—El pelirrojo se acerca —dijo el primer marine al almirante de flotas Sengoku, que estaba intentando retrasar otro día más la Buster Call hacia East Blue.

—Y, por lo que veo, no está nada alegre —respondió el segundo marine que acababa de entrar con sus notas—. Su expresión es de pura determinación.

—Una flota de Marines lo intentó detener y solo se hundió el barco —continuó relatando el segundo marine—, y ni siquiera se detuvo en una isla para provisionarse, por lo que escuché.

El primer marine se inclinó hacia adelante, su voz se llenó de preocupación.

—Tiene prisa por llegar a algún sitio del East Blue. No entiendo qué pueda buscar allá, en el mar más débil.

Sengoku se sorprendió al oír que un Yonkou se dirigiera al mar más débil. Su rostro reflejaba una mezcla de sorpresa y curiosidad.

—¿Qué podría buscar un Yonkou en el East Blue? —se preguntó en voz muy baja—. Esto no tiene sentido alguno.

El segundo marine se aventuró a hablar.

—No cree que debamos tomar alguna medida preventiva. Un Yonkou es un enemigo formidable.

Sengoku levantó la mano, pidiendo silencio.

—No, aún no. Primero quiero saber qué busca. Necesitamos información antes de actuar.

El primer marine asintió, aunque su expresión seguía siendo preocupadora.

—Entiendo, señor, pero ¿y si es una trampa? ¿Y si está buscando debilitarnos?

Sengoku sonrió ligeramente.

—Eso es improbable, pero no podemos dejar que el miedo nos paralice. Déjenlo pasar, pero vigilen lo que haga —ordenó—. Con base en lo que haga, actuaremos si hace algo.

Los marines asintieron, aunque sus rostros reflejaban una mezcla de ansiedad y determinación. Sabían que estaban a punto de enfrentarse a un enemigo poderoso.

—Señor, ¿qué pasa si...? —comenzó el segundo marine.

Sengoku lo interrumpió.

—No especulemos. Esperaremos y observaremos. Esa es nuestra mejor opción.

El primer marine se levantó de su silla.

—Señor, ¿qué ordena que hagamos?

Sengoku se levantó también.

—Vigilen al pelirrojo. Quiero saber cada movimiento que hace.

Los marines salieron de la habitación, listos para enfrentar lo que viniera.


Garp llegó al puerto de la villa Foosha con Ace y el niño rubio, donde Luffy lo estaba esperando. Sus ojos café, siempre llenos de alegría, brillaban con ansiedad mientras esperaba.

Mientras Luffy esperaba, vio que el Red Force se estaba acercando, junto con siete barcos de la Marina. Pero los barcos no eran para proteger la isla, sino que planeaban hacer algo más.

Luffy se sintió intranquilo al ver los barcos de la Marina acercarse. Algo no estaba bien. Garp se dirigió hacia el muelle, donde un barco de la Marina esperaba.

—Vamos, niños— dijo Garp—. Tenemos que irnos.

Luffy, Ace y el niño rubio siguieron a Garp hasta el muelle. Garp se despidió de ellos y subió a su barco.

—Id con él— dijo Garp, señalando hacia el Red Force—. Él os llevará a un lugar seguro.

Shanks, el pelirrojo, sonrió desde su barco. Su expresión era confiada y segura. Garp se acercó a Shanks.

—Shanks, eres el único en quien confío— dijo Garp—. Cuida de ellos, como si fueran tuyos. Enséñales a ser fuertes, a nunca rendirse.

Shanks asintió, entendiendo la solicitud de Garp.

—Descuida, Garp— respondió—. Los protegeré con mi vida.

Garp le entregó a los niños a Shanks y se despidió de ellos. Shanks suspiró aliviado al ver que llegó a tiempo y abrazó a Luffy con su único brazo.

—Gracias, Shanks— dijo Garp.

Garp asintió y se dirigió a su tripulación.

—Vamos— dijo.

El barco de Garp se alejó del puerto, mientras el Red Force se preparaba para partir también. Los siete barcos de la Marina se acercaban a la isla, listos para llevar a cabo su misión.

Mientras el Red Force se alejaba del puerto, Luffy se sintió aliviado al ver que Shanks los había sacado de allí a tiempo. Pero no sabía qué estaba sucediendo ni por qué Garp los había entregado a Shanks.

De repente, un estruendo ensordecedor llenó el aire. La Buster Call había comenzado a ser disparada. Luffy miró hacia atrás y vio la isla en llamas.

—¿Qué pasa?!— gritó Luffy.

Shanks mantenía su brazo alrededor de Luffy, protegiéndolo.

—No mires, Luffy— dijo—. No es seguro.

Pero Luffy no pudo evitar ver la masacre. La isla estaba siendo destruida, y su gente estaba sufriendo. Entre las llamas, vio a Makino, el alcalde, caer al suelo.

Luffy se sintió abrumado por la devastación que veía. Su corazón latía con dolor y tristeza. No podía entender por qué alguien haría algo así.

Ace y el niño rubio también vieron la masacre y se quedaron horrorizados al ver aquello.

Luffy, a sus 7 años, había visto la destrucción de la Buster Call. Era una imagen que nunca podría olvidar.

De repente, las lágrimas comenzaron a fluir de sus ojos. Luffy lloraba por su isla, por su gente, por la injusticia que estaba sucediendo.

Shanks lo abrazó con fuerza, tratando de consolarlo.

—No llores, Luffy— dijo—. Estás a salvo ahora.

Pero Luffy no podía parar de llorar. La masacre que había visto era demasiado para él.

El Red Force continuó su camino, alejándose de la isla y de los barcos de la Marina. La Buster Call seguía sonando, y la destrucción continuaba.

La tripulación del Red Force estaba en silencio, observando la devastación que dejaban atrás.

Shanks miró a Luffy y vio la tristeza en sus ojos.

—Lo siento, Luffy— dijo—. No pude evitarlo.

Luffy miró a Shanks, buscando respuestas.

—¿Por qué la Marina está haciendo esto?— preguntó.

Shanks no supo qué responder simplemente abrazaba a Luffy.


La marina estaba interceptando una llamada crucial entre Shanks y Dragón, una conversación que podría cambiar el curso de los eventos.

—Lo conseguí, saqué a Luffy de ahí— dijo Shanks.

—¿Qué pasó?— preguntó Dragón.

—La marina lanzó la Buster Call sobre Danw. Tuve que actuar rápido para sacar a los niños de ahí— explicó Shanks.

—Lástima que tuvo que ver la masacre de la marina— agregó Shanks.

—Sí, es una lástima— coincidió Dragón—. Pero tenemos que pensar en el futuro. La Buster Call fue un fracaso.

—¿Qué?— preguntó Shanks.

—Sí, la marina la lanzó para aniquilar a mi hijo— informó Dragón—. Pero no saben que ya está a salvo contigo.

—Entiendo— dijo Shanks—. ¿Y qué hay del otro niño?

—El hijo de Gol D. Roger— respondió Dragón—. También está contigo, ¿verdad?

—Sí, está a bordo del Red Force— confirmó Shanks.

La llamada se cortó, dejando a la marina estupefacta.

—¿Qué acabamos de escuchar?— preguntó el Almirante de Flota Sengoku.

—Dragón acaba de darle información clasificada a Shanks— respondió el Vicealmirante Aokiji—. Y parece que Shanks salvó al hijo de Dragón.

—Eso significa que la Buster Call fue en vano— dijo el Contralmirante Akainu.

—Peor aún— agregó el Almirante de Flota Sengoku—. La marina acaba de descubrir que el hijo de Gol D. Roger también está en el barco de Shanks.

—Pero, ¿por qué Shanks se dirigió al océano más débil?— preguntó el Vicealmirante Aokiji.

—Quería salvar al hijo de Dragón— respondió el Almirante de Flota Sengoku—. Eso significa que sabía sobre la Buster Call antes de que la lanzáramos.

La sala de operaciones de la marina se llenó de murmullos y preocupación.

—Tenemos que informar al Gobierno Mundial— dijo el Vicealmirante Aokiji.

—Sí, esto cambia todo— coincidió el Contralmirante Akainu.

La marina sabía que había subestimado a Shanks y a Dragón.

La Buster Call, diseñada para aniquilar al hijo de Dragón, había fallado.

Y ahora, la marina se enfrentaba a una nueva amenaza: el hijo de Gol D. Roger.

—Debemos actuar rápido— dijo el Almirante de Flota Sengoku—. No podemos permitir que Shanks y Dragón sigan con sus planes.

—Pero, ¿cómo podemos detenerlos?— preguntó el Vicealmirante Aokiji.

—No lo sé— respondió el Almirante de Flota Sengoku—. Pero debemos encontrar una forma.

La marina se enfrentaba a un futuro incierto.

El Almirante de Flota Sengoku se levantó de su silla.

—Convocaré una reunión de emergencia con el Gobierno Mundial— dijo.

—Informaremos sobre la situación y buscaremos una solución— agregó.

La marina sabía que tenía que actuar rápido.

La Buster Call había fallado.

Y el futuro de la marina nunca había sido más incierto.

El Almirante de Flota Sengoku miró a sus oficiales.

—No podemos fallar— dijo—. La seguridad del mundo depende de nosotros.

Los oficiales asintieron, listos para enfrentar el desafío.

La marina estaba decidida a no fallar de nuevo.