Prompt: Disfraz (Página Helsa Amor Verdadero para el Helsatober)
Clasificación: M, Romance/Humor
Ponerse creativos
Elsa cliqueó el botón para cancelar el pedido de telas, de repente no convencida con el disfraz que había planeado hacer para su hija. Sabía que no estaba explotando todo su potencial con ese diseño, que podía dar más para que ella ganara el concurso familiar de los Westergård. Debía mejorar la derrota del año anterior de manos de su primo Olaf, quien fue la sensación ese día de Halloween.
Habría conseguido su tercer triunfo consecutivo si él no hubiese empezado a salir con el hermano mayor de Hans y se animara a participar.
Resopló, bloqueó la tableta y buscó lo necesario para dibujar. Su pequeña había ido al cine con Anna y sus sobrinos, así que tenía que aprovechar el tiempo sin distracciones.
Media hora después y varios diseños descartados, un fogonazo de inspiración alumbró su mente y comenzó a hacer trazos, imaginándose el disfraz que ganaría ese año y sería recordado en todos los posteriores como el mejor. Además, su hija lo amaría, porque todos en casa sentían pasión por la mitología griega.
Idún sería una Gorgona. Tendría un traje recubierto con realistas escamas de reptil verdes, dejando a la vista una armadura de batalla plateada que tapara su pecho y espalda, colocando un cinturón con víboras de ojos negros que sacaran sus venenosas lenguas, y unas alas doradas con forma de murciélago; contrataría a un profesional para que pintara el rostro de su hija con más piel verde de dragón y le agregaría colmillo de jabalí que haría con papel para hacerlos livianos, pues en la cabeza llevaría un casco con serpientes negras.
Hans tenía una especialidad en Robótica, no debía preocuparse por lo que parecía imposible.
Y, por último, en sus manos con forma de garra, ella llevaría dos peluches de animales pintados de color gris para simular seres convertidos en piedra que traía como premio.
¡Era brillante!
Sonrió extasiada. Usarían todas sus energías por ese disfraz; su esposo y ella se limitarían a vestirse como típicos griegos para agregarle protagonismo y mezclarse con su interpretación.
La puerta de su habitación se abrió y giró el rostro hacia ella.
—¿Feliz de verme? —bromeó él sonriendo de lado—. ¿O porque conseguí las hojas que queríamos? —Alzó la bolsa de papel en su mano derecha.
Se mordió el labio inferior; había olvidado que él se fue a una tienda en la ciudad vecina para encontrarlas, siguiendo una recomendación en Facebook. Eran artesanales y más realistas que todas las hojas artificiales vistas hasta el momento.
—He cambiado de opinión y ya no será un hada celta.
Hans enarcó una ceja.
—¿Lo decidiste mientras soportaba el tráfico? —inquirió irónico caminando hacia ella, que cogió el cuaderno y le mostró su dibujo.
Él lo tomó para analizarlo de cerca.
—Al diablo el tráfico, este es un primer lugar asegurado, tendré que apurarme para programar y tener listas esas serpientes para el treinta y uno —dijo él con ojos resplandecientes antes de inclinarse a su rostro. —Eres tan creativa, ángel de nieve —alabó usando su mote como patinadora artística.
Se dieron un beso casto y él se incorporó.
—¿Entonces qué haré con estas hojitas de plástico? —preguntó él espiando en el interior de la bolsa.
—¿Guardarlas para el próximo año? El hada celta sigue siendo buena.
Hans la miró de nuevo y sonrió maléfico.
—Recuéstate en el diván —pidió regresando a la puerta, en la cual puso el seguro. Luego fue hacia su baño privado.
Ella se paró intrigada, no dejándose llevar por su sospecha, y se dirigió al diván dorado estilo francés que él compró cuando ella compitió en Lyon y ganó en representación de los rusos, su país natal, donde vivió hasta mudarse a la nación de su madre, Noruega.
Su esposo se asomó por la puerta del baño.
—Desnuda —agregó él con voz maliciosa.
Elsa sonrió y sintió una chispa de excitación recorrerla. A sus más de cuarenta años sus juegos no disminuían.
Él salió cuando ella ya se había despojado de sus prendas. Los pantalones de mezclilla, su playera de tirantes y ropa interior estaban doblados sobre la silla.
(También tuvo tiempo de darse unas caricias propias.)
Acostada en el diván, vio que Hans traía una canastilla del baño con él, donde tenía las hojitas brillantes de agua.
—¿Por qué no te disfrazamos a ti de ninfa?
Su cuerpo palpitó.
Él se arrodilló junto a ella, mostrando un fuego en sus ojos verdes que rivalizaba con su cabellera roja.
—Una ninfa que se refrescó en un lago —musitó Hans sacando una hojita húmeda, dejando caer gotitas de agua sobre su abdomen con algunas huellas de la maternidad.
Las perlas transparentes fueron esparcidas por su piel, algunas resbalando al ritmo de su respiración errática.
Después de regar agua en su pecho y piernas, Hans colocó las hojitas para tapar sus senos y su monte de Venus.
—Hermosa, deberías ser retratada así —declaró él ronco, admirando su obra.
Ella lo invitó a besarla, sin mover su cuerpo para no arruinar el trabajo de él.
Hans negó. —O… —Sopló una hojita sobre su pecho izquierdo y esta salió volando. —¿Qué piensas del disfraz de Eva?
Elsa se humedeció los labios y él burló su aureola con su lengua, enviando escalofríos por todo su cuerpo.
—Ese me… gusta más —opinó entre jadeos mientras él chupaba el pico erguido.
Enredó sus manos en los cabellos rojizos de su amante, quien rió y se alzó para lanzar un soplido a la otra hojita.
—¿Para qué se necesitan las hojas de todas maneras? —murmuró él y situó sus atenciones al otro montículo.
Sus risas se entrelazaron con gimoteos.
—¿O la ropa? Te quiero sin ella —ordenó arqueándose.
Hans rió entre dientes. Ignorándola, hizo un camino de lameteos y besos desde su esternón hasta su feminidad, a la par que se arrastraba en el suelo para llegar a ella.
No enfadada, se acomodó en el diván y abrió sus piernas ante la invitación de él. Inflamada de deseo, colocó sus muslos sobre los hombros duros de su marido, que se hundió entre sus labios inferiores para estimular su clítoris con la lengua.
Una electricidad siseó en toda su columna, cerca de su clímax.
Los dedos de él se colaron a su vagina e incrementaron el placer que la azotaba, enviando toques a todas sus terminaciones nerviosas. Su cuerpo se endurecía caliente, aproximándose al precipicio; la lava se acumulaba en su vientre, buscando hacer una erupción a todos sus miembros.
Su orgasmo la arrasó cuando él hizo un ataque sin merced a sus dos zonas erógenas, llameando su interior.
Gritó temblando, hormigueos y fuego se extendían más allá de su intimidad.
—Estoy feliz de que cambiaras el diseño. —Escuchó decir a Hans mientras su cuerpo cosquilleaba.
Distinguió el movimiento de la ropa y levantó los párpados para verlo exponer su erección.
—Yo también.
Lo sujetó de las caderas y atrajo la protuberancia a su boca.
Todavía no acababan.
NA: Porque el prompt "disfraz" siempre se presta para la idea obvia ja,ja.
Jugando a mi manera con el "los 40 son los nuevos 30". Diversión de esta parejita en casa.
Cuídense.
Besitos, Karo.
