Disclaimer: Todo los personajes que podáis reconocer así como hechizos y escenarios pertenecen a J. .
N/A: En este capítulo hay un fragmento de Las Reliquias de la Muerte.
No podía ser verdad.
Hermione miró a la persona que estaba acostada a su lado como para cerciorarse que era real; observó cómo la respiración tranquila del chico hacia que sus hombros se elevasen ligeramente. Admiró la expresión de paz que tenia su rostro, durmiendo como si nada fuera de esa tienda de campaña existiese.
Pero ella no sentía esa paz…ella estaba inquieta; no estaba segura que era lo que había pasado hacia unas horas.
Él le había confesado que estaba enamorado de ella, pero… ¿Hasta qué punto seria real? Quizás solo confundía sentimientos, estaba asustado con todo lo que había pasado en la mansión y es cierto que él se había comportado con ella como nunca…cuidándola y preocupándose por ella… pero en la mente racional de Hermione no cabía la posibilidad de que el supiese distinguir entre enamoramiento o encaprichamiento.
Además…ella siempre había estado enamorada de Ron… ¿dónde dejaba lo que sentía por Ron tras esto? ¿cómo había podido entregarse de esa manera al placer con Malfoy? ¿Por qué su cuerpo reaccionaba así ante sus caricias? ¿Por qué tenia miedo de que esto acabase? ¿Por qué se había sentido tan identificada con los sentimientos que Malfoy había dicho que tenia hacia ella?
Draco abrió los ojos y sonrió al ver a Hermione sentada en la cama, con las rodillas flexionadas hacia su pecho y frunciendo el ceño como si su mente estuviera teniendo una lucha interna.
—Un galeón por tus pensamientos—dijo el chico sacándola de lleno de su mente.
Hermione lo miró con remordimiento y Draco alzo una ceja confundido.
—¿Qué ocurre? — preguntó intentando camuflar la preocupación en su tono de voz; la mirada de Hermione le había hecho ponerse en alerta pues él esperaba un beso de despertar y no una mirada cargada de reproche y… ¿arrepentimiento?
—Ha parado de llover—dijo la chica levantándose de la cama y buscando su ropa ya seca para vestirse— deberíamos seguir.
Draco gruñó levemente. No quería abandonar la cama, no quería que ella se fuese de su lado y lo que menos quería era que ella volviese a atrás después del paso que habían dado. Hace unas horas ella estaba entregada ¿no? Ella le había dicho que estaba segura de esto… ¿Qué mierda pasaba ahora?
—Granger….
—Malfoy—la chica lo interrumpió— no estamos para perder el tiempo. Te recuerdo que estamos en peligro, debemos seguir.
Draco se levantó a regañadientes. Si ella quería hacer como si nada hubiera pasado él le daría motivos suficientes para volver a repetirlo; la conocía mejor de lo que ella misma creía y si la mente de Granger estaba frenándola, él conocía suficientes trucos como para que el cuerpo de la chica volviese a caer en sus redes.
—Bien — dijo Draco mientras sonreía para si mismo— Pongámonos en marcha.
Harry, Ron y Ginny habían conseguido entrar en Hogwarts gracias a Aberforth Dumbledor.
EL techo encantado del Gran Comedor estaba oscuro y salpicado de estrellas, y debajo, sentados alrededor de las cuatro largas mesas de las casas, se hallaban los alumnos, despeinados, algunos con capas de viaje y otros en pijama. Aquí y allá se veía brillar a los fantasmas del colegio, de un blanco nacarado. Todas las miradas —tanto las de los vivos como las de los muertos— se clavaban en la profesora McGonagall, que estaba hablando desde la tarima colocada en la cabecera del Gran Comedor. Detrás de ella se habían situado los otros profesores, entre ellos Firenze, el centauro de crin blanca, y los miembros de la Orden del Fénix que habían llegado para participar en la batalla.
—… el señor Filch y la señora Pomfrey supervisarán la evacuación. Prefectos: cuando dé la orden, organizaréis a los alumnos de la casa que os corresponda y conduciréis a vuestros pupilos ordenadamente hasta el punto de evacuación.
Muchos estudiantes estaban muertos de miedo. Sin embargo, mientras Harry bordeaba las paredes escudriñando la mesa de Gryffindor, Ernie Macmillan se levantó de la mesa de Hufflepuff y gritó:
—¿Y si queremos quedarnos y pelear? Hubo algunos aplausos.
—Los que seáis mayores de edad podéis quedaros —respondió la profesora McGonagall.
—¿Y nuestras cosas? —preguntó una chica de la mesa de Ravenclaw—. Los baúles, las lechuzas… —No hay tiempo para recoger efectos personales. Lo importante es sacaros de aquí sanos y salvos.
—¿Dónde está el profesor Snape? —gritó una chica de la mesa de Slytherin.
—El profesor Snape ha ahuecado el ala, como suele decirse —respondió la profesora, y los alumnos de Gryffindor, Hufflepuff y Ravenclaw estallaron en vítores.
Harry continuaba avanzando por el Gran Comedor; Al pasar, atraía las miradas de los alumnos e iba dejando tras de sí una estela de susurros.
—Ya hemos levantado defensas alrededor del castillo —prosiguió Minerva McGonagall—, pero, aun así, no podremos resistir mucho si no las reforzamos. Por tanto, me veo obligada a pediros que salgáis deprisa y con calma, y que hagáis lo que vuestros prefectos…
Pero el final de la frase quedó ahogado por otra voz que resonó en todo el comedor. Era una voz aguda, fría y clara, y parecía provenir de las mismas paredes. Se diría que llevaba siglos ahí, latente, como el monstruo al que una vez había mandado.
—Sé que os estáis preparando para luchar. —Los alumnos gritaron y muchos se agarraron unos a otros, mirando alrededor, aterrados, tratando de averiguar de dónde salía aquella voz—. Pero vuestros esfuerzos son inútiles; no podéis combatirme. No obstante, no quiero mataros. Siento mucho respeto por los profesores de Hogwarts y no pretendo derramar sangre mágica.
El Gran Comedor se quedó en silencio, un silencio que presionaba los tímpanos, un silencio que parecía demasiado inmenso para que las paredes lo contuvieran.
—Entregadme a Harry Potter —dijo la voz de Voldemort— y nadie sufrirá ningún daño. Entregadme a Harry Potter y dejaré el colegio intacto. Entregadme a Harry Potter y seréis recompensados. Tenéis tiempo hasta la medianoche. El silencio volvió a tragarse a los presentes.
Todas las cabezas se giraron, todas las miradas convergieron en Harry, y él se quedó paralizado, como si lo sujetaran mil haces de luz invisibles.
Entonces se levantó alguien en la mesa de Slytherin, y Harry reconoció a Pansy Parkinson, que alzó una temblorosa mano y gritó: —¡Pero si está ahí! ¡Potter está ahí! ¡Que alguien lo aprese! Harry no tuvo tiempo de reaccionar, porque de pronto se vio rodeado de un torbellino: los alumnos de Gryffindor se levantaron todos a una y plantaron cara a los de Slytherin; a continuación se pusieron en pie los de la casa de Hufflepuff, y casi al mismo tiempo los de Ravenclaw, y se situaron todos de espaldas a Harry, mirando a Pansy. Harry, abrumado y atemorizado, veía salir varitas mágicas por todas partes, de debajo de las capas y las mangas de sus compañeros.
—Gracias, señorita Parkinson —dijo la profesora McGonagall con voz entrecortada—. Usted será la primera en salir con el señor Filch. Y los restantes de su casa pueden seguirla.
Harry oyó el arrastrar de los bancos, y luego el ruido de los alumnos de Slytherin saliendo en masa desde el otro extremo del Gran Comedor.
—Potter —dijo la profesora McGonagall corriendo hacia él mientras los alumnos invadían la plataforma, empujándose unos a otros para que les asignaran una posición y recibir instrucciones. —, ¿no tenías que buscar no sé qué?
—¿Cómo? ¡Ah! —exclamó Harry—. ¡Ah, sí!
Casi se había olvidado del Horrocrux, casi se había olvidado de que la batalla iba a librarse para que él pudiera buscarlo. Corrió a través del gran comedor y subió las escaleras principales sin saber bien dónde dirigirse…solo tenía media hora hasta medianoche y tenía que destruir el Horrocrux antes de que Voldemort arrasase con todo.
Draco y Hermione caminaron durante horas hasta que cayó la noche. Habían estado sin hablar todo el camino, Hermione absorta en sus pensamientos y Draco buscando la manera de volver a acercarse a ella.
Quizás esa noche podría volver a intentarlo cuando levantasen el campamento… pero su idea quedó truncada cuando a lo lejos, divisó una gran cúpula plateada que brillaba con intensidad. ¿Qué estaba pasando en Hogwarts? Y… ¿Cómo habían llegado tan pronto?
—¿Qué es eso? — preguntó la chica fascinada—
Draco suspiró. Habían llegado, ya no tenían tiempo. Su historia acaba de terminar aquí; ella se marcharía con sus amigos y la Orden y él…bueno, quizás moría a manos de Voldemort o quizás moría a manos de la Orden, quién sabia.
De repente su marca comenzó a palpitarle ferozmente; las líneas que dibujaban su tatuaje se tornaron oscuras y parecía como si tuviesen vida propia. Draco cayó al suelo aferrándose a su brazo izquierdo, intentando controlar las ganas de gritar que sentía.
—¿Qué te pasa? —preguntó la chica presa del pánico—¡Malfoy! ¡Háblame!
Pero Draco no podía articular palabra; su mente comenzó a sentirse abarrotada, como si humo espeso la colapsara y su rostro reflejó un horror absoluto cuando escuchó la voz de su amo penetrar en ella.
Reúnete conmigo en la entrada a los terrenos. Solo te daré una última oportunidad…se acabó tu juego con la sangre sucia… si no apareces entenderé que estás del lado de los traidores a la sangre y acabaré contigo y todo tu linaje…
