Nunca he estado de luna de miel con Edward pero asumo que debe ser algo parecido a esto.

A no tener nada más importante que el hecho de estar con él.

El sexo siempre ha sido espectacular pero ¿ahora? Ahora es otro nivel.

Tampoco recuerdo haberme sentido nunca tan tranquila.

No hay prisa, no hay fechas límites, no hay próximos viajes.

Hace semanas que no respondo los whatsapps de mis amigas, los leo pero no los respondo y Edward ni si quiera estoy segura de que use el teléfono para algo que no sea el GPS.

Continuábamos visitando calas por toda la isla pero al menos dos días a la semana íbamos a cala Olivera. Nunca más volvimos a estar solos porque era agosto y el turismo se había incrementado.

Habíamos ido varios días a Dalt Vila donde principalmente nos compramos ropa y paseamos por las calles empedradas.

Descubrimos la marca Adlib, que es ropa confeccionada en la isla de forma artesanal y por supuesto me hice con un vestido y un par de esparteñas. Edward también se compró unas esparteñas y unos pantalones.

Poco a poco íbamos cogiendo las costumbres de la isla e íbamos huyendo de los lugares y acciones típicos de turistas.

Incluso nuestros horarios se habían adaptado a España y lo de comer a las tres o cenar a las diez ya no nos parecía raro.

A Edward se le había metido en la cabeza que en toda casa española tiene que haber un jamón y ahora en nuestra cocina había un jamón, una tabla específica para sujetarle y un cuchillo que había costado un dinero que no quería recordar. Los primeros cortes fueron desastrosos hasta que fuimos cogiéndole el tranquillo y ahora las lascas eran casi perfectas, algo gruesas, pero pasables.

Continuábamos con las clases de cocina y llevábamos unos días intentando recrear la tortilla de patatas de un bar de Santa Eularia que era la mejor que habíamos probado en mucho tiempo. Sobra decir que la primera fue un desastre y tuvimos que tirarla a la basura. Nunca más se nos ocurrió voltearla sobre la vitrocerámica.

Por primera vez habíamos asistido al mercadillo Hippy de Es Canar que nos pillaba cerca de casa.

Hace años había estado en Las Dalias que era impresionante pero este era más auténtico, tenía más esencia ibicenca.

Los puestos eran rentados por artesanos de la isla y había todo tipo de oferta. Habíamos comprado desde ropa hasta joyas pasando por artesanía y decoración para la casa hasta cosmética natural que ahora descansaba en mi neceser junto a otros productos de marcas más famosas como Fenty o Charlotte Tilbury.

Habíamos encontrado nuestra rutina, nuestro lugar feliz era y siempre sería Ibiza.

También habíamos comenzado a explorar el interior de la isla. Nuestra casa estaba rodeada de pinar por lo que un día cambiamos las sandalias por las deportivas y nos dejamos perder entre los árboles.

Ibiza era una isla con mucho monte y mucha vegetación por lo que había mucho que descubrir más allá de sus aguas cristalinas en sus decenas de playas y calas. Cuando google decidió dejar de ofrecernos rutas, encontramos Ibiza Hike Station por Instagram y contratamos varias rutas con ellos.

Las fotos que ahora están en nuestros respectivos fondos de pantalla del teléfono fueron hechas por él en lugares increíbles de la isla que no habríamos podido conocer sin su ayuda.

Atlantis robó mi corazón y hemos ido un par de veces a pasar el día disfrutando de las piscinas naturales que se forman entre las rocas de la antigua cantera de donde se sacó la piedra para construir la muralla de Dalt Vila.

El acceso es muy complicado y si no lo conoces es casi imposible saber llegar por lo que no está masificado y puedes concentrarte en sentir la parte más mística de la isla. Antiguamente era un lugar de peregrinaje para los hippys y yo creo que esa parte mágica que encuentras bañándote en sus aguas se debe a ellos.

Teníamos pendiente volver a Formentera, tal vez pasar allí el fin de semana y disfrutar sin prisa de la isla. Quizás lo dejásemos para septiembre cuando los turistas se fueran a sus casas y todo volviera a la tranquilidad.

Ahora estábamos echándonos la siesta en la cama balinesa del jardín.

Edward estaba completamente dormido y yo estaba en ese estado de duermevela en el que caes antes del sueño profundo.

Un sonido fuera de lo normal hace que abra los ojos y agudice el oído.

Es un coche.

No pasan coches por aquí cerca porque el sendero que conecta la villa con la carretera principal serpentea durante dos kilómetros. Nadie que no venga a esta villa toma el sendero.

El sonido se va acercando y me incorporo en la cama.

La mano que Edward tiene sobre mi hombro cae sobre el colchón sin delicadeza.

Oigo el motor más cerca.

Se para.

El único sonido vuelve a ser el de las chicharras al sol.

Luego escucho la puerta de un coche cerrándose.

No hay duda de que viene alguien.

El jardín está rodeado de vegetación y de una verja lo que nos aporta seguridad e intimidad pero puedo escuchar sin problemas los sonidos del exterior.

Luego escucho como manipulan la puerta principal intentando entrar.

Desde aquí veo que el cerrojo está echado y estoy segura de que la llave de la cerradura también.

Hoy no hemos salido de casa y todas las noches revisamos que esté cerrado.

Vuelven a intentar abrir.

Estoy paralizada.

Entonces escucho un sonido que no he oído nunca, el timbre.

Suena varias veces.

A la segunda despierto a Edward intentando no hablar muy alto y cuando sus ojos verdes se abren se encuentra mi mano en su boca.

Frunce el ceño sorprendido y me retira la mano para poder hablar.

Me pongo un dedo en los labios indicándole que no hable.

-¿Qué pasa?- susurra.

-Un coche ha parado fuera y están llamando al timbre- le explico susurrando igualmente.

Para reafirmar mis palabras el timbre vuelve a sonar.

-Voy a ver quién es. Tú vístete- me dice levantándose completamente desnudo de la cama balinesa y poniéndose unas bermudas que dejó ahí olvidadas hace unos días.

Nos habíamos dado un baño en la piscina después de comer y nos habíamos quedado dormidos.

No usábamos bañador si estábamos solos así que tenía que subir a la habitación a por algo de ropa.

Corrí al interior de la casa mientras volvían a llamar al timbre.

Me puse un vestido simple y bajé corriendo de nuevo al jardín para ver a Edward abriendo la puerta y recibiendo un abrazo de la persona que estaba al otro lado.

Cuando se separaron y vi quien era respiré tranquila de nuevo y negué con la cabeza.

Pues claro, ¿quién más iba a saber dónde encontrarnos en la isla?

Solo David.

Me reí de mi miedo infundado y salí al exterior para saludarle.

-¡Bella cuanto me alegro de verte! Estás guapísima- me dice fundiéndonos en un abrazo.

Ambos nos reímos y nos da igual el covid porque nos damos dos besos como acostumbramos siempre a hacer.

-Me has dado un susto de muerte. Eres la primera persona que usa el timbre- le cuento- ven vamos, ¿cuándo has venido a Ibiza?- le pregunto haciéndole pasar a la zona de estar que rara vez usamos.

-¿Cómo voy a ser la primera persona que usa el timbre? Sé por Garrett que lleváis aquí desde junio- entonces repara en nuestras ropas y nuestro aspecto- os he interrumpido, estabais a lo vuestro.

Edward y yo nos reímos y negamos.

-Estábamos dormidos echando la siesta- le dice mi novio.

-No creo, os conozco. Se te tiene que estar a punto de caer la polla de tanto usarla-

Yo me avergüenzo un poco pero Edward se ríe y le saca el dedo medio.

-Si hubiéramos estado ''a lo nuestro'' no habríamos parado para abrirte la puerta- le responde.

-Touché- acepta David riendo.

-¿Qué quieres comer? ¿o beber? Déjanos ofrecerte algo- le digo.

-Una cerveza está bien. Llevo conduciendo 40 minutos, ¿por qué os habéis venido a la villa más perdida de la isla? Hasta que he visto la puerta pensaba que me había perdido.

Edward regresa de la cocina con una cerveza en la mano y una bolsa de patatas fritas de la sal de Ibiza.

-¿Tú quieres algo nena?- me pregunta poniéndome una mano en el hombro.

-Yo voy a tomar un café- digo haciendo ademán de levantarme.

-Yo te le traigo, ¿con hielo?

-Sí, por favor.

-Nos quedamos con esta villa precisamente por eso. Queríamos estar solos y tener privacidad. Las demás villas estaban muy expuestas.

-¿Síndrome de la cabaña?

-Síndrome de la cabaña- sonrío- pero cuéntanos ¿cuándo has vuelto a la isla?

-Llevo aquí una semana. Los primeros días los dediqué a poner a punto mi casa porque no venía desde noviembre y estaba todo fatal. El equipo de limpieza que he contratado se ha ganado el cielo- se ríe- sabía que Edward estaba aquí porque me lo dijo antes de volar cuando aún seguía en Los Ángeles pero desde que llegó no he tenido noticias vuestras. Es muy bonita esta villa, muy acogedora.

-Edward dice que la empresa con la que la cogimos está más enfocada al ocio familiar y se nota. Hay hasta una habitación de bebé, cuna incluida.

-Pues ten cuidado, a ver si de tanto ver la cuna vacía os van a entrar ganas de ponerle remedio- dice riendo.

Niego con la cabeza uniéndome a su risa.

-Pero lo digo porque se nota que es vuestra. Le habéis dado vuestro toque y tiene vuestra personalidad.

Es cierto que la villa venía desnuda como todas las casas de alquiler pero poco a poco la hemos ido llenando. Hay periódicos en la mesa de café que Edward compra casi a diario, hay libros que hemos comprado en los mercadillos y que ya hemos leído, también he ido comprando elementos de decoración artesanales como por ejemplo velas que están repartidas por todas las habitaciones y en una repisa de piedra incrustada en la pared está una pequeña mesa de mezclas vintage que Edward trajo desde Los Ángeles con vinilos.

Algunas mañanas pone música y bailamos o simplemente la deja de fondo mientras limpiamos o hacemos la comida.

-Sí, es nuestra.

Edward vuelve en ese momento con dos cafés.

Con leche sin hielo para él y americano con azúcar y hielo para mí.

-Gracias cariño- le digo tocándole la rodilla cuando se sienta a mi lado.

David nos mira sonriente.

-Os veo guay, más guay que nunca. ¿Es efecto pandémico?

Ambos nos reímos porque no sabemos a qué se referirá con efecto pandémico.

-Es la primera vez que estamos juntos más de dos semanas seguidas desde que somos novios y después de estar sin vernos tres meses… sí supongo que la convivencia hace eso. Nos hemos acoplado el uno al otro- le explico.

-En realidad os he llamado antes de venir. Os llevo llamando unos días pero no me habéis cogido el teléfono ni una sola vez. No me ofendo pero llegué a pensar que os había pasado algo.

Nos miramos avergonzados.

-No estamos haciendo ni caso al móvil- contesta Edward.

-Eso también me lo ha dicho Garret, lleva dos meses sin hablar contigo.

-No es verdad, le respondo los emails- se defiende.

No sabía que llevaba tanto tiempo sin hablar con su manager. Asumía que hablaban por whatsapp pero al parecer no.

Todas las veces que he oído a Edward hablando por teléfono ha sido con sus padres y en total no habrán sido más de tres.

-Creo que tiene que hablar contigo algo serio, algo laboral, así que yo no te he dicho nada pero llámale- le recomienda a Edward antes de dar un trago a su cerveza.

Miro a Edward y él me devuelve la mirada.

Ambos sabemos porque no ha cogido el teléfono a Garret y no ha sido por nada laboral precisamente.

-¿Y tú qué? ¿Cuántos discos llevas ya hechos desde que empezó la pandemia?

-Pocos- se ríe David- estoy intentando hacer colaboraciones pero todo el mundo tiene miedo de viajar y de juntarse y paso de hacerlo mediante grabaciones porque luego queda mal. ¿Podríamos hacer algo tú y yo ya que estamos aquí?- propone.

-Dale- le dice Edward recostándose en el sofá y llevándome a mí con él hacía atrás.

Me río porque no me lo esperaba y le golpeo el abdomen.

-¡Edward! Avisa- le regaño riendo.

-A la próxima- se ríe mordiéndome un poco la mejilla.

David se ríe al vernos interactuar y niega.

-¿Puedes por lo menos abrocharte el botón del pantalón? Siento que el objeto de deseo de Bella va a ponerse en funcionamiento y la cremallera va a saltar golpeándome.

-¡David!- le regaño ahora a él.

-Pareces mormón- le dice Edward abrochándose el botón y poniéndose una camiseta que había tirada en el sofá.

David se ríe.

En realidad sé que no le molesta vernos así, lo dice por joder y que nos avergoncemos.

Nos ponemos al día los tres con lo que ha sido de nuestra vida estos últimos meses.

Insisto en que David se quede a cenar con nosotros y nos da una excusa para usar la barbacoa exterior por primera vez.

Hay una carnicería en San Carlos de la que siempre vemos entrar y salir gente de ella.

Así que dejo que ellos se pongan al día de sus cosas mientras yo salgo a comprar la carne para cena. Compro alas de pollo, salchichas, hamburguesas, costillas e incluso morcillas, algo típico español que juré que odiaría por estar hecho con sangre de cerdo y que ahora adoro.

Cuando vuelvo a casa los dos están entretenidos delante del ordenador y el número de latas de cerveza vacías sobre la mesa ha aumentado considerablemente.

A las siete comenzamos a encender el fuego mientras las cervezas continúan saliendo de la nevera y cuando cenamos todos estamos algo achispados.

Edward achispado significa Edward manos largas y tengo que pararle varias veces las manos.

-Edward no- le digo en la cocina cuando me está ayudando a recoger los platos.

-Uno rápido- dice restregando un pene contra mi culo y manoseándome los pechos por encima del vestido.

Yo también estoy caliente pero David está en el patio esperándonos y no es idiota.

-Tres minutos- me promete mordiéndome la oreja.

Gimo y echo hacia atrás mi lumbar aumentando el roce.

Él se lo toma como una invitación y aprovecha la raja lateral de mi vestido para meter su mano y llegar a mi tanga. Lo hace a un lado e introduce un dedo sin problemas.

-Tú también quieres, estás mojada.

Su dedo me masturba y me dejo llevar hasta que oigo un ruido procedente del patio y vuelvo en sí.

-No- digo sacando su dedo de mi interior.

-¿Segura?- pregunta con esa sonrisita de borracho que le hace adorable.

-Segura- intento alejarme de él.

-¿Segura segura?- me vuelve a preguntar llevando mi mano al bulto de sus pantalones.

Está completamente duro.

-Segura segura- río apartando la mano- haz algo con eso antes de salir ahí fuera- le digo alejándome de la cocina riendo.

Cuando salgo al patio veo a David agachado sobre sí mismo recogiendo restos de la cena del suelo.

-No te preocupes Bella. Solo ha sido un plato- me dice con la voz trabada.

Voy a su lado y comienzo a ayudarle a recoger.

Cuando todo ha vuelto a su lugar David se sienta en la silla y se queda mirando las estrellas que se envuelven entre las nubes.

-He conocido a alguien- me confiesa- pero es más joven y aun así me tiene jodido.

-¿Joven cuánto?

David tiene 52 años pese a que los esconda bien tras su ropa moderna, su mentalidad abierta y su actitud jovial. Así que si la chica que ha conocido tiene 20 años se vería un poco raro.

-¿Tú cuántos años tienes?- me pregunta mirándome por un momento.

-Voy a hacer 30 al mes que viene- confieso.

-Pues uno menos que tú, ella tiene 29.

Bueno 29 no son 20, ya sabes qué quieres y qué esperas de la vida.

-No es joven, joven.

David me mira de nuevo fijamente.

-Vamos Bella, si tú eres un bebé- se ríe.

Me río porque no soy tan joven ya.

-Cuando ella nació yo me estaba casando, cuando acabó la universidad yo ya estaba divorciado con dos hijos y se lleva menos años con mi hijo mayor que conmigo.

-Pero le gustas tú.

-Y no logro entenderlo.

-Lo siento pero me tengo que reír. Desde que te conozco no has estado con ninguna tía de tu edad, era lógico que alguna llamase tu atención antes o después.

-Igual no lo crees pero es que las tías de mi edad no se lanzan a mis brazos y las de 20 sí.

-Me lo creo- afirmo.

Su móvil suena y se incorpora velozmente para desbloquearle.

-Es ella- afirmo al ver su cara.

-Sí es ella. Ha vuelto a casa con sus padres tras el confinamiento para pasar unos días pero dice que me echa de menos.

-Oh, ¿dónde vive?

-En París, es francesa también.

-¿Y cómo os conocisteis?

-Es mi vecina. Hablábamos por el balcón las primeras semanas de estar confinados, después ella vino a mi casa y se ha quedado conmigo.

-¿Habéis estado conviviendo juntos tres meses sin conoceros y ahora os echáis de menos? Es la chica adecuada- me río.

David también se ríe.

-No sé qué van a pensar mis hijos o mis padres. Jessica era más joven pero ya tenía sus 40 años, no había tanta diferencia.

-Quizás a tus padres les extrañe, tus hijos al final la verán como la novia de su padre tenga la edad que tenga.

-Gracias Bella. Eres la única persona que lo sabe. No se lo cuentes a Edward porque me va a putear la cabeza todo el día.

-No le dejaré.

-Os veo muy felices juntos, me alegro tanto.

-No ha sido fácil- confieso.

-Me lo imagino. Sé que Edward no ha estado muy allá estando solo en Los Ángeles, según Garret estaba huraño y esquivo.

-Cuando la pandemia comenzó y los gobiernos cerraron a las personas en sus casas Edward y yo discutimos, muy fuerte. Yo estaba en Los Ángeles y Edward se fue a un show en Dubai creo, no sé, la cuestión es que discutimos la noche de antes de que él se fuera y al día siguiente yo me marché a Barcelona. Una vez llegué allí no había forma de salir de casa ni de que Edward viniera. Así que aunque decidimos hacer un paréntesis hasta volver a estar juntos y hablar en persona los dos sabíamos que no habíamos dejado la relación en el mejor punto precisamente. No cuentes esto a nadie, nadie lo sabe.

-Por supuesto- David hace un gesto como de cerrarse la cremallera de la boca y tirar la llave- es entendible que estuviera así si había discutido contigo y no os ibais a poder ver en meses.

-No sabíamos que iban a ser meses. Cada vez que en la tele decían que lo alargaban 15 días más yo quería tirarme por el balcón, pero Edward estuvo ahí, ayudándome, cambió completamente sus horarios de sueño para poder hablar conmigo la mayor parte del día, me proponía planes a distancia, me compró regalos online para que me los trajeran a casa… me habría vuelto loca sin él.

-Entonces ahora estáis bien.

-Sí pero esto es un limbo. Aunque me lo niegue a mí misma en algún momento yo volveré a trabajar y él volverá a trabajar y por mucho que intentemos vernos no va a ser igual. Sueno como una quejica cuando hay gente que ha perdido a gente importante estos meses por el COVID pero siento una ansiedad enorme en el pecho de pensar en el momento en que eso ocurra y nos tengamos que volver a separar.

-Nuestro trabajo es complicado.

-Mucho- afirmo bajando la mirada al suelo de madera.

Edward sale en ese momento cambiado de ropa y con el pelo mojado.

¿Se ha dado una ducha?

Me le quedo mirando un rato y aunque aparenta estar más sereno que antes sigue borracho porque falla dos veces al desbloquear al móvil.

-¿De qué habláis?

-De las discotecas, de que necesito que abran ya, me estoy quedando en números rojos- miente nuestro amigo.

-Seguro que sí, tú precisamente que te bañas en billetes- dice Edward bebiendo un trago de cerveza.

Los dos ríen y hablan sobre su trabajo.

Edward recuerda que habló con Yann Pisemenn y le propuso ir a cenar un día a Ushuaïa. David está de acuerdo en que vayan a cenar y me incluyen a mí en el plan. Cree que Martin Garrix vendrá próximamente a Ibiza y quizás él también se pueda unir.

Cerca de la una de la mañana y con decenas de cervezas vacías en la mesa David se levanta tambaleante y dice que se va.

-Tú no te vas- le digo levantándome y caminando hasta él.

-Te juro que he conducido peor y he llegado.

-Doy fe- dice Edward alzando la cerveza y riendo.

La poca serenidad que ha conseguido en la ducha la ha perdido al abrir otra cerveza.

-Hay camas de sobra. Por favor quédate. Mañana desayunamos y te vas, cuando el alcohol en sangre no te domine.

-Estoy bien de verdad- dice sacando las llaves del coche del bolsillo y dejándolas caer.

Yo voy borracha pero no tanto como ellos así que mis reflejos son mejores y cojo las llaves antes.

-Decidido, te quedas.

-Tu mujer es mandona- le dice a Edward riendo.

-Mucho- afirma mi novio mirándome.

Cuando le miro seria por no tomarse en serio el que David coja el coche él simplemente levanta las manos y dice:

-Cariño es verdad.

Suspiro y me giro.

-Vamos David, hay una habitación en el piso de abajo. Será mejor que uses esa.

Le dirijo a trompicones hasta una habitación de una sola cama que está al lado de la sala de estar.

-Esa puerta de ahí es el baño. Siéntete libre de vomitar siempre que quieras.

Dejo a David tirado en la cama y salgo de nuevo al patio apagando la luz y cerrando la puerta tras de mí.

Edward está sentado acabándose la cerveza.

-¿Bebes conmigo?- pregunta arrastrando las palabras.

-Esta es la última- le digo abriendo la última lata de cerveza que tenemos en casa.

Doy un trago y me relajo contra la silla.

-No voy tan mal como crees- me afirma bebiendo.

-¿Ah no?

Niega.

-Achispado solo.

-Ahh-me río mirándole- menos mal.

Edward me mira de reojo y vuelve a beber.

-¿Te has tenido que dar una ducha antes?

-No.

-Pero…

-He tenido que fingir que me he dado una ducha para justificar porque he tardado tanto en salir.

-¿Y qué has estado haciendo?

Me mira raro como no queriendo confesar.

-No voy a regañarte si has estado en el baño haciéndote una paja porque te he dejado cachondo en la cocina- me río subiendo mis pies a sus piernas.

-No me he hecho ninguna paja. Está aquí esperándote- me dice poniendo mi pie contra el paquete de su pantalón que ahora está normal.

-¿Entonces?- pregunto restregando mi pie contra su bulto.

-Os he estado escuchando.

-¡Edward! ¿En serio?- pregunto indignada quitando mi pie de su regazo.

Él es rápido cogiendo mis pantorrillas y poniéndolas donde estaban.

-¡Eres un cotilla!- le regaño.

-No entiendo porque te lo cuenta a ti y a mí no y no entiendo tampoco porque le prometes no contármelo- dice completamente ofendido- no me gusta que siempre os andéis con secretitos.

Me río de él y doy otro sorbo a la cerveza.

-David es mi amigo también- me encojo de hombros.

-Pero yo soy tu novio- se defiende.

-Tampoco te cuento los secretos que comparto con Victoria.

-Es diferente.

-¿Por qué? ¿Por qué es chica?

-No, porque estaba antes que yo, tiene prioridad.

Me río porque lo que está diciendo no tiene sentido.

-Eso no funciona así. David confía en mí y no puedo traicionar su confianza. Él te cuenta todo siempre solo que este tema… no sabe como abordarlo con vosotros.

-No sabe como contarme que tiene envidia de mí y se ha buscado una chica de la edad de mi novia- explica riéndose solo de su chiste.

-Oye estás muy gracioso desde la quinta cerveza ¿no?

-Tú sí sabes que la quinta fue hace horas ¿no?- me pregunta serio.

-Sí cariño, lo sé- le digo con dulzura.

Como no voy a saber que la quinta fue hace horas si su límite de sobriedad son cuatro latas y cuando hemos empezado a cenar ya llevaría seis. Con siete se reía tontamente, con ocho no podía no tocarme y con nueve ha intentado convencerme de echar un polvo de tres minutos en la cocina. Esta es la décima.

Me río recordándolo.

-¿De qué te ríes?

-Del momento cocina- confieso.

-No sé qué hay de gracioso en dejarme empalmado y solo.

-Querías echar un polvo de tres minutos con nuestro amigo a 15 metros. ¿Cuándo hemos echado tú y yo un polvo de tres minutos?

-Alguna vez- afirma convencido terminándose la cerveza.

-Nunca- le contradigo.

-Soy capaz de hacer que te corras en dos minutos y si no me crees quítate las bragas- me río fuertemente al escuchar sus palabras y su tono de seguridad.

-No- niego riendo.

-Venga nena, reto- Dice desabrochándose el botón de las bermudas.

-Dices tonterías.

-Podría haberte hecho correrte en la cocina si hubieras aguantado… mmm 20 segundos más- se queda pensativo calculando el tiempo.

Me río y dejo la cerveza en la mesa.

-Hoy no va a haber sexo.

-¿Cómo que no? Es tradición, todas las noches- me explica señalando al cielo.

-No, hoy no porque estoy cachonda y quiero sexo pero en cuanto toques la cama vas a caer desmayado. Yo me quedaré a medias y me iré a dormir frustrada.

-Lo haremos de pie.

-Ni te tienes- le recuerdo riendo.

-Me ofendes.

-Mañana- prometo.

-Mañana David se levantará a la una del mediodía, ya se quedará a comer y luego parte de la tarde. Mañana tampoco vamos a follar- se lamenta- no tendría que haberle abierto la puerta.

Me río e intento ponerme de pie pero me frena agarrándome las rodillas.

-Un momento. Tienes algo aquí…- me dice serio tocando algo en la zona posterior de mi pierna.

-¿El qué?- pregunto cayendo en su trampa.

-Es como una picadura- dice tocando un punto de mi muslo- Ponte de pie que no lo veo.

Le hago caso y cuando me levanto oigo su risa bajo mi vestido.

-Ya no te escapas- se ríe trabando los dedos en mi tanga y bajándole.

Me río por su astucia y por mi idiotez al haber picado el anzuelo.

-Si me dejas a medias me las pagarás- le amenazo agarrándole la barbilla para que me mire.

-Prometo que no.

Siento la liga de mi tanga bajo mis rodillas y luego su boca está en mi clítoris.

Dos dedos en mi interior.

No veo su cara porque su cabeza está bajo mi vestido.

Mis ojos se cierran sintiendo placer y mis manos tiran de su pelo.

-Gírate, vamos a terminar lo de la cocina- dice saliendo de mi vestido.

No dudo en girarme y tarda dos segundos en volver a meter un dedo en mi vagina mientras se frota contra mi culo masturbándose.

Su aliento en mi oreja moja mi pelo.

Es sexy oír su respiración acelerada en mi oído.

Noto una de sus manos entre nuestras caderas y luego escucho como sus pantalones caen al suelo.

Su polla se frota directamente contra la tela de mi vestido. Es una tela de verano, fina, que me permite sentir su dureza y su calor.

-Fóllame ya- le pido.

Saca su mano de mi interior.

Sube la tela de mi vestido a mi cintura y me obliga a poner la rodilla izquierda sobre la mesa donde hemos cenado.

Tantea mi entrada con su punta pero no atina y le tengo que ayudar con mis manos.

-Así- digo sintiéndole en mi interior.

Llevo sus manos a mis pechos por encima de la tela.

No llevo sujetador así que es muy fácil que me los saque por encima del escote.

Sus caderas van a un ritmo descomunal.

El jardín se llena de ese sonido, flap, flap, flap, piel contra piel.

Aun no estoy cerca de correrme así que chupo dos de mis dedos y me toco aumentando el placer.

-Déjame a mí- me pide apartando las manos.

Sus dedos presionan mi clítoris y se mueven de un lado a otro.

-¿Estás cerca?

-Un poco más- le pido concentrándome en sentir.

Estoy disfrutando pero el alcohol también me está pasando factura.

-Cambiemos de postura- me propone -sube- dice saliendo de mi interior.

-¿A dónde?

Él choca su mano contra la mesa.

-¿Estás loco? No va a aguantar el peso.

-Mañana compro otra- me promete subiéndome a la mesa.

Me tumbo y separo las piernas para que él se coloque entre ellas y me penetre.

Cuando lo hace su pelvis choca contra mi clítoris y es mucho mejor.

-Dale- le digo subiendo mis piernas a su cintura.

Comienza a moverse entrando y saliendo de mí y con cada encuentro mi clítoris se hincha más y más hasta que me corro arqueando mi espalda sobre la mesa de madera.

Las caderas de Edward siguen embistiendo en mi interior con intensidad y velocidad.

Su cabeza está en mi cuello, su respiración es agitada.

Mis manos van a su cabeza acariciando su pelo.

Su cabeza se gira y nos besamos.

Al separarnos fijo la vista en el cielo oscuro de Ibiza, cubierto de nubes.

Comienzo a sentir algo de escozor en mi vagina.

-¿Te queda mucho?- le pregunto.

-Casi estoy- gime continuando con sus embistes.

Aguanto un par de minutos más pero no puedo sostenerlo mucho más tiempo.

-Para- le pido poniendo una mano en su pecho.

-¿Qué pasa?- pregunta parando sus movimientos y mirándome sobre mí.

-Llevas como media hora empujando en mi interior y estoy seca- le confieso.

-Déjame a mí- me susurra besándome y saliendo de mi interior.

Su cuerpo se separa del mío deslizándose por la mesa hasta la altura de mi cadera donde me separa las rodillas con sus manos y hunde su lengua en mi interior.

La humedad es bienvenida.

La suavidad de su lengua alivia el roce que su pelvis ha hecho en mí.

Cuando siento que vuelvo a estar preparada para él se lo digo y vuelve a introducirse en mi interior.

Da dos estocadas y para.

-¿Qué pasa?

-No puedo correrme. Estoy muy borracho- confiesa.

Me río mientras sale de mí.

-No te burles-

-No lo hago. ¿Quieres que te ayude?- le digo chupando su cuello.

Me mira y sonríe.

Señal afirmativa.

Solo hay un problema y es que cuando voy a cogerla entre mis manos la erección se ha ido.

Mi cara denota sorpresa al principio pero luego estallo en carcajadas.

-No puede ser- dice él bajándose de la mesa.

-Cariño es normal- le intento animar subiéndome los tirantes del vestido y colocando mis pechos en su interior.

-En mí no- responde subiéndose los pantalones.

Me río bajando de la mesa.

-No pasa nada- le intento consolar.

-Sí pasa, por aquí se empieza y luego terminaré tomando pastillas para que se me levante.

-Edward- digo agarrándole de la mano- No hay nada mal contigo, el problema está en las diez cervezas que te has tomado hoy. Mañana esta- le digo tocándole el bulto de sus pantalones- estará activa y levantada como siempre.

-Más le vale-

Me río antes de besarle y conducirle al interior de la casa.

Edward cae rendido en cuanto toca la cama.

Ni le intento mover.

Solo ha alcanzado a quitarse los zapatos y los pantalones porque continúa en calzoncillos y camiseta.

Me quito el vestido y me meto debajo de la sábana apagando la luz.

.

.

La persona que intentaba entrar a la villa ¡era David! Nadie ha pensado en él en la encuesta del grupo

¿Qué os ha parecido el reencuentro con su amigo? Es el primer contacto social que tienen desde hace meses.

Voy a hacer una aclaración:

-Los padres de Edward, Garret, etc, están en y no pueden viajar fuera del país si luego quieren regresar. El tema de las fronteras estaba muy controlado en plena pandemia, es agosto 2020.

-Los padres y amigos de Bella tampoco pueden viajar salvo que hagan una cuarentena a su vuelta así que este verano no se verán.

Esta semana vuelvo a tener algo de tiempo así que retomamos el review = adelanto? ¿Os parece? Ya me decís!

PD: Imágenes del capítulo en el grupo de Facebook mañana.

La empresa con la que realizan excursiones existe en la vida real, os recomiendo echar un ojo a su Instagram (IBIZAHIKESTATION) para ver los maravillosos lugares a los que van.