Prompt: ¿Amor? Piscis, 11, ciberamor (Página de Facebook Es de Fanfics para el Cuarto Desafío relámpago de fanfics - crea un Oneshot/Drabble no mayor a 2000 palabras con lo asignado a tu signo zodiacal.
Clasificación: T, Romance/Drama
Número de palabras: 1,999
NA1: La agorafobia está catalogada como un trastorno de ansiedad, en palabras cortas es una fobia a espacios abiertos y escenarios desconocidos (es más complejo que esto).
Juntos
A un lustro sin ningún síntoma (físico) de la agorafobia que la aquejara trece años, Elsa se sentía lo suficientemente segura para reunirse en persona con Hans, el conocido virtual que había mantenido desde su adolescencia hasta la adultez.
Él había sido un contacto de una página de mascotas virtuales, en la que ella entrara al recluirse en su hogar por ese trastorno incapacitante que había desarrollado a temprana edad (debido a la terapia comenzada a los dieciocho, tras la muerte de unos esnobistas padres que veían el acompañamiento psicológico con desdén, había sabido que su origen era un trauma infantil relacionado con su fallecida hermana y el crudo invierno en unas vacaciones). Hans se había sentido atraído por su curiosa opción de un pingüino, entre la vasta lista de animales de las que ser dueño, como el caballo escogido por él.
Resaltar las virtudes de cada especie había comenzado una amistad, lentamente transformada en un flirteo que en el presente la excitaba a mediados de la noche, tomándose recesos de la elaboración de planos para su emprendimiento arquitectónico dirigido desde casa.
Era insólito que se condujera al orgasmo por un hombre del que no conociese su imagen completa —solo había visto de él un ojo esmeralda detrás de un lente de montura negra, algunas hebras de cabellos bermellones, unos bíceps marcados y unas masculinas manos grandes—; así como del que debería sospechar por su personalidad desconfiada.
Sin embargo, más de una década en la vida del otro, teniéndose como compañía en sus momentos difíciles, le hacía ignorar hábitos aprendidos.
…Aun así, seguía siendo lo bastante sensata para verse en un sitio a la vista de todos (si bien era más íntimo en consideración a ella).
Elsa sonrió con hormiguitas en el estómago.
Moría por conocerlo y que se tocaran reafirmando la sensación de realidad. Lo iba a permitir; con él no le molestaría el contacto físico.
Estaba enamorada.
Agitó su cabeza y continuó andando.
Al salir de la estación de metro inspiró profundo varias veces. El bullicio de la ciudad seguiría inquietándola siempre, aunque afortunadamente ya no le hiciera sudar, temblar y marearse mientras su pecho pareciera a punto de estallar en pedazos.
Enfrente de un escaparate de tienda no pudo evitar fijarse en su apariencia. Comprobó que los tirantes de su primaveral vestido celeste no se hubieran movido de su sitio, corroborando a su vez el estado de su trenza francesa y el ligero maquillaje en su rostro. Quería lucir perfecta.
Abrazó su cuerpo expectante y de nuevo prosiguió su camino.
Pocos metros después la aplicación de su móvil le anunció el restaurante objetivo. En la entrada de Oaken's, un amigable hombretón de cabellos zanahoria le dio la bienvenida y dirigió a una mesa en la esquina del establecimiento, reservada por su acompañante, al que aguardaría para ordenar. Él no comentó sobre su muy anticipada llegada, limitándose a actuar servicial.
Le sorprendió sobremanera que la mesa estuviese disponible.
En lo que esperaba por Hans, ella observó por primera ocasión a su alrededor. El local era de estilo hogareño; había paredes y arcos de piedra, vigas visibles y pisos de madera rústica; tenía tonos cálidos y fotografías de familiares con marcos de diferente clase.
Amó los apliques de faros antiguos; daban un espléndido ambiente al restaurante.
Hans sabía tanto de ella que había elegido bien el lugar. Le gustaba sentirse cómoda y en casa.
El sonido de la vibración de su teléfono contra la mesa de roble la hizo dejar de inspeccionar y atenderlo.
El corazón le saltó en desespero al ver el nombre de Hans en la pantalla. Podría querer cancelar; trabajaba en inversiones y ese tipo de empresa se entrometía en su tiempo.
Su imaginación fue más lejos y temió que le ocurriera algo.
Finalmente le había insinuado que se vieran en persona, después de años consciente de compartir ciudad, y su encuentro era truncado.
—Contrólate, Elsa —se reprendió en voz alta antes de contestar la llamada.
—Eres hermosa.
El vientre se le estremeció al oír su tono ronco, olvidándose de sus suposiciones.
Estaba allí, viéndola desde alguna parte. Había adivinado que su paranoia sobre contratiempos le haría aparecer pronto.
Sus ojos otearon alrededor y no hallaron a nadie hablando por teléfono, ni con manos libres.
—Tu cabello platinado es más bello que en imágenes y tienes unos ojos azules de ensueño. Dos joyas perceptibles a metros de distancia. Únicos. —Se le calentó el rostro. —Y esos labios rosas, quisiera besarlos… ah, también ese sonrojo.
—Hans… —Suspiró su nombre.
—Mi Ahtohallan —su apodo hacia ella le bombeó con fuerza el corazón—; no eres una escultura de hielo en lo absoluto, como dijiste. Pero sí eres arte.
—Ven, muéstrate —pidió en un susurro.
Él rió gravemente y ella sintió electricidad en su abdomen bajo.
—No puedo andar todavía, tengo un problema evidente.
Se cubrió la boca con el rostro más cálido.
—La idea que me creé de ti dominaba mis fantasías y ahora… me faltó imaginación y necesito calmar esta ansia. ¿No queremos que lo primero que veas de mí sea mi entrepierna, o sí?
Elsa soltó una pequeña risa divertida. Le daría una ojeada al contemplarlo de pies a cabeza, mas ahora sus ojos se enfocarían mucho en sus pantalones.
—Me encanta oírte reír, Elsa mía, ese bello sonido ha sido mi antídoto en las oscuras horas de mi vida.
Le conmovió ser su ángel en la violencia familiar de la que él había escapado al cumplir la mayoría de edad.
—Tú has sido mi único confidente y compañero, mi amigo y amor —murmuró suave.
—Siempre seré tuyo y tú mía —expresó Hans vehemente, con esa posesividad que había surgido en tiempos más recientes, creadora de una insana complacencia para ella, que nunca había sido apreciada los demás. Era su tabla salvadora, su apoyo, su constante; se trataba de su exclusivo contacto con el mundo, el que la había querido desde joven y nunca la había presionado.
Quince años hablando a la distancia, sin revelar sus caras, les había formado un vínculo singular e irrompible.
—Siempre —respondió con el corazón latiendo a mil, sin miedo a un ataque por estar puertas afuera. Era diferente, la movía un sentimiento de amor que no había tenido por nadie.
—Y mucho más allá —agregó él haciendo que su piel se enchinara, pues lo había dicho directamente a su oído.
Aspiró con fuerza llevándose una mano al pecho.
—No voltees, por favor —dijo él cuando ella pretendía hacerlo.
Elsa asintió y a ciegas apretó el botón rojo de su teléfono, no cayendo en la tentación de espiarlo por el cristal.
—Mi Ahtohallan. —Las palabras de él le acariciaron la piel de su mandíbula y ella cerró los ojos, apreciando su voz fuera de un aparato.
Era más rica y varonil, si podía serlo; tan sensual que le erizaba todo el cuerpo.
—Al fin puedo olerte… cacao y jazmín.
Él, en cambio, tenía un aroma a cítricos y romero, ácido y solo un poco suave, acordes a su forma de ser cultivada en treinta años viviendo.
Hans la abrazó por detrás y ella presionó ambas manos contra su antebrazo.
Los ojos se le humedecieron de la emoción; a los trece no hubiera pensado que tocaría a la persona que cuidaba con afecto a un gracioso caballo de mentira.
Un beso delicado se presionó en su sien.
—Déjame… verte —suplicó entrecortadamente.
Unos tensos segundos transcurrieron.
—Estoy inseguro —confesó él a poca voz. —Uso sombrero y mis gafas para que no sepan quién soy… y tú… si lo haces no sé qué podría pasar.
Frunció el ceño y sus manos temblaron sobre su piel caliente. ¿Habría algo malo en que lo vieran?
Tragó saliva con dificultad.
—Vamos a comprobarlo.
Él suspiró soltándola.
Ella entrelazó sus manos con la respiración y latidos acelerándose mientras él pasaba por su derecha hasta sentarse.
Jadeó.
Vio a través del gorro y los anteojos, contemplando el tono dorado y la sonrisa torcida que caracterizaba a ese guapo hombre del medio.
Acostumbraba a ver películas, y, pese a no hacerse fanática de los participantes, lo reconocía. Era un actor muy famoso y talentoso, ganador de premios, que atraía por su recelo de compartir su intimidad, tanto como su sencillez y celibato.
Le pareció que su mundo se rompía en millones de trozos de hielo.
—Me has dicho que te apellidabas Westergaard, eres Hans Green —manifestó ansiosa, sintiendo que sus orejas palpitaban. —¿En qué más me has mentido?
Él encogió los hombros por su gravedad y negó.
—Te dije mi nombre verdadero, ni mi representante lo conoce. Solo omití la carrera por la que opté, te alejaría.
Sonaba sincero… pero era bueno para fingir. Le pagaban para pretender, era alabado por su capacidad camaleónica.
¿Y si decía la verdad? Lo había conocido cuando no salía en la pantalla.
El estómago se le revolvió y las náuseas le hicieron marearse.
No había futuro para ellos. Siempre habría alguien persiguiéndolo, no habría paz.
Se puso en pie y salió corriendo con desesperación, asombrada porque no le escuchara llamándola detrás.
Logró abandonar el restaurante y correr múltiples calles sin interrupción de él o las reacciones de su fobia. Solo le corrían lágrimas por las mejillas de la decepción y desesperanza.
Ya no le quedaba alguien importante.
Al doblar una esquina unos brazos la atraparon y cubrieron la boca. Frenética intentó soltarse.
—Ya has quemado tu energía.
La voz de Hans le paralizó. ¿Cómo había llegado frente a ella?
—Vamos.
Él la guió hacia un automóvil negro con chófer e ingresó con ella a la parte trasera, privada para el conductor.
Inhaló al descubrirse su boca y se pegó al lago contrario del compartimiento.
Hans le dio una sonrisa enigmática y lastimera. Ella estaba pasmada.
—Soy un actor, Elsa, tengo dinero, mucho, he ahorrado y acumulado fortuna en la Bolsa para ti. Con tu herencia podremos formar una vida juntos. —Él le cogió la mano y la apretó antes de besarle la palma, fervoroso.
Sus ojos esmeralda brillaron con ardor y su mente confundida fue capturada por ese ímpetu hacia ella, viendo en dos órbitas lo que únicamente había observado en una sola.
En la fotografía su emoción era opacada.
—Yo te cuidaré, mi Ahtohallan. Podrás estar en mi casa y no tendrás que salir para nada. Con mi ayuda evitarás a todos como siempre has querido. Te alejarás del peligro, no habrá daños ni multitudes, existirá un lugar seguro para ti, solo conmigo. ¿Recuerdas cómo era no pegarte a la gente? ¿No tener que cuidar tus espaldas? ¿No evitar esos toques sucios de los hombres? ¿Respirar un aire puro? ¿La tranquilidad de estar en tu espacio conocido?
Sus palabras sedosas fueron tentadoras y pensó en ese tiempo encerrada, donde solo valía su silencio, la falta de responsabilidad y la ausencia de toma de decisiones. Regresaría dentro de sus confortables muros y se guardaría de un exterior cruel que le recordaba una conducta infantil recriminada por sus padres y todos excepto Hans.
Simplemente estaría él, como en más de la mitad de su vida. Hans accedería a lo que ella no quería afuera y le proveería de un mundo cómodo sin complicaciones.
Las palabras de su psicóloga Úrsula —quien hasta la fecha desconocía la existencia de su hombre cibernético— le hicieron pausar su respuesta unos momentos. Debía analizar y buscar lo más autónomo y benéfico para ella, algo tan frustrante.
—He planeado y esperado años para tenernos mutuamente, Elsa. Confía en mí, nos hará bien, es lo que nos merecemos. —Él besó sus nudillos y el gesto la enamoró. —No tenemos que vivir juntos a partir de hoy o mañana. Solo quédate conmigo. A quien conoces.
Sonrió lentamente, dejándose llevar por lo menos angustiante.
Úrsula no había vivido lo que ella, ni él. Estaba equivocada y le ocasionaba dolor con sus palabras.
Hans no.
Con inmenso alivio ante ese paraíso que él proyectaba, ella asintió y se lanzó a él.
(Por estar abrazándolo, Elsa se perdió la satisfecha expresión obsesiva del pelirrojo.)
NA2: ¡Hola!
Tener un límite de palabras no me permitió explorar adecuadamente, pero la cosa aquí es que Hans la manipula porque se obsesionó con la única que lo ha querido, usando ese trastorno que del que ella no ha salido para usarla a su conveniencia. Iba a dejarlo en final abierto, pero la última línea me tentaba mucho. La idea principal es no fiarse de quien conoces por internet y que la mente es tan grandiosa y compleja para rebasar hasta sus temores si otra emoción es superior; Elsa ha desarrollado algo fuerte por él, y sigue el prompt "¿Amor?". Ah, también ya sabemos que cada cabeza es un mundo.
Úrsula una psicóloga clínica aquí, simulando que todo lo de la película "La Sirenita" podría ser una metáfora terapia (no es que sea exactamente de ese estilo y hay huecos argumentales en esta suposición). Ella dice verdades que Ariel no quiere ver, aparte le encamina a tener piernas, o cómo poder andar su propio camino. El enamoramiento con Eric hace que Ariel la vea como una villana que, con su intención de guiarla en una relación sana, se entromete entre los dos. Pierde la voz, sus pensamientos y opiniones, porque estos parecen malos desde los análisis de Úrsula (querer ser todo para él). Ariel la percibe como la mala por sus estrategias de separarlos, pero al final Úrsula está intentando que no ganen los pensamientos de Ariel de hacer todo con tal de ser una mujer digna y querida por un hombre, sino de sentirse bien y aceptarse a sí misma. Desaparece y es vencida cuando Ariel se da cuenta de lo que es la realidad y ya no necesita terapia porque es feliz, saliendo del lugar (agua), donde no se encontraba a gusto.
En fin, gracias por leer. La convocatoria de Es de fanfics está abierta del 11 al 16 de febrero, ¡participen!
Besos, Karo
Guest: I tried to do my best with the prompt. Ha,ha. I'm glad you enjoyed the plot, though it was so short and gave too much info. Yeah, there wasn't anyone bettet to be the villain than Weselton, he and his witches.
