30/08/2024

Gracias por sus reviews:

MegoKa, Annie Perez, Cindy Osorio, Valentinehigurashi, Karii Taisho, Rosa Taisho y Kayla Lynnet.

No saben lo mucho que me encanta leerlos, para mi es un honor que me dejen su review =') me animan a seguir la historia.


¡Holis!

Después de un merecido viaje a Chignahuapan y Zacatlán de las manzanas, vuelvo con otro capítulo para ustedes =D

Chicas, me siento muy feliz porque les traigo un capítulo más extenso… ¡Y porque he perdido mi miedo al agua! O bueno... Algo asi, je, je, je. Es que he aprendido a nadar, en mi viaje lo aprendí, fui a un balneario de aguas termales =D ¡Qué bien se siente enfrentar tus miedos! Aún me falta perfeccionar mi técnica, pero se que poco a poco perderé el miedo n.n en mi página les compartiré un videito n.n

Bueno, no me alargo más y les dejo el capítulo de hoy =D


CONVIVIENDO CON MI EX.

Capítulo 16: Amenaza.

Desde horas tempranas la mansión había estado en movimiento. Y entre ellos, estaba Inuyasha. Se fué desde que le dejó el desayuno esa mañana. Le había dicho que debía encargarse de asuntos de la fiesta del abuelo, y que Rin e Izayoi iban a ir por ella en un par de horas... ahora ella estaba en el balcón de la habitación desayunando sola.

Sonrió, Inuyasha siempre supo cómo le gustaba el café. Se sintió conmovida por tal gesto. Estaba a mitad de su desayuno, cuando tocaron la puerta. Miró el reloj de la pared antes de abrir. Aún era muy temprano como para que llegara Rin e Izayoi, tal vez tendrían prisa con ella. Abrió la puerta y su sonrisa desapareció.

–Buenos días, nuera –el sarcasmo de InuNo la puso nerviosa, e intentó no hacerlo notar

–¿En qué puedo ayudarle?

InuNo entró sin invitación alguna, Kagome lo vió recorrer la habitación con la mirada.

–En nada, querida... solo me he dado cuenta que has vuelto a las andadas –murmuró con desprecio. Quedó estupefacta, InuNo nunca le había hablado así.

–¿Disculpe?

–Nada –caminó hacia el balcón, y se sentó en el lado contiguo–. Prosigue con tu desayuno, "nuera".

Kagome caminó lentamente detrás de él y volvió a sentarse, el apetito se le había ido con la actitud de InuNo Taisho y su comentario grosero. ¿Que había querido decir con «volver a las andadas»? De repente, su estómago se contrajo, tenía un mal presentimiento.

–Veo que has notado que no eres de mi agrado, ¿verdad?

–A decir verdad, sí –fué sincera–. Y asumo que su visita no es amistosa.

–¡Bravo! Al menos no eres tonta –aplaudió con lentitud–. Mira, seré directo, sé toda la farsa.

Kagome sintió que su respiración se detenía. ¿Sabía todo? Se preguntó, los ojos de InuNo no mentían, había una razón por la que él estaba ahí. ¿Qué sabía? Esa era su pregunta, ya que Inuyasha sabía «todo» de ella. Unos eternos segundos pasaron para poder reaccionar.

–¿Qué farsa, señor? –fingió no saber de qué hablaba. Tal vez era algo diferente a lo que ella pensaba. Debía medir sus palabras.

InuNo soltó una carcajada.

–¿De qué hablo? De este cuento inútil que han fingido Inuyasha y tú. Juego que, por lo que veo, ya te has empezado a creer, ¿Verdad? –sacó un sobre de la bolsa interna de su saco y comenzó a jugar con él–. No trates de hacerte la víctima, sé muy bien que planeas hacerle a mi hijo. Pero no te saldrá, las mujeres cazafortunas y rastreras como tú no me engañan...

Kagome se levantó.

–No se de que me está hablando, y le voy a pedir que no me hable de esa manera.

InuNo volvió a reír.

–Sí que sabes actuar, lo admito –colocó el sobre sobre la mesa–. Casi me convence que no sabes de qué hablo, o de que tienes dignidad y amor propio –deslizó el sobre hacia ella–. Ábrelo y sabrás de qué hablo.

Kagome se sorprendió de la actitud de InuNo hacia ella, pero sobre todo, no entendía qué quería decir. No sabía a qué se refería con hacerle algo a Inuyasha, y sobre todo no sabía qué información tenía sobre ellos. No debía liar las cosas; estaba midiendo lo que decía. Miró el sobre y lo tomó delicadamente. Sus dedos lo abrieron y notó al instante un cheque en blanco. Tenía la firma de InuNo, pero no la cantidad del cheque.

–No entiendo –alzó la mirada.

–Aún no es todo.

Kagome frunció el ceño antes de volver a mirar el sobre, notó un pequeño papel más en el interior y al sacarlo, su piel palideció, su respiración se detuvo al instante, y no pudo articular palabra alguna durante unos segundos eternos. Era una fotografía.

–¿Qué otra excusa me piensas dar? –InuNo Taisho fue quien rompió el silencio–. Sabes quién es la niña en la foto, ¿verdad? –fué una afirmación, más no una pregunta.

Kagome se quedó estupefacta, sus dedos tensos al fin se movieron e introdujo con rapidez la foto al sobre. Alzó los ojos a InuNo con temor de lo que iba a pasar.

–¿Cómo la...?

–¿...Conseguí? –completó InuNo–. Un contacto muy confiable me la dió, ¿creíste que te saldrías con la tuya?

Kagome miró la foto una vez más; era de unos meses atrás, cuando un fin de semana llevó a Moroha de paseo. En la fotografía comían helado en un parque pequeño, Moroha tenía su peculiar cola de caballo, adornada con un moño rojo. Y justo ese día, Moroha la había convencido de usar unas camisetas de madre e hija. Tragó saliva, ¿qué pasaría ahora? ¿InuNo le quitaría a su hija? ¡No! No podía permitirlo. ¡Tenía que explicarle cómo al abuelo Taisho antes de que pensara mal!

–Si me dejara explicar…

–Supuse que tratarías de "explicar" y enredarme en tu juego absurdo –Kagome se detuvo y lo miró sin comprender–. Ella dijo que lo intentarías.

«¿Ella?» pensó Kagome. En ese momento su mente dió con Kikyo, nadie más podría haberlo hecho... Semejante mentirosa, había prometido no decirle a nadie sobre Moroha. Ahora, InuNo le diría a Inuyasha, y conociendo lo orgulloso que era InuNo, no permitiría que una nieta suya viviera aislada de la familia. Haría que Inuyasha le quitara a su niña... ¡No podía permitirlo!

–Le ruego que me escuche…

–¿Y qué me dices de esto? –sacó otro sobre y lo aventó hacia ella–. Abrelo.

Dudo en hacerlo, pero al ver una fecha escrita, sintió un nudo en el estómago. Era un día antes de su boda con Inuyasha. Abrió la boca, sin creer lo que estaba viendo. Ahí estaban las fotos que Inuyasha había recibido en su móvil. Guardó las fotografías y las regresó a la mesa, como si quemaran.

–¿Vas a decir que hay alguna explicación de eso?

–Si la hay –susurró y alzó la barbilla, no tenía nada que temer–. Eso fué…

InuNo se levantó de la silla y la miró con desdén.

–¿Te atreves a retarme? ¿Qué? ¿"Fué una equivocación"? ¿"Una noche de copas"? –Su semblante era tranquilo, pero su voz tenía sarcasmo–. ¿Crees que te voy a escuchar ahora? ¡Engañaste a mi hijo con su propio primo! Lo dejaste solo, derrotado, decepcionado…–la miró de arriba a abajo con rencor–. Lo peor es que todavía quería darte una segunda oportunidad en ese tiempo.

¿Qué? Kagome se quedó de piedra tras ese comentario. Aquí hubo un gran malentendido… Todo apestaba al perfume odioso de Kikyo Tendo.

–Si usted me escuchara, entendería muchas cosas.

–¡Por Dios! ¿Crees que quiero escuchar tus mentiras? ¿Ahora me vas a decir que esa niña es de Inuyasha o Hakudoshi? ¡Por favor! –soltó una carcajada–. Esa niña no tiene ningún parecido a ellos. Seguramente ni tu sabes quien es su padre. Supongo que no ha aparecido otro millonario en tu vida, y como no se te hizo con Hakudoshi, ahora quieres a mi hijo. Para tu información, Hakudoshi está a punto de hacer su vida con una mujer que sí lo merece. En cambio, no se porque Inuyasha se aferra a ti, cuando eres una completa zo…

–¡Señor Taisho! –alzó la voz en un acto de valentía, apretó los puños con impotencia, ese tipo de mujer era Kikyo. No ella.

–¿Qué? La verdad duele, ¿no es así? –tomó de nuevo el sobre y lo metió a su saco–. Un informante me dijo todo lo que planearon esta semana. Inuyasha te contrató para fingir que están juntos. Supongo que tras sentirte cómoda aquí, has vuelto a pensar que podrías encajar en nuestra familia, y pegarle a mi hijo esta… niña–chasqueó la lengua–. Antes pudiste engañarnos, incluso a mí –se acercó lentamente a Kagome y la escrutó con la mirada–. Pero ella me abrió los ojos ante el tipo de mujer que eres... No dejaré que le acerques tu bastarda a Inuyasha.

¿Bastarda? Su sangre le hirvió, la insinuación de que Inuyasha no era el padre de Moroha le cayó como agua fría. ¡Cómo si ella se la pasara de cama en cama!

–No se refiera a mi hija de esa manera –soltó con firmeza, lo vió fruncir el ceño–. ¡A ella me la respeta! –sentenció, vio como InuNo Taisho casi retrocedía, pero volvió a su posición inicial–. Es más…

Estuvo a punto de replicar, de defender que Moroha era la hija legítima de Inuyasha y que jamás haría tal cosa. Esas insinuaciones tenían la firma de Kikyo por todos lados. Estuvo a punto de responder, pero una voz en su mente la detuvo.

–«Lo mejor es que piense eso de ti... Te libras de problemas con los Taisho»

Se mordió la lengua para no defenderse. Sí, tal vez lo mejor era que el señor Taisho pensara así, estaría más segura. Cuando desapareciera de la vida de Inuyasha, InuNo haría lo que fuera para evitar que Inuyasha la buscara, Moroha estaría a salvo... Miró el cheque nuevamente.

–Quedate con el dinero que te dió Inuyasha, no me importa lo que haya sido, te hace mas falta a ti –señaló el cheque–. Ahí escribe la cantidad suficiente para hacerte desaparecer de nuestras vidas... Y lárgate cuanto antes, no te daré más.

Kagome apretó sus dedos en el cheque. ¿Por quién la estaba tomando? ¿Una vil caza fortunas? Estuvo a punto de defenderse, pero no lo hizo. Estaba mejor así, InuNo asumió que ella había sido contratada como una simple acompañante, Kikyo lo había convencido de ello.

–¿Y si me rehuso? –lo retó, fingiendo ser la mujer que InuNo imaginaba. Quería saber su límite.

–Llamaré a mis abogados, y te quitaré a esa niña, ¿a quién le daría preferencia protección infantil?

Kagome sintió que su corazón se encogía, ¿Quitársela? ¡No! No iba a permitirlo. Moroha era su vida entera, no permitiría que la alejaran de ella.

–Piensalo muy bien, si quieres tener cerca a tu hija, sal de nuestras vidas; pero si no... Es decisión tuya si esa niña pasa a manos de otras personas.

–Usted no tiene el derecho a hacer algo así. ¡Es solo una niña!

–Y usted no sabe lo que soy capaz de hacer –la voz amenazadora de InuNo la dejo estática. ¿Sería tan cruel?–. Haz un favor a todos y vete lo más pronto posible.

InuNo salió de la habitación dando un portazo. Kagome se dejó caer en la silla, y se llevó una mano a la frente, un fuerte dolor de cabeza se apoderó de ella. Sus manos temblaban y un dolor se situó en la boca de su estómago. Todo por impotencia. No podía decirle a InuNo que Moroha era hija legítima de Inuyasha, se enojaría por privarlos de su existencia y se la quitarían si se comprobara que era una Taisho. Jamás le perdonarían aquella acción.

Ahora le había seguido el juego a InuNo, fingiendo ser la mujer que él creía. Una Kikyo más... Debía seguir con ese papel, para librarse de problemas. La puerta se abrió de nuevo, y alguien con zapatos de tacón entró lentamente.

–Veo que no tardó mucho en venir a verte...

Kagome apretó los puños, había invocado a su demonio.

–¡Eres una...! –cuando la tuvo cerca, estuvo a punto de abofetearla, pero Kikyo la detuvo. Su boca mostraba deleite por hacerle la vida imposible.

–Tranquila prima, solo quería asegurarme de que te irías de aquí. Fué por eso que lo hice.

–¡Eres una tonta! –la tomó de los hombros y la sacudió–. ¡Si InuNo descubre que mi hija es de Inuyasha, me la quitará!

–Tranquila, pensé en eso, querida. Gracias a unas fotografías, pude convencerlo hace años de la clase de mujer que eres.

Sintió un deja-vú. A su mente volvieron las fotografías de Hakudoshi y ella.

–¿Qué?

–Hubieras visto su cara en ese entonces, se parecía a la cara que puso ayer cuando le mostré la foto de tu niña en el parque.

–Tú le mentiste.

–¿Mentir? ¿Y qué has hecho estos días? ¿Ser sincera con los Taisho? –en eso tenía razón–. Te ayudé un poco, creyó en mí. En que eres esa mujer que busca beneficiarse de los demás. Gracias a mi, jamás creerá que esa niña es de Inuyasha. Oh, querida prima. No pongas esa cara, no tienes nada que agradecer –Kikyo se soltó lentamente de ella.

Kikyo actuaba con total tranquilidad, ¿acaso no sabía la magnitud del daño que había causado? Había hecho algo más grave, algo que había envenenado a InuNo Taisho contra ella, ¡Todo para asegurarse de que ella se iría de la vida de Inuyasha!

Quiso desaparecer esa sonrisa burlona que se cargaba, y reprocharle porque le había mostrado aquellas fotografías.

–¿Qué demonios le enseñaste para ponerlo contra mi? –fingió no haber visto las fotografías.

–¡Qué bueno que lo mencionas! –buscó algo en su bolso y sacó unas fotografías tamaño postal.

Cuando las tuvo en sus manos entendió todo. Eran las mismas que había visto con InuNo e Inuyasha.

–Sólo quise asegurarme de no verte más por aquí.

Kikyo era capaz de todo, pensó con impotencia.

–¿Por qué demonios no me quieres aquí? –preguntó en voz baja.

Kikyo ignoró su pregunta, y le dió la espalda.

–Nos vemos en la fiesta, prima –caminó a pasos lentos y salió.

Kagome sentía la boca amarga, primero InuNo y ahora Kikyo... Kikyo había explicado porque InuNo la detestaba tanto, había convencido a InuNo de que Moroha no era hija de Inuyasha, cualquier cosa que ella dijera no lo haría cambiar de parecer. En la fotografía no se distinguían con claridad los ojos de Moroha, tenía los mismos ojos de Inuyasha e InuNo.

Pensó en Kikyo, esa mujer era como la maleza, afectaba a quien tocara. Pero no comprendía porque Kikyo la odiaba tanto, no era solo por Inuyasha, había algo más profundo. Aunque no compartían lazos de sangre, eran familia política. Sus madres eran hermanas... Aún recordaba que antes de su noviazgo con Inuyasha, Kikyo siempre la trató a ella con indiferencia, nunca la trató mal ni bien, solo eran conocidas. Y eso que sus madres se frecuentan demasiado.

Se sentó mirando fijamente su comida. Sintió un dolor, como si hubiera cargado algo muy pesado. Y sí, estaba cargando con muchas cosas últimamente. El apetito se fué, y no pudo seguir desayunando.

%

Las rebanadas de pepino se sentían frescas sobre los ojos, ayudaría a reducir sus ojeras, al igual que la mascarilla sobre su rostro, ayudaría a hidratarlo. Pero a su mente no ayudaba nada.

–Señorita, su cuerpo está tenso –dijo una señorita, mientras estaba dándole masaje a sus hombros.

La sorpresa de Izayoi y Rin fué que la atendería una masajista profesional y además un estilista se encargaría de arreglarla para la fiesta. La dejaron en una habitación de la mansión e Izayoi las dejó solas.

–Discúlpeme.

–No piense –dijo la mujer dándole masaje a su muñeca–. Solo piérdase en la música.

La señorita había puesto música relajante, pero ni eso la ayudaba. Trató de no pensar en sus preocupaciones, y se dejó dominar por la música, pero no podía, sentía un piquete en el pecho en todo momento.

–Este masaje es bueno para la circulación capilar, querida –dijo el estilista, dándole masaje después de enjuagar su cabello y colocar tratamiento–. Luces un cabello muy saludable, pero no está de más que te coloques tratamientos para hacerlo lucir más sedoso y hermoso.

–Jakotsu es un amigo de la familia –dijo Rin mientras paseaba a Setsuna para dormirla, Towa estaba dormida en una mecedora–. Gracias a él –se acercó al lado de Kagome–, mi cabello pasó de seco a sedoso.

–Ni que lo digas, linda –le dijo Jakotsu mientras tomaba una toalla y le quitaba el exceso de agua–. Te descuidaste mucho, después de tener a tus bebés. Y lo demostraba tu cabello.

–Gracias a tus recomendaciones y tratamientos mi cabello volvió a brillar... Pero no me arrepiento de nada –la bebé se quedó dormida y ella con cuidado le besó la frente–. Valió la pena por mis gemelas.

Kagome entendió ese sentimiento. Cuando Moroha, le habían diagnosticado que era un embarazo de alto riesgo. Y aún así, tuvo que estar en observación unos días después de nacer... Fueron largos esos días en el hospital. Agradecía haber contado con la ayuda de sus padres y Sango, no habría podido sola.

–«Porque tú quisiste que así fuera» –la regañó su consciencia–. «Inuyasha pudo haber estado ahí para Moroha... ¡Merecía saber de la existencia de Moroha

–Kagome... ¿Me oíste?

Kagome dió un respingo y alzó la vista en el espejo.

–No, perdona, estaba distraída.

Rin negó con una sonrisa.

–Andas por las nubes, ¿Verdad? Tan perdida te trae mi cuñado –le guiñó un ojo.

Kagome enrojeció y apartó la mirada.

–¡Querida! Así nos traen cuando estamos enamoradas –exclamó Jakotsu agarrando el secador–. Y más el bombonazo de Inuyasha –suspiró–. Cuídalo, linda, que ese hombre es oro puro. Acá entre nos, además de tener un buen corazón, tiene un enorme y redondo...

–¡Jakotsu! –exclamaron ambas soltando una carcajada.

–Así me gusta ver a mis clientas, sonrientes y hermosas.

Kagome suspiró, por unos instantes pudo olvidar sus preocupaciones. Pero eso no significaba que desaparecerían... Mientras Jakotsu la peinaba y maquillaba, ella se fué relajando. Fué entonces cuando pensó, ¿De qué le servía preocuparse tanto? De todas maneras con o sin las amenazas de InuNo y Kikyo, ella iba a desaparecer de sus vidas... Ya lo había decidido desde antes, pero ¿Porque ahora la hacía sentir tan vacía?

Antes le había alegrado la idea de no volver a ver a Inuyasha, ni nada que tuviera que ver con él. Pero estos días... Se había encariñado más que nunca de su familia. De la familia que Moroha se perdería.

Cuando Jakotsu terminó y se fué a arreglar a las demás, ella se quedó en la habitación mirándose en el espejo de cuerpo entero. No se reconocía, lucía como una modelo. El cabello había sido ondulado, su maquillaje con cut crease en tonos durazno y dorado le resaltaba el color de sus ojos. Sus labios color rosa hacían que su boca luciera más carnosa y sensual. Curvó su labio y modeló frente al espejo. Su vestido color nude tenía escote recto, ajustado del torso y suelto desde la cadera, se abría de una pierna al caminar. Nunca había usado un vestido así, sin mencionar los zapatos. Pero al contrario de sentirse incómoda, la hacía sentir sexy, empoderada y capaz de cualquier cosa… Enju lo había traído en una caja, caja que reconoció. Fué el paquete que fueron a recibir.

Se sentía como modelo de portada de revista... Cómo eran las mujeres que estaban detrás de Inuyasha, el soltero más codiciado del momento. Un soltero que no sabía de la existencia de su única hija. La magia se fué, y se detuvo justo enfrente del tocador. Tomó su cartera y la abrió. El cheque permanecía dentro, y al lado de él la foto. Moroha, su pequeña de ojos dorados, de carácter igual o peor que su padre y abuelo.

Frunció el ceño y cerró su cartera. Sí, le molestaba que InuNo pensara que Moroha no era hija de Inuyasha, y que ella era una mujer convenenciera. Hasta pensarlo le dolía, pero debía usarlo a su favor, así podría desaparecer de sus vidas y vivir tranquila con la pequeña familia que ya tenía. Acarició su relicario, y se lo llevó a los labios.

«¿Y sí Inuyasha te busca?»

Aquella posibilidad la conmovió, pero también asustó. Tenía que asegurarse de que eso no sucediera. Y ya tenía algo en mente.

–Creo que le daré propina extra a Jakotsu y su ayudante –dio un respingo–. Y debo admitir, que mi madre hizo una buena elección con ese vestido.

La voz ronca y sexy de Inuyasha la hizo voltear al instante. Lo recorrió con la mirada, su traje se ajustaba a él, dando a demostrar el buen trabajado cuerpo que tenía. Cuerpo que había tenido la oportunidad de ver sin ropa. Le sonrió y él se acercó a ella.

–¿Lista? –le tendió una mano y ella asintió.

–Creí que mi ocupado jefe no podría escoltarme.

–Sólo fué por unas horas, me moría de ganas por volver a ti –se acercó a su rostro y le besó la comisura de los labios. Aquella suave y delicada acción hizo que su corazón bombeara la sangre más rápido de lo normal. Y le encantaba.

–Aún hay algo más.

Inuyasha buscó en el interior de su saco y sacó una pequeña cajita de terciopelo. Al abrirlo sintió una punzada en el corazón. Era una delicada cadena color plata, con un diamante en el centro y dos piedras rosadas a la orilla. Tragó hondo, aquello se parecía tanto a su anillo de compromiso. Inuyasha se colocó detrás de ella y le puso la cadena con delicadeza.

–¿Recuerdas lo que hablamos en mi oficina? –ella hizo un sonido afirmativo–. ¿Qué fué lo que te pedí?

–Dejarte… amarme. –susurró y pasó saliva con dificultad. Inuyasha la rodeó con sus brazos y le besó el hombro descubierto. Tembló, una corriente la recorrió desde esa zona.

–Sí –la mano de Inuyasha bajó, acariciando su vientre, cerró los ojos, adoraba sus caricias–. Kagome, ésta vez no te dejaré huir. No te libraras tan fácil de mi, te lo prometo. Esta vez, sé que será diferente.

Aquella promesa le rompió el corazón. Se giró y lo abrazó con fuerza.

–«Perdóname por ilusionarte» –pensó y sintió un nudo en la garganta.

–¿Qué pasa? –murmuró él–. Te siento distinta.

–Yo… Bueno, es que han pasado tantos años y me parece irreal lo que estamos viviendo.

–Sientes que en algún punto vas a despertar, y estarás ahí, de vuelta en tu realidad. Una cruda realidad… ¿verdad?

–Sí –lo miró a los ojos–. Creo que lo has descrito bien.

–Kagome –le acarició la mejilla–. Aquí estoy, más real que nunca. Y aquí estás, aunque aún no lo pueda creer todavía. Te tengo entre mis brazos y aún siento que vivo en un sueño –le besó la frente–. Pero esta vez no hay nadie entre nosotros, no hay nada que nos separe. Kagome, yo te…

–«No lo digas» –pensó y lo acercó a ella, buscando sus labios con desesperación.

Mientras Inuyasha recorría cada rincón de su boca, ella no dejaba de pensar que estaba en lo incorrecto. Porque si había gente entre ellos, personas que no los querían ver juntos. Y ahora, ella era la que iba a romper ese sueño, ese encanto que desearía vivir en compañía de su hija.

%

No esperaba tanta gente en la fiesta, había desde familia hasta amigos.

–¿Kagome? –aquella voz la hizo voltearse con alegría.

–¡Sango! –exclamó abrazándola. Tenía una semana sin verla, la había extrañado tanto... Y tenía tanto que contarle.

–Hola, Sango, ¿cómo estás? –saludó Inuyasha con incomodidad, ya que su castaña amiga lo veía con llamas en los ojos.

¡Oh, no! Ahí cayó en cuenta de algo muy importante, Sango estaba ahí, sin saber nada de lo que habían estado fingiendo esos días... ¡Lo había olvidado por completo!

–¿Hola? –le sonrió con incredulidad–. ¿Cómo te atreves a dirigirme la palabra? –comenzó a subir poco a poco el tono de su voz–. Eres un hijo de… –tuvo que taparle la boca a Sango antes de que dijera una locura, o echara a perder todo.

–¿Nos permites? –carraspeó–. Tengo que decirle algo importante –Inuyasha asintió, comprendiendo a que se refería. Alzó las manos en rendición y se alejó sin darle la espalda a Sango–. ¿Quieres quedarte sin empleo, verdad? –le susurró a su amiga.

Sango hizo una mueca antes de mirarla con asombro.

–¿Desde cuando defiendes al idiota de Taisho? –pareció darse cuenta, no le respondió–. Creí que estabas en casa de tus padres…

–Oh, eso. Pues… –se mordió el pulgar e intentó pensar una excusa–. ¡Aguarda un minuto! Yo creí que hoy estarías haciendo limpieza con Miroku –se cruzó de brazos y alzó una ceja, ahora ella estaba mirándola con mucho interés.

–¿Miroku Houshi? Pues… Sí, así es. Pero... –se aclaró la garganta de forma incómoda y se sonrojó–. Agh, es una larga historia.

La molestia de Sango desapareció al instante, y Kagome entendió. Soltó una carcajada.

Miroku Houshi era uno de los pocos hombres que permanecían prendados de Sango, y ella creía que se trataba de un simple coqueteo de juego. Sango era la recepcionista de la empresa, muchos trataban de conquistarla con flores, chocolates, cumplidos... Pero ninguno permanecía demasiado tiempo tras ella, pues su notable sarcasmo y su corazón duro los ahuyentaba. Sango no necesitaba de nadie en su vida, o por lo menos eso decía la mayor parte del tiempo. Miroku Houshi tenía dos años tras ella, dándole cumplidos e incluso regalos; ¿Como había logrado aguantar esos años? Había resistido respondiendo a sus comentarios sarcásticos con sonrisas seductoras y comentarios cómicos y sin sentido. Cuando Sango rechazó sus chocolates y devolvía sus flores, no se sintió ofendido, permaneció firme y nunca se rindió... Entonces se presentó en la subasta, y ganó sus servicios de limpieza.

Sango no era fácil, ella lo sabía. Y peor aún, Miroku tenía fama de mujeriego. De que con todas tenía ese mismo "modus operandi", y que cuando obtenía todo lo que quería, las botaba al cesto de basura.

–«Nunca funcionará conmigo»

Había dicho Sango en muchas ocasiones. Nunca flaqueaba ante Miroku, y a ella le había dicho que le parecía apuesto, educado y simpático; pero lo que sabía de él no le gustaba para nada. No quería terminar con el corazón roto. La entendía, ya que un grandísimo idiota la había cambiado por una rubia despampanante, y se había casado con la rubia al mes de terminar con Sango. Fué una dura ruptura, dos años le había entregado, y a la primera oportunidad la había abandonado. Que se pudriera, Sango merecía ser feliz... Tampoco confiaba mucho en Miroku, pero Sango debía empezar de cero, salir con alguien, ir a fiestas... Tal vez Miroku era ese impulso que necesitaba. Su amiga podía ser dura, pero con la persona correcta se derretía.

–Ya veo... –soltó una pequeña risa–. Sucedió algo en mi ausencia, ¿verdad?

–¡Stop! –Sango se mostró demasiado nerviosa–. Solo somos amigos.

–Que yo recuerde, los amigos no se besan en la boca.

Sango negó rotundamente, pero su rubor ahora cubría todo su rostro. Era más que obvio que sus suposiciones eran ciertas.

–¡Por supuesto que no! Y… ¡Aguarda un segundo! –Sango la vió detenidamente y su expresión cambió por completo–. No me cambies la conversación. ¿Y tú qué haces aquí?

–También es una larga historia –la tomó del codo–. Necesito decirte algo con urgencia –la sacó de la fiesta y la llevó hacia su habitación.

%

–¿Quieres decirme por qué estás aquí con Inuyasha Taisho?

Sango se acomodó en el sofá y ella a su lado. Inhaló aire y lo sacó con lentitud, no sería fácil contarle lo que pasó con Inuyasha en la oficina. Cuando terminó de explicarle su nuevo acuerdo, Sango se llevó una mano a la frente, procesando todo.

–Aprovecharse de la situación del orfanato, sólo para traerte aquí… ¡Ahora sí lo mato! –se levantó, dando pasos grandes hacia la puerta, Kagome la interceptó antes de llegar a ella.

–No fué por una mala causa…

–¿Y qué causa justifica los medios? –Sango se cruzó de brazos–. ¿Te estas escuchando, Kagome? ¡Lo estás defendiendo!

–Totosai está grave –sentenció, quedaron en completo silencio desde ahí–. Los doctores no le dan muchas esperanzas.

Sango se llevó una mano a la boca, aquello la calmó un poco. Le dio la espalda y volvió a sentarse en el sofá.

–Inuyasha me trajo a engaños, porque Totosai le dijo que deseaba vernos juntos.

–Pero pudo haberlo pedido, pudo ser sincero y…

–Sango, si me pongo en su lugar, hasta yo hubiera dudado en pedirlo directamente –se sentó a su lado de nuevo–. Tal vez habría creído que era un truco, un vil engaño.

–Buen punto, Kagome. Y supongo que aceptaste al instante,... ¡Aguarda! ¿Dijiste «deseaba vernos juntos»?

–Sí, dijimos que habíamos vuelto a ser una pareja –Sango la miraba con incredulidad–. Hemos estado fingiendo, por lo menos los primeros días y…

–"Los primeros días", ¿dices? –Sango entrecerró los ojos–. Oye, no me digas que ahora… –Kagome desvió la mirada–. Oh, Santo Dios, ¡lo perdonaste!

–No… Bueno… No sé… ¡Agh! Es complicado –se tapó la cara–. No me juzgues por favor, no te molestes, sólo quiero que me escuches…

–Kagome… –la instó a continuar, poniéndole una mano en su hombro.

–Por mucho tiempo creí que mis sentimientos por él estaban muertos y enterrados. Pero no es así, Sango. He descubierto algo en él, volví a verlo como era antes, volví a sentir que era aquel ser maravilloso del que me enamoré. Inuyasha es una mejor versión de antes, no sabría explicártelo. Hubieras visto cómo me ayudó con una crisis, como actúa cuando estamos solos… –alzó la barbilla–. Construyó este lugar, en base a unos planos que hice, cuando tenía sueños de ser arquitecta –sonrió con tristeza–. Me di cuenta que, al igual que yo, él tampoco cumplió su sueño… Se convirtió en lo que su padre quiso –suspiró con pesadez–. Sango, te juro que detrás del jefe que nosotras conocemos, está una persona distinta. –miró los castaños ojos de Sango–. Una persona que sacrificó sus gustos, para complacer a los demás, una persona de la cual dependen miles de personas… ¿Crees que alguien así sería capaz de negar el dinero a los huérfanos?

–Amiga...

–No, no podría hacerlo –se respondió a sí misma–. No me lo ha dicho, pero se que jamás haría tal cosa. Sabe lo que el orfanato significa para mi.

–Todos sabemos, Kagome –suspiró.

–Y eso no es todo… Sesshomaru y Rin tienen a sus gemelas, un día nos las dejaron a cargo, hubieras visto como cuidó a sus sobrinas, sus expresiones ante algo nuevo… –se recargó en Sango, con el corazón en la mano–. Me dió envidia, hasta el punto que me hizo desear haberlo visto así con Moroha… Pero se lo impedí.

–Kagome… –le frotó los hombros en señal de apoyo–. Veo que todo ha cambiado entre ustedes… No puedo juzgarte, porque yo también juzgué mal a Houshi… Eso significa que vas a decírselo.

–No.

–Kagome –exclamó asombrada–. No es que sea de mi total agrado, debido a lo cretino que se portó –puso los ojos en blanco–. Pero, ¿no crees que merece saberlo?

–Es que hay algo más… Totosai sabe que existe Moroha.

Sango se quedó con la boca abierta, entonces procedió a contarle todo lo demás. Terminó contándole hasta las amenazas de InuNo y Kikyo. Sango asintió cuando ella terminó de explicarle.

–¡Maldita hija de puta! –soltaba maldiciones al aire, parecía un león enjaulado–. Y después de todos estos años, aún te quiere hacer la vida miserable... ¡Ya has sufrido suficiente! ¡Arg! ¿No hay madurez en ella o qué? –apretó los puños–. Poner en tu contra al padre de Inuyasha... ¡No tiene límites! ¡Siempre se quiere salir con la suya!

–Y volverá a hacerlo –Kagome suspiró y se abrazó. Sango se detuvo al instante y la miró sin poder creerlo.

–¿Vas... a dejar que suceda otra vez?

–Sí –susurró.

–¡Kagome! –exclamó en desaprobación.

–¿Qué otra opción tengo? Como madre, debo velar por la mejor para mi hija. Y no quiero que esté rodeada de gente tóxica.

–Sí. Kagome, hay otra opción –se acomodó a su lado y la tomó de las manos–. Como te lo he dicho, Inuyasha merece saber sobre Moroha. Es una opción, contarle a Inuyasha todo y esperar lo mejor.

–¿Y qué hay de su padre? Me odia, supone lo peor de mi; ya ha amenazado con quitarme a mi hija. Creo que si llega a comprobar que es su nieta, aún así me la quitará en venganza. Kikyo lo envenenó en mi contra… Aún no sé porque cree ciegamente en ella –se sobó las sienes, estaba cansada de tanto pensar–. Tú la conoces, ¡Moroha tiene los mismos ojos de su padre! Sin mencionar su carácter…

–¿Y por qué te quiere hacer miserable?

–No tengo idea, se lo pregunté, pero no soltó algo sólido.

Sango se quedó pensando un momento, entonces soltó una maldición antes de buscar algo en su bolso.

–Lo había olvidado por completo.

–¿Qué ocurre? –preguntó Kagome.

–Como has estado aquí, supongo que no te has enterado de las últimas noticias –Kagome negó, Sango buscó en su móvil–. InuNo anunció el compromiso de Kikyo...

–¿Y eso qué tiene que ver?

–Mucho, amiga... ¡Eureka! Kagome, Hakudoshi Tatewaki es su prometido.

Se quedó estática, procesando lo que acababa de escuchar. De todos los parientes Taisho, de todos los hombres del mundo… ¿Por qué Hakudoshi?

–Dime que es una maldita broma –Sango negó y le tendió el móvil.

Difícil de creer, pero es cierto.

Al comenzar a leer, la noticia le explicó todo. Hakudoshi había ayudado a Kikyo con las fotografías de hace años, de eso estaba segura. Pensó que sólo se habían unido aquella vez, con el fin de arruinar sus vidas; pero nunca imaginó que se convertirían en una pareja oficial.

Al igual que con Kikyo, nunca pensó que él sería capaz de hacer algo contra ella ahora. A final de cuentas, había pasado mucho tiempo. Pero se había equivocado con Kikyo, y ahora también con Hakudoshi. Ahora entendía porque Kikyo la quería lejos de ella, por la rivalidad de Inuyasha con Hakudoshi… En el ámbito laboral.

"¿Nuevo presidente para Taisho Corp.?"

La noticia hablaba de la decisión que se había dado a los medios, InuNo había hecho una videoconferencia de prensa. Había dicho que debido a que Seshomaru renunció al cargo, necesitaba colocar a alguien que ocupara su lugar. Le habían preguntado sobre porque Inuyasha no era el elegido para asumir el mando oficialmente, si era el que había estado en el puesto en los últimos años.

El señor InuNo había contestado que no lo consideraba suficientemente responsable y pertinente, ya que no tenía la mentalidad de una persona madura. Le preguntaron que cuando lo consideraría responsable. Había un vídeo adjunto con su respuesta.

"–Cuando se case y forme su familia, sabrá lo que es tener una responsabilidad. Una empresa es como una familia, donde debes decidir qué es lo que la beneficiará, ya que muchas personas dependen de ti. Pienso que el estar soltero no le ha hecho crecer como persona lo suficiente. Por lo consiguiente, pienso que mi sobrino Hakudoshi, será una mejor opción. Ya que está próximo a casarse con Kikyo Tendo, y por consiguiente, también formará su familia.

–Más bien, parece que usted solo quiere presionar al señor Sesshomaru para que asuma el mando –se escuchó un reportero.

–¿O es acaso presión hacia su hijo Inuyasha para que se case? –dijo una reportera.

–¿Si no se casa su hijo, Hakudoshi tomará el mando total de Taisho Corp.? –soltó otro.

InuNo soltó una carcajada.

–Ustedes sí que meten presión... Pero en realidad ya no soy tan joven, necesito colocar a un sucesor oficial. Y si mi hijo no cumple con las condiciones que quiero, no lo dejaré asumir el mando."

La noticia terminaba con la frase: ¿Será el inicio del imperio de Hakudoshi Tatewaki?

Kagome no podía creer aquella noticia, ella había creído que Inuyasha estaba como jefe permanente, y ahora resulta que solo era algo temporal... Aquellas palabras de InuNo sonaban como en el siglo pasado. ¿Inuyasha inadecuado para ser el presidente de la empresa? ¿Hakudoshi era el mejor candidato? ¡InuNo había perdido la razón! ¿Cómo podía hacerle eso a Inuyasha?

Había escuchado que los socios y accionistas de la empresa consideraban a Inuyasha como un excelente líder. Había incrementado las ganancias y generado más empleos para la empresa, y los trabajadores no se quejaban de él, lo idolatraban... ¿Irresponsable? ¡Para nada! Era una persona de admirarse, ahora sabía todo lo que había sacrificado por complacer a InuNo Taisho, desde su vida personal hasta su salud mental… ¡Y le hacía esto! No era justo.

¿Inuyasha qué pensaba de esto? ¿Por qué no le había mencionado nada?

Fué ahí, cuando entendió porque la había traído. No sólo por Totosai, sino que quería ganar un poco de tiempo y evitar una desgracia. Muchos sabían que los Tatewaki no eran muy bien vistos en los negocios. Explotaban cada empresa que compraban y al llegar a su límite, la vendían a pedazos. ¿Acaso InuNo Taisho desconocía estos datos?

No sabía cómo sentirse, ¿Inuyasha sabía esto? ¿Solamente la había utilizado? ¿Por qué no le había dicho nada?

–«¿Mencionarte algo? Por favor, no seas hipócrita. ¿Acaso no le has ocultado la existencia de su hija durante años?» –habló su consciencia, y tenía razón… ¿Con qué cara podría exigirle que le explicara todo? Aquí, ella también tenía sus secretos.

–¿Ahora entiendes todo Kagome? –Sango le quitó el móvil y lo miró sin creerlo–. Kikyo quiere sacarte de aquí debido a esto. Si Inuyasha se casa o tiene hijos, es el fin para su "imperio". Y ella sabe…

–Que él ya tiene a Moroha –concluyó ella suspirando.

–Y por eso mismo quieren sacarlas del camino... ¿Hakudoshi como jefe? ¡Por Dios! –negó rotundamente–. Es todo un snob, cuando hay reunión de accionistas, nos ve como si fuéramos una completa sanguijuela, y nos trata como si tuviéramos la peste. Si él asume el mando, no dudo que haya despidos masivos... Y Kikyo a su lado... ¡Oh, Dios! Volarán cabezas –Sango se llevó una mano a la cara, imaginándose lo que ocurriría.

Kagome se mordió la uña de su pulgar. Sango tenía razón, sin Inuyasha al mando, harían la empresa a su modo... Y no eran muy nobles que digamos.

–Si lo piensas bien, Inuyasha ya anunció ante su padre que volvieron. Y, por lo que me has dicho, todo ha cambiado entre ustedes. Si le cuentas sobre Moroha, tal vez... –se quedó a mitad de frase.

Kagome suspiró con pesar.

–Esa posibilidad la pensé, Sango. Pero…

–Kagome, se que no puedo obligarte a decirle de Moroha, solo para salvarnos el pellejo de la pareja del terror; pero, después de estos días, después de lo que me has contado. ¿Qué es lo que piensas?

Kagome la miró con un nudo en la garganta.

–Pienso huir. Es lo que ya decidí.

–¿Sigues con el mismo plan de toda la vida?

–Sango, por favor –se rehusó a mirarla–. He estado dándole vueltas al asunto por varios días, y todos los pensamientos concluyen en lo mismo. Me alejaré y voy a rehacer mi vida. Lejos de los Taisho… Ya pude dejarlo una vez, podré hacerlo por segunda vez… –suspiró, tragándose el nudo que se había formado en su garganta. Sentía la mirada de Sango, la estaba analizando.

–¿A quién quieres engañar? Por favor, te conozco lo suficiente. Te ves diferente, hace años, cuando estuviste con Inuyasha, tu mirada brillaba. Y ahora noto ese mismo brillo en tus pupilas… Y no, aún no lo perdono, lo pondré a prueba –alzó un dedo cuando iba a replicar–. Kagome, hoy que te vi, noté esa vitalidad que solo muestras con Moroha. Me he dado cuenta que has vuelto a ser tú, la Kagome que una vez fuiste.

Sango la conocía bien, no podía mentirle a ella.

–¿Tan obvia soy?

Sango soltó una carcajada.

–Amiga, te conozco como la palma de mi mano... No me voy a creer que después de pasar tiempo juntos y dormir bajo el mismo techo, solo se han besado un par de veces para aparentar su mentira frente a los demás. ¿Acaso tú me creíste cuando te dije lo de Miroku?

Kagome, sonrió a medias, sí, no le había creído nada. Era obvio que el romance entre ellos había aflorado. A Sango no le podía mentir.

–Tienes razón... Admito que después de estos días, todo ha cambiado entre nosotros, he descubierto en lo que se ha convertido después de estos años. Y la verdad, me gustó mucho lo que descubrí sobre él, todo ha cambiado, pero nada volverá a ser igual entre nosotros. Y por eso mismo, pienso dejarlo. No quiero que cambie tras decirle lo de Moroha, ¿Cómo crees que va a reaccionar?

–Eso no lo sabes, pero tal vez comprenda un poco tus razones para ocultarlo.

–No. Sango, hay que ser realistas. No va a recibirme precisamente con los brazos abiertos –inhalo aire con pesadez, unas lágrimas amenazaban con salir de sus ojos–. Va a odiarme, le quité el derecho de convivir con su hija, de verla crecer, de oír sus primeras palabras, ver sus primeros pasos, y cómo olvidar sus travesuras. Se ha brincado esas etapas de la vida de Moroha. –una lágrima resbaló por su mejilla–. Y lo más importante aquí, es mi Moroha, no quiero hacerla sufrir. ¿Y si Inuyasha se enfada y me demanda por su custodia? No quiero que Moroha pase por los tribunales, no quiero que haya juicios por su custodia, que obviamente voy a perder. No tengo dinero Sango, ellos son ricos, en un abrir y cerrar de ojos me la quitarán...

–Kagome –Sango la abrazó–. Eso tal vez no pase. Dices que es una mejor versión que antes, por lo que me has contado... ¿Qué tal si todo sale bien?

–¿Qué tal si no? –se levantó y fué directo al espejo, con un pañuelo se secó la esquina de sus ojos–. Nadie me lo asegura, Sango... Solo... Solo quiero llevarme estos días con cariño, y recordarlos hasta mi vejez, porque si en estos años no he podido olvidar a Inuyasha, dudo que pueda hacerlo más adelante. Moroha, una parte de él, me acompañará siempre.

–Kagome…

–Lo he decidido, Sango, reconsideré decírselo, pero no puedo hacerlo. Soy una cobarde, lo sé, pero mi decisión está tomada. Al terminar esta semana, desapareceré de la vida de los Taisho. Tal vez no me entiendas, pero…

–Kagome –Sango la volteó y le dio un abrazo–. Está bien. Respetaré tu decisión –murmuró en rendición–. No pienso dejarte sola.

Kagome le correspondió y la abrazó con fuerza. Sango estuvo para ella cuando quedó embarazada, y cuando Moroha pasó sus primeros días en el hospital. Necesitaba ese abrazo, necesitaba desahogarse, y sentir ese apoyo que siempre había tenido.

–Sabes que cuentas conmigo para lo que sea… No por nada me has contado todo lo que sucedió antes. Y lo que sucede ahora.

Kagome asintió. Sí, le había dicho en el pasado todo lo que había acontecido con Inuyasha, pero había algo más, algo que nadie sabía. Y ese algo se lo llevaría a la tumba.


Continuará…


¿Esperaban esto? Yo creo que no verdad =D

Y si se preguntan qué pasó entre Sango y Miroku, lo añadiré más adelante. En un extra ;) es algo que no estaba escrito.

¡Nos leemos en otra ocasión!

¡Sayonara!