Prompt: Compañeros de crimen (Página Helsa Amor Verdadero para el Helsatober)

Clasificación: M, Romance/Drama


Falta


Para las normas eclesiásticas, estaban cometiendo más de un crimen; mentían constantemente, profanaban la carne antes del matrimonio, y codiciaban y poseían algo del prójimo.

Pero Hans y Elsa no podían dejar de hacerlo. Una vez cruzaron la línea en la primera ocasión, las demás se volvieron inevitables, necesidades que iban más allá de ellos y solo podían saciarse en los brazos del otro.

…que no estaba destinado a pertenecerle por obra de sus padres.

—Entra rápido —susurró Elsa cogiendo al bermejo de la mano para hacerlo ingresar a sus aposentos.

—Fue una tortura convencer a tu hermana de irse al pueblo sola —farfulló Hans mientras ella cerraba la puerta y congelaba las cerraduras. —Pensé que podría pasar más tiempo contigo ahora que tu prometido se ha ido de viaje, pero Anna está más terca sobre convivir juntos estos días —completó él asiéndola de la cintura para darle la vuelta.

La platinada arrugó la nariz. Amaba a su hermana, mas odiaba que su prometido fuese el hombre que ella amaba. Su difunto padre se había equivocado mucho al hacer los acuerdos matrimoniales con los dos príncipes; el pelirrojo de las Islas del Sur era más indicado para ella.

—No tenemos mucho tiempo —expuso desilusionada, porque Anna cambiaría de opinión y regresaría en cualquier momento. Era así de insistente.

—Ningún minuto contigo no vale la pena —aseguró él bajando su rostro hacia el de ella.

El beso que compartieron comenzó como una roce gentil y aliviado que se transformó en una exigencia de más contacto con el otro, donde sus lenguas avezadas mezclaban sus esencias para darse todo lo que eran capaces de entregar de sí mismos; frenéticas y húmedas se unían como muchas veces desde el comienzo de su idilio.

Las manos de Hans tantearon los costados de Elsa de forma apresurada, jalando de ella hacia la cama. Deseaba entrar en su cuerpo, del que se había privado varias ocasiones, aunque no lamentaba las largas charlas y toqueteos de todas ellas, donde conocía más de la mujer que lo había enamorado.

—No podemos acostarnos en las sábanas, acaban de cambiarlas hace unos momentos y será sospechoso si pido otras o mi doncella las ve mojadas —explicó Elsa separando sus bocas.

Él gruñó.

—Quisiera que fuese más normal —se quejó pegando sus frentes, jadeando un poco—. Nuestros encuentros en el ático, tu estudio o la biblioteca superan a tu dormitorio y tu cama.

—Lo sé. —Ella se giró para apoyar las manos sobre los postes de la cama. —Pero también me gusta sentirte de otras maneras —añadió mirando sobre su hombro.

Hans se inclinó a besarla con pasión, de acuerdo con sus palabras. Siempre que fuera con ella, lo disfrutaba; incluso de las maneras reprobadas por las enseñanzas religiosas de toda su vida.

De hecho, era emocionante hacer lo que ellos querían.

Su virilidad ardió y bajó sus manos hacia sus ropajes, deshaciéndose de los impedimentos que le cubrían, que se resbalaron hacia sus pies.

Elsa, por su parte, sostuvo la falda de su vestido alrededor de su cintura, dejando a la vista su redondo trasero descubierto, pues había previsto ese acontecimiento al invitarlo a su habitación y se deshizo de sus ropas íntimas.

Sus pieles se rozaron y él se apartó al sentir la falta de barreras, sonriendo al descender la mirada y ver sus glúteos níveos. Raudo, comprobó que ella estuviera lista para él.

Invitado por su calor húmedo, se sujetó su apéndice con una mano antes de envainarse a su tierra prometida.

Jadearon de placer.

Ella apretó los labios para no gritar al sentirlo retirarse y volver a empujar, ocasionándole un estremecimiento colosal. Si hacían mucho ruido los descubrirían y, pese a planear romper con sus respectivos compromisos, no querían hacerlo de ese modo.

—Me… encanta… sentirte —gruñó Hans embistiendo enérgico.

Su sonido de acuerdo quedó ahogado por el abofeteo de sus pieles, un ruido prístino y sensual que se repitió velozmente con cada deslizamiento de Hans adentro y afuera de ella.

Se sujetó con más fuerza del poste cuando los embates de él aumentaron.

Gimieron en unísono, perdiéndose en las sensaciones.

El encuentro fue rápido; en unas cuantas acometidas más cumplió el objetivo perseguido por ambos, llevándolos a la cúspide que sus cuerpos reclamaban y no deseaban conseguir con nadie más.

—Maldición —espetó Hans al volver a sus cinco sentidos, respirando agitado.

Elsa pestañeó confundida, hasta que notó que no había ningún fluido en la piel exterior de su cuerpo.

El príncipe la hizo darse la vuelta.

—Terminé dentro —señaló abrazándola y presionando los labios sobre su sien.

—Tal vez sea la excusa perfecta para la disolución de los acuerdos y casarnos pronto —replicó la joven apretando sus brazos alrededor de él. Hasta ese día, no encontraban argumentos válidos con los cuales romper esos complicados contratos viejos.

—Preferiría que solo el príncipe Kristoff me rompiera los dientes a hacerte enfrentar al Consejo con este tema.

—Hans, he yacido contigo de maneras que avergonzarían a muchas, puedo soportarlo.

Él rió entre dientes, recordando la curiosidad de ella por el libro oculto en la biblioteca privada del antiguo rey de Arendelle.

—Y amenazaré con congelarle eso que sé por experiencia que tienen.

Los dos soltaron una carcajada, hasta que la callaron ocultando sus rostros en sus cuellos.

—Me encanta cómo piensas, futura esposa.

Si la semilla de él germinaba, solo añadirían un crimen más a la lista, pero a ninguno de los dos le importaba.


NA: Terrible, oremos.

El papá sí que se equivocó a emparejarlas con el príncipe equivocado.

Cuídense.

Besitos, Karo.