「Prólogo」


Era realmente complicado poder llegar a decidir qué era lo peor de todo lo que componía este garito de mala muerte. Podría señalar primeramente las luces de colores que llevaban fallando desde la primera vez que vine aquí, esas que por exactamente trece minutos y veinticinco segundos parpadean normal hasta que se detienen para estancarse en un color en específico por un tiempo jamás idéntico al anterior, esas luces que o han perdido todo su resplandor o se han triplicado con cada uso y te dejan momentáneamente ciego por unos segundos como te atrevas mirar por demasiado tiempo. Las luces eran un buen candidato para el puesto de "peor aspecto de este sucio agujero podrido de la humanidad" Pero, eh, el hedor tan característico de este lugar no se quedaba corto, era un más que excelente contrincante.

Cada parte de este establecimiento tenía su propio aroma distinguido, la entrada se componía con un fuerte olor a metal y meado resultado de los enormes portones de aquel material que uno que otro consideró que era buena idea marcar como si fuera su territorio, cuando te paseabas por el extenso pasillo el aromilla tan característico de la maría te daba una bienvenida tan brusca que, si fuera tu primera vez, seguramente llegaría a colocarte al menos un poco, la pista de baila emitía ese poderoso aroma a sudor y alcohol correspondiente a la cantidad de gente que bailaba apretujada y tiraba sus bebidas. Los baños de aquel establecimiento no desprendían otra cosa que la infame combinación entre desperdicios humanos de todos tipos, de los que se echan por la boca, por la entrepierna y por la puerta trasera. Y si te atrevías a intentar buscar algo de aire fresco por las puertas laterales o traseras, todo lo que obtendrías sería el fétido aroma de todos los charcos de sangre que se han ocasionado por peleas, producidas puramente por gente como yo.

El suelo de todo el lugar, incluso de esta dichosa zona elevada que el descarado dueño promociona como VIP, está pegajoso y te obliga a siempre recordar que no puedes entrar con unos buenos zapatos, que tienes que traer esos que si se quedan pegados al suelo no te importaría y un par extra para no tener que volver descalzo. Y tal vez todos esos puntos podrían ser perdonables si las bebidas y la música fueran lo suficientemente buenas o tan siquiera potentes como para que te olvides de todo. Pero la única forma en que no se ahorrasen unos centavos añadiéndole agua a tu bebida era mostrando las tetas o un buen par de billetes, y la música siempre parecía ser sencillamente ideal para disfrutar una buena noche, hasta que al DJ se le cruzaban los cables y parecía olvidarse qué era lo que le funcionaba hace tan solo unos segundos.

Pero, parece ser que absolutamente nada de eso llega a importarte en lo más mínimo, ¿no es así?

Estás ahí rodeada de quienes supongo que son tus amigas, quiero decir, deben de ser tus amigas, porque no te restriegas ni te besas con ninguna de ellas, por lo que debéis ser solo buenas amigas entre todas vosotras, o por lo menos todas ellas son tus amigas y nada más, al menos así debes de verlo tú. Tenéis que serlo, no me puedo imaginar ni un solo ser humano con todos sus sentidos en correcto funcionamiento que pudiera ser capaz de ignorarte o contenerse para no tocarte cuando estás tan cerca, moviéndote de esa manera, solamente cubriendo tu perfecto cuerpo con ese vestido tan corto y apretado que no falla en lo absoluto en resaltar cada una de tus curvas. Si pudiera hacerlo, si tuviera el tiempo y la oportunidad perfecta, tocaría cada centímetro de tu cuerpo y te reclamaría como mi propiedad favorita. Te traería acá arriba, donde por lo menos algunos muebles están limpios, te pagaría copas y bebidas decentes, estarías toda la noche sentada en mi regazo, disfrutando de tener a todo el mundo a tu disposición, disfrutando mientras ves a todo el mundo haciendo todo tipo de malabares para complacer cada uno de tus deseos.

¿Quién eres, preciosa? ¿De dónde ha salido un angelito como tú y por qué estás en el pequeño pedazo de averno en la tierra que es este antro de mala muerte? No puedes simplemente estar paseándote por zonas como estas solo por una noche de baile y tragos con tus amigas, no es seguro ni inteligente, preciosa. Alguien como tú, con esa perfecta piel pálida, esos ojitos azules de niña buena, esa melena platinada tan bien arreglada y con esa sonrisita rojiza que atrapa el aliento de todo el mundo y no lo devuelve. Alguien como tú sencillamente no debería de estar aquí, porque terminas rodeada de babosos que quieren aprovechar cualquier mínima oportunidad para tocar tu cuerpo a la fuerza, porque terminas asqueada y con una mala resaca con el paso de las horas, y, sobre todo, porque terminas con desgraciados como yo decidiendo que ahora eres de su propiedad.

Porque, angelito, ahora eres de mi propiedad.

Ya lo siento mucho si hay alguien esperándote en casa, o si alguna de las que te rodean en verdad es tu pareja, nada de eso en verdad importa. Lo único que importa es que ahora eres mía y que te equivocas gravemente si llegas a considerar por un solo segundo que hay alguna forma de librarte de mí que no sea la muerte.

Oh, vaya, menudo tropezón más tonto, parece que ya has tomado demasiado, la amiga con la que te has terminado chocando parece estar de acuerdo conmigo, parece realmente preocupada. Llevas mucho tiempo bailando y tomando diferentes tragos, ella y yo coincidimos en que, al menos, necesitas algo de aire fresco.

Eres una buena chica, una chica responsable, porque sonríes encantadoramente, le regalas lo que te queda de bebida a alguien más y sin problema alguno sigues a dos de ellas hacia la salida.

—¿A dónde vas? —me gruñe Dagur en cuanto suelto en cualquier lado mi vaso de whisky con la idea de ir a seguirte. Bufo molesto, viendo de reojo que ya estás saliendo—. Los Grimborn están por llegar.

Chasqueo la lengua. —No es asunto tuyo, Dagur, volveré a tiempo así que no te comas la cabeza con lo que hago o dejo de hacer, llevamos esperando una puta hora, esos dos pueden esperarme un par de minutos, no se morirán de viejos.

Realmente espero que el estado en el que estás y esos preciosos tacones tan altos que llevabas como calzado logren hacer que te demores un poco más en llegar hasta la parada de taxis, realmente necesito verte más, realmente necesito escuchar tu nombre. Necesito más de ti, aunque tan solo sea un segundo para escuchar tu voz, una pequeña vista de tu perfecta figura, lo que sea, literalmente necesito lo que sea de ti. No puedes irte así como si nada, no puedes irte ignorando de esta manera todo lo que has ocasionado en mí. Tengo que seguir viendo tu rostro, tengo que escuchar tu nombre, tengo que saber más de ti. Eso me bastará para aliviar un poco mis ansías hasta que pueda reclamar como mío todo lo que eres.

No has cogido un taxi, estás caminando como puedes acompañada de una rubia y una pelirroja.

La rubia habla. —Repíteme, cielo, ¿por qué no pillamos un taxi? —he de agradecerle que verbalice las dudas que no te puedo mostrar. Me detengo un momento a fingir que estoy en una llamada, cubriendo mi rostro por si alguna de tus dos acompañantes decide voltearse en mi dirección. Sonrío al darme cuenta de que las calles son lo suficientemente estrechas como para que pueda caminar sin problema en la otra vereda y aún escuchar lo que tú y tus amigas van diciendo—. Podemos acompañarla si te da miedo dejar a tu hermana sola en un taxi.

Ah, la que está más preocupada por ti es tu hermana, tiene sentido, aunque realmente no os parecéis mucho, por lo menos no desde esta distancia.

—Créeme, le irá peor si se mete en cualquier cosa con ruedas ahora, una Elsa borracha en un coche nunca es buena idea, te lo digo por experiencia.

Apenas puedo contener la alegría, apenas puedo contener la emoción de mi cuerpo. Con que Elsa, ¿eh? Es un nombre precioso, encantador, un nombre definitivamente digno de un angelito como tú. Avanzas en completo silencio, bostezando y sujetándote al brazo de tu hermana para mantener un equilibrio mínimamente decente. Murmuras algo mientras recargas la cabeza en el hombro de ella, me mata no ser capaz de escuchar tu voz a pesar de que esas dos parecen ser completamente capaces de hacerlo.

No puedo hacer mucho con solo tu nombre, necesito algo más, necesito aunque sea tu apellido, buscarte así sería mucho más sencillo, no quisiera seguirte hasta tu casa tan pronto, eso sería de tan mala educación, y yo, ante todo, soy un caballero, querida, puedes señalarme de muchas cosas, seguramente cuando me conozcas más lo harás sin dudar, pero algo que jamás te permitiré ni a ti ni a nadie es intentar acusarme de que no soy un caballero.

Porque cualquier otro animal hubiera ido hacia a ti exigiendo que bailarás con él, cualquier otro animal hubiera aprovechado cualquier descuido tonto y te hubiera llevado a la fuerza a un callejón asqueroso cualquiera, cualquier otro inútil no hubiera sabido ser correcto contigo, te hubiera seguido hasta tu apartamento, hubiera forzado la cerradura, hubiera forzado tus piernas.

Pero yo soy un caballero, angelito, yo tengo la decencia de primero dejar que me conozcas un poco, de darte por completo la decisión de cuándo pasará, porque evidentemente ocurrirá, vas a ser enteramente mía y de nadie más, pero créeme, angelito, que eso es algo que tú querrás, que tú me lo pedirás, tú me lo rogarás.

Vaya, fíjate eso, que pequeños detalles nos deja el destino. Comprendo que tú, en tu estado actual, no pudieras darte cuenta, pero el hecho de que tus amigas no lo noten hace que dejen mucho que desear como acompañantes de una muchacha borracha.

Mira que dejar que el móvil se te caiga, angelito, y justamente que la carcasa sea de esas tan anchas que ni generan ningún tipo de ruido al caerse, supongo que pensabas que eso sería una buena manera de evitar que se dañe, pero ahora mismo su función es otra: que no te des cuenta de que se te ha quedado atrás, incluso cuando finalmente vuestras siluetas empiezan a desaparecer, realmente ninguna de las tres os dais cuenta.

Benditos dioses, incluso lo tienes desbloqueada, ¿es que acaso querías que alguien como yo terminará en posesión de todo lo que tienes aquí guardado?

No se me ocurre ninguna otra explicación de por qué algo tan oportuno podría ocurrirme. Debiste haberlo dejado a propósito, debiste haberme visto de reojo, debí de haberte gustado de alguna forma, ¿querías corriera detrás de ti para regresártelo? ¿Querías darme una oportunidad para acercarme a ti? ¿Aún me estás dando esa oportunidad?

Ya lo siento mucho, angelito, pero tener todo este control sobre ti es mucho mejor que la simple posibilidad de acercarme para una torpe y corta conversación.

—Haddock.

Me volteo levemente, encontrándome con Viggo Grimborn tirando lo poco que queda de su cigarrillo, mantengo el pulgar sobre la pantalla, impidiendo que se bloquee, impidiendo perder todo lo que tengo de ti.

—¿Necesitabas algo de aire? —me pregunta con sorna.

Ruedo los ojos. —No lo necesitaría si no tuviera que esperaos por una hora entera en ese maldito antro, si vuelves a hacerme esperar tanto ahí dentro pienso partirte las piernas, Grimborn, es sencillamente un infierno.

—Pero el único lugar donde los sabuesos de nuestro querido alcalde Frollo no meten sus hocicos, es un excelente lugar, Haddock, demasiado alejado de la firme mano de su dios cristiano como para preocuparnos de estar hablando demasiado fuerte o de que haya demasiados cotillas metiendo sus narices donde no les incumbe —me da una palmadita en la espalda mientras comienzo a programar el teléfono para cuando no se bloquee cuando se apague—. ¿Qué es eso que tienes ahí?

—Nada de tu incumbencia —sentenció con firmeza, finalmente guardando tu teléfono en mi bolsillo, donde nadie más pueda tenerlo—. Vamos.


.

.

.

Ya sé, ya sé que no debería de estar publicando nuevas novelas, que debería de estar poniéndome al día con otras, PERO ES QUE NO PUDE EVITARLO *ugly crying*

Es que esta idea llevaba meses en mi cabeza, intenté (juro que lo intenté) hacerlo solo un one shot, pero una cosa llevo a la otra y aquí estamos ahora mismo...