Dar todo de sí en batalla y caer ahogado en su sangre, atravesado sin clemencia por el golpe de gracia, de entre las infinitas fantasías retorcidas que tenía sobre su propia muerte era sin dudas la favorita, y estaba sintiéndola en carne viva. Por fin era real, el líquido rojo hirviente apoderándose de su pecho negándole el espacio a ese maldito aire, esta era su sola razón de estar en ese mundo. Tantos años cubierto de sangre ajena y ahora era su turno de estar cubierto por la suya propia.
Pudo saborearla en su lengua mientras se dejaba llevar por el momento, agonizaría igual que los incontables imbéciles para los que él fue verdugo, vives para que te maten algún día. Solo podría describirlo como una sensación placentera, muy placentera, si no fuera... La oscuridad devora todo, lo sofoca, su conciencia desaparece antes de tocar el suelo, un sueño materializado a pedir de boca, pero...
Volver a ser nada, no sabes si pasan eternidades o segundos y tampoco te importa, si no existes el tiempo no es tu problema, pero aún había un obstáculo que le impedía enterrarse por completo en el abismo, tenía un muy leve nivel de conciencia, casi imaginario, parecido a un sueño pero más profundo. La frágil cuerda que lo mantenía atado a la realidad era un toque ligero en lo que intuía era su mano, carajo nada más llegar y ya había algo que detestar. Jamás hubiera permitido cosa semejante, e igual nadie intentaría tal estupidez, ya estaría cortado en pedazos, pero ahora no tenía más opción que estar con esa irritante presencia sin poder alguno sobre lo que sucedería, a merced de otro para variar.
Siempre supo que la inexistencia absoluta era demasiado buena para ser real, la paz era un sueño de estúpidos. Si esa era la primera tortura con la que el infierno lo recibía esos demonios hijos de puta se podían pudrir, a él no lo van a romper ni a doblegar, si van a hacerle algo que empiecen de una buena vez.
Esa sensación de vacío era la definición más literal de lo que es estar atrapado, sin poder quejarse, atacar o tan siquiera alejarse. En vida él siempre tuvo la última palabra, hacía lo que se le antojaba como quería y cuando quería, la falta de control era algo que no soportaba, o más preciso en su caso la falta de descontrol, ahora era en toda regla un animal rabioso al que tenían encadenado y sedado para no tener que escuchar gruñidos ni verlo retorcerse.
Frustrado y sin nada más que hacer decidió ceder un poco y fijar su atención a ese único estímulo, cualquier cosa era mejor que comenzar a pensar, nunca nada bueno resultó de ahí. No sucedió nada digno de ser recordado solo seguía quieta en el mismo punto, aburrido ni siquiera hacían que valiera la pena. Esa inmovilidad lo hizo notar ciertos detalles, era cálida y por lo que podía sentir pequeña, no le transmitía la imagen de un ser poderoso, más bien la de algo a lo que podría aplastar incluso sin darse cuenta.
Ese pulso sobre su piel reflejaba temor, obviamente no de él quien ya no era más que un trozo de carne, pero jamás podría confundirlo. Era algo que conocía tan bien como a su propia arma, cuantas veces pudo olerlo en las victimas acorraladas que se quebraban al saber que tendrían un final agonizante bajo su cuchilla, o bajo sus propias manos si estaba especialmente entusiasmado. La respiración ahogada, los gritos entrecortados, la impregnante esencia de las vísceras, el corazón palpitante luchando con más fuerza que nunca antes de que él lo detenga para siempre, esos instantes eran un verdadero éxtasis, una sobredosis más fuerte que la de cualquier droga, solo podía controlar la muerte de otros más desgraciados que él.
A pesar de saber que él no era la causa de ese temor no podía evitar sentir una retorcida comodidad, era algo familiar porque lo había experimentado en sí mismo, no había otro temor que conociera mejor que el suyo, que asco. Sin darse comenzó a pensar demasiado, muy mal, las bestias no piensan.
No necesitaba a nada ni a nadie pero debía admitir que solo sentirla en calma no era tan fastidioso después de acostumbrarse, podría ser la demencia hablando pero hasta era un poco reconfortante. Esperar por el siguiente movimiento de ese desconocido era su único entretenimiento y no tenía dudas de que tarde o temprano algo sucedería, por mucho que quisiera hacerse la inofensiva no podría engañarlo, había vivido demasiado como para no reconocer la calma antes de una tormenta.
Ese algo apareció sin advertencia, presentía su llegada y aún así le dio escalofríos, el tacto se había extendido solo un poco sin cambiar su lugar pero lo notó maldita sea, si tuviera un cuerpo su único ojo se hubiera abierto de golpe. Su reacción ante algo tan minúsculo era irreal, podría culpar a la anulación de sus otros sentidos pero se estaría engañando, se sentía como una presa indefensa que mordían en la garganta y la única razón estaba entre sus dedos.
Quien sea que lo acompañaba hace unos segundos se desvaneció en el aire, lo que estaba a su lado ahora era totalmente diferente, era imposible ignorarla, seguía acechando a pesar de ya tenerlo cautivo bajo su control, lo hacía sentir como con la punta de una espada en su yugular, y le encantaba. Esa entidad quería desafiarlo, dominarlo, y gustosamente se lanzaría a ese juego.
La quietud era solo otra parte de la trampa y tal como intuía llegó el dolor, era un dolor por el que no parpadearía estando en sus cinco sentidos pero eso quedó muy atrás, ahora mismo estaba fuera de sí. El toque era electrizante, su suavidad combinada con ese leve ardor lo desesperaba, el temblor que le provocaba se había convertido en su centro, quería más y al mismo tiempo lo temía, cuando no tienes nada algo sutil se vuelve todo.
Esperar descubrir que más tenía para él ese demonio insaciable lo tenía cerca de una euforia que se arrancó de raíz, lo único que sintió era como se alejaba. No lo permitiría, no iba a escaparse de esto, no podían atreverse a dejarlo vacío otra vez, lo logró, fue capaz de mover su mano para sujetarla, y se detuvo. No importaba que aferrarse fuera igual que suplicar, algo le decía que si la soltaba no regresaría, que coño importa el orgullo estando en el olvido, en vida de que mierda le sirvió.
Pero solo se deslizo en su piel para llevarse su embrujo con ella, una burla silenciosa hacia sus intentos insignificantes, ya no quería nada más de él, y tomarla fue admitir dependencia, sea cual fuera el reto había perdido, la soledad ahora no era un preámbulo, era un abrupto final. Pudieron simplemente someterlo a un eternidad de dolor pero esa oscuridad desgraciada veía sus debilidades con la claridad del cristal, sabía muy bien que cualquier dolor físico le parecería un chiste.
Lo sumían en su peor humillación, rogar, jodían con su mente que para colmo ya estaba echada a perder, sentirse indefenso lo repugnaba, la sola idea daba ganas de vomitar. Como pudo ser tan estúpido, no importaba un carajo si estaba vivo o muerto todo siempre sería exactamente igual, él siendo patético, y lo peor es que sus pensamientos comenzaron a divagar precisamente hacía lo que más quería olvidar.
Ya estaba hasta el hartazgo, el miedo y la decepción se convirtieron en un revoltijo de rabia, todo lo que quería dejar atrás seguía estando ahí y regresaba con más fuerza que nunca. No existía infierno más perfecto para él que una eternidad repitiendo esos recuerdos, el método que usaron fue sigiloso pero en parte había caído por su propia voluntad, estuvo en negación, incluso quiso atribuírselo a la demencia, pero para que resistirse, todos los caminos terminaban en el mismo lugar.
El roce se fue pero él ya no era capaz de desvanecerse, no quería, debía alcanzarlo de nuevo, nunca necesitó verlo ni escucharlo para saberlo, le daba mucho, le daba muy poco, era la viva imagen de...
—Nelliel...
Pudo sentir de nuevo el aire entrar a sus pulmones, realmente nunca dejó de respirar pero todo en su pecho parecía marchito. Las primeras inhalaciones conscientes fueron más por reflejo que voluntad, parecían erráticas por segundos hasta que al fin tomaron un ritmo débil pero estable.
Apenas empezaba a notar sus alrededores, la arena bajo su piel, el dolor de las heridas reapareciendo, el olor de su sangre, el sol asomándose en su párpado, estaba seguro de estar muerto pero nada de eso concordaba con su suposición. Instintivamente sus dedos en el suelo detectaron la presión espiritual, al principio todas parecían desconocidas hasta que algunas fueron tomando forma, abrió su ojo para encontrarse a Nelliel de pie a su lado.
Que Nnoitra dijera su nombre al reaccionar genuinamente la había tomado por sorpresa, sintió la necesidad de acercarse al apenas escucharlo pero la mirada neutral en su rostro no la delató, la imagen impasible que perfeccionó durante años no fue afectada por el paso del tiempo.
—¿Qué hiciste? —La dificultad con la que comenzó a hablar opacaba las emociones en su voz.
—No te esfuerces, todavía est...
—¡Pregunté que coño hiciste! —con eso el misterio se fue —¿Por qué lo hiciste? ¡Quién te crees que eres para meterte!
Era tan familiar, ese era el Nnoitra que ella conocía, perdía el control con cualquier chispazo, solo él podría pasar de hablar con esfuerzo a gritar al punto de rasgar su garganta. Casi todo lo que dijo pasó desapercibido, lo único importante era que se estaba haciendo daño sin ninguna necesidad, su dolor era evidente pero aún así prefería hacer escándalo solo por capricho.
—No grites, te escuché perfectamente —esa parte era un poco mentira —solo pondrás tu vida en peligro de nuevo.
—¡Yo hablo como se me dé la gana! Es mi vida y hago lo que mierda se me antoje con ella —Su intento por seguir subiendo la voz lo dejó inhalando fuerte por aire, quería desquitarse mucho más pero su cuerpo no cooperaba. Nelliel tuvo que suprimir un suspiro de frustración, no podía creer que tanta necedad fuera real.
—Deberías estar feliz, fuiste afortunado, tu muerte era casi inevitable —Para ella esa era la manera lógica en que alguien pensaría, pero ese hombre a su lado evitaría cualquier lógica como si fuera la peste.
—Pero siempre podemos confiar en que tú te interpondrás ¿Cierto? ¿Quieres que te dé las gracias? —Su voz cambió a una calma superficial, acompañada por amabilidad sarcástica y esa inconfundible sonrisa, la burla y el desprecio en cada palabra eran como intentos de introducir agujas en la piel y llegar hasta su carne, de provocar aunque sea una mueca en esa cara de piedra, pero solo obtuvo una respuesta tajante.
—Nunca he querido algo de ti.
La maldijo tanto en ese momento, pero no dijo nada, no era necesario. Desde que despertó la mirada de esa mujer no dejó la suya en ningún instante, verla en lo alto mientras él está tirado en el suelo como un perro era una escena que tenía quemada permanentemente, la misma ya sea iluminada por la luna estática o por el falso sol, como estar en presencia de una Diosa arrogante a punto de juzgar a un mortal fugazmente antes de desaparecer. Después de presenciarla tantas veces ya hasta podría darle risa, una risa amarga pero una risa al fin y al cabo.
Ambos siguieron así, mirándose sin ninguna expresión en particular o intentos de intimidar al otro, solo la mirada que le darías a cualquier pared, a algo tan conocido que no precisa una reacción de tu parte. No se supo en que hubiera terminado ya que Nnoitra repentinamente tensó su rostro con una preocupación que no se molestó en disimular, su mano le hizo recordar el resto de presiones espirituales que había percibido y voltear la cabeza hacía aquella dirección, no alcanzó a verlo pero ese cambio tan súbito dejó a Nelliel con una cara confundida.
Los cuatro testigos se habían quedado a una prudente distancia, Pesche y Dondochakka inmóviles con sus máscaras escondiendo eficazmente cualquier pensamiento que pudieran tener, Isane tenía su mano en la parte inferior del rostro mostrando su usual nerviosismo, y Unohana observaba con una sonrisa enigmática pero imperceptible desde lejos. Era como si hubieran estado en un mundo aparte, cuando la Ex Espada escuchó su nombre se olvidó la presencia de terceros.
Nnoitra solo les dio una mirada rápida antes de voltear de nuevo apretando sus dientes lleno de rabia, le importaba una mierda si se partían dentro de su boca. Arrancar del montón e incluso enemigos se dieron un festín viéndolo asfixiarse y convulsionar como animal moribundo, también las respiraciones de recién nacido que dio cuando como imbécil pensó que estaba muerto y solo, y cuando entre esfuerzos por tomar aire llamó a...
Se atrevió a arrebatarle una muerte perfecta cuando ya la apretaba entre sus manos, la oportunidad de ser acabado por un oponente que compartía su misma sed de sangre no iba a repetirse dos veces, ese pudo ser el final de todo, pero Nelliel quería verlo como una criatura miserable que ruega por lástima. A esa perra no le bastó con obligarlo a repetir ese papel solo frente a ella, tuvo el descaro de convertirlo en una burla mientras estaba vulnerable y sin otra opción que tragárselo. El odio por ella se hizo más fuerte que nunca, y nunca quiso más estar muerto, esa mujer daba ganas de morir.
Apretó su arma y comenzó a ponerse de pie usándola como soporte, no iba a darles el gusto de verlo caer o tambalearse, si su maldito cuerpo se atrevía a traicionarlo se masacraría a si mismo justo donde estaba, el acero frío en su mano ya estaba tentándolo a simplemente hacerlo sin más, el hermoso filo de Santa Teresa susurraba su nombre. Nunca pasaría por alguien ileso pero a ojos ignorantes parecería que ha salido de una pequeña riña y no de por poco ser partido en dos, su cara no mostraba un rastro de incomodidad.
No era la primera vez que Nelliel lo veía hacer algo así, vinieron a su mente muchos recuerdos de peleas entre los dos y de otras que observó a la distancia. No necesitaba estar presente para saber que en cada una de esas veces se colapsó al llegar a su parte de Las Noches, su terquedad siempre podía más que su dolor o el sentido común, era extremadamente insensato, pero no podía evitar sorprenderse un poco cada vez, incluso ahora. Aunque fuera temporal en esos momentos su espíritu lograba vencer la lógica.
Otro hecho que conocía muy bien era que en esos momentos derivados de la derrota el Espada quería estar completamente solo, no simplemente el usual deseo de soledad derivado de su desprecio por el mundo, algo diferente. Se limitaba a dejarlo ir sabiendo que lo vería de nuevo, la mayoría de veces desafiándola sin estar dispuesto a escuchar negativas o su opinión al respecto, acompañado de un odio creciente que un día finalmente se desbordó, una rutina que nunca planeo formar pero que aún así existía.
Pero las circunstancias ahora eran muy diferentes, nunca lo había visto tan herido antes y además parecía tener intenciones de caminar sin rumbo con esa mirada perdida, un Espada caído y debilitado era una presa codiciada en ese desierto resentido, dejarlo ir sería igual que irrespetar la ayuda que recibió, estaba obligada a intervenir. Se preparó mentalmente para otro choque desagradable, no había manera de iniciar o terminar bien pero aún así dio un paso al frente.
Nnoitra ya estaba de espaldas pero esa pisada en la arena fue como un terremoto, rompía los últimos hilos de su cordura, ya estaba hastiado de ella, se detuvo en seco y se volteó de golpe con la mente vacía, iba a lanzarse como un demente sin pensar en nada, solo quería terminar con todo sin importar el precio, y de algún modo sí obtuvo un final. Lo que menos esperaba era volver a encontrarse con el rostro de esa niña desdentada, la expresión maniática pasó a estar frustrada y cansada, de verdad ya terminó.
Ver a su Maestra indefensa bastó para que Pesche dejara de ser un observador, a una velocidad impresionante que voluntariamente mantenía oculta tomó a la pequeña y la alejó del Quinto Espada antes de que pudiera ocurrir alguna desgracia. La posibilidad de una confrontación le producía pánico, sabía muy bien que aunque ese hombre estuviera en esas condiciones sin la ayuda de la señorita sus oportunidades eran nulas, pero Nnoitra ni siquiera pareció notar su presencia o lo que hizo, no podía importarle menos. Unohana movió la cabeza a su Teniente en señal para irse, ella e Isane siguieron su camino sin pronunciar palabra.
—¡Maestro Nnoitra! —Llamó con esfuerzo el Arrancar que había estado inconsciente hasta ese momento, lo último en su mente era el recuerdo de su Amo cayendo en un charco de sangre y lo que parecía ser una lagrima formándose en su ojo. No tenía idea de que había sucedido, solo rogaba que lo que veía ante él no fuera una alucinación precediendo a la muerte.
—Si te apareces frente a mí te mato —La única razón por la que se molestó en contestar era porque sabía que sin una amenaza directa lo tendría arrastrándose detrás. Tesla no tenía motivos para estar disconforme con la respuesta, eso confirmaba sin lugar a dudas que tanto él como su Señor realmente habían sobrevivido.
Nel observó desde los brazos de su hermano como Nnoitra desaparecía forzándose a usar un sonido, cuando estuvo frente a él no llegaron a propiamente intercambiar miradas pero en esos poco segundos no vio felicidad, quizás había hecho algo mal, pensar eso la entristecía, pero saber que estaba a salvo ya era una razón para sentirse un poco mejor. Pesche la apretó de manera protectora pero antes de que Nel pudiera notar su preocupación y hacer preguntas Dondochakka comenzó a distraerla con caras y gestos graciosos, nunca podría saber si las acciones tan oportunas de su compañero eran intencionales o solo coincidencia pero sea como fuera estaba agradecido, por más difícil que todo se tornara nunca estaría solo.
Mientras la niña jugaba sin preocupaciones con las manos enormes del otro Arrancar dijo algo en voz baja, no quería interrumpir y ciertamente no lo hizo, la pequeña no lo escuchó, pero tampoco necesitaba hacerlo.
—Ya estás a salvo Nel.
En una parte del desierto bastante alejada y con abundantes ramas de cuarzo se cumplió una predicción, el Quinto Espada se colapsó de espaldas en la arena, maldiciéndose a sí mismo entre dientes al sentir un dolor más agudo del que alguien como él se debería permitir. Por muy fuertes que fueran el espíritu o la necedad el cuerpo seguía conservando sus límites.
