Disclaimer: Todo Dragon Ball pertenece al legendario Akira Toriyama (Q.E.P.D.).
Aquí solo buscamos entretener, poner una cosquillita en el estómago, la anticipación al romance, el deseo; llevar personajes al límite, vivir sus emociones.
Ser ellos por un rato.
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Capítulo 5 No toques mi cola (o te mato)
Jeremías 17:9:
«Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?».
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No podía considerarse en ningún caso un combate igualado, puesto que Trunks llevaba una holgada e innegable ventaja, tal y como ella había intuido correctamente al conocerlo. Luego de unos segundos intercambiando golpes a gran velocidad, el patrullero esquivó sin esfuerzo el siguiente ataque: una bola de energía que pasó zumbando a escasos centímetros de su rostro antes de estrellarse contra el suelo de la cámara de entrenamiento. El terreno árido levantó una nube de polvo tras el impacto, pero él apenas se inmutó; su trabajo no era vencerla sino analizar cada uno de sus movimientos, así que la esquivaba con mucha elegancia mientras la dejaba continuar llevando la ofensiva.
«Es muy frontal», caviló, observando cómo cargaba de nuevo con una postura más agresiva de lo necesario. «Ataca con toda su fuerza sin importarle su defensa».
A esas alturas, Kioran ya comenzaba a mostrar signos de frustración. Sus ataques eran impulsados por la energía y el instinto de combate que había perfeccionado a lo largo de su vida, pero no lograba golpear a Trunks ni una sola vez. La velocidad con la que él esquivaba la irritaba profundamente, aunque no podía negar que había algo desconcertante en su estilo, especialmente cuando dominaba la contienda sin haber lanzado ni un solo ataque.
—¡Deja de esquivarme, joder! —gruñó, lanzándose hacia él intentando atraparlo con un golpe directo al abdomen.
Trunks se giró justo en el momento que ella estaba a un milímetro de conectar el golpe. Terminó pasando de largo, cada vez más enojada. Se dio la vuelta para enfrentarlo de nuevo, respirando con fuerza por el impulso… sin embargo, sus ojos chispeaban de emoción, eso no lo podía esconder. No lograba dilucidar si estaba más frustrada que entusiasmada por enfrentarse a alguien mucho más poderoso. En ese momento, no tenía importancia.
—Si solo atacas sin pensar, no me tocarás ni una vez —la instruyó Trunks, gesticulando con una mano—. Tu estilo es demasiado directo. Confías demasiado en tu fuerza bruta, pero no le prestas atención a tu entorno.
Kioran frunció el ceño, claramente molesta por sus palabras, pero no lo interrumpió.
—Y también dependes demasiado de lo que ves —prosiguió, señalando sus ojos con un gesto—. Si sigues confiando solo en tu vista y en un Scouter, siempre estarás en desventaja. Tus enemigos pueden ocultar su ki o atacarte desde ángulos que no podrás prever si no lo sientes.
Esa última frase la hizo resoplar, cruzándose de brazos.
—¡Y dale con eso de «sentir el ki»! Parece brujería. Si no evalúo a mi oponente con el Scouter antes de enfrentarlo, ¡esa sí que es una desventaja! —refunfuñó.
Trunks negó con la cabeza, apretando los labios.
—El Scouter te da información muy básica, no te enseña a entender con quién te enfrentas. Para eso, aprender a percibir la energía es lo que te dará la ventaja inicial.
—¿Y cómo se supone que aprenda eso? —preguntó entrecerrando los ojos, como si no se creyera ni una palabra.
El patrullero bajó los brazos y miró a su alrededor, relajando un poco su postura.
—Todo lo que te rodea está vivo y desprende ki —prosiguió con su explicación, que a ella le sonaba más a una clase magistral—. Si te concentras lo suficiente, podrás sentir esa energía, identificarla en diferentes seres vivos. Con el tiempo se volverá algo natural, como respirar. Por ahora, lo primero es que trates de sentir mi ki. Debería ser una especie de «presión» interna. Voy a incrementarlo para que hagas la prueba. ¿De acuerdo?
Aunque su expresión seguía mostrando incredulidad, terminó por asentir. Sin perder tiempo, Trunks se transformó rápidamente en Super Saiyajin, y la reacción de Kioran fue inmediata: sus ojos se abrieron de par en par, su cuerpo se tensó por completo. ¿Qué diablos estaba pasando? ¿Por qué de repente tenía el cabello rubio y los ojos de un color esmeralda intenso?
—¡¿Qué mierda hiciste?! —le reclamó, mirando con espanto su nueva apariencia.
—Te lo explicaré después. Ahora concéntrate en percibir mi ki.
Kioran continuó protestando, pero Trunks se mantuvo firme; no diría una palabra sobre su transformación hasta que ella intentara captar su energía sin depender del Scouter.
—Cierra los ojos —le ordenó.
Obedeció a regañadientes, no sin antes taladrarlo con la mirada. No le gustaba nada que le anduvieran diciendo qué hacer, como si fuese una mascota.
—Muy bien. Ahora, busca en tu interior… como una presión, o esa sensación que tienes cuando intuyes que algo va a pasar antes de que ocurra. Es difícil de definir en palabras, pero estoy seguro de que lograrás comprenderlo muy pronto. Puede sentirse incluso como una especie de advertencia…
«Cállate que me distraes», pensó la mujer, apretando los dientes con frustración. Explorar sus sentidos de esa manera era extraño y desagradable. Siempre se había guiado por lo que podía ver, oír, oler e incluso saborear. El aire le traía el aroma del peligro o el rastro de una comida deliciosa, pero esto era diferente. Ahí estaba, tratando de encontrar lo que parecía un séptimo sentido, mucho más abstracto que la intuición, su supuesto sexto sentido.
Con cada minuto que pasaba, la frustración no hacía más que aumentar.
—No siento una mierda — reclamó, a punto de rugir por la ira.
—Voy a apagar mi ki y luego lo elevaré rápidamente otra vez para que notes la diferencia. Prepárate.
Trunks volvió a su estado base por un breve instante, solo para retomar su transformación dos segundos después. Repitió el proceso varias veces, y en el quinto intento, Kioran por fin identificó una tensión extraña que aparecía en su pecho, casi como una advertencia, como él le había dicho. Aunque la sensación era imprecisa, se aferró a ella con firmeza y le pidió que lo repitiera.
Quince minutos después, cuando pensaba que tenía más o menos identificada esa extraña sensación, el patrullero la interrumpió con una nueva instrucción:
—Voy a desplazarme ahora. No abras los ojos, solo señala la dirección en la que percibes mi ki. ¿Lista?
—Supongo…
A una velocidad vertiginosa, Trunks se trasladó al otro extremo de la cámara y se quedó inmóvil, en completo silencio, evitando darle cualquier pista sobre su nueva ubicación. Kioran frunció el ceño, concentrándose completamente. Sabía que era un desafío, y ella jamás huía de uno.
El problema radicaba en lo intangible del ki. Era como tratar de atrapar humo con las manos. El concepto de sentir la energía de alguien resultaba completamente ajeno para alguien de su crianza. Hasta entonces, todo lo que sabía era evaluar con su Scouter si podía enfrentarse a un enemigo sin transformarse en Ōzaru, o si no le quedaba más remedio que hacerlo. La mayoría de las veces que había acompañado a Raditz en sus misiones para el emperador Freezer, había tenido que recurrir a la transformación. El nivel de los habitantes del planeta de turno solía ser más alto de lo que podía manejar en su estado base, y el Scouter se transformó en su aliado indispensable.
Una sonrisa brotó en su rostro. Estaba emocionada, verdaderamente emocionada, porque iba a aprender algo nuevo que jamás se le habría ocurrido por sí misma. Superaría el nivel que Raditz había alcanzado con creces, y no podía evitar regocijarse ante la idea de que él la estaría observando desde el infierno, ardiendo de envidia.
Con una mano vacilante, señaló en la dirección donde su recién descubierta percepción le decía que Trunks se encontraba.
—¡Muy bien! —la felicitó él, con entusiasmo—. No es algo que puedas dominar de inmediato, pero ya estás empezando a entenderlo. Solo necesitas más práctica, ¡pero has avanzado mucho en poco rato!
Ella abrió los ojos, y la sonrisa en su rostro se amplió, revelando una expresión que Trunks no había tenido oportunidad de atisbar. Su cara, por un instante despojada de aquella ferocidad habitual, le pareció sorprendentemente bonita.
—¿Qué más vamos a hacer? —preguntó con entusiasmo, ansiosa por seguir avanzando (e imaginando cómo el bastardo de Raditz convulsionaba en su tumba).
Trunks se movió con rapidez hasta quedar frente a ella, y de repente, hizo un gesto hacia su cola, que ondeaba tras ella con orgullo. El movimiento fue tan inesperado que la hizo dar un pequeño paso hacia atrás, su cuerpo reaccionando antes que su mente.
—El siguiente paso será cortarte la cola —explicó, sin rodeos—. Ya no te será útil, y podría convertirse en un estorbo para ti.
Silencio.
Kioran, atónita, lo miró como si acabara de decir la cosa más absurda del mundo. Durante unos segundos, no supo cómo reaccionar. Luego, su sorpresa se transformó en pura rabia.
—¿Cómo que un estorbo? —masculló, en un tono bajo y de furia. Su cuerpo adoptó una postura tensa, como si estuviera a punto de lanzarse al ataque.
—Hay tres razones para esto —respondió Trunks, levantando tres dedos frente a ella—. Uno: estoy seguro de que no has entrenado tu cola para que no sea un punto débil si alguien te la agarra, ¿o me equivoco? —Ella desvió la mirada, claramente molesta—. Lo suponía. Dos: no tendría ningún sentido que te transformes en plena misión solo porque haya luna llena. Y tres: hemos descubierto que los saiyajines que han superado el poder de su forma Ōzaru ya no necesitan la cola. Y con el entrenamiento que te haré seguir, superarás ese nivel muy pronto. De verdad, Kioran, ya no necesitas tu cola —intentó convencerla en tono persuasivo.
Completamente injuriada, la guerrera fulminó a Trunks con la mirada, como si le arrojara una lluvia de dagas. Poco le importaba que sus palabras tuvieran alguna lógica. Desde el momento en que mencionó que su cola sería un estorbo, la rabia había empezado a crecer en su interior hasta resonar en su cabeza como un tambor de guerra.
—¡Ni hablar! —estalló furiosa—. ¿Te crees que voy a permitirte que me cortes la cola… idiota? ¡Es mi orgullo de saiyajin!
Trunks suspiró, armándose de paciencia. Ya se imaginaba que esto no iba a ser nada fácil.
—Tienes que pensar en lo que es mejor para ti como guerrera. Y lo cierto es que ya no necesitas tu cola —repitió.
—¡Eso lo dices porque no tienes idea de lo que hablas!
«Bueno, es cierto que yo nací sin cola», pensó mientras cruzaba los brazos. «Quizás, si le explico que también tengo sangre de saiyajin… No, mejor no se lo digo aún».
—No estamos hablando de mutilar una parte importante de tu cuerpo —intentó explicar con toda la paciencia del mundo—, sino de eliminar algo que ya es más un miembro inútil que otra cosa. Sé más práctica.
—No me importa lo práctico —retrucó con los dientes apretados, más obcecada que nunca—. ¡Deja mi maldita cola en paz!
—¿En serio tienes que ser tan terca? —El patrullero trataba de no perder los estribos, pero la tozudez de Kioran le recordaba a su padre, especialmente durante sus entrenamientos en la Habitación del Tiempo—. En las batallas, la lógica es fundamental, ¡tienes que aplicarla aquí también!
—¡Ya te dije que eso me importa una mierda! ¿Por qué no te cortas tú un «miembro inútil»? ¡Seguro que tienes de sobra!
Trunks registró el insulto implícito en esa frase y machacó las muelas de golpe. Ambos se fulminaron con la mirada por unos instantes. La guerrera agitaba la cola de forma desafiante, como si se burlara de él diciéndole «¡Ah, ¿quieres cortármela?! ¡Jódete!».
Entonces, mientras se desafiaban en silencio, algo inesperado sucedió y que no tenía nada que ver con colas, transformaciones ni entrenamiento.
Kioran desconectó brevemente de la furia que la consumía. Por un instante, sus ojos recorrieron a Trunks, captando detalles que antes había pasado por alto: la firmeza de su mandíbula, la intensidad de sus ojos azules, el modo en que su cuerpo irradiaba una fuerza controlada, incluso en medio de una ridícula discusión. Ese algo inesperado era nada más y nada menos que él… y la atracción que surgió como repentinos fuegos artificiales en su estómago. El calor del conflicto, el enfrentamiento físico y verbal, despertaban en ella un sentimiento que no tenía nada que ver con la rabia: era deseo; un simple y primitivo deseo que la golpeó en medio de la discusión y la dejó desorientada por un segundo.
«Epa...», pensó, sorprendida —y confundida— por el rumbo que habían tomado sus pensamientos. Abrió la boca para tragar saliva de forma ruidosa, sintiendo su corazón latir con más fuerza.
Trunks no apreció ningún cambio visible en ella. Seguía mirándola claramente irritado, con la mandíbula apretada y los ojos centelleando de frustración.
—No vamos a discutir más esto—zanjó en tono definitivo—. Te cortaremos la cola porque es lo mejor para ti y para todos. Punto.
Kioran sintió una oleada de emociones recorrerla. La furia, el deseo, la confusión… era como si su interior se hubiera transformado en un torbellino, creando una mezcolanza que apenas podía controlar.
—Inténtalo, y te juro que te mato —masculló entre dientes. Sin embargo, su tono ya no era tan feroz como al principio.
—¡Pero piensa un poco!
—¡No tengo nada que pensar!
—¡Usa la cabeza!
—Voy a meterte la cabeza en…
Justo cuando todo parecía estar a punto de estallar, una risita aguda y burlona interrumpió el tenso silencio que se había formado entre ellos.
Ambos giraron la cabeza al mismo tiempo, sorprendidos, y vieron a Gosen Zosama, el Kaio-shin anciano, materializándose a unos metros de distancia. El anciano flotaba con su característica sonrisa traviesa, sus ojos brillaban con una chispa de humor que no podía disimular.
—Cuidado, niños —dijo, con una risa entre dientes—. ¡Parecen una parejita de recién casados peleando por dónde colocar los muebles!
Trunks pegó un respingo y dio un paso hacia atrás, alejándose de Kioran, mientras un leve rubor se apoderaba de sus mejillas.
—¡No somos una pareja! —protestó rápidamente, entre irritado y nervioso—. ¡Estamos entrenando!
Gosen Zosama soltó una carcajada, flotando hacia ellos con los brazos cruzados detrás de la espalda.
—Claro, claro, entrenando. —Le guiñó un ojo repetidamente—. ¿Saben? No pude evitar escuchar la discusión. Parece que tienen un pequeño desacuerdo sobre esa... cola. —La señaló con un insinuante alzamiento de cejas.
Kioran lo analizó con desconfianza, sintiendo cómo la furia que había acumulado comenzaba a disiparse, y aunque el sentido de la conversación no le estaba gustando, al menos la aparición de aquel extraño anciano desvió la animosidad entre ella y Trunks.
—¿Y eso qué tiene que ver contigo, vejestorio? —espetó Kioran, cruzando los brazos con fuerza, aún agitada por la pelea.
—¡Ten más respeto! Le estás hablando a una deidad —la regañó el patrullero.
Gosen Zosama no les hizo ni caso. Se detuvo justo frente a ambos, observando primero a Trunks y luego a Kioran, con una sonrisa maliciosa curvándose en sus labios.
—Me tienes francamente impresionado por lo mucho que te aferras a tu cola de saiyajin. Por eso, he venido para ofrecerles una solución que podría satisfacer a los dos, si me permiten el atrevimiento.
Trunks suspiró, anticipando lo que estaba por venir. Aunque se trataba de un Kaio-shin de impresionante poder en cuanto a magia se refería, su naturaleza pervertida siempre le hacía temer a sus «soluciones».
—¿Qué solución? —preguntó Kioran, impaciente como siempre.
—Imagino que me ibas a pedir que hiciera el ritual para despertar su poder oculto, ¿no es así, Trunks? —El joven le dio un breve asentimiento. Antes de que Kioran pudiera formular la pregunta que ya tenía en mente, Gosen Zosama extendió una mano para detenerla—. Pues bien, durante ese mismo ritual, puedo crear un sello mágico con el cual ella no se transformará en Ōzaru, incluso si ve la luna llena de frente, ni tampoco se debilitará en caso de que le agarren su preciada cola. Así, ella puede conservarla y tú te quedarás tranquilo.
Kioran levantó una ceja, desconcertada por la propuesta. El ofrecimiento del anciano sonaba tentador, pero había algo en su expresión que la hacía sospechar que no sería tan sencillo.
—¿Un sello? —preguntó, aún cautelosa—. ¿Qué clase de truco es ese?
El mayor la miró con una expresión juguetona, inclinándose ligeramente hacia ella.
—No es un truco, jovencita. Es magia antigua. Sin embargo, para que funcione correctamente... tendrás que permitirme... ciertas libertades.
—¿Libertades? —repitieron Trunks y Kioran al unísono, aunque por razones distintas, pues Trunks ya se podía imaginar de qué iba aquello. Para su desgracia, le conocía bien.
—No se asusten, no es la gran cosa. —Agitó una mano, restándole importancia—. Solo una… retribución muy pequeña por el favor concedido. Ya sabes, un cariñito para este pobre viejo... quizás un besito… podría comprobar qué talla de sujetador usas, yo diría que eres una copa B… pequeños pero cumplidores… —Su sonrisa se hacía más amplia mientras su tono se volvía más sugerente.
Antes de que pudiera continuar con más detalles, Trunks intervino de manera abrupta, su rostro encendido de rubor por el bochorno.
—¡De ninguna manera! —exclamó, interponiéndose entre el anciano y la guerrera con una expresión de absoluta desaprobación—. ¡Qué falta de respeto! Está avergonzando a toda la organización con este comportamiento.
El viejo soltó una carcajada, completamente indiferente al malestar del patrullero.
—¡Vamos! Es solo un toquecito aquí o allá. Nada que no pueda ser conversado, ¿verdad, muchacha? —dijo, guiñándole un ojo a Kioran con picardía.
Y ella, que hasta ese momento había estado mucho más interesada en el tema del sello que en otra cosa, compuso un mohín confundido al escuchar la propuesta completa. Lo cierto era que no comprendía por qué a Trunks le parecía casi una blasfemia cuando no estaban hablando de nada del otro mundo…
—¿Y a ti qué te importa? No te debo explicaciones. Si para conservar mi cola solo tengo que dejar que el viejo me agarre las tetas, ¿qué más te da? —espetó con frialdad, girándose hacia él con una expresión desafiante.
La reacción de Trunks fue inmediata. Su rostro palideció al instante, la incomodidad creciendo de manera evidente con cada palabra de Kioran. Era como si todo su autocontrol se desmoronara en cuestión de segundos. La mera idea de que Gosen Zosama siquiera insinuara algo tan inapropiado lo hacía hervir de ira, y no lograba entender cómo ella trataba el asunto con tanta indiferencia.
—¡No puedes permitir algo así! —protestó, consternado, su rostro completamente rojo de furia y vergüenza—. ¡Es... es... inaceptable!
—Pero, ¿en qué siglo vives? —Soltó unas risitas nerviosas—. ¡Ni que fuera algo tan grave!
—¡Claro que es grave! —insistió, con el ceño fruncido.
—Si no te gusta, pues mira hacia otro lado y ya está. ¡Son mis tetas!
—¡No hablo de t-tus… de eso, sino de cuidarte! ¿Cómo no te das cuenta de que es repulsivo?
Y ahí estaban, discutiendo de nuevo. El Kaio-shin los miraba con una evidente diversión en los ojos, anticipando qué «retribución» exacta pediría a Kioran para realizar el ritual.
—Ya tendrán mucho tiempo para pelear —intervino tras un rato de dejarlos gritarse—. Señorita, ¿qué le parece si especificamos los detalles de nuestro acuerdo?
—¡No, no y no! —chilló de pronto una voz aguda, interrumpiendo la conversación al materializarse entre Kioran y Gosen Zosama—. ¡No puedo dejarle solo ni un instante, anciano!
Kioran parpadeó, confundida. ¿Quién era esa niña?
—Te presento a Chronoa —dijo Trunks, adivinando sus pensamientos—. Es la Kaio-shin del tiempo... nuestra jefa, básicamente.
Lo cierto era que la saiyajin no entendía ni la mitad de lo que pasaba en ese extraño mundo, y tenía la impresión de que todo se volvería cada vez más raro.
—Ya, ya, solo estaba bromeando —dijo Gosen Zosama en tono conciliador.
—¿Ah, sí? Pues comience con el ritual ahora. Me quedaré aquí para asegurarme de que todo ocurra como debe —replicó Chronoa, cruzándose de brazos con gesto obstinado.
—¡Qué poco respeto tienen por los viejos! —se quejó el anciano, gesticulando con exagerada indignación.
Trunks se mantuvo en silencio, observando la peculiar dinámica entre ambos. «¿No se supone que tienen como la misma edad?», se preguntó por un segundo, pero no intervino porque esa relación estaba más allá de su entendimiento.
—¿Debo hacer algo? —preguntó Kioran, sintiéndose un tanto fuera de lugar en medio de ese cúmulo de personajes extraños y situaciones incomprensibles.
—Solo quédate donde estás —respondió Gosen Zosama, malhumorado por haber perdido su «retribución».
Sin más preámbulos, empezó a moverse en círculos alrededor de la saiyajin, con una coreografía tan ridícula como misteriosa, mientras ella lo observaba como si hubiera perdido la cabeza.
—Será mejor que te sientes —sugirió Trunks, intentando suavizar la situación—. El ritual dura más de diez horas…
—¡¿Qué?!
—… aunque la duración total depende de cada guerrero.
Pero ya era demasiado tarde para protestar. Gosen Zosama ya había comenzado, y Kioran no tuvo más remedio que dejarse caer sobre la tierra y prepararse para lo que se avecinaba.
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Exactamente diecisiete horas más tarde, sin pausas para dormir, comer o el baño gracias a la acción de la magia, el Kaio-shin anciano comunicó con satisfacción que el ritual había concluido. Tanto el desbloqueo como aumento de poder y el sello para su cola estaban listos.
—Ahí lo tienes, muchacha —dijo con una sonrisa astuta—. ¿Cómo te sientes?
Kioran frunció el ceño mientras examinaba sus manos, abriéndolas y cerrándolas repetidamente, como si quisiera verificar que seguían siendo las mismas.
—La verdad es que me siento igual —admitió, un poco decepcionada por no notar ningún cambio inmediato.
Trunks, que se había turnado junto a Chronoa para vigilar que el anciano no se pusiera atrevido con la mujer, intervino en ese momento:
—Prueba a expulsar tu ki, estoy seguro de que notarás la diferencia enseguida.
Ella asintió, aunque con cierto escepticismo. Sin embargo, decidió seguir el consejo. Respiró profundamente, tensando todos los músculos de su cuerpo. Con un rugido que resonó en la vasta cámara de entrenamiento, elevó su energía hasta lo que recordaba como su antiguo límite máximo.
El suelo bajo sus pies tembló, y un remolino de polvo y energía la rodeó, girando alrededor de su cuerpo como una pequeña tormenta. Sus ojos se abrieron de par en par, fascinada por la sensación. ¡No se comparaba con nada de lo que había experimentado antes! La fuerza fluía por sus venas de una manera tan natural y potente que se sentía imparable. Estaba segura de que ahora superaba a Raditz por un amplio margen, ¡ojalá pudiera tenerlo al frente para darle una pateadura épica!
—¡Esto es increíble! —exclamó, tan asombrada que era incapaz de cerrar la boca.
Detuvo la explosión de energía solo porque aún no estaba segura de cuál era su nuevo límite, pero la sensación de poder la llenó de euforia.
—Bueno, los dejamos para que sigan con su entrenamiento. —Chronoa era todo risas y dulzura—. Ya tendré oportunidad de hablar un poco más contigo, Kioran. ¡Ha sido un placer!
—¡Adiós, parejita! —Se burló el Kaio-shin anciano.
Y así, tal como llegaron, se esfumaron en el aire. Trunks soltó un largo suspiro.
—¡Muy bien! Mañana comenzará tu entrenamiento real. Así aprenderás a controlar tu nuevo poder.
Kioran había vuelto a examinar sus manos, cerrando y abriendo los puños, como si esperara que el poder que sentía fluir en su interior desapareciera en cualquier momento. Levantó la mirada hacia él, con los ojos brillando de emoción.
—Es increíble que esta energía estuviera dentro de mí todo este tiempo —murmuró, maravillada.
—La raza saiyajin tiene una gran ventaja: un potencial casi infinito —explicó, pestañeando al reparar en que esa expresión de felicidad le quedaba muy bien—. Has desbloqueado un nivel de poder que solo habrías alcanzado después de muchos años de entrenamiento. Pero debes saber algo —hizo una pausa, asegurándose de que ella le prestara atención—: este no es tu límite. Eventualmente podrías llegar a superar incluso tu estado actual.
Ella lo observó detenidamente, apretando los labios en una mueca de concentración, procesando lo que le acababa de decir.
—Llevas mucho tiempo despierta, así que es momento de descansar —prosiguió cambiando el tema por algo más ligero—. ¿Lista para mañana?
Kioran soltó una leve carcajada, permitiéndose relajar la postura por primera vez en lo que parecían siglos. Por fin comenzaba a sentirse un poco más integrada y menos fuera de lugar en ese mundo tan extraño.
—Claro, claro.
Trunks esbozó una media sonrisa, y sus ojos se llenaron de un brillo juguetón.
—¡Bienvenida a los Patrulleros del Tiempo! —exclamó con cierta burla, sabiendo que ella aún no había dado una respuesta clara a su oferta.
—Cállate —exigió, aunque parecía más divertida que enfadada.
De acuerdo: no le había dicho que sí... pero tampoco se iba a negar. ¿Para qué seguir oponiéndose? En el fondo sabía que quería quedarse, y la nueva fuerza dentro de ella solo reforzaba ese deseo.
—Supongo que ahora tengo acceso a algunas comodidades y, sobre todo, a comida, porque me estoy muriendo de hambre —comentó, llevándose una mano al estómago.
Trunks rio entre dientes y asintió, haciendo un gesto con la mano para que lo siguiera.
—Por supuesto —asintió, todavía divertido—. Sígueme, te mostraré dónde vivirás.
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Sin duda fue un baño increíble, refrescante en todos los sentidos. Por fortuna logró dar con la llave del agua fría tras unos cuantos intentos, pues odiaba el agua caliente con toda su alma. Para ella, bañarse así era como si las altas temperaturas le arrancaran capas de piel, y no entendía cómo alguien podía disfrutar de una ducha ardiendo.
«¿Hace cuánto que no me daba un baño decente?», se preguntó distraída, sus ojos recorriendo el reflejo en el espejo. Allí estaban las pecas en sus hombros, las manchas solares en su escote, las marcas de batalla sobre su piel, y especialmente, las horribles cicatrices que adornaban sus brazos como crueles recordatorios de su crianza. Había aprendido a convivir con ellas, a tolerar su presencia. Las miraba por inercia luego de bañarse y cuando despertaba de soñar con la mujer de la sonrisa… su madre…
Sacudió la cabeza con rabia, frustrada por dejarse llevar por pensamientos que consideraba una pérdida de tiempo. Pero había algo innegable: se sentía renovada, tanto física como mentalmente. A pesar de todo, fue una excelente decisión aceptar la oferta de Trunks, cuando este la encontró en el planeta Freezer Nº 78 en el cual se encontraba esperando a que volviera Raditz. Se había ido un par de meses antes al planeta tierra para buscar a su hermano Kakarot, ya que, según dijo entre gruñidos, ella no le serviría para nada en el planeta que debían conquistar. Por como habían resultado las cosas, Kioran no podía estar más agradecida de que se hubiera marchado sin llevarla.
Se colocó una toalla sobre la cabeza, dejando que el agua escurriera por su espalda. Prefería que su cabello se secara al aire libre. Cualquier intento de usar algún artilugio tecnológico siempre resultaba en un desastre capilar que la disgustaba profundamente, y no pensaba darle una oportunidad a la electrónica terrícola, que se veía especialmente primitiva en cosas como esa.
«Hmm... ¿habrá algo de comer por aquí?» pensó distraída, al tiempo que recordaba su primera impresión de la habitación que ahora consideraba suya. Era pequeña pero funcional, con una distribución simple y eficiente: en el centro, se encontraba una cama de tamaño individual que Kioran odió al instante, con sábanas lisas y una colcha en tonos grises. A un lado se hallaba una pequeña mesa de noche con una lámpara discreta y una pantalla de control para manejar las funciones básicas del espacio: temperatura, luz y comunicaciones.
Frente a la cama, colgada en la pared, una televisión de pantalla plana ofrecía entretenimiento limitado, conectada a las transmisiones internas de ciudad Conton. Bajo la televisión, un pequeño estante empotrado en la pared contenía un par de libros y una bandeja de mando que controlaba la conexión a la torre de control de los Patrulleros del Tiempo.
A la izquierda de la cama, un escritorio compacto se ajustaba perfectamente al espacio disponible, con una silla minimalista y una pantalla interactiva que funcionaba como computadora y centro de comunicaciones.
El baño era igualmente sencillo: azulejos blancos y grises cubrían las paredes, todo en perfecto orden. Había una tina individual que además contaba con ducha, un lavabo de metal pulido y un pequeño armario para guardar lo esencial. El inodoro estaba en un cuarto aparte, mucho más pequeño que el baño.
Todo en la habitación tenía un propósito claro: proporcionar lo básico para vivir, sin lujos ni excesos. Para alguien como Kioran, acostumbrada a una vida nómada y sin apegos, era más que suficiente.
Con un suspiro, dejó de observarse en el espejo y salió del baño con la intención de buscar algo de comida en la pequeña sala. Sin embargo, al abrir la puerta, se encontró de frente con Trunks, que había llegado menos de un minuto antes.
—¡Te estaba esperando para darte...! —empezó a decir, pero sus palabras se cortaron en seco cuando se dio cuenta de que Kioran estaba completamente desnuda, a excepción de la toalla sobre su cabeza.
La bolsa que llevaba en la mano se le cayó al suelo con un sonido sordo, mientras un rubor violento se apoderaba de su rostro.
—¡Lo siento! —exclamó rápidamente, cerrando los ojos con fuerza, su voz entrecortada por la vergüenza—. ¡No vi nada, lo juro! —mintió descaradamente, porque sí vio de todo—. No sabía que estabas…
Kioran puso los ojos en blanco, claramente divertida por la situación. ¿Por qué reaccionaba como si hubiera cometido un crimen?
—Cálmate, hombre —dijo, con tono desenfadado—. Solo te falta decirme que es la primera vez que ves a una hembra desnuda.
A pesar de sus palabras, Trunks seguía murmurando disculpas entre dientes, sin atreverse a relajar los párpados. El sonrojo en su rostro se hacía cada vez más intenso, lo que solo aumentaba la diversión de Kioran. Una sonrisa ladina apareció en sus labios.
—¿Te asusta lo que viste? —susurró, con una voz rasposa y entrecortada que resultaba muy sugerente—. ¿Te gusta más de lo que te asusta? No tienes por qué fingir.
El patrullero continuaba rígido, incapaz de disimular su vergüenza. La visión tan explícita del cuerpo desnudo de Kioran no había sido precisamente desagradable, pero fue algo fortuito y, por eso, estaba en la obligación de olvidarlo. Respiraba de manera agitada, intentando encontrar las palabras adecuadas, pero sus pensamientos seguían desordenados e inconexos.
A Kioran, en cambio, no la había afectado en lo más mínimo la situación. Dio un par de pasos hacia él y bajó la voz, con un tono todavía más sugerente.
—Oye... —susurró, acercándose lo suficiente como para que su aliento cálido lo estremeciera—. Ya que estamos los dos aquí… ¿qué tal si nos apareamos?
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N. de la A.:
¡Gracias a todos por leer! Y por el gran apoyo que le han dado a esta historia.
Creo que quedamos en un momento… candente, por decirlo de alguna manera XD Kioran no se anda con chiquitas. Es del tipo «se pensó, se hizo», jajajaja.
¿Qué dirá Trunks? ¿Aceptará «aparearse» con ella? ¿Reventará del sonrojo? El galán de Dragon Ball por excelencia, con toda la sensualidad de Bulma y la testosterona de Vegeta… ¿Tendremos el meme de la tortuga que se aparea con la chancla? XDDDDDDD
Pasando a otros menesteres, en la sección «Si este fic tuviera japoñol»:
- Chronoa llama a Kioran «Kioran-chan», algo que a ella le da náuseas porque prefiere que digan su nombre a secas, sin honorífico. Pero no se lo va a decir, no porque Chronoa sea una Kaio-shin, sino porque su apariencia infantil le impide tratarla con dureza. Kioran tiene debilidad por los niños.
- Gosen Zosama, el Kaio-shin de la perversión, llama a Kioran «ojō-chan», una manera muy informal de decir «señorita», pero que, con la entonación de este viejo, suena más a algo en doble sentido.
- Kioran, por su lado, a Gosen Zosama lo llama «jijii», un término muy informal y según el contexto, incluso impertinente. Ideal para Kioran jajaja.
- Gosen Zosama se refiere a Trunks y Kioran como «kenkappuru», una manera coloquial y burlona de referirse a esas parejitas que siempre están discutiendo por algo.
- Me di cuenta que en el capítulo anterior olvidé mencionar lo siguiente: el nombre de la mamá de Kioran, Kondai, que viene de daikon (rábano en japonés), lo obtuvo porque es Raditz quien la mata; Raditz, que viene de radish (rábano en inglés). Insertar meme del Capitán América «entendí esa referencia» XD
- No es japonés en estricto rigor, pero les cuento que la voz de Kioran es la de Riruka de Bleach; aguda, con la misma entonación mandona, a veces incómoda, especialmente cuando interactúa con Ichigo. Un personaje tsundere al fin y al cabo xD si en algún momento se preguntaron cómo era su voz (o no XD), esa es.
¡Nos vemos en el próximo!
Amor y felicidad para todos.
Stacy Adler.
