Capítulo 4.

La familia Li desayunaba, o al menos, Shaoran lo hacía mientras la pequeña Akiho se entretenía con un pequeño juguete en su mano. Mientras tanto, Sakura consultaba el móvil porque acababa de recibir una foto.

–¡Oh, qué envidia! –se quejó Sakura. –Mi amiga Rei Tachibana está de luna de miel en Hawái. Mira. Parece que lo está pasando bien.

–Sí. –dijo su marido sin demasiado interés en mirar la foto.

–Oye, ¿por qué no vamos nosotros también? –sugirió Sakura.

–¿A Hawái?

–No tiene que ser a Hawái necesariamente. A estas alturas me conformo con un parque de atracciones o un acuario. –dijo ella. –Cualquier sitio está bien, pero un lugar donde podamos ir los tres.

Al decir eso, Shaoran se imaginó a sí mismo como perchero, cargando un montón de bolsas, entre ellas, la del picnic, la de las cosas de la niña, el carricoche y cualquier cosa que Sakura considerara imprescindible y que él no consideraría necesaria.

–Preferiría quedarme en casa en mis días libres. –dijo él para sí ante aquella visión.

–¿Qué?

–No, nada. –disimuló Shaoran, que no quería que brotara el genio de su esposa tan temprano.

–Es que desde que nació Akiho nunca hemos ido los tres a divertirnos a ningún sitio. Me paso la vida en casa y apenas he salido del vecindario. –dijo Sakura intentando convencer a Shaoran con su mejor carita de perrito degollado.

–¿No fuiste a la boda? –preguntó Shaoran, pero Sakura le lanzó una mirada asesina que lo hizo sentir pequeñito.

–¿Qué? –preguntó ella, que tras la mirada lanzó una sonrisa de "no te atrevas a contradecirme".

–No, nada. Saldremos a alguna parte en mi próximo día libre. –claudicó Shaoran.

–¿En serio?¿Cuándo tienes libre?

–Creo que el 3 de febrero. Ve pensando a dónde quieres ir. –dijo Shaoran.

–Vale. Además, para entonces el invierno ya no será tan duro. Podemos celebrar la llegada de la primavera con antelación. –dijo Sakura.

–Planifica lo que quieras para ese día.

–¡Bien! –exclamó Sakura dando un salto de alegría mientras Akiho veía a su madre con una sonrisa en la cara. –¡Akiho, vamos a divertirnos!

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–¿Quieres que haga un proyecto para una casa? –preguntó Shaoran tras la petición de Eriol.

–Sí, y con suerte podremos exhibirla en el barrio de Minato Ku. –dijo Eriol, refiriéndose a una de las áreas más ricas de la ciudad.

–Perfecto, hagámoslo. –dijo Shaoran, que era un trabajo que seguro proporcionaría grandes ingresos a la empresa.

–Pero hay una condición para que el proyecto se haga realidad. –dijo Eriol pasándole un catálogo al castaño.

–¿Qué condición?

–Tenemos que colaborar con esta empresa de materiales de construcción sintéticos. –explicó Eriol.

–¿Entonces tenemos que utilizar estos materiales? –preguntó él mientras ojeaba el catálogo.

–Sí. Si lo hacemos bien, la empresa de materiales también ganará buena reputación y el coste de los materiales y de la casa se verá considerablemente reducido. Su presidente, Gondawara Tsuyoshi, tiene una cara curiosa. –dijo Eriol señalando a la foto del máximo responsable de la empresa de materiales y que aparecía en el catálogo. A Shaoran le pareció que ese hombre tenía cara de pocos amigos y que intentaba disimularla con una forzada sonrisa que no contribuía demasiado a conseguirlo. –Si desarrollamos un proyecto que le guste nos dará su aprobación.

–Lo que significa que primero tenemos que realizar un buen diseño que le complazca, ¿no? –resumió Shaoran.

–Exacto. El concepto que busca es "un hogar para una vida limpia". –añadió Eriol. –En mi opinión es una exigencia exagerada, pero con tu talento le entregaremos lo que quiere en plazo.

–Sí, estoy seguro.

–Tenemos hasta el 3 de febrero para asegurar este contrato. –dijo Eriol.

–¿Hasta el 3 de febrero?

–Siento que sea tan urgente, pero si conseguimos esto daremos un salto de calidad sobre la competencia. –dijo Eriol.

–Entendido. Pondré todo mi esfuerzo en ello. –aceptó Shaoran.

–No esperaba menos. –dijo Eriol, que tras darle una palmada en la espalda se marchó a otros quehaceres. Una vez que Eriol se marchó, Shaoran se quedó pensativo.

–¿El 3 de febrero?¿Tenía algo? –preguntó para sí, hasta que lo recordó. –Oh.

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Tras apuntar en la agenda del móvil la fecha en la que saldrían en familia, Sakura preparó a la niña y salió a la calle.

–Oh, hola. –saludó la madre con la que coincidió en la sala de espera del pediatra una vez que llegó al parque.

–Hola. –saludó Sakura al reconocerla.

–Pareces mucho más entusiasmada que el otro día. –dijo la mujer.

–Sí, lo estoy.

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Ajeno a la felicidad que estaba sintiendo Sakura, Shaoran intentaba pensar cómo cumplir con su trabajo y con su familia. Pese al entusiasmo inicial por realizar el proyecto, la urgencia hizo que se desinflara ese entusiasmo, por lo que cerró los ojos y con desánimo, echó la espalda hacia atrás todo lo que la silla le permitía. Entonces, Meiling, sonriente, se asomó desde arriba y colocó su cara frente a la de Shaoran. Cuando éste abrió los ojos, se asustó al no esperar aquella presencia que lo ponía nervioso.

–El presidente Gondawara Tsuyoshi es una persona un poco estrafalaria y poco convencional, ¿verdad? –comentó Meiling, que parecía estar al corriente del nuevo encargo de Shaoran. –Es como una bola de demolición buscando beneficios. Fundó su empresa desde cero él solo.

–¿Lo conoces?

–Quien sugirió dar un salto de calidad sobre la competencia fui yo. –reconoció Meiling.

–Entiendo.

–Sé que el plazo es reducido, pero te ruego que te esfuerces. –le pidió Meiling.

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Ante el agobio, Shaoran le pidió a Eriol ir a la sauna después del trabajo, plan al que también se unió Yoshiyuki Terada.

–Así que tu día en familia coincide con la fecha límite de la presentación a Gondawara. –recapituló Eriol una vez que Shaoran le hubo contado lo que le estaba agobiando.

–¿No crees que es un gran problema? –preguntó Shaoran.

–¿Cuál es el problema? Suspende el día en familia. ¿No es lo normal? –dijo Eriol.

–Sí, pero no me atrevo a decírselo a Sakura. Si suspendo el día en familia se enfadará.

–Así que ha llegado al punto en el que a la mínima se convierte en un ogro. –asumió Eriol.

–¿Por qué no trabajas sin decírselo a tu mujer? –sugirió Terada.

–Tiene razón. La empresa tiene muchas expectativas sobre ti porque necesitamos ese contrato y un gran diseño. Es un momento crítico. No puedes flaquear ahora. –dijo Eriol, añadiendo más presión en Shaoran.

–En casos así no le digo nada a mi mujer. Simplemente me centro en el trabajo. –dijo Terada. –Justo ayer terminé un encargo.

–¿Eras ingeniero de sistemas? –preguntó Eriol.

–¿Qué clase de trabajo haces? –preguntó Shaoran.

–En cierto modo se parece a la arquitectura. Diseño y desarrollo sistemas de telecomunicaciones. Por ejemplo, el producto que entregué ayer a mi jefe era un sistema de registro electrónico para un hospital. Hasta que no lo he terminado me he centrado más en eso que en mi familia. –explicó Terada.

–Ahí lo tienes. –dijo Eriol para reafirmar su sugerencia.

–Además, la familia existe para que el hombre pueda salir a ganarse la vida para poder darle todo lo que necesita a su familia. ¿No creéis? –añadió Terada.

–Exacto. Yo opino igual que tú. –suscribió Eriol. –Olvida el día en familia o posponlo.

Shaoran no estaba demasiado de acuerdo con aquellas afirmaciones, pero en aquel caso no le quedaba otra que asumir la realidad. Además, el calor de la sauna hacía que comenzara a sentirse mareado y que las palabras de sus amigos las estuviera interiorizando como si fuera un mantra.

–Está bien. Suspenderé el día en familia.

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–¿Te han encargado un nuevo proyecto? –preguntó Sakura mientras doblaba ropa.

–Sí. –asintió Shaoran contándole las novedades en el trabajo.

–Buena suerte.

–Gracias. Por cierto, en cuanto a nuestra excursión…

–Oh, sí, la excursión. –interrumpió Sakura levantándose para coger un par de folletos y pasándole uno a Shaoran, donde estaba el día en familia perfectamente planificado. –He pensado que podríamos ir al zoo. ¿Qué te parece?

–Es genial, pero…

–Sí, sé que Akiho podría asustarse con los animales. –volvió a interrumpir Sakura. –A mí también me preocupa. Pero he pedido consejo a algunas madres del parque y dicen que no me preocupe. Que cuando le asuste un animal podemos ir a ver otro y ya está. Así que este es el plan. No lo olvides.

–¿Cómo olvidarlo? –dijo Shaoran para sí. Entonces comenzó a repetirse en su interior lo que le dijeron Eriol y Terada en la sauna. Cuando se armó de valor para decirle a su mujer que tendrían que suspender el día en familia, se echó para atrás porque de repente, se imaginó a su mujer como un ogro con un garrote.

–¿Qué te pasa? De repente se te ha puesto mala cara. –comentó Sakura.

–No, nada.

–Bien, buenas noches. –dijo Sakura agarrando la pila de ropa y entrando al dormitorio.

–Tengo que olvidar y posponer. –se dijo Shaoran dejando caer el folleto del zoo, perdiéndose en una carpeta que había traído del trabajo.

Una vez que se puso cómodo, sacó sus lápices y reglas y comenzó a diseñar como si no hubiera un mañana. Debía llegar a tiempo a todo. Tras unas horas se estiró y se levantó para desentumecer los músculos, aprovechando ese pequeño descanso para asomarse al dormitorio, donde Sakura y el bebé dormían plácidamente. Al verlas, intentó mentalizarse de que debía aguantar un poco más.

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Shaoran realizó un diseño en tiempo record, por lo que después de la noche en vela y un día más de trabajo puliendo detalles, solicitaron una cita en la empresa de materiales de construcción, dirigida por Gondawara Tsuyoshi.

A la cita acudió Eriol, Shaoran y Meiling, que esperaban sentados en un elegante despacho. Cuando vieron aparecer a Gondawara, los tres se sintieron muy intimidados. La presencia de aquel hombre era todavía más imponente que en foto.

Intentando romper el hielo, Shaoran le pasó la carpeta con los bocetos que había realizado. El dibujo era de una casa moderna y grande donde predominaba un gran ventanal.

–Aquí tiene, Señor Gondawara. Un diseño cuyo concepto es "un hogar para una vida limpia". Hemos incluido un uso atrevido de cristales de su compañía. Al utilizar el cristal como característica principal, conseguimos una apariencia estilosa con un mantenimiento mínimo y que además es resistente a arañazos. –explicó Shaoran.

–Tal y como esperaba. He oído los rumores de que es usted una celebridad en este campo. –dijo Gondawara con una voz grave y profunda.

–Muchas gracias, señor. –agradeció Shaoran.

–Por cierto, ¿qué es lo más importante en nuestra colaboración? –preguntó Gondawara.

–El beneficio de su empresa, por supuesto. –respondió Shaoran.

–¿Eso crees?

–Por supuesto. Si nuestros diseños hacen que los excelentes materiales de construcción de su empresa adquieran renombre, todos ganamos. –dijo Shaoran.

–Es cierto que el señor Li es su as, señor Hiragizawa. –dijo Gondawara mirando a Eriol.

–Muchas gracias. –dijo Eriol.

–Por hoy ya está bien. Disculpadme, pero el tiempo es dinero. Me alegro de haberle conocido. Espero que de ahora en adelante podamos seguir trabajando juntos. –dijo Gondawara levantándose. Tras mirar su mano, la extendió. Shaoran se levantó y se la estrechó aliviado.

Una vez que Gondawara se marchó la tensión en Shaoran desapareció por completo.

–Tenía confianza en el diseño, pero no esperaba que no indicara ninguna modificación. Así que estoy muy contento. –dijo Shaoran cuando salían de la empresa de Gondawara.

–¿Pero qué dices? Tienes que volver a hacerlo. –dijo Eriol.

–Estoy de acuerdo. –dijo Meiling.

–¿Qué?¿Por qué?¿No habéis oído lo que ha dicho? –preguntó Shaoran. –Incluso me ha estrechado la mano con una sonrisa.

–Gondawara estrecha la mano y sonríe aunque le parezca una bazofia. –dijo Eriol.

–¿Por qué?

–Qué más da. Pero debes volver a realizar otro diseño. Su ayudante me lo ha pedido antes de salir. –dijo Eriol. –Bueno, yo tengo que hacer unos recados. Nos vemos luego.

De repente Shaoran se sintió aplomado por tener que volver a rehacer lo que a él le había parecido un buen diseño.

–Shaoran, ¿te apetece ir a tomar una copa? –preguntó Meiling.

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Gondawara fue a ojear los bocetos que Shaoran se había dejado en la mesa cuando encontró el folleto de un zoo. En rotulador marcaba el 3 de febrero.

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–¿Quiere una modificación del sistema para ya? –preguntó Terada a su jefe directo mientras lo seguía por los pasillos tras el encargo que le acababa de solicitar.

–Ya sé que es mucho trabajo. –dijo su jefe.

–Pero la entrega del producto se supone que es para dentro de tres días. Es materialmente imposible acabar a tiempo. –se quejó Terada.

–Te pongas como te pongas, es una demanda del cliente. –dijo su jefe.

–¿Va a posponer la fecha de entrega operativa? –preguntó Terada, pero aquella pregunta sí que hizo detenerse a su jefe.

–¿Acaso quieres manchar mi reputación? Simplemente haz lo que te he pedido. –ordenó su jefe.

–Sí, señor. –asintió Terada, aunque sin saber cómo iba a hacerlo.

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–En mi opinión, el boceto que le has presentado a Gondawara es fantástico. –dijo Meiling en el bar donde finalmente fueron a tomar algo.

–¿De verdad lo crees?¿Y por qué no es así desde el punto de vista de ese estirado? –preguntó Shaoran.

–Corre el rumor de que Gondawara quiere jubilarse y que este puede que sea su último proyecto, por eso va a ser un hueso duro de roer. –dijo Meiling. –Así que te deseo suerte.

–No te preocupes. Con lo que me acabas de decir me parece todo un desafío y me siento más motivado. –dijo Shaoran.

–Esa motivación nos vendrá bien. Cuando consigamos el contrato tendremos que celebrarlo. –propuso Meiling que fue acercándose a los labios de Shaoran. Cuando el castaño pensaba que lo iba a besar, Meiling se acercó a su oído. –Los dos solos.

–¿Qué?

–Si me disculpas, necesito ir al excusado. –dijo Meiling levantándose, dejando a un Shaoran sorprendido y por un momento pensó que esa mujer buscaba ser algo más que una compañera de trabajo. Pero después comenzó a negárselo.

Entonces, un piano comenzó a sonar, sacándolo de sus pensamientos. Cuando Shaoran se giró para ver quién tocaba aquella melodía que le resultó familiar, vio a la muchacha que tocó el piano el día que estuvo a cargo de su hija. Cuando la joven terminó, los clientes aplaudieron.

–¡Bravo! –exclamó Shaoran sin poder reprimirse.

–Usted es el señor del otro día. –dijo Nakuru al reconocer al castaño. –Me alegro de verle otra vez.

–No sabía que eras profesional. –dijo Shaoran cuando la muchacha se acercó a él en su descanso. –Aquel día me pareciste una chica de instituto.

–En realidad tengo dieciocho años, pero parezco más joven. –dijo la joven pianista, pero al ir vestida de forma elegante y algo maquillada le hacía parecer más mayor de lo que realmente era. –Y no soy profesional, sólo es un trabajo a tiempo parcial.

–Entiendo. Pues con lo buena que eres seguro que llegas a ser profesional. –dijo Shaoran convencido.

–No lo creo. Mis padres no me dejarán. –dijo Nakuru.

–Pues qué desperdicio. En cualquier caso, quiero que sepas que aquí tienes un fan. –dijo Shaoran para animarla.

–Muchísimas gracias. –dijo Nakuru sonriéndole. –Si me disculpas, debo continuar.

–Claro. Buena suerte.

–Es fantástico, Nakuru. Ya tienes otro admirador. –dijo Spinel, que fue quien le presentó a su jefe y también trabajaba allí como camarero. –Tienes que decirle a tu madre que no quieres dejar el piano.

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–Ya estoy en casa.

–Bienvenido. –dijo Sakura. –Mira lo que hemos hecho Akiho y yo.

La castaña le mostró una banda para anudársela a la frente donde ponía Buena suerte, papi en diferentes colores.

–¿Qué es esto? –preguntó Shaoran.

–Hoy había una actividad de manualidades en la tienda-ludoteca de mi mama friend y Akiho y yo hemos participado. Mira esto. –dijo Sakura señalando a lo que parecía la huella de la manita de Akiho. –Estas manitas son de Akiho. ¿Verdad que es una artista?

–Sí, sí que lo es. –dijo Shaoran, al que se le asomó una tierna sonrisa. –Gracias.

–¡Buaah! –se escuchó llorar a la niña, que ya estaba en su cuna. Sakura, seguida de Shaoran entraron al dormitorio.

–Hola, Akiho. Muchas gracias por el regalo. –dijo Shaoran suavemente.

–No le hables ahora o se desvelará. –le riñó Sakura por lo bajo.

–Lo siento. –dijo Shaoran. Tras mirar la cinta ilusionado se sintió con energía renovada. Tras ponerse cómodo y atarse la cinta en la frente, volvió a sacar sus materiales para ponerse a trabajar y realizar un diseño que convenciera a Gondawara.

Mientras trabajaba, Shaoran se puso a tararear sin darse cuenta una canción infantil que últimamente no se sacaba de la cabeza porque su nena la escuchaba mucho.

–Shaoran, trabaja en silencio. Vas a despertar a la niña. –dijo Sakura con cara de sueño.

–Sí, lo siento. –se disculpó él, que volvió a trabajar en silencio. Pero la concentración no le duró mucho, ya que un rato después, la niña empezó a llorar.

–Shaoran, ¿puedes apagar la luz? La puerta no cierra bien y se filtra algo de luz y no deja dormir a Akiho. –volvió a quejarse Sakura.

–Está bien. –dijo Shaoran, que no sabía cómo iba a trabajar a oscuras.

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Nakuru estudiaba una partitura en su habitación cuando su madre tocó a la puerta. Rápidamente, escondió la partitura mientras fingía estudiar otra cosa.

–Toma, te he traído un poco de leche. –dijo Kaho.

–Gracias.

Mientras tanto, Eriol subía al piso de arriba con una enorme caja mientras mascullaba por lo bajo el poco sitio que le quedaba en su rincón. Pero se detuvo al llegar al escuchar a su hija y su mujer hablar.

–Mamá, ¿por qué tengo que dejar el piano? –preguntó Nakuru, que se había sentado en la cama con su madre para hablar durante el pequeño receso en el estudio.

–¿A qué viene eso ahora?

–Porque no entiendo por qué tengo que dejar algo que me encanta. –respondió Nakuru.

–Ya te dije que no lo tienes que dejar. Sólo vas a tomar un descanso hasta que acabes los exámenes. Después puedes retomar tu afición. –explicó Kaho.

–Es que no es sólo una afición. –admitió Nakuru.

–¿Qué?

–¿Papá? –lo llamó Nakuru al ver asomar un codo de su padre.

–¿Estás escuchando a escondidas? –preguntó Kaho mientras Eriol no sabía qué decir. Era evidente que lo habían pillado escuchando.

–Claro que no. Sólo pasaba por aquí. –se defendió él. –Pero yo sólo sé que Nakuru no quiere dejar el piano.

–¿Qué? –preguntó su mujer.

–Nada. Yo no sé nada. –disimuló Eriol nervioso.

–¿Qué hay en la caja? –preguntó Kaho asomándose a ver el contenido de la caja que sujetaba su marido. Eran los libros de partituras de piano que ella misma había guardado en esa caja y había dejado en el rincón de Eriol. –¿Por qué has subido todo eso aquí?

–Sólo intentaba despejar el rincón un poco. –se defendió Eriol.

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Terada trabajaba desde el ordenador de su casa mientras hablaba por teléfono con su jefe.

–¿Cuál es la situación? Sí, me estoy dando prisa. –dijo Terada en tono cansado.

–Buenas noches, papá. –dijo Kaito tras lavarse los dientes. Pero su padre no le hizo demasiado caso.

–Shh. –lo detuvo Rika. –Ahora está trabajando. Vamos a la cama.

–Vale. –dijo Kaito con semblante triste.

–Parece que hoy no hay cuento. –dijo Rika poniéndose a la altura de su hijo. –Si hacemos ruido molestaremos a papá.

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Un par de días después, Eriol, Shaoran y Meiling volvieron al despacho de Gondawara para presentarle otro proyecto. En el boceto, la casa era incluso más grande y majestuosa que la anterior. Era blanca salvo el tejado que era oscuro y a dos aguas.

–Como puede ver, hay predominio del blanco, ya que es el color asociado a la limpieza. –resumió Shaoran.

–¿Esto es todo lo que me ha podido traer? –preguntó Gondawara.

–¿Qué?

Al igual que la vez anterior, tras mirar su mano unos segundos, la extendió. Pero Shaoran intuyó que aquello significaba lo mismo que la vez anterior, así que, con pesar, pero con educación, también le estrechó la mano.

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Shaoran no se había equivocado, por lo que cuando llegó a casa, volvió a ponerse cómodo, se puso la cinta que hicieron Sakura y Akiho y se fue al rincón NBA, donde bajó los estores y se puso a esbozar un nuevo diseño mientras su mujer y su hija dormían. No era el lugar más cómodo de todos, pero pensó que ahí no molestaría a nadie, pero se equivocó. La niña volvió a llorar.

–¡Buaah!

–Shaoran, apaga la luz. –le pidió Sakura desde el dormitorio.

–¿Aquí también?

El arquitecto recogió las cosas y se fue a la entrada de la casa, pero la niña volvió a llorar.

–¡Buaah!

–Shaoran, apaga la luz de la entrada. –le pidió su mujer.

–Estoy trabajando. Deja de interrumpirme. –se quejó Shaoran.

–Lo siento, pero Akiho no puede dormir si se filtra luz. –dijo Sakura.

–Está bien. –dijo Shaoran, aunque quien necesitaba dormir realmente era él.

Derrotado, volvió a recoger las cosas y se fue al único lugar que le quedaba en el apartamento pero donde no molestaba a nadie: encima del retrete.

–Aquí no puedo dibujar líneas rectas.

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Sakura bostezaba a la mañana siguiente mientras su marido salía de vestirse para irse al trabajo.

–Oye, ¿no puedes hacer nada para que Akiho no llore? –preguntó Shaoran, que no había podido aprovechar nada la noche. –En el retrete es imposible trabajar.

–¿Y qué quieres que haga?

–No puedo trabajar si no puedo concentrarme. –dijo Shaoran. –Es una lata tener que estar apagando la luz cada vez que llora.

–Lo siento pero no puedo hacer nada hasta que no vengan a arreglar la puerta. ¿Por qué no te levantas pronto? –sugirió Sakura mientras Shaoran terminaba de ponerse un jersey por encima de la camisa.

–Ni hablar. Soy como una lechuza. Al menos podrías tomarla para que dejara de llorar o algo y seguro que calla en un minuto o dos. Eres su madre. Supongo que puedes hacer eso, ¿no?

–Así que puedo hacerlo por ser su madre. –dijo Sakura que empezaba a enfadarse mientras cortaba alimentos de forma cada vez más seca e intensa.

–Este trabajo que tengo que hacer en casa será algo temporal, así que te pido que me ayudes con esto. –dijo Shaoran tras ponerse la chaqueta. Sakura dio un suspiro para intentar controlar su mal genio.

–¿Es lo único que me pides?

–Sí.

–¿No es hora de que te vayas? –preguntó ella con una sonrisa fingida. Era como si le dijera "márchate antes de que te lance el cuchillo".

–Oh, sí. –dijo Shaoran al mirar el reloj. –Adiós.

En cuanto perdió a su marido de vista, Sakura cogió su móvil.

–¡Por cierto, el material que hay encima de la mesa es muy importante! –exclamó Shaoran desde la entrada antes de marcharse.

–Sí. –dijo Sakura casi por inercia, porque no dejaba de teclear en su móvil en el grupo de las mama friends.

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Rika recogía un poco la cocina mientras su hijo desayunaba cuando recibió un mensaje de Sakura.

¿Podemos comer juntas hoy?

Rika contestó que sí, aunque no sabía qué podía aquejar a Sakura. Cuando la vio en el parque junto a Shaoran parecía muy feliz.

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–Confío en que hagamos esto juntos. –dijo un preocupado Terada a su compañero de trabajo.

–Pero no está preparado para entregar. –dijo éste. –Primero tenemos que hacer las validaciones.

–¿Podemos dejar la validación a la mitad? –preguntó Terada.

–Imposible. Si hacemos eso y el sistema colapsa…

–Pero omitir algunas validaciones es razonable. –dijo Terada, ya que si las realizaban todas no le daría tiempo a cumplir el plazo impuesto por su jefe. –Si validamos cada mínimo detalle no llegaremos en plazo. Valida sólo las partes imprescindibles y las que te dé tiempo.

–Está bien. –accedió el compañero de Terada no muy convencido.

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Como había comenzado a convertirse en costumbre, Kaho hizo de anfitriona en la comida de mama friends propuesta por Sakura.

–¿De verdad te ha dicho eso? –dijo Kaho con incredulidad cuando Sakura explicó la última ocurrencia de su marido mientras asentía ofendida.

–¿Cómo se atreve? –preguntó Rika.

–Me parece abusivo que diga eso. –opinó Kaho.

–Y eso no es todo. Después de decirlo y mientras yo estaba alucinando dijo: "te pido que me ayudes con esto" –dijo Sakura imitando la voz grave de Shaoran.

–Oh. –dijeron Rika y Kaho a coro.

–Exacto, a pesar de que tenía intención de apoyarlo en lo que me pidiera me hizo sentir como si fuera un obstáculo. –dijo Sakura. –Es muy triste.

–No me extraña. –opinó Kaho.

–Así que tu marido es del tipo que no piensa las cosas y tan sólo se concentra en el trabajo y nada más. –dijo Rika, que percibía muchas similitudes entre Terada y Shaoran.

–¿Qué?¿Acaso lo conoces? –preguntó Kaho.

–¿Qué?¡No, no! –mintió Rika poniéndose nerviosa de repente. –Lo que pasa es que mi marido es igual. Si se distrae mientras trabaja dice que no quiere ver ni rastro de nosotros.

–¿Ni rastro? –preguntó Kaho.

–Sí. Anoche trabajó hasta esta mañana temprano.

–Hombres. Usan el pretexto del trabajo para dárselas de importantes. –comentó Kaho.

–Menuda verdad. –dijo Rika.

–Oye, Sakura. ¿Por qué no te quedas aquí esta noche con la niña? –sugirió Kaho.

–¿Qué? –preguntó Sakura al no esperar esa propuesta.

–Aquí Akiho podrá llorar todo lo que quiera. Incluso puede que le venga bien para poder dormir tranquila. –dijo Kaho sonriéndole a la pequeña Akiho, que estaba en el regazo de su madre mientras ésta comía.

–No, no te preocupes. No pretendía molestarte. –dijo Sakura. –Tener un bebé aquí sería una molestia.

–¿Pero qué dices? No seas tímida. –intentó animarla Kaho.

–Pero tu marido podría molestarse.

–No te preocupes por él. De todas formas siempre está trabajando y llega tarde a casa. Además, él tiene su propio rincón justo allí. –dijo Kaho señalando a una puerta.

Rika y Sakura fueron a mirar por curiosidad. Al abrir, vieron un trastero oscuro lleno de cajas. Entonces, las tres comenzaron a reír a carcajadas.

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La sauna pareció convertirse en el confesionario de Shaoran, porque después del trabajo volvió a ir con Eriol para hablar.

–Le he dicho que tengo trabajo y si puede hacer callar a la niña. Así que creo que esta noche, aunque llore, espero poder terminarlo. –dijo Shaoran.

–Sí, eso sería genial.

–Espero poder presentártelo para mañana por la mañana.

–Eso espero. –dijo Eriol. –Oye Terada, ¿te pasa algo? Te veo alicaído.

–No es nada. Sólo que tenemos la obligación de terminar nuestro trabajo y a veces eso nos somete a mucha presión. –dijo el aludido.

–Totalmente de acuerdo. –asintió Shaoran

–Tengo que irme. –dijo Terada.

–¿Ya, tan pronto? –preguntó Eriol.

–Yo también me voy. Tengo trabajo que hacer. –se unió Shaoran.

–¿Tú también?

–Los maridos trabajadores no pueden descuidar el hogar. –dijo el hombre de melena negra mientras se sentaba en el espacio dejado por Shaoran junto a Eriol. A Eriol le dio la impresión de que ese hombre siempre acudía a la sauna cuando estaban ellos. –Pero yo puedo quedarme aquí contigo.

–No se preocupe.

–Por cierto, ¿hay algo que te preocupa? –preguntó el hombre.

–¿Qué?

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–Ya estoy en casa. –anunció Shaoran al llegar.

–Hola. Hoy llegas pronto. –comentó Sakura mientras se sentaba con la niña para darle de cenar.

–Hola, pequeña. Cuando termines de cenar papi va a utilizar esta mesa, ¿vale? –le dijo Shaoran a la niña. Entonces, la niña levantó un poco la bandeja lo suficiente para derramar la comida, que justo fue a parar a los papeles importantes que Shaoran había dejado allí por la mañana.

–¡Ohh! –exclamó Shaoran al darse cuenta de lo ocurrido. Al no esperar aquella reacción, Akiho comenzó a llorar.

–Cariño, no pasa nada. No estaba demasiado caliente. –dijo Sakura intentando tranquilizar a la pequeña.

–¡No puede ser verdad! –exclamó Shaoran.

–No te preocupes. Lo limpiaré. –dijo Sakura mientras cogía a la niña para que dejara de llorar.

–Son algunos bocetos que ya había hecho. Esto no se puede limpiar. –se quejó Shaoran. –¿No los podrías haber puesto en otra parte mientras la niña cena?

–Perdona. No sabía que fueran tan importantes. –dijo Sakura.

–Te dije que eran importantes.

–No lo hiciste.

–¡Lo hice esta mañana! –exclamó Shaoran. –Dale la cena y llévala a dormir. Y después, ¿podrías no molestarme mientras trabajo?

–¿A qué te refieres con "molestarme"?¿Es eso lo que Akiho y yo somos para ti, una molestia?

–Yo no he dicho eso.

–¡Sí lo has hecho!¡El hogar no es un sitio para trabajar!¡Es un lugar para estar en familia!¡Aquí es donde vive tu familia!¡Es el lugar donde vive un bebé!¡Haz tu trabajo en la empresa! –contraatacó Sakura mientras la niña seguía llorando.

–¡Está bien!¡Me quedaré en la oficina a trabajar hasta tarde y pagaré el taxi con el presupuesto familiar! –exclamó Shaoran mostrándole el trabajo que debería tirar a la basura.

–Eso es un asunto que está fuera de lugar. –dijo Sakura con la boca pequeña al no esperar que Shaoran le saliera por ahí.

–Claro que no. A esas horas ya no hay metro ni autobús, por lo que me veré obligado a coger un taxi. Así que, o es así o tendrás que ser más flexible con mi trabajo. –dijo Shaoran. –¿Por quién crees que hay comida en la mesa?

–¡Ya estás otra vez con otro comentario abusivo! –exclamó Sakura. El llanto de la niña no se aplacaba.

–¿Acaso no es verdad?

–Muy bien. Escúchame, amigo. ¿Quién crees que hace posible que trabajes desde la mañana hasta la noche? Es porque tienes una esposa de baja por maternidad que se hace cargo de la casa y de la niña.

–¡No fanfarronees por ocuparte de la casa y la niña!

–¡No fanfarronees por trabajar!

–Bien. Si esas tenemos, no me apetece pasar mi día libre en familia. –dijo Shaoran cogiendo uno de los folletos del zoo que Sakura había traído a casa. –De todas formas no podría ir porque se me ha acumulado el trabajo. Así que queda cancelado.

–¿Has dicho que no podrías?¿Acaso no puedes cumplir tus promesas? –preguntó Sakura. Que cancelara el plan que tenían en familia le dolió especialmente. Y a Akiho parecía que también, porque su llanto parecía ir a más.

–No tengo tiempo de discutir. ¡Y ordena esto! –añadió Shaoran tras tropezar con algún juguete y desaparecer por el dormitorio.

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–Siento haberme presentado al final. –dijo Sakura disculpándose mientras entraba con la niña en brazos.

–¿Pero qué dices? Me encanta tener un bebé en casa. Pasad. –dijo Kaho.

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El boceto que Shaoran le presentó aquel día era todavía más imponente que el anterior. Pero la reacción de Gondawara fue la misma. Tras mirarse su mano un par de segundos, se la ofreció a Shaoran, pero éste no quería estrechársela, ya que eso significaba volver a empezar. A Eriol y a Meiling cada vez les costaba más disimular el agotamiento con ese hombre.

–Vamos, no sea tímido y estrécheme la mano. –insistió Gondawara.

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Ya en la oficina, Shaoran no sabía qué hacer, excepto chocar su cabeza contra la pared.

–Oye, Tsukishiro. ¿Qué le pasa a Li? –preguntó Yamazaki.

–Está de bajón. –respondió Yukito mientras se acomodaba sus gafas.

–¿Puede ser que al tener hijos la calidad del trabajo decaiga? –preguntó Yamazaki. Yukito no tenía la respuesta, pero quizás fuera cierto.

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–No hace falta que cocines, Sakura. –dijo Kaho con Akiho en brazos.

–Ni hablar. Ya que me estoy quedando aquí, déjame hacer esto. –se negó Sakura mientras hacía la comida.

–Muchas gracias. Pero creo que es al contrario. Eres tú la que me está ayudando a mí. –dijo Kaho. –Por cierto, ¿en qué trabaja tu marido?

–¡Buaah! –al escuchar la palabra trabajo, fue como si a Akiho se le hubiera activado un sensor que la hiciera llorar.

–¡Oh, no llores! –intentó calmarla Akiho, dejando en el olvido la conversación sobre el trabajo de Shaoran.

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–Ya estoy en casa. –dijo Shaoran con voz agotada. Pero al entrar, encontró la casa a oscuras y deshabitada. Al encender la luz, sólo encontró una nota encima de la mesa.

Como somos una molestia, estamos en casa de una amiga. Sakura y Akiho.

Sabía que la noche anterior se habían ido a casa de una amiga, pero no pensaba que fuera a alargar su estancia.

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Aquella noche Eriol por fin conoció a Sakura. Él ya estaba en la cama cuando ella llegó y por la mañana se fue tan temprano que tampoco la vio.

–Con una esposa y un bebé tan adorables seguro que tu marido reflexiona ahora que te has marchado de casa. –comentó Eriol.

–Quédate mañana también. –le pidió Nakuru, que tenía a Akiho en su regazo ilusionada por tener un bebé allí. Lo que Nakuru no se imaginaba era que ella ya había visto a ese bebé, pero cuando lo hizo iba tan abrigada que era casi imposible reconocerla.

–Gracias, Nakuru. Tienes una hija genial, Kaho. –dijo Sakura.

–Puedes quedarte el tiempo que quieras. –añadió Eriol con amabilidad. Era como si de repente sintiera a Sakura como una hermana pequeña. –Nakuru, ¿me dejas cogerla?

–Oh, Eriol. Deja de presumir delante de la gente. –le pidió Kaho.

–¿De qué hablas? –preguntó él cogiendo a la niña al fin. –Por cierto, ¿en qué trabaja tu marido?

–¡Buaah! –la niña volvió a llorar ante la mención de la palabra trabajo.

–Oh, vaya, está llorando. –dijo Eriol volviéndole a pasar al bebé a Nakuru.

–¿Lo ves? La niña no te soporta. –dijo Kaho mientras intentaban calmar a la niña, volviendo a quedar en el olvido la conversación sobre la profesión de Shaoran.

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Si había algo positivo en haberse quedado solo en casa era que podría disponer de la mesa y de toda la luz que quisiera para poder trabajar en paz, pero por alguna razón que no comprendía, no acababa de concentrarse y todos los intentos de bocetos que había iniciado habían acabado convertidos en bolas de papel.

Había perdido la cuenta de cuántos intentos llevaba. Cuando volvió a coger un folio nuevo, su cabeza seguía tan en blanco como el papel que tenía delante.

Incapaz de concentrarse, se levantó, encendió la televisión y se sentó en el sofá, pero apagó el aparato al ver que salía un político en campaña prometiendo cosas que jamás cumpliría.

Después volvió a la mesa por si la inspiración había regresado, pero Shaoran seguía igual. Cuando fue a beber de su taza y notó que no quedaba té, se levantó con pesar para prepararse un poco, pero tropezó con un juguete de la niña que no pudo evitar mirar, sintiéndose la peor persona del mundo.

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–¿No has podido dibujar nada? –preguntó Eriol seguido de Meiling.

–Ayer no estaba nada inspirado. –dijo Shaoran, al que se le notaban las ojeras del cansancio acumulado. –Tendré algo para mañana.

–El plazo para formalizar el contrato acaba en dos días. –recordó Eriol.

–Cancelaré la reunión de hoy. –dijo Meiling.

–Sí, gracias. –dijo Eriol.

–Lo siento. –se disculpó Shaoran, ajeno a la mirada de Yamazaki.

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En el trabajo, Terada recibió la llamada que había estado temiendo recibir.

–¿El sistema ha colapsado? –preguntó Terada. –Lo solucionaremos.

–Así que no hicimos validaciones suficientes. –comentó su compañero al intuir lo que había pasado por lo que dijo Terada con voz casi fúnebre.

–Será mejor que lo arreglemos cuanto antes. Vamos. –dijo Terada cogiendo su ordenador portátil y saliendo corriendo seguido de su compañero.

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Para no molestar tanto a Kaho, Sakura se fue con su hija a una cafetería a desayunar algo mientras los Hiragizawa se iban a trabajar y a estudiar, en el caso de Nakuru. Además, su amiga de la infancia Tomoyo Daidouji la había llamado y habían quedado allí para verse. Mientras esperaba, Tomoyo la vio por el ventanal de la cafetería y entró.

–Hola, Sakura. –saludó la morena.

–Hola, Tomoyo. –saludó Sakura con entusiasmo por verla.

–Siento haberte llamado con tan poca antelación, pero me ha surgido un viaje de trabajo aquí en Tokio y me pareció buena idea vernos antes de que volviera a casa. –dijo Tomoyo.

–No te preocupes. Me alegra que me hayas llamado. –dijo Sakura.

–Y dime, ¿qué tal te va? –preguntó Tomoyo una vez que le sirvieron su café.

–Pues aquí tienes a la pequeña fugitiva. –dijo Sakura refiriéndose a Akiho. –En realidad las dos lo somos. Nos hemos ido a casa de una amiga porque según Shaoran somos un obstáculo para su trabajo.

–Me alegro de que tengas esa clase de amiga aquí en Tokio. –dijo Tomoyo.

–Sí. De hecho no hace mucho que nos conocemos, pero se ha convertido en un gran apoyo. Tengo que plantar buenas raíces donde vivo. –dijo Sakura.

–Es verdad. Yo también lo siento así, especialmente en mi caso, que voy de un lado para otro. –dijo Tomoyo.

–Eso quiere decir que en lo laboral te va muy bien.

–¿Pero qué dices? Poco antes de dar a luz tú eras igual. –le recordó Tomoyo.

–¿Aún te acuerdas? Siento como si hubieran pasado años de eso. –dijo Sakura.

–Pero es normal centrarte en Akiho. Estás de baja por maternidad. –dijo Tomoyo cogiéndole la manita a la niña, que estaba sentada en el regazo de su madre. –¿Pero sabes? De alguna forma también comprendo cómo se siente Li.

–¿Qué?

–En el trabajo hay veces que te tienes que centrar muchísimo debido a las exigencias de los jefes y cosas como la familia o el amor pasan a un segundo plano porque si no sería imposible lidiar con todo. Sakura, antes de que te quedaras embarazada eras igual. A veces pensaba que eras una adicta al trabajo. –reflexionó Tomoyo. –Pero en realidad lo que te pasaba era que te apasionaba lo que hacías. ¿Acaso has olvidado esa sensación?

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En la empresa donde trabajaba Shaoran prácticamente se habían marchado todos los empleados, por lo que sólo el lugar de Shaoran quedaba iluminado.

–¿Sigues aquí?¿Vas a quedarte más tiempo? –preguntó Yukito, el cual Shaoran pensaba que ya se había marchado.

–Sí, ¿y tú?

–Sólo he vuelto porque había olvidado algo. –respondió el de gafas sacando un catálogo del cajón de su mesa. –Son los materiales de venta de Meiling. Quiero adelantar trabajo y organizarlo en casa.

–Bien. Hasta mañana. –se despidió Shaoran.

–Li. –dijo Yukito antes de marcharse. –He oído que Gondawara es muy duro y no lo estás pasando nada bien, pero no importa lo difícil que sea. Tratándose de ti sé que lo conseguirás. Eres el espejo en el que me miro cada día.

–Gracias, Tsukishiro. Sólo espero estar a la altura. –dijo Shaoran.

–Hace dos años, cuando recibiste el premio al mejor diseño me pareciste tan genial a nivel laboral y personal, que pensé que eras la persona más completa que había conocido jamás. –comentó Yukito.

–¿La persona más completa? –preguntó Shaoran sin comprender.

–Sí. Porque en aquel entonces acababas de casarte y le dedicaste ese diseño a tu esposa. –dijo Yukito, recordando lo enamorado que estaba Shaoran en aquella época.

–¿Recuerdas eso? –preguntó Shaoran algo sonrojado.

–Pues claro. Dijiste que lo que realmente habías ganado era una mujer maravillosa. –le recordó Yukito. –Me pareció tan fantástico que empecé a desear ser como tú algún día y tener una familia a la que amar y por la que tuviera sentido venir a trabajar. Pero ahora mismo sólo trabajo para Meiling.

–Ya veo. –dijo Shaoran. Sabía que Yukito lo admiraba, pero no tenía ni idea de hasta qué punto, por lo que decidió premiarlo dándole más confianza. –Oye, puedes llamarme Shaoran.

–¿En serio? ¡Gracias! Llámame Yukito. Y siento haberte molestado. Buenas noches.

–No es nada. Buenas noches.

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Tras unas horas, Shaoran volvió a casa para encontrarla vacía. Durante todo el camino había estado reflexionando sobre lo que le dijo Yukito. Quizás el hombre que le había descrito sí era admirable, pero Shaoran no se sentía digno de admiración en los últimos días.

Al entrar en casa, volvió a encontrarla vacía, tal y como se estaba sintiendo él desde que no veía a Sakura y a su hija. Se sentó a la mesa y puso la maqueta de la casa que le enseñó a Sakura. Mientras se frotaba la cara con la mano para mantenerse despierto, escuchó el timbre. Shaoran se levantó con la esperanza de que fuera Sakura, pero no era ella, sino su madre.

–Te he traído una bolsa con naranjas para que le hagáis zumo a la pequeña. –dijo la madre de Shaoran.

–¿Por qué has venido tan tarde? –preguntó él.

–He venido a cenar con una amiga de mis clases de poesía y se nos ha hecho tarde. Además, venía cargada con las naranjas. Oye, ¿por qué está todo tan silencioso? ¿Sakura y Akiho ya están durmiendo? –preguntó Ieran, que hasta ahora no se había dado cuenta de la ausencia de su nuera y su nieta.

Ante aquella pregunta, Shaoran se sentó abatido.

–¿Te ha dejado? –preguntó Ieran.

–Claro que no. Sólo ha ido a visitar a una amiga. –dijo Shaoran.

–Ya. Y tú estás aquí incapaz de trabajar. –dijo Ieran fijándose en la mesa.

–Claro que no. –negó él.

–¿Todavía no te has dado cuenta de que tu hija se ha convertido en tu fuente de energía e inspiración? Así que cuando te separas de ella, tu vigor se marchita. –comentó Ieran.

–¿Eso crees?

–Por supuesto. No tienes ni idea de cuánta energía me diste tú a mí. Cuando eras tan travieso no sabía si reír o llorar. –dijo Ieran cogiendo la cinta que Sakura y la niña le habían hecho a Shaoran para observarla. –Desde que te independizaste y murió tu padre creo que ya no volví a trabajar con tanta energía. Bueno, come algunas naranjas. Son buenas para prevenir catarros.

–Sí. –asintió Shaoran, que no se quitaba de la cabeza lo que acababa de decir su madre. ¿Acaso era eso lo que le estaba ocurriendo?

–Yo me voy a casa. –dijo Ieran.

–¿Ya te vas?

–Sin la pequeña Akiho esta casa es muy aburrida. –dijo ella.

–Sí, supongo.

–Por cierto, si vas a verlas, no vayas con las manos vacías. –le aconsejó su madre, que en ningún momento se había creído que sólo estaban visitando a una amiga.

–Lo sé. De hecho ya tengo algo preparado. –dijo Shaoran.

–No estoy hablando de la amiga de Sakura, sino de Sakura y Akiho. Buena suerte, papi. –leyó ella sujetando la cinta. –Haz un trabajo del que la pequeña Akiho se sintiera orgullosa. Toma la cinta. Adiós.

Shaoran tomó la cinta y la miró, recordando el día en el que su esposa se la entregó. Después, miró el cuadro que acreditaba ser el ganador al mejor diseño y recordó las palabras de Yukito.

Shaoran se sentó a la mesa, mientras miraba la maqueta, recordó cómo Sakura le decía que el hogar no era un sitio para trabajar, sino para estar en familia. Tras pensar en aquello, se puso la cinta en la frente y comenzó a dibujar inspirándose en su querida familia, como la primera vez que cogió a Akiho en brazos, cuando comenzó a reptar o cuando ambos la miraban dormir plácidamente.

–Terminado. –dijo un cansado Shaoran cuando ya había amanecido.

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–Mañana termina el plazo para formalizar el contrato y tenemos a otra compañía llamando a nuestra puerta deseosa de trabajar con nosotros y es probable que iniciemos conversaciones con ellos. –dijo Gondawara recordándole a Eriol, Meiling y Shaoran que aquella sería casi la última oportunidad de convencerlo.

–Lo sabemos, señor Gondawara. Le hemos traído una nueva propuesta. –informó Eriol.

Esta vez, cuando Shaoran le presentó el boceto, no era un dibujo del exterior de la vivienda, sino del interior, en concreto un espacioso salón con cocina abierta en el que predominaba la madera y grandes ventanales. También se veían unas escaleras que subían al piso de arriba.

–Desde luego, es algo general. Le mostraremos el exterior enseguida. –dijo Eriol, que no esperaba que Shaoran le mostrara el interior de la casa.

–No. –le contradijo el castaño. –La parte importante de la vivienda es el interior.

–¿Qué quiere decir? –preguntó Gondawara.

–"Un hogar para una vida limpia". Tal y como yo lo entiendo, el concepto es que la familia que habita esa casa vive de manera vital, limpia y sana. En cuanto a los materiales de su empresa, el suelo será de suave madera de cerezo para que los niños no se hagan daño cuando se caigan. Las paredes incluirían tierra de diatomea para tener un aire más limpio. Y en cuanto a la pared de contraste podemos utilizar un azulejo deodorizante. Las ventanas están situadas en los lugares idóneos para dejar pasar la luz natural y facilitar la ventilación. Más que atraer la atención del que pase por al lado, pretendemos proporcionar un espacio bonito y sano para las personas que vivan dentro. –explicó Shaoran.

–¿Ha considerado el beneficio que obtendríamos con esto? –preguntó Gondawara.

–Por supuesto. –dijo Eriol.

–Esta vez no. –contradijo Shaoran.

–¿Qué? –preguntó Eriol, que pensaba que Shaoran se había vuelto loco.

–Lo que he pensado esta vez… –pero Shaoran se vio interrumpido por Eriol.

–Hemos pensado en la estética. En lo atractivo que sería todo con sus materiales. –improvisó Eriol para intentar salvar la situación.

–No. –volvió a contradecirlo Shaoran. –Esta vez sólo he pensado en mi esposa y mi hija.

–¿Su esposa y su hija? –preguntó Gondawara.

–Sí. Me he equivocado con ellas últimamente. Pensaba que me estaba esforzando al máximo al hacer mi trabajo. Pero en el fondo, llegué a pensar que mi familia era una molestia. –explicó Shaoran.

–¿Pero qué dices? –le susurró Eriol.

–Hablo de lo equivocado que estaba. Este boceto no lo he hecho yo solo, porque el hecho de que mi familia esté sana y sonría sin nada de qué preocuparse hace que yo me pueda centrar en el trabajo. Ellas, que siempre están en casa, son las que me han apoyado. Un hogar es una caja que protege la salud de la familia y las sonrisas de las personas que la habitan. He hecho este boceto pensando en todo eso. –argumentó Shaoran.

–Ya veo. –dijo Gondawara. El hombre se miró la mano, lo que automáticamente hizo que Shaoran, Eriol y Meiling dieran un respingo de tensión, pero cuando pensaba que le iba a ofrecer su mano, le mostró el dedo pulgar hacia arriba. –Es fantástico. Tal y como esperaba de su as, señor Hiragizawa. Ordenaré la redacción del borrador del contrato.

–¿En serio? –preguntó Eriol.

–Sí. Me gusta su visión del concepto de "un hogar para una vida limpia". Lo cierto es que quiero jubilarme con este proyecto y hace tiempo que quería desarrollarlo. Más que por los beneficios de mi empresa, por mis hijos y nietos. Quiero que la próxima generación de mi familia viva de forma sana y fuerte. Buscaba a alguien que sintiera lo mismo que yo para construir un hogar en torno a ese concepto. Me gustaría que fuera vuestra empresa. –dijo Gondawara.

–Muchas gracias. –dijeron los tres a coro.

–Finalmente, ha sido capaz de cerrar el trato con un día de antelación, señor Li. Ahora podrá ir. –dijo Gondawara.

–¿Qué? –preguntó Shaoran sin comprender. Entonces, Gondawara se sacó de la chaqueta un papel.

–En el boceto que se dejó usted el otro día se traspapeló esto. –dijo Gondawara, desplegando el folleto del zoo que Sakura le había dado para el día en familia.

–¡Oh!

–Páselo bien con su familia. –dijo Gondawara.

–Sí, gracias. –dijo Shaoran con una sonrisa nerviosa.

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–Perdona, me he entretenido en el baño. –dijo Meiling mientras Eriol la esperaba en la puerta de la empresa de materiales de construcción.

–No importa. Lo importante es que hemos conseguido el contrato. –dijo Eriol.

–Sí, es genial.

–Sí, aunque hemos estado al límite. –añadió el de gafas.

–¿Dónde está Li? –preguntó Meiling.

–Está ahí mismo, llamando a su mujer por teléfono. Es un marido muy devoto. –dijo Eriol.

–Perdóname Sakura. He estado muy absorto con mi trabajo. –se disculpó Shaoran.

–Yo también he estado muy absorta con la niña y el apartamento. –dijo Sakura comprensiva. Las palabras de Tomoyo la hicieron reflexionar.

–Oye, mañana llevaremos a Akiho al zoo. Pasaré a recogerte. Dime la dirección. Así conoceré a tu amiga y le daré las gracias por cuidarte. –dijo Shaoran.

–De acuerdo, ahora te mando la ubicación. –dijo Sakura sonriendo más aliviada. Al colgar, abrazó a su hija contenta. De alguna forma, encontrarían el equilibrio en la relación familia y trabajo.

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Tras comprar unos pasteles, Shaoran salió hacia el lugar donde Sakura se había estado quedando las últimas noches, pero al salir de la pastelería se encontró de frente con Rika y su hijo.

–Shaoran. –dijo Rika.

–Rika.

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Terada caminaba absorto en sus pensamientos mientras volvía a casa. No se quitaba de la cabeza la reprimenda que tuvo que sufrir en el trabajo por parte de su jefe.

Flashback.

–¿El sistema ha colapsado porque no completasteis la validación? Por vuestra culpa la mierda me ha salpicado a mí al tener que dar la cara frente a los clientes. –le reprendió el jefe.

–Con el tiempo que teníamos era lo único que podíamos hacer. –se defendió Terada, que no pudo contenerse ante la injusticia que estaba sintiendo.

–¡No quiero excusas! –exclamó su jefe.

Fin del flashback.

Entonces, desde la acera, vio extrañado a su mujer y a su hijo hablando con Shaoran Li de forma familiar.

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Tras haber saludado a Rika, Shaoran por fin llegó a la dirección proporcionada por su mujer. Para su sorpresa, el nombre que rezaba en la puerta era Hiragizawa, por lo que empezó a preguntarse si era el Hiragizawa que conocía. En cualquier caso, en cuanto le abrieran la puerta lo sabría.

–Hola, soy Shaoran Li. –dijo él cuando una mujer de melena pelirroja le abrió la puerta.

–Hola, soy Kaho Hiragizawa. –se presentó la pelirroja.

–Siento que mi mujer se haya tenido que quedar aquí estas noches. Sé que no es mucho, pero tenga esto como agradecimiento. –dijo Shaoran entregándole los pasteles.

–Gracias, pero tutéame. –dijo Kaho.

–Está bien. Tú también. –dijo Shaoran. –Disculpa, pero, ¿tu marido es…?

–Ya estoy en casa. –entró Eriol con algo de compra. –Aquí tienes, el aceite que me pediste. Creo que es una botella demasiado grande, pero no había más pequeñas.

–¿Eriol?

–¡Shaoran! –exclamó Eriol, que no se había percatado de su presencia. –¿Qué haces aquí?

–He venido a recoger a Sakura y a Akiho. –explicó Shaoran.

–¿Qué?¿ Entonces, el marido al que despachó eras tú? –preguntó Eriol.

–¿Qué pasa? –preguntó Kaho.

–Me temo que sí. –asintió Shaoran.

–¿Os conocéis? –preguntaron Sakura y Kaho a coro.

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Tal y como prometió, al día siguiente, la familia Li fue a pasar el día al zoo.

–¿Para ti también es duro ser padre? –preguntó Shaoran a un mono capuchino.

–¡Shaoran, venga!¡Por aquí! –exclamó Sakura con la niña en brazos.

Mientras las alcanzaba, de repente escuchó la voz del hombre de melena negra y gafas redondas que solía estar en la sauna llamándole. Shaoran se giró para ver de dónde procedía la voz y vio al mono con la cabeza de ese hombre, recordándole que lo que realmente quería hacer en su día libre era quedarse en casa sin hacer nada.

–¡Shaoran!¿Quieres despertar? Ya son las diez. –dijo Sakura intentando llamarle.

–Cinco minutos más. Tengo mucho sueño atrasado. –dijo un somnoliento Shaoran desde la cama.

–Es la décima vez que dices cinco minutos más. La niña ya está preparada, y yo también. Te he dado ese margen, pero ahora te toca prepararte a ti. –se quejó Sakura.

–Sólo quiero quedarme en casa en mi día libre. –dijo Shaoran sin abrir los ojos ni un momento, sin darse cuenta de que había verbalizado las palabras que le había recordado el hombre de melena negra en su sueño.

–¡Es tu deber!¡Nos lo prometiste!¡Vamos al zoo!¡Ya descansarás cuando volvamos! –dijo Sakura, pero Shaoran reaccionó tapándose también la cabeza para no ser molestado. –Con que esas tenemos. Está bien.

De repente, Shaoran sintió cómo le caían cosas en la cabeza. Era Sakura tirándole sus cosas de la NBA encima. De repente le había brotado el ogro interior.

–¡Para, para! –pidió él.

–¿Te has despertado ya?

–¡Está bien, ya voy!

Continuará…