LAS CONFESIONES DE ELLA

Hades se apareció delante del pórtico del inframundo cargando a Erianthe. La chica estaba callada, pero sabía que aún estaba despierta. No sabía qué hacer, consolar no era su fuerte, mejor dicho, nunca había consolado a nadie en su vida y eso que ya había vivido milenios.

Entró en la cueva para descender las escaleras que le llevarían al muelle. ¿Quién le iba a decir que volvería a descender estas escaleras con Eri de esta manera? No paraba de darle vueltas a lo que había dicho el espíritu del lago, ni se podía quitar la imagen de aquel chico. El que hubiese sido el prometido de Erianthe.

No tenía que ser un genio para saber que él era príncipe que murió hace 5 años; debía reconocer que era muy apuesto. Tenía varios sentimientos encontrados, desde un sentimiento de protección hacia Eri, como de celos. "Me estoy haciendo mayor, esto me da dolor de cabeza", pensó el dios, quien de vez en cuando miraba de reojo a la joven, que apoyaba su cabeza en su pecho. "Creo que necesito una copa".

Erianthe se sentía vacía. Después de llorar y de volver a recordar esa noche, sentía como si tuviera un agujero en el pecho. No sabía qué pensar, creía que lo había superado, que en parte esa noche había quedado en el pasado, pero parece ser que su corazón no lo tenía tan claro…

Se sentía sucia. Esos hombres habían intentado violarla y eso la avergonzaba, sobre todo, porque dicho dios de los muertos la había visto medio desnuda, y vulnerable, pero internamente se alegró cuando lo vio aparecer, incluso cuando lo vio tan furioso y desplegando su temido poder. Sabía que era un dios peligroso, pero algo le decía que en el fondo era algo más que el odiado señor de los muertos, y tenía que admitir que se sentía protegida mientras la cargaba de vuelta al inframundo.

Su cabeza estaba apoyada en su pecho y podía sentir el latido del corazón de Hades, fuerte, poderoso como él, como esos brazos que la sostenían, pero que a la vez la cargaban con mucho cuidado, como si fuera una ánfora muy cara. La chica notaba lo cálido que era, su característico olor a azufre, pero que se mezclaba con algo más: "¿qué es? ¡Ya sé! Huele a pergamino y a ¿tierra? Puede ser", pensó la chica, que poco a poco se iba relajando.

La hija de Hércules miró de reojo hacia arriba, a la cara del dios. Estaba muy serio, casi no se podía percibir ninguna emoción en su rostro, pero después de pasar cada día con él, podía descifrar pequeños detalles como: el leve ceño fruncido, o cómo tensaba la mandíbula. Sabía que había algo que le estaba incomodando, pero no dijo nada, por lo poco que le conocía era mejor dejarle su espacio. No era un dios a quien le gustase abrirse a los demás; era demasiado orgulloso para eso.

Caronte ya los estaba esperando para embarcar. Erianthe esperaba a que el dios la bajase. Así que se movió para apoyar los pies en el suelo, pero en vez de soltarla, Hades la agarró con más fuerza.

— No te voy a soltar. Te cargaré hasta los baños, así que no te muevas, que puede desestabilizarme y caernos al río. ¿No querrás que ocurra eso, no?—le dijo el señor de los muertos, que la miraba a la joven con hastío.

— ¿Hasta el baño? ¡Hades, no me puedes cargar tanto tiempo! Te va a dar un tirón o algo, además no vas a aguantar tanto tiempo mi peso. —intentó quejarse en vano la chica.

— ¿Hola? ¿Me estabas escuchando o es que estás sorda? ¡He dicho que no te voy a soltar hasta el baño! ¡Y es lo que voy a hacer! Y, ¿has dicho que pesas? Nena, no pesas nada, además estás hablando con un dios; tengo mucha más fuerza que un mortal. — le contestó el irascible señor de los muertos, que ya se estaba caldeando. "Mejor no discuto, no quiero acabar chamuscada", pensó Eri. Era mejor no contradecir al dios.

Caronte se alegró de ver a la chica mortal, y enseguida puso rumbo al palacio de Hades al otro lado de las puertas del inframundo. Al esqueleto le pareció curiosa la escena, pues jamás había visto a su señor actuar así con nadie. Pronto llegaron al otro muelle y el esqueleto vio cómo perdía de vista al dios y a la mortal escalera arriba. "Si no lo veo, no lo creo", pensó el barquero que volvió a las aguas del río Estigia a esperar a las almas de los muertos.

En el palacio, el rey del inframundo no perdió el tiempo y fue directo a los baños. Allí le estaban esperando los diablillos y Ajax.

— Señor, su baño ya está preparado. Al igual que la muda de Erianthe. —le informó con una reverencia el encargado de los baños.

— Bien, os dejo a Erianthe. Voy a ver si Giles ha preparado la comida. ¿Puedes andar? —preguntó el dios a la chica.

— Sí, puedo andar. No te preocupes. — le contestó Eri. La hija de Megara iba a entrar a los baños de empleados hasta que sintió que la agarraban del brazo, se volteó y vio que era Hades. —¿Qué pasa?

— Te han preparado mis termas, no el baño de empleados.

— Pero es tu baño privado, Hades.

— ¿Y? Venga, entra. El agua de mis termas tiene propiedades curativas, así que te ayudará a sanar, ya que ahora no puedo utilizarlos para curarte.— Eri miró al dios. Por su mirada sabía que hablaba en serio, así que entró a los baños privados del señor de los muertos, no sin antes darles las gracias a los diablillos por ayudarla en el bosque.

Ajax la acompañó dentro. A diferencia de los baños de empleados, no había taquillas, pero sí que había una sala para cambiarse y dejar las cosas. El esqueleto le mostró dónde estaba su nueva túnica y le entregó una cesta con jabones y una toalla. Se fijó que en la cesta también estaba su bañador negro en el caso de querer nadar en la piscina.

Agradeció al esqueleto la ayuda. Se quedó sola y empezó a desnudarse, se quitó la toga en la que le había envuelto a Hades, era como aún tener su presencia, estar envuelta en él. "¿Qué estás pensando, Eri? Te estás volviendo loca aquí abajo", se dijo a sí misma. No te engañes, te gusta pasar tiempo con él, es más, te encanta, le dijo una voz interior. Ese pensamiento hizo que se ruborizase completamente. Sacudió la cabeza intentando sacarse esas ideas de la cabeza, se envolvió con una toalla, agarró los jabones y entró en los baños.

No era la primera vez que estaba allí, ya había limpiado esos baños más de una vez, así que ya sabía que el agua brotaba directamente de las paredes como si fueran cascadas. Escogió una de las más apartadas y se puso debajo para que le cayera el agua directamente. Enseguida el agua caliente le relajó todos los músculos. "Qué agradable".

Hades se encontraba de camino a los baños de nuevo. Le había ordenado a Giles que dejase comida preparada en la habitación de Erianthe, "comida para dos", le había dicho. ¿Por qué ahora estaba nervioso? "Definitivamente, bobadas", pensó el dios.

Cuando llegó a los baños, se encontró que Ajax no estaba, así que optó por entrar. Seguramente Erianthe ya estaría en la piscina, así que se podría dar un baño rápido y luego…, "¿podría acompañarla en la piscina? ¡Pues claro! ¿Qué problema había?", pensó el dios. Pues llevaban tiempo hablando en la piscina, aunque estuviesen en baños separados, eso no cambiaba nada.

Se desvistió y se fue a una de las cascadas, le vendría bien el agua caliente para relajarse. Se fue a la que siempre iba, la que estaba más apartada. Iba tan absorto en lo suyo que no se percató de que había alguien tarareando y, al llegar a la cascada, es cuando la vio. Vio a Erianthe en todo su esplendor.

Al señor de los muertos empezó a subirle la temperatura por todo el cuerpo, "¡Mierda! ¿Qué hace aún ahí?". Y justo en ese momento, Eri se dio la vuelta y vio al señor de los muertos delante de ella, cubierto por una toalla en "sus partes", pero ella estaba totalmente desnuda. Por un segundo los dos se quedaron petrificados hasta que la chica reaccionó.

— ¡HADES! ¡PERVERTIDO! —gritó Erianthe, muy avergonzada, intentando taparse. —¡No te quedes ahí! ¡Vete!— Y le lanzó uno de los jabones.

—¡PERDÓN! — y se fue al otro lado de los baños, esquivando el jabón que le había lanzado. — ¡Pensaba que ya estabas en la piscina!

— ¡Pues antes de entrar, pregunta! — Eri estaba alterada. Le latía el corazón muy rápido. "Si ya me había visto las tetas, ahora ya me lo visto todo. ¡Qué vergüenza!" La chica acabó de enjabonarse y se puso el bañador, por lo menos así no iría desnuda.

Al principio pensó en irse, pero después lo pensó mejor y se zambulló en la piscina. Nadó hasta el exterior y, como siempre hacía, contemplaba las vistas del inframundo. Estaba un poco más arriba, pero las vistas eran las mismas. Se apoyó en el borde, dándole vueltas a lo mismo una y otra vez: la noche en la que murieron sus abuelos y Lisander, aún dolía mucho…

Hades escuchó cómo la chica se zambulló en la piscina. "¿Por qué le pasaban estas cosas? Esta cría me está complicando las cosas", pensó el dios, quien aún estaba alterado, nervioso y con el pulso acelerado. Ver a la mocosa de esa manera, por los dioses, ¿cómo es que era tan hermosa y además tan atractiva? La chica podría arrebatarle el puesto a Afrodita sin dudarlo. "Hades, deja de pensar en estas cosas, aún es una cría, no seas un pervertido, no seas como tus hermanos".

El dios consiguió tranquilizarse. Hizo aparecer un bañador para entrar en la piscina, no iba a zambullirse desnudo sabiendo que Erianthe estaba en la misma piscina. Poco a poco entró en la piscina y nadó hacia donde estaba ella, apoyada en el borde con la mirada perdida al inframundo.

Se puso a su lado, a cierta distancia, sin decir nada. Estuvieron un rato en silencio hasta que Hades tomó la iniciativa en romperlo.

— Perdón, por lo de antes, de verdad, no quería hacerte sentir incómoda. — "¿Me estoy disculpando? Creo que es la primera vez que lo hago".

— Disculpas aceptadas. —contestó la chica avergonzada recordando el momento. A lo que añadió: —Gracias por venir a por mí, de verdad. Me has vuelto a salvar.

— No hay de qué.

Los dos se miraron y sonrieron. El dios se fijó en que la mirada de Erianthe había perdido ese brillo tan característico de ella.

—¿Estás bien? —preguntó sin pensar. "¿Cómo? ¿Desde cuándo hago este tipo de preguntas? Maldita sea".

A Erianthe le pilló por sorpresa esa pregunta. No era propio de Hades actuar de esta manera, pero igualmente la hija de Hércules le contestó.

— ¿La verdad? Mentiría si te dijese que estoy bien. Realmente, no sé cómo sentirme. Ha sido una noche de mierda, entre que me han raptado, torturado, manoseado como una muñeca y luego, casi muero ahogada y un fantasma, me ha vuelto a recordar uno de los peores días de mi vida… Pues sí, definitivamente mentiría que estoy bien.

— Sí, definitivamente no estás bien.

Se volvieron a quedar en silencio. Era un silencio incómodo. Hades no sabía qué decirle, estas cosas no se le daban bien, es más, detestaba los sentimentalismos. Le ponía nervioso ese silencio, pero tampoco quería forzar a que la chica hablase en ese momento si no quería. "¿Qué hacen los mortales en estas situaciones?"

— Esa noche fue horrible. Nadie se iba a esperar que esa noche nuestro destino iba a cambiar… —empezó a contar Eri. Miró al dios por si podía seguir; Hades asintió. "Esto va a ser muy difícil", pensó la chica.

— Los príncipes llevaban tiempo viviendo con nosotros, los teníamos escondidos y vivíamos todos con cierta tranquilidad. Hasta que el rey ordenó que expropiarnos nuestras tierras y riquezas, fue entonces cuando se percató de que sus sobrinos estaban en nuestra casa. Entonces, ya no se anduvo con chiquitas. Nos acusó de traidores, y no nos dio tiempo a escapar. Ese mismo día nos mandó a los guardias a nuestro hogar.

— ¿A los guardias?

— Sí. La guardia real sigue en palacio, no se acompañaron al anterior rey en la guerra, pero además, el rey cuenta de una guardia personal de 5 personas. Nunca tienes que meterte con ellos, pues si aparecen sabes que estás muerto. Pues se dice que en realidad son sicarios contratados por el rey. Y esa noche, uno de esos asesinos apareció en nuestra casa junto con la guardia.

Erianthe se quedó callada por un momento. Ese recuerdo, le comprimía el pecho, hacía que le faltase el aire. Cerró los ojos para evitar llorar, no quería que Hades le volviese a ver de esa manera tan vulnerable, tan patética.

El dios vio cómo la chica le estaba entrando un ataque de ansiedad. No, no iba a forzarla a contar algo tan traumático para ella. Se acercó a Eri y colocó una de sus manos encima de la cabeza de la chica, quien reaccionó al instante abriendo los ojos.

Hades estaba delante de Eri. Le miraba intensamente, no estaba nerviosa, es más, estaba más tranquila.

— No hace falta que me lo expliques todo. Te escucho. No te voy a consolar, no pienses que soy tu terapeuta, pero si quieres hablar, te escucharé. Estas aguas pueden sanar cualquier herida, menos aquellas que están en el alma.

— Sé que no me vas a consolar, tampoco lo quiero. Gracias, Hades. —le dijo Erianthe con una tierna sonrisa.

— ¡Menos mal! Pero si quieres seguir, te escucho. — le sonrió el dios. Era extraño verle sonreír y más con esos dientes afilados. Erianthe suspiró. Tenía que sacarse esta carga de encima, tenía que empezar a sanar.

— ¿Sabes? El asesino que llegó a nuestra casa es un loco de las llamas, se dedica a quemar y a torturar personas utilizando el fuego. Le llaman Pyros. Al principio, cuando te enfadaste tanto el primer, que chamuscaste parte de la sala del trono, me asusté bastante, me recordaste a él…

— ¿Te recordé al asesino pirómano? No sé si sentirme alagado o insultado. —dijo Hades para sacar un poco de hierro al asunto. Sabía que la chica se quería desahogar.

La chica se rio del chascarrillo del dios, que a veces podía resultar gracioso. Cuando paró de reír, soltó un suspiro: "ahora o nunca, Erianthe", se dijo a sí misma.

— Cuando llegaron en mitad de la noche. Pyros no tuvo ningún reparo en incendiar nuestra casa cuando estábamos dormidos… Aún recuerdo la risa loca de ese hombre resonando por toda la casa, el calor del fuego, ese calor abrasador. El humo que nos ahogaba y quemaba los pulmones. Sinceramente, pensaba que iba a morir. — Ahora sí, Erianthe empezó a llorar.

Hades pensó que si alguna vez veía ese tal Pyros lo iba a quemar vivo. Él también usaba sus llamas para torturar y destruir, en parte, era como ese hombre, pero no estaba tan loco para quemar vivo a un mortal, sabía que muy cruel. Y eso que era experto en crueldades.

Miró a Erianthe, quien ya no le miraba directamente, sino que tenía la cabeza agachada. No podía ver sus ojos, pero sabía que estaba llorando. "Y pensar que quería hacerla sufrir…", reflexionó el dios. Ese pensamiento lo dejó petrificado, cierto, ya no tenía esa necesidad, ya no quería eso para ella. Ahora podía aprovecharse de sus debilidades para tenerla en su equipo y que sea su aliada.

— Salimos de casa como pudimos. Aún creo que fue un milagro que algunos saliéramos con vida. Uno de los príncipes salió con mi madre y Zenos. Mi madre no quería dejarnos atrás, pero el príncipe insistió en que saldría a salvo. Detrás de nuestra casa había un camino con escaleras que llevaban a la playa y por ahí pudieron escapar. Yo me quedé rezagada con el otro príncipe y mis abuelos. — Erianthe tuvo que parar, se le estaba quebrando la voz. Cogió aire para tranquilizarse, y sintió una mano en su hombro. Sabía que era la de Hades.

— Mis abuelos se quedaron atrapados. Intenté quitar los obstáculos junto con Lisander, pero no pudimos. Yo tenía 10 años y no tenía mucha fuerza. Aún recuerdo cómo mi abuela me dijo que me fuera, que ellos, ya…, ya habían vivido suficiente. Yo…, fue una de las peores decisiones que tuve que tomar. — Estaba llorando—, aún recuerdo sus gritos de dolor mientras se…se…

— Eri, no lo digas. Te he entendido, tranquila. — Miró al dios, quien por primera vez la miraba con ¿compasión? ¿Sentía Hades compasión? "Te estás imaginando cosas, Erianthe", pensó.

— Las llamas nos comían. Lisander agarró un tapiz de la pared y me envolvió con él. El famoso tapiz que sobrevivió y salimos de la casa. Por desgracia, los guardias nos cerraron el paso de la playa y tuvimos que escapar hacia el sendero del bosque, pero Pyros nos alcanzó y atacó a Lisander, quien me defendió. Y ya lo que escuchaste, fue lo último que me dijo. Me dijo que huyese, que corriese sin mirar atrás, pero miré y bien cómo su cuerpo caía inerte en el suelo.

Paró una vez más para coger aire.

— Los guardias iban a por mí, por lo que, me tuve que esconder. Me encontró el jefe de la guardia real, pero me miró y se marchó. No dijo a nadie que estaba ahí. El jefe de la guardia real es el padre Ilena y Egan. Antes de irse, me dijo: "Lo siento, Erianthe". No puedo odiarlo, solo seguía órdenes. Gracias a él también sigo aquí… —Alzó la vista para encontrarse de nuevo con la mirada del señor de los muertos y sonrió, al final había escuchado hasta el final todo su relato. — Si hubiese acabado muerta ese día, te habría ahorrado mucho tiempo, ¿no crees?

— ¡No digas eso! — ese comentario molestó a Hades, quien no en broma quería imaginar el alma de la chica en el río Estigia — si no estuvieras aquí… Me aburriría soberanamente. — "Bingo, Hades. Eres un idiota", pensó el dios después de ese comentario tan elocuente.

Erianthe se quedó sorprendida, pero soltó una carcajada. "Vaya ocurrencia", pero sabía que Hades no le iba a decir nada mejor.

— Creo que ya es mejor que nos vayamos —le dijo Eri a Hades. Este asintió, pero antes de salir los dos de la piscina le indicó a Erianthe que saliese primero y que la esperase fuera de los baños. Así, ninguno de los dos estaría incómodo cuando se tuvieran que cambiar.

Una vez los dos cambiados, se fueron a la habitación de Erianthe y allí comieron algo. Ya no hablaban del tema. Hades le comentó que encontraron sus cosas tiradas por el bosque y empezaron a comentar el diseño que tenía en mente la chica, pero antes de poder concretar algo, el cansancio le ganó la batalla y se quedó dormida.

Hades sonrió. Parecía que se había vuelto costumbre cargar a la chica, aunque esta vez el trayecto era muy corto de la silla a la cama. Una vez que la dejó en su cama, la observó, podría pasarse horas mirándola y no se cansaría. Al verla tan relajada, se fijó en sus labios y recordó el momento en el que tuvo que hacerle boca a boca.

Se quitó esa imagen de la cabeza. "Hades, recuerda, no eres un pervertido". Y salió de la habitación, pero estaba tan agitado después de todo lo que había ocurrido esa noche, que no tenía ganas de ir a dormir. Por lo que, se fue al tártaro, donde le esperaban sus nuevos prisioneros para ser torturados toda la eternidad.

¡Hola a todos!

Aquí tenéis otro capítulo de esta historia. Erianthe se ha abierto a Hades, ¿pero será suficiente para sanar? Hades en estas cosas se siente muy perdido, pero es bueno escuchando, hay que decirlo.

La verdad es que ha sido un capítulo difícil de escribir, pero espero que os guste y lo disfrutéis, aunque también hay algún momento más cómico entre Hades y Erianthe.

Y recordad, ya sé que soy pesada, pero podéis dejarme vuestros comentarios para saber si os gusta esta historia, como si hay cosas que os desagradan. También, podéis dejar un follow/subscribe o like/kudos.

¡Gracias por seguir leyendo!