¡Hola, Aventureros de la Lectura! Hoy no me extiendo mucho, no quiero quitarles tiempo para que disfruten el capítulo. ¡Espero que estén listos para lo que viene!


Capítulo 25

La Catástrofe

Pov. Emma

Un grito agudo rompe el amanecer y perfora el aire.

—Cariño, he venido por ti —la voz de Killian llega desde la distancia, pero el eco resuena tan cerca que un escalofrío me recorre, tan real que podría jurar que susurra junto a mi oído

La crudeza de esas palabras me atraviesa, un sonido oscuro que desgarra lo que quedaba de nuestra paz. Puedo sentir el latido frenético de mi corazón en mis oídos mientras mis manos se mueven torpemente, tratando de encontrar la ropa que hemos dejado esparcidas en el suelo. No sé cuánto tiempo pasa, unos segundos o una eternidad, hasta que Regina y yo logramos estar listas. Mi respiración es rápida, inestable, queriendo inhalar todo el aire que mi cuerpo pudiera necesitar para sobrevivir a lo que viene.

Aparecemos en la barrera justo en el lugar exacto.

Entonces lo veo.

La barrera mágica brilla con un resplandor enfermizo, casi sintiendo la amenaza al otro lado. Killian se mueve como una sombra viva, una serpiente venenosa que serpentea entre sus seguidores. El estómago se me revuelve. No me había sentido así antes, este miedo visceral, crudo, mis entrañas parecen atrapadas en un puño invisible. A su alrededor, sus secuaces nos observan desde la distancia, ojos vacíos y hambrientos, como demonios que acechan almas para devorarlas.

Cierro los puños con fuerza, casi sin pensarlo, pero lo sé... sé que es miedo lo que me invade, tan puro que me quema por dentro. Desesperación. Los músculos de mi mandíbula se tensan, con tanta fuerza que podría romperme los dientes.

Entonces, él se ríe.

—Huelo tu miedo, Swan —su voz es un rugido que perfora la barrera, y mis entrañas se encogen aún más— Te lo advertí. Te di la oportunidad de cambiar sus destinos, pero no aceptaste.

Una mueca oscura se dibuja en su rostro, su burla me rasga por dentro. Sabe lo que está haciendo, sabe cómo jugar con mis miedos. Me recuerda a un monstruo llamando a mi puerta y yo, sin tener dónde esconderme.

No estaba preparada para esto. No estaba preparada para que el final llegara tan pronto.

Regina se mueve a mi lado, su hombro roza el mío, un toque suave, pero lleno de intención. Me hace sentir anclada, no del todo sola en este caos.

—Está jugando contigo, no caigas en sus provocaciones —me susurra, su aliento cálido contra mi oreja, una nota de firmeza que intenta atravesar la tormenta que se agita en mi pecho.

Intento respirar, pero el aire parece denso, casi cortante al entrar en mis pulmones. Miro a Regina, buscando en sus ojos algo a lo que aferrarme. La veo tan segura, tan fuerte… Dios, cuánto necesito esa fuerza ahora. Quiero decir algo, pero mi garganta está seca, las palabras atrapadas en algún lugar de mi miedo.

—Lamento que nuestro tiempo de paz haya sido tan corto —susurro, apenas un murmullo, sintiendo cómo mis labios tiemblan al hablar.

Regina me mira con una intensidad que me quema. Su voz es un susurro se vuelve apremiante, casi una súplica—Recuerda tu promesa.

Su tono me alcanza de una forma que nada más lo hace. Extiendo mi mano, rozando su mejilla con mis dedos, buscando el calor de su piel para recordarme que esto es real. Que ella está aquí, conmigo, aunque todo se desmorone a nuestro alrededor.

Una explosión resuena en la barrera, haciéndonos saltar y mi corazón se detiene un segundo. Ruby se planta a mi lado derecho, los ojos brillantes, llenos de ira y determinación, esperando la señal para lanzarse a la batalla. Su presencia es reconfortante, pero también un recordatorio brutal de lo que está por venir.

—¡Emma! —Killian golpea la barrera mágica, y la pared vibra como una cuerda desafinada. Sus ojos, llenos de rabia y satisfacción, se clavan en los míos— Creo que ya he gastado demasiadas palabras contigo. Ahora te demostraré que no estoy jugando.

La mano de Regina aprieta mi brazo con más fuerza. Quiero mantenerme fuerte, no dejarme llevar por sus provocaciones, pero mi mente corre salvaje, mi cuerpo tenso, listo para atacar o huir.

—Por favor, no... —me oigo susurrar, casi sin darme cuenta. No sé cómo vamos a salir de esta, pero la esperanza se siente como una línea tenue a la que apenas puedo aferrarme.

Regina frunce el ceño, sus ojos se clavan en algo al otro lado de la barrera. Mi mirada sigue la suya y lo veo; un hombre con el cabello largo y oscuro, con los brazos cubiertos de cicatrices profundas. Al ver su sonrisa, noto cómo Regina se tensa. Siento su respiración cambiar. Ella se estremece mientras un gruñido bajo y contenido escapa de sus labios. Ese hombre... fue uno de los que la atacó en el bosque. Puedo ver que la ira se agita en su interior, pero también algo más... algo parecido al miedo. Mis propios latidos comienzan a martillar con fuerza al sentir la ola de emociones que emana de ella.

Sigo el movimiento del hombre mientras empuja a dos figuras con las cabeza cubiertas hacia adelante. Los obliga a avanzar por la hilera de guerreros alineados, como un predador jugando con sus presas. Algo en mi interior me dice que no es bueno. Cuando los encapuchados caen de rodillas ante Killian, un nudo helado se forma en mi estómago.

—Calma, Emma —me suplica Regina, su mano se aferra a mi brazo. Su agarre es firme, desesperado, mientras mis ojos se clavan en las dos figuras que permanecen de rodillas. No quiero mirar. No quiero reconocerlos.

—Estaré tan feliz de hacerte llorar, mi querida rubia — se inclina lentamente, como un cazador disfrutando su momento, dejando al descubierto los rostros.

Mi respiración se detiene.

—¡Mulán… Mérida! —un grito agudo escapa de Ruby a mi lado. Da un paso hacia adelante y su desesperación se refleja en cada músculo de su cuerpo.

—¡Emma! —me suplica la loba, el peso de su desesperación se hunde en mi pecho. Miro a los ojos de Mérida, veo el miedo y el desafío en ellos, pero también… la esperanza. Esa maldita esperanza, todavía creen que yo puedo salvarlas.

—¿Qué puede hacer ella, loba? —Killian se burla, golpeando la barrera mágica con su puño— Mírala, muerta de miedo. Ven por ellas, Swan, ven y súplica.

Mi cuerpo se siente anclado al suelo, mis pies encadenados por mi propio miedo. Merlín, a mi espalda, me suplica que no caiga en su trampa, pero su voz parece distante. mantengo los ojos fijos en Killian, y en mi cuerpo una combinación de odio y terror me consume.

—No la dejaré morir —bramo, aunque mi voz suena rota, llena de un horror que no puedo ocultar.

—¿Quién dice que te daré elección? —ríe Killian, señalando detrás de él— Mis amigos tienen más sorpresas para ti.

Regina da un paso adelante, su voz afilada.

—Voy a arrancarte el puto corazón, maldito pirata —escupe, la rabia fría en cada una de sus palabras.

Nimue avanza desde las sombras, su rostro inexpresivo, pero sus ojos fijos en Regina. Su odio traspasa la barrera mágica en una ola de frío que se filtra en mi piel.

—Majestad, tengo a mis chicos sedientos de ti —se burla, acercándose con cada palabra— Pero antes, te presentaré a mi nuevo amigo. Y luego tendremos mucho tiempo para ti.

El odio en su mirada me quema y por un segundo, todo lo que quiero es lanzarle todo mi poder, hacerla pedazos… pero algo me detiene. Algo que me da miedo enfrentar.

Un grito detrás de mí me saca de mis pensamientos. Snow se lanza hacia la barrera, pero antes de que pueda alcanzarla, veo a Regina moverse como un rayo.

—Te tengo —dice, envolviendo a mi madre en un abrazo firme.

—¡Suéltame, Regina! —grita, mientras se sacude, tratando de liberarse.

Pero Regina no la deja ir. Y yo… yo sólo puedo mirar, impotente, sabiendo que el tiempo se agota.

Killian se ríe, una risa que me araña los oídos y el alma —Sorpresa, sorpresa —desliza su mirada hacia mí, con una sonrisa retorcida en los labios— Te confieso que la idea era que lo mataras desde el principio. El bondadoso principito a merced de la oscuridad, poniendo a mi disposición a tus leales amigas.

El mundo se tambalea bajo mis pies, mi boca se seca y el corazón martillea como si intentara escapar de mi pecho.

—Maldito hijo de puta —balbuceo, temblando, pero mis palabras apenas son un susurro roto en el aire helado.

Nimue se inclina hacia David, susurrándole algo al oído con una suavidad que hiela la sangre —Puedes mostrarle ahora a tu hija lo que papi hace por sus nuevos amigos. Quiero que estés consciente de lo que haces pero no puedas resistirte a mi orden. Cuando te diga que les causes dolor, lo harás. Ve por ricitos.

David se mueve, lentamente, da la sensación de que cada paso que da fuera una tortura. Su mirada se encuentra con la mía por un instante, pero pronto baja los ojos hacia Mérida. Veo el conflicto en su rostro, una batalla entre la luz y la sombra mientras desenvaina el cuchillo de su cinturón.

Nadie se atreve a respirar.

—Por favor, no —la voz de David suena rota, llena de un dolor tan profundo que me atraviesa el pecho — No quiero hacerlo.

—La muerte de mis hermanos en el bosque te será cobrada —responde Nimue, y esta vez sus ojos se encuentran con los míos. Un escalofrío me recorre la columna. No es sólo una amenaza, es una sentencia.

Se vuelve hacia Regina, sus labios se curvan en una sonrisa cruel —Dime, Regina, ¿podrás soportar ver a tu pequeño príncipe de rodillas mientras corto su garganta? Porque es lo que pasará. Terminará en el mismo lugar que esta mujer.

Las palabras de la hechicera caen como un balde de agua fría. Regina se tensa a mi lado, su cuerpo se pone rígido como una cuerda al borde de romperse mientras sus fosas nasales se dilatan, su furia es casi tangible en el aire. Veo cómo sus ojos siguen a Killian mientras se acerca a David.

—¿No se han dado cuenta de que no estamos jugando? —el pirata se ríe, su voz tiembla de diversión oscura— Haz que sangre un poco, amigo.

Mi padre titubea un segundo, pero cuando se mueve, la punta de su puñal penetra lentamente la piel de Mérida. La cara de nuestra amiga se contorsiona de dolor, pero no grita. Aprieta los labios, el coraje brilla en sus ojos.

—¡David, no, por favor no! —la voz de Snow se quiebra al gritar, se escabulle de los brazos de Regina y cae de rodillas, suplicando, con los ojos llenos de lágrimas.

—Paciencia, paciencia, no terminemos tan rápido —Killian se deleita, dando vueltas alrededor de David como un lobo acechando a su presa. Mi padre deja el puñal clavado en la piel de Mérida, esperando una nueva orden— Diles cuánto duele, querida.

Mérida intenta hablar, su voz es apenas un susurro lleno de rabia —No tienes honor...

Killian se ríe con ganas —¿Honor? No lo necesito. Lo que sí tengo es rabia y sed. Mucha sed de venganza.

—¡Detente, Killian! —gruño, pero él apenas se inmuta.

—¿Y si no lo hago, qué harás? ¿Realmente crees que puedes dar órdenes? —dice, y su irritación es palpable— Y aunque rechazaste mi primera propuesta, seré generoso y te daré otra oportunidad de venir a salvarla. ¿No lo ves? Quien realmente tiene el control soy yo.

Lo veo tirar del cabello rizado de Mérida, haciendo que el puñal se retuerza en su piel. Un gemido de dolor escapa de sus labios y mi corazón se acelera aún más.

—¿Cuánto aguantas, Emma? —su voz es un susurro venenoso— ¿Cuán elástico es tu control? Lo voy a estirar tan fuerte y estaré tan feliz de romperte.

La oscuridad dentro de mí se sacude como una ola densa y voraz que amenaza con arrastrarme por completo. Cada fibra de mi ser se consume en furia, la parte más oscura, grita con una rabia animal que creía controlada. No lo está. Ahora quiere liberarse. Quiere arrasar con todo. Mi mente se llena de imágenes de sangre y muerte. Pero atacar ahora sería una locura, pondría en peligro a todos.

Killian sonríe, parece saber exactamente lo que estoy pensando, pude ver mi batalla, mi miedo.

Y yo... no sé cuánto más puedo resistir.

—Nos encargaremos de hacer lo mismo por ti —responde Regina con una calma escalofriante mientras da un par de pasos al frente— ¿Por qué no vienes hasta aquí solo? Te prometo que seré tu única rival.

—¡Regina! —doy un salto adelante, colocándome entre ella y el peligro— ¿Te has vuelto loca?

Su mirada es inquebrantable —Estoy lista para terminar con esto.

No puedo dejar que lo haga. Cierro los dedos con fuerza sobre sus hombros, clavando mis uñas en su piel sin querer, pero no aflojo —No importa lo que él diga, jamás voy a permitir que lo hagas sola.

Regina se endereza, sus ojos lanzan fuego —¿Dudas de mi capacidad para deshacerme de ese manco? —es pura furia, pero hay algo en su mirada que se suaviza, una calidez inesperada cuando sus ojos se encuentran con los míos.

—Sabes que no es eso —mi voz suena urgente, suplicante— Pero no me pidas que te deje ir sola contra ese rufián.

—¿Pero qué mierda es esta? —Merlín ruge detrás de nosotras, su voz quebrada por la sorpresa.

Me giro bruscamente, el corazón en la boca. La visión del mago de rodillas, gruñendo con los dientes apretados mientras los dedos se aferran a su costado ensangrentado, me golpea como un latigazo. La tela de su túnica se oscurece con la sangre que brota. El dolor le arranca un grito ahogado, pero aún se pone de pie, retrocediendo unos pasos de su atacante.

El infierno se desata dentro de mí. Clavó los ojos en el cuchillo que ahora está apretado contra la garganta de Henry. Una ola de terror me sacude el estómago. ¿Qué demonios hace él allí? Le advertí una y mil veces que debía permanecer seguro dentro del castillo.

—¿Qué haces, Ru? —pregunto, mi voz goteando amenaza.

Ruby sonríe con malicia, hay un destello cruel en sus ojos —Debiste mantenerte alerta, amiga. Rodeada de tantos enemigos… Pero nunca te concentras cuando Regina está cerca. Tus ojos están siempre puestos en ella. Grave error.

Los demás se mueven, acercándose a Ruby en un semicírculo amenazante, listos para saltar. Pero el miedo de que Henry pueda sufrir algún daño nos mantiene congelados en el sitio, esperando, tensos.

—¿Está usted bien, Merlín? —Regina murmura, su voz atrapada entre sus labios apretados.

—Perfectamente… —gime él, tratando de erguirse, aunque su rostro está pálido y sudoroso— Me disculpo por mi descuido, Majestad… fui tomado por sorpresa.

—No se preocupe. Yo misma me encargaré de despellejar a esta perra —anuncia Regina con un tono áspero, casi gutural.

Una risa estalla desde el otro lado de la barrera, y me pone los pelos de punta.

—Definitivamente, esto es una grata sorpresa —Killian avanza, moviéndose lentamente mientras busca un ángulo perfecto para observarnos mientras su rostro se ilumina con una sonrisa siniestra— He pasado las últimas horas preguntándome de qué lado estabas, Ruby —su mirada se clava en la mía, deleitándose en mi desconcierto— Me estoy divirtiendo al ver cómo caes poco a poco, amor mío.

La rabia fría se extiende desde mi pecho hasta mis venas —Ya viste que el pirata no salió bien parado al amenazar a mi hijo. Juro que no será diferente contigo — aprieto los dientes con furia mientras escupo las palabras— Confié en ti.

Snow se mueve a mi lado con las manos temblorosas al tensar la cuerda de su arco, apuntando directamente al corazón de Ruby. Por un segundo parece a punto de romper en lágrimas, pero su expresión se endurece, decidida. Está lista para disparar, para terminar con esto si es necesario.

Cada respiración se siente pesada, cargada de peligro. Sé que estamos al borde de algo irreversible. Nadie se atreve a moverse, nadie se atreve a respirar, esperando a ver quién será el primero en quebrarse.

Ruby habla y jamás había escuchado su tono tan frío y afilado.

—Deja de jugar a la valiente conmigo, Emma. Puedo escuchar tu corazón, y estás muerta de miedo. Tu pequeño cachorro está a mi merced, así que no intenten ninguna estupidez —su mirada, oscura como un pozo sin fondo, pasa lentamente sobre los rostros de mis compañeros— En el momento que lo intenten, le rebano la garganta.

Todos los secuaces de Killian están al acecho, listos para lanzarse a la señal, esperando la más mínima provocación para atacar. Mi piel se eriza; sé que estamos a un paso de la tragedia.

—Demuéstrame que hablas en serio —ordena Nimue, con ese brillo macabro en sus ojos. Su mirada se posa especialmente en Regina, deleitándose con su desesperación— Quiero escucharlo gritar, ver su dolor, entonces me convencerás de que no es una treta. Ya he luchado con esa bruja embustera en el bosque. No caeré dos veces.

Mi corazón se detiene. Regina y yo nos miramos, nuestras mentes conectadas en una comprensión silenciosa de lo que va a suceder. Ruby no nos da tiempo para reaccionar. En un movimiento brutal, le tuerce el brazo a Henry hacia atrás, tan alto que escucho un crujido aterrador. Los huesos de su hombro se descolocan, tensando la piel hasta el límite de romperla. El grito se ahoga en su garganta y su rostro se contrae en un rictus de dolor tan intenso que se derrumba en los brazos de Ruby mientras ella lo usa como escudo humano, lista para cualquier intento de ataque.

—¡Basta! —grita Regina rompiendo el silencio como un vidrio al romperse.

—Entonces abre la barrera, o lo siguiente que escucharás crujir será su cuello —Ruby sonríe con voz cargada de malicia.

La ira crece en mí, quemándome desde dentro, lamiendo cada rincón de mi control como una llama voraz. Mis pies avanzan, acercándome a Ruby, toda mi furia se despliega en cada paso. Pero entonces me detengo, temblando, retrocediendo un poco, mi pecho subiendo y bajando rápidamente. La necesidad de destruirla es tan palpable que dejo escapar un grito ahogado.

—¡Te arrancaré la garganta!

Killian aplaude con entusiasmo, su risa resonando en el aire en una tormenta burlona —Eres mi muñeca favorita, loba —la felicita, riéndose con esa alegría enfermiza.

Los diez metros que nos separan del caos parecen encogerse. No hay barrera suficiente entre nosotros y la manada de hechiceros sedientos de sangre que esperan del otro lado. Las manos de Regina se levantan hacia la barrera, sus dedos temblorosos. Yo también tiemblo, un escalofrío helado corre por mi espalda. Me muevo despacio, girando sobre mis talones sin apartar la vista de Ruby, lista para cualquier cosa que pueda pasar.

—¿Por qué haces esto? —grita Snow con la voz rota por la desesperación— Yo misma voy a ir por ti, traidora.

—¡Ya la escucharon! — grita el pirata lleno de júbilo— ¡Abran esa maldita barrera!

Mis pensamientos se aceleran. No hay tiempo. Regina está a punto de hacer algo desesperado, y yo... Yo no puedo permitirme fallar. Los gritos, las amenazas, el miedo. Todo se mezcla en una sinfonía caótica dentro de mi cabeza, pero sé que necesito encontrar una salida. Una forma de salvar a Henry sin caer en la trampa.

Esta vez, no hay espacio para errores.

Regina mueve lentamente los dedos, su mirada se estrecha, concentrada, con un movimiento calculado, el resplandor de la barrera empieza a desvanecerse, dejando un espacio estrecho, lo suficiente para que dos hombres pasen hombro con hombro.

—¡Acábenlos! —la orden de Killian rompe el aire como un látigo.

Los diez metros se reducen a nada. Los asesinos se lanzan hacia nosotros con una violencia desmedida, una docena de ellos, dispuestos a matarnos. Levantó las manos instintivamente, listas para atacar, el suelo tiembla bajo mis pies. Me preparo para recibir el golpe, pero entonces una ola de calor me atraviesa, haciéndome detener en seco. Es Regina; llamando mi atención, su magia toca la mía como un rayo y giró bruscamente hacia ella.

—Espera —puedo leer en sus labios— No te muevas.

Segundos después. Los gritos resuenan por todas partes. Los hechiceros traspasan la barrera y de repente, sus ojos, llenos de furia, se nublan con desconcierto.

—¿Qué...? —balbucea el primero en avanzar, su voz entrecortada— ¿Qué es esto?

El vapor empieza a salir de su boca, dando la apariencia de que un fuego inmenso ardiera dentro de él. Hace un gesto torpe para coger su espada, pero tan pronto como sus dedos la tocaron, se vuelven rojos, candentes, el calor se extiende por su cuerpo hasta que empieza a arder como madera en una hoguera. El hechicero se desmorona en cenizas humeantes, dejando sólo restos incandescentes en el suelo.

El olor a carne quemada me golpea de lleno. Me doy cuenta, de golpe, de lo que está pasando. La barrera los está matando. Mi corazón se acelera, oscilando entre la euforia y la confusión. Sacudo la cabeza, recuperándome de la sorpresa, lista para lanzarme hacia Ruby, pero me detengo en seco cuando veo el cuerpo de Henry evaporarse entre sus manos en pequeñas chispas moradas.

Me paralizo, confundida. Pero luego lo entiendo todo, como un relámpago de claridad en medio del caos. Una treta, todo ha sido una maldita treta de todos. "Esas dos… malditas."

Lentamente, muy lentamente, Ruby se acerca, con una mirada que no revela más que sinceridad.

—Estoy contigo, aunque después quieras arrancarme la garganta —dice en voz baja y no puedo evitar un jadeo que brota de mi garganta. Me encuentro atrapada entre el alivio y la furia, odiando el engaño pero entendiendo su necesidad.

El grito de Regina corta el aire, sacándome de mi estupor.

—¡Vengan a mí! —su voz suena como un trueno y siento su magia fluir, un cosquilleo familiar que se intensifica. A mi lado, Merlín se mueve, sus manos ya en alto, preparado para proteger a los nuestros— ¡Merlín, que nadie los toque hasta que crucen la barrera! Solo tenemos un par de minutos.

Ella recita un conjuro en voz alta, un hechizo que llena el aire. Las palabras brotan de sus labios como un cántico, cada sílaba cargada de poder y determinación. Siento la energía vibrando, intensificándose, expandiéndose y mis propios poderes responden al suyo, una chispa conectando con otra.

Saca un pequeño frasco de su bolsillo y sin dudar, lo destapa. Una brisa cálida emana del interior, haciendo que los pelos de la nuca se me ericen. Parece que el polvo dorado en su interior está vivo, vibrando con una energía propia. Regina lo vierte en su mano y, con un gesto decidido, lo lanza al aire. Los diminutos gránulos dorados ascienden, girando en espirales que danza en el viento. De inmediato, empiezan a brillar intensamente, expandiéndose en un resplandor dorado que crece.

Mis ojos siguen el rastro de polvo mientras se difunde más allá de la barrera, más allá de nuestras respiraciones aceleradas. Veo cómo se expande, cubriendo el terreno, como un manto brillante que busca llegar a los que están bajo el control de la magia oscura. El corazón me late con fuerza. Esto tiene que funcionar.

—¡Rápido, crucen ahora! —grito a los demás, mi voz ronca por la urgencia. Puedo sentir el tiempo escapándose entre nuestros dedos, como arena.

—¡Corran! —grita David con alarma en su voz.

Pero antes de que pueda moverme, escucho el chillido de Nimue.

—¿Qué están esperando? ¡Mátenlos! —aúlla con un odio inhumano.

Los enemigos que han sobrevivido al cruce de la barrera se lanzan enfurecidos tras nosotros. La punta de los dedos de Nimue arde con una llama azulada y su magia chisporrotea en el aire como una serpiente en busca de su presa. Pero su ataque es interceptado por Merlín.

—¡Aplástenlos! —grita Killian—Maten…

No lo dejó terminar la frase. Hago que su cuerpo salga disparado hacia atrás, con una violencia brutal. Sonrió mientras giro lentamente mis dedos, empujando al pirata más lejos, hasta que su figura es solo un punto en la distancia.

Miro hacia donde están mi padre y mis amigas. Todavía no están a salvo, pero se están acercando. Mérida y Mulán avanzan con rapidez, un par de pasos por delante de David. Enfoco los ojos en la barrera; veo cómo empieza a recuperar su brillo, a contraerse poco a poco y el pánico comienza a formarse en mi pecho. Mulán se detiene de golpe y mira hacia atrás, dándose cuenta de que no hay tiempo suficiente para que David cruce.

Sin dudarlo, toma una decisión. Gira en una maniobra de combate, plantando los pies firmemente en el suelo y un grito de guerra escapa de sus labios, un sonido feroz que corta el aire y luego, recibe el peso de mi padre. Veo cómo su movimiento se transforma en un empuje final, enviándolo volando los pocos metros que faltan para llegar a salvo.

El mundo se detiene por un momento. Un silencio pesado cae sobre nosotros, una pausa aturdida que dura solo un segundo, pero parece una eternidad. Snow y yo nos movemos al unísono, sin pensarlo, corremos hacia David. Al llegar a él, lo envolvemos en un abrazo fugaz, un segundo en el que puedo sentir su respiración contra mi hombro, su corazón latiendo junto al mío.

Pero en cuanto levanto la cabeza, busco a mis amigas y solo encuentro a una de ellas. Mérida está allí, pero Mulán… no. Un nudo se forma en mi garganta, mis músculos se tensan al instante.

—Por favor… por favor no… —susurro, sintiendo la angustia apuñalarme el pecho.

El miedo se retuerce en mis entrañas, una sensación que me carcome desde dentro. Apenas puedo pensar con claridad, pero mi cuerpo se mueve casi por instinto. Miro a Regina, su rostro tenso, sus ojos llenos de de furia y desesperación, ella teme lo peor al igual que yo.

Levanto la vista hacia el otro lado de la barrera, rogando que no sea cierto... pero mis sospechas se confirman. La barrera se ha cerrado, y Mulán ha quedado atrapada al otro lado, rodeada de enemigos.

Snow me toma de la mano, intentando tirar de mí hacia atrás, pero me resisto, sin poder procesar la posibilidad de que Mulán no esté con nosotros.

—¡Regina, ábrela! —grita Mérida desgarrada mientras golpea la barrera con todas sus fuerzas, como si pudiera romperla con pura desesperación.

—¡No, majestad, no lo haga! —Mulán suplica desde el otro lado, quiere sonar firme, pero su voz tiembla— Puede costar la vida de todos... Si tiene un plan, no lo cambie por mí.

Su súplica parece detener el tiempo. La mano de Regina se paraliza en el aire. Mi corazón se detiene por un segundo y luego comienza a latir con violencia mientras las lágrimas comienzan a acumularse.

—Por favor, no vengas, Emma. Piensa... —la voz de Mulán baja a un susurro, casi implorante.

—No me pidas eso… —mi voz se quiebra. Me doblo sobre mí misma hasta quedar a la altura de mi amiga de rodillas al otro lado.

—Promételo; es tu palabra de honor —insiste Mulán, su mirada fija en la mía, llena de determinación y resignación.

Rubí llega a nuestro lado, tan alterada como Mérida y yo. La situación ha tomado un giro demasiado brusco. Siento que el mundo se desmorona a mi alrededor.

—No puedo… —mis lágrimas fluyen sin control mientras parpadeo, incapaz de detenerlas.

—Confío en que respetarás mi decisión… — dice con una tranquilidad desgarradora— Moriré victoriosa porque di todo por mis amigos.

Lo que dice es un golpe devastador. Entonces me doy cuenta de que no hay forma de que todos salgamos ilesos.

Antes de que tenga tiempo de asimilar lo que está pasando, una sombra se desliza por el costado. Killian aparece, su mano sucia y cruel enganchando los dedos en el oscuro cabello de Mulán. Tira de ella con tal fuerza que la hace tambalear. Ella trata de luchar, pero es solo una mujer enfrentándose a la siniestra fuerza del Oscuro.

La oscuridad dentro de mí avanza, conquistando más terreno. Se que Regina lo percibe, lo siente en el aire. Veo el miedo en sus ojos cuando mi control se quiebra, como un cristal que se rompe en mil pedazos.

—¡Quieta, Swan! —la voz de Regina me saca del borde del abismo. Giro mi cabeza hacia ella para encontrarla empuñando la daga.

—¡No! —grito, una palabra que sale desgarrada desde lo más profundo de mi alma. Mis pies se mueven sin que yo lo decida, un paso, luego otro, pero ella vuelve a repetir la orden: "Quieta." Y aunque quiero avanzar, mi cuerpo se paraliza, atado por la magia de la daga.

—Te lo advertí… —escupe el pirata con rabia, sus ojos fijos en los míos, desafiándome. Eleva su gancho metálico que brilla a la luz tenue y puedo sentir la amenaza en cada fibra de mi ser.

—¡Suéltame, Regina! —rujo, desesperada, furiosa, casi fuera de mí— ¡Déjame acabar con él!

Pero ella no cede. Sé que lo siente, lo percibe, la sombra de mi oscuridad queriendo liberarse. Llega a mi lado, sus manos suaves se clavan en mis hombros, intentando contenerme. Su mirada se encuentra con la mía, llena de súplica. La veo y por un instante, solo un instante, quiero romperme, caer a sus pies y llorar, pero la rabia me domina.

—Emma, no puedes hacer esto — me susurra—te están haciendo perder el control y si eso sucede no habrá vuelta atrás. Todos moriremos

—¡No! ¡No puedo quedarme aquí! —grito con un dolor agudo que hace eco en el campo.

—Mira lo que provocaste Emma, la salvadora que los trajo a la muerte—suelta killian con rabia.

Miro de nuevo hacia Mulán justo en el momento en que el baja el garfio con un movimiento cruel y despiadado. El sonido es como una bofetada, un golpe seco que corta el aire. Y luego, el horror.

Un jadeo sofocado escapa de mi amiga, su garganta se abre con una herida brutal, y la sangre brota en un torrente. Es un sonido que nunca olvidaré; el crujido de la carne rasgándose, el gemido ahogado que escapa de su garganta mientras intenta respirar. El llanto silencioso de alguien que lucha por aferrarse a la vida mientras el metal la desgarra.

—No… no… no… —tartamudeo apenas. El dolor es un manto negro que se cierne sobre mí, una sombra que amenaza con consumirlo todo.

Mis músculos se tensan, mis dientes se aprietan hasta doler. Quiero moverme, quiero lanzarme contra Killian y todos los que se atrevan a cruzarse en mi camino. Pero estoy atrapada entre la obediencia a Regina y el deseo incontrolable de destruir. Grito de nuevo, un sonido inhumano que resuena en el aire cargado de tensión.

Las lágrimas corren calientes en mis mejillas y no sé si son de rabia o de dolor. La orden de Regina se aferra a mí como cadenas invisibles, manteniéndome anclada en mi sitio.

—¡Nooo! —el grito que sale de mí es desgarrador, primitivo, una mezcla de furia, dolor y desesperación.

Quiero moverme, quiero atacarlo, quiero desgarrarlo en pedazos. La magia negra fluye en mis manos, chisporroteando, amenazando con desbordarse. Podría reducirlo a cenizas en un instante, si Regina no me estuviera conteniendo.

Mis ojos se clavan en Killian, odio puro, deseo de venganza.

Killian se burla y su risa resuena como un eco enfermizo. Tira del garfio, deslizándolo cruelmente fuera de la herida de Mulán. La vida se escapa de ella, el brillo de sus ojos apagándose.

La desesperación me ahoga. Caigo de rodillas temblando por la furia. Regina se deja caer a mi lado, ambas manos aferrando mis mejillas con fuerza, sus ojos clavados en los míos.

—Lo siento… —murmura, tan rota como yo.

—¡Déjame matarlo, Regina! —suplico, mi voz cargada de lágrimas y rabia, de algo que no sé cómo controlar.

Y entonces lo veo, un hombre enorme con una espada que se alza para terminar lo que Killian empezó. La desesperación se convierte en algo más; un frenesí de oscuridad que amenaza con explotar, arrasar con todo. Empujo contra las manos de Regina, intentando escapar de su agarre, pero ella es firme.

—¡Emma, detente! —ordena de nuevo—¡Mírame!

Pero el grito ahogado de Mulán me llena los oídos y me ciega. Solo quiero destruir, arrasar, hacer que todos paguen. La magia negra se revuelve, queriendo desbordarse. Me estoy rompiendo. Estoy tan cerca del borde…

Regina me obliga a mirarla, tocando mi frente con la suya. Sus ojos están llenos de dolor, de miedo.

—No se que mas hacer—susurra contra mi frente, quebrándose—Duerme, Emma, es una orden.

—¡No hagas eso, Regina! —grita Merlín, su voz demasiado tarde, demasiado lejana.

La magia me envuelve, llevándome a un lugar profundo, justo cuando la sangre tiñe la barrera y la cabeza de Mulán cae al suelo.

Mi mundo se desvanece en un abismo de dolor y oscuridad.

Continuará…


¡Qué capítulo! El drama llegó a su punto máximo y aún nos esperan sorpresas. ¿Quién más se quedó en shock? Gracias por leer, espero sus reacciones… porque esto recién comienza.