27/10/2023

Agradezco los comentarios de kittytaisho.15, Kayla Lynnet, invitado y joiscar :3

Gracias por su apoyo y comprensión; intentaré actualizar una vez por semana :')

Y también agradezco a las personitas que han agregado mi historia a sus favoritos y activado las alertas de actualización :'3 son un sol. Como los ojos de nuestro Inuyasha n.n

Sin más que agregar, los dejo con:


CONVIVIENDO CON MI EX.

Capítulo 02: La subasta.

–¿Cariño? ¿Sigues ahí? –la voz de su madre lo hizo recordar donde estaba, fué cuando retomó su llamada.

–Sí, no lo olvidé… –susurró–. Discúlpame, mamá, pero voy a entrar en una junta importante. Te veré allá.

Su madre se emocionó al instante, escuchó su despedida empalagosa y colgó. Metió su móvil al bolsillo, y prestó atención al sonido de afuera. Ya no se escuchaba nada, apenas unos segundos antes, Kagome estaba ahí. Abrió la puerta de nuevo, y vió el pasillo vacío.

–Señor Taisho –casi ronroneó su nombre esa mujer–. Necesita que haga algo por usted.

Miró hacia el escritorio de la rubia, ella sostenía una pluma entre sus dedos. Cuando él negó con la cabeza, la mujer se recorrió el labio inferior con la pluma, y mordio su labio. Cerró al instante, detestaba a las mujeres como aquella. Sólo querían un polvo a cambio de dinero, el fin era asegurar su estabilidad económica. Ya estaba harto de aquello, debía hablar otra vez con el encargado de personal. Y si está vez no entendía… bueno, ya no podía hacer más. Sus días en Taisho Corp. estaban contados.

Recordó los problemas recientes con su padre, su meta durante los últimos diez años fué evitar que los Tatewaki se apoderaran de la empresa. Estudió y se esforzó por conseguir ese puesto, y ahora su padre estaba empezando a considerar ceder la empresa oficialmente a su primo Hakudoshi Tatewaki.

Naraku Tatewaki era un millonario ambicioso, compraba empresas, las explotaba, y cuando ya no le servían, las vendía por pedazos. Su tía, hermana de su papá, se había casado con ese hombre, sabrá Dios que le había visto. Por desgracia, murió en el parto. Inuno veía en Hakudoshi a su difunta hermana: tenía su mismo cabello, color de piel, también poseía los característicos ojos Taisho… Lo trató como un hijo más.

El abuelo Totosai también veía ambición en los Tatewaki, pero dejar a Hakudoshi a su suerte era desconsideración. Asi que les cedió la herencia que le correspondía a la difunta madre de Hakudoshi. Pero su padre, Inuno, al parecer pensaba diferente. Inuno Taisho debía dejar un sucesor oficial, y ahora pensaba en Hakudoshi, ya que Sesshomaru no estaba considerando regresar.

Hakudoshi era opción, solo porque iba a sentar cabeza… Pero como dicen, "Dios los hace, y el diablo los junta". Hakudoshi Tatewaki había anunciado hace un par de meses su compromiso con la modelo Kikyo Tendo, prima de Kagome. Naraku, Kikyo y Hakudoshi, eran una mala combinación. Sobre todo porque ya conocía las artimañas de Kikyo. ¿Qué demonios pensaba su padre? ¿Qué eran buenas personas? Estaba cegado de admiración por Hakudoshi, un intelectual de nacimiento. Si tan sólo su tío no hubiese criado a su hijo, la historia sería distinta. Hakudoshi era igual que Naraku, mostraba interés en todo lo que él quería, incluso hace años, cuando mostró interés por quitarle Kagome. Y con la ayuda de Kikyo, lo consiguió. La diferencia era que Kagome no se quedó ni con él, ni con Hakudoshi.

Pensar en el pasado, en Hakudoshi y en Kikyo lo puso furioso. Ellos habían arruinado su vida. Si tan sólo no hubiera caído en su trampa…

Se obligó a dejar de pensar en ello, ese era su castigo, vivir con la culpa de todo lo que sucedió. Se acercó al minibar de su oficina y se sirvió un tragó, lo bebió de golpe. Kagome lo odiaba, ese era su castigo. No soportaba verlo, ¿verdad? Ya se lo había mencionado hace diez. Fué un maldito bastardo con ella, y ella cumplió su promesa de no volverlo a buscar. Incluso ahora, cuando su hogar de la niñez corría peligro.

El orfanato de la anciana Kaede tenía problemas... Aún no podía creerlo. Había visitado a la anciana Kaede en algunas ocasiones en su negocio, y nunca mencionó los problemas que tenía. Él sabía que Kagome la ayudaba en el orfanato, así que, para evitar incomodar, llamaba antes de ir. Tenía que visitar a Kaede y regañarla por no pedirle ayuda... Cuando Ayame mencionó a que orfanato se refería, no dudó en aceptar, era una persona de confianza. Pero él sabía que todo eso era obra de Kagome.

En el pasado, Kagome ayudó en el orfanato cuando podía. Y se esforzaba por estudiar en sus ratos libres, incluso estando con él. Kagome soñaba con entrar a la Universidad, estuvo indecisa entre la carrera de diseño gráfico o arquitectura. Una vez le mostró los planos de una mansión… tenía mucho potencial. Por lo que se enteró, nunca entró a la Universidad. ¿Qué había pasado con ella? Siempre se lo preguntó, y nunca hubo respuesta. Tal vez no lo había hecho porque él estudiaba en la Universidad que ella soñaba.

Su móvil volvió a sonar y al ver quien era, torció la boca. Era su padre de nuevo, y seguramente iba a echarle en cara que Hakudoshi iba a sentar cabeza… Otra vez.

Su padre aún era anticuado. Tenía la tonta idea de que no eres responsable hasta que unes tu vida a alguien más, y te conviertes en padre. Y consideraba que él, por su pasado, no era capaz de sacar adelante la empresa, aunque había hecho un buen trabajo, según las noticias.

Dejó que su teléfono sonara hasta mandar a buzón, estaba harto de sus insinuaciones. Tenía que hacer algo para que lo dejaran en paz de una maldita vez, o por lo menos, algo que retrasara la victoria de Hakudoshi. No sabía qué hacer… No iba a tomar como esposa a la primera mujer que se le fuera encima.

–A menos que…

Una idea cruzó su mente en aquel momento.

El auditorio de la empresa estaba llenandose con sus compañeros de la empresa. Todo estaba preparado, los objetos donados para la subasta estaban preparados, las paletas con los números estaban siendo repartidas por Ayumi y Eri en la entrada… Todo iba bien.

Estaba contenta, las donaciones habían sido muchas. Habían tenido sólo dos días para organizar todo, y había sido suficiente para juntar mucho… Incluso había cuadros de arte donados por el mismísimo Inuyasha Taisho. Le estaba profundamente agradecida.

Kagome sonrió, tenía la esperanza de que iban a lograr juntar la cantidad suficiente para el orfanato. Incluso mas... Pero si se superara la cantidad, podría aportar más a los niños. Nuevas camas, juguetes, libros y tal vez una televisión mas moderna en su sala. Incluso podrían renovar las instalaciones, había muchas opciones, pero Kaede decidiría qué hacer. Se sintió feliz.

Se iban a subastar objetos de valor que donaron sus compañeras y algunos accionistas interesados, como Koga Wolf, un hombre que era un importante accionista de la empresa. Estaba interesado en su amiga Ayame, pero ella se hacía un poco la difícil, no podía creer que un hombre adinerado se fijara en ella. Sinceramente, Koga parecia ser un tipo realmenre amable. Ojalá Ayame cediera, les deseaba suerte.

Dejó de asomarse al escenario y fue tras bambalinas. Las únicas que se ofrecieron a realizar labores de limpieza habían sido pocas. Por obviedad no iba a subastar citas, eso desanimó a muchas y renunciaron. ¿Qué creian que era? ¿Un reality show para buscar pareja? ¡Era caridad!

Las oía murmurar, sobre lo frustrante que era sólo ir a hacer limpieza y nada de citas... Era caridad, no un evento casamentero.

–¿Cuánto tiempo llevamos encerradas aquí? –nuevamente, Ayame se quejó cruzandose de brazos y caminando de un lado a otro. Se desesperaba al estar en lugares cerrados como ese–. ¿Tardará mucho la subasta? ¿Cuándo podré salir?

Kagome se acercó a Ayame y la tomó de los hombros.

–Trata de inhalar y exhalar conmigo –Ayame la miró a los ojos y asintió rápidamente, estaba alterada–. Inhala –cuando Kagome lo hizo, Ayame la imitó–. Exhala –ambas soltaron el aire suavemente–. ¿Mejor? –Ayame asintió y se tronó los dedos.

–Disculpame, ya sabes como soy.

Kagome asintió y la abrazó.

–Trata mantener tu mente ocupada, como pensar en nuestro objetivo –añadió Kagome intentando calmarla, o era capaz de irse de ahí. Necesitaba su apoyo.

Ayame se separó de Kagome y suspiró.

–Lo siento, Kagome –inhalo y exhalo–. Sabes que miedosa soy.

Kagome asintió comprensiva, recordaba como de niña tenía que dormir con las ventanas abiertas, pues tenía pavor a quedarse sola. Que la abandonaran.

–Ya casi es hora chicas – de repente Yuka se acercó, se había puesto un muy indecoroso vestido de lentejuelas negras, que no dejaba mucho a la imaginación. Era pegado, de tirantes y sin espalda. Apenas y le llegaba a tapar los glúteos. Su maquillaje hacía que sus ojos se vieran más grandes y sus labios fueran el centro de atención.

Sango alzó una ceja al verla, pensando que a Yuka no le había quedado claro que era caridad.

–Diría que estás más que feliz por esto, ¿verdad? –comentó Sango con sarcasmo.

Sango vestía un traje sastre color pétalo de rosa. Y Ayame uno parecido pero color verde esmeralda. Incluso las demás lucían ropa menos llamativa. Hasta ella había optado por una falda de tubo color beige, una blusa blanca de botones y un saco negro. Yuka parecía no haber captado el mensaje de "no-citas", pensó Kagome.

Yuka suspiro de manera soñadora, le brilló la mirada por un momento.

–¿Y quién no? Dicen que el Señor Inuyasha asistirá... ¿Y si tambien piensa en los servicios de alguna de nosotras? Sólo espero que contrate mis servicios de "limpieza", grrr –volvió a suspirar y se abrazó a sí misma.

–Es un cretino –dijo Sango sin poder evitarlo, de pronto se tapó la boca ante la mirada sorprendida de Yuka.

Kagome se puso pálida y le señaló que guardara silencio. Sango sabía todo, era la única que sabía cada detalle. Había sido su vecina desde que la adoptaron, y se volvieron inseparables. Le debía mucho, puesto que la había ayudado en su momento con los problemas con Inuyasha.

– ¡No digas eso! –Yuka la fulminó con la mirada–. El jefe es caritativo, ¿sabías que dona dinero a los hospitales olvidados por el gobierno? ¿Y que dona grandes sumas a los asilos de ancianos? Además, nunca nos ha tratado mal, nos ha dado un aumento. Y otro bono extra a favor del jefe: Tiene un trasero tan firme que... ¡Grr! –volvio a mirarlas de manera soñadora–. No me importaría quedarme sola con él durante unas cuantas horas. Quien sabe, tal vez yo sea la elegida. Sería la envidia de su secretaria, y de las que lo fueron alguna vez… ¿Qué se sentirá estar con el jefe?

Ayame la miró como si estuviera loca, y Sango se aclaró la garganta con incomodidad. La boca de Yuka seguia y seguia, mientras tanto, Kagome sentía piquetes en su pecho y una molestia en el corazón. Se alejó de ellas lentamente, pensando en que ella si sabía lo que era estar en los brazos de Inuyasha. Una vez vivió en carne propia lo que era estar piel a piel con él. Sintió sus músculos contraerse por el deseo, invadió su boca con la desesperación de saciarse, saboreó llegar al orgasmo… Era un recuerdo agrio y dulce.

Sacudió su cabeza, debía dejar de pensar en "esa" noche. La conversación con Yuka la dejó molesta... ¿Molesta? Sintió que el piquete en el pecho incrementó al recordar lo que dijo. Sí, sentía… Celos.

¡No! ¿Por qué tenía que estar celosa? No eran nada, ella podía salir con quien quisiera y él... Era libre de escoger a sus compañeras íntimas. Si tan solo pudiera seguir adelante… Suspiró, necesitaba refrescarse. Fue al bañó y se miró al espejo con determinación. Debía de concentrarse, esa noche estaba en juego el porvenir de un orfanato.

Tomó una toalla desechable para secar sus manos, la usó y la tiró en el cesto de la basura. Salió mirando su reloj de muñeca, faltaba poco para que empezara el evento. Al dar la vuelta en el pasillo, alguien chocó con ella y cayó de sentón. Molesta y ceñuda, alzó la vista para reclamar al culpable de su caída, se quedó con las palabras en la boca y su ceño desapareció.

Un par de soles la veían. El rostro que una vez brilló de felicidad al verla, ahora la miraba con nostalgia y tristeza. Por eso había evitado tanto a Inuyasha Taisho, no quería prestarle atención, porque lo leía tan bien como un libro, lo conocia demasiado bien… O por lo menos lo conoció alguna vez. Entonces algo pasó, su gesto cambió a uno frío y cortante, aquello la hizo desviar la mirada. ¿Cuándo había aprendido a esconder sus emociones?

No... Tal vez se estaba imaginando cosas. Por el rabillo del ojo, notó que le extendía la mano para ayudarla, fingió no verlo y se levantó sola, se sacudió la ropa y se aclaró la garganta.

–Disculpeme, señor Taisho –ocultó lo mucho que le dolía hablarle... No podía decir su nombre sin sentir dolor en el pecho, evitaba hacerlo. No lo miró, intentó huir nuevamente, pero sólo se alejó dos pasos de él cuando la llamó.

–Señorita Higurashi.

Ella se detuvo, pero no volteó, sentía la garganta seca, no podía tragarse el nudo que se le formaba cada vez que lo veía. Vagamente se preguntó si él se sentiría igual... Pero descartó la idea, de seguro pensaba en otras mujeres. Inmediatamente intentó disimular el dolor de su pensamiento.

–Quería desearle suerte.

Volteó a verlo, y cuando sus ojos se encontraron otra vez, por un momento cambio su semblante con ella. Pudo notar que hablaba en serio. Se veía sincero, el sol de sus ojos mostraba esa mirada que le recordó al Inuyasha del pasado, al Inuyasha amable que conocía... Al que amó con su vida. Sonrió a medias, conteniendo el viejo sentimiento que comenzó a sentir en el pecho. Le dedicó una mirada de agradecimiento y una reverencia.

–Gracias por dejarnos hacer esta subasta, señor Taisho –le dijo antes de alejarse de él.

Al alejarse sintió como su cuerpo volvía a la normalidad, como su corazón bombeaba al ritmo habitual. El nudo en la garganta desapareció. Aún sentía dolor al estar cerca de él, esperaba no seguir así... De lo contrario, tendría que renunciar. No era una excelente idea, puesto que necesitaba un empleo que cubriera todos sus gastos. Era una persona responsable, pero, ¿a qué costo? Lastimarse con los recuerdos de su pasado.

Apretó con su mano el relicario que colgaba de su cuello. Debía ser fuerte.

.

La vió alejarse a pasó rápido, sin duda alguna quería evitarlo. Miró su mano, ¿lo detestaba al punto de no querer tocarlo? Se sintió mal por un momento, por lo que iba a hacerle creer. Porque lo iba a detestar aún más, si era posible. Miroku le preguntó si estaba seguro de convencerla de esa manera, pero él sabía que no podía sentarse con Kagome y charlar de manera diplomática. Lo evitaba como a una plaga… Sabía que se lo merecía.

Pero esto era un asunto urgente, un asunto de familia. Tenía la certeza que la convencería, la conocía demasiado bien. Ese orfanato era su primer hogar, haría lo que sea por evitar su ruina.

Tomó su móvil, y llamó a sus contactos para recordar sus planes.

La hora de subastar llegó. Kagome se sentía nerviosa delante del público, ella era la encargada de describir los artículos y dar el precio mínimo para comenzar con la subasta. Dió un discurso agradeciendo a toda persona que donó para la caridad, y al final agradeció al jefe por permitir aquel evento.

La subasta parecía ir bien, su instinto le decía que recaudaron más de lo necesario. Cuando llegó el momento de subastar los servicios de limpieza, notó ciertas miradas de lujuria por parte de uno que otro compañero, miradas dedicadas a sus compañeras que ofrecían servicios de limpieza a domicilio, y ellas les correspondían e indicaban a aumentar la cantidad. Incluso cuando le tocó a Yuka, varios babeaban al verla. Su vestido apenas y tapaba sus glúteos, incluso la circunferencia de sus senos era visible... Bueno, ahora se lo agradecía, habían ofrecido demasiado dinero por sus servicios de limpieza, Yuka se despidió lanzando un beso y ganando silbidos de aprobación.

Ella les dejó en claro más de una vez, que sólo eran servicios de limpieza. Incluso recalcó que sólo sería un día. Pero los hombres libidinosos parecían no escuchar. Suspiró resignada.

Mientras tanto, con Ayame había sido todo lo contrario, se notó tímida, pero tal y como supuso, el ganador de los servicios de limpieza había sido Koga. Ayame evitó ver a Koga Wolf, y salió con las mejillas arreboladas.

Con Sango fue distinto, cuando el primer hombre ofreció dinero con los ojos cargados de lujuria, e hizo un comentario grosero, Sango le enseñó el dedo de en medio. De inmediato el hombre retiró la oferta. Y todas las paletas que iban a dar una contraoferta retiraron sus propuestas. Pensó que nadie quería los servicios de Sango, pero una paleta fué levantada y ofreció una cantidad tan alta, que la tomó sin dudarlo. Sango la miró con ojos de borrego degollado, pues la persona quien ofreció el dinero, era nada más y nada menos que Miroku Houshi, socio y mejor amigo de Inuyasha.

–¡Servicios de limpieza vendidos al número 70! –exclamó al golpear el mazo contra la madera del atril–. Lo siento amiga –susurró a Sango.

La aludida castaña salió del escenario, no sin antes mandarle una mirada fulminante a Miroku. Entendía a su amiga, Miroku actuaba con ella como un caballero, pero las malas lenguas decían que era un Don Juan; cosa que Sango aborrecía. Nunca le daba entrada, pero Miroku la seguía como un enamorado. ¿Iría en serio con ella? Se preguntó mientras pasaban a la siguiente persona.

Kagome no podía sacar de su mente que Inuyasha estaba ahí, justo en los primeros asientos, acompañado de Miroku, tal y como lo había visto desde el principio. La miraba sólo a ella, y no podía evitar sentirse acorralada. Sólo había comprado objetos, pero ningún servicio de limpieza, vió como sus compañeras se decepcionaron una tras otra al no ser elegidas por Inuyasha… ¿Cuántas veces debía recordarles que no era un servicio casamentero?

Por el rabillo del ojo, vió que Miroku le decía algo a Inuyasha, y como él negaba con la cabeza y la señalaba… ¿Acaso estaría planeando algo? No, no era capaz.

De repente, el calor de las luces la empezó a atosigar. Sólo faltaba que ella subastara sus servicios, y ahora estaba empezando a arrepentirse. Ya habían recaudado el dinero suficiente, pensó en darle fin a aquello, tenía un mal presentimiento.

Antes de dar el discurso de despedida, tomó el vaso de agua con manos temblorosas y se lo llevó a la boca. A causa de sus nervios, el líquido resbaló por su barbilla y mojó su saco. Se quitó el saco a causa del calor, y al quedarse sólo en blusa y falda, los hombres comenzaron a silbar de aprobación. Ella miró a la multitud, y después su atuendo. Notó que su ropa íntima se transparentaba. Ese día había elegido un sostén blanco con orilla amarilla, algo que realmente ahora no debería haber usado. Su ombligo y vientre plano eran visibles. Se puso roja de vergüenza y se cubrió con el saco.

Los hombres comenzaron a silbar más, quejándose. Sin previo aviso, Yuka apareció en la escena, quitó el micrófono del atril y señaló a Kagome con un dedo.

–¡¿Cuánto ofrecen por nuestra querida Kagome?!

Inmediatamente muchos hombres levantaron las paletas con su respectivo numero. Kagome miro a Yuka como si estuviera loca.

–¡¿Qué haces?! –le susurró entre dientes, intento arrebatarle el micrófono pero Yuka era más alta, se le hizo fácil evitarla.

–Intento ayudar más –le dijo Yuka tapando el micrófono–. Piensa, si recaudas mas, puedes darle más a esos niños, nadie pierde. Descuida, trataré de que no sea un viejo rabo verde quien compre tus servicios de "limpieza" –le guiñó el ojo, entonces se alejó de ella y comenzó a escuchar las ofertas–. ¡Tenemos la oferta por parte del señor Houyo Akitoki!

Kagome volteó inmediatamente, Y si, se trataba del Houjo, el encargado de personal. Era el que ofrecía la cantidad más alta. Se quedó con la boca abierta, eso era... Mucho dinero. Miró a Inuyasha, asustada porque él estuviera interesado en ella. Estaba tranquilo, hablaba por teléfono, demostrando un completo desinterés.

"Desinterés", no supo porque aquello le dolió tanto... Estaba confundida.

–No me habías comentado que tenías muchos pretendientes, Kagome.

Miró a Yuka, admiraba su confianza en sí misma. Tenía una autoestima que daba envidia. Algo que ella tenía muy bajo… Miró a Inuyasha, lo vió levantarse y caminar hacia el pasillo que llevaba a los sanitarios, aún sin despegar el móvil de la oreja. Pudo sacar el aire que había estado conteniendo. ¿Acaso había imaginado todo? ¿Su mente la engañaba hasta el punto de alucinar que tenía un poco de interés en ella?

¡Basta! Ya era suficiente de sufrir por él, estaba cansada de sufrir por su culpa, no podía evitarlo. Pero debía hacer algo para dejarlo de lado de una vez por todas. Sonrió de manera despreocupada y se enderezó en el escenario, como si fuera una modelo... Miró la cantidad de hombres que ofrecían más y más dinero, pensó que Yuka tenía razón. Así podría ayudarles más en el orfanato, y tal vez necesitaba aquello para dar vuelta de página.

Desde su lugar, notó como Inuyasha volvía a su asiento y seguía hablando por teléfono. Y ella que estuvo nerviosa durante toda la subasta... ¡Que se fuera al diablo! Debía dejar de pensar en él. Se motivó a sonreír y posar.

–¡¿Quién ofrece más?!

Kagome amplió su sonrisa sensual, se concentró en seguir modelando y dejó de sorprenderse de las ofertas que daban. Por un momento dejó de prestar atención a las voces a su alrededor, y le gustó la atención. Nunca se había comportado así, nunca se había revelado. Soltó la orquilla que sostenía su cabello en un sofisticado recogido, sus ondas azabache cayeron como cascada, y sacudió su cabello hacia delante como si fuera un comercial se shampú.

Se sintió liberada por un momento, ¡que Inuyasha Taisho se fuera al diablo! Si sus compañeras usaban eso como excusa para citas, ella haría lo mismo. Nunca había salido más de dos citas con alguien, porque era incómodo. Él estaba en todos lados, en la radio, en los periódicos y en la televisión. Inuyasha estaba en boca de todos, una vez hasta le preguntaron como se sentia trabajar para un hombre tan importante… Se sentía acorralada por él, y hasta hace poco, se dió cuenta que no podía sostenerle la mirada tanto tiempo, sin sentir dolor y calidez al mismo tiempo. Calidez por lo que vivieron, y dolor por lo que le hizo.

Vivían una batalla sus emociones… Pero, ¿y él? Él habia salido muchas veces con modelos sin cerebro. Al diablo con el jefe, al diablo sus sentimientos, debía dar vuelta de hoja…

Yuka sonó el mazo que anunciaba el límite de ofertas, eso la hizo salir de sus pensamientos.

– Servicios de limpieza vendidos al señor Inuyasha Taisho.

Inuyasha Taisho...

Inuyasha Taisho...

Escuchó ese nombre retumbar en su cabeza, de manera involuntaria volteó a donde se encontraba ese hombre. Sostenía su paleta con altivez, con la mirada fija en ella y una sonrisa de lado bastante fanfarrona. Por un momento volvió a su mente el mismísimo Inuyasha que la había enamorado con toda esa actitud. Ella se congeló en el lugar, se sintió frágil nuevamente y la confianza desapareció... Inuyasha... Inuyasha había pagado por ella...

Sentía sorpresa, consternación y... miedo. Miedo de que tendría que pasar tiempo cerca de él, porque ella sabia que tenía una razon oculta tras esa mirada. Y ella lo había evitado durante diez años.

Se sintió incapaz de dejarlo de mirar, las pupilas de ese hombre parecían ojos de una cobra, una cobra que la estaba hipnotizando para después asesinarla.

–¡Qué envidia! –Yuka le dió palmadas en la espalda, después de decir unas palabras de despedida en el micrófono.

–Disculpa, yo… –se llevó una mano a la sien, y caminó tras bambalinas con prisa.

Un pequeño grupo de mujeres la recibió, unas la felicitaban por ser "la elegida" del jefe. Otras le decían que tenían envidia y otras más hacían berrinches de molestia. Ayame se le acercó, la abrazó y le susurró en la oreja.

–Tranquila, podrás con esto…

Para Ayame sonaba fácil, pero para ella ni lo era… Ayame desconocía datos, datos muy importantes de su historia con Inuyasha. Conocía su secreto, pero no la historia completa.

Sango se le acercó, la tomó de la mano y la llevó a los sanitarios. Después de colocar el seguro, la tomó de los hombros y la zarandeó.

–Amiga, reacciona.

Kagome estaba en shock, se dejó caer de rodillas y se mordió el pulgar. No era capaz de articular palabra, en su mente estaba el rostro de Inuyasha… su sonrisa, su mirada de ganador. Sabía que algo planeaba para ella, su gesto triunfante lo dijo todo.

Sango se mojó las manos y se arrodilló a su altura. Le salpicó la cara con gotas de agua y Kagome pestañeó. La miró y se sostuvo de su amiga.

–Algo planea…

Lo sabía, porque lo conocía. Y su intuición se lo decía. Apretó el relicario que colgaba de su cuello... Algo planeaba su ex esposo.


Continuará


Chan chan chaaan. Sí, así es. Estuvieron casados estos muchachos D:

"¡¿Cómo?!"

Lo sabrán más adelante ;)


Les comento que estaré ocupada estos días y no se si podré subirles capítulo puntual la otra semana. Ya que le pondré su ofrenda al amor de mi vida: Mi bebé, mi pequeño J. Y.

Es mi persona favorita que partió de este mundo el pasado febrero. Y como es tradición en México, o por lo menos donde vivo, se acostumbra a visitar las casas donde hubo una pérdida familiar y dejarle una flor y una veladora como si los visitaras en vida. Así que estaré recibiendo visitas para mi bebé y luego iremos a dejarle las flores a donde descansa en paz. Los que viven en México y han pasado por una pérdida muy importante, me entenderán, son momentos de nostalgia y recuerdos.

Además tenemos un negocio de ceras y veladoras. Esos días tenemos mucho trabajo.

Igual tenemos que hacer comida para recibir a la gente, y estar velando toda la noche. Es una semana muy ocupada para mí. Sobre todo por lo de mi bebé. A quién esperaré con ansias y con todo el amor de mi corazón (emoji corazón)

Nos leemos en la próxima actualización. Tal vez después del 3 de noviembre.


Posdata: me he creado una página en Facebook, me encuentran como "Eline H. T.". Si gustan mandarme mensajito o conocerme un poco más, serán bienvenidas. Vayan a mi perfil y encontrarán ahí el link.

Bye, les mando besos y abrazos desde México :'3