18/11/2023
Heme aquí de nuevo, con nuevo capítulo. Perdonen por no haber actualizado ayer, pero tuve trabajo hasta tarde :D
Es que soy estilista, (un dato que no conocían n.nU)
Agradezco los comentarios de: Marian Muxtay, Sarai, Rocio K. Echeverria, Cindy osorio, Carli89, Kayla Lynnet, Annie Perez, joiscar, arual17, Rey0109, MegoKa, Karii Taisho (emoji besos).
Les mando un saludo a todas las personitas que me han ido a seguir a mi página de Facebook :'D
En especial a Karii Taisho por su hermoso inbox, me llegó al alma, muchas gracias, querida guerrera (emoji corazón).
Las dejo leyendo :)
CONVIVIENDO CON MI EX.
Capítulo 04: Un sueño imposible.
Justo cuando Kagome cerró la puerta, dejó salir el aire contenido. Sí, había actuado como un completo imbécil. Quiso golpearse. Era un cabrón, pero sabía que ella se iba a negar si le decía la verdad. No aceptaría acompañarlo, lo dejaría hablando solo, si era posible. Se metió las manos a los bolsillos y caminó al gran ventanal que había tras su escritorio. La ciudad era tan grande y tan concurrida. Sería imposible sentirse solo en un lugar así; pero él así lo sentía. Con frecuencia estaba rodeado de gente adinerada, era el punto jugoso de la prensa; además, las mujeres corrían a él exigiendo atención. Pero nadie lo hacía sentir esa calidez hogareña, ese punto donde sabes que lo has conseguido todo en la vida. Sesshomaru le había platicado sobre lo feliz que era al lado de Rin y sus gemelas; lo envidiaba, por eso evitaba visitarlo con frecuencia. Sentía envidia, envidia de sentirse completo.
Distraídamente tanteó el contenido de su bolsillo derecho. Lo envidiaba, porque una vez tuvo la oportunidad de sentirse así. En esas fechas probablemente ya tendría más de un hijo, probablemente sería feliz… Con ella. Era exitoso, un genio de los negocios. Para muchos el éxito laboral era la cima de todo, pero no para él, porque ya había probado lo que era compartir un sueño. El sueño de crecer como pareja, construir un hogar, planear un futuro en común.
Pero lo había arruinado todo, había caído en una trampa, había desconfiado de ella… Y logró lastimarla profundamente. Hasta ese día, él no era capaz de perdonarse; porque había arruinado su futuro. Por eso tomó la decisión de retomar el sueño de su padre, el de verlo ser un éxito en la empresa. No debió ceder, porque ahora no era suficiente, ahora le pedía más. Algo que no estaba seguro de desear, porque la persona en la que pensaba, no lo amaba. Kagome lo detestaba. Jamás aceptaría volver a él, ni hacer lo que su padre exigía. Si en el pasado Kagome no aceptó darle una segunda oportunidad, menos ahora. Ella tenía un empleo estable, una vida hecha… Por eso no pudo decirle la verdad, no estaría de acuerdo con lo que iba a hacer.
Debía darse valor para lo que sucedería en esos días, era por una noble causa, y para evitar la invasión de los Tatewaki.
Sus ancestros habían cuidado muy bien de esa empresa, había llegado a estar en la cúspide del éxito los últimos años. La llegada de ellos la destruiría, la venderían por partes tras destruirla. Frunció el ceño decidido. No dejaría que pasara… Giró sobre sus talones y observó el retrato familiar sobre su escritorio. Miró desde la cara alegre y optimista de su madre, la cara imparcial de Sesshomaru, y al final la cara seria de su padre. Si su padre le pedía una pareja para no dejarle la empresa a Hakudoshi, una pareja le daría.
"Muy listo, y después que acabe la semana, ¿qué sucederá?".
Cierto, Kagome no quería tenerlo cerca. Al acabar la semana, volvería a ser lo mismo. Lo evitaría, haría como si esa semana no hubiera pasado. Él, volvería a su vida solitaria; y ella, a tratarlo como un desconocido. Cosa que se merecía. Tanteó en su bolsillo derecho, y de este sacó el anillo de compromiso y las alianzas matrimoniales que una vez los unieron, sus bienes más preciados.
Ya se le ocurriría algo que hacer… Pero mientras, debía extender su tiempo en la empresa. No sólo la empresa se vería afectada; probablemente los empleados serían afectados, los Tatewaki harían despidos masivos. Debía evitarlo. Muchos dependían de él.
Extendió la palma de su mano, observando detenidamente los anillos que los unieron ante la sociedad. Los mismos que aparecieron justo al lado de su almohada con una nota. Suspiró tras los recuerdos del pasado. Ahora, el pasado era lo único que los unía. Sonrió con tristeza, ¿Kagome lo recordaría de la misma manera? ¿Cómo un recuerdo agridulce?
…
Soltaba maldiciones al aire mientras empacaba su ropa interior. ¿Qué se suponía que debía empacar? Llevaba horas viendo su armario, tomaba una prenda y después la descartaba. Inuyasha no dijo a dónde irían. ¿Haría calor? ¿Frío? ¿Debía elegir ropa casual o ropa elegante? ¿Shorts o abrigos? Bueno, de todas maneras no tenía prendas "dignas" de la acompañante de Inuyasha Taisho.
"Dignas".
Chasqueó la lengua, pensó unos segundos y aventó la maleta al suelo. Le estaba dando mucha importancia, olvidando por completo porque había llegado hasta ese punto. Él había logrado chantajearla, o "negociar con ella", tal como él lo veía. Ahora se estaba rebajando a dama de compañía. ¡Por Dios! Él era rico, podía conseguir a quién sea. Tal vez una de las tantas modelos del momento. ¿Por qué tenía que ser ella? ¿Por qué no otra? Sharon, por ejemplo, estaría disponible para lo que sea. Se dejó caer en el suelo, abrazó sus piernas y soltó un largo suspiro.
Pensó en Inuyasha, en lo cruel que había actuado. Y de pronto, un sentimiento de decepción se alojó en su corazón. Pensaba que los rumores sobre él eran falsos, que no era tan frío como se rumoraba… ahora lo estaba viendo tal cual. Era tan frío, que era capaz de dejar a unos niños en la calle. Todo para conseguir lo que quería. ¿Ese era su plan desde el principio? Se preguntó distraídamente. Dibujó círculos en la alfombra, pensando en lo que pasaría esos días. ¿Cómo iba a lidiar con él?
Su teléfono sonó en su bolsillo en ese instante, con el tono de mensaje que había escogido para su madre. De repente, un temblor la recorrió. En un momento, pasó de la decepción al miedo. Su corazón comenzó a latir a prisa, y su respiración se aceleró. Se levantó y se sentó en el borde de la cama, intentando calmarse. Se estaba preocupando por cosas sin importancia, como lo que debía llevar, y había olvidado por completo el detalle más importante. La razón por la que evitaba cruzarse con Inuyasha. Apretó el relicario que colgaba de su cuello. Debía preocuparse por ocultar su secreto. Se mordió el pulgar, el miedo la comenzó a invadir. ¿Qué haría ahora? ¿Cómo iba a ocultar su secreto a su ex esposo?
Comenzó a hiperventilar, y unos minutos bastaron para que se calmara. Tomó su móvil y leyó, su madre le había contestado el mensaje.
"Hola hija! Hemos estado bien. ¿Y tú cómo estás?¿Cómo sigue todo?"
Su madre, siempre preocupada por su salud. Si tan sólo supiera lo que estaba sufriendo… Sonrió y escribió.
"He estado bien, mamá, no me quejo… Iba a ir mañana, como cada semana, pero me temo que no podré".
Su madre no tardó en contestarle.
"¡¿Sucedió algo malo?!"
"No, sucedieron imprevistos en el trabajo – se sintió realmente mal por mentirle–. Pero en cuánto me desocupe, prometo ir a verlos".
"Entiendo Kagome. Pero es extraño, nunca faltas cada semana... ¿Segura que no sucedió algo malo?"
Kagome apretó el teléfono contra su pecho unos segundos, consideró decirle la verdad por un momento. Su madre no sabía de los problemas del orfanato, ni de todo lo que había hecho esos dias. Se estaba estresando más de lo normal, se preocuparía. Optó por no preocuparla, y pensó en algo rápido para excusarse.
"Es importante, es un viaje de negocios de vital importancia para la empresa..."
"¡Qué alegría! ¿Eso significa que te ascendieron a un puesto mayor?"
"Digamos que si... Sólo es temporal".
"Temporal o no, yo sabía que tarde o temprano te iban a ascender, tienes mucho potencial. Estoy muy orgullosa".
Se sintió terrible al leer esas palabras, odiaba mentirle a su madre. Era tan buena con ella... Y ella sólo la decepcionaba. Se sentía fatal.
"Si mamá. Bueno, tengo que apurarme a empacar. Te llamaré antes de irme".
Bloqueó su móvil e ignoró el último mensaje que recibió. Se sentía mal por mentirle a su madre, ella la había apoyado en cada decisión de su vida. Y ahora le estaba ocultando cosas. Volvió a levantar su maleta y comenzó desde cero a empacar.
Al día siguiente estaba peor que nunca, si la noche anterior había sido un martirio, ese día estaba peor. No pudo pegar ojo en la noche. Cuando por fin le dió sueño, su alarma matutina sonó. Desayunó un poco, se bañó y arregló. Optó por unos jeans y una blusa holgada manga larga. Se colocó unas zapatillas deportivas y recogió su cabello en una cola de caballo con un listón rojo. Acarició los lazos del listón y se preguntó si elegir un outfit casual había sido una buena idea. Por la noche, pensó que si él había dicho "asuntos personales", no requería de cosas formales. No empacó su ropa de trabajo -la más formal que tenía-, empacó ropa casual y ligera. Y si Inuyasha se quejaba; lo mandaría muy lejos. No había sido exactamente explícito en los estándares de vestir.
Acarició el relicario de su cuello, ¿sería buena idea llevarlo?
Llevó sus manos a su nuca, estuvo a punto de soltar el broche, pero en ese momento, sonó su móvil. Era una notificación. Lo sacó de su bolsillo y dió un vistazo a las conversaciones de sus amigas. ¿Sería buena idea decirles lo que estaba pasando? Sango no estaba muy convencida de lo que les había dicho.
No quiso contarles la verdad cuando regresó a su puesto de trabajo, se preocuparían por ella esos días.
Le preguntaron qué había sucedido, y les dijo que sólo le había dicho dónde limpiar. Se excusó diciendo que no se sentía bien, que le dolía el pecho y que se tomaría el día. Cuando le mandaron mensajes por la noche, les dijo que el doctor había mencionado que tenía exceso de estrés. Así que se tomaría una semana, y que ya lo había hablado con el jefe de personal. Sango no se convenció del todo y se ofreció a visitarla. Ella se negó. Dijo que iría a casa de sus padres toda esa semana. Solo así estuvieron más tranquilas.
Ahora les estaba mintiendo a ellas. Pero se iban a escandalizar. Ayame se molestaría y metería una queja a recursos humanos; Sango definitivamente castraría a Inuyasha. Suspiró, definitivamente tenía que quedar entre ellos. Quería conservar su empleo, todavía. Además, sólo serían unos días. Al terminar la semana, todo volvería a la normalidad. Lo evitaría otra vez, como si nada hubiera pasado. Rogaba que no fuera una semana larga, y que ojalá pasara en un parpadeo.
El timbre de su departamento se escuchó, ella fué a atender. Al abrir vió a Ginta, el chofer de Inuyasha. Un hombre de su altura y complexión delgada. Tenía corte militar y piel tigreña; vestía un uniforme azul, guantes blancos y lentes negros. Era chofer de Inuyasha desde que había entrado como jefe en la empresa. Y un día antes la llevó a su casa, obviamente se había negado. Pero al mencionar que era una orden de Inuyasha, tuvo que ceder. Estaba entre la espada y la pared, tenía que obedecer, por ahora.
–Buenos días, señorita Higurashi –saludó levantando su gorra de la cabeza.
–Buenos días, señor Ginta –asintió en respuesta.
–Me ha mandado el señor Taisho por su equipaje.
–Oh, sí. Permítame –le abrió la puerta por completo y le señaló la maleta que había preparado–. Es esa, por favor.
El chofer la agarró y salió. Ella tomó sus llaves y unas cosas de su habitación, las echó en una mochila y se la colgó. También agarró un suéter y regresó a la puerta principal. Cuando estuvo a punto de cerrar, su móvil sonó. Palideció al escuchar el tono de llamada.
–¿Puede adelantarse? No tardaré.
Él chofer asintió y se dirigió al ascensor. Kagome contestó la llamada al cerciorarse que no estaba. Su corazón palpitó de felicidad.
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¿En serio estaba nervioso como una quinceañera? Él era Inuyasha Taisho, el implacable hombre de negocios. Estaba a la cabeza de la empresa más prestigiosa, negociaba con otros países y hablaba más de dos idiomas. Y solo una mujer lo ponía así: Kagome Higurashi. Miró su mano, sólo le faltaba temblar como un adolescente. No recordaba la última vez que había estado tan nervioso, tal vez se veía serio y frío por fuera. Pero por dentro, estaba temblando como gelatina. Aunque Kagome estuviera molesta, a él le emocionaba pasar la semana con ella. Tal vez sería una buena oportunidad para limar asperezas y entrar en su vida. Aunque sea como un amigo.
"Un amigo… Un amigo que la ama".
Sonaba ridículo y trillado. Pero prefería eso a volver a una vida sin ella. Se acomodó en el asiento una vez más. Frunció el ceño al ver que del edificio donde vivía Kagome, sólo salía su chofer con una maleta de ruedas. Bajó el vidrio presionando un botón.
–¿Dónde está, Ginta? –inquirió.
–Dijo que no tardaba, señor. Recibió una llamada –se dirigió a la cajuela.
Inuyasha volvió a subir el vidrio, y en ese momento Kagome salió del edificio. Sonreía, y sus mejillas tenían color rosa. Sostenia su móvil contra la oreja, sostenía una llamada. Una emoción de intriga y celos se apoderaron de él, porque leyó perfectamente lo que salió de sus labios antes de cortar la llamada.
"También te amo"
¿Con quién había estado hablando? Frunció el ceño, y tragó saliva. La vió caminar hacia el auto y quiso mantener la compostura cuando Ginta le abrió la puerta trasera.
–¿Eh? –la escuchó.
Definitivamente la había sorprendido. Él quiso mandar solo a su chofer, el mismo que la llevó a su departamento un día antes. Pero quería saber dónde vivía, y había decidido ir también.
–Buenos días, señor Taisho –susurró–. Perdone, tenía una llamada que…
–Solo apresúrese, en lugar de estar dándome excusas. Ya vamos tarde.
Los celos pudieron más que él. La vió sentarse lo más lejos posible. Por Dios, estaba siendo un completo idiota… No tenía derecho alguno sobre ella, pero su corazón y mente decían lo contrario. ¿Cuándo lograría hacerles comprender que Kagome ya no lo quería? Él lo había arruinado todo; él y su estupidez humana. Ella era libre de hacer lo que quisiera, él no tenía que entrometerse en su vida.
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Vaya genio que traía. Se acomodó en el asiento, y guió su vista a la ventana. A su nariz llegó el impecable olor de Inuyasha, el perfume que ella conocía bien y el olor a ropa limpia y recién planchada. Su cuerpo reaccionó al instante: su corazón latió a prisa y comenzó a sentir calor, a consecuencia, un sudor le recorrió las manos. Estaba lo más alejada posible de él, y sin tocarla podía causar sensaciones a su cuerpo. ¿Cómo iba a lidiar con eso tantos días? Cruzó sus brazos y se encogió en el asiento. Tenía que calmarse, intentó pensar en otra cosa. Se le estaba dificultando, esperaba que no fuera un viaje muy largo.
Recordó su llamada, y una sonrisa se dibujó en su cara. Su día había comenzado mal, pero esa llamada la había puesto de buen humor. Incluso la motivó a continuar. Tenía que ser valiente, y enfrentarse a Inuyasha. Sólo serían unos días, tal vez tenía algún evento en su círculo social, o… O… Bueno, realmente no sabía que tenía planeado hacer esos días. Suspiró y quiso preguntar. Lo miro por el rabillo del ojo, ahora él estaba concentrado en su móvil. Tenía el ceño marcado con molestia… ¿Sería buena idea preguntar que tenía en mente para ella?
No, siendo sincera. Ella tampoco quería saber lo que planeaba. Tenía curiosidad, pero miedo de saber la respuesta. Además, estaba de mal humor. Si iban a pasar unos días acompañados, quería evitar tener malos roses con él; o su compañía mutua sería un martirio más grande. Lo vio acomodarse la corbata, ¿es qué siempre usaba ropa formal? Miró sus jeans. ¿Y si necesitaba ropa formal? No había empacado nada para algo así.
Bueno, pues que se conformara con su presencia. Ella no era una de las despampanantes modelos con las que había sido visto en público. Sintió un dolor en su corazón, malditos sentimientos traidores. Incluso después de años, y después de todo, sentía celos por el pensamiento. Su corazón se negaba a aceptar la realidad. El chico que amó, había desaparecido. Incluso un día antes se lo había demostrado. Ante ella había un hombre capaz de lo que sea por conseguir lo que quería, incluso de dejar a unos niños sin hogar. Debía aceptarlo su corazón, ¿acaso era masoquista?
Inconscientemente agarró el relicario de su cuello para animarse… ¡El relicario! Había olvidado por completo dejarlo en su departamento. Discretamente lo metió al interior de su blusa, tenía que guardarlo bien o… No quería imaginar lo que sucedería. Tragó hondo, esos días serían difíciles.
Inuyasha había dicho que tomarían un vuelo, pero nunca dijo que sería en su jet privado. Intentó no abrir la boca por el asombro cuando lo vio, nunca había subido a un jet. Tomó asiento y se abrochó el cinturón de seguridad, agradeció rotundamente que los asientos no estaban uno al lado del otro. Un pequeño espacio la separaba de Inuyasha. Al momento que su espalda tocó el mullido respaldo, sus ojos comenzaron a pesarle. Abrazó su mochila y volteó su rostro a la ventanilla. Poco a poco comenzó a sentir que el cansancio le ganaba, y más sintiendo como el jet despegaba. Intentó no ceder al sueño, pero su cansancio pudo más. Cerró los ojos y se quedó dormida.
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No se había equivocado en lo más mínimo. Kagome no había dormido bien los últimos días. Eso sucedía cuando estaba bajo exceso de estrés. Kagome era de carácter fuerte, pero podría estresarse con facilidad. Odiaba ser uno de los que le provocaban estrés, pero a lo mejor estos días podría compensarla. Tal vez podrían llegar a llevarse bien; o al menos eso esperaba. Había sido baja la manera en que la había convencido, pero no tenía alternativa. Kagome no sabía lo que planeaba, y esperaba que un día pudiera perdonarlo por llevarla a engaños. Era un favor especial, un pedido que no pudo negar.
Miró a su acompañante, ya dormía plácidamente. Su pecho subía y bajaba lentamente, y un suave suspiro salía al compás de su respiración. Cuando fue seguro, se levantó de su asiento y se acercó a ella. Apostaba que no había dormido ni lo necesario últimamente; y ni se diga de su alimentación. Aún dormida, se notaba que algo la tenía preocupada. La vió fruncir el ceño y apretar sus labios, como si algo la molestara. Se inclinó lentamente a su oreja.
–Tranquila –susurró instintivamente.
Había escuchado que al susurrar en los sueños, inconscientemente entraba en tu mente. Y al parecer era cierto, había suavizado su rostro.
Iba a alejarse para evitar que despertara, pero aspiró y cerró los ojos. Su olor no había cambiado en nada, seguía usando el mismo shampú de frutos rojos. Y la fragancia dulce se mezclaba con el olor a suavizante de telas y su crema facial. Le traía hermosos recuerdos. Acercó su mano y le acarició la mejilla con las yemas de sus dedos, tratando de evitar que despertara. La escuchó suspirar profundamente, y él se deleitó con la suavidad y la calidez de su piel. Su piel era delicada, y expresaba sus emociones; podrías darte cuenta cuando estaba molesta, feliz, triste, asustada… E incluso tuvo el honor de ver su piel sonrojarse por él. No sólo su rostro era suave; cada parte de su cuerpo era tan suave y liso que parecía porcelana. Desde la cabeza hasta la punta de los pies.
Ese suave roce fué suficiente, se alejó y abrió los ojos. Kagome se veía tranquila ahora. Retomó su asiento y miró la mano que la había tocado. Hace años que había soñado con acercarse a ella y oler su suave fragancia. Y ahora que lo había hecho, guardó la información en su memoria; porque tal vez nunca volvería a sentir esa fragancia contra su nariz otra vez… ¿Verdad?
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Justo cuando habían bajado del jet, Ginta -que al parecer no sólo era chofer, sino también piloto-, los llevó a otro automóvil para proseguir el viaje. Muy a su pesar, tenía que seguir sentada. Ya le dolía la espalda de tanto ir sentada. Se acomodó de nuevo en el asiento, y concentró su vista afuera. No tardó en aburrirse de ver los automóviles en su ventana, así que decidió dejar de prestar atención a la carretera. Sacó su móvil y abrió su aplicación para leer. Inuyasha hacía lo mismo, veía su móvil muy concentrado. Leía, lo notaba por el movimiento de sus ojos. Lo veía apretar los labios, y escribir algo en respuesta. Algo de negocios, a lo mejor. Volvió a su lectura, aunque ni siquiera podía concentrarse. Varias veces tuvo que volver al principio porque la distraía su cercanía. Podía oler su perfume, y eso la estaba perturbando. Tanto, que hasta en el vuelo soñó con su aroma varonil, como si lo tuviera pegado a ella. Tocó su mejilla, recordando. Hasta había sentido un cosquilleo en la cara. Pero cuando despertó, lo encontró muy concentrado en su laptop. ¿Había sido un sueño?
Sacudió su cabeza y se colocó los audífonos inalámbricos. A ver si colocando música de fondo, podía concentrarse en su lectura.
El auto se desvió de la carretera, y se detuvo unos minutos después. Se quitó el auricular cuando sintió que Inuyasha bajó. Su puerta fué abierta por Ginta, supuso que habían llegado. Salió de la aplicación de lectura, y bloqueó su celular para guardarlo en la mochila. Y justo cuando sus pies tocaron la arena y alzó la vista, se quedó atónita.
La arena blanca, el azul del mar, y el color del cielo con tenues nubes… le traía recuerdos. Se alejó del auto hipnotizada. Flexionó sus rodillas y enterró sus manos en el suave suelo. Tomó dos puños de arena y se levantó de nuevo. Entrecerró los ojos viendo como la arena caía lentamente al abrir sus puños. Recordó muchas cosas. La vez que conoció a Inuyasha, la vez que la llevó y jugaron como dos enamorados, la vez cuando le propuso matrimonio… Y también cuando se escondió de él para curar su corazón.
Para ella, la playa simbolizaba felicidad y tristeza… Pero también simbolizaba sanación. Sacudió sus manos y miró su dedo corazón con nostalgia.
Alzó la vista hacia el horizonte, y notó que había un pequeño muelle en la orilla, pero ningún bote había cerca. Miró más y notaba que el lugar estaba despierto. Fué cuando se preguntó porqué habían parado ahí. Giró sobre sus talones y se topó con Inuyasha. ¿Cuándo había llegado hasta ella? No lo había escuchado venir.
Inuyasha la miraba desde su altura, como si recordara lo mismo que ella ante la belleza del paisaje. Sus mejillas se ruborizaron; a veces creía que leía la mente… Pero en cierto modo, él la conocía. Y tenían un pasado en común. Lo vió desviar su vista al mar, y ella pudo verlo detenidamente bajo la luz del sol. Notó que había cambiado con los años. Había decidido cortar su cabello platinado y cambiar su peinado. Su cuerpo mostraba más musculatura, y su rostro alegre y juvenil había cambiado a uno maduro y menos inocente. No podía describirlo bien, solo podía decir que había cambiado. Se veía tan sofisticado vestido con traje. En sus recuerdos, él siempre usaba ropa informal, tal como lo había conocido: Informal y despreocupado. Ahora ante ella estaba un hombre de porte elegante e imponente, se había convertido en lo que Inuno Taisho había deseado. En lo que no quería convertirse el Inuyasha que ella conoció. ¿Qué había pasado con el Inuyasha que conoció? ¿Aquel que soñaba con una carrera gastronómica?
"Tal vez le pasó lo mismo que a ti, ¿dónde quedaron tus sueños?"
Ahora sabía que las personas cambiaban, Inuyasha se lo estaba demostrando. Porque no sólo había cambiado físicamente, también en su interior. Ahora era ese hombre que estaba dispuesto a lo que sea, por conseguir lo que quería. Tal pensamiento la entristeció. No, ¿por qué debía entristecerse? ¿Cuándo entendería?
Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido del automóvil.
–¿Qué..? –exclamó viendo como el auto regresaba por donde había llegado. Kagome se alejó unos pasos y miró presurosa a su alrededor. Ese lugar estaba desierto... ¿Ya habían llegado?
Miró a su jefe nuevamente, él estaba al lado de las maletas. Parecía despreocupado, tenía las manos metidas en los bolsillos, eso le molestó. ¿No veía que los habían dejado varados en ese lugar? ¿No había escuchado al automóvil alejarse? ¿Estaba sordo o qué? No había más que un muelle. ¡No había rastro de civilización! ¿Por acaso era ciego también?
–Disculpe, s-señor –vio que él tomaba su propia maleta y se alejaba de ella, rumbo al muelle–. ¿Ya hemos llegado?
–Sí, así es –contestó tajante, alejándose aún más. Caminaba despreocupado, como si hablara en serio, ¿es que le estaba tomando el pelo o qué?–. No se mantenga alejada – lo escuchó y ella tomó su propia maleta, corrió torpemente hasta llegar a él. Lo vió subir al muelle.
–Señor... ¿Está seguro que hemos llegado a..?
–Shh –dijo él mientras se detenía a mitad del muelle y metía una mano a sus pantalones, marcó un número en su móvil–. Soy yo... Mmjmm... –Inuyasha le dio la espalda, ella puso los ojos en blanco. Odiaba que la dejara hablando sola.
Miró a su alrededor, el muelle parecía no haber sido utilizado en años, algunas maderas habían caído al mar, dejando espacios donde había peligro de caer. Ella no sabía nadar, tuvo que tener cuidado de no pisar una madera podrida, por suerte aún no estaban en la parte final del muelle, en lo más profundo. La invadió el miedo de pisar mal y caer. Tragó hondo cuando escuchó que algo caía a un lado suyo. Su estómago se contrajo, pero no quiso demostrar cuánto miedo sentía. Se mantuvo seria, e intentó convencerse de que si caía, el mar le llegaría al pecho… Pero no funcionaba. Seguía pensando en que podía caerse y ahogarse.
–Ya llegamos... Si… Nos vemos...
¿Ya habían llegado? ¡¿Estaba loco?! Vió que colgaba y volvió a mirarla. Notaba algo extraño en su mirada... Una chispa que le recordó al antiguo Inuyasha. Al Inuyasha que acababa de hacer una travesura.
–¿No ha visto dónde estamos? –le dijo enojada, escondiendo su miedo en la mirada.
–¿Por Qué está tan pálida? –inquirió él. Kagome esquivó su mirada, ¿había notado su miedo? Soltó el aire retenido durante unos segundos.
–No me cambie la conversación –aunque ésta vez, ella evadió el tema–. ¿Ya vió que estamos en medio de la nada? –señaló la playa–. Apuesto a que nunca pasan automóviles por aquí...¡¿Dónde me ha traí...?!
Se fue callando cuando vio que a espaldas de su jefe una lancha deportiva se aproximaba. Quiso que se la tragara la tierra. Se quedó con las palabras en la boca, y al volver la vista a su jefe se puso roja de vergüenza. Él levantó la comisura de su boca, formando una tenue sonrisa. A ella le pareció... Encantadora. Detuvo el rumbo de sus pensamientos y se abofeteó mentalmente. ¿Qué demonios pensaba?
Dirigió su vista a la lancha, tratando de pretender que no ocurría nada. Que no le aterraba la idea de ir en lancha.
Sintió una mano en su hombro.
–No pasa nada, yo la ayudaré a subirse. –le susurró en la oreja. Sí, Inuyasha notaba su miedo.
Lo vió subirse en un rápido movimiento. Le extendió una mano y le dirigió una mirada que aseguraba que no pasaría nada. Kagome dudó unos segundos, y extendió su mano, aceptando su ayuda. Dió un brinco y cerró los ojos esperando lo peor. En cambio, sintió que chocaba contra su pecho y también unas manos firmes en sus codos. Respiró con alivio, y se inundó de esa fragancia que bien conocía. Al abrir los ojos, se encontró con la mirada dorada de Inuyasha Taisho. Su corazón comenzó a bombear sangre más a prisa, y amenazó con salir de su pecho.
La mirada intensa de Inuyasha bajó hasta sus labios como una caricia. Se ruborizó al instante, y lo alejó un pasó, temerosa de sus emociones. Inuyasha tardó unos segundos en reaccionar y soltarla.
Se mantuvo callada durante el corto tramo que recorrieron, con la mirada fija en sus pies y las manos firmes en el asiento. El miedo de caerse seguía existiendo, pero procuró no hacerlo notar, estaba lejos de la orilla. Su jefe se encontraba de pie, al lado del conductor. Envidiaba que para ellos no existiera el miedo que ella sentía. Estaban discutiendo algo que ella no alcanzaba a escuchar, veía a Inuyasha soltar una carcajada de vez en cuando. Sin duda alguna, su jefe estaba disfrutando el viaje en lancha... Sintió envidia, ella no se subía a una desde hace años, desde que casi estuvo a punto de ahogarse. Suspiró y trató de concentrarse en otra cosa.
–¿Se encuentra bien, señorita? –le dijo el joven conductor cuando la ayudó a bajar de la lancha.
–Sí –contestó ella al instante y afirmó los pies en el muelle. Muelle que era completamente diferente al otro. A ese si le tenía confianza.
Se apresuró a llegar a tierra, y solo al llegar pudo respirar en paz. Sentía que había estado al borde del colapso, deseaba nunca volver a subir en su vida a una lancha, un crucero o lo que estuviera relacionado con el mar. Pero desgraciadamente para regresar, debía subirse de nuevo. Amaba el mar, y juguetear en la orilla, pero odiaba entrar más al fondo, donde el requisito de saber nada era indispensable.
Una vez recuperada del susto, prestó atención al lugar. Su boca formó una "o" sin poder evitarlo. Era una bahía hermosa lo que había ante ella. Y no solo eso, había una enorme mansión al fondo, que parecía sacada de una revista de viajes. Tenía piscina en la parte delantera; en lugar de paredes, poseía vidrios que mostraban los muebles del interior; incluso había palapas en la orilla de la piscina... Las palmeras y la abundancia de árboles frutales a la redonda le daban un toque veraniego y colorido. Parecía un paraíso tropical, el lugar donde solo vas a descansar y disfrutar de la estadía. Pero ella... Ella sentía que lo había visto en algún lugar...
"¿Acaso..? ¿era..?"
De repente, se tocó el pecho cuando su corazón se aceleró. Giró para ver a su jefe, él estaba mirándola seriamente, eso afirmó sus suposiciones. Tragó saliva y volvió su mirada a la mansión. Ese... lugar... Ella lo había diseñado, cuando tenía sueños que deseaba cumplir.
En su juventud, lo había diseñado y mostrado a Inuyasha. Él mostró interés, pero ella lo había tomado como un simple sueño que jamás sucedería. Pues no tenía el dinero suficiente para lograrlo, pero Inuyasha le prometió que un día lo podrían hacer. No lo tomó en serio, solo como un "deseo imposible". Esos planos fueron desechados por ella misma cuando decidió esconderse. Recordaba haber dejado una caja en la puerta, con todo lo que le recordaba a él. Desde sus cartas hasta sus regalos.
Se volvió a la mansión nuevamente, ¿cómo habían llegado a sus manos esos planos?
–Hakkaku la llevará, y la señorita Enju la recibirá en la mansión –Inuyasha interrumpió sus pensamientos–. Enju estará a su disposición, así que no se preocupe, ¿entendido? –Kagome asintió sin poder articular palabra–. Esta noche tendremos una cena de negocios. Vístase para la ocasión –le dijo antes de darse la vuelta y regresar al muelle.
–Sígame, señorita… –Hakkaku señaló hacia la mansión.
Kagome tomó valor para exigir respuestas y volteó a verlo. Pero observó como Inuyasha subía a la lancha hábilmente y la encendía. Cuando desapareció de su vista, miró a Hakkaku, y comenzó a seguirlo cuando él tomó ambas maletas.
Un momento, se detuvo y reaccionó. ¿Qué había dicho Inuyasha? ¿Había dicho "cena de negocios"? No le había mencionado nada del asunto, le había dicho que el viaje era por asuntos personales... ¡Y ella no llevaba ropa para la ocasión!
Se mordió el pulgar, retomando su camino. ¿Qué haría ahora?
Continuará…
Gracias por leer el capítulo (emoji de besos). ¿Ahora que le depara a Kagome? Lo sabrán el próximo capítulo ;) una disculpa si ven errores ortográficos o redacción, no soy perfecta n.nU
Tenganme paciencia, el trabajo y la vida de casada no es fácil. No lo hagan todavía chiquilla/os :')
Nos leemos a la próxima :'D
¡Sayonara!
Posdata: Siganme en Facebook :D
Alla aviso que días actualizaré, o cualquier contratiempo n.n también comenzaré a subir imágenes relacionadas con el fanfic; como los paisajes o escenas del mismo :') estoy como Eline H. T. (Link en mi Bio).
