26/02/2024
(Emoji corazón). Gracias por los lindos comentarios de:
Annie Perez, kariiim, Rosa.Taisho, Karii Taisho, MegoKa, Kayla Lynnet, arual17, Xio Xio Huayta, marielvalentinavazquezrodrigue, Cbt1996 y a las 3 personitas que aparecen como invitados :')
Por cierto, también pueden encontrar el fanfic en Wattpad. (¡Sí, ya estamos en Wattpad! :D)
Holis nwn veo que el capítulo anterior estuvo cargado con mucho drama, he descubierto que me gusta escribir en este estilo xD
Leí cada uno de sus comentarios, y se los agradezco muchísimo, me animan a seguir escribiendo (emoji besos) las quiero. Ya vi que están armando sus teorías ;) pero ya veremos qué pasa más adelante. He pensado en hacer una dinámica en Facebook para ustedes. "Respondiendo comentarios de FF" ;) esperenla muy pronto n.n
Volvemos al presente en este capítulo. Ya más tranquilo y sin drama =D *por el momento*
También volvemos a las actualizaciones más frecuentes, espero no dejarlas mucho tiempo sin actualizar (como la vez pasada). En este capítulo habrá la aparición de alguien que los sorprenderá OoO
CONVIVIENDO CON MI EX.
Capítulo 08: ¿Tregua?
Ella no respondió, sólo lo miraba fijamente, y en sus ojos podía ver el dolor por su pasado. Quiso escuchar algo, alguna ofensa o desahogo por parte de ella… Pero no obtuvo nada. Kagome lo alejó de ella y se levantó de la silla de madera. Entró a la habitación y lo dejó ahí. Él la siguió un par de minutos después.
Kagome dejó los zapatos a un costado de la cama, se soltó el cabello, se sentó frente al espejo y con unas toallitas húmedas ella comenzó a quitarse el maquillaje. Sus movimientos eran lentos e inseguros, sabía que era por su presencia, estaba nerviosa de estar a solas con él. Él se había quitado el saco y la corbata, pero no pudo apartar la mirada de ella. Se sentó en la cama de dosel y miró su hermoso rostro a través del espejo, ella evitaba verlo, pero él no podía evitarlo.
Momentos antes se había desahogado delante de ella, le había pedido perdón por sus acciones del pasado, y por el dolor causado. Pero ella no le contestó, y tenía el derecho de no hacerlo. Los recuerdos de esos días también lo atormentaban, se sintió un completo imbécil cuando descubrió su inocencia esa noche... Cuando supo que había sido el primer hombre de su vida. Las sábanas manchadas de sangre le demostraron su virginidad.
Se dejó llevar por la sed de venganza y humillación, ignoró todas las veces que ella le demostró ser fiel y las demostraciones de amor. Ignoró todo lo buena que era y se comportó como un imbécil. No solo eso, permitió que Kikyo flirteara con él para enfadarla, arruinó su fiesta de boda y lo más importante: la había hecho sufrir... Ojalá hubiera sido más listo en ese entonces. Hubiera investigado y habría descubierto la verdad antes de construirle recuerdos dolorosos que jamás perdonaría.
No merecía su perdón, desconfió de ella, pensó mal de ella... Y ahora había sumado más cosas en su contra. Se imaginaba lo que pasaba por su mente en esos momentos.
–Supongo que ya debe irse a dormir... –le dijo ella mientras cepillaba su cabello.
Se levantó y se colocó detrás de ella, al fin sus ojos se encontraron a través del espejo. Le pareció la mujer más hermosa de la Tierra, sus ojos eran grandes por naturaleza, sus labios eran rosados y tentadores, y su nariz pequeña adornaba su cara como una cereza en el helado. La madurez de su rostro no había cambiado su brillo inocente.
–La familia cree que somos pareja, y el abuelo sugirió que tuviéramos la misma habitación. Ya sabes como son –la tuteó, si fingían ser pareja, debían dejar las formalidades.
La vio fruncir ligeramente el ceño, sus mejillas se sonrojaron.
«Adorable»
–¿No cree que piensen que usted y yo tenemos..?
Ya sabía a qué se refería, le dio gracia que no pudiera decírselo. Le sonrió a medias por la ironía.
–Sí, lo piensan. Apuesto a que creen que nos escapamos solo para hacer el amor.
La boca de Kagome se abrió y se levantó de golpe. Sus ojos llameantes demostraron su enfado.
–¡Dios mío! ¡Pensarán que nos acostamos todas las noches!
–No es para tanto, no haremos eso... –sabía que tenerla a su lado era un sueño inalcanzable–. Solo será por unos días, tú dormirás en la cama y yo en el sofá de allá.
Ella miró el sofá y entonces pareció recordar algo, lo volvió a ver.
–¿Está tuteando?
–En vista de la situación actual, debemos dejar a un lado las formalidades –se dio vuelta y buscó en un armario sus ropas de dormir.
–De acuerdo, señor –ella lo imitó y comenzó a buscar sus ropas para cambiarse, sacó unos shorts, una blusa de dormir color blanco y estampado de rosas azules, una bata color lavanda y la vio dirigirse al baño.
–Puedes tutearme también –ella se detuvo antes de entrar.
–Solo debemos fingir ante su familia y sus amigos. No es necesario hacerlo cuando estamos solos –entró en el cuarto de baño y lo miró por encima del hombro–. Solo serán unos días, según el trato, después de recibir mi parte no tendremos que volver a tratarnos...–suspiró y miró hacia el piso. La tristeza de su voz lo dejó atónito, antes de decirle algo para defenderse, ella cerró la puerta.
Inuyasha se dejó caer en el sofá que iba a dormir, ella tenía razón, pero eso era lo que le dolía. Tuvo la vana idea de hacer las paces con ella, de mínimo hacerla sentir más cómoda en su compañía. De empezar una amistad desde cero, y tal vez algo más con el tiempo... Pero debía admitirlo, jamás volverían a ser cercanos. Era un completo imbécil, si le hubiera dicho las razones desde el principio, ella habría accedido a acompañarlo. Por su abuelo, incluso habría aceptado fingir un matrimonio. Pero no, quiso parecer frío, calculador y cruel delante de ella. ¿No había aprendido la lección? Años atrás la perdió por su orgullo, la dejó irse de su vida por un malentendido. Si tan solo Kagome le hubiera dado tiempo de aclarar las cosas... Tal vez... Ellos...
No. ¿"Tal vez"?, ¿"ellos"? No, le había hecho un daño irreparable, no volvería a haber un final juntos... Pero tal vez, ¿una amistad? Sí. Aunque le doliera, podría ser solo un amigo, aunque sufriera por verla con otro hombre, estaría con ella. La tendría de nuevo en su vida, sonaba egoísta, pero quería estar cerca de ella. Aunque sólo pudiera ofrecerle su amistad.
Ninguna mujer pudo despertar en él los sentimientos del amor, ninguna lo hizo enloquecer de deseo, ni siquiera lograron ponerlo nervioso como lo ponía ella. Durante años quiso rehacer su vida, quiso volver a enamorarse, pero nunca lo consiguió... En sus sueños sólo aparecía ella, nadie más, la imaginaba a ella, en la época donde eran felices. ¿Seguía amándola? Sí, jamás dejó de hacerlo. Pero ella ya no lo amaba, lo odiaba, y a él no le quedaba otra más que aceptar una simple amistad. Tenía que convencerla de enterrar el hacha de guerra, y explicarle que aunque lo hubiera rechazado, no habría negado ese dinero para los niños. Era un idiota, había dado más cosas en su contra.
Se cambió de ropa, agarró una de las almohadas de la cama y una sábana del armario. Se recostó en el sofá, y cerró los ojos anhelando que Kagome lo aceptara de nuevo.
*
Ya era muy tarde y la sesión fotográfica apenas iba a la mitad, tomó asiento y le comenzaron a retocar el maquillaje. Tomó su móvil y sonrió complacida cuando le dió un vistazo a sus redes sociales. Sus seguidores iban en aumento, y su popularidad la había puesto como una de las mejores modelos del país. Había trabajado duro para llegar a donde estaba, desde cuidar su rostro, mantenerse en un peso ideal, acostumbrarse a caminar horas con zapatos altísimos, entre otras más. Nunca fué buena para el estudio, pero sí para ser bonita y modelar. Ese talento lo descubrieron en ella durante la Universidad, un señor que hasta hoy en día era su manager. Aunque nunca fue bien recibido por su madre. Más bien, nada de lo que hacía le parecía correcto, desde que su pequeña prima había sido adoptada.
«¿Por qué no eres tan lista como Kagome?»
«Tu tía dice que Kagome sacó el primer lugar en su clase, ¿no crees que deberías estudiar más?»
«Tú tía Naomi dice que Kagome se ha unido al coro de la escuela, ¿has pensado en audicionar para poder entrar?»
«Esa ropa es muy fea, ¿y si le pides consejos de moda a Kagome?»
La palabra «Kagome» apareció en sus charlas siempre, con el tiempo se dió cuenta que su madre deseaba que fuera más como ella, más "sencilla". Por Dios, ella era Kikyo Tendo, era mejor que la ñoña y "dulce" Kagome Higurashi. Con el tiempo empezó a odiar la mera mención de su nombre, dejó de agradarle y ayudarla en la escuela. La ayudó porque se burlaban de ella, todo por ser huérfana y ella la defendió. Sintió lástima por ella…
Pero gracias a su madre y su bocota, esa lástima cambió drásticamente. Pero siempre destacaba en la familia, ella no llevaba la sangre de su familia, y sin embargo, la querían como si lo fuera. Hasta su madre parecía amarla más.
Maldita bastarda, la alejó de sí, pero siempre destacó en las conversaciones con su madre. Y con el tiempo se dió cuenta que su progenitora nunca estaría feliz con sus decisiones. Al pasar los años dejó de prestarle importancia a la aprobación de su madre, y se concentró en ella misma. Tal y como debía ser… Y eso fue peor para su madre. En lo único que recordaba haberla visto feliz por ella, fué durante la relación que había tenido con Inuyasha Taisho.
«Inuyasha Taisho»
Sonrió, no había sido para ella ese hombre, pero tampoco había quedado en manos de su querida prima Kagome. De eso se había asegurado muy bien. Con ayuda de Hakudoshi pudo deshacer aquella relación. Inuyasha se dio cuenta de lo que habían hecho, y la buscó para pedir una respuesta... Aun recordaba aquel dia.
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La puerta de su habitación era tocada con fuerza. Hasta al cuarto de baño eran escuchados los golpes. Se levantó de la tina y se puso una bata del hotel. La insistencia la puso de malas, seguramente era el room-service con su desayuno. Al abrir la puerta fué sorprendida por el torbellino de Inuyasha Taisho. Se echó para atrás, se veía intimidante.
–¡Tú! –la señalo con su dedo mientras avanzaba, ella retrocedía a cada paso que daba–. ¿Sabes lo que has hecho?
–A mí también me da gusto verte, Inuyasha –le sonrió con burla, sabía que iría a su habitación tarde o temprano–. Te estuve esperando en la noche, pero supongo que esa niña no pudo saciar tu deseo y ahora vienes a mi... Bueno, sí se dejó tocar por ti , claro –soltó una carcajada y le dió la espalda–. Si me das cinco minutos ya estaré lista para ti...
–¡Déjate de tonterías, maldita mujer! –tomó su muñeca y la hizo girar hacia él. Parecía un loco, tenía la mandíbula desencajada y los ojos llameantes de furia. No borró su sonrisa, sentía satisfacción por la cara que estaba viendo–. ¿Cómo te atreviste a hacer algo tan bajo?
–¿De qué me hablas? –fingió inocencia y se tapó la boca–. Ah, ¿te refieres a ser testigo de como mi prima te ponía el cuerno?
Inuyasha le soltó la mano y la zarandeó por los hombros.
–¡Eres una maldita mentirosa! Kagome no es como tú, Kagome es amable, dulce, leal... ¡Kagome es lo opuesto a ti!
Aquella afirmación la hizo apretar los dientes. Siempre su maldita prima, todos preferían a esa maldita bastarda. Lo miró con altivez antes de contestar.
–¿Y? Si bien recuerdo... Ayer tú pensabas lo peor de ella, ¿acaso olvidaste como te pegabas a mi para vengarte de ella?
–¡Fue por tu maldita culpa!
–¡Ja! ¿Y quién fué el que decidió creerme? Vaya amor que le tienes... –soltó con notable sarcasmo.
Él la soltó, como si su piel quemara, lo vió dar vueltas en la estancia como un león enjaulado. Estaba disfrutando esto, lo admitía. Entonces notó algo...
–¿Y tu esposita? –aquella simple pregunta lo hizo jalar sus cabellos hacia atrás, era notable su nerviosismo; y sí sus supocisiones eran ciertas–. ¡No me digas! ¿Te ha abandonado?
Aquello, más que una pregunta, fue una afirmación.
–¡Tú me vas a ayudar a arreglarlo! –la señaló con el dedo otra vez–. Después de hacerlo, espero nunca tener que verte otra vez. De mi cuenta corre que pagarás por lo que has hecho.
Ella soltó una carcajada.
–Ternurita. ¿Tú, obligarme a mi? Cariño, sí que eres idiota...
–¡Yo te voy a obligar! –dió un puñetazo en la pared.
Ella se acercó al sofá y tomó su móvil. Lo vió con superioridad antes de contestarle.
–Tengo en mi poder ciertas imágenes que podrían ser difundidas. Será una lástima que sean liberadas en la redes sociales, noticieros, revistas... ¿Crees que a Kagome le moleste ser morbo social?
–¡Dame eso!
Se abalanzó y cayó sobre ella; a continuación, le intentó arrebatar el movil. Comenzaron a forcejear sobre el sofá, y cuando Inuyasha tomó lo que quería, lo arrojó y estrelló contra la pared. El aparato tronó al instante y cayó en la pecera de una planta acuática.
–Problema solucionado...
Ella se rió con sorna e Inuyasha borró su sonrisa triunfante.
–¿Crees que soy tan estúpida? ¡Tengo una copia de esas fotografías!
Inuyasha apretó los dientes y se levantó.
–Si tú te atreves a hacer algo en mi... Digo, en nuestra contra. Esa fotografías serán liberadas...
–Tú y Hakudoshi armaron ese teatrito.
–Pero todo parece real, hasta tu lo creíste. ¿No te había dicho que una imagen habla más que mil palabras?
Inuyasha se quedó pensando, sus puños no dejaban de estar apretados. Se deleitó por lo que sus acciones habían logrado, los tenía en la palma de su mano.
–Hakudoshi está implicado también...
–Es muy fácil cortar ciertas partes de una fotografía, ¿no crees?
Inuyasha la miró derrotado, tenía todas las de perder.
–Tú decides... ¿Crees que Kagome soportará la humillación pública? Digo, apareció esta mañana en todos los medios con su fabuloso vestido de novia... ¿Soportará ver las fotografías que tengo en cada plana?
Inuyasha soltó un sonido de exasperación. Kikyo curvó su labio, ella había ganado. Tenía la idea de llevar a cabo su siguiente plan: publicar sus fotografías en todos lados. Pero en ese momento decidió posponerlo, admitía que no planeó que Kagome iba a huir. Esa maldita la había sorprendido, ¿qué más haría a continuación? Sintió curiosidad.
La mirada que Inuyasha le estaba mandando demostró que estaba desesperado, lo vió hacer algo que jamás había hecho.
–Por favor... –se hincó delante de ella y le rogó con la mirada–. No lo hagas... Ya me has destruido, ya nos has destruido. ¿Qué más quieres para dejarnos en paz?
Asi quiso verlo, rogandole piedad, como una vil cucaracha en el piso. Había planeado seguir su plan de destrucción, pero su curiosidad fué mas fuerte. Decidió dejar que las cosas fluyeran, ya se había divertido lo suficiente.
–Aish, deja de lloriquear y vete... Bueno, por esta vez me has convencido, no haré nada más en su contra... –se encogió de hombros y lo tomó del mentón–. Pero no pienso ayudarte, tomalo como una prueba "de amor". Si Kagome te ama tanto como dice, volverá a ti.
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Aquel día se sintió muy poderosa, por un momento pensó que Inuyasha y Kagome arreglarían sus problemas... Pero fué demasiado tarde, ella había logrado lo que quería. Porque no regresaron, y al poco tiempo le pidió el divorcio. Kagome había decidido por sí misma, ella no había interferido.
Soltó una risilla, aún recordaba los periódicos repletos con notas, cuando se dieron cuenta que Kagome no aparecía ante la sociedad con Inuyasha. Hasta en las noticias hablaron de ello, y atosigaron a los Taisho y los Higurashi por un tiempo. Aún recordaba varios encabezados.
«¿Qué sucede con el nuevo matrimonio Taisho?»
«¿Tormenta en la relación perfecta?»
«Los Higurashi se niegan a dar declaraciones… ¿Qué pasó con la pareja de ensueño?»
Pero después aquello no fué suficiente; Inuyasha Taisho la había cambiado por Kagome, merecía algo más fuerte en su contra. "Accidentalmente" alguien filtró lo del divorcio, y se volvieron aún más persistentes contra los Taisho y los Higurashi. Recordó con deleite los títulos de cada noticia, todas hablaron sobre el final del matrimonio.
Tuvo la oportunidad de ver a Kagome en unas cuantas ocasiones, debido a eventos familiares. La cara deprimida de Kagome demostraba el daño que le había hecho… ¿Sentía remordimientos? Por supuesto que no, se lo merecía. Toda su vida escuchó cosas buenas sobre Kagome Higurashi, y de cómo debía ser más como ella para agradar… Pero no, ella había decidido su camino. Y Kagome había tomado decisiones que la beneficiaban en la actualidad, gracias a Kagome, iba a empezar su propio imperio al lado de Hakudoshi.
Miró el anillo en su dedo, el anillo que Hakudoshi le había dado para comprometerse. Pronto sería su esposa, y Hakudoshi el heredero de Taisho Corp., juntos empezarían su propio imperio. Estaba en la cúspide del éxito, ¿qué más podía salir mal?
–Listo, señorita Kikyo –la maquillista le tendió un espejo–. Quedó divina, como siempre…
Kikyo le frunció la nariz y le sonrió.
–Tú siempre sabes como hacer tu trabajo, no necesito un espejo para verificarlo.
La maquillista sonrió con un leve sonrojo en las mejillas y le dió una reverencia antes de alejarse. Kikyo borró su sonrisa y puso los ojos en blanco. Era difícil no ser sarcástico con las personas, por poco estuvo a punto de contestar «Niña, yo siempre estoy hermosa. Mi trayectoria como modelo lo delata». Tenía una imagen que cuidar, durante años había mantenido esa faceta de buena samaritana para abrirse pasó en el medio y ganarse sus miles de fanáticos. No por nada era Kikyo Tendo, la modelo más bella, amable y maravillosa. Había un artículo que había hablado del rostro perfecto, y la había mencionado como ejemplo. Ella era la perfección, muchos lo sabían… Ojalá su madre pensara lo mismo. No estaba de acuerdo con su estilo de vida; en las fiestas nocturnas, los excesos, las fotografías en lencería… En fin, nada la tenía contenta.
De repente su móvil comenzó a sonar, era un número desconocido, ¿quién sería? Presionó contestar y se llevó el móvil a la oreja, miró su perfecta manicura.
–¿Kikyo Tendo?
–Sí, ¿quién la busca?
–¿No reconoce mi voz? Soy Inuno Taisho…
Se enderezó en su silla y se aclaró la garganta.
–¡Señor Taisho! Perdone; las sesiones me tienen agotadisima, y aún faltan sesiones para este fin de semana…
–Me imagino, entonces creo que no podrán acompañarnos este fin de semana al cumpleaños de mi padre.
Así que le llamaba para recordarle la fiesta del viejo Totosai, ¡ja! Ni en sueños planeaba ir. Hakudoshi iba a asistir, pero iba a ir solo. El viejo desconfiaba de ella y hacía comentarios pasivo-agresivos cuando nadie estaba. Lo detestaba, pero lo soportaba por Hakudoshi, y porque el viejo sería capaz de oponerse a lo que tenían planeado… Tomar el mando de Taisho Corp.
–Hakudoshi irá; pero yo no creo poder asistir. Tengo agenda llena.
–Pensé que vendría a hacerle compañía a su… familiar.
Aquello la tomó por sorpresa. ¿Familiar?
–No entiendo.
–¿Acaso no se ha enterado? "Esa" mujer regresó con mi hijo.
Un escalofrío la recorrió, «esa», así le llamaba Inuno a Kagome. ¿Kagome había regresado con Inuyasha? ¿Les habrá dicho lo que pasó? Tragó saliva. No, no podía ser, Inuno no la estaría llamando de manera despectiva si ya supieran la verdad.
–¿En serio? –fué cuidadosa con sus palabras–. ¿Y ese milagro?
–Ningún milagro –sonaba sumamente molesto–. ¡Es una desgracia!
Se relajó un poco, todo seguía igual. Aún desconocían hechos importantes.
–¿Y por qué lo dice?
–Hay algo que no huele bien, es muy raro que de la nada Inuyasha anuncie a la familia que regresaron. ¿No le parece?
Si, había algo que no cuadraba. Regresaban justo cuando Hakudoshi iba a tomar Taisho Corp., ¿acaso se habían aliado sólo para frustrar sus planes? Hakudoshi se había convertido en la mejor opción para tomar el mando de la empresa gracias a su compromiso; y ahora esto… ¡En sus sueños iba a dejar que le arrebataran lo que merecía!
–Si, es muy raro.
–Por eso la llamé, quería verificar que esto sea real, ¿usted no sabe nada? Después de todo, Kagome es su prima.
Eso no era real, porque el secreto de Kagome le impedía estar con Inuyasha…. Ella lo sabía muy bien.
–No he tenido suerte de cruzar palabra con Kagome, así que desconozco la verdad. Tal vez sea buena idea echar un vistazo más de cerca...
–Supongo que sí, pero usted dice que no podrá.
Oh, claro que iba a ir. Tenía algo en mente, además sería divertido hacer sufrir a Kagome.
–Cambié de opinión, señor Taisho. Reorganizaré mi agenda, así que cuente conmigo este fin de semana. Hace tiempo que no veo a mi linda prima. Será un reencuentro inolvidable.
No sabía por qué esa mujer estaba con Inuyasha otra vez, lo más probable era que iba quitarle todo por lo que había luchado. No fue una simple casualidad. Pero no, no se iba a dejar, no iba a dejar que le quitara todo. Había algo que la hacía fingir una relación con Inuyasha, e iba a descubrirlo. Ya pudo separarlos en el pasado, si llegara a ser verdad esa noticia, podría hacerlo otra vez.
Y con la ayuda de su sucio secreto, iba a lograr lo que quería.
*
Era un nuevo día, se dijo mientras estiraba las piernas bajo las sábanas, nunca había dormido tan bien. Los rayos del día iluminaban la habitación, se veía aún más hermosa la estancia. El ruido de pájaros madrugadores le pareció el más hermoso de todos que había escuchado... Un ronquido rompió su parsimonia, se sentó en la cama al instante y volvió su vista al sofá. Un muy dormido Inuyasha descansaba en aquel mueble, su sábana había caído hecha bolas al suelo y una de sus manos colgaba rozando los dedos con el suelo. Se levantó sin hacer mucho ruido y se acercó a él para verlo.
Se veía tranquilo, su respiración era acompasada, sus músculos estaban completamente relajados. Analizó sus facciones detenidamente, su rostro se notaba más maduro, su cabello platinado seguía siendo rebelde, aunque había cambiado su corte por uno menos infantil... Su mirada viajó hasta su cuello y sus pectorales. Se definían aunque tuviera esa ropa de dormir, se notaba que se ejercitaba, antes era fuerte pero no tenía esos músculos. No se había fijado en su físico tanto tiempo, y analizándolo bien, estaba mucho más atractivo que años atrás...
Kagome sacudió su cabeza, estaba fijándose demasiado en él. Iba a alejarse pero sus ojos se fijaron en la mano que descansaba sobre su frente, justo en el dedo corazón... Hubo un flash durante un momento, le pareció ver un anillo matrimonial... Tuvo que parpadear dos veces para darse cuenta que había sido su imaginación, pero al bajar la vista otra vez y ver su pecho, se percató de algo. Una cadena plateada rodeaba su cuello, y se perdía debajo de la ropa, la tela definía 3 círculos unidos a la cadena, ¿qué serían? Le dio curiosidad. Fue acercando la mano lentamente con la intención de descubrirlo y al estar a dos centímetros de lograrlo, el sonido de una vibración la hizo dar un respingo. Inuyasha movió su cabeza, ella sintió sudor escurrir en la frente al instante. Se dio cuenta de que estaba en una situación que se podría malinterpretar, estaba en ropa de dormir, y se encontraba muy cerca de Inuyasha... ¡Al carajo su curiosidad!
Se alejó lentamente sin hacer ruido, y se alegró de no haber despertado a su jefe. Se acercó al tocador y volvió a escucharse la vibración, era su móvil. Al revisarlo vio que tenía 2 mensajes de texto de su madre. Se puso una bata y salió al balcón, cerró al salir y llamó a su madre.
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Cuando despertó lo primero que hizo fue mirar la cama y al no verla ahí, se levantó. Había descansado bien, jamás había dormido tan profundamente, ¿Sería por Kagome?
Miró la hora en su reloj, ya casi era hora de desayunar, pero antes debía hacer su rutina de ejercicio. Se levantó y comenzó a buscar ropa de deporte en el armario. Cuando se terminó de cambiar, un ruido en el balcón captó su atención. Se acercó y escuchó la voz de Kagome, ¿se estaba riendo? No se oía otra voz acompañándola, al parecer estaba hablando por teléfono, ¿con quién sería?
–...Volveré pronto, lo prometo... También te extraño... Adiós, cielo.
¿Había escuchado bien? Kagome... ¿Tenía novio? Kagome se había escuchado triste de despedirse, y había dicho esas palabras con tanto sentimiento que los celos le picaron el corazón. No había sido el tono que escuchó en el pasado, cuando le decía un "te quiero" a sus padres. Había sido un sentimiento más poderoso, más puro y sincero... Más fuerte que cualquier otro. Realmente amaba a esa persona, aunque le doliera aceptarlo. Si no hubiera sido tan estúpido, esas palabras habrían sido dirigidas para él...No pudo evitar sentirse miserable.
Kagome abrió la puerta antes de lo esperado, y al encontrarlo ahí, su rostro palideció.
–Se-señor... –tartamudeó– ¿M–me escu-cuchó? –asintió con la cabeza en respuesta, ella tragó saliva y comenzó a temblar.
Se sorprendió de su reacción, la noche anterior le dejó más que claro cómo se sentía. Pero ahora se veía como un animalito indefenso frente a su depredador, ¿tenía miedo de él? ¿Miedo de lo que él pensara? ¿Qué pasaba por la cabeza de Kagome?
–¿Desde...desde dónde?
–Escuché la despedida con su novio.
Ella pareció relajarse ante su respuesta y el color le volvió al rostro, le pareció extraño.
–Deberías tener más cuidado cuando hables con él, podrían escucharte y la farsa se iría abajo.
–¡Disculpeme! –le dijo ella sin verlo a los ojos–. Fue imprudente, ¡no ocurrirá otra vez! –se alejó de él con rapidez y se encerró en el cuarto de baño.
Aquello había sido muy extraño, en un momento estuvo tensa como si acabará de ver un fantasma, y al otro parecía estar aliviada... ¿Qué había sido eso? Si aún era como en el pasado, algo le estaba ocultando... O tal vez se imaginaba cosas. Tal vez se había sentido avergonzada por ser descubierta, o a lo mejor habló temas más "íntimos" con su novio... Los celos le picaron otra vez… No, no debía sentir aquello, ¿por qué su corazón se negaba a obedecer?
Se colocó unos zapatos de deporte, salió de la habitación y fue a despejarse un poco. Debía controlar sus emociones, y debía acostumbrarse. Si volvía a ganarse la confianza de Kagome y su amistad, debía resignarse a que un día ella iba a rehacer su vida… ¿Y si alguien ya vivía en su corazón?
Anoche pensó que sería fácil aceptar lo que ella podía darle, creyó que podía hacerlo. Todo para tenerla de nuevo en su vida... Pero... Pero... ¡Maldición! Estaba resultando difícil.
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Se sentó en el comedor, justo donde Izayoi se encontraba desayunando sola. Lucia un hermoso vestido playero, un sombrero, sandalias de piso y unos lentes de sol.
–Buenos días –saludó.
–Buenos días –Izayoi se quitó los lentes y le sonrió, la noto recorrer su atuendo, desde sus jeans y su remera con estampado de flores, hasta sus zapatillas deportivas–. Querida, ¿porque no usas algo más ligero? ¡Hace mucho calor para usar jeans! –pregunto Izayoi.
Era una buena pregunta, y no lo hacía porque no había llevado ropa más ligera. ¡Tenía mucho calor! Su jefe había dicho que iba a ser un viaje de asuntos personales, pero nunca le dijo a donde. La ropa que llevaba en ese instante era lo más ligero que encontró.
–Así estoy bien, gracias –contestó sonriendo nerviosa, vio un cuenco con fruta, el hambre la hizo tomar una uva y llevársela a la boca, sabía muy delicioso y no pudo evitar gemir por la dulzura.
–¡Enju! –hizo una seña a la sirvienta–. Kagome también va a desayunar… –Izayoi le tocó un brazo–. Debes reponer energías, ayer fue un día... Agotador –le guiñó un ojo y siguió comiendo, su tono jocoso declaró el segundo sentido de sus palabras.
Sintió el rubor apoderarse de su rostro, casi se atragantó con la uva que estaba masticando, tosió varias veces e Izayoi le sirvió un vaso de agua rápidamente.
–¡Querida! –Izayoi le dio palmadas en la espalda–. Me asustaste.
Cuando se calmó miró hacía otro lado. Diablos, Inuyasha había tenido razón, pensaban que... Él... Ellos... ¡Que habían tenido sexo! Quiso que se la tragara la tierra, aquello era vergonzoso, no lo habían hecho, pero era vergonzoso que lo pensaran, y cualquier intento de negarlo sería en vano. Deseaba matar a Inuyasha en esos momentos.
Recordó que al salir del baño se encontró con la habitación vacía, sintió un alivio en el alma. Casi la había descubierto... Sólo esperaba que eso de su supuesto "novio" se lo creyera, y no haya sido una estrategia de ocultar lo que había escuchado, debía ser más precavida. A la próxima se aseguraría de estar sola, o de lo contrario podría... No, ¡no debía pensar en ello!
Ya había pasado una hora desde entonces, y no sabía nada de Inuyasha. Su madre parecía estar muy tranquila desayunando, tal vez sabía en dónde estaba.
–¿Ha visto a...?
–¿Inuyasha? Sí, salió a correr… Estaba actuando raro –tragó saliva, ¿acaso Inuyasha la había descubierto?–. Desayuna, siempre que sale a correr a temprano, tarda en regresar.
–¿Con "actuando extraño" se refiere a..?
Sentía un nudo en el estómago al recordar lo que había dicho en la llamada, si él la había escuchado... Estaba perdida.
–Querida, ¿acaso pelearon?–Izayoi la miró fijamente–. No, en realidad no fué eso –entrecerró los ojos, sintió que le leía la mente; los nervios la dominaron–. Una madre conoce muy bien a su hijo, y esa cara la había visto antes... ¿Qué pasó para que saliera ardiendo de celos? –Kagome sintió alivio y desvió la mirada.
–Me escuchó hablando con un amigo del trabajo –inventó aquello–. Pero es gay... Y no me dio tiempo de explicarle –fingió sentirse triste.
Por dentro no sabía qué pensar, Izayoi había dicho que tenía celos... Por un lado, no pudo evitar sentir satisfacción por ello, y por otro estaba molesta. Se suponía que estaban fingiendo una relación, no eran pareja, ni amigos, y mucho menos cercanos en la oficina... ¡No tenía porqué sentir aquello! Pero ella tampoco debía sentir satisfacción por ponerlo celoso… ¿Qué debía hacer?
Entró en el despacho discretamente, Enju, la sirvienta, le había dicho que se encontraba en ese lugar. Y afirmativo, estaba ahí. Su mirada se apartó de la computadora para verla con extrañeza, se acercó a él, se sentía muy enojada. Él no tenía ningún derecho para sentirse "celoso".
–¿Me puede explicar por qué se puso celoso? –fue directo al grano. Su mirada y sus puños apretados expresaban su enojó.
–¿Quién..?
–Me lo dijo Izayoi –lo interrumpió–. Fué una plática que tuve con mi pareja, no esperaba que usted se pusiera a espiarme y se molestará. ¿En qué estaba pensando?
Inuyasha se reclinó en su silla y miró al techo pensando en su respuesta. Ella sopló su fleco con exasperación, estaba perdiendo su paciencia.
–Solo... Quise tomar mi papel en serio.
–¿Esa es su patética excusa? –su puño chocó contra el escritorio–. No tiene derecho a sentir… –se detuvo, inhaló y exhaló, intentando controlarse–. Lo que sea que esté sintiendo.
Inuyasha se levantó de golpe y ella guardó silencio sin dejar de desafiarlo con la mirada. Inuyasha rodeó el escritorio y se acercó a ella, al llegar a su lado de un sólo movimiento la acorraló entre el escritorio y él. Su muralla de furia casi cayó en pedazos, pero se mantuvo firme... Inuyasha no tenía derecho sobre ella, ya no iba a intimidarla. No más.
–¿Solo tú puedes decirme qué sentir y qué no? –aquello no se lo esperaba, sintió que la empujaba más contra el escritorio. Su coraje disminuyó, los ojos dorados de Inuyasha mostraban ofensa... ¿Le había afectado lo que dijo?–. ¿Acaso debo pedirle permiso para sentirme feliz o triste? ¿Usted es la que decide cuándo debo dejar de sentir este sentimiento? ¡En el corazón no se manda!
–Pues déjeme decirle que usted...
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–¿"Usted"? ¿"Señor"? ¡Al demonio! Tu y yo nos conocemos perfectamente –su voz se volvió nostálgica–. Más de lo que se ve a simple vista... –no pudo evitar descender su mirada a los labios de Kagome.
Y como esperaba, ella apretó sus labios y desvió el rostro. Acercó lentamente su rostro al de ella, inhaló suavemente para no asustarla... Su olor... Aquel olor que había extrañado durante años seguía intacto... Su "amigo" despertó al instante, siempre tuvo ese efecto en él...
–Creí conocerte hace años... Y me defraudaste. Ahora –Kagome lo miró con desdén–, desconozco al que veo en estos momentos.
Aquello le dolió. La vio morderse el labio, y todo su control de no acercarse más a ella desapareció. Con un brazo la acercó a él y su mano libre se situó en su nuca.
–Sigo siendo el mismo que conociste…
–Por supuesto que no –Kagome lo desafiaba con la mirada–. ¡El hombre que amo se esfumó!
–Yo… –se quedó callado, ¿era real lo que acababa de escuchar? Al parecer Kagome también notó lo que había dicho, porque palideció al instante–. ¿El hombre que amas?
Ella no respondió, la vió pasar saliva.
–Si tan solo no me hubiera rendido, y hubieramos aclarado las cosas… –susurró para sí y juntó sus labios lentamente, esperando que lo alejara o le diera alguna patada. La sintió tensa e inmóvil en sus brazos, pero no hubo rechazo alguno. Cerró los ojos lentamente, y bajó su mano para rodearla por completo. La acercó más a él, pegando su pecho contra ella.
Ella se mantuvo firme con la boca cerrada, pero poco a poco la sintió suavizar su cuerpo. Capturó su labio y se deleitó tocando con la punta de su lengua la suave carne. El sabor no había cambiado nada, no sabían a labial ni a gloss de ningún tipo... No sabía explicarlo, sabían a ella y eso le encantaba. Le recordó todas aquellas veces que se besaron como dos enamorados, y su olor le recordó aquella noche donde la hizo suya. No pudo resistirse y soltó un gemido de satisfacción cuando ella le dio acceso en su totalidad. Kagome lo acercó de su nuca, y sintió sus dedos hundirse en el cabello, profundizó el beso. El aroma a frutos rojos y crema facial inundaba sus fosas nasales, mezclándose con la dulzura de su beso. El tiempo pareció detenerse mientras su corazón latía desenfrenadamente.
Aquello debió ser suficiente, pero no fué así. Con una mano despejó el escritorio, tirando papeles, bolígrafos e incluso la computadora. La recostó suavemente y se colocó encima de ella, y la escuchó gemir con sensualidad. Acarició su cintura, suave, sin prisas, sintiendo las curvas naturales de aquella mujer. En ese momento no existían las peleas, ni los momentos dolorosos. Sólo eran ellos dos, disfrutando de sus besos, sus bocas conectadas y su calor corporal... Todo iba bien, hasta que Kagome le rodeó el cuello con sus manos.
«Esto no está bien», pensó pero no se detuvo. Siguió besándola y subiendo su mano por su cuerpo. Llegó al borde de la primera prenda y la fue subiendo lentamente, soltó un gemido ahogado por la suavidad de su vientre. Al llegar al borde de su sujetador, sintió que iba a estallar... Quería hacerle el amor, su miembro erguido demostraba su deseo. Todos esos años solo observándola no habían sido suficiente, deseaba tenerla en ese escritorio, desnudarla y hacerle el amor de mil formas. Probar su dulce piel, unirse a ella y demostrarle que aún la amaba, quería implorar su perdón para regresar con él…
Aquella vez al despertar y no tenerla a su lado, lo hizo sentir más sólo que nunca. El amor de su vida había huido, y no pudo detenerla en ese momento. El papel que descansó junto con su alianza matrimonial y el anillo de compromiso lo dijeron todo. Había acabado, ella... Lo había dejado. "Lo desconocía", había mencionado en el papel, "debía empezar de cero", y sobre todo, recalcó con mayúsculas, "QUIERO EL DIVORCIO LO MÁS PRONTO POSIBLE".
Aquel amargo recuerdo le hizo moverse más lento, para disfrutar más ese pequeño momento. Con miedo a que desapareciera como un espejismo, como en tantos sueños ocurría... Dejó sus labios para bajar por su barbilla y deleitarse con su cuello. Suspiró de placer al oler aquel aroma tan delicioso de su piel. Lamió en círculos, la sintió retorcerse y gemir, Kagome ladeó su cabeza dándole más acceso a esa zona. Las manos femeninas se situaron en su pecho y comenzaron a bajar directo al borde de su pantalón. Ella también lo deseaba, aquella afirmación lo instó a jalar un poco de su piel con los labios… La mano de ella bajó y tocó su entrepierna, soltó un gemido gutural, aquello lo instaba a continuar. Su mano logró entrar dentro del sostén y rodear un seno, quiso continuar… Pero su consciencia habló más fuerte.
Kagome tenía novio, eso no estaba bien, ambos debían detenerse…
No dejaba de pensar en eso. Con toda su fuerza de voluntad se detuvo, sintiéndo la erección lastimandole por retirarse. Kagome sacó sus manos y él se levantó, le acomodó su prenda y la ayudó a bajar del escritorio. Kagome no lo miraba, veía el piso. El vaivén frenético de su pecho era notorio... Y sus pezones se notaban erguidos bajo la tela. ¿Ella lo deseaba? Estaba claro, pero no. Aquello estaba mal.
–Lo siento –susurró él y apretó los puños con impotencia–. Me pasé...
Ella se encogió de hombros, se frotó los codos y se sentó en el piso. Minutos después ambos descansaban en el piso, en un silencio sepulcral sólo roto por sus respiraciones. Inuyasha comenzó a sentirse incómodo, carraspeó.
–¿Hmm? –contestó Kagome.
–Te prometo que no le diré a nadie, y tu novio jamás se enterara de esto –se rasco la nuca–, mi intención no era... Hjmm eso. Sólo quería que...
Al voltear se percató que ella lo veía también. Parecía arrepentida, y no la culpaba. Aquello no debió pasar.
–Quería que enterraras el hacha de guerra, y hacer de estos días más cómodos para nosotros –terminó de decirle–. Lo siento, esto no debió pasar –suspiró y se levantó.
Le tendió la mano para ayudarla a levantarse, Pero ella no la tomó. No parecía rechazarlo, sólo lo veía, como si analizara las cosas... ¿Estaría reconsiderando una tregua?
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Las palabras de Inuyasha parecían ser verdad, nunca lo había escuchado tan arrepentido. Analizó sus ojos, y aunque le costara admitirlo, no había mentiras esta vez: Había sinceridad pura. Miró su mano durante unos segundos y tragó saliva. Era cierto que se sentía incómoda con aquella farsa que estaban dando, y se había molestado por los celos de él, pero... ¿Considerar una tregua? No había pasado aquello por su mente.
Analizó todo en esos momentos. Ambos habían actuado como unos niños, él no era el único culpable de que aquello pasara. A decir verdad, ella cedió ante él, pudo haberlo detenido con una patada, pero no lo hizo, también lo tocó, lo deseó, y todo lo demás fluyó... Habían actuado impulsivamente. Tal vez intentar llevarse bien haría que eso no se repitiera, pensó y se mordió el labio interior. ¿Eso quería?
«Te será más difícil ocultar tu secreto»
Fue el pensamiento que cruzó su mente, inconscientemente tocó su pecho, donde su relicario colgaba debajo de la tela. ¿Estaría bien confiar en Inuyasha esta vez?
Por otro lado, si se llevaban bien, estaría más cómoda fingiendo y los niños del orfanato obtendrían el dinero. Debía ondear la bandera de la paz, esos niños la necesitaban. Podría ocultar su secreto esa semana, lo había hecho durante varios años. Después renunciaría y no tendría que volver a verlo...
Un poco más decidida, tomó su mano y suspiró. Los vellos se erizaron al instante y un cosquilleo inundó su estómago, ignoró esa reacción del cuerpo y asintió con la cabeza. Aún no se componía del arranque apasionado.
–Tiene razón, tal vez es momento de dejar el pasado –Inuyasha la ayudó a levantarse, la veía como si no creyera lo que acababa de oír–. Ambos tuvimos la culpa... No sólo usted... Digo, no solo tú –lo soltó, su toque la ponía nerviosa–. Pero tengo una condición, dejemos todo tal cual está. Somos adultos, comportémonos como tales.
Inuyasha asintió eufórico, sin poder creerlo. Ya eran dos adultos, debían dejar de lado esos arranques adolescentes.
–Estoy de acuerdo. ¿Tregua? –Inuyasha extendió su mano, y ella no dudó antes de estrecharla.
Tal vez esto ayudaría a sanar su pasado, y seguir con su vida...
*
En la hora de la comida bajó al comedor principal. Se sorprendió de ver que sólo estaban los padres de Inuyasha, y la pequeña familia de su hermano Sesshomaru, integrado por una muy hermosa mujer de mirada castaña y cabellos rebeldes color caoba.
–¡Pasa y sírvete, querida! –Izayoi le indicó que se sentara a un lado suyo. Le tomó la palabra y observó a su alrededor. Sólo estaban ellos–. Todos se fueron en la noche, Kagome –pareció leerle el pensamiento y antes de formular una pregunta, Izayoi habló de nuevo–. Volverán el sábado, para la fiesta de cumpleaños del abuelo... Sirve lo que desees –le señaló la mesa.
Kagome miró embelesada hacia la mesa, pescado en diferentes platillos, frutas, ensaladas, postres... Todo parecía sacado de una revista gourmet. Se estiró para alcanzar la jarra de agua, y se topó con la escena enternecedora de Sesshomaru y su familia.
–¡Ah, cuchi cuchi cuuuu! –la esposa de Sesshomaru le hacía cosquillas en su estómago a una de las gemelas. Sesshomaru sostenía a la pequeña Setsuna y mantenía una mano sobre los hombros de su esposa.
Sintió un piquete de dolor en el pecho, era un gajo de celos por aquella escena. Por un momento se imaginó a Inuyasha y ella de ese modo. Ella sosteniendo un bebé, y él llenando de mimos a ambos. Se sirvió agua sin dejar de observar a la pareja. Vagamente pensó en el hubiera, ¿si hubieran seguido juntos habrían tenido una familia como ellos? ¿Si no hubiera pasado aquello en la luna de miel habrían sido una familia feliz? Pensó en muchas cosas en esos segundos... ¿Inuyasha hubiera sido un buen padre?
–¿No son tiernas? –comentó Izayoi y la sacó de sus pensamientos, agradeció su interrupción–. Se parecen mucho a Rin en la mirada, pero sus gestos delatan sin duda que son hijos de Sesshomaru Taisho.
Kagome observó a las gemelas con detenimiento, la pareja estaba concentrada en poder comer y cuidar a sus hijas al mismo tiempo, no prestaban atención a su conversación. Al voltear se percató que era el centro de atención de Izayoi e Inuno Taisho. La mirada de Izayoi decía que deseaba verla así algún día, pero se sintió extraña por la mirada del señor Taisho, la miraba con los ojos entrecerrados, como si supiera algo que los demás desconocían. Por un momento se sintió acorralada, y sintió que sabía su pequeño secreto… Pero se calmó mentalmente. Era imposible.
–¡Me encantaría verlos así a ustedes! –exclamó Izayoi, dándole palmadas en su mano–. Supongo que ustedes sí tendrán suerte...
Aquello hizo desviar la mirada de InuNo Taisho y concentrarse en Izayoi.
–¿A qué se refiere?
Izayoi suspiró y por un momento su mirada se llenó de amargura.
–Rin y yo no fuimos muy afortunadas a la primera... –Kagome seguía sin entender–. En mi caso, yo era fértil e Inuno también. Pero por alguna razón, no podíamos concebir. Pasaron años y años y nos rendimos, pero hasta que después de unos años pude embarazarme, fue inesperado... –la mirada de Izayoi demostraba nostalgia–. Deseaba llenarlo de bebés, pero ya no era mi tiempo. Hubo complicaciones con Inuyasha, y me dijeron que un segundo embarazo podría ser peligroso. Así que no quise arriesgarme –sonrió y besó la mejilla de su marido–. Les tuve envidia por mucho tiempo a las mujeres que tenían bebés muy fácilmente. Pero gracias a Dios tuvimos un hijo sano y fuerte.
–Que suerte tienen aquellos que pueden concebir fácilmente, nosotros deseábamos muchos hijos... –dijo InuNo, con un atisbo de rencor en su voz.
Kagome sintió pesadez en su pecho, y se sintió intimidada por el tono de InuNo, de pronto, la plática se le había tornado muy incómoda... Tocó su relicario, buscando fuerzas para seguir. Iba a cambiar la conversación, pero Izayoi prosiguió.
–Con Rin fue diferente, tenía un problema en los ovarios que le impedía concebir. Después de muchos tratamientos, y mucho esfuerzo médico, pudo quedar embarazada y no solo tuvo un bebé saludable... ¡Tuvo gemelas! Ahora que está bien, puede concebir de nuevo sin ningún problema.
Kagome miró a Rin y a Sesshomaru, sus miradas lo decían todo. Esos bebés eran lo más preciado de sus vidas... Volvió a imaginarse a Inuyasha y a ella...
–Oh, mis lindas nietas –suspiró Izayoi teatralmente–. Deberían crecer en compañía de un hermano... o un primo.
Aquel tono sugerente la hizo atragantarse con la saliva. Al estabilizar su tos sintió unas palmadas en la espalda, eso la hizo voltear y sentir el rostro enrojecer. Inuyasha la veía entre divertido y curioso, ¿desde donde había escuchado la conversación?
–Aún no pensamos en eso, mamá –dijo sentándose a un lado de ella–. ¿Verdad, amor?
Lo último le causó un calor en el pecho, y colocó una mano sobre la suya. Aquello le pareció estabilizar su incomodidad, sintió su apoyo y se conmovió. Sin ser consciente de lo que hacía, le sonrió con calidez y lo miró con cariño, como si no hubiesen pasado todos esos años...
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Se sorprendió de como Kagome lo veía, de pronto le pareció verla como en el pasado. Cuando compartían besos y caricias inocentes, cuando comenzaba a desear una vida con ella... Le pareció más hermosa que nunca, como si el tiempo volviera atrás un momento.
–¿Pero piensan casarse otra vez? –aquella pregunta de su madre pareció caerle como agua fría a Kagome. Su mirada se tornó gélida y su sonrisa desapareció. Apartó su mano lentamente y desvió la mirada.
Sí, había recordado aquel día. Debía arreglarlo, antes de que Kagome volviera a la guerra.
–Amo a Kagome... Y la esperaré hasta que esté lista –la rodeó con un brazo y la acercó a él.
Notó que la mirada de su padre era fría como el hielo, y que veía a Kagome de una forma diferente... Como si no confiara en ella, como si tuviera información valiosa que él no poseía. Pero sabía que no estaba de acuerdo con su relación con Kagome, y que dudaba que su relación fuera auténtica. Debía actuar como un verdadero novio, iba a protegerla. Su instinto protector hizo que le diera un beso en la mejilla a Kagome. Iba a protegerla, hasta de su padre si fuera necesario. Esta vez las cosas serían diferentes. Le mandó a su padre una mirada de desdén y comenzaron a comer.
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Una hora después todos se fueron a sus actividades cotidianas. E Inuyasha la instó a seguirlo.
–¿A dónde me llevas? –dijo ella mientras lo seguía. Aunque pasaba los días en esa hermosa mansión, seguía impresionada por la exquisitez de la decoración.
–Aquí –dijo deteniéndose al final del pasillo y volteando a verla–. Por favor, sólo sígueme la corriente... –tocó con los nudillos la puerta y abrió a los pocos segundos. Ella no entendía nada, pero siguió a Inuyasha cuando este la tomó de la mano y la jaló hacía dentro de la habitación.
Casi se tapó la boca por la impresión. Sintió un nudo en la garganta, el viejo Totosai descansaba sobre un sofá, enfrente de él había una mesa especial con comida, y a su lado había una mujer vestida de blanco, ella le servía agua en un vaso. El anciano alzó la vista al escucharlos entrar, notó la felicidad que lo invadió al verla. Por un momento no le pareció el anciano frágil y enfermo que veía. Vió al mismo hombre que un día la trató como su nieta, al que sus años no le caían sobre su cuerpo, al que caminaba solo con ayuda de un bastón. Se acercó a él antes de que intentara levantarse, y se sentó a su lado.
–Pero si es mi querida nieta Kagome –el anciano sonrió.
–Señor Totosai –ella le besó la mejilla y lo abrazó.
–¿Puedes dejarnos solos, Yura? –dijo Inuyasha a la enfermera.
–Traeme una bebida para mi nieta –agregó Totosai, la mujer asintió y salió de la habitación cerrando tras de sí. Inuyasha se acercó a ellos y se sentó al lado de Kagome.
–Hace mucho que no te veo, niña –dijo el anciano y tomó otra cucharada de su sopa.
–Lamento mucho no haberlo visitado... –se sintió culpable, deseó con todas sus fuerzas haberlo visitado de vez en cuando, pero en ese entonces era una mujer inmadura. No supo separar la amistad de los problemas... Fue una tonta.
–No te sientas mal... –dijo el anciano restándole importancia–. Tu no tuviste la culpa... Sino del imbécil de mi nieto –en un instante un panecillo chocó contra la cara de Inuyasha.
–¡Abuelo! –reprendió Inuyasha sacando chispas de sus ojos. Kagome se tapó la boca al instante, viendo la pelea de miradas asesinas de ellos.
–¡Si no hubiera sido por ti, Kagome aún seguiría siendo tu linda esposa!
–Abuelo... –Inuyasha parecía contenerse, la vena de su frente comenzó a delatar su ira contenida.
–¡Eres un idiota! –el anciano lo señaló con su dedo–. Pudiste tener a una mujer perfecta a tu lado... ¡Pero no! ¡Tuviste que ser un imbécil y dejarla ir!
–Emmm disculpen... Hjmm disculpen... –intentó detener su pelea, pero eran Taisho, obviamente la ignoraron. Suspiró de frustración. Aunque la pelea le estaba resultando un poco divertida. Inuyasha contenía sus comentarios y estaba completamente rojo, se preguntó cuánto tardaría en explotar.
–Abuelo, no sabes lo que dices... Cálmate... –pero en vez de calmarlo, sólo logró que otro pedazo de pan chocara contra su nariz. Aquello la hizo estallar en carcajadas. Pero ni eso los hizo dejar de pelear.
–¡Si no fuera por ti tendría bisnietos rodeándome en este momento! –al escuchar eso ella se detuvo de reír, la amargura de la voz de Totosai la hizo avergonzarse. Se sentó de nuevo y rodeó a Totosai con un brazo–. Tu no sabes lo que es ser viejo, quería tener a mis bisnietos jugando a mi alrededor, deseaba que llenaran mis días de alegría cuando ya no pudiera levantarme... –comenzó a jadear y a respirar entrecortadamente.
–¿Está bien, señor Taisho? –ella se alarmó, pero la sonrisa de aquel anciano le dijo que todo estaba bien.
Totosai respiró tratando de tranquilizarse, y al parecer funcionó.
–Estoy bien, niña –dijo abrazándola–. Sólo que este insensible me pone los nervios de punta.
Inuyasha se levantó al instante.
–Te esperaré afuera –dijo y salió, no sin antes recibir otro pedazo de pan en la nuca. Kagome no pudo evitar reírse por la cara de pocos amigos que Inuyasha les dio a ambos antes de irse.
–Eso es, niña –le dijo el anciano–. Siempre me ha gustado verte feliz...
–No recuerdo la última vez que reí tanto... –la verdad sí, pero eso no debía saberlo el abuelo Totosai.
–Lamento que hayas presenciado mis ataques de ira –dijo el anciano y se levantó del sillón,
Kagome lo ayudó a caminar hasta el balcón de la habitación, una vez ahí lo ayudó a sentarse en una silla. Se sentó a un lado de él y contemplaron la exquisita vista.
–Es hermoso, ¿verdad?
–Lo es... –sonrió ante la brisa tibia.
–Todo esto es obra tuya… –en ese momento, Yura volvió a su lado con una bandeja y dos bebidas. Totosai tomó una y la otra se la ofreció. Ella la tomó y notó que era jugo de manzana, su favorita.
–¿Por qué es obra mía? –ya sabía a qué se refería, pero se hizo la desentendida.
Totosai le dio un trago a su bebida antes de contestarle.
–¿Lo olvidaste? –le sonrió con cariño–. Tu diseñaste este lugar... Inuyasha lo mandó a construir en base a tus planos.
Kagome sintió que los colores se le subían al rostro. Y que una calidez inundaba su corazón...
Claro, había acertado Totosai. Ella lo había dibujado cuando aún soñaba despierta... Ella había diseñado una hermosa mansión en la playa, e Inuyasha se mostró interesado. Ella hizo sus planos y lo diseñó, las líneas no fueron perfectas, pero el diseño resultó ser muy bueno. Dibujó árboles, piscinas, y las paredes de cristal. Incluso anotó los detalles de la decoración interior…
–Al haberse graduado de la Universidad, construyó este lugar… Se mantuvo firme hasta terminarla. Ustedes se amaban, Kagome. ¿Qué fue lo que les pasó?
Kagome sintió las mejillas enrojecer y un dolor en el pecho, ella sabía la respuesta. Pero no quería decirle, no quería darle un disgusto a ese buen hombre. Sentía que le faltaba el aire, se llevó una mano al pecho, justo donde descansaba el relicario.
–Ya no importa eso –se levantó y tomó el jugo de manzana lo más rápido que pudo–. Ahora estamos juntos –le sonrió, pero se sintió una completa mentirosa–. Debo irme, Inuyasha me espera –le dio un beso en la mejilla y se alejó.
No quería tocar ese tema, ese tema era muy doloroso para ella. Últimamente no dejaba de sentir dolor por lo mismo, todos esos años parecían no haber sanado nada de su corazón... Todo caía como fría agua sobre ella.
–Eres un enigma... ¿Por qué ocultas cosas Kagome? –aquello detuvo su caminar–. ¿Incluso a mi me lo piensas ocultar?
Dio vuelta lentamente, el miedo inundó sus venas en ese momento. Apretó con fuerza su relicario, y al ver la cara de Totosai, supo que hablaba en serio... ¿Acaso..?
–Sé tu secreto. Yo contraté a un detective para buscarte cuando Inuyasha te dejo ir...–dicho esto, de su bolsillo sacó un pequeño papel y se lo extendió.
Kagome tomó el papel con manos temblorosas, y al ver de qué se trataba se puso pálida como el papel. En ese momento sintió un frío recorrer su cuerpo.
Sí, Totosai sabía su secreto.
Continuará…
Chan chan chaaan D:
Mi gente bella, les dije que no habría drama en este capítulo, pero les mentí xD me encanta dejarlas en suspenso OoO
¿Qué pasará ahora?
Descubranlo más adelante :)
¡Nos seguimos leyendo en otra ocasión!
