EL CLUB DE LOS MUERTOS
Erianthe llevaba una semana en el inframundo y ya tenía una rutina establecida: se levantaba, se vestía, iba al cafeterium y preparaba el desayuno tanto para ella como para Hades, comía con Pena y Pánico, limpiaba una y otra vez los mismos sitios porque acababan calcinados por el condenado dios de los muertos, cenaba con los diablillos y, finalmente, se daba un baño antes de irse a dormir.
Desde el incidente del primer día, la hija de Hércules había intentado evitar a dicho señor del inframundo, y más o menos lo había conseguido, menos cuando tenía que acompañarla a limpiar las áreas prohibidas. Por suerte, esa semana solo le había tocado limpiar las termas privadas de Hades.
Si los baños públicos le parecieron una maravilla, los baños privados del dios eran espectaculares: la zona del baño estaba esculpida en la roca y directamente brotaba el agua desde arriba, dando la sensación de que la estancia tenía varias cascadas. También tenía una zona privada para masajes y la piscina era inmensa, y al igual que en la de los empleados, había una parte interior y otra exterior con vistas al inframundo. Algo que también era igual, es que todo estaba hecho con mármol negro y el techo estaba cubierto de esas estalactitas luminiscentes. Realmente, eran los baños de un rey.
La hija de Hércules iba a lo suyo, estaba concentrada en limpiar y dejar lustroso el suelo de los baños, por lo que, ignoraba al dios que se había montado con sus poderes un pequeño despacho en el que parecía leer varios pergaminos, quien también "parecía" concentrado, pero sabía que de vez en cuando la observaba. Lo sabía porque se sentía vigilada y porque vio su reflejo en el mármol y vio cómo su mirada no estaba en los documentos, sino en lo que estaba haciendo ella.
Quiso no darle importancia, pero ¿para qué negarlo? Sin éxito. Le ponía nerviosa que la mirara y más porque, de vez en cuando, parecía que quería decir algo, ya que carraspeaba y parecía que le iba a hablar, pero no nada…
Hades se estaba volviendo loco. Pues esa maldita mortal le estaba evitando. Desde que perdió los estribos en su primer día de trabajo, apenas le dirigía la palabra y encima hacía para no estar a solas en la misma habitación. Sabía qué se había pasado y más cuando se enteró de que fue una novatada de sus estúpidos subordinados, quienes recibieron varias sesiones de tortura.
Una voz en su interior quería pedirle perdón. "Ni hablar, un dios nunca pide perdón, y menos el señor de los muertos", pensó, mientras miraba cómo fregaba el suelo de los baños. Ese silencio le estaba matando y más porque echaba de menos hablar con ella. Ante esa afirmación, el rey del inframundo zarandeó la cabeza: "qué idea más absurda, esa chica está aquí para ser atormentada para toda la eternidad, lo del otro día no fue para tanto…"
La verdad es que la chica trabajaba duro y el palacio volvía a relucir como en antaño, además de que ya tenía algunos diablillos trabajando en las reparaciones del dichoso agujero que había en la puerta de la sala del trono.
La miraba y la verdad es que se moría por hablar con ella, por conocerla más, por saber sobre sus gustos: todo. Pero solo lo quería hacer para luego chantajearla y tenerla en la palma de su mano, nada más… "Te engañas a ti mismo", le decía esa voz una y otra vez.
Respiró hondo, se aclaró la garganta y:
— Señor Hades, me informan que acaba de llegar otro grupo de Tebas. Le reclaman en el muelle de recién llegados, —informó Ajax.
Hades tuvo que contenerse para no chamuscar al esqueleto en ese momento, pero actuó de la mejor manera y asintió. "Me las va a pagar este huesudo, le voy a ordenar a darme masajes durante todo un mes.", pensó el dios, hasta que cayó en la cuenta de que el dichoso esqueleto dijo que había llegado un grupo de Tebas.
Miró a Eri, quien de repente se quedó inmóvil, como petrificada. "Mierda, espero que no se ponga a llorar." Pero observó cómo la chica se dio la vuelta y su semblante era totalmente neutro, no mostraba ni un ápice de sentimiento. Aun así, en sus ojos pudo ver, que esas palabras habían hecho mella en ella.
— ¡Oh! Eri, ¿cuándo acabes con las termas del señor, podrías hacer los baños de los empleados? —dijo Ajax, sin percatarse de la situación.
— Claro, sin problemas. Si me das unos minutos…
— Eri, ves a limpiar los baños públicos —le interrumpió Hades. Era mejor que fuese al muelle a recibir a las almas.
La chica miró al señor de los muertos sorprendida, pues aún no había acabado del todo de limpiar sus termas, pero sabía que no debía contradecirle, no quería que se volviese a caldear. Así que se limitó a asentir, recogió las cosas y se fue con Ajax al baño de empleados.
Hades se esfumó y apareció en el muelle de recién llegados: todo el grupo que había llegado tenía indicios de quemaduras. Como la mayoría de los recién llegados que venían últimamente de Tebas, "qué raro", pensó el dios, eso quiere decir que los están quemando vivos…
Ese día fue muy largo para el dios de los muertos. Al final, el grupo de recién llegados fue mayor de lo que esperaba, por lo que, agotado, se fue a su baño privado a relajarse. Siempre conseguía desconectarse en esas aguas o, por lo menos, conseguía no darle vueltas a las cosas, en concreto a un tema bastante recurrente en sus pensamientos que involucraba a cierta mocosa de pelo anaranjado. Nadó hasta el borde para admirar las vistas que tenía de su reino. Hizo aparecer un martini con una lombriz y empezó a beber. Es lo que necesitaba, algo de paz.
— ¡Eri! Juega con nosotros, anda —escuchó la voz familiar de Pena.
— Sí, sí, ven con nosotros. Ya sabemos que dibujas muy bien, pero déjalo un rato, anda —esta vez fue Pánico, quien habló.
…1 hora antes…
Ese día fue muy largo para la hija de Hércules. No podía quitarse de la cabeza las palabras de Ajax de esta mañana: los recién llegados de Tebas. "¿Cuántas más personas tendrán que morir en Tebas?", pensó Eri. Quería seguir luchando, quería volver a casa, a su vida de siempre para poder estar con su familia y amigos, con los hijos de la revolución, pero ahora estaba atrapada.
Hacía rato que estaba sentada en una mesa del cafeterium, jugueteando con la comida del plato. No tenía mucho apetito y su mirada estaba clavada en un punto fijo de la mesa. Pena y Pánico se percataron de que la chica estaba muy desanimada, así que se acercaron para hablar con ella.
— ¡Eri! ¿No crees que ya has mezclado suficientemente esa ensalada?—le preguntó Pena.
Enseguida, la chica dejó de mover la comida de su plato y miró a los dos diablillos, quienes la miraban con preocupación, por lo que, iban conociendo a la hija de Meg, no era normal verla tan alicaída. La verdad es que les había sorprendido. Era una chica muy considerada, amable y muy respetuosa, y siendo sinceros, era muy interesante y divertida.
— ¡Oh! ¡Qué despistada soy a veces! Me he quedado absorta en mis pensamientos… —Intentó disimular Eri.
Los diablillos se miraron de reojo, no estaban muy convencidos de la excusa de Eri, pero tampoco querían atosigarla. Pero sí que intentaron animarla.
— Te vemos un poco estresada, lo mejor sería que luego fueses a tomarte un baño.
— Sí, nosotros también iremos —añadió Pánico.
Al escuchar eso, Eri se puso muy roja, ella aprovechaba la última hora para que nadie la viese desnuda. Los dos subordinados de Hades se percataron de que la chica se había sonrojado. No entendía por qué hasta que cayeron en la cuenta de que si iban todos juntos, la verían totalmente desnuda.
— Sabes, tenemos una solución para que no te dé vergüenza bañarte con nosotros —dijo Pena, quien hizo aparecer un bañador de color negro.
— ¡Qué pasada! Gracias, la verdad es que esto me ayuda a no pasar tanta vergüenza en el baño. —exclamó Eri.
—Entonces, ¿te apuntas?—le dijo Pánico.
— Vale, está bien. Me apunto, pero, sabed que un baño no es lo que más me relaja cuando estoy estresada.
— ¿No? ¿Y qué te ayuda a relajarte?
— Dibujar.
— ¿Dibujar?
— ¡Sí, me encanta dibujar!
Los dos diablillos miraron a la hija de Meg con cara de "qué chica más rara", pero decidieron probar a ver qué tal se le daba el dibujo e hicieron aparecer unos cuantos pergaminos y carboncillos para que pudiese dibujar.
—¡Haznos un dibujo! —le pidió Pena.
Erianthe se puso manos a la obra e hizo un retrato tanto de Pena como de Pánico. Los dos subordinados de Hades, al ver los dibujos, alucinaron, pues estaban muy bien dibujados. Realmente esa chica era muy talentosa.
Acabaron de cenar y estuvieron un rato hablando, hasta que fueron a los baños. Los diablillos le prometieron que no mirarían mientras se enjabonaban. Luego, antes de meterse a la piscina, Eri se puso el bañador, pero le apetecía seguir dibujando y sabía perfectamente lo que quería dibujar: las vistas del inframundo.
Lo bueno es que aún le quedaba un trozo de pergamino para dibujar, aunque Pánico le aseguró que le podía pedir siempre que quisiera herramientas para dibujar. Así que, con cuidado agarró un trozo de pergamino y carboncillo y nadó con todo, evitando que se mojase hasta el límite de la piscina, que por suerte tenía un borde lo suficientemente ancho para que pudiera dibujar. Tan enfrascada estaba dibujando que ni se percató que cierto señor de los muertos la estaba observando.
Hades casi se atraganta al verla y no porque pensaba que estaba desnuda, mentalmente se alegró de que llevase un bañador, "memorándum, preguntar a esos idiotas de donde ha sacado el bañador", sino porque no se esperaba verla ahí y más cuando se estaba dando un relajante baño para quitársela de la cabeza.
Por lo que observaba, la mocosa estaba dibujando. Ya se había percatado de que la chica dibujaba bien, lo vio en el dibujo que tenía en la habitación, pero además, parecía que disfrutaba del arte y de la arquitectura, pues estaba encantada con todo lo que veía en el inframundo, aunque no fuese el típico arte que se viese en la superficie.
Parecía que sus subordinados estaban intentando persuadirla para jugar, a lo que sea que estuviesen jugando, pero estaba tan concentrada que no se dio cuenta cómo ese par le lanzó una pelota que le golpeó en la cabeza. La mocosa, al no esperarse el balón, se asustó y con tan mala suerte que el pergamino se cayó hacia el río Estigia.
—¡Mierda! Mi dibujo, ya casi lo tenía —gritó Eri, que se giró a fulminar a los dos diablillos con la mirada, buscando el culpable que le había tirado la pelota.
— ¡Perdón, Eri!
— No queríamos que perdieras el dibujo de esa manera. ¡Ha sido tu culpa, Pena!
— ¿Yo? ¡Has sido tu Pánico!
Erianthe sonrió por la situación. Esos dos le recordaban a su hermano pequeño, pero "qué narices, les voy a dar un escarmiento", pensó. Se sumergió sigilosamente y dejó que ese par siguiera discutiendo. Pena y Pánico seguían echándose la culpa sin darse cuenta de que alguien se acercaba por debajo…
— ¿Eh? ¿Y Eri? —dijo Pena, viendo que había desaparecido de la piscina.
—¿No se habrá tirado al río Estigia a por el dibujo?—dijo nervioso Pánico.
Los dos subordinados de Hades no sabían qué hacer, pero si la chica se había tirado al abismo, estaban perdidos. "¿Habría sido capaz?", pensaron. Lo más seguro es que su jefe les iba a castigar hasta el fin de los tiempos.
De repente, detrás de los diablillos apareció Erianthe con el pelo suelto, tapándole la cara y gritando:
—¡Soy el monstruo de los baños públicos! —se esmeró en poner voz grave y gutural, además pilló a ambos diablillos por la cola y les dijo —. Cómo volváis a asustarme, os ahogo en la piscina como Nemeris.
Hades los observaba sin que ellos supieran que estaba allí en la piscina de arriba y la verdad es que tuvo que contenerse las ganas de reír al ver las caras de Pena y Pánico cuando apareció Eri por detrás. "Vaya, cría, un monstruo dice, es demasiado mona como para ser un monstruo", pensó el dios.
— ¿Nemeris? ¿Quién es esa?
— Hay un bosque cerca de Tebas, que es mejor no pisar. No solo por los monstruos que habitan, sino porque dicen que hay espíritus, y uno de ellos habita en el lago. Dicen que el espíritu es de una hermosa mujer, te llama por tu nombre y luego…
— ¿Y luego qué ocurre?
— ¡Te arrastra al fondo del lago para ahogarte!
— ¿Qué dices? ¿Y no será una sirena?
—Quién sabe, pero muchos han muerto en ese bosque y, sobre todo, en ese lago.
— ¡Qué mal rollo! Los mortales creéis en cosas muy raras y espeluznantes —le dijo Pena.
— Es posible, pero son leyendas antiguas, que han pasado de generación en generación. Culpad a los mortales que empezaron los rumores.
— ¿Y a los mortales quienes las creen?
—Touche — admitió Eri, pues siendo sinceros, creía en esas cosas.
— Se me han quitado las ganas de jugar, ¿lo dejamos por hoy?
— Será lo mejor, que mañana hay que trabajar.
Eri, se fue a buscar el carboncillo que estaba en el borde de la piscina, que por suerte no se había caído.
Erianthe…
Se quedó petrificada. Alguien la estaba llamando, "¿quién es?", miró a su alrededor. Pena y Pánico estaban saliendo de la piscina y hablando de sus cosas y no había nadie más allí.
Erianthe…
Volvió a escuchar la voz. Esta vez se percató de que venía del río Estigia. Algo asustada, recogió el carboncillo y se fue, no quería estar sola en ese momento.
Hades se preocupó al ver cómo el semblante de la chica se volvió pálido, como si hubiese percibido algo, como si hubiese oído algo… "Deberé vigilarla, puede que haya escuchado alguna alma", pensó el señor del inframundo, pues sabía por experiencia que muchas de las almas del inframundo podían ser traicioneras.
Aunque ya había pasado una semana desde que estaba en el inframundo y ya tenía una rutina establecida, desde el día en la piscina, no paraba de escuchar su nombre por las noches.
Se estaba volviendo loca. "¿Quién la estaba llamando?", pero lo que más le intrigaba y le asustaba al mismo tiempo era "¿por qué la estaban llamando?". Después de varias noches sin poder dormir bien. La hija de Hércules decidió que tenía que averiguar quién era.
Tenía miedo, y más porque no iba armada y encima en pijama. Así que no se podría defender, pero igualmente si era algún residente del río Estigia dudaba que tuviese el suficiente poder para enfrentarse a él.
Erianthe…
Al principio parecía un susurro.
¡Erianthe!
Luego se iba intensificando.
¡ERIANTHE!
Había llegado al lugar, era una de las orillas del río, un estuario bastante ancho y liso. En ese sitio se escuchaba claramente que alguien la estaba llamando, pero no había nadie, ni un alma.
Justo al borde de la orilla, se percató de que había algo, parecía un pergamino. "¿Acaso sería lo que estaba pensando?", pensó Eri. Se acercó y lo vio: el dibujo que perdió el otro día. Allí estaba, prácticamente intacto. Se agachó a recogerlo, cuando de repente la mano de una alma le agarró la muñeca.
—¡Ah! —gritó Eri, quien rápidamente se echó atrás para evitar que la arrastrase al río.
Mientras, en la habitación del señor de los muertos. Hades se despertó sobresaltado, algo estaba inquietando las almas, además, "¿había escuchado un grito?"
Volviendo a la orilla del río Estigia. Eri no lo podía creer: había un alma en la orilla, que la miraba.
— ¿Eres tú, Erianthe? La autora de ese dibujo —le preguntó.
— ¿Eh? ¿Yo? Sí, pero, ¿cómo?
— Firmaste el dibujo, chica. —le replicó el alma.
"Joder, cierto, he firmado el dichoso dibujo", pensó mientras lo miraba y veía su nombre en la parte inferior.
—¡Oye! Ayúdame a salir, anda. — Estaba casi fuera del río, pero necesitaba un pequeño empujón para salir totalmente. Eri, no sabía qué hacer, pues tenía totalmente prohibido sacar almas del río y más después de la experiencia que tuvo al llegar al inframundo. Algo le decía que debía ayudarlo, que no tenía malas intenciones…
Se acercó y le extendió la mano. De golpe notó mucho frío al notar el tacto del alma, pero igualmente tiró para que pudiese salir.
— ¡Gracias! Eres muy amable, al fin puedo estirar las piernas. Me llamo Dorien, o al menos ese era mi nombre cuando estaba vivo.
— E-encantada, Dorien.
— ¡Tienes mucho talento, Erianthe! ¡Qué alegría, cuando vi tu dibujo, has plasmado perfectamente la esencia del inframundo!
— ¿En serio? ¿Eso crees?
— Pues claro. Soy un músico y mecenas, o mejor dicho, lo era y entiendo perfectamente de arte, y tu chiquilla, no te falta talento, ¡rebosas!
Erianthe estaba feliz, ¡por fin alguien le felicitaba por sus dibujos! Aunque fuese un muerto, pero eso quería decir que, ¿algún día podría realizar su sueño? No, no lo creía, estaba atrapada en el inframundo y, además, arriba estaban en guerra: imposible.
— Muchas gracias por tus palabras, pero ahora trabajo aquí abajo, limpiando, así que mi arte es solo un pasatiempo…
— No, no, no, me niego a que tu arte se quede en un mero pasatiempo, ¿acaso no tienes sueños?
— Claro que sí, pero tengo que asumir mi destino. Los sueños son hermosos, pero no siempre son realistas con la realidad que nos rodea. Seguimos en guerra, Dorien.
— ¿Y vas a rendirte? Yo ya no estoy vivo, sin embargo, nunca dejé de perseguir a mis sueños y mi banda tampoco. ¿Verdad, chicos? ¿Qué me decís? ¡Vamos a darle caña!
El alma ayudó a sacar a más almas y, enseguida, Eri estaba rodeada de almas. "Hades, me mata", pensó. Dorien, junto a su banda, empezó a entonar una canción:
La vida nunca es fácil, nena
nunca sabes qué va a pasar.
Pero rendirte no es una opción.
Viví mi vida al máximo.
Mirando hacia delante
sin mirar atrás.
Las almas empezaron a bailar y a cantar junto con el grupo.
La gente siempre está en busca de la felicidad
y aunque no todo lo que reluce es oro.
No te preocupes.
Estará bien, lo habrás intentado.
Cuéntame sobre tus sueños.
Dime qué te hace feliz.
No importa si caes.
Vuelve a levantarte.
Espabila, chica.
¡Solo se vive una vez!
No dejes escapar
tus sueños.
Ahora las almas le animaban a bailar y cantar junto a ellas, y en verdad, Eri se sentía libre, se sentía feliz por poder desahogarse de esa manera. "¿Cuánto tiempo hacía que no bailaba y cantaba?"
De lo que nadie se percataba es que cierto señor de los muertos había llegado a la escena, enfadado por ver que las almas se habían escapado del río y estaban en plena bacanal. "¿Quién ha liberado las almas?" Y allí la vio, cantando y bailando a Erianthe, sonriendo y desprendiendo luz propia.
La gente siempre está en busca de la felicidad
y aunque no todo lo que reluce es oro.
No te preocupes.
Estará bien, lo habrás intentado.
Mi sueño es sencillo.
Pero me gustaría poder crear
obras de arte maravillosas.
¡Y compartirlas con todo el mundo!
—¡Así se canta, nena! ¡Nunca dejes de brillar, Erianthe! —exclamó Dorien.
Hades estaba estupefacto. La mocosa había propiciado todo eso, y aunque su baile fuese atrayente y su voz fuese cautivadora, se había propasado y había incumplido una de las reglas de oro del reino de los muertos: no sacar almas del río Estigia.
— ¡ERIANTHE!
La hija de Hércules se giró y miró al dios, "oh, no, Hades," pensó. Y allí, delante de ella, estaba el dios de los muertos, muy, pero que muy cabreado.
¡Hola a todos/as!
Perdonad el retraso con este capítulo, pero me enfoqué en traducir la historia al inglés y al final se me juntó que me puse enferma, además de que me atasqué en algún punto del capítulo y no sabía cómo acabar de resolverlo, pero, ¡aquí está! Recién salido del horno y encima un capítulo largo.
Espero que os guste, y os guste descubrir un poco más de la personalidad de Erianthe, y en cómo evoluciona su relación con Hades.
Gracias por seguir leyendo mi historia, ya sabéis, si os queréis podéis dejar vuestros comentarios y así me dais vuestra opinión.
