El enemigo de mi enemigo es mi amigo...

Son muchas las causas que hacen que entre seres humanos existan alianzas. Pero la principal de ellas es la unión contra un enemigo en común. Desde la prehistoria, nos hemos juntado para conseguir un objetivo particular, como, por ejemplo, cazar la comida del día, conquistar más territorio para obtener riquezas, destruir un nuevo emprendimiento en el mercado... En fin, un sinnúmero de situaciones conllevan a este tipo de unión. El problema principal es cuando el objetivo de esta unión se cumple. Algunos quedan aliados para poder enfrentar a otros enemigos; sin embargo, otros... comienzan una lucha de poder, dejando de ser aliados para convertirse en enemigos.

Comenzó un nuevo día, pero los ánimos eran los mismos. Serenity casi no había hablado con Janelle desde ese día. Ya habían pasado tres días desde el incidente con los reporteros y aún no tenía ganas de hablar con nadie; no tenía cara para enfrentar el mundo. Solo podía pensar en lo mucho que odiaba a Seto Kaiba. Es decir, en primer lugar, él fue quien prácticamente la secuestró la primera noche. Él fue quien la llevó a Kaibaround, él fue quien se acercó a ella, la convenció para ir a esa tonta sala de donde luego se escabulleron; él la llevó a su oficina, él fue quien decidió mostrarle los laboratorios, fue quien la invitó a cenar con su cuasi familia, decidió llevarla a su residencia personalmente, fue a verla al concurso, fue quien la salvó de la entrevista, fue quien la consoló hasta quedar dormida, fue quien la descalificó del evento, le pidió que se alejara de su vida y... ¡ÉL FUE QUIEN LA BESÓ! Siempre fue él. ¿Cómo entender a ese hombre? Era el villano más encantador que había conocido, y aunque intentara con todas sus fuerzas deshacerse de esos pensamientos, desde aquella vez en su oficina, siempre eran de él.

— Señorita Serenity, la buscan en el lobby —informó una de las empleadas de la residencia.

Tardó lo más que pudo; había estado evitando a todo el que pudiera. Había recibido decenas de mensajes de Mokuba, Joey, su mamá, amigos... pero prefería no contestarlos. Solo deseaba que fuera domingo para poder irse. Ya era viernes, así que solo tenía que soportar dos días más. No sabía quién podría buscarla; juraba que si era Seto, le daría una bofetada. Si era otra entrevistadora, también iba a considerar la cachetada. Bajó hasta el lobby; se veía muy descuidada, tenía ojeras, el cabello amarrado y vestía ropa de dormir. A estas alturas no le importaba lo que dijeran de ella; la noticia de sus "noches" con Seto aún era primicia para algunos medios.

— ¡Hermanita! —se alegró tanto de escuchar esa voz que salió corriendo a abrazar a ese rubio que estaba parado esperando por ella. La abrazó lo más fuerte que pudo—. Te extrañé tanto, hermanita.

— Joey, pensaba que ya no venías. Porque ya sabes, me descalificaron —su voz se agudizó, el nudo en la garganta se hizo presente. Aún no asumía que había estado un año y medio preparando este proyecto día y noche... Tantos sacrificios para nada—. Pensaba que te vería en casa de mamá.

— Hermanita, ya tenía el pasaje. Aparte, no podía dejarte un minuto más cerca de ese canalla de Kaiba —estaba muy enojado. Ver a su hermanita, el ser más puro que existía, como una más de la colección de ese idiota. La sangre le hervía solo de pensar que ese patán pusiera las manos sobre ella—. Dime que no es verdad esa noticia.

— Obviamente no es verdad, Joey —reclamó molesta—. No te preocupes por Kaiba, él no volverá a estar cerca. —Una tristeza la invadió; una cosa era pensarlo y otra decirlo en voz alta.

— ¿Por qué estabas dormida en su oficina? —cuestionó. Serenity no pudo evitar colocar cara de confusión—. Cuando llamé a Seto, me dijo que estabas dormida.

— ¿Llamaste a Seto? —preguntó—. ¿Cuándo?

— Esa noche. Te llamé un millón de veces; no me contestaste. Ya había recibido una llamada de Mokuba, preguntándome por ti la noche anterior. Lo menos que me imaginé es que estarías cerca de él. Te dije que no era un hombre de confianza, es un... —y aquí empezaba el sermón.

— JOEY —gritó para llamar su atención—. ¿Qué hablaste con Seto?

— Le dije que se alejara de ti. Las personas que están cerca de él solo salen lastimadas —confesó—. Él estuvo de acuerdo conmigo en que no podías trabajar para su compañía, no después de esa noticia.

— ¿Le pediste que me descalificaran?

— Le dije que era la única forma. Tu equipo era el favorito, tenías muchas posibilidades de ganar. Y tú no puedes estar cerca de él. Tienes prohibido hacerlo —ordenó. Hubo un silencio. Serenity armaba un rompecabezas. Joey fue quien lo hizo cambiar—. Hermanita...

— ¿Tienes alguna idea de cómo la he pasado estos últimos días? —lucía muy irritada, estaba enojada. Había sido genial ver a su hermano, hasta descubrir que también era culpable—. ¿Tienes alguna idea de cómo me sentí cuando me descalificaron? ¿Cómo me sentí cuando descubrí que había sido culpa de Seto? ¿Cuando me besó y tuve que irme de su oficina por el odio que le tenía? Joey, no tienes idea.

— ¿Seto te besó? —él le había jurado que no tenía nada con su hermana. Ese idiota lo había engañado y ahora estaba haciendo que su hermanita estuviera en su contra.

— JOEY... Eso no es lo importante. Me descalificaron, ¿entiendes? —intentó explicar cómo se sentía, pero Joey no tenía mente para comprender; estaba cegado por los celos.

— ¿Cómo pudo besarte? Es un idiota —él seguía en su burbuja.

Serenity no emitió más comentarios. Se dio media vuelta y subió nuevamente a su habitación. No quería saber de Joey; ya era suficiente con los problemas que tenía que enfrentar. ¿Dónde iba a conseguir trabajo ahora con esa reputación? ¿Quién iba a contratar a la chica que había estado con Kaiba? Tanto estudiar para terminar siendo la ramera de alguien. Era un desastre su vida; su imagen pública había sido destruida. Solo quería dormir y esperar que el fin de semana pasara para ir a su casa.

— Serenity, sé que no quieres hablarme —Janelle entró en la habitación. Serenity solo estaba acostada—. Pero no es la gran cosa; créeme, encontraremos algo mejor que esos puestos en KaibaCorp. —No recibió respuesta de su amiga—. Alguien vino a verte... —se levantó de golpe; deseaba que fuera Seto, tenía que hablar con él.

— Mokuba... —mencionó su nombre al ver de quién se trataba.

— Serenity. Lo siento por aparecerme así, aquí. Solo quiero saber cómo estás —se notaba muy preocupado. Los compañeros de Serenity le habían dicho que no había salido de la habitación en estos días—. Quiero que sepas que no estoy de acuerdo con las decisiones que tomó mi hermano.

— Da igual. Así no me descalificaron; lo más seguro es que no ganara el evento. No creo que esas noticias le agraden al jurado —se sentó al borde de la cama. Tenía ojeras de tanto dormir.

— Siento mucho lo que pasó. Seto y yo estamos haciendo lo posible por eliminar toda esa noticia de los medios.

— Gracias, Mokuba —sonreía. Mokuba se estaba esforzando por hacerla sentir bien; solo tenía que fingir que estaba bien y él se iría—. No es culpa de nadie.

— Serenity... Vamos a salir. Hoy es la inauguración de Kaibaround. Tenemos que ir.

Kaibaround... ¿Cómo olvidar su comienzo de semana en aquella atracción? Fue el inicio de todo. Le quería decir que ya la había probado y que no le interesaba, pero eso sería romper su promesa con Seto.

— Mokuba, se armaría un escándalo. Solo de que tú estés ahí... —tenía razón; una figura tan pública como Mokuba no podía hacer presencia en una multitud como esa. Mokuba sonrió; tramaba algo...

— Serenity, por años he estado en las inauguraciones de todas las atracciones. Siempre he pasado desapercibido. Sé lo que tenemos que hacer —Serenity estaba intrigada, pero admitía que tenía un poco de miedo.

En la torre de KaibaCorp estaba el presidente de la industria, sumergido totalmente en sus pensamientos. Se había distraído mucho esta semana con el evento y había dejado de trabajar en lo más importante... los negocios. Tenía una pila de papeles en su escritorio que debía leer, muchas telecomunicaciones que responder y empleados que despedir. Estaba concentrado y enfocado en organizar su agenda; había mucho por hacer. ¿Cómo es que existen personas tan ineficientes? Solo habían pasado cinco días y ya KaibaCorp parecía un circo. Por suerte, Ronald logró mantener todo bajo control. Un recuerdo fugaz de su beso con Serenity apareció sin aviso. Idiota Joey, todo por respetar su rol de hermano mayor. A todas estas, ¿qué hacía complaciendo a ese chancho? Si quería estar con su hermanita menor, lo podía hacer. Se había imaginado en muchas ocasiones que sería saludable tener un rostro lindo caminando por la compañía. Serenity era digna de estar en su empresa, no como otros ganadores de ese fulano concurso que su hermano había contratado.

— Señor Kaiba, Wheeler ha venido a verlo —anunció por el comunicador su asistente.

— Haz que pase.

¿Wheeler? Era inadmisible aceptar que deseaba ver a la muchacha más que a nadie. Su imaginación se apoderaba de su cerebro; estaba enojado. Sus emociones no podían dominarle. Aunque suprimiera cada recuerdo de la última semana, el aroma de su perfume había quedado grabado en su cabeza, ese recuerdo estaba latente. Había logrado no pensar en ella, pero escuchar su apellido lo hizo retirar a la basura todo su esfuerzo por no pensar en la chica. Quería verla, quería que fuese ella la que entrara por esa puerta. Pero era muy bueno para ser cierto; sabía que la desagradable cara de Joey aparecería para gritarle...

— ¡KAIBAAA! —justo como pensaba. Era el idiota de esa familia—. Una cosa ya era que mi hermanita trabajara para ti, pero otra... otra —Seto solo preparó los oídos; aquí venía lo peor—. ¡OTRA COSA ES QUE BESARAS A MI HERMANA!

¿Qué? ¿Cómo él sabía eso?... ¿Ella le habría dicho algo? Si le dijo, ¿qué le dijo? Ese beso lo había torturado estos días que pasaron, y lo torturaba más querer saber qué había significado para ella.

— OYE, TARADO, ¿ME ESTÁS ESCUCHANDO? —lo obligó a salir de sus pensamientos. Estar tranquilo ante esta situación era su venganza contra Joey. Sabía que lo enloquecería si le era indiferente—. ¡SETO!

— Wheeler, deja de actuar como un neandertal —ordenó. Aún se encontraba sentado detrás de su escritorio.

— Kaiba, jamás te voy a perdonar haber lastimado a mi hermana —habló con la mayor sinceridad que pudo—. Tenías que verla esta mañana cuando la fui a ver. No era ella, estaba tan resignada, descuidada. —Un nudo en su garganta apareció cuando recordó cómo su hermana lo había dejado solo—. Sé que para ti representa una más, pero ella es todo para mí. Sé que jamás lo entenderás. La impotencia que me dio ver a mi angelical y dulce hermanita degradada en todos los noticieros de chismes... Sé que moralmente la destruiste. No sé ni para qué te digo esto... tú no lo entenderás... —era inútil; Seto Kaiba era la persona con menos sentimientos que conocía.

— Wheeler... —tomó su atención. Después de escuchar atentamente cada palabra, para él era un puñal saber que ella estaba mal—. Yo jamás quise lastimar a Serenity. Lamento todo lo que pasó. Estoy dispuesto a darle un puesto en la compañía, si ella lo desea. —Se levantó, quería que Joey entendiera que él estaba (por única vez) de su lado.

— ¿Para qué? ¿No crees que ya tuvo suficiente humillación? —sus manos estaban tan apretadas del coraje que sentía. Dentro de todo sabía que Seto no tenía la culpa—. ¿Qué van a decir después de eso? ¿Se acostó con su jefe para conseguir un puesto? —la sangre le hervía por dentro.

— Joey... —bajó su mirada. Aún no tenía las palabras para expresar lo que sentía. La verdad, él no sabía lo que sentía. Sin previo aviso, un puño aterrizó en su mejilla—. Pero... ¿qué diablos?... WHEELER, BASTARDO, ¿cómo te atreves? —lo empujó, hasta hacerlo caer al suelo.

— Esto es por besar a mi hermana —se levantaba del suelo con un poco de dificultad; el empujón de Seto había sido muy fuerte y rápido. Estaba mareado.

— Eres un bastardo —respondía, mientras se llevaba la mano a la mejilla. Pudo esquivar con rapidez parte del golpe, pero Joey había logrado que sus encías sangraran—. Por cierto, tu hermana besa muy bien... —Seto siempre sabía pegar donde más le dolía. Una sonrisa arrogante se dibujó en su cara; Joey quería pelear, pues adelante.

Un rubio y una pelinegra caminaban con tranquilidad a lo largo y ancho de las instalaciones del parque Kaiba. Parecían unos turistas genuinos, aunque por debajo de la ropa y los accesorios estaban sus verdaderas identidades. Mokuba le había insistido mucho a Serenity para que salieran, ya que ella no quería ser vista en público en los próximos mil años, y se le ocurrió la genial idea de adoptarla como pupila en sus enseñanzas del disfraz.

— No puedo creer que hagas eso seguido —una castaña, disfrazada de pelinegra, estaba impresionada con su cambio de look. No solo parecía otra, se sentía como otra.

— Es mi secreto para poder ir a donde quiera, cuando quiera —se reía; la situación era muy graciosa—. Mi nombre es Deorsa, soy escocés y tengo dos hijos pequeños —imitó a la perfección su acento escocés.

— ¿Tienes hasta una identidad? —era increíble todo lo que había ingeniado solo para poder caminar como una civil entre las personas—. ¿Y yo, quién soy?

— Quien tú quieras. Ya no eres Serenity la de las noticias. Hoy eres... lo que tú quieras ser —se rieron; era una locura. Pero ya muchas cosas no tenían sentido, ni importancia.

— Seré Hailey, una estadounidense —también imitaba, su acento español extrañamente pronunciado.

Caminaron sin llamar la atención por todo el parque. Mokuba tenía reservados unos pases VIP para poder montarse en todas las atracciones sin tener que esperar las largas filas. Había dado con la solución a todos los conflictos mentales que tenía; juraba que era una especie de ángel que la salvó de su agonía. Estaba tan distraída que se había olvidado de todo por lo que estaba molesta. El parque tenía una temática muy particular; sentías que estabas en otra dimensión. El mundo de fantasías y las sensaciones que te brindan hacían agudizar todos los sentidos. No había forma de que no te sintieras especial estando en aquel lugar. Ya era hora de sentarse a comer, por lo que fueron a uno de los muchos cafetines que se encontraban allí.

— Hola, Deorsa. Qué gusto verte de nuevo —por Dios, alguien los había descubierto.

— Hola, Katsuro —sonrió, saludando; él ya sabía que conocía su disfraz ante el público—. No sabía que te gustaba venir al parque.

— En verdad, tenía una reunión en KaibaCorp para un proyecto de un nuevo parque... pero al parecer Seto la canceló a último momento —explicó, sonriendo a la joven que estaba con Mokuba. Se dio cuenta al instante de quién se trataba—. Así que vine a dar una vuelta al parque, y me salió bien porque pude volver a verte, Serenity.

— Hola —saludó rápidamente. El mundo de mentira que había creado horas atrás se había derrumbado por su torturadora realidad. Seguro ya había visto las noticias.

— Qué raro que mi hermano cancelara una reunión de una nueva inversión —era muy raro; él no solía hacer eso.

— Mokuba... ¿qué es eso? —señaló hacia una dirección que lo hizo voltear. Con habilidad, le quitó el peluquín rubio que ocultaba su identidad—. ¡MOKUBA KAIBA! —gritó por todo el cafetín. Todos los presentes enloquecieron.

Pareciera que una estampida de toros hubiera sido liberada; todos corrían enloquecidos hacia Mokuba. Todos querían hablar con él, tomarse una foto, muchas otras querían besarlo. Se volvió una total locura. Los guardaespaldas que se encontraban a algunos metros intervinieron casi inmediatamente. Intentó buscar a Serenity, pero unos guardaespaldas no se lo permitieron; debía evacuar el lugar por su seguridad física. Había sufrido algunos moretones; dos mujeres lo golpearon en el desespero de tomarse una foto con él.

— Estúpido Kaiba —se quejaba un rubio, sentado mientras la enfermera le trataba sus moretones.

— Tú empezaste, Wheeler —sonreía victoriosamente; le había dado una buena paliza, aunque también había recibido unos golpes que le dolían.

— Quédense aquí —ordenó la enfermera—. No se muevan porque les va a doler. Tienen que esperar que los medicamentos hagan su efecto.

La asistente de Kaiba había escuchado algunos extraños ruidos que provenían desde la oficina de Seto. Decidió entrar para ver qué ocurría y fue cuando vio la terrible pelea entre estos dos hombres. Llamó inmediatamente a seguridad para que los separara. Habían sido trasladados a la enfermería del edificio; Joey sangraba por la nariz, y Seto, por su lado, se había lastimado la mano.

— ¿Qué pasó aquí? —un Mokuba entraba a la oficina, sorprendido de ver a su hermano con un vendaje en la mano, y Joey también con vendaje y la cabeza mirando hacia arriba para detener la hemorragia—. ¿Se volvieron locos?

— Tu... hermano besó... a mi hermanita... —intentó decir Joey; tener la cabeza mirando hacia arriba dificultaba entender lo que decía.

— ¿Besaste a Serenity? —ya sabía que a su hermano le interesaba la chica, pero no se imaginó que tanto—. ¿Era ella quien se quedó a dormir el día del baile en la mansión? —Mokuba ya tenía sospechas, pero ahora estaba totalmente seguro.

— ¿Quién te dijo que alguien se quedó a dormir? —Serenity había faltado a su palabra, o quizás fue Hobso.

— Saki me dijo que teníamos una invitada. No sabía bien de quién se trataba —confesó el pequeño. Joey aún estaba incrédulo; su hermana era inocente, pero no estúpida. Seto solo guardó silencio; por primera vez, el gran Seto Kaiba no sabía qué decir.

— ¿Dormiste con mi hermana, Kaiba? —una bestia enfurecida había aparecido en los ojos del rubio.

— No malinterpretes, Wheeler —intentó calmarlo; sabía que esto se veía muy mal. Su única preocupación era que Mokuba no descubriera la verdadera historia.

— ¿Por qué me dijiste que la llevaste a su residencia? —estaba muy confundido; ¿por qué le había mentido?

— Mokuba —llamó la enfermera—. No te preocupes, solo son un par de rasguños; en un par de días van a desaparecer.

— ¿Qué te pasó? —preguntó Seto, intentando cambiar el tema. Había hecho la nota mental de despedir a la cocinera; les había hecho firmar un contrato de confidencialidad incluso a todos sus empleados para que estas cosas no ocurrieran.

— Katsuro... —culpó, estaba enojado con él—. Estaba en el parque con Serenity, con mi disfraz para que nadie me reconociera. Me quitó el postizo y gritó mi nombre. Una ola de personas enloqueció, todo se volvió un caos.

— ¿Dónde está mi hermana?

— No sé, la perdí entre tanta gente —no sabía nada de ella; los guardaespaldas lo habían logrado salvar de toda la multitud, pero la había perdido totalmente de vista.

— Está con Katsuro —apretó los puños con fuerza. El enojo lo invadió—. Hizo todo eso para quedarse a solas con ella.

— ¿Quién es Katsuro? —preguntó Joey; ya se le hacía conocido el nombre de algún lado.

— Katsuro Shiraoka —contestó Mokuba—. Es el mayor distribuidor de cartas del mundo. Además, es uno de los mayores socios de la academia de duelos de KaibaCorp —contestó muy tranquilo, mientras se veía el rasguño que le había hecho aquella chica.

— Sí, ya sé quién es —no lo reconocía por su primer nombre; él distribuía todos los decks que eran aprobados por Joey.

— ¿Cómo puedes estar tan tranquilo cuando Serenity está con ese hombre? —estaba indignado que Joey se tomara tan a la ligera toda esta situación. Él parecía un volcán de furia que tenía.

— Prefiero que esté con quien sea antes que contigo —ahora sí estaba totalmente ofendido. Joey y él tenían una rivalidad eterna, pero que prefiriera que su hermana estuviera con ese... era más que un insulto.

— Wheeler... ¿no sabes por qué Katsuro se divorció de su exesposa, verdad? —preguntó. Joey lo miró intrigado.

No había que ser un genio como Seto Kaiba para deducir que Katsuro lo había planeado todo para poder quedarse con Serenity. Justo cuando comenzó a enloquecer, él la jala por el brazo y corren para alejarse del caos. Serenity estaba un poco confundida, pero comprendió enseguida todo lo que había pasado. Katsuro había planeado todo esto desde que los vio.

— No puedo creer cómo enloquecen las personas —decía la joven castaña, quien ya se encontraba a unos cuantos metros lejos de la escena donde ocurrió el incidente—. ¿Por qué le hiciste eso a Mokuba? —estaba muy molesta.

— Perdón, Serenity. Era solo para poder hablar contigo —se disculpaba; realmente sentía lo ocurrido—. Desde hace días que he querido hablar contigo. Te he llamado, pero no me atiendes.

Serenity solo permaneció en silencio. Aunque había pasado bien con Mokuba y por un instante había olvidado todo lo ocurrido, la realidad la consumía. Tendría que superar este episodio; ella deseaba ganar ese concurso, era un reto personal. Trabajó duro, se esforzó para poder ganar. Sus propios compañeros no se merecían esto; ellos también habían trabajado duro.

— Serenity... las razones por las que descalificaron a tu grupo son totalmente inválidas —explicó. Ella abrió los ojos y lo miró; quería saber a qué se refería—. En las bases y condiciones del evento, no existe ninguna regla que impida que los participantes den sus declaraciones. Incluso se respeta la libertad de expresión.

— Entonces... ¿por qué se inventaron todo eso? —ya sabía; todo fue el plan de Seto y Joey para que ella no trabajara para KaibaCorp.

— No sé; tu equipo era el favorito para ganar. Lo sé porque yo era de los jurados —confesó—. Intenté llamarte todo este tiempo para explicarte.

— He recibido muchas llamadas de números desconocidos. La mayoría eran reporteros que querían comprar mi historia con Seto —le explicó; aún la avergonzaba que pensaran que ella estuviera con Kaiba solo para ganar el concurso. Es decir, él ni siquiera era jurado.

— Serenity, sé que esa noticia es mentira. No tienes que sentir vergüenza conmigo —era muy sincero en lo que decía—. Lamento lo que ocurrió; a mí me pasó lo mismo hace poco. Casi pierdo mi trabajo. Mi exesposa inventó muchas cosas sobre mí y, aun cuando sabía que ponía en riesgo mi imagen...

— ¿Cómo lograste callar a los medios? —necesitaba su secreto.

— Un cheque con muchos ceros para mi exesposa, quien desmintió todo lo que había dicho, y también otra suma de dinero para actos de caridad y beneficencia para limpiar mi imagen ante el público —explicó; no se sentía orgulloso, pero tuvo que hacerlo—. Sé cómo te sientes.

— Se me había olvidado que gran parte del mundo funciona así —le dedicó una sonrisa—. Pero igual no es justo lo que le hiciste a Mokuba; podías haberle pedido hablar unos segundos conmigo.

— Lo lamento. Le pediré disculpas al rato, te lo prometo.

La tarde pasó más rápido de lo usual; estos últimos días habían sido una pesadilla existir en este planeta. Serenity, por su parte, solo se resignó a caminar junto con Katsuro por las instalaciones del parque. Él estaba totalmente en el anonimato; nadie sabía de su existencia. Debía ser agradable pasar desapercibido. Aunque muchos de los turistas se quedaban observando de vez en cuando, nadie lo conocía, pero aun así llamaba la atención; era un hombre muy elegante. Era agradable charlar con él; conocía un mundo nuevo. Katsuro era un hombre muy atento y agradable.

— Serenity, ¿quieres subir al Kaibaround? Me dijeron que el efecto de transparencia era el mejor programa —Serenity dudó; no tenía ganas de subirse a la atracción que más recuerdos de Seto le traía—. Por favor, no te puedes ir sin subirte; además, tengo pases especiales.

No se podía negar; ¿qué diría?, no quiero porque me recuerda a Seto. Hasta pensarlo sonaba patético. Quizás ahora, cuando se suba acompañada de Katsuro, generará un buen recuerdo de esa atracción. La había evitado todo el día. Una parte de ella quería hablar con Seto, y la otra le decía que era inútil. Él fue quien decidió apartarla de su vida. Ella no iría a buscarlo, no señor. Los pasillos privilegiados que conducían a la atracción ya se los conocía; era la segunda vez que estaba ahí, era inevitable. Quizás esto sería una mala idea.

— OYE, TÚ, ¡ALEJATE DE MI HERMANITA! —sí, en definitiva, una muy mala idea. Un Joey había aparecido, quien sabe de dónde.

— ¿Disculpa, me hablas a mí? —estaban muy confundidos; ¿por qué Joey se aparecía así y gritaba esas cosas?

— Sí, estoy hablando contigo —se acercó lo más rápido que pudo a la escena. Katsuro estaba alerta; sabía que debía mediar la situación porque estaba muy tensa—. Serenity tiene un hermano, ¿crees que no sé tus intenciones, pervertido?

— Disculpa; creo que esto es un malentendido. Yo no sé de qué hablas —retrocedió unos cuantos pasos. Joey se había posicionado al frente de Serenity. No entendía bien por qué aquel joven le estaba gritando, pero sí sabía que en cualquier momento debía esquivar un golpe.

— ¡JOEY, BASTA! —exigió; ¿qué estaba haciendo?—. Tienes que tranquilizarte.

— NO, ESTE HOMBRE ES UN PERVERTIDO. BÚSCATE A OTRA QUE NO TENGA HERMANO PARA DEFENDERLA —gritaba; hoy Joey iba a batir un buen récord e iba a entrar directo a la lista de hermanos más celosos del milenio.

— JOEY, DETENTE.

Los guardias de seguridad, ante aquel alboroto, ya se habían puesto alerta. Joey empujó a Katsuro. Tenía que alejarlo lo más que pudiera de su hermanita. Seto ya le había contado que el divorcio había sido causa de intentar seducir en múltiples ocasiones a la hermana menor de su esposa. Después del divorcio, en varias ocasiones se vio envuelto también en escándalos pasajeros con una que otra mujer. Todas alegaban lo mismo: que al principio era un caballero y luego un total patán. Katsuro, con gran habilidad, logró esquivar varios de los intentos de Joey por pegarle; la gente salía corriendo de la fila. Los guardias lograron separarlos, pero Joey seguía luchando para darle una lección a ese canalla.

— Vamos, Serenity, tenemos que irnos —le susurraba una voz por detrás, mientras la jalaba por el brazo.

— Seto —le costó reaccionar. Pensaba que no volvería a escuchar su voz. Era él—. ¿Qué te hace pensar que me iré contigo? Tengo que detener a Joey... Él... ¿qué haces?

Seto había cargado a Serenity, como aquella vez en la sala VIP del domo Kaiba. Le ordenó al operador de cabina que abriera las puertas de la atracción. Ella no iría a ningún lado, y menos detrás de ese hombre. Aunque Serenity luchara por zafarse del agarre de Seto, no podía. Seto era muy fuerte; aunque no la estaba lastimando, sí la tenía bien sujeta para que no se fuera a ningún lado mientras las puertas de la atracción se cerraban a sus espaldas. Terminó de soltarla. No sabía qué había hecho. Siempre que ella estaba involucrada en la situación, él era más impulsivo de lo habitual.

— ¿Se volvieron locos, tú y Joey? —preguntó muy confundida. Seto solo sonrió; Mokuba había dicho exactamente la misma pregunta—. No me parece gracioso, Seto.

— A mí tampoco me parece gracioso que andes saliendo con ese sujeto —dijo muy clara y firmemente. Su rostro era sinónimo de seriedad. No iba a ceder en su posición.

— Que tú lo odies no significa que no me involucre a mí —alegó, y tenía toda la razón. Seto lo sabía, pero aun así, ella no podía estar con él.

— A tu hermano tampoco le parece correcto que salgas con ese sujeto —volvió a argumentar. Cruzó los brazos; no tenía argumentos válidos, solo no quería que ella estuviera con él.

— ¿Desde cuándo tú y Joey son tan cercanos? Que yo sepa, él odiaba que estuviera contigo; prefería que estuviera con cualquier otro —deducía. La actitud de seriedad de él comenzó a cambiar. Ella tenía todos los argumentos para ganar este debate—. No será que estás...

— NO —se negó ante la posibilidad. Seto Kaiba no podía sentir celos, y menos por culpa de una mujer. Aunque admitió que por ella sí valía la pena sentir celos, pero solo porque no quería que ese sujeto ganara y se quedara con ella. Su orgullo estaba en juego.

— Admítelo... Seto —pronunció su nombre lentamente. Veía cómo se inquietaba. Le causó gracia tener tanto efecto sobre él.

Se acercó lentamente, rozó con su mano uno de los brazos cruzados de él. Estaba tenso, pero al sentir el contacto de su piel con la suavidad de la mano de ella, aflojó totalmente. Parecía un hechizo; contra ella no podía. Sus ojos se clavaron en los de ella. Era ella quien se acercaba, pero era él quien más quería. Serenity siguió recorriendo su brazo hasta llegar a sus manos y deshacer el nudo que tenía. Rompió todas las barreras y logró acortar la distancia que los separaba. Ahora fue ella quien tomó la iniciativa; se alzó lo más que pudo y le dio un suave y muy tímido beso.

¿Qué era eso que sentía cuando la besaba? Él no sabía. Pero se sentía tan bien; tenía que ser alguna especie de droga. Una emoción comenzó a llenarlo, desde el centro de su estómago y se extendió hasta cada punta de sus dedos. Quería más, quería más de ella. Casi como si su vida dependiera de ello, la rodeó con sus brazos, obligándola a perder todo tipo de distancia que tenían. La besó, se entregó totalmente a eso. Descargas de electricidad recorrían sus cuerpos; quizás era adrenalina, oxitocina, dopamina... la hormona que sea. Se sentía bien. Esta vez se separaron para tomar aire, pero no fue como en el primer beso, que se separaron totalmente. Solo respiraron lo justo y necesario, y luego continuaron en su ardua labor de comerse vivos.

— Sé que se dijo mucho sobre mi ruptura con mi esposa, pero... te aseguro que nada de esos rumores son ciertos —decía muy sinceramente. Joey ya se había calmado—. Tu hermana es una excelente mujer. Es una lástima que haya sido descalificada.

— Viejo, disculpa el arrebato —se disculpó; aún le dolían los golpes que le había dado Seto horas antes—. Es que cuando se trata de mi hermana, me pongo así. No quiero que nadie ni nada la lastime —explicó—. Por cierto, soy Joey Wheeler —se presentó.

— Sí, sé quién eres —confesó—. Gran duelista. Yo soy Katsuro, no soy muy especial; solo un empresario.

Los guardias de seguridad los habían echado de las instalaciones del parque. Estaban vetados por un año del parque por causar disturbios públicos. Katsuro tenía que limpiar su imagen; se tomó su tiempo para explicar toda la historia tras los rumores de su separación. Joey estaba excéntrico, pero aun así parecía que le decía la verdad; si no, no se hubiera tomado tantas molestias en explicar su historia. La tarde siguió su transcurso; llegó la noche y se volvió a ir...

— Pero no entiendo, ¿por qué te irás? —preguntó el rubio muy confundido.

— ¿Qué esperas, que me quede a ver quién gana el concurso que quería ganar y de donde me descalificaron? —terminaba de hacer su maleta; había adelantado el pasaje, no quería estar un día más en esta ciudad, se quería ir.

Seto estaba más estricto de lo usual, y ya de por sí era bastante estricto. Había mucho por hacer; un nuevo parque no se construye solo. Retrasar esa reunión había sido un grave error. Se hizo una nota mental donde nunca más iba a permitir cancelar reuniones por visitas inesperadas. Toda la situación con la familia Wheeler lo había desconcentrado demasiado. Su nuevo dolor de cabeza era cómo iba a hacer para negar los recursos de los nuevos ganadores del evento. Eran una pérdida para la empresa; su proyecto solo les iba a dejar un 10% de ganancia y necesitaba alguna excusa. Ya había estado considerando aceptar la propuesta de aquel inversionista; era una brillante idea alegar que, por el momento, la inversión de KaibaCorp se iba a destinar a esa propuesta.

— Seto, Serenity se va a ir en pocas horas y estás aquí sentado —Mokuba otra vez fastidiando.

— ¿Qué esperas, que vaya a buscarla para despedirme? Ella no se quiso quedar —le contestaba; ya el tema de la señorita Wheeler lo tenía agotado. Todos esperaban que él hiciera algo.

— Aunque sea despídete. Ten modales, Seto —regañaba el menor. Seto lo ignoró. No quería comenzar una discusión donde tenía que justificar su comportamiento.

No hacía falta que se lo dijeran; sin necesidad de mirarse en un espejo, no conseguía concentrarse. Andaba despistado, todo lo hacía mal; era un desastre y no sabía qué estaba pasando. Comenzaba a desesperarse; era tan grande lo que sentía que tenerla lejos no bastaría. ¿Qué era esa frustración que hacía presencia cada vez que le llegaba la idea de rozar sus labios nuevamente? No podía dormir; algo le robaba su tranquilidad. Alguien había bordado con hilos de necesidad su recuerdo. Era una tortura pensar que había sido él mismo quien permitió que llegara hasta estas circunstancias. ¿Qué era eso que lo levantó? ¿Qué lo empujó a irla a buscar? ¿Qué era eso que lo guiaba? Fielmente obedecía cada instrucción; era un sentimiento, casi una obsesión.

Ella estaba ahí, con su cara de ángel, pacientemente esperando. Descargas de energía le iban quitando la razón con cada paso que daba hacia ella. Se detuvo al ver lo feliz que se veía; no parecía anhelar su estadía en esta ciudad. No sabía qué era eso que sentía; era confusión, mezclada con ira o tristeza. No podía tomar una decisión; solo estaba ahí parado, como quien se queda viendo un hermoso paisaje. Finalmente, llamaron a los pasajeros de su avión; era su última oportunidad. Tenía que dejarla ir; ella sería feliz. Él no podía ser egoísta, no con ella. Sintió cómo algo se le arrancaba del pecho y lo dejaba vacío.

— Adiós, Serenity —fue su último pensamiento antes de perderla totalmente de vista.

Su verdadero enemigo era su orgullo.