Prompt: Encierro, encantamiento, púrpura - Helsatober de la página Helsa Amor Verdadero.

Clasificación: T, general.


Cercanía


La pesadilla de Elsa había comenzado con un bello halo púrpura rodeándola.

Una luz incomparable y digna de admirar.

Habría sido hermoso contemplarle, si no observara con inquina que su indeseado visitante al bosque también era víctima de ese acontecimiento, y que este los acercaba.

Aquel día, sin saber la razón, había quedado unida a Hans Westergaard, en la peor forma de encierro experimentada en su vida. Prefería estar atrapada de nuevo en su habitación, compartiendo su miseria con el miedo, escuchando los constantes llamados de Anna, la simpatía de su madre y el razonamiento de su padre, que no poder separarse del sujeto que detestaba.

En realidad, la magia que formaba parte de la zona vinculada a Ahtohallan y a los espíritus, no era demasiado comprensible para ella. Como ser humano, no entendía ni era capaz de conocer todos sus misterios, pero al ponerla en ese encantamiento con Hans, casi había perdido mucho de su respeto. No tenía ningún sentido el mantenerla cerca de un hombre perverso, el cual una vez había intentado asesinarla al hallarse a una distancia tan corta.

Ahora ya no tenía en qué beneficiarse con matarla —exceptuando que, quizá, podría liberarse—, mas era inseguro estar en su presencia.

Así pues, no poder alejarse más de diez pasos de él, si no quería sentir un dolor muy agudo, era inaudito, terrible, sin ningún uso para nadie.

Y —esperaba— hasta no averiguarlo, las posibilidades de romper ese estado maldito eran pobres, a menos que optara por la salida ruin de terminar con su vida, una alternativa que ella no se atrevería nunca, por muchas excusas que le diera él con su comportamiento insoportable.

Muchas, muchas excusas.

Era demasiado creído, no cooperaba sin coacción, toleraba muy poco, poseía un discurso grosero, actuaba impertinente…

Tenía tanto por reprobarse de él y por lo que el mundo agradecería no tenerlo en medio, pero simplemente no podía hacerlo, resultando en tener que aguantarlo, como decían Honeymaren o Ryder, quienes opinaban no parecía tan mala persona (influenciados por las farsas en las que Hans era experto).

Ni siquiera podía tener la privacidad deseaba para hacer sus necesidades y cualquiera la comprendería si lo borraba del mapa para ese bienestar.

Resopló.

—Habías estado muy callada —observó Hans, quien estaba concentrado en una de sus ocupaciones comunes y que nadie pensaría; componer artículos de vestimenta. En sus tres meses allí, tendía a recibir los zapatos, pantalones, vestidos, o cualquier objeto de la gente, arreglándolo.

Incluso tenía buen ojo para los diseños de la comunidad, reparando a la perfección esos detalles.

Esa vez tenía una camisa femenina.

¿Cómo habría adquirido ese conocimiento?, se preguntaba. Tanto como lo hacía por la causa de su visita a Arendelle y encontrarse en ese sitio en particular. En su reclamo el día que comenzara todo, no había llegado a interrogarlo, y hasta el momento no había hecho algún intento al respecto. Se negaba a convivir más de lo necesario con él, aunque hiciera sus días más largos e inquietantes.

Tampoco había podido ir a visitar a su familia, y comenzaba a hacer mella en su ser. Hasta le ocultaba la verdad (mentía) a Anna; pronto tendría que decidir si revelar lo que sucedía o ser más creativa en explicar sus ausencias, o de lo contrario su hermana aparecería allí.

—No soy una persona conversadora —repuso con sequedad.

Él rió entre dientes.

—Es bueno que te disculpes, con Anna cerca es imposible que aprendieras. Disfruta sus monólogos —expresó él claramente divertido.

—Deja de meterte con mi hermana —rezongó molesta, preguntándose por qué le había permitido terminar la frase, sabiendo lo que vendría—. ¿Cuántas veces tengo que advertírtelo? Hay un límite a mi paciencia —dijo levantándose del pasto para recorrer la poca distancia que había entre ambos.

Hans la miró desde su lugar, sin ponerse en pie, nada intimidado por su altura o sus manos extendidas.

—Para variar, sería algo interesante por aquí —replicó él, sonriendo de lado. —Un poco de tu magia nos caería bien este verano. Además, no miento sobre las cualidades la intachable reina Anna. Si supiera escuchar, si pudiera observar…

—Que venga de un dechado de virtudes —interrumpió enfadada.

—¿Cuál es tu punto de comparación? ¿Anna? —cuestionó Hans burlón.

Apretó los dientes y se inclinó hacia él para cogerlo de la muñeca, dándole un tirón.

—Vamos.

En otro momento no le habría pasado desapercibido que Hans no tratara de averiguar su destino; él simplemente se levantó y la siguió en los pasos establecidos por ella como distancia obligatoria.

En su rostro debía verse alguna expresión, porque con todo el que se cruzaron no le dirigieron palabra, más que saludar a Hans, incrementando su irritación. Era increíble que convivieran mejor con él, conociendo su historial; ella era familia.

Al llegar a su tienda de campaña, lamentablemente compartida con Hans, cogió su pastilla de jabón, toalla y peine, yendo de vuelta al bosque para visitar una zona del río poco visitada. No quería un cubo con agua para asearse, quería un buen baño, una buena relajación.

Hans siguió silencioso en toda su travesía.

—Habrá consecuencias si espías —dijo en tono autoritario al encontrar su objetivo.

A pesar de que podía crear una barrera de hielo, no quiso dedicarle demasiada energía, estaba agotada mentalmente para querer más que un baño.

Y llevar su biombo habría sido más trabajo.

Él soltó una carcajada.

—No me gustan las rubias.

Elsa se giró con el ceño fruncido, sin detenerse a pensar por qué no le parecía excelente que se escapara de sus intereses. Solo le pareció una crítica a su característica personal más notoria.

—¿Qué hay de malo con las rubias?

Pareció sorprendido unos segundos, haciéndole caer en la cuenta que prácticamente nunca hablaba, si no era responder a algún comentario —generalmente de Anna— o dar una indicación.

Él se encogió de hombros y eligió una roca para apoyarse, al sentarse en el pasto, cruzó sus brazos detrás de su cabeza, que descansó en ellos, y cerró los ojos.

Hizo un mohín con su boca, decidiendo olvidarse del asunto.

Iba a deshacer su vestido de hielo cuando él habló:

—¿Quieres saber por qué? —Hans no había abierto los ojos, pero sonreía. —Todas me recuerdan a ti, de cuando te deseé al verte durante tu coronación. —Parpadeó asombrada. —Pero no te preocupes, Elsa, el día que estés desnuda ante mí, será porque lo deseas. Y un espectáculo más excitante.

Tardó unos segundos en reaccionar. Cuando lo hizo, le lanzó una bola de nieve al rostro.

Él rió a carcajadas. Sin embargo, no alzó los párpados mientras se quitaba el hielo de la cara.


¡Hola!

Este corto había sido ideado como dos Erasmus encerrados por un raro encantamiento, haciendo una adaptación de la pandemia, pero enfocado en el final de la convivencia, solo que no quería echarle la sal. Usé esto, algo similar a una idea larga que iba a escribir, aunque ahora tendría que pasar un rato si aparece publicado ja,ja.

En fin, espero disfrutaran este ombligo de la semana Helsa.

Besos, Karo.