverencia respetuosa –. Lo prometo, por todos los dioses.

Nick se encontraba listo para hacer más preguntas a este extraño sujeto, pero no tuvo la oportunidad de hacerlo cuando Hysani salió de forma repentina de la falda de Alys para posarse en su hombro.

–Hys, ¿qué pasa? –. Preguntó la enfermera a su Bakugan confundida.

–Yo reconozco esa voz –. Respondió Hysani abriéndose frente a la neathiana y mirando con claridad al sujeto.

El gundaliano también se notó sorprendido al ver al Bakugan, sus ojos se abrieron al igual que su boca, mientras batallaba por formular alguna palabra y decidiendo si acercarse un poco o mantener su distancia.

El Bakugan Pyrus también se mantuvo en un sepulcral silencio mientras miraba al sujeto desconocido con aparente asombro, antes de encontrar una vez más la voz que tanto él como el gundaliano parecían haber perdido.

–¿Luke? ¿Eres tú? –. Comenzó el Bakugan Pyrus sin saber que decir exactamente.

–Hysani, yo… no creí que volvería a verte… –. Trató de formular el sujeto saliendo de su estupor.

–¿Lo conoces, Hysani? –. Preguntó Leónidas saliendo junto con los demás.

–Sí, desde hace años –. Asintió el susodicho en respuesta –. Solíamos ser compañeros antes de que tú nacieras, Alys.

La sorpresa en el rostro de la pelinegra se hizo palpable gracias a sus gestos, sus grandes orbes rubí se abrieron de par en par junto con su boca, de la cual salió un pequeño jadeo.

Nick y Julie solo pudieron mirar aturdidos, sin entender completamente lo que estaba pasando o los pensamientos que debían estar recorriendo la mente de su amiga neathiana, que seguía mirando estupefacta a su Bakugan y a su aparente rescatista.

–Entonces, tú eres Alys. Imagino que tú debes ser Irin –. Señaló el hombre mirando tanto a la enfermera como a la niña –. Calma, no tienen nada que temer. Yo solía ser amigo de sus padres.

–Chicas, ¿ustedes lo conocen? –. Preguntó Gorem.

Irin no respondió, solo pudo quedarse quieta en su pobre escondite tras las piernas de Julie. En su lugar, tuvo que ser su sorprendida protectora la que ofreciera un intento de respuesta.

–Más o menos, recuerdo a un hombre que nos visitaba de vez en cuando, pero yo era solo una niña en ese entonces –. Respondió Alyssandria antes de mirar a su Bakugan –. Hysani, me hablaste un poco de tu vida antes de que yo naciera y del hombre que solía visitarme cuando era niña. ¿Estás seguro de que es él? –. Dijo señalando al extraño sujeto.

–Lo es, lo reconozco. Temo que te dimos por muerto después de que quemaron el pueblo y no volvimos a verte. Creí lo peor, Luke –. Dijo el Bakugan Pyrus mirando al gundaliano –. Me alegra ver que me equivoqué.

–Digo lo mismo, Hysani –. Respondió el guerrero –. También me alegra ver que has cuidado a las niñas.

–Alys, chicos, no tienen de que preocuparse. Podemos confiar en él –. Aseguró el Bakugan a los muchachos.

Aparentemente, al ver aún renuencia en los ojos de Nick y Julie, la mano del sujeto se aventuró a la parte posterior de su armadura, revelando lo que parecían ser dos barras metálicas circulares enganchadas por un par de seguros en el medio, dándole forma de pergamino.

–Miren esto, verán por qué estamos aquí y la importancia de su rescate –. Dijo el gundaliano desconocido arrojando con la mayor delicadeza posible el objeto.

Aunque los terrícolas no pudieron distinguir el objeto, Alys no tardó en agacharse para tomarlo y separar las barras tras soltar los seguros, dándole paso a lo que parecía ser una pantalla holográfica en medio de ambos extremos.

Las primeras imágenes que se asomaron fueron las de unos chicos terrícolas, atados con firmeza a unas sillas de cuero con unos gundalianos vestidos con batas detrás de ellos. Las cabezas de los pobres muchachoa se encontraban abiertas, dando un vistazo claro de sus cerebros expuestos por encima de las miradas perdidas de las víctimas de este extraño proceso.

En las manos de sus carceleros se notaban una serie de herramientas, destinadas a lo que sin duda debía ser un proceso delicado en los cerebros de los prisioneros, donde parecían instalar una especie de dispositivo.

Horrorizada, Julie tuvo que apartar los ojos mientras se tapaba la boca para evitar vomitar al mismo tiempo que bloqueaba la vista de Irin. Nick estuvo a punto de reaccionar igual que su amiga y ya podía sentir su interior revolviéndose con desagrado, pero logró contenerse lo suficiente como para evitar una desagradable reacción. Alys, por otro lado, no soportó mucho tiempo la vista y no tardó en apartar la mirada con disgusto.

–¿Qué rayos están haciendo? –. Preguntó Leónidas asqueado.

–Según nuestros informantes, los medios convencionales de hipnosis de Kazarina dejaron de funcionar adecuadamente después de que ustedes pasaron a su laboratorio –. Respondió el soldado señalando a Nick y Leónidas –. Ese es su plan B, en caso de requerir la lealtad incondicional de los prisioneros.

–¿De qué se trata? –. Cuestionó Ángel sorprendida por las imágenes.

–Por ahora, instalan chips especiales en la zona del hipocampo para controlar las acciones de los terrícolas, pero es solo cuestión de tiempo para que mejoren el proceso –. Respondió el soldado –. Por eso es importante que nos vayamos ahora, tarde o temprano, seguirán ustedes.

–¿Cómo sabes todo eso? ¿Y para quién trabajas? –. Cuestionó Nick con su espada aún en mano.

El tal Luke no respondió de forma hostil, en su lugar, alzó las manos nuevamente en señal de paz, dejando en claro que no pretendía atacar a ninguno de ellos, antes de retomar la palabra.

–Responderé todas sus preguntas una vez que salgamos de aquí –. Dijo el soldado señalando la cima de las escaleras.

Ninguno dijo nada en respuesta, pero tampoco se movieron de su posición. Aunque Hysani creía en este extraño, ninguno de los chicos se atrevía a arriesgarse a dar el primer paso. No sabían que esperar o adónde los conduciría este tipo.

La sola idea de que esto fuera alguna especie de trampa erizaba la piel de Nick.

–¿Ustedes que dicen, chicos? –. Preguntó el terrícola a sus Bakugan.

–No lo sé, es un mal momento para conocer nuevas caras –. Respondió Leónidas con cautela.

–En todo caso, nos encontramos en territorio desconocido y no sabemos cuándo se presentará otra oportunidad de salir de aquí. Creo que debemos tomar esta –. Contestó Vladitor.

–¿Estás seguro?

–Si algo sale mal, nosotros podemos pelear por ustedes –. Concluyó Vladitor con firmeza.

Tenía razón, la verdad de su posición se encontraba en el hecho de que cualquier posibilidad de huir debía ser tomada sin tiempo a contemplaciones. No sabía cuánto tiempo tenían disponible, pero huir era imperativo en sus circunstancias.

No podían darse el lujo de vacilar, cualquier sitio sería más seguro que en las manos de Barodius y Freidr.

–Nick, ¿tú qué dices? –. Cuestionó Julie a su amigo.

–No tenemos elección. Cualquier lugar es mejor que este –. Respondió el pelinegro con un suspiro –. ¿Cómo nos vamos? –. Preguntó mirando al gundaliano desconocido.

–Necesitamos una distracción –. Respondió el hombre tocando su oído –. Sí, soy yo. Ya tengo asegurado el paquete, activen explosivos.

Antes de que cualquiera de los chicos pudiera decir algo, un poderoso estruendo se escuchó a lo lejos, agitando la tierra con agresividad por un par de segundos antes de volver a estabilizarse.

Una vez más, Alys movió las opciones en la pantalla, descartando las terribles imágenes de los prisioneros para mostrar lo que parecía ser una grabación en tiempo real de las celdas que contenían a cientos de humanos abriéndose, dándoles la oportunidad de realizar una fuga masiva.

–¿Los liberaste? –. Preguntó Nick gratamente sorprendido.

–Así es, entramos a los sistemas de los calabozos y anulamos los muros de energía para que los humanos puedan escapar. La explosión que sintieron fueron los explosivos en los niveles superiores, los terrícolas podrán huir a través de esos accesos –. Respondió el gundaliano ojiazul mirando lo que parecía ser un reloj en su muñeca –. La mitad de las 12 Ordenes se encuentran en Neathia ahora mismo, tenemos menos de cinco minutos para salir de aquí antes de que vengan más guardias. ¡Vámonos!

El soldado no tardó en emprender el camino de regreso por las escaleras, siendo seguido de forma cautelosa por Nick, Alys y sus Bakugan encabezando la caminata mientras Julie escoltaba a Irin detrás de sí misma.

–¿Adónde vamos, Alys? –. Preguntó la niña asustada.

Su protectora no tuvo palabras, ¿qué podía decir exactamente? Solo pudo mantenerse callada mientras intentaba formular alguna respuesta que calmara los temores de su pequeña.

–Muy lejos de aquí, Irin –. Respondió Luke llegando a la puerta de salida.

En el corredor, otros tres gundalianos los esperaban, con los cuerpos aparentemente inconscientes de un pequeño contingente de guardias yaciendo en los suelos del espacio.

–Estamos listos, jefe. ¿Cuál es la siguiente fase? –. Comenzó uno de los hombres.

–Ahora, tenemos que salir de aquí lo más rápido posible –. Respondió el gundaliano pelinegro acercándose al muro opuesto a la celda.

Uno de los hombres extendió lo que parecía ser un nuevo explosivo a su líder, el cual no demoró en pegarlo al muro al mismo tiempo que le asignaba lo que parecían ser configuraciones muy específicas.

–Muy bien, aléjense –. Ordenó Luke a soldados y peleadores por igual.

Pasaron un aproximado de cinco segundos antes de que el dispositivo hiciera explosión, destrozando el muro que parecía apartarlos de la libertad y dejando caer sus pocos restos al otro lado del pasillo.

En medio de la humareda, Nick pudo ver claramente como la luz de una intensa luna llena entraba por el enorme agujero en el muro, el cual se encontraba posicionado varios kilómetros por encima de tierra firme.

–¿¡Qué es esto!? –. Preguntó Julie con fuerza.

–¡El príncipe los encerró en la torre más alta del castillo! ¡Tenemos que salir por aquí ahora! –. Respondió Luke retirándose la armadura.

El pequeño escuadrón siguió el ejemplo del líder, descartando sus pesados disfraces para dejar ver unas mochilas en sus espaldas junto con unos uniformes negros y arneses rodeando tanto sus torsos como sus piernas.

Rápidamente, cada hombre eligió a un peleador, posándose detrás de ellos para asegurar unas correas alrededor de cada uno de los chicos.

–¡Esto no es necesario, podemos volar! –. Objetó Ángel cuando Luke se posicionó detrás de Nick.

–¡Negativo, tenemos un punto de encuentro designado y un Bakugan delataría nuestra posición más rápido que cualquier paracaídas! –. Respondió el gundaliano asegurando al peleador.

A pesar del ruido, una marcha veloz de pasos logró escucharse a la distancia, pasos pesados de armaduras gundalianas acercándose a cada segundo que seguían estando paralizados en su lugar.

–¡No tuvimos forma de preparar un equipo más sofisticado para el descenso, así que cierren los ojos y traten de contener la respiración mientras bajamos! –. Indicó Luke acercándose a la orilla.

Como el peleador de dos Bakugan como Leónidas y Ángel, Nick estaba acostumbrado a las alturas. Ya había surcado los cielos en compañía de la pareja, pero nunca lo había hecho con ellos aún en sus formas de esfera, por lo que la gran altura resultó un poco intimidante al saber que no podría apoyarse en los Bakugan en caso de que algo saliera mal durante la caída.

–¿¡Están listos!? –. Preguntó Luke a los peleadores, parado en la orilla.

–¿¡Tenemos elección!? –. Dijo Nick alejando la mirada del vacío.

–¡No!

En un movimiento osado, Luke fue el primero en saltar por el borde, aventurándose al exterior de la gran torre con el resto de su escuadrón siguiéndolo de cerca.

La sensación de adrenalina cubrió el cuerpo de Nick mientras contenía la respiración, pero no lograba cerrar los ojos. Sin importar cuántos esfuerzos hiciera en mitad de la caída, solo podía ver una gran ciudad, bien iluminada y con grandes edificios, alzándose frente a sus ojos, junto con la imagen del asfalto acercándose segundo a segundo.

Nunca había caído con tanta velocidad o por tanto tiempo, parte de él quería gritar, pero su mandíbula se encontraba paralizada en su sitio. Leónidas, Ángel y Wolf se agitaban sin querer en el interior de sus bolsillos, víctimas de la gravedad y el viento que movía su chaqueta en medio de la caída.

No supo en que momento ocurrió, pero su campo de visión no tardó mucho más tiempo en tornarse oscuro lentamente, borrando las múltiples luces que decoraban la ciudad de noche para reemplazarlos por un ancho campo de completa oscuridad en el que Nick no pudo sentir nada más que la sensación de su propio cuerpo apagándose hasta que, finalmente, la inconsciencia se apoderó de él.


Ubicación desconocida

En el presente

–Nick, ¿puedes oírnos?

–Tigre, despierta. Te necesitamos.

–Despierta, humano.

Sus ojos comenzaron a abrirse con lentitud, sus párpados pesaban y su cuerpo se sentía agotado. Su visión era borrosa y sus extremidades se movían despacio, tratando de adecuarse al ritmo de su adormilado dueño. Sus pies se arrastraban por un suelo aparentemente metálico y sus manos sostenían lo que aparentaban ser un par de reposabrazos de cuero.

Tras el velo de sus pesados párpados, Nick pudo empezar a distinguir lo que se encontraba frente a él, comenzando por una gran mesa circular oscura y de materiales aparentemente metálicos. Los muros ofrecían un espacio ancho y eran tan negros como la mesa, la única fuente de luz visible era el techo, decorado por múltiples lámparas que se encontraban a su nivel.

Poco a poco, Nick comenzó a recuperar el uso de sus extremidades y sus sentidos, incorporándose en el espaldar de la silla mientras pasaba una mano por sus ojos para tratar de aclarar su visión.

–Leónidas, chicos, ¿están ahí? –. Llamó el pelinegro aturdido.

–Aquí estamos, Nick –. Respondió la voz de Leónidas.

–Estamos todos, tigre.

Recuperándose de su aturdimiento tan rápido como pudo, Nick se quitó la mano enguantada del rostro para ver mejor a sus alrededores.

Otras dos sillas se encontraban a su lado derecho, donde Alys y Julie lo veían con preocupación. La pelinegra no parecía tan afectada como él por los últimos acontecimientos, pero no podía decir lo mismo de su vieja amiga. A la apariencia desaliñada de Julie por los últimos días de encierro ahora también tenía que sumarle la forma de su largo cabello alborotado, mucho peor que el de la neathiana, la cual llevaba a Irin en sus piernas.

La pequeña híbrida parecía ser la más afectada de todos, el soldado que la había tomado bajo su custodia debió haberse visto obligado a tratar a la pequeña con el mayor cuidado posible. Los ojos de la niña se notaban cansados, a punto de cerrarse, su respiración era irregular y sus manos se encontraban fuertemente aferradas a la camisa de manga corta oscura de Alys.

Por otro lado, Leónidas y el resto de los Bakugan se encontraban en la mesa delante de los peleadores, todos ellos salvo por uno en específico.

–¿Estás bien, Nick? Nos preocupamos cuando te desmayaste –. Dijo Leónidas a su compañero.

–Nos alegra ver que está a salvo, maestro –. Dijo Ángel con amabilidad mientras Wolfang ladraba en acuerdo.

–Qué bueno que no te pasara nada grave, Nick –. Dijo Gorem como saludo.

–Trata de no morir de una forma tan indignante, humano. Sería un desperdicio total –. Dijo Vladitor en su mente.

–También me alegra verlos, chicos –. Respondió Nick antes de mirar a la pequeña en el regazo de Alys –. Irin, ¿cómo te sientes?

–Bien –. Respondió la niña con un hilo de voz.

La pequeña no dijo nada más, solo pudo limitarse a esconder sus pequeños ojos cristalinos bajo el refugio del pecho de su protectora, la cual no dudó en acariciar suavemente su cabecita con amor.

–Calma, linda. Ya pasó –. Trató de tranquilizar Alys a la niña.

–No me gusta este lugar –. Declaró Irin con el rostro oculto en el pecho de Alys.

–Sí, lo sé. A mi tampoco.

–¿Dónde estamos? –. Preguntó Nick confundido.

–No lo sabemos. El tal Luke nos trajo aquí y nos dijo que esperáramos –. Respondió Julie tratando de arreglar su cabello desordenado.

–¿Y dónde está Hysani? –. Cuestionó el pelinegro.

–Está con él –. Respondió Alys con tono inexpresivo.

En los ojos de la chica no parecía haber una gran ofensa o dolor, parecía estoica y más cercana al aburrimiento que a cualquier otra emoción por la ausencia de su compañero.

–¿Y tú estás bien? –. Preguntó Nick confundido por su reacción.

–Mas o menos, Hysani dice que lo conoce y confío en él. Si ese sujeto no es un peligro, entonces tendré que creerle. Aunque este sitio me da escalofríos –. Respondió Alys con un suspiro de cansancio.

Nick no dijo nada más, no quería molestar a Alys con preguntas en una situación cómo esta. En lugar de eso, solo se limitó a observar el área, tratando de encontrar una salida sin mucho éxito, pues parecían estar rodeados de un entorno hecho completamente de muro sólido, por lo que no había una puerta visible.

Sus pertenencias estaban en su lugar, su cinturón seguía abrochado alrededor de sus caderas, con su espada y las cartas de sus Bakugan aún presentes. Su chaqueta seguía en sus hombros, y podía sentir la libreta de Freidr haciendo contacto con su pecho.

Sobre la gran mesa en la que se encontraban, también había una serie de máquinas pequeñas con forma de cajas y cuya parte superior se encontraba adornada por una pequeña boquilla alargada que apuntaba directamente a las sillas vacías.

–¿Sabemos dónde está nuestro misterioso salvador? Aún tiene muchas preguntas por responder –. Preguntó Nick mirando a sus alrededores.

–Dijo que iba a reunirse con otras personas y luego volvería. Parece que estamos en una especie de casa segura en lo que la guardia del castillo se calma un poco –. Respondió Alys sin despegar su atención de su pequeña.

Irin parecía tratar de contener sus sollozos, hipaba en el pecho de la enfermera sin atreverse a soltar su agarre de su camisa.

En un intento de consolarla, Nick solo pudo posar su mano en la espalda de la niña, acariciándola con delicadeza para tratar de tranquilizarla.

Pareció funcionar, pues la postura tensa de la niña no tardó mucho en relajarse mientras intentaba calmar su hipo y aflojaba el agarre en la camisa de Alys.

En respuesta a sus esfuerzos, la neathiana le ofreció una pequeña sonrisa de agradecimiento antes de posar su barbilla en la cabeza de la pequeña híbrida, murmurando palabras tranquilizadoras y pasando sus dedos por su cabeza mientras Nick continuaba con su intento de masaje para relajar a Irin.

Pasaron los minutos, aunque no sabría decir cuántos en realidad, pero el aburrimiento y el cansancio comenzaban a ganar fuerzas. Julie bostezaba en su silla y batallaba con el sueño usando su propio cabello como distracción mientras Gorem la acompañaba en silencio, Alys cabeceaba sobre el cabello de su pequeña, luchando con el sueño para no quedarse dormida en un momento como este y menos frente a su niña que aún hipaba en su cálido pecho.

La cabeza de Nick reposaba sobre sus nudillos, sirviendo como la dura superficie que lo mantenía despierto con la única compañía de Leónidas y Vladitor, pues Ángel y Wolf habían cedido ante el sueño. No podía culparlos, después de todo, no habían tenido un verdadero descanso en días y este sitio no era tan escalofriante como el castillo de Barodius.

Después de todo lo que habían pasado, merecían un descanso, aunque ninguno de ellos pudiera disfrutarlo plenamente.

El agotamiento mezclado con el sueño comenzaba a convertirse en una combinación más y más efectiva conforme pasaba el tiempo. Parte de Nick estaba segura de que se habría quedado dormido si no fuera por el sonido que provino detrás de él.

Metal sobre metal, deslizándose en un movimiento suave.

Al reconocer el sonido, todos los peleadores se despertaron alertas, dándose media vuelta para observar lo que se estaba dando a sus espaldas y reconocer a la figura que entraba a la sala.

Ahí se encontraba él, el mismo gundaliano que los había rescatado, emergiendo de un espacio que la misma pared había abierto, y vestido con una chaqueta negra sencilla con detalles en rojo en los brazos, unos pantalones tácticos y unas botas oscuras que llegaban hasta su espinilla.

Con él, también venía Hysani, flotando delante del hombre en lo que parecía ser una charla a punto de terminar para enfocar su atención en el resto de los presentes.

–Muchachos, me alegra ver que ya despertaron –. Dijo el tal Luke a modo de saludo mientras tomaba asiento a un lado de Nick.

–Fue una caída difícil, pero el escape fue exitoso. ¿Cómo se sienten, niñas? –. Preguntó Hysani a Alys e Irin.

–Estamos bien, a pesar de todo –. Respondió la enfermera mirando a la pequeña que ahora se secaba las lágrimas.

–Ya no hay nada que temer, Irin. Barodius ya no puede hacerles daño –. Prometió el único gundaliano presente.

–Barodius, no. Pero a ti tampoco te conocemos. ¿Quién eres? ¿Cómo es esto posible? –. Preguntó Leónidas escéptico.

Al entender la pequeña ola de preguntas que Leónidas tenía para él, Luke se notó avergonzado mientras giraba su silla para verlos mejor.

–Primero lo primero. Permítanme presentarme formalmente –. Comenzó el soldado poniéndose de pie –. Mi nombre es Lukard, pero pueden llamarme Luke. Soy un viejo amigo de tu familia, Alys –. Se presentó con una pequeña reverencia.

–¿Cómo es eso posible? –. Preguntó la neathiana.

–Tu padre solía ser soldado, vivía en un pequeño pueblo alrededor del paso a Kharth, donde se mudó con tu madre y conoció a la de Irin. Eso ya lo sabes, ¿no? –. Comenzó Luke mirando a la neathiana.

–¿Cómo sabes todo eso? –. Preguntó la pelinegra.

–No te miento, Alys. De verdad conocí a tu padre, solíamos servir en el mismo escuadrón antes de que él abandonara el ejército para estar con tu madre y tener una vida tranquila. Fue en su retiro que conoció a la madre de Irin y se hicieron amigos –. Repasó el pelinegro para la neathiana –. Tus padres eran gente buena, Navi y Ciren no merecían lo que les pasó.

–Si eso es cierto y conociste a nuestros padres, ¿por qué nunca nos buscaste? –. Preguntó Irin con voz débil.

–Vivimos en las calles por años, tu ayuda nos habría servido mucho –. Reprochó Alys con tono molesto.

–Quise hacerlo, pero yo no estaba en el pueblo cuando lo atacaron. En cuanto lo supe, fui a buscarlas tan rápido como pude, pero ya era tarde –. Explicó el pelinegro mayor mirando a la neathiana –. Ustedes ya se habían ido, niñas.

El hombre se acercó con cuidado a la enfermera, mirándola con aparente pesar en sus ojos, pesar que solo tuvo respuesta en la forma de una clara renuencia grabada en los ojos rubí de la neathiana.

Instintivamente, la mano izquierda de Nick llegó de forma sutil al mango de Colmillo, preparándose para desenfundar en caso de que fuera necesario defenderse.

Sin embargo, antes de que cualquiera pudiera hacer algo, la pequeña Irin retomó la palabra una vez más.

–Pero, si eso fuera cierto, no debiste tener problemas para encontrarnos. Alys solía luchar para ganar dinero con Hysani, ¿por qué no pudiste dar con nosotros si teníamos a tu antiguo compañero? –. Preguntó la pequeña.

De forma repentina, los ojos de Alys se enfocaron en Hysani una vez más, con una clara marca de temor y sorpresa en la mirada de la chica al observar al Bakugan, cuyo silencio delataba su estupor.

Curioso, Luke miró un momento a Alys y a Hysani, buscando información de los hechos, mientras Nick y Julie se dirigían miradas confundidas y curiosas al mismo tiempo. Aún no tenían clara toda la historia de sus nuevas amigas, pero claramente había mucho por descubrir.

–Lo que pasa, Irin, es que se me presentaron nuevas responsabilidades durante mi búsqueda. Llegué a tener el temor de que hubieran muerto en el incendio y lo tuve conmigo hasta que me dijeron que seguían con vida, y que el Príncipe Freidr las tenía retenidas en el castillo –. Explicó el hombre, aparentemente, fingiendo entender todo lo que la enfermera y su Bakugan no estaban diciendo.

–¿Y quién pudo decirte algo así? –. Preguntó Julie de pronto.

–Es cierto, el trabajo de una enfermera en el castillo del emperador no parece una noticia que se propague con facilidad –. Respaldó Gorem a su compañera.

Luke no respondió con palabras, optó por alejarse brevemente para enfocar su atención en una de las máquinas que se encontraban sobre la mesa, presionando algunos de los botones que se encontraban en la parte baja con cuidado, como si se tratara de una especie de máquina antigua.

–Poco antes de que su pueblo fuera destruido, el Príncipe Valmund fue asesinado en su propia habitación y su hermano tomó el poder –. Comenzó una vez más el gundaliano.

–¿Barodius? –. Preguntó Leo al hombre.

–Así es, Leónidas –. Asintió Hysani en respuesta.

–El emperador tenía cuatro hijos en total, Valmund era el mayor de todos y su primera opción como heredero debido a su primogenitura, pero murió y nunca se encontró al asesino. Su hermano y su hijo fueron los principales prospectos para tomar su lugar, pero el Príncipe Freidr era solo un niño y no le tomó mucho tiempo renunciar a su reclamo –. Expuso Luke pasando a la siguiente máquina en la mesa.

Un jadeo múltiple se escuchó entre Nick y Julie, proveniente de las únicas residentes de Gundalia que podrían entender completamente todo lo que su salvador estaba diciendo.

–¿Cómo puedes saber todo eso? Nadie sabe cuál es la relación de Barodius y el príncipe –. Objetó Alys con sospecha.

–Déjalo hablar, Alys. Te prometo que todo tomará sentido más adelante –. Interrumpió Hysani a la peleadora.

Aunque no se notaba verdaderamente convencida, Alys igualmente accedió a dejar hablar al soldado con un suspiro, creyendo en la palabra de su Bakugan.

–En fin. Poco después de que Valmund muriera, sus hermanos más pequeños no tardaron en seguirlo, el mayor murió en un accidente fuera de la capital y el más joven murió durante el invierno de esa vez, o eso se dice –. Retomó el hombre pasando a la siguiente máquina en la sala –. Barodius se convirtió en el heredero de su padre y tomó el trono en cuanto éste murió, el Príncipe Freidr vivió bajo su protección un tiempo, pero luego abandonó el planeta para no correr con la misma suerte de su padre y sus tíos.

–¿Cree que Barodius fue el responsable de la muerte de sus hermanos? –. Preguntó Ángel al soldado.

–Estoy seguro de que sí, así podía evitar cualquier competencia a su reclamo. Y luego, para asegurarse de que nadie tratara de realizar una insurgencia, ejecutó a los sirvientes, guardias y a todo aquel que supiera de la verdadera paternidad del príncipe. Su más grande temor era que usarán a Freidr como insignia para una rebelión –. Dijo Luke configurando la última máquina en la mesa antes de volver a su asiento –. Aunque eso sería difícil, pues corren rumores de que el Príncipe Freidr no se encontraba muy bien de la cabeza.

Bueno, en eso podía darle la razón a quien quiera que hubiera comenzado tales rumores. Aunque esa creencia no sería exclusiva del príncipe, pues alguien como el emperador tampoco debería estar mucho mejor.

–¿Y por qué no ejecutar al príncipe cuando tuvo la oportunidad? –. Preguntó Hysani esta vez.

–¿Y cómo es que esto explica mi pregunta? –. Preguntó Alys cansada de tanto misterio.

Luke mantuvo el silencio, aunque no fue de forma voluntaria, sino por obra de la inclusión de una nueva voz del otro lado de la mesa.

–Con Barodius vino una tiranía, y la necesidad de detenerlo. Por eso estamos aquí, para tratar de detenerlo.

Sorprendidos por la nueva voz que les hablaba, la mirada de todos los presentes se dirigió a la fuente del sonido: el holograma azulado de un gundaliano, de aparente cabello largo castaño y una barba que le cubría el lado inferior del rostro, cuernos faltos de altura rodeando su cabeza y vestido con lo que parecía ser ropa de camuflaje debajo de un duro chaleco táctico junto con unos guantes sin dedos.

Sin embargo, el nuevo integrante de esta aparente reunión no estaba solo, a sus lados, se revelaron los hologramas de otros tres individuos, destacando el primero de ellos por ser un gundaliano más viejo; de cabello cano peinado hacia atrás, cuernos pequeños que no alcanzaban a rodear su cabeza, múltiples arrugas en sus mejillas y frente visible. Además, también vestía de forma mucho más formal que su compañero, siendo su atuendo un traje elegante conformado por abrigo, moño y guantes.

El tercero parecía ser un hombre importante, a pesar de ser joven. Un gundaliano de cabello negro, apenas unos años mayor que Nick con cuernos que se alzaban en su frente antes de perderse debajo de su cabello aparentemente oscuro, vestido con túnicas de un color similar que se veían un poco más grandes de lo que en realidad debían ser gracias a las facciones juveniles de su dueño, desde mejillas llenas hasta ojos y colmillos más pequeños que los del resto.

El último no tenía una apariencia visible, pues se escondía debajo de una capa negra con capucha, que cubría tanto su cuerpo como su cabeza, pero se trataba de una persona de complexión pequeña y ligeramente encorvada.

–¿Quiénes son ustedes? –. Preguntó Nick asombrado y un poco nervioso.

–¿Nosotros? No tenemos un nombre en específico, pero nos gusta considerarnos servidores del pueblo –. Dijo el integrante más joven de la reunión.

–Cuando Barodius tomó el poder, cambió todo lo que conocíamos en Gundalia. De un día para el otro, todos los neathianos del planeta, inmigrantes y nacidos aquí, fueron retirados de sus empleos y hogares para convertirse en sirvientes. La esclavitud fue reestablecida y los pobres fueron recogidos de sus asentamientos para servir a los propósitos del emperador –. Explicó Luke tomando asiento junto a uno de los hologramas proyectados por las máquinas en la sala.

–¿Y qué intereses serían esos? –. Preguntó Julie a los gundalianos.

En respuesta, Luke buscó dentro de su chaqueta un dispositivo circular que depositó en el centro de la mesa tras presionar un par de botones.

Inmediatamente, una nueva pantalla rectangular tomó forma por encima de la sala, mostrando múltiples fotografías que llamaron la atención de todos los presentes.

–La mayoría de los neathinos fueron enviados a distintas zonas de excavación repartidas por el continente para extraer materiales valiosos. La otra parte fue enviada con los esclavos gundalianos a distintas fábricas repartidas por todas las regiones del continente, para ayudar en la fabricación de máquinas de guerra –. Dijo Luke señalando las fotografías.

En ellas, todos los peleadores pudieron ver con horror como los neathianos esclavizados eran obligados a trabajar hasta el punto del desmayo en las excavaciones, retirando piedras, cavando nuevos agujeros de gran tamaño, moviendo maquinaria pesada que solo sería posible con la fuerza que su raza les ofrecía. Y todos ellos contaban con lo que parecían ser unos collares ajustados en sus cuellos, seguramente destinados a soltar una descarga en los prisioneros en caso de insubordinación.

En otras de las imágenes, también se podían divisar a múltiples gundalianos y neathianos encerrados en una fábrica, trabajando con equipo peligroso, que desprendía chispas y quemaba a algunos de los operadores.

Todos los prisioneros tenían el mismo tipo de collar ajustado alrededor de sus cuellos, garantizando un nivel de obediencia absoluta de parte de todos. No solo los hombres adultos contaban con esa misma medida de seguridad, también ancianos, mujeres y niños obligados a servir en las mismas condiciones que los hombres sin importar su especie.

–¿Es por eso que quemaron nuestro hogar? ¿Estaban buscando más esclavos? –. Preguntó Alys horrorizada, tratando de tapar la vista de su pequeña.

–Temo que sí, Al –. Asintió Luk con pesar.

–En su momento, no entendíamos qué es lo que pretendía el nuevo emperador con esto, pero todo tuvo sentido una vez que los ataques a Neathia comenzaron –. Dijo el hombre con el chaleco táctico esta vez.

–Las máquinas eran para facilitar nuevas armas que se movieran en terreno neathiano, los minerales son para ofrecer un pago a los aliados de Barodius.

–¿Aliados?

Moviendo un par de botones, las fotografías desaparecieron de la pantalla holográfica para dar paso a la imagen de un mapa, conformado por lo que parecían ser tres continentes, dos a cada lado del mapa que se encontraban unidos al norte por una serie de grandes islas cubriendo el terreno marítimo que existía entre los dos cuerpos de tierra, pero un poco más debajo de lo que debía ser un terreno ártico. El tercero era el más distante, quedaba al sur y abarcaba parte del oriente y occidente en su sector.

–Peleadores, ahora mismo están viendo lo que ustedes llamarían un mapamundi de nuestro planeta –. Presentó el gundaliano con traje.

–Nosotros nos encontramos en Viction, el continente al este y el más cercano a las islas del norte, capital del planeta desde que la familia de Barodius tomó el control del continente y terreno que él rige –. Comentó Alys para sus amigos esta vez.

Aunque lo escondió bien, Nick pudo ver como una pequeña sonrisa de orgullo se asomaba en los labios de Luke tras dedicarle una muy fugaz mirada a Alys, aunque ésta no pareció darse cuenta.

–A diferencia de nuestro mundo, Neathia es lo que ustedes podrían describir como una "Pangea" que abarca alrededor de un 50% de su planeta, por lo que sus sociedades están unidas sin importar cuanto deseen lo contrario –. Dijo el gundaliano trajeado nuevamente –. Gundalia no funciona así, los señores del oeste son independientes del gobierno de Barodius y las fuerzas de un solo continente no bastan para invadir todo un mundo.

–Para llevar a cabo su conquista, Barodius explota recursos de Viction y con ellos paga su apoyo a los líderes de Trakis, la tierra de occidente. Son grandes casas nobles, unidas bajo un solo estandarte al que llamamos Última Luz, luchando junto a las fuerzas del emperador –. Expuso Luke recostándose en su silla.

–¿Y qué es lo que esperan que hagamos nosotros? –. Preguntó Nick sosteniendo el puente de su nariz.

Los gundalianos a su alrededor compartieron una mirada breve antes de que el único de ellos que se encontraba presente en carne y hueso desplazara las imágenes en la pantalla para mostrar fotografías de un lugar que todos los peleadores reconocían bien.

–Toda Gundalia está al tanto de la batalla que dos de los miembros de los Peleadores Bakugan libraron en el coliseo de la ciudad contra el Príncipe Freidr –. Dijo el hombre más joven de la junta señalando la pantalla.

Ante la mirada incómoda de Nick, múltiples fotografías del destrozado coliseo se postraron delante de todos los integrantes de esta junta, resaltando la destrucción que había generado el encuentro de Leónidas con Baltasar.

Muros hechos pedazos, escombros por el suelo y grietas grabadas en la tierra eran algunos de los elementos que conformaban las imágenes extraídas para esta exhibición.

Sin embargo, había una que llamaba especialmente la atención mas que cualquier otra fotografía mostrada y era una de Leónidas, cubierto por una cúpula energía oscura que parecía expandirse y consumir todo lo que se encontraba a su paso. La expresión del Bakugan se encontraba perdida, no había una emoción palpable en su mirada que no fuera una aparente furia asesina en sus ojos rojos y brillantes, por encima de su gran mandíbula abierta en un atronador rugido.

–¿Qué significa esto? –. Preguntó Leónidas confundido.

–El Príncipe Freidr es el peleador más fuerte de todo el imperio. Se dice que es más fuerte que el mismo emperador –. Continuó el gundaliano más joven mirando la imagen –. Y tienen toda la razón. No me sorprendería si Barodius intentara ejecutarlo un día por considerarlo un peligro.

–Lo es, ese demente lo ha sido desde que era tan solo un mocoso con la mente más frágil que un cristal –. Comentó el gundaliano con traje de combate.

–¿Y eso qué tiene que ver conmigo? –. Preguntó Leónidas molesto por las divagaciones.

Antes de que cualquiera de los sujetos pudiera responder la pregunta del dragón acorazado, Luke se separó del espaldar de su asiento para hacer una seña a ambos hombres en señal de que él mismo se encargaría de la situación.

–Lo que Lord Amvruz quiere decir, Leónidas, es que tú y tu compañero han sido los únicos capaces de enfrentar al Príncipe Freidr y su Bakugan –. Explicó con autoridad el soldado –. Lo que queremos es que lo enfrentes una vez más, pero con nuestra ayuda esta vez. Con Freidr fuera de la ecuación, Barodius estará más vulnerable que nunca y podremos acabar con su tiranía.

Nick y Leo compartieron una mirada rápida, preguntándose que deberían hacer en un silencio que nadie más que ellos podría entender.

Estaban agradecidos por el gran favor que le habían hecho estos sujetos al organizar su rescate y podían empatizar con su causa de terminar con el régimen de Barodius después de todo lo que les habían mostrado. Pero seguían siendo desconocidos, completos extraños de los cuales solo tenía un nombre.

No sabían si podían confiar en ellos, ni siquiera sabía que tan confiable era su salvador siendo parte de un grupo tan extraño y misterioso como este.

–Ya lo enfrentamos dos veces y perdimos. ¿Qué nos garantiza que su ayuda dará un resultado diferente? ¿Si quiera son peleadores? –. Cuestionó Leónidas escéptico.

–La mayoría no lo somos, Leónidas. Eso lo aceptamos, pero no es necesario tal cosa tratándose de nosotros –. Respondió el gundaliano con chaleco táctico.

–¿Qué quieren decir?

Un nuevo cambio se dio en la pantalla que todos podían ver en el centro de la mesa, la cual comenzó a mostrar una serie de imágenes de distintas ciudades de gran tamaño. Una cerca de una impresionante y frondosa selva con árboles gigantes y montañas decorando el fondo. Otra de las ciudades parecía estar cerca de la costa, mirando directamente al mar abierto con una gran fortaleza en su punto más alto. La tercera parecía estar en pleno invierno, con grandes cielos oscuros y nevados, perdida en medio de un océano de blanca nieve. Finalmente, la última de ellas parecía estar en medio de un terreno boscoso, pero conservaba un curioso equilibrio entre la vida vegetal y un espacio desértico alrededor de una ciudad que parecía ser tan grande como para que los límites de la pantalla no pudieran cubrir su panorama completamente.

–¿Qué son estos lugares? –. Preguntó Julie asombrada.

–Son las cuatro capitales, las ciudades más importantes del continente –. Respondió Hysani a la terrícola.

–Viction se divide en cinco grandes naciones, este concilio nació con el propósito de juntar a algunas de las figuras más ricas e influyentes de cada nación para planear el modo más efectivo de destituir a la familia de Barodius del poder –. Explicó Luke a los peleadores.

–¿Y por qué no lo han hecho? –. Preguntó Irin con timidez.

–Por desgracia, Barodius llegó a nuestros líderes primero. Cuando asumió el poder, mandó misivas hablando de su plan de conquista por el Orbe Sagrado y la gloria de Gundalia. Los nobles líderes de cada nación no pudieron resistirse a la idea de tener tal poder y aceptaron ofrecer sus tropas al emperador –. Comentó el gundaliano con traje.

–Llevamos los últimos años tratando de reunir un ejército poderoso que pueda terminar con esta pesadilla, pero nos ha sido imposible. Las 12 Ordenes y los líderes de las naciones son demasiado fuertes, intimidan al pueblo y eso les impide luchar. Ahora que el Príncipe Freidr está aquí, nuestra misión es todavía más difícil –. Dijo el hombre vestido de soldado.

–Necesitamos… un poder semejante… al que posee la corona –. Dijo la figura encapuchada con dificultad.

Parecía tratarse de una mujer mayor, con tono seco y cansado, obstaculizado por una fuerte tos que salió de su boca entre palabras.

Los demás la miraron con preocupación y le preguntaron a la anciana si se encontraba bien, pero Nick y Leónidas se desconectaron de la conversación un momento, pensando en lo que deberían hacer.

Estaba claro lo que estas personas esperaban de ellos y como parecían listos para vender su causa.

–Entonces, lo que ustedes quieren es que luchemos sus guerras y los pongamos en el poder –. Se atrevió a resumir Leónidas delante de los sujetos.

–Si hubiera otra forma, no haríamos esto. Pero nuestros líderes están comprometidos a luchar por Barodius y con el apoyo de Trakis a su lado, parar esto por las buenas es imposible –. Defendió el primer gundaliano que se había conectado para la junta.

Bueno, al menos Nick podía reconocerles que eran sinceros y directos con sus intenciones. Eso era mucho más de lo que podría decir del resto de gundalianos que había conocido hasta el momento.

–¿Y cuál es su plan? –. Preguntó Alys con cautela.

En respuesta, Luke acercó la imagen de la primera ciudad que había salido en pantalla, haciendo especial énfasis en el extenso cuerpo selvático que acompañaba la imagen.

–Los Juegos de Caza comenzarán pronto en la ciudad de Kharth y muchos esclavos, tanto neathianos como gundalianos, se verán obligados a participar. Es una tradición antigua en Kharth, donde numerosos guerreros se adentran en la selva cercana a la ciudad para probar su valor y ganar gloria, fama y dinero –. Explicó el soldado señalando la fotografía de la ciudad.

–El plan comenzaría viajando al sur, a Kharth, para reunirnos con el Comandante Vor y ayudarlo a reclutar soldados dispuestos que ayuden en la toma de la ciudad –. Simplificó Luke mirando a Nick y Leónidas esta vez.

–La idea es unir a todo Viction bajo un solo estandarte que derroque a Barodius, el del Viktim Hazashi y el Rey Dragón.

Escuchar ese último título llamó fuertemente la atención de Nick, Leo y sus amigos más cercanos. Ya habían usado el título en el pasado, para distinguir a Leónidas de otros Bakugan y vender su imagen en el IB, pero nunca había salido de los límites de un campo de batalla.

–¿Cómo dijiste? –. Preguntó Leónidas estupefacto.

Nuevas imágenes se mostraron en la pantalla, pero éstas no tenían tan buena calidad como la anterior. De hecho, parecían sacadas de una excavación profunda, fotos tomadas de una serie de muros cavernosos en los cuales se podía ver ilustraciones antiguas de sujetos que Leónidas y los demás podían distinguir.

–¿Esos… somos… nosotros…?

En los muros, se podía ver la silueta fácilmente reconocible de Omega Leónidas Darkus, agotado y de rodillas delante de Battle Axe Vladitor, el cual se encontraba en su misma posición, usando su hacha gigante para apoyar su peso.

No cabía duda, eran ellos. La ilustración mostraba a Leónidas y Vladitor al final de su última batalla.

Pero no era la única, también había dibujos de la silueta de Leónidas en su forma original, antes de convertirse si quiera en Omega Leónidas. Otras del gran dragón negro batallando delante de una figura humanoide mucho más pequeña que él.

Había muchas imágenes similares a las ya repasadas, pero una sobresalía de las demás, una dibujada en una pared mucho más grande y plana, de lo que parecía ser un hombre sentado en una especie de trono; con la imponente forma de Leónidas detrás de él con las alas extendidas.

–Estas imágenes provienen de una excavación hecha hace un par de siglos en Krum, el continente al sur. Por desgracia, Krum es un continente maldito y todo el personal desapareció misteriosamente, solo alcanzaron a enviar estas imágenes antes de perder contacto. Sin embargo, sus grandes hallazgos trajeron el conocimiento de antiguas leyendas como el Rey Dragón o el Señor de los Bakugan –. Dijo Luke mirando las fotografías.

–Ahora, parece que tenemos a los dos en un solo cuerpo, ¿no es cierto, Lord Amvruz? –. Dijo Vor mirando al susodicho.

–Así es. Las comunicaciones entre el castillo y la Tierra fueron claras, parece que Lord Vladitor sigue con vida y ahora forma parte del Rey Dragón –. Afirmó el noble mirando a los terrestres.

–Ahora las leyendas… viven entre nosotros… y tenemos una oportunidad… de liberar dos mundos de Barodius –. Dijo la anciana con dificultad.

–¿Y cómo se relaciona Nick con esto? –. Preguntó Julie con preocupación.

–Según la leyenda, el Viktim Hazashi o también conocido por el pueblo como el "Señor Oscuro", tendrá la tarea de luchar junto al Rey Dragón por la libertad de Gundalia. Es una leyenda muy popular entre el pueblo, la historia favorita de los niños –. Explicó Luke esta vez –. Si Leónidas es el Rey Dragón y dentro suyo vive el Señor de los Bakugan, es claro que Nick debe ser el Hazashi.

Todo esto era demasiado para procesar rápidamente. ¿Cómo es que su vida y las vidas de Leónidas y Vladitor podían encontrarse grabadas en los muros de un planeta que no conocían? ¿Qué clase de lugar era este?

¿Qué se suponía que debían hacer?

El Rey Dragón, el Señor Oscuro, ¿qué significaba todo esto?

–¿Y de verdad creen que todo esto sea posible? ¿Qué Nick y Leónidas sean los salvadores de los que hablan las leyendas? –. Preguntó Hysani a su antiguo compañero.

–Lo que creamos no importa realmente, importa lo que crea el pueblo y no dudarán en seguir a los héroes de las historias si les dan la libertad –. Respondió el pelinegro mayor antes de mirar a los terrestres.

–Gracias a Lord Amvruz, sabemos que la noticia de su pelea contra el Príncipe Freidr se está esparciendo rápidamente. Si aceptan, el pueblo los apoyará y tomar Kharth será el inicio de un gran movimiento que los tendrá a ustedes como líderes –. Incitó el gundaliano trajeado.

–¿Y por qué creen que nos apoyarían? Ni siquiera somos de este planeta, la gente no nos conoce realmente –. Argumentó Ángel a los sujetos.

–Las personas están hartas de Barodius, su guerra incita al caos y la pérdida de miles de vidas. Si aceptan, su reclamo sería más fuerte que el suyo, pues tendría algo mejor que derechos de sangre o familia: el apoyo del pueblo.

–Básicamente, quieren convertir a los chicos en líderes de guerra –. Resumió Hysani de pronto.

–Si las leyendas son ciertas y Leónidas es en verdad quien parece ser, entonces es el destino del terrícola convertirse en el Señor Oscuro –. Declaró Vor antes de mirar nuevamente a los susodichos –. Y si la leyenda es falsa, igual podrían hacer un gran bien al guiar a nuestras tropas para terminar con esta guerra estúpida. Ser el rostro de una revolución total, que cambiaría el sistema para mejor.

–En todo caso… vale la pena intentar… es ahora o nunca –. Dijo la anciana con capucha.

–Es cierto. No se ofendan, chicos, pero tuvimos que invertir demasiado en su rescate –. Declaró Lord Amvruz –. Planos, explosivos, personal, armaduras, espionaje. No fue una tarea fácil.

Ejercían presión a su manera, algunos les pedían directamente que aceptaran intervenir en esta guerra, argumentando que vidas inocentes los necesitaban. Otros preferían un enfoque más severo, pero todos estos sujetos concordaban en una cosa: querían que tanto Nick como Leónidas fueran los héroes prometidos.

Todos se encontraron asintiendo de pronto, en acuerdo con las palabras dichas en esta reunión, todos dispuestos a aceptar a Nick y Leónidas como líderes si ellos les ofrecían una oportunidad de terminar con el conflicto que el emperador había comenzado.

Todo este asunto era demasiado por procesar y Nick no sabía que elección sería la correcta. Había escuchado murmullos desde la enfermería del castillo, datos sueltos que hablaban de cómo los Peleadores Bakugan ahora se encontraban en Neathia, librando la guerra para la cual se habían preparado originalmente.

Parte de Nick quería ir con ellos, buscar un modo de ir a Neathia y poner a salvo a Julie y a las chicas, pero otra parte de él le decía que era su deber quedarse, que tenía una chance de detener todo esto justo desde la raíz.

–Por favor, háganlo por nosotros. Nuestro pueblo ha sufrido mucho por culpa de Barodius.

–Por favor, los necesitamos. Gundalia los necesita.

–Sean los héroes que prometieron nuestros antepasados, los indicados para terminar esta pesadilla.

–Sálvennos, por favor.

–Se los suplicamos, el pueblo gundaliano se los súplica.

¿Qué podían hacer? Tan solo estando metidos en un único lugar, Nick podía sentir cómo su ser se dividía en dos partes iguales. Un lado de sí insistía en abandonar este planeta cuánto antes y buscar al resto de sus amigos, en poner a salvo a las chicas. Pero otra parte de él le decía que su deber era quedarse, qué tenía la oportunidad de acabar con esta guerra desde su epicentro y liberar a todos los afectados por Barodius y su gente.

¿Qué podía hacer? ¿Qué debería hacer? Había tanto en juego y una mala elección podría afectar a muchas personas. ¿Cuántos morirían en Gundalia si ellos se iban? ¿Cuánto tiempo más duraría esta guerra?

–Chicos… yo… no sé qué hacer…

–Nick, tranquilo. Es una decisión difícil –. Consoló Leónidas a su compañero.

Leo hablaba con tono calmo y sereno, tratando de contagiar un poco de tranquilidad a su compañero, pero Nick conocía bien a su mejor amigo. Y sabía que éste no se encontraba mucho mejor, pues su mente también estaba dividida en este mismo dilema.

–No tanto, Leónidas –. Dijo Vladitor de pronto.

–¿A qué te refieres? –. Preguntó Nick confundido.

–Entiendo que no sepas cómo sentirte, humano. Pero míralo de esta forma: estos sujetos, este planeta, tienen las respuestas a muchas de las preguntas que nos hemos estado haciendo desde que esta pesadilla comenzó. Quedarnos a ayudar a su gente podría darnos los medios para entender lo que nos está pasando.

–¿Y qué hay de los chicos? Ahora estamos libres, ¿qué haremos con Dan y los otros? No podemos dejarlos –. Recordó Nick intranquilo.

Drago y los demás son fuertes, ellos podrán defender Neathia mientras nosotros luchamos aquí. Piénsenlo bien, tenemos la oportunidad de terminar con todo y entender lo que nos está pasando, todo lo que desconocemos. ¿De verdad dejaremos la posibilidad a un lado?

–¿Y crees que podamos ganar con la ayuda de estos sujetos? ¿O que podemos confiar en ellos si quiera? –. Cuestionó Leónidas esta vez.

–No, pero tampoco los requerimos realmente. Podemos reunir un ejército gracias a ellos, usarlos como un medio para borrar nuestra desventaja y usarlo en su contra si tratan de traicionarnos –. Propuso Vladitor con firmeza –. Con un gran ejército de nuestro lado, siguiéndonos solo a nosotros, seremos la verdadera fuerza a temer en Gundalia y nadie podrá detenernos, ya sea aliado o enemigo.

Ambos compañeros se mantuvieron en silencio esta vez, analizando lo que Vladitor proponía. Era cierto, tendrían muchas posibilidades de ganar con un ejército a sus espaldas. Pero aún había un tema de preocupación que inquietaba tanto a Nick como a Leónidas.

–Y cuando tengamos que enfrentarnos a Baltasar de nuevo, ¿crees que un ejército nos ayude ganar?

–Los números vencen a cualquiera, sin importar cuán poderoso sea. Acepto que no me agrada la idea de pedir ayuda para vencer a un oponente, pero esta guerra exige medidas extremas para poder ganarla.

La verdad era que Vladitor tenía un punto, hablaba con la verdad y sería una estupidez dejar de lado la oportunidad de terminar esta guerra ahora que la tenían de frente. ¿Qué clase de tonto podría negarse a la posibilidad de terminar con todo de la forma más rápida posible? Comenzar una campaña en este mundo les daría la oportunidad de ganar la guerra, ya fuera obligando a Gundalia a luchar en dos frentes o dando a Neathia la posibilidad de recuperarse para ayudar después.

La verdad era que en Gundalia podrían hallar respuestas a todas las incógnitas que los atormentaban en sus sueños, que no dejaban de torturar sus mentes con preguntas sobre quiénes eran, que tipo de mal atraían.

¿Qué eran realmente?

Pero tampoco podía mentirse, tenía miedo. Miedo de este mundo, miedo de descubrir una verdad con la que ninguno podría lidiar, miedo de lo que estos extraños podían hacerles.

Tenía miedo y el solo aceptarlo avergonzaba a Nick, sabía que su deber era quedarse y aprovechar la oportunidad que tenía delante suyo, pero temía las consecuencias que pudiera traer tal decisión.

Eres débil, Nicholas Takahashi.

¿Podría cumplir con su deber, sintiendo como el temor helaba su sangre? ¿Podía cumplir con su papel con la preocupación torturando su alma? ¿Podía poner en peligro a sus amigos de esta manera?

No sabía que hacer, sus manos se sentían heladas y temblorosas debajo de la mesa, trataba de mantener un rostro sereno delante de los demás, pero no sabía cuánto tiempo más podría esconder sus preocupaciones. Tantas súplicas, tantas almas pidiendo ayuda, clamando por un héroe que parara su sufrimiento y los salvara del tirano.

Como guerrero, era su deber aceptar. Como amigo, no podía desperdiciar la oportunidad de entender el mal que acechaba en sus sueños. Pero, a pesar de todo eso, había una realidad con la que no podía luchar.

Él también era un niño.

Aún después de todo lo que había experimentado, no dejaba de ser un muchacho de solo 17 años de edad.

Pero era un niño en cual reposaba un gran peso, el de miles de vida necesitadas y clamando por un héroe, el héroe que temía no ser después de todo lo acontecido.

Fue en su momento de mayor duda, que Nick pudo sentir una serie de toques cálidos y amorosos en sus brazos y hombros. En un movimiento sorpresivo, Alys, Julie y todos los Bakugan presentes se acercaron a él, depositando suaves muestras de afecto en él y en Leónidas.

–No importa lo que elijan, estamos con ustedes, tigre –. Prometió Julie acariciando sutilmente su cabello.

–Te apoyamos, Nick –. Aseguró Alys envolviéndolo en sus brazos.

En algún momento, la pelinegra había depositado a la pequeña Irin en su regazo, dándole a la niña la oportunidad de abrazarlo con la misma fuerza que a su protectora.

Fue en ese momento, que ambos compañeros se miraron y entendieron que, sin importar lo que sintieran, tenían un deber que cumplir por encima de todo; una responsabilidad que recaía en sus hombros desde el momento en que habían decidido luchar juntos.

Era su peso para cargar, su noble y difícil tarea, aquella que nadie más podría realizar en sus nombres, pero con un apoyo que podrían aceptar.

Eran guerreros, eran protectores, eran Peleadores Bakugan. No podían decirle que no a las responsabilidades que tal puesto les exigía, incluso estando lejos de su mundo.

Decididos, con convicción renovada y valor restaurado, ambos terrestres se alzaron sobre la mesa de juntas y dieron su respuesta fuerte y clara al unísono.

–Lo haremos.

La sala se llenó de júbilo de pronto, con Luke y todos sus compañeros celebrando la llegada del supuesto Señor Oscuro y el Rey Dragón. Su alegría resultaba un poco contagiosa, pues las chicas también se unieron brevemente a la pequeña ola de risas.

Nick y Leónidas fueron la excepción, ambos se mantuvieron en silencio, esperando haber tomado de todo corazón la decisión correcta.

–Entonces, está decidido –. Dijo Lord Amvruz de pronto –. Luke, reúne a los hombres que contratamos y diles que se separarán al anochecer, que desvíen la atención de su escape por el extremo sur de la capital.

–Sí, señor. Lo haré lo más pronto posible –. Asintió el gundaliano pelinegro.

–Muy bien. Peleadores, descansen por lo que queda de día, esta noche comenzarán el viaje a Kharth con Luke –. Concluyó el Comandante Vor mirando a los chicos.

No ofrecieron una respuesta verbal, solo se limitaron a asentir para dejar en claro su entendimiento.

–Qué este sea el inicio de una nueva era para Gundalia –. Dijo Vor con euforia.

–¡Por una Era Oscura!