Capítulo XVIII – Espejismo en el desierto I

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"Los deseos son sueños que

queremos sean realidad,

sin embargo, todo deseo viene

con un precio."

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Minamisawa está cansado, agotado, hambriento y con mucha sed, no soportaría estar más tiempo en aquel lugar, y aunque quisiera estar en otro, no puede al estar atrapado en una pesadilla que cada vez se está haciendo más tediosa, agotadora y asfixiante como real.

Muy real.

Solo hay un cuento para estar en un lugar como ese, así que tendría que ir pensando muy bien en que deseos pedir y salir de ahí lo más pronto posible, aunque antes de ello pediría un buen baño y comida como agua, todo en un solo paquete para que abarque un solo deseo.

No estaba en su mente la idea de que el posible genio fuera tal vez el villano, no es demasiado fan de las películas ni mucho menos de los cuentos, sabe apenas unos cuantos por escucharlos y tener a veces que ver esas películas, tampoco pensaba en el sujeto que encuentra la lámpara, o en la princesa, ni mucho menos en el villano de esta, tan solo piensa en encontrar aquel objeto y pedir sus deseos.

Mucho menos piensa en una posibilidad de desear salir de aquel lugar, que todo aquello termine de una manera u otra, en hacer que todo aquello termine y poder estar en casa. No, no piensa nada de eso.

Si muriera aquí ¿Despertaría en casa? –se preguntó en alto, ni en los arduos entrenamientos del entrenador Akio se había sentido tan agotado, y eso es decir mucho —de ser así, de estar seguro de ello.

Negó, es demasiado joven para pensar en esas cosas, además el entrenador le regañaría ¿Quién se cree ese tipo? Solo es el entrenador, bufó por eso y siguió avanzando aun si los pies le dolían, seguro tendría ampollas ya, la espalda le ardía como las piernas, y siente que en algún momento ya no podrá avanzar más.

Esos estúpidos del Raimon, siempre metiéndose en problemas, Shindou en muy estúpido ¿Dejar a un novato como capitán? Al menos hubiese sido a alguien mejor, como Tsurugi –regañaba a la nada —ese mocoso de Tenma –gruño —solo fue a complicar las cosas ¿Quién se cree? ¿Un salvador?

Rio leve, algo que le dolió por las quemaduras del sol en el rostro, la camisa no le ayudaba mucho en cubrir el cuerpo que ya pedía un descanso, uno de muchas horas, y dormir —vamos, debe de haber algo por aquí, lo que sea.

Fue entonces que, y al estar arrastrando los pies tropezó con algo, una roca como las veces anteriores pensó, se irrito más por ello revisando la estúpida cosa que le hizo tropezar cuando al fin miro algo brillante, excavo con las manos sin importar lo caliente de la arena hasta encontrar aquello que sería su pase de salida, o al menos le ayudaría para ya no estar en aquel sitio.

Frota, frota –canturreo un tanto alegre, aquello le había dado ánimos y dejar en paz un rato a los del Raimon, a su entrenador y compañeros, qué si los dos días que ha estado en el desierto y la noche fueron de puras quejas, esas que lo mantenían con las fuerzas para seguir adelante pese al hambre, el frío y el calor, solo para volver a verlos y descargar su furia con ellos, en especial con Tenma —vamos, vamos.

Y fue entonces que de la boquilla de la lámpara salió un espeso humo de color morado, lo cual alegro más al joven Atsushi, ya sentía la frescura del agua y el sabor de una deliciosa comida ¿qué podría pedir? ¿Ramen? ¿Onigiris? ¿o podrían ser unos camarones con arroz frito?

Y entonces el genio no fue lo que, o quien esperaba, su sonrisa bajo y sintió de nuevo el enojo correr por sus venas —¿Es una broma?

El genio no era más que Hikaru con ropas ligeras, como las que usan las personas de la India, donde el estómago esta al descubierto, los pantalones ligeros y anchos de abajo, zapatillas con una punta larga y curva hacía arriba y ese chaleco corto junto a un turbante en la cabeza.

Atsushi se desplomo en la hirviente arena sin importar ya que estuviera en una plancha u horno. Kageyama le miro y se apuró en asistirlo, tomándole de los hombros y aparecer en un oasis con altas palmeras, rocas en donde poder tomar asiento, árboles frutales y refrescante agua dulce.

Hikaru le arrastro al borde del lago, salpicándole agua en el rostro y usando un cuenco para darle del vital líquido del cual bebió con desesperación los pequeños sorbos que el chico le daba. Pasado unos minutos que en realidad fueron horas en donde Atsushi se sacio de agua, fruta y refresco su cuerpo que luego de exponerse a los cambios bruscos no le quedo energía más que para caer rendido, perdido en un sueño profundo en donde debía ayudar a sus amigos del Raimon a salir de una loca realidad de cuentos.

¿Amigos?

No eran amigos, aquello solo lo hacía para echarles en cara que por ellos solos no pueden salir de sus problemas, demostrarles que estaban muy equivocados, que no son más que un par de jugadores con sueños en las nubes, y ni hablar de sus ex compañeros, Sengoku a quien consideraba con él más inteligente, su ex capitán del cual te podías fiar, le decepciono más, como también que Kurama, Kuramada y Amagi consintieran aquella absurda idea del fútbol libre. Y ni hablar de Shindou, el cual, y debe ser sincero, su sentimentalismo no le daba mucha confianza, que debe decir que por otro lado era firme y directo.

No podía decir mucho tampoco, notó que estos empezaron a dejar la tensión y el medio remplazándolos por un alivio y libertad que no espero ver en los ojos de ellos, en sus movimientos, en el hecho de divertirse en un partido en donde el club estaba en juego, todo por las palabras de un niño que apenas podía llevar el balón, aquello era sin duda la burla de Raimon.

¿Cómo era posible en verdad que hubiesen ganado los partidos?

No son malos en juego, lo sabe bien aun si tenían que reprimir sus verdaderas jugadas, cuando empezaron a llegar las cartas con los resultados esperados, fue algo qué si le molesto, aun siendo orgulloso no puede decir que no le molesto eso, aunque, era obedecer la orden o dejar que desintegraran al equipo, que desapareciera el club de fútbol que ha sido el orgullo del Raimon desde hace diez años.

Demasiadas cosas que tiene en la cabeza que poco a poco se fueron disipando hasta dejarlo en una zona de confort de la cual no quiere salir, sentir el cuerpo ligero, la mente libre, esa sensación de calma y paz que le hacían gozar y disfrutar. Un descanso merecido a lo que tendría que enfrentar.

Cuando despertó, estaba con la cabeza recostada en las piernas de Hikaru, quitándose de prisa de este quien al parecer le había estado dando caricias en el cabello —¿Qué? ¿Cuánto tiempo me dormí? Demonios, estoy desperdiciando tiempo –maldijo al ponerse de pie y caminar un poco —no hay más tiempo que perder –se puso delante del otro quien se alejó un poco al tener muy cerca el rostro de este —seré claro, no me agrada la idea de tener que ayudarlos, son unos tontos que siempre se meten en problemas por su "mente de niño de preescolar" queriendo "salvar el fútbol".

El de cabellos morados le veía sin entender, entonces y saciándose de poder tener a alguien a quien decirle todo lo que lleva encima, Minamisawa se sintió un tanto más ligero, su humor estaba mejor, estaba saciado en cuanto a sed, comida y sueño como recuperar energías así que su mente esta descansada para poder pensar con más claridad.

Escucha, todo esto es un circo montado por un ser que, y como a ustedes les encanta meterse, o más bien causar problemas, así que, y teniendo en cuenta que tengo tres deseos.

La mano alzada del más joven con el dedo índice en alto le hizo guardar silencio por un momento ¿Qué es aquello? ¿Le estaba indicando algo? ¿Solo tiene un deseo? ¿Está pidiendo permiso para hablar?

¿Qué quieres decir con eso? No entiendo, habla –dijo al fin, sin embargo, siguió igual en silencio —¿Explícame que quieres decir con uno? ¿O estás señalando algo? ¡Explícate! –exigió tomándole del saco y agitarlo de adelante hacía atrás sin conseguir nada, le soltó y alejo para tomar un respiro, nada ganaría con alterarse, al menos ya no estaba solo, eso era algo bueno, además de ya no estar en aquel desolado y caluroso desierto.

Está bien, empezamos con el pie izquierdo, discúlpame por gritarte y sacudirte, no sabes lo tedioso que es estar en, en un lugar desconocido y sin saber en realidad que hacer, estoy alterado ¿Lo entiendes? –dijo mirándole. Hikaru estaba en silencio y quieto —sé que los chicos del Raimon, en el equipo que estuve por dos años y que en realidad no les importo si me fui o no del mismo son unos estúpidos y –la mano sobre la suya hizo que viera de nuevo al chico —cierto, estoy hablando de más.

Aspiro aire y soltó de manera suave —necesito, necesitamos salir de aquí, pero antes tengo que saber si hay alguien más aquí contigo, alguien del equipo –Hikaru le veía sin responder, sin hacer un movimiento lo cual estaba desesperando a Atsushi —¿es en serio? Solo quiero saber si hay alguien más o solo debo de llevarte a ti conmigo —de nuevo alzo el índice hacía arriba —¡No entiendo! ¡¿Qué quieres decir con eso?!

El estruendo en el cielo le hizo ver hacía arriba, al parecer una tormenta ya estaba sobre ellos, algo ilógico ya que solo hay tormentas de arena en los desiertos, sin embargo, las reglas estaban volteadas en aquel mundo y, seguro que incluso vería animales hablando u objetos moviéndose por su cuenta.

De nuevo se escuchó el estruendo que hizo estremecer al menor y abrazarse a Atsushi quien empezó a forcejear para sacárselo de encima si éxito alguno. Se refugiaron en una pequeña cueva de rocas apiladas, los truenos iluminaban el cielo, la lluvia era fuerte y parecía que no pararía por un rato, suspiro bajando la cabeza entre sus piernas al estar sentado.

Hikaru estaba tranquilo, pese al haberse aferrado como gato a Minamisawa, en realidad estaba durmiendo con tranquilidad mientras Atsushi se quebraba la cabeza pensando en que hacer o como hacer entender a ese chico que deben de salir de ahí antes de que pase alguna desgracia, más de las que ya tiene.