Capítulo X – Olas del destino I
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"El corazón de una mujer siempre será
un mar profundo e inquieto de recuerdos,
secretos y amores que el hombre
jamás llegará a conocer por completo."
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Aquel vórtice de colores y matices que lo envolvían le dejaron con un mareo y un fuerte dolor de cabeza que se sostuvo de lo primero que estuvo cerca, y aquello fue sin duda una roca. Pasando el mareo y el dolor de cabeza, paseo la vista por aquel lugar, una playa hermosa pese a ser iluminada por el plateado color de la luna y las estrellas esparcidas en el cielo nocturno.
La espuma brillaba al moverse en la arena, el agua cristalina dejando ver algunos peces y otras especies marinas nadando en esas aguas, hasta ser arrastrados de nuevo a los adentros del mar. Una vista maravillosa en aquella noche de luna.
El canto armonioso de una voz de ángel le atrajo la atención, queriéndose poner de pie se fue de boca a la arena —¿Qué? –dirigiendo la vista a sus piernas, las cuales no estaban y en cambio había una preciosa cola color violeta que va degradándose a un azul verdoso en la punta, las escamas resplandeciendo ante la luz de la luna le hacían semejante al resplandecer de las aguas.
«Es un hermoso espectáculo ¿No te parece?» sus ojos buscaron la dueña de esa voz, pero no vio a nadie «un bello espectáculo natural que los humanos jamás comprenderán…» aquello era sin duda el canto de una sirena, pero no vio ninguna cerca del lugar ¿Acaso era su mente jugando una broma?
—¿Quién eres? –cuestiono a la nada y recibir solo una suave brisa marina. La marea alta se veía preciosa, más aquel espectáculo se vio opacado por un par de voces masculinas que estaban aproximándose.
—¡Por aquí! –algo le pincho en la cola, al ver hacia el extremo se encontró con un cangrejo. Dejando aquel hecho y de retomar de que estaba dentro de un cuento, se movió lo más rápido que pudo hasta llegar a las corrientes marinas y sumergirse en sus adentros —eso estuvo cerca.
El cangrejo se mantuvo a una altura considerada para ser visto por él —le recuerdo… Alteza que no es nada sano para usted, o para mi –susurro lo ultimo más para él —que este alejado de los castillos.
Agua, mar, playa, sirena…
—Carajo… –soltó frustrado. Tantos cuentos e historias y tenía que tocarle el de perder la cola por unas piernas, ir detrás de una niña mimada que busca la felicidad en un hombre mayor que ella y…
—¿Alteza? –aquel cangrejo de nuevo le pinchó, pero esta vez en un dedo de la mano —no podemos llegar tarde al banquete real de esta noche.
—Banquete… –debía de poner en orden todo. Buscar lo que seguro sería la caracola con la voz de Ariel, o alguna de las cosas que la sirena coleccionaba, solo esperaba que el rey no las hubiera destruido ya —muy bien… –sonrió. Tendría que fingir.
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¿De qué se había perdido? No lo sabía, solo entendía que el cuento no iba como tal estaba pasando y luego recordó que Merlín menciono que las cosas no serían como debían de ser. Aquello sería a un más problemático de lo que pensó.
Ya habían pasado un par de días y seguía sin poder acostumbrarse a todo eso, tampoco es que fuera estar por mucho tiempo ahí, al menos eso esperaba.
Una mano colándose bajo sus camisas le hizo saltar de susto y darse la vuelta, si bien algunas veces en los vestidores los chicos le jugaban bromas pesadas como ponerle cubos de hielo o la manguera, pero eso de ser tocado por otro…
Esos ojos, ese cabello y esa sonrisa le hicieron quedar anonadado y sentir que la boca se le seca.
—Creí que necesitarías ayuda… –Shindou estaba con un traje que le quedaba muy bien, aunque todo le quedaba bien a ese chico —no pretendía asustarte.
—No… Solo… ¿Estás bien? –cuestiono. Tentar el terreno que estaba pisando y saber que tanto saben ellos de lo que esta pasando podría ser de ayuda, después de todo ya tenía unas cosas en claro: la primera era que el cuento no era como tal, sino que estaba todo al revés, segundo que los hombres y las sirenas estaban en una especie de paz entre ellos, incluso convivían juntos de manera muy amena y tranquila.
Lo tercero viene a que el cangrejo es Hamano y delante suyo tiene a Shindou, y si solo son ellos los que están dentro de aquel cuento eso le reduciría su trabajo, de lo contrario, tenía que apresurarse, pero aquello era avanzar de manera lenta.
—Eso debería de preguntarte yo –sonrió el de ojos marrón rojizo estando más cerca del otro, quien termino contra la pared —estás… Muy serio y…
—Está todo listo, príncipes –desde el otro lado de la puerta, le pareció reconocer de algún lado aquella voz, luego los pasos alejándose.
—Deberíamos de… Darnos prisa… –paso saliva con dificultad, Takuto seguía más cerca de su rostro, y no es que fuera desagradable, no lo era.
—¿Por? –acerco los labios a los ajenos, rosando con tentativa —¿Acaso mi futuro esposo desea estar lejos de mí de nuevo?
Una suave presión hizo que ambos iniciaran un beso apetecible, lo que despertó la aceleración en los latidos de Taiga, que el ardor en su rostro se fuera expandiendo por el cuerpo y que aquellos sentimientos que tuvo enterrados empezarán a echar raíces. Le sujeto por las piernas para empotrarlo en la pared y sentir más del cuerpo que sería suyo.
—Shindou… –jadeo en medio del beso, algo que encendió un poco más al otro queriendo fundirse con su bello prospecto —tenemos que… –la suave mordida a su cuello no fue mejor, pero tenía que parar aquello, no era el momento, mucho menos el lugar o la situación para algo como eso.
Puso distancia entre ellos con las manos que antes estaban rodeando el cuello, ambos agitados con Takuto sonriendo animadamente, algo que no creería que vería en el Shindou real. Este le sonrió de manera coqueta —bien –contesto para dejarlo de nuevo sobre sus pies y, como había dicho, ayudarle con las ropas que estaban desarregladas.
Pocos minutos después ambos estaban presentables en el salón, siendo anunciados por separado debido a la etiqueta y las reglas, aun si estaban como pareja, los reyes eran presentados junto a sus hijos.
Los reyes quienes invitaban al resto eran presentados por último, mientras que el resto de la realeza se anunciaba por orden de posición, por lo que no fue sorpresa que el rey de los mares fuera el primero en salir en la lista junto a sus hijos.
Tritón era mucho más alto con piernas, un cuerpo robusto y musculoso, rodeado de sus hijos e hijas, gobernantes de mares, océanos y cualquier cuerpo de agua en la tierra. Todo un privilegio de cualquier rey, gobernante o emperador de tener la presencia de aquella deidad en sus tierras, eso o tener su ira no era una decisión difícil.
Aquel baile de gente pomposa, poderosa y despampanante, donde las conversaciones legaban a cruzarse con otras y la gente reía solo por hacerlo ante algo o alguien. Y no paso mucho tiempo cuando la música empezó a sonar con mayor volumen, una señal de que las parejas podían empezar a bailar, y así fue que algunas empezaron a llenar el espacio.
Kishibe se escabullo ahora que podía hacía un lugar despejado donde poder encontrar alguna pista de aquel objeto que necesita conseguir, estaba seguro en que sería la caracola de la villana, pero hasta el momento no había salido ningún villano, y no sabía si agradecer eso o no, aunque todo estaba cambiado, no sabía que tanto se podía cambiar. Necesitaba respuestas y, algo dentro de él le decía que solo había un lugar donde poder obtenerlas.
Y cuando logro salir de la multitud y llegar al patio, alguien tiro de él y le estrecho —¿tan aburrido estás? –Shindou poso las manos sobre las caderas de Taiga, lo cual le sorprendió dando un respingo y hacer reír al otro, quien no tardo en besar aquel cuello.
No era el lugar para eso, tenía asuntos que resolver que dejar que Shindou se lo comiera, literal. Aquello se sentía bien, demasiado que necesitaba más, sin embargo su mente fue vencedora y esta vez no tardo mucho en poner las manos como distancia, con el rostro sonrojado y la ya respiración agitada, algo que provocaba mayor tentación en Takuto —necesito espacio –hablo Taiga.
—¿Espacio? –cuestiono con una suave risa sin dejar de acariciar con los pulgares sobre la ropa, quemaba aun si había tela en separación al tacto —bien, te daré espacio –sonrió para besarle esta vez la mejilla y quedarse unos minutos en aquella zona —luego que estemos casados, no podrías deshacerte de mí…
Por toda la espalda le recorrió una corriente de aire frío, logro salir de aquel abrazo y caminar de espaldas un par de pasos, siendo visto por Shindou quien mantenía la sonrisa, un de enamorado que le provocaba cientos de sentimientos.
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En la playa y después haber corrido un maratón, tuvo la necesidad de entrar al agua, aquella necesidad dentro de él le llevaba a las aguas.
—¿Príncipe? –Hamano estaba justo a unos pasos de él —tiene que volver al baile, por favor… –en verdad no quería terminar en el plato del rey Tritón. Aun si el rey sabía como son sus hijos, Kishibe siendo el más pequeño, con él debía de tener mayor cuidado, siendo la adoración de no solo su padre, sino también de sus hermanas.
—Solo… Necesito unos… Minutos… –se retiraba las prendas una a una hasta quedar en calzoncillos, aunque estos en realidad no serían necesarios al irse adentrando cada vez más a las aguas hasta que parte de su cuerpo era cubierto por el agua y, sus piernas se unieron y en cambio tenía de nuevo aquella cola.
—Debía de haber oído a mi madre, debí haber sido músico y no niñera de la realeza –dijo en un suspiro para luego reír y sumergirse junto al príncipe —¿Acaso hay algo que le inquieté? ¿Majestad?
Aquello era sorprendente que su mente estaba procesando las cosas, no es que días atrás no hubiera hecho lo mismo al tener que irse con sus hermanos y hermanas a casa, más que una casa, un paraíso, un castillo en el mar que era mejor que otra cosa, sin mencionar que en verdad todo era mucho más armonioso y ficticio, pero se sentía en casa.
Suspiro —no se si lo comprenderás…
—¿Acaso me tomas por tonto?
—Bueno… No te conozco del todo…
—¿Qué dices? Soy parte de la formación de la descendencia de la realeza desde el nacimiento de u hermano mayor. He estado en tu vida todo el tiempo.
—Oh… No me… No me refería a eso –tal vez era mejor no decir nada, seguro si encuentra la respuesta no necesitará decir nada —solo… Quería estar aquí –dijo al fin.
—A mi no me engañas chico. Algo tienes –se interpuso en su camino —¿Acaso no confías en mí?
—¿Mira nada más quien esta aquí? –una corriente le empujo hacía delante, con un aleteo rápido.
—Su majestad –de nuevo otra corriente que lo empujo al otro lado —¿No debería de estar en una importante comida?
Risas.
Ese cabello rosado, esa piel blanca y ojos azules ya los había visto.
