INUYASHA NO ME PERTENECE, PERO LA TRAMA SÍ
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ADORABLE CONFUSIÓN
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DEDICADO A PAULA NATALIA
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CAPITULO 12
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―Al menos debes agradecer que no te quedó una cicatriz ―le dijo Jakotsu examinando el rostro de Kagome.
Él se había escapado en un descanso del restaurante para venir a hablar con su amiga, porque anoche tampoco pudieron hacerlo porque ella vino molida del juego de tenis.
―Esa mujer era más mala que la madrastra de Cenicienta, no entiendo porque se las tomó conmigo ―pasándose la mano sobre la frente, que ayer sufrió el embate de Tsubaki.
―Obviamente está en llamas por Bankotsu…―Jakotsu enarcó una ceja acompañado de una risita.
―Yo creo que ya están liados ―dedujo Kagome, con un rostro no exento de molestia.
Ambos amigos se escabulleron al patio trasero que colindaba con el área de servicio para poder hablar a gusto, además tenían la tranquilidad de que Bankotsu no estaba en la casa.
―En fin a lo que vine, el otro día tuve que tragarme la lengua cuando descubrí que tu amado chofer de limusinas resultó ser el dueño de la limusina… ¿Qué carajos está pasando? ¿está loco? ―rió Jakotsu―. Debes decirle del niño, Kagome ―con un tono más serio.
Ella negó con la cabeza con vehemencia.
― ¿Imaginas a un hombre como ése el saber que tiene un hijo americano? Además, me detesta y no entiendo el motivo, cuando debería ser al revés…
― ¿Debería? ¿Eso quiere decir que realmente no lo detestas? Con un secreto tan grande a cuestas y que hace apenas dos años bebías los vientos por él, no me extraña.
―No es eso lo que quise decir ―Kagome se apresuró en aclarar.
― ¿De qué gran secreto hablan? ―la voz fisgona del niño Shippo los asustó.
― ¡Este pitufo estaba suelto! ―Jakotsu hizo un gesto llevando sus manos al pecho
― ¡No soy un pitufo! ¿Y qué haces aquí? ¿no deberías estar entre fogones cocinando ensaladas para modelos y filetes para los amantes que las mantienen?
―No te estaba insultando, pequeño mocoso, sino describiendo―Jakotsu hizo un gesto con su cabellera―. La cocina del restaurante abre en una hora y no atrevas a hablar de mis platos que sé de buena fuente que te devoras todo lo que te mando.
Jakotsu siempre enviaba guarniciones para ese pequeño diablo.
Shippo se acercó a la mesa y se sirvió un par de empanadillas coreanas que trajo Jakotsu para picar.
―Esto está rico ―mencionó el niño con la boca llena
―Es de la tienda coreana y obviamente lo compré para robarle la receta. Los malditos rellenos nunca me salen igual ¡estúpidos y sensuales coreanos! ―se quejó Jakotsu con un gesto exagerado.
Kagome los observaba aliviada, ya que gracias a las bromas de esos dos, Shippo ya no volvió a preguntar cuál era el gran secreto que guardaba ella.
Un par de chistes más entre Jakotsu y Shippo, y luego el cocinero tuvo que marcharse a toda prisa porque la cocina debía abrirse y debía poner en vereda a los ayudantes, en especial a Koga que en los últimos días se convirtió en la prueba viviente de que Dios a veces cometía errores.
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Tsubaki acomodó sus impecables gafas Chanel y entró al exclusivo restaurante.
Vestida con un impecable sastre de Carolina Herrera, destilaba elegancia en cada paso. No era difícil reconocerla como una ejecutiva de alto rango.
El maître la recibió con exquisita cortesía, sin siquiera verificar su nombre en la lista de espera.
Nadie se atrevería a hacerle eso a la todopoderosa vicepresidenta financiera de Earl London Bank y más cuando ella venía directamente a la mesa de un comensal que ya la estaba aguardando.
Naraku Fleishman bebía un carísimo vino mientras veía llegar a la mujer.
Habia estado hablando con ella en varias ocasiones, para sondearla y finalmente poder reclutarla. Todo formaba parte de su estrategia de hacerse con la compañía de su sobrino. Bueno, no toda porque era imposible, pero si de una parte sustancial: quería el control completo de las filiales americanas, no como un mero CEO operativo, sino como Presidente del Directorio de la filial de Estados Unidos, quitando a Bankotsu del proceso.
Tenía ideado un plan de golpear las acciones de Bankotsu en la bolsa de New York y usando compañías de maletín hacer compras hostiles de las mismas. El resto de las acciones pensaba tomarlas, engañando al incauto de su sobrino Inuyasha, el cual era una estrategia que podía usar ya sea con una confusión aprovechando que su sobrino no era muy listo con los negocios o caso contrario, podía urdir una colusión con el propio Inuyasha, pero esto último lo veía poco probable ya que el chico era fiel a su hermano, no lo veía traicionando a Bankotsu.
Naraku creía que las filiales americanas debían ser suyas, ya que él trabajó durante años por ellas.
Y le parecía injusto que Bankotsu se llevara el crédito por ellas.
La vicepresidenta financiera le parecía una mujer muy particular. Estaba enamorada de Bankotsu y pensaba usar la estrategia de manipulación con ella.
―A ti no te conviene que Bankotsu permanezca en Manhattan, ustedes están mejor en Londres y tú no necesitas estas molestias ―le dijo Naraku examinando el rostro de su contendiente.
― ¿Acaso me ofreces su amor? ―rió Tsubaki dándole un sorbo al vino―. Estoy aquí por curiosidad, no porque me tiente ninguna de tus propuestas.
―Pero viniste, aunque no te gusta Manhattan ¿no dice mucho de ti? ―Naraku se acercó un poco―. Si nos volvemos aliados, yo obtendré lo que quiero, por supuesto depende de la información que puedas entregarme y tu volverás a Londres, poniendo a resguardo a mi querido sobrino de las zorras neoyorkinas.
―No puedo creer que sólo me prometas eso ―Tsubaki enarcó una ceja.
―Cuando obtenga las acciones luego de la adquisición hostil, te daré un 15% ¿Qué te parece? De ser una vicepresidenta financiera que puede ser despedida según el humor del CEO, vas a ser una accionista.
Eso dejó pensando a Tsubaki y Naraku captó que encontró algo que ambicionaba la mujer.
Ser accionista de una compañía importante y seducir a Bankotsu eran sus únicos temas de interés.
Naraku sonrió maquiavélicamente.
Volvió a servirle otra copa a Tsubaki.
―Consigue información que pueda usar para tumbar las acciones y hacer la adquisición hostil y puedo asegurarte que tu mundo cambiará, Tsubaki.
La mujer no respondió, pero el simple hecho que hubiera aparecido y titubeaba ante los apetecibles premios que Naraku le ofrecía ya permitía deducir su respuesta.
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Kagome se sintió ociosa durante todo ese día, ya que según su itinerario debía servir el té a Bankotsu, pero él no apareció.
Tampoco tenía mucho que limpiar o cocinar porque había suficiente personal para eso y los mismos no le permitían inmiscuirse en sus tareas.
Estuvo ordenando la zona de servicio, revisando algo de la jardinería y cocinó algunos panqueques para Shippo que estaba con su Mac haciendo algo que él llamó programación y que a Kagome le pareció chino.
Como el niño también estaba ocupado, Kagome aprovechó para subir a la segunda planta y ordenar la zona de la cocina, que, aunque ya estaba limpia, era mejor que ver a otros trabajar.
También se encargó exprimir zumo y guardarla en el frigorífico.
Mientras miraba que más hacer, uno de los empleados apareció con una caja.
― ¿Qué es eso?
―Es una de las cortinas del despacho, y ahora regresó de la tintorería ―informó el hombre.
Fue como una iluminación para Kagome.
―Déjeme acomodarlo a mí ―le pidió la caja al empleado, quien la estudió unos segundos, pero se lo entregó.
―Eres la encargada del té y de asistir al jefe al club, así que supongo que poner unas cortinas no será mucho ¿quieres que te ayude?
Kagome negó con la cabeza.
―Sólo son unas cortinas, así que ve tranquilo, que yo me encargo.
El hombre se retiró, en parte feliz de no encargarse de esa tarea, conociendo la exigencia del jefe. Además, no le gustaba la idea de entrar al despacho sin que el señor de la casa no estuviere.
Sería un horror si se perdiera algo.
La joven entró al inmaculado despacho que estaba con muchísima luz natural a falta de cortinas.
Se ayudó con un cúter para abrir la caja y quitar la hermosa cortina gris sobrio.
Kagome no supo deducir el material, pero se notaba caro y sofisticado.
Estuvo un buen rato dilucidando la forma correcta de colocarla y cuando lo hizo, en vez de buscar la pequeña escalera del desván, optó por usar uno de los sillones que estaban en el despacho, con cierta malicia.
―Si él se enterara que puse mis pies en uno de los preciosos donde sienta su trasero, se moriría…
Le tomó varios minutos extender la cortina, y corrió riesgo de caer una vez, pero pudo completar su tarea con satisfacción.
Bajó de la silla y desde una esquina admiró el trabajo que había completado.
En eso notó que uno de los breteles del cortinaje se desprendió, frunció los labios y se acercó alargando la mano sin alcanzar.
―Demonios ―farfulló, dando algunos saltitos infructuosos intentando alcanzar los aros y volverlas a meter a la barra.
Y fue allí como un inexplicable dejavú que la transportó hace casi dos años atrás.
Un aroma amaderado y masculino se materializó tras ella y un brazo se alargó y sin el menor esfuerzo cogió el anillo y lo incrustó a la barra.
Kagome se dio la vuelta y se topó frente a frente con Bankotsu, quien subrepticiamente había entrado a la habitación.
El corazón de ella comenzó a latir con una fuerza inusitada. No quería, pero no podía evitarlo.
Peor aún, los profundos ojos azules no se despegaron de ella como si quisieran absorberla desde su altura, porque él era muchísimo más alto haciéndola sentir tan pequeña e insignificante frente a él.
Quedaron varios segundos en silencio, sólo mirándose, con sólo el temblor de sus corazones como testigo de la tensión y el nerviosismo que se instauró entre ellos.
Al menos ella así lo sentía.
Como si el pasado volviera a susurrarle al oído y ella volviera a escucharlo.
Sus manos temblaron ante la nostalgia y el revivir la melancolía por el amor perdido que sólo superó gracias a Alec.
Estaban tan cerca, que solo bastaría que él hiciera un movimiento hacia abajo y sus labios volverían a tocarse como hace mucho tiempo.
Y si él no lo hacía, ella se atrevería a saltar como deseaba desde lo profundo de su corazón.
Pero la cordura ganó y despertó de ese sueño.
―Debería ir a la cocina ―bajando la cabeza para que ya no viera sus ojos y saliendo de la encerrona donde estaba con él―. Agradezco la ayuda ―fue lo único que le ocurrió para decir antes de salir a toda prisa del lugar.
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Bankotsu la vio marcharse.
Sus inútiles anhelos hubieran querido detenerla.
Pero él mismo se buscó tener estas tontas sensaciones, pero al acercarse a ayudarla a colocar esa estúpida cortina y tenerla tan cerca fue un recordatorio de que lo él tanto quiso una vez y que ahora se esforzaba por odiar.
Se frotó el puente de la nariz.
Debía grabarse en la cabeza que esa mujer no era inocente por más que se mostrase todo el tiempo como tal.
Ella ya le rompió el corazón una vez.
No volvería a caer en sus juegos de manipulación.
Ahora él tenía el poder y pensaba usarlo.
CONTINUARÁ
Hola hermanas, todavía nos queda ver más detalles del pasado de Kag y Bankotsu, y sé que tienen unas preguntas sueltas, que prometo se resolverán más adelante. Intuyo que ya saben pero que sepan que no quedará suelto nada.
UN BESO ESPECIAL PARA PAULITA, VALENTINE HIGURASHI, LUCYP0411, NEFFER, BENANI0125, CONEJA, RUEDA9363, LILIANA NAJERA, TERECHAN19, ANNIE PEREZ, NICKY, TAISHOKAGOME787 por su fiel compañía.
Nos leemos rapidito porque el 13 ya entró en la cocina.
Paola.
