Prompt: Sirviente, tormenta, snowgie, terror, cristal, horizonte, muelle, vela, comida, copo de nieve - Helsatober de la página Helsa Amor Verdadero.
Clasificación: M, romance
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Cuando la iluminación del día se acababa, los habitantes del castillo dormían y solo permanecía la vela del desafortunado guardia nocturno, era el momento en que el peligro acechaba. Silencioso, taimado y desconocido para muchos, el sirviente de la oscuridad salía libre de su guarida, buscando incansablemente a su única presa, tan protegida de su alcance hasta hacía poco y ahora el objetivo más anhelado.
La joven reina era suya.
Ella era la doncella predestinada para él; tan fría como su cuerpo, aun conservando la deliciosa sangre en sus venas, que resplandecían su boca suave y los labios ocultos de sus piernas, Elsa poseía lo que ese demonio había estado deseando por siglos. Prometida a él milenios antes, por fin había encontrado a la humana capaz de soportar su energía y disfrutarla, no como las demonizas halladas en su larga existencia.
La reina había sido dotada con poderes de hielo, que nada atemorizaban a un proveniente del infierno, pues en contra de las leyendas, su hogar no estaba repleto de llamas que motivaban el terror esparcido por los clérigos, sino se caracterizaba por una gélida temperatura, igual que el vacío y el fondo del mar. Allí todo era un horizonte lúgubre, pasando el muelle que conectaba el inframundo y el reino de los mortales. Las almas sufrían más con esa oscuridad tenebrosa y los efectos de la sensación corporal heredada de su vida en la tierra; eran más resistentes al morir, pero no tanto como para pasarla bien en su morada de castigo. A veces caían tormentas de copos de nieve y cristales que sepultaban y herían a los condenados, que cuando desaparecían formaban "snowgies", pequeños hombres de nieve que presumían ser adorables y un consuelo, pero que pronto se tornaban en la fuente de pesadilla más grande para el atrapado en su encanto.
(El panorama invernal era agradable cuando eras especial para el infierno.)
La habilidad de Elsa de crear hielo era la prueba suficiente de lo que para ella había sido preparado.
Y él la alistaba aún más para recibirlo.
Llevaba cinco años visitándola, tentándola en la inconsciencia hasta hacerse visible, aprovechando el tiempo que un estúpido troll bueno le había quitado. Hasta los veintiún años de Elsaº la criatura le había puesto protección para no conocerse su identidad, confiando que ella era la representante para acabar con los seres del infierno, a la que ellos seguirían en la batalla (no debía saber de las condiciones abajo).
Si Elsa no hubiese liberado una potente fuerza de magia a esa edad, no habría roto el sello y él no lo habría sabido, perdiéndose hasta muy tarde de su compañera.
Aunque agradecía que las acciones del troll alimentaran un coraje que él usara a su favor.
Encontró la puerta de los aposentos de Elsa, visualizando la comida que hallaría al otro lado. Se saboreó los labios, recordando las mieles brotadas de su vagina, un manjar sin el que no podía subsistir. La eternidad sería sumamente dichosa con aquel regalo. Se había regocijado cuando ella lo dejara salir mientras él torturaba su feminidad, sabiendo que el placer le hacía perder la tonta inhibición enseñada en la época. A su merced, había aflorado la verdad y la sensualidad de una mujer que representaba pecado.
Entró atravesando la puerta, igual que ocasiones anteriores; podría aparecer directamente allí, pero era más excitante la espera de recorrer los pasillos.
La bienvenida de ella fue inesperada, mas bastante grata para su pene y la muestra que esa era la noche para poseerla por completo.
En medio de su suntuosa cama de sábanas blancas, ella vestía su traje de nacimiento, mientras acariciaba uno de los botones de su pecho y el escondido en su entrepierna, sin ningún pudor en el rostro que señalara su arrepentimiento.
Decidiendo rápido que por esta ocasión no disfrutaría el espectáculo, se permitió ser visto al mismo tiempo que chistaba con la lengua.
—Tsk, tsk, mi damisela no pudo esperarme.
Ella jadeó y abrió los ojos abrumados, que se extasiaron pletóricos al mirarlo.
—Hans —saludó Elsa, utilizando el nombre que le había sido otorgado como burla al de arriba, por ser uno de sus favoritos.
—Te has adelantado, pero te felicito por hacerlo, me encanta que seas atrevida y no solo esperes a mi presencia, tú debes buscar tu disfrute propio, belleza.
Había aprendido bien. Los limitantes de la tierra eran ridículos, aunque terminaban por mandar a más personas al infierno, que el caso contrario.
Elsa sonrió presuntuosa y apartó una mano del pasaje en sus muslos, elevando un dedo pegajoso que deslizó desde su ombligo hacia el valle entre sus pechos.
En su desnudez habitual, fue notorio el mayor vigor que adquirió el miembro de Hans, y se presumió en su andar a la cama.
—Traviesa —halagó acomodándose en medio de sus piernas abiertas, una de las cuales alzó para besar su rodilla y hacerle sentir su palpitar en la abertura de ella.
—Los días son tan aburridos que me divierto por la noche —compartió ella con burla dramática.
—No te limites, belleza, puedes divertirte siempre, conmigo.
—¿Y cuándo llegará el siempre? —inquirió un poco enfurruñada y él soltó una risa socarrona, consciente de que lo decía constantemente, sin dar una fecha.
Se inclinó y lamió el casi seco rastro de elixir que ella había dejado en su abdomen.
En tanto ella jadeaba por la anterior caricia, mordió el pulgar de ella que sujetaba su pezón, dejando libre a su pequeño para lisonjearlo.
—¿Qué te parece esta noche? —sugirió en medio de su tarea, espiando su rostro.
El ansía y satisfacción de ella rivalizaron con los suyos.
Elsa lo tomó del pelo y terminaron besándose de una forma voraz, combinando sus labios, lenguas, salivas y alientos sin cesar, como si no pudieran tener suficiente del otro, nada lejos de la realidad. Su reina de hielo era su adicción y él se había encargado de volverse la de ella.
Por la necesidad de respiración de su fémina, se separó de su boca y continuó disfrutando del resto de ella, besando y chupando un camino desde su garganta a la punta de sus pies, endureciéndose todavía más con sus gemidos y temblores. Estratégicamente evitó su centro hasta el final, porque era un premio que lo merecía.
Lo absorbió con su nariz antes de que su lengua y dedos hicieran lo que quisieran con ella, bastante dispuesta a entregarse.
Ambrosía era quedarse corto, pero no había palabras exactas para describir lo que era el paraíso de ella, tan perfectamente mezclado con las exclamaciones de fascinación que provenían de más arriba, del mismo modo que su rostro abandonado a lo que le hacía su hombre.
Cuando Elsa se vio plena por segunda vez, él se montó de nuevo en ella, no aplazando más la unión postergada por años. La habría tomado a la fuerza, pero no habría ganado su confianza ni la entrega que hoy tenía y era brillante en sus ojos cerúleos, que aguardaban.
La besó cogiendo su virilidad para posarlo en sus labios consentidos, dándole a su boca un entretenimiento propio.
A ella no le dolería. Era afortunada, gracias a estar con él, no iba a sufrir por la penetración de un macho. Era una habilidad superior al incubo; solo le daría éxtasis, su cuerpo ya estaba enmudecido a otra sensación.
Se adentró de golpe, descubriéndose ciego unos segundos, impactado por la unión. Era un molde magnífico a su hombría, lo abrazaba palpitante con la misma fuerza que sus miembros superiores se acogían, encajándolos como rompecabezas, perfectos para el otro.
—Tan bien —musitó Elsa, rompiendo momentáneamente su beso. —Mucha falta —añadió pegando una y otra vez sus labios, que él aceptaba gustoso.
—Porque eres mía —expresó dominante, comenzando a embestirla.
Su cuerpo pocas veces alterado, se accionó con el acto, casi como al de un humano, calentándose y corriendo en el interior, imitando al de su compañera, haciendo de ese momento un evento singular y extraordinario.
Una y otra vez bombeó desesperado, recibiendo los envites similares de ella, peleando ambos por la cúspide que sentían en cada rincón de su ser, escondida en los orgullosos sonidos de sus pieles golpeándose. La cavidad de ella lo recibía resbaladiza y su pene se envaraba descontrolado al hallarse al fondo, queriendo ir más allá y abarcar todo de Elsa.
Demasiado pronto y tarde a la vez, la sintió contraerse y liberarse sin vergüenza. Él mismo gritó al terminar, fundiendo su voz con la de ella.
Cuánto se había perdido hasta ese momento, pensó al volver en sí, girándose en la cama para ponerla encima suyo, sin salir de su rincón exquisito.
Escuchó a lo lejos unos murmullos, divirtiéndose al darse cuenta que habían sido descubiertos, aunque a esas alturas no le importaba. Se encargó que la puerta permaneciera trancada y que Elsa no se percatara de cuando alguien llegó a llamar a su dormitorio.
Sucediendo esto, y ella todavía recuperándose del ejercicio a su cuerpo, tuvo una visión que lo satisfizo; capaz como era de ver el futuro en corto plazo. Su semilla la criaría pronto, ella estaba redondeada y fructífera con un vástago suyo.
Con eso y la voz de la hermana de ella al otro lado de la puerta, alargó una uña de su mano. Picó su dedo, de él brotó una gota de sangre negra.
—¿Preparada para abrazar mi oscuridad hasta el fin de los tiempos? —preguntó.
Ella alzó la cabeza y abrió la boca con una mirada provocativa. Él deseó introducir su miembro, pero tenía prioridades.
Le dio su sangre y los desapareció.
Elsa me acompaña en el infierno, se encargó que dijera una nota.
¡Hola!
Para terminar, lo más cerca al propósito de los retos de octubre. No es terror u horror, pero sí un demonio ja,ja. Medio cursi, pero si Lucifer puede dirigir un club y ser suave ja,ja.
Gracias por leer otra edición.
Besos, Karo.
