09/02/2024
Hola mi bella gente =D
Como siempre, quiero empezar dándole gracias a las personitas que se molestaron en dejar su comentario :')
joiscar, Rocio K. Echeverria, Mar, Carli89, Karii Taisho, MegoKa, Annie Perez, Kayla Lynnet, invitado y marielvalentinavazquezrodrigue.
Perdonen mi tardanza, he andado decaída últimamente =(
Pero para compensar, hoy les traje un capítulo extenso a mi parecer (no suelo escribir tantas palabras en un capítulo xD jeje). En fin, dejo que lean ;)
Advertencia: Tenemos lemon en este capítulo.
Disculpen cualquier error.
CONVIVIENDO CON MI EX.
Capítulo 07: El final de todo (Parte 2).
Parte II: El final.
…Previamente…
Pero en cambio, cuando encontró sus ojos, se llevó una gran sorpresa; se encontró con una mirada gélida y fría. El dorado demostraba enojo, coraje… Tal como había visto a Hakudoshi aquella vez que la besó.
Tembló, ¿qué le pasaba a Inuyasha?
…
Estaba recibiendo a los invitados en el jardín, lugar donde el juez los casaría. Su móvil no dejaba de vibrar en su pantalón. Eran mensajes, pero él no los había revisado desde la última vez que vió a Kagome. Sabía que si lo desbloqueaba, no tardaría nada en querer hacer una videollamada con ella. Le prometió respetar la tradición de no ver a la novia antes de la boda, y sabía que llamarla no sería suficiente para él; pulsaría el botón de videollamada. Pero no sólo había dejado en el olvido su móvil por ello, también por la insistente Kikyo Tendo. Ya tenía suficiente de ella, todos los días de esa semana recibió mensajes y llamadas de ella. Le rogaba que no se casara, que le diera otra oportunidad. Pero por más que la bloqueara, volvía a ingeniárselas para contactarlo. Estaba harto… Ojalá tuviera un poco de amor propio y los dejara en paz.
–¡Pero qué galán! –esa voz a su espalda le causó molestias. Al parecer no tenía amor propio.
Al girar se encontró con la mirada de Kikyo Tendo. Apretó los labios y le señaló que pasara por mera cortesía. Si fuera posible, la correría. Pero no quería armar una escenita, tal vez era lo que Kikyo esperaba. No le arruinaría la boda, sólo debía fingir amabilidad. Tsubaki era invitada de su futura suegra, no podía hacerle esa grosería a Naomi.
–¿No me piensas dirigir la palabra?
Kikyo se colocó frente a él, alzando su pecho de manera seductora. Su rostro blanco y ligeramente maquillado lo miraba de la misma manera que cuando eran novios y le exigía atención. Su ex novia traía un vestido negro que sólo cubría lo necesario y lo miraba con deseo… No le sorprendía su descaro, todavía tenía el cinismo de acercarse a él así de cerca. Dió un paso atrás, no quería que surgieran rumores de que algo pasaba entre ellos. Contó hasta diez, o su paciencia se iría por la borda. En ese momento se preguntó qué le había atraído de ella, era demasiado molesta.
–¿A qué has venido?
–A festejar la boda de mi prima y mi futuro primo, tontito –le dió toquecitos en la nariz
–Puedes engañar a tu familia, pero a mi no –tomó su muñeca y la alejó de sí–. Vienes a arruinar nuestra fiesta, pero, ¿sabes qué? No te daremos el gusto –le sonrió con malicia y la soltó–. ¿Ya has olvidado lo que hiciste? ¡Me alegra haber abierto los ojos!
Esperaba que la mirada de Kikyo se encendiera en llamas de odio y se fuera, pero en cambio, no dejó de sonreír como si hubiese ganado; aquello no le dió buena espina. Le dió la espalda y volvió a su posición inicial de recibir sus invitados.
–¡Ja! Tu sigues cegado por su falso amor de cuarta –aquello lo hizo apretar los puños–. Es una lástima que sólo tu sientas eso… Y ella haya elegido otro camino.
La ignoró, no iba a envenenarlo contra su futura esposa. Él estaba ciegamente enamorado de Kagome y su amor; le había demostrado su lealtad y sus sentimientos por él.
–Veo que no has visto mis mensajes de esta mañana, para abrir tus ojos… Dicen que una imagen habla más que mil palabras.
Aquello lo hizo girar de nuevo, pero la vió tomar el camino equivocado, el que iba directo a la mansión. Quiso restarle importancia, pero recordó que Kagome aún seguía en una habitación de la mansión; faltaba poco para que empezara la boda y probablemente iría a amargarle el día. Se apresuró a seguirla, pero por más que corrió, no pudo alcanzarla; terminó por perderla de vista. Una idea cruzó su mente, si él no sabía donde estaba, para evitar que la viera antes de la ceremonia, probablemente Kikyo tampoco sabía donde encontrarla. Suspiró, esperando que así fuera. Dió vuelta para regresar al jardín, y su móvil vibró en su bolsillo.
«Veo que no has visto mis mensajes de esta mañana…» –recordó las palabras de Kikyo.
Frunció el ceño y sacó su móvil. En sus notificaciones aparecía que tenía mensajes de un número extraño. De seguro era un mensaje de Kikyo donde rogaba que no se casara. Recién había cambiado de número para evitarla, ¿cómo había dado con él? Con fastidio volvió a guardar el móvil y comenzó a caminar. Estaba harto de Kikyo.
«Dicen que una imagen habla más que mil palabras.»
Aquello lo hizo detenerse, y la curiosidad lo dominó. Volvió a tomar el móvil, y abrió la conversación de ese extraño número. Frunció el ceño, había imágenes adjuntas, se veían borrosas. Primero leyó antes de presionar la opción de "descargar".
«¿Kagome es tan "perfecta" como piensas? Ve esto por ti mismo».
Cuando las imágenes se aclararon, las manos le temblaron y sintió un dolor atravesar su pecho, ¿así se sentiría una puñalada en el corazón?
Sintió como si lo hubieran golpeado brutalmente, se detuvo de la pared con dificultad. Apretó los ojos, queriendo que esas imágenes desaparecieran y que se tratara de un espejismo. Pero al abrir sus ojos, ahí seguían; cómo muestra de que no era su imaginación. Y que la vida de nuevo lo había engañado…
Ahí estaba, la imagen dolorosa de Kagome con Hakudoshi… Ambos recostados en la cama de su habitación. No era falsa, ni de tiempo atrás; pues se distinguía que en su mesita de noche estaban las últimas flores que le había regalado y su reloj que había olvidado. La imagen había sido tomada desde arriba por el mismo Hakudoshi, mientras Kagome parecía besar su cuello. Se le revolvió el estómago. Había más imágenes sugerentes, quiso pensar que no era ella. Que era un doble, un montaje, una cruel broma… Pero no, pudo ver su lunar distintivo en la clavícula, la manicura que se había hecho y la decoración blanca que se había realizado en las uñas. Y no sólo eso… en su dedo corazón descansaba su anillo de compromiso.
No, eso no podía ser cierto. Se llevó una mano a la cara, incapaz de creer en lo que acababa de ver. La mujer con la que en unos momentos estaría casado, se había acostado con su primo una noche antes. Miró a su alrededor, con la esperanza de que saliera Kagome de algún lado, riéndose y diciéndole que era una broma para algún show de televisión. Pero no, todo eso era real.
Unas lágrimas se acumularon en sus ojos, inhaló y exhaló varias veces para intentar calmarse. Una lágrima salió de su ojo, resbaló por sus mejillas, rozó la comisura de su boca y cayó por su barbilla; perdiéndose al tocar en piso. Esto desencadenó más, y golpeó la pared con impotencia. Siempre pensó que Kagome era un ser puro e inocente, sincera, hermosa y amable. Tenía pequeños defectos, como todo ser humano; pero sus virtudes opacaban esos pequeños detalles. Era la persona ideal, la que quería para el resto de su vida, con quien quería despertar cada día y envejecer a su lado… Pero se había equivocado. Se había enamorado de una persona diferente.
¿En qué le había fallado? ¿Había hecho algo mal para que le pagara de esa forma? ¿Cuándo había empezado a engañarlo? ¿Siempre fueron una farsa sus promesas de amor? ¿Se estaría riendo de él? Su corazón se estrujaba ante cada pregunta que se formaba en su cabeza, las respuestas no las sabía. Y probablemente no quería saberlas.
Su móvil vibrando sin cesar lo hizo reaccionar. Era el mismo número que le había mandado las imágenes. Presionó con dedos temblorosos la opción de contestar, no dijo una palabra, la voz de Kikyo fué la primera en hablar.
–¿Y bien? Falta poco para que empiece la ceremonia. ¿Qué piensas hacer?
Kikyo, maldita ingrata. Había arruinado su boda…
No, ella no había sido. Se sobó la sien. Kagome, había sido Kagome la que arruinó todo. Sintió como se incrustada un deseo de venganza en el corazón. ¿Qué iba a hacer ahora que Kagome lo había engañado? Recargó su espalda en la pared, miró el techo preguntándose que haría a continuación. ¿Dejarla plantada? Sonaba bien… ¿Decir «no acepto» y que se convirtiera en la comidilla de todos? Probablemente… ¿Exponerla ante su familia? Era una idea tentadora…
–Creo que sigues en shock, quizá yo pueda ayudarte…
Kikyo seguía ahí, apretó el móvil y pensó con más rapidez. Sólo tenía unos minutos.
Era bueno para fingir, o la gente no lo conocía lo suficiente. Había actuado como siempre ante ellos, como si no se estuviera desmoronando por dentro. Todos los invitados lo saludaron con un gesto de la cabeza cuando caminó por el pasillo, directo a la mesa donde el juez había colocado los papeles del matrimonio. Cuando llegó, le dió la espalda al juez, para esperar la entrada de la novia.
En el momento que escuchó a la gente soltar cuchicheos, supo que Kagome había empezado a caminar por el pasillo. Colocó una mano sobre la otra, para intentar detener su temblor. Kagome siempre había provocado reacciones en su cuerpo, incluso en ese instante. A pesar de que ya sabía su verdadero rostro, sintió nervios de verla vestida de novia. Cuando logró verla, no pudo evitar que su corazón brincara. Se contuvo, apretó su mano y tragó saliva. Estaba hermosísima, su vestido hacía resaltar su belleza, sólo le faltaban un par de alas para ser la imagen de un ángel. La veía nerviosa mientras caminaba al lado de su padre… ¿Aquella mujer había sido capaz de engañarlo? Se cuestionó aquello. Pero cuando notó su lunar, las imágenes de Hakudoshi y ella volvieron a su mente.
Kagome alzó su rostro hacia él, la vió fruncir el ceño con curiosidad e inquietud. Le había mandado una mirada que demostraba que sabía la verdad, esperaba que al menos aquello la hiciera dar marcha atrás y retractarse del matrimonio. Quería saber hasta dónde era capaz de llegar; seguía preguntándose porque lo había engañado de esa manera… Kikyo había dicho que era por venganza, porque todo lo que Kikyo tenía, ella lo quería obtener. Y que así lo había planeado desde un principio con él y Hakudoshi, que todo era una competencia entre ellas.
En un rincón de su cabeza sentía que aquello no era verdad, que algo no cuadraba y que debía confiar en la imagen de Kagome… Pero las imágenes hablaban por sí solas. Su corazón roto y el deseo de venganza fueron más fuertes. No pudo ocultar lo decepcionado y molesto que se encontraba, pero sólo se lo demostró a ella en esa mirada. Le extendió una mano, y apartó la mirada para volver a fingir. La tibia piel de porcelana contra la suya lo hizo casi caer a su engaño de nuevo.
Pero no, había abierto los ojos, aquella mujer era tan falsa como Kikyo. Soltó su mano cuando giraron hacia el juez.
El juez dió un discurso sobre el matrimonio, sobre la fidelidad y el compromiso que conlleva; que debían apoyarse en salud y enfermedad. Mientras tanto, las dudas y el rencor se apoderaron de su cabeza. Sintió la mirada de Kagome en varias ocasiones, pero no volvió a verla. En una ocasión quiso tomar su brazo, pero para evitarlo, discretamente estiró sus manos hacia el frente y bostezó; Kagome no volvió a intentarlo después de eso.
Cuando se inclinó a firmar los papeles, tardó leyendo el documento. Esperaba el arrepentimiento de Kagome, pero no sucedió. Intentó mover el bolígrafo pero lo sentía pesado, y le impedía hacerlo.
–¿Hay algún problema con los datos? –preguntó el juez.
Parpadeó un par de veces y negó con la cabeza. Firmó el documento y dejó el bolígrafo en la mesa. Kagome también firmó sin siquiera pensarlo y volteó hacia él, su inocente mirada demostraba preocupación por él. Sabía que algo pasaba.
Ella estaba actuando demasiado bien, hasta a él lo había engañado con su falsa imagen de niña buena. La apariencia inocente y pura de Kagome era falsa. Fingió sonreír y la vió relajarse no muy convencida, su falsa había llegado demasiado lejos. Después de firmar, juraron fidelidad ante la multitud, y colocaron sus respectivas alianzas matrimoniales; alianzas que los marcaban como marido y mujer.
Estaba siendo falso, estaba sonriendo como si nada; cómo si su corazón no estuviera roto. Tomó ambas manos de Kagome y le rogó mentalmente que le dijera la verdad. Que impidiera que dieran ese gran paso, o que por lo menos confesara que le había sido infiel un día antes. Si confesara y pidiera perdón… ¡Hasta podría perdonarle todo!
Pero no pasó, ella le sonrió como siempre. Como si no hubiera sucedido nada del día anterior.
–Ahora, los declaro marido y mujer. Ya puedes besar a la novia, Inuyasha.
Tragó hondo y vió como Kagome cerraba sus ojos y juntaba sus bellos labios para ser besada. Se inclinó hacia ella y pensó en darle un fugaz beso. Pero cuando su boca tocó la carne, el simple roce no fué suficiente. La tomó de la cintura y le dió un beso apasionado. Abrió la boca femenina y saboreó su lengua con ferocidad. Se separó de ella cuando le faltó el aire. La gente a su alrededor aplaudió, y él puso una falsa sonrisa de felicidad en su cara mientras miraba a la multitud.
Kagome fué rodeada por sus padres, agradeció aquello. No quería estar cerca de ella. Había probado sus labios, y eso no había sido suficiente. Aún tenía el poder de hacer que su corazón palpitara con rapidez, sin mencionar que su cuerpo había reaccionado como siempre: quería hacerla suya… ¡Maldita sea! Aunque sabía la verdad, deseaba tenerla entre sus sábanas.
Dejarla plantada había sido tentador, pero no pudo hacerlo. Los Higurashi no se merecían aquella vergüenza pública, sus padres tampoco. Iba a probarla, ver cuan lejos podría llegar, qué es lo que quería de él…. Y cuánto tiempo tardaría en querer reunirse con su amante. Tal vez deseaba pasar un tiempo con él como su esposa, después divorciarse y quitarle la mitad de lo que poseía. Después de todo, se habían casado por bienes mancomunados, era su derecho. Pero no, no tendría ningún centavo. Tenía pruebas de su infidelidad, tenía las de perder…
Observó como Kagome abrazaba a su padre y lo miraba, él le sonrió con malicia. Esa menuda mujer era muy astuta, pero no iba a caer en sus redes. Ya sabía que tipo de persona era.
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Observaba la fiesta desde su lugar, le parecía muy grande a pesar de que fue una simple ceremonia civil. La boda en la Iglesia la realizarían al año siguiente. Las mesas rodeaban la pista de baile, los meseros servían los platos, la música era instrumental y lenta. Las mesas estaban decoradas con flores blancas, las esquinas del gran salón tenían enormes arreglos florales con exquisitas especies, cortesía de sus padres floristas. La mansión de los Taisho era estilo victoriano, y su gran salón había sido el lugar ideal para la fiesta. Parecía una boda de cuento, todo como lo había soñado, todos parecían disfrutar de la fiesta, y tal vez ella también la estaría disfrutando… Pero no era así.
Volteó a su costado y lo miró, lucía ausente mientras comía. En su dedo corazón destacaba la alianza matrimonial que lo marcaba como su esposo, como símbolo de su amor. Pero los ojos de él cuando la miraron en la ceremonia la dejaron helada. Esperó que cuando la viera
¿Dolor de qué? No había dicho o hecho algo para molestarlo, sólo actuaba así con ella a solas. Cuando alguien les prestaba atención, actuaba como siempre con ella. Saludaba y hablaba normalmente con los demás, pero cuando la veía cambiaba... Se volvía frío y distante. Kagome observó su propio plato a medio comer, había perdido el apetito por la actitud sombría de su ahora esposo.
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Sentía la mirada sobre él, Kagome sólo había jugado su comida con el tenedor, tuvo que reprimir varias veces el impulso de incitarla a comer. Ya había notado su actitud fría, y no tardaría en preguntar que le sucedía.
¿Qué le sucedía? Más bien, ¿Qué le había sucedido a ella? Pensó con amargura. Esa chica inocente y dulce era sólo una máscara, ahora ya sabía lo que era capaz de hacer. Y pensar que habían planeado que en un año unirían sus vidas ante la ley de Dios... Qué ciego había sido. Tomó un trago a su bebida, el alcohol resbaló por su garganta, dejándole una sensación caliente, pero el nudo de dolor seguía ahí. No había desaparecido con nada.
Ella le tocó el hombro pero él ni siquiera la miró.
–¿Qué quieres? –le contestó sin mirarla.
–¿Qué te sucede, amor? –dijo suavemente, tratando de apaciguar su actitud.
Él soltó su cuchara, y puso sus manos en puño sobre la mesa. Cuando la miro ella se congeló y trago hondo. Dios, lucía tan hermosa con ese vestido de novia, tal como la había imaginado. Lucía como un ángel, su rostro estaba enmarcado por el velo de novia y sus cabellos ondulados. Había sido maquillada tan bien, que sus ojos eran el centro de atención, pero para él, su boca estaba teniendo toda la atención. Estaba hermosa, era un encanto angelical y puro. Pero esa belleza superficial era falsa, ahora lo sabía.
Desvió la mirada, conteniendo las ganas de besarla. Sí, quería besarla, a pesar de que sabía su verdadera naturaleza. Tal como Kikyo, lo había decepcionado. Kagome logró engañarlo antes, pudo seducirlo a su antojo, pero esos días donde la creía una buena mujer, habían terminado. Era lo mismo que Kikyo, lo había hipnotizado, pero ella sí pudo llevarlo al altar, y casarse con él.
–¿Qué sucede? Mejor dímelo tú –soltó y volvió a comer cuando notó que un invitado los observaba. Tuvo que fingir una sonrisa e inclinar su cabeza como saludo. Quedaba una larga noche que soportar.
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Ella no entendió a qué se refería, e iba a volver a preguntar, pero se detuvo. Dos días atrás fueron todo amor y besos con ella, el día anterior fueron sus despedidas de solteros, habían quedado en no verse para preservar la tradición. Y desde la ceremonia actuaba como si ella fuera una molestia. Sintió miedo, nunca se había comportado así con ella. Si así era ahora... ¿cómo sería en un futuro? ¡No! Se estaba imaginando demasiadas cosas. Volvió a comer intentando parecer normal. Tal vez debería darle tiempo, tal vez había peleado con su padre, y ahora estaba soltando su frustración... Sí, eso debía ser.
La velada iba de maravilla para los demás, Kagome sonrió al ver a sus padres bailar, bueno, no tenía lazos de sangre con ellos, pero la amaban como si lo fuera. Era su única hija. Todos estaban alegres, pero ella no. Sus amigas la acompañaron momentáneamente, pero iban acompañadas. No quiso ser un mal tercio, así que les dijo que no se preocuparan por ella. Habían hecho una despedida de soltera en su honor, debía agradecerles no siendo un mal tercio.
Miró a su esposo, estaba en otra mesa platicando con sus amigos, no parecía tener intenciones de estar con ella. Se sentía sola…
De pronto, apareció en la escena su prima y ex novia de él: Kikyo. Pensó que la ignoraría, tal y como siempre sucedía, pero está vez no pasó eso. Vió que lo tomaba del brazo y lo llevaba a la pista de baile, y también notó que no se resistió a estar con ella. Kikyo dijo algo, e Inuyasha asintió y suspiró.
Como si él sintiera que estaba siendo observado, la miró. Cuando sus ojos se encontraron, hubo frialdad, nada de amor, nada de chispas y mariposas en el estómago. Un nudo comenzó a crecer en su garganta, y en un intento vano por desaparecerlo, tragó saliva. Obviamente, no tuvo éxito.
¿Cómo podía estar portándose así con ella e ir a los brazos de su ex?
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La mirada que Kagome le estaba enviando era de dolor y decepción. En su interior quería alejar a Kikyo de él, correr a los brazos de Kagome y pedirle una disculpa por su comportamiento. Pero no lo hizo, su orgullo dolido y el recuerdo de la traición de Kagome fueron más fuertes. ¿Cómo había podido engañarlo de tal manera? Kikyo advirtió muchas veces, que su prima era aún peor que ella. Kikyo aceptó que lo había engañado cuando eran novios, pero que Kagome también lo hacía mientras él no la veía. Que Kagome buscaba asegurar su futuro con alguien que pudiera darle todo. Y que entre él y Hakudoshi, él había ganado.
Kagome tenía la imagen de una mujer decente, sensible y noble. Parecía una persona incapaz de mentir o engañar... Pero todo eso, era pura mentira.
Debió creerle a Kikyo que Kagome lo engañaba. Hakudoshi deseaba apoderarse de la empresa Taisho. Inuno, su padre, lo había acogido como un hijo más cuando la madre de Hakudoshi murió; habían crecido juntos, pero sinceramente nunca se llevaron bien. Hakudoshi demostraba ambición sólo con él, con su padre actuaba de manera diferente. Siempre fué la sombra de Hakudoshi, mientras tanto, su medio hermano Sesshomaru, no tenía interés en seguir al frente de la empresa. De hecho, planeaba renunciar, no era su estilo una vida en la ciudad. Si su medio hermano Sesshomaru renunciaba, no tenía duda que los Hakudoshi y su padre tenían planes de apoderarse de la empresa.
Y exprimirla hasta que no quedara nada.
Rogaba que eso no pasara, o la empresa por la que su padre y abuelo se habían desvivido, sería cenizas en un abrir y cerrar de ojos. Él no deseaba ser presidente de la empresa, pero sí Sesshomaru decidía retirarse, estaba dispuesto a ser el sucesor. Su padre no lo consideraba competente para el puesto, era uno de los mejores de la Universidad, pero decidió dejarla.
Si Sesshomaru decidía renunciar, estaba dispuesto a retomar su carrera en la Universidad y tomar el mando de la empresa... Hakudoshi deseaba la empresa, y también a Kagome; siempre lo supo. Ahora Kagome era su esposa, pero Hakudoshi sería su amante… ¿Quién había ganado?
– ¿Me estás escuchando?
La voz de Kikyo lo hizo volver al presente, dejó de mirar los doloridos ojos de Kagome y se detuvo en medio de la pista de baile. Volvió su vista a Kikyo, y notó la gran diferencia de sus ojos. Los de Kagome eran cálidos, expresivos y de un dulce color chocolate; pero los de Kikyo eran café oscuro, inexpresivos y fríos. Veía grandes diferencias en ellas, pero Kagome sabía ocultar su verdadero rostro. Su verdadera cara era diferente a la mujer de la que se había enamorado, ¿por qué había resultado ser como Kikyo?
Kikyo hizo un mohín y se colgó de su brazo. La fragancia de Kikyo le picaba la nariz, quiso apartarla de mala gana, pero una presión en el pecho lo detuvo, la causa fué una canción… Una canción que conocía muy bien. La favorita de Kagome.
–Bailemos, Inuyasha –Kikyo le tomó una mano y se la colocó en la cintura, su boca se curvó de manera seductora–. ¿Por qué no le pagas con la misma moneda?
¿Debería aceptar aquella propuesta? Lo pensó unos segundos y volvió su vista a Kagome. Ella estaba detrás de todos, pero podía distinguirla bien. Notaba como su rostro palidecía, y cómo se había llevado una mano al pecho. Un sentimiento surgió en él, era culpa; porque los ojos de Kagome mostraron dolor cuando él tomó la mano de Kikyo y comenzó a bailar lentamente. Las parejas lo rodeaban, pero sabía que Kagome lo estaba observando detenidamente.
Sí, había optado por tomar la ayuda de Kikyo… y con el pensamiento de que no debía sentir culpa, decidió vengarse.
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«...cuando se escuche esta canción, la bailaré contigo, será algo que recordaremos para siempre...»
El recuerdo de días anteriores la hizo sonreír con amargura mientras sonaba "Yellow" de Coldplay de fondo.
Vió como le dirigía una mirada diferente y después acariciaba el escote de la espalda de Kikyo. Aquello la hizo llevarse la otra mano a la boca. ¿Acaso nadie más lo notaba?
Miró a su alrededor, todos estaban en lo suyo, el fotógrafo tomaba fotos de sus padres al lado de unos arreglos florales, sus suegros hablaban animadamente con unos parientes... Todos no estaban notando aquello, no había ninguna persona mirando lo que a ella le estaba lastimado el corazón. Kikyo lucía complacida, y le frotaba su senos cada que tenía oportunidad de hacerlo. Le susurraba cosas al oído, y él sonreía… No volvió a mirarla y dirigió toda su atención a Kikyo, como si Kikyo fuera la novia en esa fiesta.
Sintió que su corazón se escogía, tomó la silla más cercana para evitar caerse, ¿qué demonios estaba pasando? Miró a su alrededor, nadie parecía saber lo que a ella le sucedía en ese momento. Todos estaban inmersos en la fiesta, sin prestarle importancia a la pareja que estaba dando un show en la pista de baile. Se llevó las manos a la boca. Inuyasha hizo girar a su pareja, y esta vez Kikyo le sonrió a ella. La vio susurrarle algo a Inuyasha, y él pegó su mejilla al rostro femenino.
Sintió cuchillos atravesarle el pecho, y un sabor amargo en la boca. Se levantó de súbito con un dolor en la garganta, un nudo que fue imposible tragar. Se escabulló entre la gente fingiendo estar bien, y al llegar al segundo piso, empezó a sollozar, caminó y caminó deteniéndose a ratos en la pared y volviendo a caminar para llegar a la alcoba que compartiría con Inuyasha esa noche, antes de partir a su luna de miel al día siguiente.
Se sintió traicionada, poca cosa, decepcionada... Había tenido tantas ilusiones de ese día. Se suponía que se tomarían miles de fotos, bailarían la mayor parte de canciones, comerían postres, festejarían su unión civil...
Pero en cambio, fué... Fué el peor día de su vida.
Cuando llegó a la habitación, aseguró la puerta y se recostó en la cama. Abrazó la almohada y lloró. Se desmoronó por completo, nunca había llorado por Inuyasha, pero ahora no podía evitarlo. Inuyasha se había comportado como un estúpido, la había traicionado. Kikyo siempre lo persiguió, pero él le fue indiferente. Kikyo siguió pidiendo otra oportunidad, pero él la rechazó. Inuyasha le había jurado que jamás volvería a estar con ella, que su relación estaba muerta y que la detestaba. Kikyo hizo algo malo: lo engañó con su primo Hakudoshi, y él la dejó… ¿Qué demonios había pasado?
Siempre notó como Kikyo lo miraba con ojos lujuriosos, como lo intentaba seducir con sus vestimentas grotescas... Y siempre vio como él le ignoraba... ¿Por qué de la nada se comportaba así?
«...Suerte, prima. Espero que te hayas divertido tu última noche de... soltera. Ojalá 'nada' arruine tu dia...»
Recordó las palabras que Kikyo le había dicho antes de la ceremonia.
¿Qué le había querido decir? Se sentó de súbito en la cama, ¿acaso había pasado algo con ellos un día antes?
Por su cabeza cruzó una imagen de ellos dos, besándose como lo solían hacer, tal como los vio tiempo atrás. La imagen se transformó en ese instante, los imaginó como eran actualmente, como estaban vestidos en esa fiesta... Eso le provocó un terrible dolor en el pecho y retuvo el aliento por un momento. No podía ser... ¿o si? No podía ser cierto, Inuyasha jamás la engañaría con ella. Odiaba a Kikyo, mil veces se lo había dejado claro...
–«"Y después de esas mil veces, ahora le sonríe como si nada» –le dijo su cabeza.
Abrazó aún más la almohada, negándose a creer aquello... Pero... No podía. Todo indicaba eso. Su actitud tosca hacia ella, la forma en que la había acariciado, Kikyo pegando su pecho de manera seductora a él... Y él... Y él...
Correspondiéndole… pegando sus mejillas como dos enamorados.
–¿Por qué... Inuyasha? –susurró.
Se sentía traicionada... Herida… Rota. Lo único que pensaba, era que si así había empezado su matrimonio, ella... No sabía si... Si debía continuar.
No, eso era lo que Kikyo buscaba. Verla rota y destrozada. Se levantó con la mirada decidida. Se miró al espejo y se limpió el maquillaje corrido de los ojos. Se dio golpecitos en las mejillas, dándose ánimos para seguir. Esa era su fiesta de «boda», no era de Kikyo. Ya estaba harta de dejarse pisotear por ella, no lograría derrotarla. Intentaría hablar con Inuyasha, para saber qué demonios le sucedía, y pedirle explicaciones. Ya eran adultos y estaban casados, debían actuar como una pareja… O en otro caso, tomar las decisiones que fueran mejor para ambos.
Bajó a la fiesta de nuevo, más calmada y decidida. Se sentía una completa tonta aparentando estar feliz mientras seguía la fiesta. Comió pastel, bailó con su padre y con sus parientes internamente sin mucho entusiasmo. Intentó acercarse a su esposo y sacarle una respuesta, pero siempre estaban acompañados cuando coincidían. Les tomaron fotos juntos unas cuantas veces y sonreían fingiendo que todo estaba bien. Frente a su familia y la de él, fingían que nada pasaba; ella se había unido a esa causa. Que nadie supiera lo que sucedía… Pero cuando los demás se apartaban, él la ignoraba y volvía con sus amigos, dónde Kikyo estaba. No pudo enfrentarlo en toda la noche. Pero tarde o temprano, tenían que estar solos. Y exigiría una respuesta.
Cuando la fiesta terminó y todos se habían ido, buscó a Inuyasha para enfrentarlo y pedirle una explicación.
–Disculpe, señor… –se acercó a la barra, donde había visto por última vez a Inuyasha. El barman dejó de acomodar las botellas en su espalda y se giró a verla.
–Dígame, señorita.
–¿De casualidad no ha visto a Inuyasha por aquí?
El barman se llevó una mano a la barbilla, intentando recordar.
–El joven Inuyasha salió hace unos minutos, si bien recuerdo, argumentó que iría a dejar a una señorita. Por lo que vi, la señorita iba en estado de ebriedad… No se preocupe, no ha de tardar el joven amo.
Kagome sintió que algo atravesaba su pecho. Fué suficiente por esa noche. Le agradeció con una sonrisa fingida y subió a la habitación que compartirían esa noche. De nuevo lloró desconsoladamente. ¿Qué diablos pasaba con Inuyasha?
Se dió un baño y se recostó esperando a su esposo. Quería una explicación. Había sido la peor noche de su vida.
Las horas pasaron, pero Inuyasha nunca llegó.
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Kikyo no se podía detener por sí sola, así que se ofreció a llevarla a su departamento. Lo había ayudado, era lo menos que podía hacer. Cumplió con su función de ser un llavero bonito para enfadar a Kagome, pero nada más era eso. Un simple llavero que ocupó, y que ya no usaría. Cuando estuvieron frente a la puerta del departamento, dejó a Kikyo recargada en la pared y buscó en su bolso la llave. ¿Cómo se había embriagado tan rápido? Nunca la había visto caer por el alcohol; tal vez había ingerido bebidas con más alcohol de lo que estaba acostumbrada.
Abrió el departamento y una Kikyo muy ebria lo empujó y lo hizo entrar al departamento. Escuchó la puerta cerrarse a su espalda, y cuando la luz iluminó el lugar, se giró sobre sus talones. Kikyo lo veía de manera seductora, lo recorrió con la mirada, y se detuvo justo a la altura de su entrepierna. La vió morderse el labio y acercarse lentamente, tambaleándose por el alcohol; sabía bien qué era lo que tenía en mente. Los oscuros ojos de Kikyo mostraban su deseo de ser tomada, como cuando eran pareja y pasaban noches entregándose sin control… La detuvo por las muñecas cuando quiso rodear su cuello.
–No, esto no está bien –la tomó de los codos y la hizo caminar hasta sentarla en el sofá de la estancia–. Escucha, agradezco tu ayuda–la soltó lentamente–; pero a partir de aquí, yo me encargo de lo demás.
–Creí… que querías vengarte… –hizo un mohín con su boca–. ¿Acaso ya has olvidado… lo que te hizo Kagome?
No, no lo había olvidado. Sólo que su consciencia no lo dejaba en paz; se repetía mentalmente que se merecía regresarle lo que hizo, hasta que sintiera lo mismo que él. Incluso ahora, podía tomar lo que Kikyo estaba ofreciéndole, se estaba poniendo en bandeja de plata, ¿… Pero no iba a tomarlo. Kagome le había fallado, pero él no iba a hacer lo mismo. Una cosa era hacerle creer aquello, otra muy distinta era hacerlo.
Kikyo estaría más que complacida, estaba seguro; detestaba a Kagome, quería hacerle daño. Y sabía que esa noche, él le había hecho daño a Kagome. Aquel último pensamiento lo hizo darse la vuelta y caminar a la salida.
–¡Eh! –sintió las manos de Kikyo en las solapas de su traje–. ¿Me piensas dejar así como si nada?
Giró a verla, y notó como las cejas de Kikyo casi se unieron, su mirada cambió de un momento a otro; ahora se mostraba molesta y frustrada. Sorprendentemente, ahora actuaba como si no estuviera borracha. La vió con incredulidad, había fingido estar así para que él se aprovechara de ella.
–Sí, tengo que irme. ¿Lo olvidas? Estoy casado –le enseñó su mano, cómo muestra de ello.
–¡¿Cómo te atreves a hacerme esto?! -se colgó aún más de su brazo–. ¡Nadie me abandona!
¿Acaso esa era la razón por la que no lo dejaba en paz? ¿Ella tenía la mentalidad de que nadie podía cortar con ella? Se arrepintió de coquetear con Kikyo esa noche, había dejado claro que sólo fingiría, pero tal parece que había creído otra cosa. Se soltó de ella, pero volvió a tomarlo por el brazo, está vez le rogó con la mirada.
–¡Eres un malagradecido! Yo te ayudé… Y ahora me abandonas, ¡nadie me abandona! ¡Nadie me dice que «no» a mí!
–Yo sí puedo dejarte y decir que «no».
Aquel comentario la hizo gritar insultos y golpearlo en el pecho. Parecía que algo se había roto en ella, estaba actuando como una loca. La tomó de sus muñecas y poniendo un poco más de fuerza, la hizo retroceder. Kikyo al final cayó de rodillas, derrotada y murmurando insultos hacia él; sus puños ahora golpeaban el suelo. Salió del lugar, y justo cuando cerró la puerta, escuchó algo chocar contra esta y luego romperse.
Cuando subió al auto, se recargó en el asiento, peinó sus cabellos hacia atrás con frustración. Pensó que Kikyo era una simple mujer, pero ahora notaba que tenía un lado oscuro. Se arrepintió de haber aceptado su ayuda, pero si no fuera por ella, aún seguiría cegado por las mentiras de su ahora «esposa».
«Su esposa»
Frunció el ceño, ¿qué haría ahora? Volvió a mirar las imágenes que habían enviado a su móvil. Aunque ya las había visto, no podía evitar sentir el mismo dolor. Necesitaba hacer algo… Pero, ¿qué podía hacer?
...
Abrió los ojos justo cuando alguien le enderezaba la cabeza. Algo aturdida y desorientada, enfocó su vista y vió el par de orbes dorados que la veía. Apartó la mirada rápidamente, recordaba la noche anterior, cómo se comportó con ella. Se sintió estúpida, como si volviera a ese momento.
Horas atrás habían dejado la mansión para ir a su "luna de miel". La noche anterior durmió sola, pues estuvo esperando a su esposo para pedir una explicación y nunca llegó, apareció una hora antes de la hora que habían planeado partir, tenía el aliento a alcohol, y sus ropas olían a tabaco. Sólo se cambió de ropa y se lavó los dientes la cara y los dientes. En ese momento de descuido, inspeccionó las ropas. Su corazón lo tenía encogido, pues temía encontrar alguna marca de labial, cabello u olor que delatara que había hecho algo con Kikyo. Conocía a su prima, si hubiera estado con ella, habría colado alguna prueba para demostrarlo. Pero sus ropas estaban intactas, no había nada que lo demostrara. No encontró nada, aquello le quitó un peso de encima, pero aún no cantaba victoria. ¿Dónde se había metido toda la noche? Sacó una caja de fósforos y de inmediato supo que había estado en una taberna. La caja tenía el nombre del sitio.
Dejó sus ropas de lado, se vistió y estuvo lista en menos de media hora. Ni siquiera se molestó en maquillarse y tampoco empacó la ropa "íntima" que había comprado para esa noche... "Su noche de amor". No estaba de humor para hacerlo, aún sentía el dolor, la traición y el sabor amargo en su garganta. El día de su boda lo habían planeado perfectamente. Y él...
Se recargo en la puerta de su lado, mirando los edificios y conteniendo las ganas de llorar.
Él había arruinado todo.
Arribaron a su destino justo a media tarde. Había sido un largo camino en la carretera, y una pausa en un restaurante para comer. Aunque sinceramente, no estaba disfrutando nada. Inuyasha la ignoraba y de vez en cuando lo notaba mandándole miradas de decepción. Que absurdo, ella no había hecho nada, la trataba como si fuera la mala de la historia. ¡Él era el que se estaba comportando como un idiota!
Cuando estuvieron en la habitación del hotel, él ni siquiera se molestó en fijarse la vista al mar que ofrecía. Ni de las decoraciones románticas, ni de la belleza de los cuadros con pintorescos paisajes. Ella se acostó en la cama y le dio la espalda, se abrazó a sí misma. Escuchó como Inuyasha entraba al cuarto de baño, y después como sonaba el agua caer en el suelo, se ruborizó al pensar que a unos metros de ella, él se encontraba desnudo.
Se sintió una idiota de pensar esas cosas, cuando una noche anterior él ni siquiera la miró como solía hacerlo… Cómo si la amara. En cambio, los ojos de su marido se fijaron en la vestimenta de Kikyo centímetro a centímetro, lo notó. Tragó un nudo en la garganta y se limpió la solitaria lágrima de su ojo. ¿Cómo podía competir con Kikyo? Era hermosa... Ella no era tan guapa como Kikyo; siempre la compararon con ella. Siempre fué su sombra. ¿Y si ahora estaba pagando el haberse enamorado de Inuyasha?
Inuyasha la hizo sentir que era única, que era la mejor, que era amada... Deseada. La hizo sentir feliz, con toda su fanfarronería, su altivez y sus bromas absurdas. Se casó con él porque... Porque lo amaba. Amaba todo de él. Su voz, sus cálidos abrazos, su humor, su manera de pensar, sus besos, sus caricias... Lo amaba, de manera loca, desenfrenada y sin límite. Le hizo sentir mariposas en el estómago cada vez que le hablaba; y cuando la tocaba, causaba una explosión dentro de ella.
Escuchó la puerta del baño abrirse y contuvo la respiración, sintió su mirada pero ella no tuvo el valor para voltear. Tenía miedo de ver esa mirada de odio otra vez.
Pasaron unos minutos hasta que escuchó que él se movía por la habitación, escuchó que abría la maleta, de seguro buscando su ropa. Aprovechó aquello y se metió al cuarto de baño, cerró con seguro y se apoyó en la puerta. No quería enfrentarlo, pero había decidido exigirle una explicación; sólo que era más fácil pensar que actuar. Era una cobarde… Cuando se armó de valor, se acomodó un cabello detrás de la oreja y abrió. En ese momento escuchó como la puerta de la habitación era cerrada.
Se había ido. En ese momento se sintió más sola que nunca en su vida. Sola, herida y traicionada. Sus ojos se llenaron de lágrimas, ¿por qué la trataba así?
Las horas pasaron e Inuyasha no regresaba. Iba de un lado a otro por la habitación, ¿le habría pasado algo? Le picaba esa intriga, nunca tardaba tanto. Miró por la ventana, ya era de noche. Tomó el teléfono más cercano y marcó su número. Escuchó que en el cuarto de baño sonaba algo. El sonido provenía de su pantalón. Sacó la prenda del cesto de ropa y de su bolsillo sacó el móvil, lo había dejado.
Se preocupó aún más, no tenía como contactarlo, qué tal si le había sucedido algo, era un centro turístico; de todo podía pasar. Se colgó el bolso dispuesta a buscarlo, dejó una nota por si él regresaba, salió de la habitación cruzó la pequeña sala de la suite y salió al pasillo. Justo cuando presionó el botón del ascensor, este se abrió y se encontró cara a cara con Inuyasha. Pasó saliva y se quedó quieta, bajó la mirada cuando Inuyasha pasó de largo sin verla siquiera.
–Inuyasha... –susurró y él ni siquiera se detuvo.
Sintió un nudo por verlo así, lo desconocía. ¿Qué había pasado para que la tratara así? Nunca se había comportado de esa manera, estaba hostil y grosero. Parecía que no era feliz a su lado…
"Los hombres en esa edad suelen arrepentirse después, ven que el mundo ya no está lleno de oportunidades. Que ya no pueden hacer y deshacer como antes, y las posibilidades se acortan. De repente se ven atados a un futuro monótono, que ya no son libres... Pero Inuyasha parece ser distinto, tienes suerte, linda..."
Recordó las palabras de una de sus tías, ella ya había pasado por el divorcio. A causa de problemas con su marido a los 20 años. Había sido un matrimonio joven… ¿Y si su tía tenía razón? De repente todo encajaba, tal vez se había arrepentido de pedirle matrimonio, tal vez deseó sentirse libre como solía serlo, tener distintas parejas, vivir la vida al límite... Estar soltero. Por eso la trataba así, por eso actuó así con Kikyo. Se sintió terrible. Tal vez Inuyasha no canceló la boda por no quedar mal ante todos… Eso dolía.
Regresó por el pasillo, esta vez debía sacar respuestas y aclarar todo. Estaba decidida. ¿Qué estaba pasando con Inuyasha? Nunca la había tratado así... Sus ojos se llenaron de lágrimas de impotencia; pero se aguantó a llorar, temía saber las respuestas. ¿Y sí en verdad se había arrepentido?
Cuando entró a la habitación, se encontró con Inuyasha sentado en un taburete de la barra, lo vió tomar una botella, servirse en un vaso y tomarlo de golpe. Suspiró dándose ánimo, se acercó a él y se paró delante suyo. Él hizo una mueca y la miró con ojos ensombrecidos. Esos ojos de rencor estaban ahí otra vez, tragó saliva y respiró hondo.
–Sé que te arrepientes por la boda... –vio que él apretaba su mano en el vaso de vidrio, sintió miedo por un momento, miedo de que sus suposiciones fueran ciertas; se obligó a continuar–. Me has tratado como una desconocida desde que me viste en la ceremonia, y estuviste con «ella» la mayor parte del tiempo... ¿Hay algo que quieras decirme?
Esperaba alguna reacción de remordimiento, algo que le mostrara que se arrepentía por tratarla de esa manera y peor aún, por preferir estar con Kikyo. En su interior, esperaba escucharlo decir que era feliz con ella, que la amaba, que lo perdonara y que había pasado por un mal momento. Que sólo era una broma el haber coqueteado con Kikyo... Pero en cambio, los ojos de Inuyasha la evitaron.
–No –susurró, se sirvió otro trago y se alejó de ella.
Lógicamente estaba huyendo del tema. Pero ella estaba decidida a obtener una respuesta. Lo siguió con la mirada, y él se sentó frente al sofá que daba a la pantalla. Lo vió encenderla y comenzó a buscar alguna cosa que ver. Se preguntó qué pasaba por su cabeza en ese momento.
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Kagome lo había estado esperando todo ese tiempo, ya era tarde, tenía la esperanza de que al subir estuviera durmiendo y no había sido así. En cambio, tuvo que aguantar los intentos de seducción de Kikyo… ¿cómo diablos los había encontrado? Empezaba a creer que le había puesto un rastreador.
Kikyo Tendo era como una plaga, no podía quitársela por más que lo intentara, ¿cuándo entendería el significado de un "no"? Necesitaba ayuda profesional… Al final, tuvo que pedirle a un empleado que llamara a seguridad. Fué entonces que Kikyo se dió por vencida, le guiño un ojo y le dijo qué habitación tenía, "por si necesitaba saciarse con una mujer de verdad". Ni loco volvería a ella… Después de unas horas, subió a la suite imperial. Su esperanza era encontrar a Kagome dormida, pero no… Ahí seguía.
Estaban solos, no podía seguirla evitando y por más que lo intentara, no podía evitarla más. Su cabeza gritaba venganza, pero su corazón se encogía de dolor cuando la rechazaba, incluso se aceleró por su aroma. Todo el viaje tuvo que reprimir el impulso de tomar su mano y de besarla, el auto se inundó de su dulce aroma; ocasionó que su miembro reaccionara, quería tomarla… Se tuvo que bañar con agua fría para reprimir sus deseos. Nunca le había sucedido aquello, ni siquiera con Kikyo. Cuando se fué quiso despejar su mente, o podría hacer caso de su instinto y hacerle el amor… Y terminar perdonando todo. Resultaba difícil, incluso en sus últimos encuentros estuvo a punto de arrancarle la ropa y hacerla suya. Pero había prometido esperar hasta que fueran marido y mujer… Qué ingenuo había sido, él esperándola y ella engañándolo con Hakudoshi.
Se dio cuenta que no podía verla a los ojos mucho tiempo, sentía que flaqueaba y le pediría una disculpa por tratarla así, que la besaría y haría como si no hubiera pasado nada. Al final, había decidido no regresar lo que hizo; no iba a ser igual que ella. Decidió esperar unas semanas, cuando los periódicos no hablaran sobre ellos. Sólo entonces le pediría el divorcio en privado, para no generar escándalos o problemas a ambas familias. Sentía afecto por los Higurashi, así que no quería causarles un mal rato. No iba a exponerla, porque aún la amaba. Sí, la amaba. Dios sabía que la amaba. Y por ese mismo amor, iba a divorciarse. Antes de que sus sentimientos cambiaran al odio, y para quedarse sólo con la imagen que conocía. La dulce y tierna Kagome.
Kagome se puso delante de él con una mano en la cintura, y le alzó el rostro para verla. Rehuyó su mirada.
–¿Por qué me evitas? –su voz sonaba quebrada–. ¿He dicho o hecho algo para enfadarte?
Aquel comentario lo hizo verla, quiso echarle en cara lo que había hecho. Quiso mostrarle las evidencias y pedirle explicaciones. ¡Él sí merecía una explicación! Pero en cambio, se quedó estático. Los ojos de Kagome estaban derramando lágrimas.
–¿Acaso has dejado de quererme?
Aquella pregunta cargada de tristeza rompió el muro que se había esforzado en construir… No, no había dejado de quererla. Se levantó y quedó demasiado cerca de Kagome, estaba tan cerca de ella, que pudo oler su dulce aroma. Acarició su mejilla con delicadeza, su corazón se negaba a creer lo que había hecho. Se deleitó con la suavidad de su piel, le limpió una lágrima con su pulgar…
–No he dejado de quererte –fué sincero. Pero hablaba con la versión que él conocía, con la Kagome de la que estaba enamorado… Aunque fuera un simple espejismo.
–Inuyasha… –ella lo rodeó del cuello y lo abrazó.
Su nariz estaba hundida en la melena azabache de Kagome. La rodeó de la cintura, y aspiró su dulce aroma. Disfrutó del momento, por lo menos una última vez. Kagome acercó la nariz a su cuello, y le depositó un pequeño beso. Luego depositó otro y lo hizo temblar. Justo cuando Kagome besó y capturó el lóbulo de su oreja, perdió el autocontrol. La besó de la misma manera, justo detrás de su oreja; un suspiro femenino escapó de ella y ladeó su rostro dándole acceso por completo. Hizo un camino de besos hasta llegar a su mejilla, fue ahí cuando abrió los ojos y notó el rostro complacido de Kagome. Ella lo miraba con intensidad, rogando con la mirada que continuara. Y eso hizo, capturó sus labios y la pegó por completo a él… En ese momento, perdió todo el autocontrol que tenía.
…ADVERTENCIA: LEMON…
Los besos se tornaron más apasionados y el calor de sus cuerpos aumentó, Kagome lo acercó de su nuca y él bajó sus manos hasta sus glúteos. Inuyasha la levantó con facilidad y ella lo rodeó con las piernas. Caminó con ella en brazos, y pudo notar la notable erección de Inuyasha contra su sexo. Aunque en varias ocasiones estuvieron a punto de hacerlo, Inuyasha siempre se detuvo, argumentando que debían esperar para su noche de bodas. El olor de su colonia la turbó un momento, la sumergió en los recuerdos, en esos breves momentos de pasión que tuvieron, todo sin llegar a concluirlo... Guardándose para culminar en su luna de miel. Olvidó todo lo demás, y se concentró en él. En su cuerpo fornido, el calor de sus besos y su deseo de fundirse como el acero.
Cuando cruzaron la sala, y entraron a la habitación, no tardó en sentir la suavidad de la cama contra su espalda y los besos de su esposo en el cuello. La mano de Inuyasha subió su vestido hasta la cintura y soltó un gemido tras sentir sus dedos recorrer la piel expuesta. Abrió los botones de su camisa con torpeza, y acarició su pecho con las yemas de sus dedos. Nunca habían llegado más lejos, sólo habían compartido caricias y besos apasionados. Pero su cuerpo siempre deseaba más, y ahora estaba a punto de entregarse por completo; entregaría su virginidad al hombre que amaba. No podía evitar sentirse nerviosa.
Recordó mentalmente lo que había leído sobre las relaciones sexuales, porque no sabía que debía hacer a continuación. Con torpeza le fué quitando la camisa, y él le ayudó a quitarla por completo. Pensó que volvería a estar encima de ella, pero la hizo girar y quedar boca abajo. Aquello no lo esperó, se sostuvo de los antebrazos y sintió como su cabello fué puesto a un lado. Los tirantes de su vestido fueron bajados por sus hombros, y los labios de Inuyasha comenzaron a besar la piel expuesta. La acción hizo que un temblor recorriera su columna y su intimidad comenzara a humedecerse.
–¡Inu…yasha! –sintió una corriente eléctrica cuando besó y succionó su nuca.
El cierre fué bajado, y su vestido fué quitado con lentitud. Sólo había quedado en bragas, sentía el aire contra su piel y sus senos expuestos. Inuyasha siguió besando su hombro, y su mano capturó uno de sus senos. Los labios húmedos de Inuyasha la hacían gemir sin poder evitarlo, las sensaciones eran más fuertes que antes, pues ahora sabía que llegaría hasta el final. Cuando sintió un mordisco en el cuello y una leve succión, soltó un gemido más fuerte. De un momento a otro, deslizó sus bragas, volvió a girarla y ella cerró los ojos. Estaba completamente desnuda ante él, ¿le gustaría lo que veía? Esa duda la inundó por un momento. Su rostro lo tenía encendido por la vergüenza, nunca había estado en esa posición con Inuyasha: desnuda y a su merced.
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Era la imagen más erótica y bella que había visto. Estaba completamente desnuda, parecía una diosa griega, como la imagen viva de una pintura. Desde su cabello extendido, pasando por su rostro sonrojado, sus senos subiendo y bajando por la respiración, su vientre plano y su intimidad adornada de pequeños rizos azabaches… Se veía hermosa, sensual, tentadora, virginal…
«Virginal»
Ignoró el sentimiento que esa palabra le causó, y bajó directo a sus senos. Capturó un pezón entre sus labios, y la escuchó gemir de satisfacción, sonrió complacido y comenzó a masajear el otro seno con sus dedos. Las manos de Kagome tomaron su cabeza y lo pegaron más a ella, instándole a continuar. Los sonidos femeninos eran música para sus oídos, el olor de su piel y su sabor eran delirantes… Era el olor y sabor de su Kagome. Estaba acariciando a su Kagome, probando a su Kagome, besando a su Kagome… ¡A la Kagome que tanto amaba!
Bajó aún más, besó cada parte de ella , cada centímetro de piel… Hasta que llegó a su vientre, ella arqueó su espalda y soltó un gemido aún más fuerte, alzó la vista y notó el rostro deleitado de Kagome. Había mordido su labio y ladeado su rostro. Aquello le había gustado, continuó bajando lentamente, está vez marcando una línea con su lengua. Justo cuando su nariz rozó su intimidad y aspiró su aroma, Kagome se removió inquieta y jadeó
–¡Ah!… No…
La sintió moverse y apretar sus piernas, sus manos tomaron su cabeza evitando que continuara. Su voz decía que no, pero su jadeo la había delatado. Volvió a subir y besar su vientre, cuando la sintió suavizar su agarre, acarició su pequeño punto de placer con sus dedos. La humedad de su sexo lo excitó, su miembro clamaba por ser liberado y hundido en esa húmeda cavidad. Pero no iba a hacerlo, iba a acariciarla y hacerle perder la cabeza antes de fundirse con ella. Iba a guardar ese recuerdo en su mente, porque le estaba haciendo el amor a la mujer de la que se había enamorado… Aunque fuera una imagen falsa.
Con lentitud le abrió la piernas y se situó entre ellas, se preparó para lo que haría a continuación.
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Los dedos de Inuyasha la estaban haciendo enloquecer. Una corriente corría por su espalda y se concentraba en su intimidad, sentía como su sexo se humedecía. Entonces lo sintió, aquella acción que la hizo jalar aire y retenerlo por un momento: la lengua de Inuyasha recorrió su intimidad.
Bajó la mirada y lo vió ahí, torturandola una y otra vez con esa acción. Por un momento se sintió cohibida y quiso apartarlo, pero no lo hizo, porque lo repitió y sintió que la excitación la dominaba otra vez. Hundió sus dedos en el cabello de Inuyasha y flexionó las piernas, dándole total acceso a su intimidad. Creyó que no podía llegar a sentir aún más, pero cuando un dedo se abrió paso entre sus pliegues, comenzó a gemir con desesperación… Y comenzó a decir cosas sin sentido cuando sintió como otro más era introducido.
–¿Te gusta? –la voz de Inuyasha se escuchaba ronca, nunca lo había escuchado así.
–¡Sí!
–¿Quieres que pare?
–¡N-no!
Los dedos de Inuyasha la embestían con lentitud y su boca jugaba con su clítoris, pero una ansiedad comenzó a dominarla y ya no le resultó suficiente… Quería más.
–¡M..más! –rogó, eso quería, quería más, más rápido, más hondo… Más intenso. Pero entonces lo sintió sacar sus dedos y alejarse de ella. Lo vió consternada y desilusionada… ¿Acaso no iba a continuar?
Inuyasha se puso de pie, y lo vió quitarse el pantalón y la ropa interior. Abrió los ojos un poco más de lo normal, había sentido sobre la ropa cuando tenía una erección, pero nunca lo había visto tal cual… Era más de lo que había imaginado. Lo vió acercarse a ella, y pensó que volvería a su labor, pero en cambio, la hizo girar y ponerse en 4 sobre la cama. Iba a protestar, pero sintió de nuevo sus dedos entre sus piernas, se abrieron paso en su cavidad y volvió a sumergirse en el momento. Inuyasha volvió a besar su espalda, y la combinación le pareció delirante… O eso creyó.
–Aquí voy –le susurró al oído.
Sintió que sus dedos salían y como eran reemplazados por algo aún más grande… Inuyasha colocó sus manos a ambos lados de su cadera y de un solo movimiento se introdujo en ella. Había leído que la ruptura de un himen dolía, pero no pensó que sería así. Sintió dolor, como un cólico menstrual. Se quedó quieta y soltó un quejido de molestia. Sintió que las piernas le temblaban y se dejó caer, sólo se sostuvo de sus antebrazos. Inuyasha también se había detenido en seco, y lo sintió salirse un poco de ella. No podía verle la cara, pero sintió como se tensaban sus manos sobre su cadera. ¿Y si se estaba asustando?
–Dolió un poco… Pero estoy bien –trató de hacerlo sentir mejor.
–Y-Yo –Lo escuchó tartamudear–. Lo… Lo siento.
Se escuchó sumamente arrepentido, pero ella no se arrepentía de aquello. Sí, iba a doler; así había leído y así fué. Pero no había sido tan malo. Lo sintió moverse, iba a salirse por completo de ella, pero no se lo permitió. Se inclinó hacia él y lo sintió… El dolor había desaparecido, y sintió aquella ola de placer de la que tanto había leído. Lo repitió y lo volvió a sentir. Inuyasha la siguió, con lentitud y delicadeza, como si temiera lastimarla. Poco a poco aumentó el ritmo de sus embestidas, y el placer fue aumentando.
Sentía como su carne se amoldaba a él, y como una corriente eléctrica pasaba por su cuerpo. La boca de Inuyasha soltaba gemidos guturales y aquello la hizo excitarse aún más. El hecho de que ella fuera capaz de hacerlo gemir a ese extremo le encantaba, ¿Inuyasha sentía lo mismo con ella?
El sonido de sus respiraciones y gemidos inundaban la habitación, ella sentía el sudor escurrir en su frente y el choque de sus cuerpos… El calor estaba aumentando más y más, era demasiado... más de lo que había imaginado. Veía estrellas, y sentía que algo de ella debía ser liberado, pero se estaba conteniendo… Inuyasha apretó sus dedos contra ella y se quedó quieto un momento.
–¡Kagome! –exclamó, después sintió como algo caliente la llenaba… Había llegado al clímax.
Sus músculos internos se tensaron al instante y ella soltó un gemido de satisfacción… Sintió como algo caliente salía de ella y escurría entre sus piernas… ¿Aquello era el orgasmo del que tanto había leído?
Después de apagar la luz y acomodarse debajo de las sabanas, Inuyasha la abrazó por la espalda y la pegó por completo a él. Sentía su corazón acelerado, ella sonrió, parecía que aquel muro que había entre él y ella había desaparecido. Agradeció en silencio aquello, Inuyasha había vuelto a ser él.
–Perdóname, tuve un mal día y…
–No te preocupes, –Lo interrumpió, ya nada importaba, había extrañado al Inuyasha que amaba–. Todos podemos tener un mal día…
–Pero eso no justifica que…
–Shh –siseó y entrelazó sus dedos–. Empecemos de nuevo…
Cerró los ojos y sintió el cuerpo pesado. El sueño empezó a adueñarse de ella.
–Te amo, Kagome.
Aquel susurró la hizo sonreír.
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–Y yo te amo a ti.
Se sentía una vil rata. Había dudado de su inocencia, y tuvo que hacerle el amor para darse cuenta. Había sentido algo romperse dentro de ella, y la sangre que rodeó su miembro al sacarlo demostró su inocencia. Dios… Si Kagome supiera que había dudado de ella, no se lo perdonaría. Aunque había sido engañado, eso no justificaba lo patán que se había portado… Él jamás podría perdonarse. Antes de decirle lo que pasó, debía investigar sobre el origen de las fotografías… Eso debió hacer en primer lugar, antes de creerlas y tomar la decisión de arruinar su boda. Había cosas enfermas en esto. Abrazó a su esposa, debía hacer algo, estas artimañas sobrepasaba los límites. Hakudoshi y Kikyo eran peligrosos… Debía tener cuidado con ellos, y debía cuidar a Kagome…
Maldita Kikyo… Cierto, ¡Kikyo!
Recordó que la había encontrado en el bar del hotel esa tarde. ¿Y si planeaba hacer algo más contra ellos? ¡Jamás lo permitiría! Debía cuidar de su familia…
«Familia»
Esa palabra los definía, ellos ya eran una familia, así que debía poner como prioridad a su esposa… Y así sería.
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En horas de la madrugada corrió al cuarto baño y sintió una molestia en su zona íntima. Había tenido su primera vez, y había leído que era normal tener una leve molestia. Se tranquilizó y se lavó el rostro. Se miró a los ojos, los recuerdos de la noche anterior la hicieron suspirar. Por fin habían culminado aquello que tanto habían deseado, aquella noche se había desbordado la pasión que tanto habían contenido. Sonrió y se abrazó, recordando los labios de Inuyasha sobre su piel, los dedos acariciando cada parte de su cuerpo, los labios recorriendo su cuello, su pecho, sus senos, su vientre y su intimidad… Suavidad, lentitud, pasión. Su primera noche había sido más intensa de lo que alguna vez imaginó, incluso aún más de lo que había escuchado y leído en las novelas. ¿Era normal querer repetirlo en ese mismo momento?
Una campanilla sonó, era el tono del móvil de Inuyasha, lo había dejado justo donde lo había encontrado en la tarde. Le restó importancia y se acomodó la camisa de Inuyasha sobre los hombros. Antes de salir volvió a escuchar el mismo sonido, y después el tono de llamada. Frunció el ceño y tomó el móvil, era un número extraño. No contestó, Inuyasha nunca respondía números extraños; cuando desapareció la opción de contestar la llamada, notó que tenía mensajes de ese mismo número. Salió a la habitación, pensando que tal vez Inuyasha se habría despertado por el ruido, pero seguía dormido. Tenía llamadas perdidas y mensajes de ese número, ¿y si era algo de urgencia?
Justo cuando iba a despertar a Inuyasha para avisarle, el móvil comenzó a vibrar y sonar, lo contestó por inercia y puso su mano en el hombro de Inuyasha, a punto de zarandearlo.
–Inuyasha… No puedo dormir, ¿y si bajas a verme? Tengo ganas de terminar lo que empezamos…
Aquella voz tan familiar la hizo detenerse en seco. Una presión se situó en su pecho.
–¿Inuyasha?
Se alejó de la cama y salió, directo a la sala de la suite. Comenzó a temblar mientras caminaba y apretó el móvil.
–¿Me estás escuchando, cielo? –la voz de Kikyo la hizo reaccionar; carraspeó, fingiendo ser Inuyasha–. ¡Oh! Perdona, amor, olvidé que a tu lado está tu "esposita" en este momento. ¿Por qué no dejas a esa niña y vienes a verme a mi suite? Yo te enseñaré lo que es una mujer de verdad…
Sintió deseos de vomitar, ¿Kikyo estaba en el hotel? ¿Cómo había llegado allí? ¿Qué significaba esto? ¿Inuyasha había estado con ella ese día?
Estaba a punto de enfrentar a Inuyasha y pedir una explicación, pero pensó las cosas unos segundos. ¿Y si era una trampa? Se intentó tranquilizar y prestó atención.
–En fin, espero que hayas recapacitado por lo que te mandé. No todo lo que brilla es oro, cariño.
Iba a responderle que era ella la que estaba en la llamada y a exigirle una explicación, pero Kikyo colgó. Miró el móvil y se preguntó a qué se refería. Algo no andaba bien… Su corazón se lo decía. Estaba acelerado, sus manos temblaban y sudaban, además su pecho lo sentía pesado. En sus manos tenía el móvil de Inuyasha, ¿y si investigaba? Se llevó el pulgar a la boca y comenzó a morder la uña. Se cuestionó por un momento… Nunca había hecho eso, nunca había buscado algo en el móvil de Inuyasha. Siempre lo tuvo a su mano, contestaba sus llamadas y respondía los mensajes cuando Inuyasha no podía. Ella tenía su contraseña, y él las de ella. Hasta ese punto llegaba su confianza. Tragó saliva e introdujo la contraseña para empezar a investigar. Justo cuando entró a la galería, exclamó un sonido de sorpresa. ¿Eso qué era?
Había fotos de ella con Hakudoshi, ¡en la cama de su departamento! Tembló, ¿Cuándo? ¿Cómo? No podía entenderlo. Sí, la mujer era ella, porque se podía ver claramente, ¡pero ella no recordaba que hubiera pasado aquello! ¿Quién le había mandado tales fotos?
«Kikyo… Hakudoshi…»
¡Ese par de idiotas! Con dedos temblorosos entró al origen de las fotos, lo habían mandado del número que había llamado Kikyo. ¿Cómo había conseguido esas fotos? Volvió a analizar las fotos, y se dió cuenta de que habían sido tomadas la noche que fue su despedida de soltera, después que regresó a su departamento. Se alcanzaba a ver las flores que le había obsequiado su esposo y su reloj que había olvidado. Se veían claramente sobre su mesita de noche, y le marcaba la hora que había sido. ¡Pero ella no recordaba nada!
Sango y Ayame se habían quedado con ella, pero habían dormido en la sala. Por lo que le habían contado, había quedado demasiado ebria. Tanto, que se negó a moverse de la cama y no les permitió acomodarse a su lado. Había sido raro, porque había amanecido debajo de las sábanas y sólo en ropa interior. Supuso que a media noche se habría parado a acomodarse en la cama… Pero ahora pensaba que por la noche Hakudoshi se había colado y tomado esas fotografías. No había otra explicación, aquello había sido planeado y Kikyo tal vez lo había ayudado. Por algo se las había mandado a Inuyasha.
Se dejó caer en el sofá y se llevó una mano al pecho. Dios, ¡estaban locos! ¿Qué tipo de gente se mete en casas ajenas y planea estas cosas? Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Le dió asco, ¡Hakudoshi la había tocado! Había entrado a su casa sin permiso, la había desnudado y violado su intimidad… ¡Un poco más y había sido capaz de violarla! El miedo la recorrió, ahora sabía que eran capaces de hacer lo peor… Esto explicaba todo el comportamiento de Inuyasha. Se levantó del sofá y caminó directo a la habitación donde dormía Inuyasha. ¡Se la iban a pagar ese par de..!
Se detuvo en seco, ¿qué demonios estaba haciendo?
Eso no justificaba lo que pasó un día antes. Inuyasha se había comportado como un idiota, y había desconfiado de ella… Había creído en esas fotos antes de investigar o preguntar. Ella en más de una ocasión le había demostrado su amor y fidelidad; y en la primera oportunidad Inuyasha le hacía esto… Apretó los ojos mientras sentía como su corazón se rompía. Inuyasha confió en esas fotos, confió en Kikyo y la prefirió… Además hizo que su boda fuera un recuerdo doloroso, la hizo llorar y sufrir. ¿Acaso aquello era un buen inicio para el matrimonio? Se cuestionó.
Tomó asiento, y no pudo evitar que las lágrimas escurrieran de sus ojos. Se sentía decepcionada, traicionada… Le molestaba la trampa de Kikyo y Hakudoshi, pero lo que más le dolía era la desconfianza de Inuyasha. ¿Siempre sería así? ¿A la primera oportunidad dudaría de ella?
Dicen que la confianza, el respeto y el amor es la base de toda relación, pero si no tenían confianza, ¿qué les esperaba en el futuro?
«Inuyasha… No puedo dormir, ¿y si bajas a verme? Tengo ganas de terminar lo que empezamos…»
Volvió a escuchar aquella voz chillona en su cabeza. ¿Y si por venganza también había tenido algo con Kikyo? Si ella estaba en el hotel, ¿la había besado antes de subir y hacerle el amor?
Se limpió la boca con brusquedad y asco, y sintió como un sentimiento de rencor se situaba en su corazón. Las lágrimas seguían cayendo una tras otra. Quiso reclamarle, gritarle y cuestionar el por qué le había hecho eso… ¿Cómo había sido capaz de dudar de ella? ¿Acaso la consideraba igual que su prima? ¿La creía capaz de engañarlo con su primo?
–«Perdóname…»
Con razón había escuchado tan sincera su disculpa. ¿Sería por que había descubierto su inocencia tras hacerle el amor? Se sintió usada… Y odiaba sentirse miserablemente usada. Inuyasha había dudado de su virginidad... Recordó los votos matrimoniales, se suponía que debían confiar mutuamente, respetarse, amarse y superar los obstaculos... Pero ella no estaba segura de poder superar aquello. Había dudado de su palabra, esas ideas no eran del tipo de Inuyasha, Kikyo se las había metido en la cabeza... Y él confió en ellas... Pero ella no había hecho nada malo. Se sintió herida por las dudas de él… Quiso reclamarle y echarlo. Pero sabía que no podía, iba a llorar y verse destruida ante él. No iba a mostrarse vulnerable a él... No mas.
Volvió a la habitación y se acercó a la cama, cerciorándose que su marido dormía. Los rayos de la luna entraban por el balcón e iluminaban su rostro. Sus perfectas facciones lo hacían parecer un pecado vivo... Un pecado en el cual ella había caído. Apretó los labios ahogando un sollozo.
Se fue al cuarto de baño y lavó su cuerpo. Sintió una molestia en su sexo y al limpiarse confirmó que había sangrado, algo normal para haber sido su primera vez. Sintió que tardó demasiado, porque lloró, lloró por la decepción, lloró por su roto corazón, lloró en silencio para que Inuyasha no despertara... Ojalá sus problemas desaparecieran igual que el agua en esos momentos.
Al salir se sintió mejor que al entrar. Se cubrió con una bata de baño y se sentó en el pequeño sofá que había a un lado de la cama. Tenía una vista del rostro de Inuyasha. Sólo pensaba en las cosas, se sentía miserable, no había otra palabra que describiera aquello... Se sintió tan jodidamente mal, que quiso huir de allí mismo y desaparecer de la faz de la Tierra. Inuyasha seguía dormido, parecía no haber sido movido desde que ella entró a la ducha, miró el reloj de la muñeca de su marido y notó que amanecería en un par de horas.
Aún no podía creer lo que había hecho, había sido humillada el día de su boda, aquella vez no recibió más que desprecios por parte de su ahora marido, sin mencionar el daño que le había hecho por tratar a Kikyo como una amante. La había tratado de una forma tan grosera y fría que le hirió el corazón... Y a pesar de todo... Y a pesar de todo ella no lo había detenido horas atrás. Le había entregado su virginidad con los brazos abiertos, lo que había guardado para su noche especial.
Se tapó la boca evitando sollozar otra vez. Había sido el peor día de su vida... ¿Podría perdonarlo? No lo sabía.. Porque jamás lo olvidaría, siempre estaría en su mente la boda y esa noche. Se quiso arrancar el corazón por el dolor... Él había dudado de ella... Había creído que ella le había sido infiel… ¡Pero ella no había hecho nada! Él había actuado mal... ¡Ella no!
Un matrimonio no debía ser así... Un matrimonio debía tener apoyo mutuo, comunicación, confianza... Pero el de ella... No tenía nada de lo anterior. Entonces una idea se metió en su mente, si eso había empezado mal..
Todo seguiría igual...
Se levantó y llevó su maleta a la otra habitación. Tras ver la ropa sintió coraje, sólo sacó la ropa que Inuyasha le había comprado y todo lo que tuviera que ver con él. La dejó justo en el piso, se vistió unos jeans, una blusa, un suéter ligero y se calzó unas sandalias. Tomó su bolso donde guardaba sus papeles y se dirigió a la puerta. Su alianza y la argolla de compromiso brillaron cuando tocó el pomo de la puerta. Se detuvo en seco y lo miró. La pequeña joya de compromiso brillaba en su dedo, y la alianza matrimonial le hacía ver el reflejo borroso de sus ojos. Por un momento miró los ojos de Inuyasha en el reflejo, esos dorados ojos que solían verla con amor... Esos mismos ojos que la vieron con desprecio el día de su boda.
Soltó una lágrima... Sí, seguía amando a Inuyasha. Por muy doloroso que fuera, por muy duro que hubiera sido con ella... No podía dejarlo así, escapar y no darle explicación. Si le quedaba un mínimo amor por ella, se preocuparía. Soltó la manija y suspiró sintiéndose una cobarde. Pero así iba a hacerlo, escaparía como un cobarde.
Escribió una nota con lágrimas en los ojos, exclamando lo que su corazón decía. Plasmando la decisión dolorosa que había tomado. Se limpió los ojos otra vez y volvió a la habitación. Seguía durmiendo, pero esta vez boca arriba, tenía ligeramente la boca abierta y la tela de la cama sólo tapaba de su cintura para abajo. Parecía un Dios griego, ¡maldito fuera! Era endemoniadamente atractivo. Por un momento casi se arrepintió. Pero las palabras crueles de Inuyasha volvían a ella. Tenía una decisión, no había vuelta atrás, no echaría a la basura su decisión solo por un hombre. Rodeó la cama y colocó la nota donde había dormido, junto con su anillo de compromiso y su alianza matrimonial.
Antes de irse examinó de nuevo a Inuyasha. Dormía tranquilo… ¿Tranquilo? Ahora que lo veía bien, tenía las cejas arqueadas y una expresión de desconcierto en su cara. Parecía... una mueca de arrepentimiento, cómo si luchara en su mente. Tal vez por tratarla mal, ¿él se había arrepentido..?
Pero ya era demasiado tarde, ella había descubierto que había pasado. Y el daño ya estaba hecho; había preferido creer las mentiras y no a ella. Eso era lo que más dolía. Ahora lo dejaría en libertad.
Bueno, ya era tarde. Miró el reloj de su muñeca y salió de la habitación, cruzó la sala de la suite y salió. Cuando bajó del ascensor y llegó a la recepción del hotel, se acercó y pidió un taxi. Él hombre la vió desconcertado antes de obedecer. Él taxi llegó 10 minutos después, ella agradeció al joven de la recepción y le dio una propina.
Ella entró al auto, y ni siquiera volteó de nuevo. Sabía que le doleria hacerlo. Sentía que se rompía, que una parte de ella se había quedado en ese lugar... Tal vez una pieza de su roto corazón. Dolía tanto... Él dolor en su pecho era tan letal, que se sentía incapaz de sonreír por mera cortesía.
Le amaba, y por esa misma razón, le dolía. Le dolió su frialdad, dolió su mirada cargada de odio… Y ahora dolía que no le tuviera confianza, dolían sus dudas de la fidelidad. Le dolían las heridas que le había causado. ¿Había hecho algo mal? No, no había hecho nada. Sólo amarlo... Tal vez ese fue el error desde el principio. Nunca debió amarlo… ¿Y si era su karma por enamorarse del ex novio de su prima?
¿Qué más daba? Ya nada importaba, había decidido dejarlo… Y eso marcaba El Final De Todo.
Continuará…
Consideré la idea de dejar nuevamente en suspenso (dejando este capítulo a la mitad xD) pero mejor no. Es mi regalito para compensar ;) aproximadamente 13,000 palabras OoO y un lemon añadido.
Por el momento, nos leemos en otra ocasión. No se que día actualice, andaré muy ocupada Dx
¡Sayonara!
Posdata: me costó escribir este capítulo un poco, no sólo por la trama. Una vez corté una relación con alguien que no me tenía esa confianza. No significa que aún sienta algo por esa persona, sino que sigo con mi coraje. Mendigo coraje que traigo atorado en la garganta xD (se me va la boca de lado, se me va la boca de lado jajaja XD luego les contaré esa historia).
