Capítulo XI – Olas del destino II
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Okatsu no es de la realeza, tampoco una sirena hermosa como las otras o llamativa, sino tímida y trabajadora con el sueño de poder formar una familia, y tal vez, si no era mucho pedir, conocer a la realeza que apenas logra ver a la distancia por la multitud de humanos y sirenas que hay cuando estos salen a la vista.
Su hogar en tierra no es demasiado grande, y su trabajo limpiando pisos y, en algunos momentos ayudando en labores del mar como limpieza y caza le ayudan a sustentar aquel cuarto en el cual vive, y espera no estar por mucho, aunque aquella idea se ha mantenido ya por un par de años tiene la esperanza que esta vez sea diferente.
Una carta le cambio no solo el día, sino los días venideros, al forma parte de las damas del palacio, lo cual en verdad fue una real sorpresa ¿Ella en el palacio? En verdad era un sueño hecho realidad.
Como tal y como el resto de los sirvientes fueron transferidos a un espacio del palacio donde vivían durante su servicio, y algunos con ya edad decían que no había un mejor lugar donde vivir cuando se tiene un techo, comida y trabajo además de obtener algunos conocimientos si se sube de puesto y por su puesto sin dejar de lado que se conoce a la realeza y su rutina, la cual es algo que muchos pagarían por ver o saber, es por eso que solo se contrata a gente que sea capas de guardar silencio y seguir las reglas, con ello se asegura una vida estable y segura.
Y fue en ese momento que lo vio por primera vez, sintió que cada latido, cada suspiro y cada parte de su ser le pertenecía al príncipe Shindou, quien la miro en un corto lapso de tiempo que pareció eterno, no era muy bien visto siquiera echar vistazo a la servidumbre, pero ese momento fue solo de ellos dos, y sabe que él también lo sintió así al ver el sonrojo en sus mejillas y como sus ojos brillaron.
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Los rumores se extendían más rápido que el fuego sobre yerba seca, y agradeció que fuera ropa sucia la que cayó de sus manos y no algo de mayor valor, aunque lo era. Sintió como el corazón empezaba a quebrantarse como una pieza delicada de cristal, una que había estado cuidando y que ahora se hace añicos.
La superior de ella le riño por ello, pero no paso de ello y siguió con su día en automático, como un cuerpo sin vida que solo reacción a ordenes y obedece por inercia. De voz en voz la noticia se iba dando, una más informativa que otra, alterada de boca en boca, apuñaladas a su herido corazón de saber que dentro de aquellos chismes estaba la verdad oculta.
El príncipe estaba comprometido con un hijo del mar.
Un mes contraería matrimonio, y ella solo podría ver de lejos.
—No me parece justo –escucho detrás de ella y girar el rostro encontrándose con el superior de todos, quien ella a cabo las demandas, peticiones, ordenes y deseos de sus majestades. Hayamí le extendió un pañuelo —no me parece para nada apropiado.
—Lo siento… Yo… Creí que aquí podría… –intentaba buscar una manera de disculparse, pero lo cierto era que su mente no estaba funcionando en aquel momento.
—No –se apresuro el hombre —no eres tú cariño. Liberar un corazón no es nada malo, lo digo por el compromiso.
¿Escucho bien? Le miro sin comprender.
El hombre se acercó al oído de ella, solo lo suficiente para que ningún curioso los escuchara —se que el príncipe no esta de acuerdo con esto, solo finge.
Okatsu abrió los ojos con sorpresa ¿Acaso lo estaba obligando? Era posible, muchos matrimonios de la realeza, si no es que todos eran siempre forzados, en contra de su voluntad por mantener un estatus.
—Estás enamora de él –no era una pregunta, y no la haría sabiendo que aquello era más que afirmativo cuando notó el cambio en ella desde la noticia, y ahora era más que seguro al ver su rostro sonrojarse y titubear al hablar.
—Aun si yo… Lo amará –logro articular palabra —no soy de la realeza…
—Eso no creo que sea un problema –le sonrió y ayudo a ponerla en pie —no es solo cuestión de realeza, de sangre pura, sino de confiar e ir por el hombre que amas.
Palabras que quedaron grabadas en su mente.
Un plan que empezó a formarse y tomar forma con el pasar de los días, uno que no sabía si terminaría como espera o sería todo lo contrario.
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—Aquí estas –Hayamí miro a la chica, quien luce un hermoso vestido rosada, lista para la ocasión con una máscara que deslumbra deseo y tentación —te queda perfecto, tal como lo pensé.
—¿En verdad el príncipe se fijará en… Mí? –dijo con duda Okatsu.
Ella siempre se veía como alguien sin belleza ni interés, una sirena que serviría solo a otros, una familia sencilla y nada más, pero ahora su sueño se estaba volviendo realidad, si las coas seguían marchando como tal.
Ya había tenido un par de interacciones indirectas con el príncipe cuyos resultados en verdad demuestran un interés en ella, pero debían de avanzar de casilla, avanzar al otro nivel, y esa era su oportunidad de hacerlo, de estar cerca de él.
—Por su puesto que sí. Pero te he dicho que tu voz es parte fundamental en esto –la voz de las sirenas, a diferencia de los tritones era un modo de dominio auditivo, algo que no era muy bien visto siendo usado con tanta gente —y no tienes que preocuparte, confía en mí.
Ella sonrío, ahí estaba la confianza.
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Shindou dejo de buscar a Kishibe cuando uno de los hermanos mayores le informo que esta vez no se presentaría por tener asuntos que atender, algo que claro no le agrado a su futuro esposo, pero que entendió, ambos tenían cosas y responsabilidades que atender.
Pero no era agradable estar sin él cerca, lo amaba tanto que no quería estar separado de él, aun si era absurdo o algo muy tonto, Kishibe es el amor de su vida y no lo dejaría, por eso en cuanto lo vio por primera vez al ser presentado al mundo como un hijo más del rey de los mares, sin importar cuantos mas fuesen a pedir por su mano, princesas o gobernantes, el dio todo por ser el único en su vida.
—Su majestad –el recuerdo fue interrumpido por una bella voz que le hizo girarse, aquellos ojos detrás de la máscara le dieron ese suspenso que suele dar —¿Me permite esta pieza?
Como si su cuerpo reaccionará por cuenta propia, acepto y guio a la chica hacía el resto de parejas para seguir con el ritmo que estos llevan al son de la música. El aroma dulce inundo sus sentidos, el calor abrazador y esos ojos que n dejaba de ver con necesidad.
—Me pareció verlo muy pensativo… ¿Sucede algo? –cuestiono ella. Seguro estaba abrumado por tener que aceptar un matrimonio que no desea, sin saber que en realidad el príncipe solo desea estar con su amado —¿hay algo en lo que pueda ayudarle?
¿Qué tenía esa chica?
—No es… Nada importante –la mente esta siendo apoderada por algo, y el aroma tenía algo que ver, su corazón dolió al decir aquellas palabras, pero esos ojos le infringían un amor cual ungüento para el dolor, un calmante. Le sonrió —¿Ya nos habíamos visto antes?
Era su turno de responder, ladeo el rostro sonrojado agradeciendo que esta cubierto por una máscara, asintió —sí, un par de veces, su majestad.
—Entiendo, seguro debes de tener muchos pretendientes, una joven hermosa como tú –aquellas palabras hacían hervir la piel de ella, sentir como las mariposas revolotean y el calor ser mayor.
—En realidad… Es todo lo contrario.
—Bueno… Entonces tengo suerte de no tener competencia.
Hayamí observaba a la distancia, las cosas parecían salir conforme el plan. La tarde fue consumida por la noche, algunos ya se habían retirado y otros estaban en negociaciones y charlas amenas, como Shindou con Okatsu, la cual estaba muy enamorada en el momento, fue entonces que, como tal empezó una melodía suave, armoniosa y que salía conforme sus sentimientos, lo cual acunaba la mente de Takuto, y entorpecía su corazón, sintiendo un amor desbordante y una atracción por ella.
Sus labios se unieron y un sentimiento mezclado de dolor y alivio se debatían en duelo dentro de él, cuando dieron una pausa y giro el rostro sus ojos notaron a Kishibe quien estaba de piedra al ver aquella escena que no debió de haberle afectado, pero lo hizo y con ello hacerle salir corriendo de ahí.
Shindou despertó del transe, su corazón dolió y la mente le hizo moverse para seguir a su alma quien empezó a llorar. Justo antes de poder alcanzarlo Taiga se encerró en una de las tantas habitaciones.
¿Qué había hecho?
Lagunas de recuerdo estaba en su mente, una chica linda con la cual bailo, ese canto hermoso y luego un beso.
¿Traiciono a su príncipe? ¿Lo había hecho?
Debía solucionar aquello, saber que fue todo eso y que fue lo que hizo esa chica, pero antes tenía que hacer algo por su amado. Su corazón sintió dolor al escucharlo llorar, se estaba rompiendo al haberle hecho daño.
