El último fanfic
Hola, me llamo Daniela. No, no soy FHix. La verdadera FHix, que es mi compañera de cuarto, lleva semanas desaparecida y aún no hemos podido dar con su paradero. Al tratarse de un caso sensible, no daré su verdadero nombre, aunque tampoco creo que sea necesario en esta plataforma.
Tengo acceso a esta cuenta porque tiene la contraseña guardada en el navegador, básicamente siempre está abierta en su computadora. Es una de las cosas que ella dejó en el departamento que compartimos, al igual que la computadora donde encontré este fanfic. Sé que ella es muy fan de My little pony: Friendship is Magic, y hemos hablado mucho de la serie a pesar de que yo no soy fanática ni nada. Recuerdo que ella siempre me dijo lo mucho que la sorprendía el cómo la serie había podido no sólo captar la atención de un público masculino de todo tipo de rango etario, sino todo el movimiento cultural que significó en Internet y la vida real.
Bueno, pero no estamos aquí por eso. Antes de desaparecer, me había dicho que estaba emocionada porque había comenzado a escribir un nuevo fanfic después de muchos meses de bloqueo creativo. Yo le cuestioné, como tantas otras veces, por qué no se ponía las pilas en completar los fanfics que aún tenía en progreso (que hasta el momento cuentan más o menos la mitad de lo que tiene escrito y publicado acá), y ella me juró que con este iba a ser diferente, que escribiría todos los capítulos primero, y luego los iría publicando de a uno. Alguna vez también le comenté que veía en ella un gran potencial como escritora, y que por qué no se animaba a escribir y publicar historias propias, originales. FHix me respondía que no se sentía segura aún para eso; tenía algunas ideas para cuentos y novelas pero no las consideraba gran cosa. Hasta cierto punto, la entiendo: escribir fanfics es más fácil porque ya trabajas con unos personajes y un mundo previamente construidos.
Ayer estuve mirando en su notebook a ver si podía encontrar algo que indicara a dónde se fue. En el escritorio de la pc me encontré con un archivo del bloc de notas que decía "Léeme, Daniela" y cuando lo abrí, había un mensaje para mí, donde ella ponía que tenía que irse por un tiempo y que no me preocupara por ella, porque estaría bien. Además, y aún no entiendo por qué, me pedía que por favor revisara su cuenta de FanFiction cada tanto, para ver si alguien dejaba comentarios en sus historias y todo eso. No mencionaba nada de que yo continuara escribiéndolas, y tampoco me atrevería a hacerlo sin su permiso, ya que las ideas de cómo sigue cada fanfic están exclusivamente en su cabeza. Y yo no sé telepatía, no puedo leer mentes.
Con este fanfic es diferente porque, si bien no está completo, creo que es una de sus mejores historias y me parece digno de ser leído. A partir de lo que leí cuando entré a la carpeta donde ella iba guardando los capítulos que escribía, no dudo de que estaba llegando a una etapa de amplia madurez narrativa. Mierda, este fanfic hasta podría haber funcionado como su primera novela policial, porque la trama que pude deducir de lo que tenía escrito hasta ahora pegaría más con un thriller que con un mundo de magia y ponis de colores pastel como lo es My little pony. En su defensa, puedo decir que al menos no es una de esas desastrosas fantasías de poder donde los autores se auto insertan en la historia y meten descarados plagios al animé, especialmente Dragon Ball y Naruto.
Sé que actualmente lo que los bronis llaman la "G4" ya culminó. De hecho, este fanfic arranca en el final mismo de la serie, pero cambiando drásticamente los sucesos, porque en vez de ser convertidos en piedra, los tres villanos principales… bueno, mejor no los voy a spoilear, como dicen en Internet.
Lo que van a leer ahora vendría a ser el primer capítulo del fanfic, que extrañamente no tiene ningún título. Cada vez que se le ocurría una historia nueva, lo primero que FHix tenía decidido era el título. Pero este fanfic no lo tiene, y por respeto a la obra de la autora, voy a ponerle el título provisorio de "El último fanfic" hasta que ella vuelva y retome el control de todo.
Es probable que aún le falten detalles por retocar a este capítulo, sobre todo en lo que refiere a cosas que pasaron en los episodios finales de la novena temporada. Por supuesto que ella los vio, y tenía la intención de volver a mirarlos pero nunca se hacía de tiempo. Así que, si alguno de ustedes, que seguro saben más del tema que yo, encuentra alguna discrepancia con lo canónico de esos episodios, no duden en comentarlo para que FHix los corrija cuando regrese.
A pesar de haber sido encerrados nuevamente en las cavernas de cristal debajo de Canterlot, todos mantenían firme la esperanza de que Twilight y sus amigas encontrarían una forma de derrotar a sus enemigos, salvando así, una vez más, a Equestria.
Pero entonces ocurrió la primera anomalía.
Al principio, no sospecharon nada cuando Fluttershy apareció sigilosamente. Ni sospecharon tampoco nada cuando ella liberó solo a Discord, golpeando la cadena del draconequus con una piedra, e indicándole mediante susurros que la siguiera. Pensaron que había alguna estrategia detrás de todo ello. No les pareció extraño que no intentara liberar a nadie más, pero eso quedaba justificado por la resistencia del material viscoso que recubría el hueco de la celda de cada uno. Aunque algo en su forma de actuar, de moverse, no se veía tan auténtico, y de eso se dieron cuenta más tarde.
Después de que la pegaso saliera acompañada por Discord, pasaron un rato sumidos en un silencio inquietante. Ni las princesas ni los Pilares de la Armonía comprendían el por qué de ese silencio, que se volvía cada vez más abrumador por la incertidumbre de no saber qué estaba ocurriendo afuera.
El eco de un bramido remoto provocó que se les erizaran los pelos del lomo. Algo fue cambiando en la atmósfera, no podían determinar qué. Y lo más preocupante era que ni Discord ni Fluttershy ni ninguna de las amigas de Twilight había venido a rescatarlos y avisarles que todo había terminado. Cuando oyeron unos ruidos provenientes del oscuro pasillo, comenzaron a dar voces pidiendo ayuda.
Iluminado por la luz que emanaba de su cuerno, un unicornio de la Guardia Real salió corriendo de la penumbra. Se veía tembloroso, con algunas marcas de reciente lucha en su cuerpo, y en su rostro se vislumbraba una expresión de urgencia desmedida. De inmediato, utilizó su magia para romper las fibras verdosas que los aprisionaban. Así, las princesas Celestia y Luna, junto con los Pilares de la Armonía, se encontraban libres una vez más. Apabullaron al guardia con preguntas, a las que este no era capaz de contestar concretamente. Todo cuanto decía era que la Guardia Real se había reorganizado para tomar control del palacio, ante la repentina inactividad de los enemigos. Esta fue otra anomalía, pero ninguno le prestó importancia como tal porque había otras prioridades.
De modo que, guiados por el soldado unicornio, salieron por fin de las cuevas, hacia la luz.
Un poco desorientados por el abrumador silencio, deambularon por las habitaciones del ala de servicios del palacio. Hasta que un quejido atrajo la atención de Celestia, quien se detuvo enseguida para escuchar mejor. Los demás tardaron en detenerse, pero lo hicieron en cuanto ella exclamó "¡Shhh!". El quejido volvió a repetirse, aunque ahora sonó más parecido a una gárgara. La alicornio pudo ubicarlo: provenía de una habitación cercana a la despensa, donde se guardaban las existencias de té. Sin dudar, ella se dirigió allí, seguida por los otros.
Al entrar, vio a Discord tirado sobre un montón de cajas de té, como si las hubiera derribado tras un forcejeo. Al verla, los labios del draconequus se retorcieron en un vano intento de modular palabras. Las falanges de su pata de águila y su pata de león se retorcieron, pero más allá de estos movimientos desesperados, ninguna otra parte de su cuerpo híbrido se movía. Parecía evidente que luchaba contra una inmovilidad involuntaria. Sus pupilas enpequeñecidas comunicaban un horror y un sufrimiento atípicos para él, mientras farfullaba sonidos ininteligibles.
—¡Discord! —exclamó Celestia, espantada al ver la grosera marca de un pinchazo en el pecho del señor del caos, justo donde terminaba el cuello gris y comenzaba el torso marrón. —¿Quién te hizo esto? ¿Qué pasó?
Perplejos, Luna, Starswirl y los Pilares de la Armonía se apretujaban en el umbral.
—¿Ellos te atacaron? —preguntó Celestia, incapaz de creer lo que veía — ¿Dónde está Fluttershy?
La garra de águila se crispó, se cerró abruptamente, luego decayó.
—Debemos ir a averiguar qué está sucediendo —dijo Luna—, esto no es normal.
—¡Mage! —gritó Starswirl a su compañera curandera, después de mirar con detenimiento la herida en Discord— Deben haberle inyectado alguna clase de veneno paralizante. ¿Crees que puedas quedarte con él y revisarlo?
Mage Meadowbrook asintió, y enseguida todos le abrieron paso para que llegara hasta Discord. Sonámbula decidió quedarse para prestar apoyo en lo que fuera necesario, de modo que las princesas alicornio y los demás pilares continuaron camino.
Cuando subían las escaleras hacia el piso superior, donde se encontraban prácticamente las ruinas de la sala del trono, oyeron un alarido agudo, que provenía seguramente de una poni. Y todos asumieron que debía tratarse de Fluttershy. De inmediato aceleraron el paso.
Sin embargo, al llegar al vestíbulo que funcionaba como antesala al salón del trono, o a lo que quedaba de este… no había nadie. Y esa soledad no era tranquilizadora.
—¿Y ahora qué? —preguntó Starswirl, confundido— Será mejor echar un vistazo…
Y tanto él como los otros pilares se pusieron a examinar las inmediaciones, al tiempo en que Luna, acompañada por el guardia unicornio, se asomaba por el hueco que antes ocuparan las fastuosas puertas del salón del trono.
Por su parte, tras echar una mirada en derredor, Celestia se percató de una mancha rara en una de las paredes que aún permanecían intactas, hacia el lado este del castillo. El color carmesí de aquella mancha le resultó llamativo. No parecía que fuera pintura. Y entonces, sin saber bien por qué, se le dio por mirar hacia el piso. Vio unas marcas de arrastre en el suelo. Siguió observando, y notó una alfombra rajada cerca de una puerta. El instinto la llevó a pensar que algo había sido arrastrado hasta allí, donde un derrumbe cortaba el camino hacia la continuación del pasillo. Celestia trotó hacia la puerta, que se hallaba casi arrancada de sus goznes. De inmediato, un olor acre y ferroso invadió sus fosas nasales, provocándole un escalofrío profundo en la columna. La primera reacción inconsciente fue querer alejarse, pero al mismo tiempo se obligó a avanzar, a adentrarse en aquel cuarto, sin saber exactamente con qué se toparía ahí dentro, pero presintiendo que no sería nada bueno.
Tomó aire, y se metió al cuarto...
Ya había visto ese rostro sonriente, con los ojos cerrados, como si soñara. Celestia creía que con los años había logrado olvidarlo, y que nunca lo volvería a ver, pero ahí estaba de vuelta para atormentarla. Y esta vez no sólo tenía cuerno y alas, y una crin con un estilo que podía vagamente reconocer, sino que ahora disponía de una figura completa, delineada con un trazo algo irregular, en el que un casco se veía levemente más grande que el otro. Lo curioso es que no tuviera cutie mark.
Eso no era lo menos espeluznante de aquel alicornio, sino lo que fue usado para dibujarlo en la pared. Las líneas que formaban la cabeza, el cuello, el cuerno y las alas y parte de la melena eran de un rojo oscuro, mientras que el torso, los cascos y la cola eran de un verde aceitoso, resaltado en algunos casos con trazos rojos. No podía caber duda de que no se había usado tinta.
Había un papel en el suelo, justo debajo del atroz dibujo. La hoja estaba abierta, y podía leerse claramente, en una soberbia caligrafía manuscrita: Mucho mejor que un arcoíris, ¿verdad?
Solo entonces, Celestia tuvo suficiente valor para girar la cabeza a un costado.
No quería mirar. Pero debía mirar.
A la izquierda, caído de lado, el cuerpo gris del centauro yacía inerte. En su rostro empalidecido se podían vislumbrar la sorpresa y el miedo, los principales sentimientos de alguien que no espera encontrarse tan pronto con el final de su existencia. Tenía el pecho teñido de escarlata por la sangre que brotaba del tajo en su cuello. Por si fuera poco semejante saña, le habían cercenado las manos.
El pelaje blanco de Celestia se fue humedeciendo por un sudor helado, y ella se esforzaba por mantener a raya la oleada de temblores que recorrían cada fibra de su ser. La vieja pesadilla empezaba de nuevo.
Del otro lado, tendida boca arriba y con la crin y la parte superior de su cuerpo mojados por su propio líquido vital, una linfa verdosa con un olor parecido al que ciertos insectos cascarudos expelen al ser atacados, la reina changeling no había perdido sus rasgos feroces. Con la cara contraída en una mueca de rabia y las pupilas más afiladas que nunca, parecía haber intentado espantar a la Muerte, sin temor a la inevitable derrota. La longitud del corte en diagonal practicado sobre su cuello era bastante pronunciada, y Celestia tuvo que apartar la vista por lo horroroso de la escena. Si bien la reina Chrysalis fue una de las villanas más crueles que había amenazado a Equestria… era difícil no pensar en lo que habría sufrido al morir así.
Entonces, la princesa Celestia se volvió hacia el alicornio pintado en la pared.
Y, entonces sí, ahí tuvo noción de las primeras anomalías. Y comprendió que nadie estaba a salvo, y que la nueva prioridad era la seguridad de Twilight y sus amigas. La seguridad de todos los ponis involucrados.
Cuando se dio la vuelta para salir rápidamente del cuarto, se topó con Starswirl, congelado en el umbral, con los ojos desencajados y una boca que no encontraba palabras.
—No quiero que nadie entre aquí, Starswirl —ordenó Celestia con regia seriedad, olvidando de repente todo el respeto que le merecía al unicornio por ser su antiguo maestro— ¡Nadie!
Y el mago más poderoso de la antigüedad equestriana vio, por primera vez, una faceta atemorizante en su antigua pupila. Perplejo por lo que sus ojos presenciaban, apenas atinó a decir con un hilo de voz:
—Luna quiere que vayas al salón del trono… Encontró a… a Cozy Glow.
De haber poseído su magia, la princesa del sol se habría teletransportado de inmediato al sitio. Con bastante poco decoro, y casi empujando a Starswirl, salió corriendo como una saeta. Sin siquiera mirar hacia atrás. Solamente repitió "¡quédate aquí y no dejes que nadie entre!".
Unos minutos antes, guiada por un inexplicable sentimiento, Luna traspasó el hueco reducido que quedaba entre los pedazos de las puertas. Enseguida el frío antinatural producido por la invasión de los windigoes le golpeó en la cara, pero eso no la detuvo de avanzar. Contra lo que mandaban los protocolos, ingresó antes que el guardia real, que en vano solicitó entrar primero, cosa de evitar que fuera atacada de lleno.
Sin embargo, no hacía falta ninguna precaución.
Más que escombros y el viento gélido que campaba a sus anchas por el salón semi destruido, no parecía haber nadie más. Y Luna se hubiera dado la vuelta y se hubiera ido, de no ser porque algo pequeño, liviano y rosa claro voló hacia ella, trasladado por la ventisca.
Era una pluma. La pluma de un ala de pegaso… un ala pequeña, como la de una potrilla.
Sobre los restos de las escaleras del trono, la princesa de la noche alcanzó a divisar un bulto rosa claro. Trotó de inmediato hacia él, al caer en la cuenta de que no podía ser otra cosa que el cuerpo de Cozy Glow, la poni más joven en poner en jaque a las máximas autoridades de Equestria y su orden. Aunque una parte de Luna se negaba a sentir alguna clase de compasión por la potrilla, debido a que prácticamente había traicionado a toda su especie, el estado en que se encontraba le resultó chocante pues… villana y todo, aún seguía siendo una niña.
Tendida e inconsciente, Cozy había perdido aquella aura de maldad que la caracterizaba. A corte limpio le habían quitado las plumas de sus alitas. También le faltaban su listón blanco y varios mechones de la melena. Más allá de algunas manchas rojizas, lo que le produjo más pavor a Luna fueron las marcas amoratadas en el cuello de la pequeña poni.
Como guardiana de los sueños, la princesa Luna conocía muchos de los horrores que se solían manifestar desde las profundidades del inconsciente de los ponis. Pero ni de lejos había presenciado algo así, ni siquiera en las pesadillas más horribles. De nuevo: aunque la condición malvada de la niña hacía difícil empatizar con ella, bajo ningún concepto podía ser aceptable que fuera… no podía ni pensar en esa palabra. Era cuestión de pensar en lo que le pasó a Discord.
—Princesa Luna… —musitó el guardia unicornio, preocupado, esforzándose por contener las náuseas.
La alicornio, quizá movida por su propia incredulidad, se inclinó sobre Cozy Glow para revisarla, ya que no podía, o no quería, convencerse de lo que veía. Probó con tomarle el pulso, luego posó la oreja sobre su pecho, y finalmente dejó su casco cerca de la boca de la potrilla, para comprobar si todavía respiraba. Al sentir una tibia humedad, Luna tuvo la confirmación que anhelaba.
—¡Está viva! —exclamó, eufórica, volteándose lista para darle una orden al guardia.
Y en eso, Celestia entró como una tromba al lugar.
Decididas, una vez más, a hacer frente al peligro, ya sin miedo de la situación cada vez más apremiante y oscura, seis ponis y un pequeño dragón corrían en dirección a Canterlot. A pesar de los gélidos aullidos de los Windigoes sobre sus cabezas, allá arriba, en el cielo encapotado y gris, sabían que la prioridad mayor era detener a Tirek, Chrysalis y Cozy Glow, para luego recuperar la campana y restituirles su magia a las princesas, a los ponis afectados y, bueno, también a Discord.
Twilight iba a la cabeza del grupo. Por dentro, aún se sentía nerviosa, pero al menos le reconfortaba tener a sus amigas a su lado. No estaba segura del resultado que tendría la próxima contienda, pues los anteriores intentos habían fallado y las probabilidades de éxito eran de una en un millón.
A medida que se acercaban a la ciudad, podían divisar casas cerradas a cal y canto y una soledad inquietante. No vieron a ningún poni por las calles ni en el aire, como si se los hubiera tragado la tierra. Tampoco había señales de movimiento en el palacio, ni alrededor de las ruinas causadas por los ataques del trío del mal.
Se detuvieron bruscamente en la entrada, atravesadas por un escalofrío que no parecía estar relacionado al viento helado imperante.
—Chicas… —musitó Fluttershy, temblorosa desde la punta de las orejas hasta los cascos— …algo muy malo está pasando.
En diferentes proporciones y con distintos niveles de exteriorización, sus amigas compartían el mismo sentimiento. Había una alteración en el ambiente, algo que no se sentía de la misma forma, e iba más allá de lo que percibían a simple vista.
—Tranquila, Fluttershy… todo se solucionará —dijo Twilight para tranquilizar a la pegaso, a pesar de que ni ella misma se creía del todo sus palabras.
—¡Tenemos que entrar de inmediato! —rugió Rainbow, asediada por una ansiedad que aumentaba su ya de por sí impulsivo carácter— ¡No puedo soportarlo más!
Dejando una leve estela multicolor, la pegaso se lanzó al interior de la deprimida Canterlot. Las demás la siguieron por las calles vacías y muertas, como las de un poblado fantasma. Con la diferencia de que seguramente detrás de las puertas y ventanas atrancadas, había ponis paralizados por el miedo y negados a ofrecer ningún tipo de ayuda, debido a las mentiras esparcidas por sus enemigos sobre las otras razas. Esto hacía mella en el ánimo de las seis amigas, especialmente en Twilight, desesperada al pensar que nadie las apoyaría en el peor momento.
De pronto Rainbow, quien había iniciado la carrera hacia el palacio, se detuvo bruscamente. Un singular brillo había captado su atención. Era el brillo de algo colocado delicadamente sobre el borde de la fuente que decoraba la entrada al palacio real.
—¡¿EEEEHHHHH?! —exclamaron ponis y dragón.
Ni Rainbow, ni Twilight, ni Spike, ni ninguna de las otras ponis, se animaba a acercarse demasiado al objeto, por temor a un ataque sorpresa. Es que estaba puesto demasiado a la vista, en el medio de un lugar muy solitario. Demasiado extraño, y muy sospechoso. Se lo quedaron mirando por unos minutos interminables. Luego, observaron minuciosamente a su alrededor, en espera de que apareciese la silueta de alguno de los tres villanos, atentas a cualquier sonido que se colara en el silbido del viento, prestas a moverse en cuanto el primer rayo mágico saliera disparado de cualquier sitio.
Pero no había nadie. No se acercó nadie. No vino nadie.
Con gran coraje y arriesgada curiosidad, fue Spike quien caminó hacia la fuente. Miró la campana de Grogar, la tocó apenas con una garra, temiendo que fuera a desvanecerse como una ilusión. Cerró los ojos por un instante, pero no sintió nada más allá del metal frío. Abrió los ojos para ver que el infame artículo seguía allí. Y vio algo más: una punta blanca que sobresalía por debajo. Con sumo cuidado, levantó apenas la campana para sacar una hoja de papel muy grueso.
Había algo escrito en ella, en una caligrafía muy prolija y elegante. Spike leyó:
Ustedes ya sabrán qué hacer con esto.
De nada.
Y en el ángulo inferior izquierdo, a modo de ¿firma?, había una impresión de un casco hecha en pintura roja. Pero el arco del casco estaba al revés, formando una U… o una especie de sonrisa, dados los dos puntos en tinta verde que podían ser ya una diéresis, ya los ojos de una -siniestra- carita feliz.
Hasta acá llega lo que FHix tituló como "Capítulo 1".
