26/03/2024
Gracias por los bellos comentarios de:
Kayla Lynnet, Karii Taisho, MegoKa, Rocio K. Echeverria, Ferdi, marielvalentinavazquezrodrigue, Cindy osorio, Annie Perez, joiscar, Marian Muxtay.
Muchas gracias por su apoyo! :')
¡Sorpresa, sorpresa! Nuevo capítulo :D
Perdonen, se descompuso mi celular y estuve ocupando uno que antes tenía, pero nada que ver con el otro. No podía descargar la app donde tengo mis archivos de la historia D: es muy lento y se apaga a cada rato. Decidí esperar y al fin lo arreglé, desde la semana pasada iba publicar el capítulo, pero tuve mala suerte xD
No es tan largo como los demás capítulos, pero estoy segura que les gustará n.n
Han pasado muchas cosas, mi bella gente, estuve muy ocupada, tuve eventos que cubrir (siendo estilista) además fué mi cumpleaños C: ¡ya tengo 26! Wiii
Ah, y como el 25 de Mayo me voy a casar por la iglesia, ando ocupada en los preparativos D: se imaginarán lo estresada que he de estar xD
En fin, sin más preámbulos, aquí tenemos el capítulo 9 de esta historia :D
CONVIVIENDO CON MI EX.
Capítulo 09: Al descubierto.
–Yo…
No sabía qué decir, quería que la tierra se la tragara o desvanecerse como la espuma del mar. Dejó de ver el papel en sus manos y miró al dulce anciano que estaba delante de ella, ¿qué debía hacer?
–Entremos... Tenemos mucho de qué hablar.
Ella obedeció, lo ayudó a entrar de nuevo y tomaron asiento en el sofá.
–Ahora sí, cuéntame todo desde el principio…
El rostro de Totosai era imparcial, incapaz de mostrar lo que pensaba en esos momentos, se quitó su relicario y lo abrió, mostrándole su secreto más preciado. ¿Qué pasaría a continuación?
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Kagome estaba tardando, tal vez se estaban poniendo al día de lo que había sucedido en todos esos años. Mientras tanto, él caminaba de un lado a otro, esperando con impaciencia, tal como un león en su jaula. Estuvo a punto de entrar otra vez, pero Yura le impidió pasar.
–Su abuelo no quiere que entre, y me ha pedido decirle que se vaya, van a tardar un poco.
Luego le azotó la puerta en la nariz, frunció el ceño y metió las manos en los bolsillos. Iba a esperar un rato más, pero su madre le mandó un mensaje de texto; lo necesitaba con urgencia. Obedeció a regañadientes.
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La cara de Totosai se iluminó cuando vió su relicario. Lo tomó con dedos temblorosos y le dió un beso.
–Así que ella es Moroha.
–Es la primera foto que le tomamos cuando salimos del hospital –se sentó con lentitud a su lado–. Estuvo por sólo siete meses en mi vientre, pero… –suspiró al recordar el pasado–. Tuve complicaciones y nació antes de lo esperado –Totosai le regresó el relicario y lo apretó justo en su pecho–. Este relicario me acompaña desde entonces… Simboliza a la persona por la cual lucho día con día, para esforzarme en todo lo que hago –guardó silencio un momento, recordando que había nacido antes de lo previsto y lo mucho que luchó en la incubadora–. Ella es todo, es mi aire para respirar, mi motivo para sonreír…
–¿Y cuándo fué que decidiste no decirle a Inuyasha? –ella se levantó y le dió la espalda, no esperaba aquello, jamás pensó que iba a hablar de su pasado con Totosai–. ¿Qué fué lo que les pasó?
Su corazón se encogió debido a los recuerdos. Se abrazó a sí misma y suspiró, Totosai ya sabía sobre la existencia de Moroha, incluso tenía una foto reciente de ella; tal vez sí le contaba lo que sucedió, la entendería... Se giró con el corazón latiendo a prisa y comenzó a relatar lo que pasó en su luna de miel y en la boda. Cuando terminó, Totosai permanecía callado y mirando hacia sus manos sobre el bastón que lo ayudaba a caminar.
–Hakudoshi siempre me dió mala espina… Es así por obra de su padre, lo enseñó a ser como él.
–Kikyo y él me hicieron mucho daño, e Inuyasha prefirió no confiar en mí… Eso me orilló a salir sola adelante, solo con la ayuda de mis padres… –entrelazó sus dedos–. Fué una decisión que tomé, no quería que Hakudoshi estuviera cerca de nosotras… –No miraba a Totosai, se sentía incapaz de hacerlo; giró y le dió la espalda–. Supongo que usted me odia por ocultarle esto, no sólo a usted, sino a Inuyasha y la familia… –suspiró derrotada–. Supongo que ahora se lo dirá a todos… Y tendré que pagar el haber ocultado la existencia de mi hija.
Su corazón latía a prisa, Totosai guardaba silencio, y aquel silencio le daba miedo. ¿Qué haría? No sabía, Totosai sabía todo de Moroha, y ahora su historia con Inuyasha. Sentía un miedo inundar su pecho, ¿y si había hablado de más?
Tenía miedo, pero también curiosidad, ¿por qué no le había dicho nada a los Taisho? Tenía el poder de hacer y deshacer con esa información, ¿por qué no había hecho nada en su contra? Al contrario, la había tratado como si nada malo sucediera. Se mordió el pulgar con nerviosismo latente.
–No te odio, niña –aquella respuesta la hizo girar–. Y no le diré a nadie…
Se sentía incapaz de responder, no podía creer lo que había escuchado, se arrodilló frente a él y le tomó las manos.
–¿Cómo puede decir eso? –una lágrima resbaló de sus ojos, Totosai la miraba con tranquilidad y cariño–. ¿Cómo puede verme de esa manera y hablarme como si nada? ¡Le he negado disfrutar de su nieta!
–Y mis nietos te orillaron a tomar esa decisión, siento que tengo una deuda contigo… También me siento culpable por ello.
–Eso no es su culpa –Totosai sacó un pañuelo de su bolsillo y le limpió una lágrima.
–En parte es mi culpa por no interferir a tiempo. Por no parar esa absurda competencia de Hakudoshi con Inuyasha… No hubiera pasado nada si hubiera tomado custodia de Hakudoshi, hubiera tenido otra educación y valores. Tal vez las cosas serían diferentes, tal vez seguirías con Inuyasha y no habrías sufrido tantos años.
–No, eso no podía saberlo usted. Usted no es culpable de nada… Y lo que sucedió, tal vez iba a pasar en cualquier circunstancia, recuerde que mi prima está implicada en esto.
–Tal vez tengas razón, niña… –la instó a levantarse y ella obedeció–. ¿Por qué te hizo esto?
–No lo sé, me he hecho esa pregunta durante años.
–¿Nunca has investigado la razón?
–A decir verdad, no… Pero decidí no investigar, y preferí concentrarme en mi felicidad –Totosai le sonrió y ella también lo hizo–. No quiero parecer grosera, pero preferiría no recordar lo que pasó.
Sí, ella se había hecho la misma pregunta. ¿Por qué Kikyo la odiaba hasta ese punto? ¿Por qué no simplemente ignorarla? Sospechaba que no sólo se debía a Inuyasha, pero después que nació Moroha, decidió dejar las cosas por la paz. No valía la pena martirizarse tanto.
–Está bien… ¿Por qué no me cuentas sobre mi linda nieta?
Kagome le sonrió, era su tema favorito.
Totosai le mostró una de las fotografías recientes de Moroha en su laptop. Resulta que tenía fotografías de ella a lo largo de los años, todas tomadas a la lejanía. Ella sonrió con cada foto que veía, era su pequeño tesoro.
–Se parece mucho a ti y a su abuela Izayoi.
Ella asintió, también lo había notado, tenía su cabello y el color de sus ojos, pero las expresiones faciales de Izayoi e Inuyasha. Y cuando se enojaba, daba tanto miedo como InuNo Taisho.
–Pero es un tornado andante y además es muy parlanchina. A donde quiera que vaya, hace amigos.
–Me muero por conocerla.
Platicaron un rato más, hasta que la enfermera los interrumpió.
–Señor Totosai, ya es hora de sus medicamentos.
–¡Valgame Dios! ¿Tan rápido ha pasado una hora?
Kagome se levantó y le depositó un beso en su frente.
–Tengo que irme, prometo regresar.
–Así será, querida –le sonrió y le dió un apretón con sus manos. Kagome miró a la enfermera, se encontraba de pie a un lado de Totosai–. No te preocupes por Yura, es mi mayor confidente –le guiñó un ojo.
Yura asintió y le sonrió, Kagome sintió un alivio de inmediato. Le daba buena espina.
–¿Mantendrá su promesa? –preguntó, Totosai le dedicó una mirada de sinceridad y le puso una mano en su hombro.
–Lo he hecho hasta ahora, ¿Crees que sería capaz de traicionarte?
Ella negó con la cabeza y suspiró aliviada. Totosai había descubierto todo, pero no tenía intenciones malignas con ella, así lo había jurado; y ella confiaba en él. Sintió que podía continuar con la farsa, ahora tenía a alguien con quien apoyarse del todo. Le dió un abrazo, sintiendo su apoyo incondicional.
–Nadie lo sabrá, te lo prometo… Ni siquiera la farsa de Inuyasha y tú.
–Es un alivio no tener que fingir con usted… Nunca había dicho tantas mentiras.
–Cuentas con mi apoyo incondicional, no lo dudes. Pero debo decirte algo más… –su tono se volvió más serio–. Deberías reconsiderar tu decisión, o de lo contrario, alguien más se va a enterar… Y es mejor que se enteren por tu propia voz.
Ese alguien se trataba de Inuyasha, lo sabía, estaba consciente de ello. Pero se había esforzado en mantener bien oculto su secreto durante años, podía hacerlo unos días más.
–Lo sé… Lo pensaré –mintió. Jamás podría decirlo, porque había algo más detrás de su secreto.
–Ojalá así sea, querida… Bueno, debes irte, Inuyasha estará ansioso por estar cerca de ti –le guiñó un ojo con picardía. Ella negó con las mejillas ruborizadas.
–Sólo son negocios, ya se lo he dicho.
Se alejó y salió de la habitación, se recargo en la puerta, pensando en el Consejo de Totosai. ¿Cómo podría decírselo a Inuyasha? Debía decirle «por cierto, tenemos una hija, Inuyasha. En diez años no supiste de ella, ¿quisieras conocerla ahora? ». Hasta en su mente eso sonaba mal, ¡no podía hacerlo!
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"Negocios", él conocía mejor que nadie a su nieto, pensó sonriente, mientras tomaba un libro entre sus manos. Dudaba que fuera capaz de dejar a esos niños sin hogar. Le sorprendía qué Kagome creyera en eso, ¿y si sólo se estaba dando excusas para mantener su corazón alejado de su nieto?
Bueno, tal vez ablandara su corazón al pasar unos días, y se daría cuenta también. Rogaba que eso sucediera, porque sabía que su nieto seguía amando a Kagome… No por nada se había negado a formalizar con alguna de las mujeres que InuNo le sugería.
Totosai se llevó una mano a la barbilla, sin prestar atención a la lectura y meditando toda la información que acababa de escuchar. A su mente volvió lo que dijo Inuyasha hace años. Recordó aquel día que lo visitó para ver cómo se encontraba, ya que se había enterado del sorprendente divorcio. Lo encontró derrotado y borracho, lanzando improperios al aire. Con la ayuda de su chófer, lo ayudó a levantarse y sentarse en su cama. Le dolió verlo así, era su nieto, sangre de su sangre. No fué necesario preguntar qué pasó, pues él fué quién soltó la lengua. Cuando lo dejaron en su cama y él se quedó dormido, repetía una y otra vez «soy un idiota», «perdón», «te fallé», «regresa»… Pero la palabra que más repitió su nieto fué «Kagome». Pensó en varias teorías durante años, incluso llegó a pensar que su nieto había engañado a Kagome. Investigó, pero nunca encontró respuesta… Y ahora, después de diez años, sabía la verdad.
Ahora ya sabía lo que había pasado, las fotografías que había visto Kagome, Kikyo Tendo implicada en todo esto, y su nieto Hakudoshi… Estaba decepcionado, siempre notó la mirada perversa de Hakudoshi, no le daba buena espina, pero se negó a creer que pudiera hacer algo tan grave. Por desgracia, Hakudoshi había salido a su padre y no a su dulce y difunta hija… Ojalá no se lo hubiera llevado Naraku para criarlo solo.
Para Kagome había sido difícil contar lo sucedido, pero al final la notó aliviada por soltar la verdad… También notó que seguía enamorada de su nieto… Le había insistido en ser honesta, pero ella tenía miedo que tomaran represalias en su contra. ¿Qué podía hacer? Debía respetar la decisión de Kagome, no podía obligarla a hacer algo que no quería, pues sus nietos la habían lastimado. Esperaba que, al pasar los días, sus sentimientos por Inuyasha se intensificaran y volvieran a estar juntos de verdad. Porque dudaba que su nieto fuera capaz de hacer algo contra ella… Pero Hakudoshi y su prometida si eran capaces de todo… ¡Demonios, su prometida!
Cerró su libro, incapaz de concentrarse. A su mente volvió las últimas noticias de Taisho Corp. Y el cambio de mando, se había olvidado por completo de ese asunto. Se sobo las sienes, debía impedir que InuNo cediera el poder a Hakudoshi… Pero sin implicar a Kagome y su nieta, ¿cómo podría hacerlo?
…
No sabía cómo había llegado hasta ese punto, primero había salido del cuarto de Totosai, luego se encontró con Izayoi, y después la llevó a rastras a la habitación que compartía con Inuyasha... ¡Y en esos momentos vestía un bikini! Era un bikini halter, la tela era de estampado estilo tribal, con colores negro, blanco y menta. La tela hacía que el escote de sus senos resaltara, y se sentía cómodo a pesar de ser muy revelador.
–No puedo aceptarlo –dijo al voltearse y ver la cara de aprobación de Izayoi y Rin–. ¿No creen que es demasiado?
Apuntó con su dedo hacia la cama, donde descansaban muchos más bikinis de diferentes modelos y ropa ligera pero elegante. Tenían prendas desde la más recatada, hasta demasiado reveladoras... Sin hablar de la lencería de Victoria's Secret, la cual solo se usaría para una noche íntima en pareja... De sólo verla el rostro se le coloreó de rojo.
–¡Los aceptarás! –exclamó Izayoi aplaudiendo de aprobación.
– Te quedan muy bien Kagome –comentó Rin sonriendo.
–Cuando Inuyasha te vea, tendrá ganas de darme un nieto al fin –dijo Izayoi con mirada soñadora.
Rin soltó una risilla y a ella se le subió el color al rostro, ¿en serio creían que ellos dos hacían..?
Por dios santo, ya eran adultos, obviamente pensaban eso. Ya no eran un par de chiquillos, estaban en la edad de tener sus intimidades. ¡Pero ellas no sabían que no eran una pareja real!
–Ahora vendrás con nosotras, vamos a ir a la playa –la voz de Izayoi sonaba más como una orden que una sugerencia.
Se colocó una blusa lila y unos shorts sobre el bikini, toda la ropa era regalo de Izayoi. Se sentía mal por ponérsela, pero Izayoi le insistió tanto que no pudo más que ceder. Sería momentáneo, se dijo, al irse otra vez, dejaría todo aquello. Mientras tanto, cedería un poco a Izayoi.
Ya en la playa se sentó bajo la sombra de una sombrilla, los demás estaban en el agua. Izayoi y su esposo parecían dos jóvenes enamorados, jugando con el agua entre ellos. Rin jugaba con sus hijas, estaban sobre la arena haciendo un castillo, Sesshomaru sostenía el balde con arena mientras Rin les enseñaba a llenar los pequeños moldes con arena para formar una fortaleza. Las pequeñas solo jugaban con las pequeñas palitas de plástico, sin prestarle atención a su madre. La escena la conmovió tanto, que suspiró y se llevó una mano al pecho... Si tan sólo no hubiera pasado todo lo anterior… ¿Aquellos habrían sido Inuyasha, Moroha y ella?
La imagen ante sus ojos se convirtió en ella y Moroha, la primera vez que fueron a la playa sin sus padres, se había tomado un fin de semana sólo para ella. Aquella ocasión su niña se había alejado por un poco de agua al mar, ya que iba a hacer un lago justo al lado de su castillo. Cuando regresó, le hizo una pregunta inocente, una pregunta que le partió el corazón. Le preguntó porque otras familias estaban conformadas por más de tres personas y ellas sólo eran dos. Se refería a la ausencia de un padre en sus vidas. Ella tuvo que buscar las palabras adecuadas para responder y continuaron con su labor de construir su castillo de arena. Pero Moroha no pareció estar muy convencida, pues no tuvo el mismo entusiasmo que antes. Supo que sería difícil después de ese día…
–Hola –escuchó a Inuyasha a un lado suyo.
–Hola –dijo ella sin dejar de ver la escena.
–Todos se divierten.
–Sí, así es... –miró de nuevo a los padres de Inuyasha.
–Tardaste mucho con el abuelo –comentó él.
Ella se aclaró la garganta y lo miró de soslayo. Se sentó justo al lado de ella.
–Hace mucho que no lo veía –se excusó–. Me platicó muchas cosas –abrazó sus piernas y recargó su barbilla en las rodillas–. Por ejemplo, el origen de este lugar...
Lo notó desviar la mirada, y vio que tragaba saliva. Aún recordaba lo que le había dicho Totosai, un torbellino de emociones se revolvieron en ella al momento. Felicidad, tristeza, nostalgia... Una incertidumbre la inundó por completo, la hizo dudar de su actual vida y deseó que las cosas cambiaran… Sacudió su cabeza. ¿Qué diablos pasaba con ella? No, más bien, ¿qué diablos pasaba con Inuyasha? No parecía el hombre del que había leído, el que había salido con muchas mujeres bellas y poderosas. Pero desde que había llegado a la isla, todos hablaban de él de manera positiva, de que su amor por ella nunca desapareció, y ese lugar era la prueba de ello. Lo miró detenidamente, tenía muchas preguntas para él respecto a sus sentimientos. ¿Las contestaría?
–Oye, Inuyasha...
El aludido volvió a verla lentamente, los rayos del sol le dieron directo a los ojos. El dorado de su mirada brilló y el corazón de ella brincó. Algo le dijo que le preguntara lo que tenía en mente... Qué le diría algo que cambiaría todo.
–¿Tú..?
–¿Qué están esperando? –la voz de Izayoi la interrumpió, a los pocos segundos la tuvo delante de ellos. Tenía el ceño fruncido y los brazos cruzados–. Hace calor, deberían darse un chapuzón.
Ella contuvo la respiración, y tragó hondo.
–N-no creo que sea buena idea...
–Necesito un chapuzón –Inuyasha se levantó enérgico dejando de lado su charla y se quitó las zapatillas deportivas y la playera. Kagome miró a otro lado al notar que él estaba semidesnudo ante ella. La sola idea le hizo olvidar su inquietud y sentirse sumamente avergonzada.
Fue levantada en volanadas por Inuyasha, y ella contuvo el aliento al sentir su mejilla contra la piel caliente masculina. Aquello hizo que su estómago vibrara. Al alzar la mirada, notó lo alegre que él lucía en ese momento, las manos de Inuyasha tocaban sus piernas, y ella no pudo ignorar esa sensación. Contuvo el aire durante mucho tiempo, pero al ver que sus labios se curvaban traviesamente, supo la intención que tenía. Izayoi se hizo a un lado, dando aplausos de emoción.
–Recuerda nuestro acuerdo… Llegó la hora de actuar –le susurró él al oído.
Su corazón latió con fuerza cuando Inuyasha corrió al agua, se abrazó a sí misma y apretó los ojos. Olvidó por completo las sensaciones en su cuerpo y el miedo la invadió.
–¡No, por favor! ¡No! –gritó en el trayecto con desesperación.
Escuchó como las pequeñas olas eran interrumpidas por las pisadas de Inuyasha, el sonido del agua la hizo entrar aún más en pánico. Inuyasha no se detuvo, ella no sabía cómo detenerlo. Obvio él quería actuar como un novio juguetón, dándose un chapuzón con su novia. Pero ella no actuaba el miedo en ese momento, ella estaba completamente asustada.
–¡1..! –Inuyasha la meció tomando impulso para arrojarla–. ¡2..!
–¡Te lo suplico! –trató con desesperación de agarrarse de su cuello, pero el sudor de sus manos le impedía aferrarse a él, al casi lograrlo fue demasiado tarde.
–¡3! –Inuyasha la lanzó.
Cuando su cuerpo tocó el agua el miedo invadió su ser. No pudo ser capaz de razonar para levantarse. A su mente llegaron los recuerdos de años atrás, el agua salada picando sus narices, el agua turbulenta y su vientre de siete meses impidiéndole nadar... Movió sus manos de manera rápida intentando encontrar algún apoyo para salir. No tenía movimientos coherentes en esos momentos, el pánico no la hizo razonar. Cerró los ojos y todo se tornó negro.
...
Kagome había actuado muy bien como la novia asustada, era muy buena actriz a su parecer. La había lanzado tan lejos que supuso que el agua tendría metro y medio de profundidad. Fácilmente ella podría levantarse, como cuando solían ir a la playa en su noviazgo. La vio caer al agua y moverse de manera brusca. Aquello no lo esperó, eso nunca lo había hecho cuando eran novios. Cuando no la vio sacar la cabeza en cuestión de segundos, sintió una punzada de preocupación... El agua no dejaba de moverse, y ella no sacaba la cabeza, estaba actuando demasiado bien, o... ¡Carajo, el agua dejó de moverse!
Se acercó a ella tan rápido como pudo pero al tomarla en sus brazos notó que estaba inconsciente. El miedo invadió su cuerpo, todo lo que pudo hacer fue moverse lo más rápido posible hacía la orilla. El rostro de ella lucía pálido, y parecía no respirar... ¡Mierda! Comenzó a poner en acción su curso de RCP, pero ella no reaccionaba. Su familia se acercó lo más rápido posible y murmuraba cosas que él ahora no podía procesar. Oía sólo la voz preocupada de su madre, a Rin hablándole a Kagome pidiéndole que reaccionara. Su padre y su hermano murmuraban cosas, pero él no los entendía bien, las gemelas comenzaron a llorar, y él era incapaz de razonar.. Sí, estaba en pánico. No sabía que hacer, sus manos temblaban y su corazón latía a prisa con terror. El miedo de perderla para siempre era tan fuerte, que deseó morirse en ese momento. Sentía que su corazón caía a un abismo.
Volvió a presionar fuerte y le dió respiración de boca a boca una vez más. La sintió moverse y ella toció sacando el agua que había ingerido. Sintió el alma regresar a su pecho.
Escuchó los suspiros de alivio por parte de su madre, y como Rin intentaba calmar a sus niñas, pero eso no lo calmó a él. Kagome comenzó a llorar y se tapó el rostro con las manos. Su cuerpo temblaba, como si siguiera viviendo lo que acababa de pasar.
–¡Dios, no! –lloraba como una niña, e hiperventilaba con rapidez.
Su madre se acercó con una toalla en sus manos, y la envolvió.
–Tranquila, querida… –Su madre abrazó a Kagome como solía hacerlo con él de niño. Escuchaba la voz de su madre susurrando palabras para intentar calmarla, pero no ayudaba en nada. Rin no pudo intentarlo, pues estaba intentando calmar a sus hijas.
Alzó el rostro para tomar aire, y fué cuando notó la mirada dura de su padre con Kagome. No le dió importancia, no tenía ganas de lidiar con él ahora, lo importante ahora era Kagome. Le hizo una seña a su madre y ella se apartó, envolvió a Kagome en la toalla y la abrazó reconfortandola. Estaba aterrada, temblaba y se abrazó a él como su tabla de salvación. Había leído sobre ello, esos síntomas no tenían otra explicación, Kagome tenía un ataque de ansiedad. La levantó en volandas y la llevó a la mansión. Se arrepintió de lo que había hecho, por poco él…
La abrazó con más fuerza contra su cuerpo, el miedo de perderla lo dominó una vez más.
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Inuyasha la metió en el agua caliente llena de burbujas, ella seguía inmersa en su mente. Él no la desnudó, la metió con todo y lo que traía.
–Dejaré que te bañes... –Inuyasha se dió la vuelta y salió del baño. Ella comenzó a quitarse la ropa dentro del agua. Ya estaba más tranquila, aunque su pecho dolía debido al llanto. Había vuelto a pensar en aquel evento traumático, cuando casi pierde la vida mientras estaba embarazada.
Sacudió su cabeza, y comenzó a inhalar y exhalar intentando calmarse, debía calmarse o volvería a tener un ataque de ansiedad como hace unos minutos. Odiaba eso, ocurrieron en el pasado, y la que estuvo para ella fué su madre. Ahora había sido Inuyasha quien la ayudó a lidiar con él. Tomó un poco de jabón y se limpió la mejilla, recordó lo que había sucedido minutos atrás. Inuyasha no había preguntado nada y simplemente la ayudó a inhalar y exhalar para calmarse, le limpió las lágrimas una u otra vez mientras le susurraba al oído que todo estaba bien, hasta que poco a poco se calmó… Aquel gesto hizo que una calidez se situara en su corazón.
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Al salir del cuarto de baño buscó entre el armario alguna ropa cómoda para ella. Se sorprendió de ver cuánta ropa había comprado su madre para Kagome. Habían ropas de dormir, demasiado delgadas a su parecer, dudó que aquello no se transparentara. Por un momento se imaginó a Kagome con aquellas delicadas prendas… Parecería una Diosa. Dejó de ver las ropas, mejor dejaría que Kagome buscara lo que le pareciera cómodo. Había visto ropa demasiado... íntima. Y por lo que más quiso, intentó borrar de su mente a Kagome dentro de esas prendas demasiado reveladoras… O causaría que cierta parte de su cuerpo reaccionara al instante.
Se sentó un momento en el balcón, y esperó. Unos minutos después, la escuchó abrir la puerta del baño, entró de nuevo y la vio sentada frente al tocador, secaba su cabello con una toalla pequeña, el olor de su shampú inundaba la habitación. Inhaló con discreción, quiso que su deliciosa fragancia se quedara en la nariz.
–Yo... Lo siento.
–No tienes que disculparte.
Aquellas palabras lo dejaron atónito, esperaba que ella le tuviera rencor, que se molestara por haberle causado el ataque de pánico, o alguna represalia en su contra. En cambio, ella mostraba vergüenza, no alzaba la mirada. ¡El que debería tener vergüenza era él!
–Pero fui yo quien...
–Fue mi culpa, tú desconocías mi nuevo temor al agua –ella lo interrumpió y dejó la toalla a un lado, su comentario lo sorprendió–. Hay algo que... –suspiró–. Bueno, hay mucho que no sabes de mi – de repente se levantó y lo encaró a través del espejo.
Él se colocó justo detrás de ella, y colocó sus manos sobre los hombros de Kagome. Notaba que Kagome tenía los ojos hinchados de tanto llorar, fué ahí cuando quiso hacer desaparecer ese miedo; pero, ¿cómo podría ayudarla?
–¿Podrías contármelo? –inquirió inseguro; se sorprendió cuando ella asintió lentamente y suspiró.
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Inuyasha estaba preocupado por ella, su mirada lo decía todo. Se notaba preocupado y sumamente avergonzado. Pero en realidad desconocía su miedo actual. Se sentía culpable de no haberle contado eso, habría impedido aquella situación y habría evitado que Inuyasha se sintiera terrible. Debía decirle, pero también mediría bien sus palabras… O podría salirse algo sobre Moroha. Ya que estaba embarazada cuando tuvo aquel desafortunado suceso.
–Hace años, justo unos meses después de nuestra... –no pudo decirlo, carraspeó, le resultaba incómodo.
–Entiendo –dijo Inuyasha, ella agradeció haberle ahorrado decir esas palabras.
-Asistí a un crucero junto con mis padres, querían que yo saliera y me distrajera. Hubo una fiesta por parte de la familia de mi padre, así que asistimos, aunque yo no tenía ganas de hacerlo. Cedí al ver que ellos anhelaban que yo volviera a ser la misma y... –se rascó la nuca, debía omitir algunos detalles, sus padres habían deseado que saliera de la depresión, pues la ruptura con Inuyasha y los cambios sentimentales del embarazo la tenían en un hoyo de tristeza; pero eso no era necesario que Inuyasha lo supiera–. Emmm... No era mi mejor momento buscando un trabajo, y me encontraba mal, deseaban animarme.
La expresión de Inuyasha no demostraba sospecha por su embarazo, por ahora todo iba bien.
–¿Y luego qué pasó?
Se abrazó a sí misma, y comenzó a recordar lo pasado, bajó la mirada y sintió escalofríos al instante. El hecho de pensar lo que pudo haber sucedido le causaba terror.
–En la noche de la fiesta me sentí un poco acalorada, así que salí a caminar. Mi familia estaba entretenida en la celebración, no notaron mi ausencia. Llovía un poco y salí, me acerqué a la orilla, dejando que la lluvia me mojara por completo –durante su embarazo, había sentido calor en extraños momentos, y ese había sido uno de tantos–. Ahora que lo pienso, fué algo estúpido, considerando que el aire hacia que el océano y él barco se moviera un poco más de lo habitual... y entonces... –se detuvo y cerró los ojos.
Comenzó a temblar, parecía que había vuelto a ese momento. Por un instante, volvió a sentir el agua rodeándola, las olas arrastrándola, y su voluminoso vientre impidiéndole moverse con agilidad. Su voz pidió auxilio, pero no hubo nadie que pudiera socorrerla… El miedo a que algo le sucediera a su bebé volvió como ese día.
Abrió los ojos al sentir los brazos de Inuyasha rodeándola por la cintura, la pegó a él por completo y hundió su rostro en su cabello húmedo.
–Tranquila, si es difícil decirlo, no sigas… Entiendo.
Su gesto le pareció tierno, no pudo evitar que sus mejillas se sonrojaran y su corazón latiera más a prisa. El miedo disminuyó poco a poco, y dio pasó a un sentimiento dulce y cálido. Su cercanía y sus palabras de apoyo la hicieron sentirse mejor, por un instante quiso girar y abrazarlo, pero no debía… No estaría bien.
No correspondió, con sutileza alejó los brazos de ella y se alejó.
–Sí, es difícil hablarlo… Pero si llegan a preguntar de la razón de mi ataque de ansiedad, tendrás que dar una respuesta –No lo miró, tomó asiento en la cama y se recogió los cabellos detrás de la oreja–. Recuerdo que me recargue en la orilla, el barco dió un movimiento brusco y caí, de un momento a otro, ya estaba en el océano luchando por mi vida… –se recostó y le dió la espalda, se encogió en posición fetal, recordando lo que había pasado–. Aún puedo sentir el sabor del agua, las ropas pesadas, el frío entrando en mi cuerpo… Recuerdo que los movimientos del agua comenzaron a hacerse más bruscos, tanto, que no podía ni coordinar mis movimientos para mantenerme a flote y seguir gritando. Estuve a punto de rendirme, casi perdí el conocimiento, pero lograron sacarme a tiempo, desconozco quien se dio cuenta de mi incidente, pero le agradeceré eternamente...
El costado de la cama se sumió un poco, y ella volteó, Inuyasha la veía con intensidad.
–No tenía idea... –sonaba diferente su voz–. Casi te...
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«Casi te pierdo para siempre»,quería decirlo pero iba a sonar egoísta, él no tenía el derecho sobre ella. Pero no podía evitarlo, sentía un nudo en la garganta. Aunque ella dijera que no era su culpa, sí lo era. Si tan sólo no hubiese sido el estúpido de antes, ella no habría estado sola ese día, él la habría acompañado y no le habría pasado aquel suceso traumático. Ella necesitó su ayuda, pero él no estuvo ahí para ayudarla... Si tan sólo ella hubiese muerto, él... Él no habría podido vivir en un mundo sin ella. Ya era un infierno no saber de ella, y el hecho de perderla en su totalidad le causaba un terror que no podía describir... Ella lo veía con curiosidad.
–¿En qué piensas? –ella lo miraba con esos ojos grandes y hermosos. Ojos que casi se cerraron para siempre, sintió un peso en el pecho de sólo pensarlo.
Sin pensarlo siquiera, se acercó más a ella, le tomó el rostro entre sus manos y pegó su frente a la de ella.
–Gracias a Dios no te pasó nada –susurró más para sí mismo, y la estrechó entre sus brazos.
No podía describir lo que sentía, por poco la pierde para siempre y él no había estado enterado..
–Inuyasha... –susurró ella.
Le acarició el cabello húmedo, y sus manos la tocaron con miedo de que desapareciera. Sus dedos sintieron el calor corporal a través de la tela. Trató de ya no pensar en que ese cuerpo frágil y delicado por poco dejaba de ser tan cálido y suave.
–Oye... Hjmm... Inuyasha... –susurró ella nuevamente pero él no le hizo caso.
Se recostó junto con ella y le besó la frente antes de mirarla a los ojos. Esos ojos que tanto extrañó tener cerca, y esos labios que tanto extrañó volver a sentir... No pronunció palabra alguna. No le importó que en esos momentos se mostrara vulnerable ante ella. Se quedó mirando sus labios y se acercó lentamente. Kagome cerró sus ojos y susurró su nombre una vez más. Sería tan fácil besarla, la tenía entre sus brazos, con su rostro tan cerca que podía sentir su respiración. Sería tan fácil hacerlo, besarla, profundizar aún más el beso y seducirla como en su despacho. Sabía de su atracción física, ambos se deseaban, podía hacerla suya en esa cama, en ese momento… Pero se detuvo a escasos milímetros de su boca. Se había prometido controlarse, no iba a pasarse o ella se alejaría para siempre. Iba a aceptar lo que ella podía ofrecerle, incluso iba a respetar su noviazgo actual… Pero ahora dudaba de poder hacerlo.
–Perdona -la soltó lentamente y se levantó–. Iré a traerte algo, en un momento regreso.
Salió de la habitación, con el corazón latiendo a prisa.
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Kagome se hincó en la cama y sintió un frío recorrerle el cuerpo. ¿Qué había pasado? Se abrazó a sí misma y por un momento sintió una inmensa desilusión... Si, ella había querido aquel beso. Por un momento había deseado incluso hacer el amor con él. ¿Por qué? ¿Es que no entendía?
Tantos años huyendo de él, ¿no habían sido suficientes para apagar esos deseos carnales? Seguía deseándolo, seguía queriendo ser suya... Ahora lo sabía. Diablos, ¡¿por qué su cuerpo la traicionaba?!
«¿Sólo el cuerpo? ¿Y qué sucede con tu corazón?».Se preguntó internamente, por un momento sintió una calidez enorme en su corazón, Inuyasha se había mostrado afectado por todo, se había mostrado vulnerable ante ella... Recordó el tono de voz de Inuyasha, y su mirada al terminar el relato de su trauma. Había demostrado... culpabilidad. Pero, ¿por qué? ¿Por qué la miró con miedo? Ella había sufrido un accidente, él no era el culpable. Inuyasha no había ido a empujarla, pero él se había mostrado como si fuera el responsable.
Por un momento se preguntó cómo habría reaccionado si se hubiera enterado de toda la verdad. Después de ese incidente, se le rompió la fuente y tuvieron que intervenir para salvar a Moroha… Eso le dio más razones para guardar su secreto.
Por dios, ¿qué estaba pensando? Sacudió su cabeza, estaba volviéndose loca. Un frío entró por debajo de la tela y tembló. Entonces recordó que sólo tenía la bata de baño y al instante se examinó completamente. Se ruborizó hasta la raíz y dio un grito de vergüenza.
¡Dios! ¡Sólo habían estado separados por una delgada tela!
Fue difícil encontrar algo con que cubrir su cuerpo. Por alguna razón la ropa de dormir que había traído de su departamento no aparecía en el closet, esto olía a Izayoi y Rin Taisho, se dijo. Se decidió por una lencería color palo de rosa y encaje blanco. Una bata de satin color perla cubría su cuerpo hasta medio muslo. Estaría cómoda si al menos estuviera sola en la habitación, pero estaba compartiendo cuarto con Inuyasha. Ojalá la semana transcurriera rápido... Estaba siendo más difícil de lo que pensó.
Continuará...
Siento que fué un capítulo muy corto, pero les prometo que los haré más largos más adelante. =D
¡Nos leemos en otra ocasión! :)
