La cena...

"Los fanáticos de Joey Wheeler se sorprendieron con la última publicación del duelista en sus redes sociales, anunciando su compromiso con la también famosa duelista Mai Valentine. La ceremonia de cena de compromiso será el próximo fin de mes, en las instalaciones del Hotel Palace..." Así comenzaba el artículo de la revista "PaShow", donde estaba una foto de la pareja de Mai y Joey, con una breve entrevista que les habían hecho. Pronto sería el tan esperado casamiento. La famosa pareja había decidido casarse antes de fin de año; ya habían postergado por mucho tiempo su relación.

—¡Te tengo nuevas noticias, Seto! —anunció entrando al despacho.

Kaiba se apartó de la portátil y fijó su vista en Mokuba, para encontrarse con la cara de su hermano menor muy emocionado, con una gran sonrisa de lado a lado. Tenía en sus manos una invitación para la cena de compromiso de Mai Valentine y Joey Wheeler. Solo sonrió de medio lado y negó con la cabeza. Esta reunión sería una clara pérdida de tiempo; ya había tenido suficiente de los Wheeler por un buen tiempo. La empresa apenas salía de las repercusiones causadas en la semana de la tecnología. Además, no le gustaban esas reuniones; eran cursis y poco beneficiosas para sus metas personales.

—Vamos, podrás ver a Yugi y pedirle un duelo. —seducía inteligentemente su hermano—. Esta cena estará llena de muchos medios de comunicación, donde publicitar el nuevo Kaibaland, además de poder molestar a Joey.

Disparó donde debía, despertando el interés de Seto. Mokuba lo conocía muy bien; no podía perder la oportunidad de desafiar a Yugi, y menos por no querer ver a unas personas sin significado para él. Se sentía patético al solo pensar que estaba evitando a los Wheeler. Él es el gran Seto Kaiba, no necesitaba esconderse de nadie. Iría, no solo por Yugi, sino también para molestar a Joey y obtener un poco de publicidad gratuita para su nuevo parque. Matando varios pájaros de un tiro.

El gran día había llegado. Serenity terminaba de dar los últimos arreglos al gran salón; ya casi era la hora de la cena y ella seguía sin arreglarse. Todo había comenzado hace casi dos meses, cuando Joey y Mai dieron la gran noticia de que se iban a casar. Todo era alegría hasta que comenzaron los preparativos para la boda; los novios no podían ponerse de acuerdo en nada. La boda casi se canceló tres veces, por lo que, inocentemente, se ofreció a planificar todo, sin saber el gran trabajo que conllevaba. Aun cuando habían contratado a una agencia de wedding planner, había muchas decisiones que tomar. Eran casi las 8 de la noche y ella no se había bañado aún; por suerte, Téa y Yugi llegaron a reemplazarla.

Nuestra protagonista, como era de esperarse, había sido elegida para ser la dama de honor de la boda. No imaginaba que ser dama de honor sería un trabajo tan arduo; una larga lista de quehaceres la había mantenido ocupada. Desde los preparativos para la cena, la reserva del salón, la decoración, la organización, la despedida de soltera, el vestido de la novia y muchas otras responsabilidades que jamás imaginó que había tras la planificación de una boda. Eso de ser dama de honor, sin duda, era una trampa; no tenía nada de honor. Sin embargo, no le importaba mucho; logró superar su depresión y distraerse. Poco a poco, el terrible episodio de la semana de la tecnología quedaba en el pasado. Ahora solo se ocuparía de que Mai y Joey tuvieran la mejor boda del año.

Tenía solo una hora para arreglarse; el tiempo corría, así que decidió darse prisa. Por suerte, había seguido el consejo de su mamá de arreglarse el peinado la noche anterior; ahora solo le quedaba bañarse, el maquillaje y su hermoso vestido beige.

—¿POR QUÉ LO INVITASTE? —reclamaba a su novia.

—¿Por qué no lo invitaría? —preguntó despreocupada; ya se había acostumbrado a los berrinches del rubio—. Es uno de nuestros conocidos. Además, no pensarás que invitaré a Mokuba sin invitar a su hermano, ¿o sí?

—Mokuba sí; es que, ¿por qué él tiene que ir a mi cena de compromiso? —se volvía a quejar.

—Joey, ya basta. —advirtió—. Esta noche tiene que ser especial, porque no tendremos otra igual. Tu hermana y nuestros amigos se han esforzado mucho para hacernos esta noche inolvidable y tú no lo vas a arruinar. ¿Te queda claro? —el rubio frunció el ceño; por más que odiara la idea, ella tenía toda la razón.

Cuando eran las 9 en punto de la noche, ya muchos invitados estaban llegando. Este sería uno de los eventos del año; no todos los días se casa una leyenda del duelo de monstruos. En uno de los salones de festejos más prestigiosos de la ciudad se llevaba a cabo la cena de celebración de compromiso; la lista de invitados era amplia. Varios medios estaban cubriendo la noche, desde revistas, portales web y noticieros de televisión. El salón estaba ubicado en uno de los últimos pisos del hotel Palace, famoso por su hermosa vista. La decoración era muy moderna; había una gran tarima al fondo, con los músicos, varias barras de bebidas con los mejores bartenders de la ciudad, y una gran barra de comida para todo tipo de gustos.

La pareja recibía a todos los invitados para luego tomarse una foto de recuerdo con cada uno. Los invitados variaban entre familiares, conocidos muy cercanos y personajes del mundo de los duelos. Grandes duelistas como Kei, Makoto, Jaden, Aster, entre otros...

—Mai, Joey. —saludó con una gran sonrisa, tras abrazarlos—. Felicidades. Me emociona mucho que se vayan a casar.

—Gracias, Mokuba; nos alegra que nos puedan acompañar esta noche. —agradecía la rubia.

Mai recibió a los hermanos Kaiba con gran emoción; era una novia muy hermosa. Joey abrazó a Mokuba en gesto de saludo y fulminó con la mirada a Seto. Acto que no pasó desapercibido por nuestro ojiazul; un choque de miradas comenzó en ese momento, pero tuvieron que ceder, ya que Mai golpeó a Joey en uno de sus costados. Una sonrisa cínica apareció en el rostro del castaño; ya había logrado uno de sus tres objetivos. Solo faltaba Yugi, dar un par de declaraciones y se podría ir tranquilo de la reunión.

—Te estaré vigilando de cerca, Kaiba. —amenazó—. Solo tuviste mucha suerte la última vez.

—Wheeler, cuando quieras, sabes dónde encontrarme. —sonrió—. Siempre me complacerá mostrar que soy superior.

—Te lo advierto, aléjate de Serenity. —amenazó el naciente hermano sobreprotector.

Un vacío se sintió en el estómago de Seto. Escuchar su nombre después de tanto tiempo ocasionó un estado de incomodidad que invadió cada parte de su cuerpo; una oleada de calor pasó por toda su piel, para luego dejarlo frío. Había logrado ignorar el hecho de que ella estaría esa noche, pero sencillamente no podía estar indiferente cuando se trataba de ella. No respondió ante la amenaza de su rival; tragó hondo y dio una sonrisa incómoda. Comenzaba a pensar que había sido una terrible idea ir esa noche. Mokuba y Seto terminaron de tomarse la foto con la pareja, recibieron su cóctel de bienvenida y fueron guiados hasta su mesa.

—Es increíble la decoración, ¿no lo crees, Seto? —le decía a su hermano, pero este se encontraba muy distraído, buscando a su próximo objetivo—. Leí que Serenity estuvo a cargo; le quedó todo genial, ¿no crees? —otra vez su nombre lo ponía a sudar frío.

—Supongo. —contestó, intentando disimular su nerviosismo.

No sabía por qué le pasaba esto justo ahora; aunque se lo negara a sí mismo, el saber que la vería otra vez lo emocionaba un poco. Por eso estaba debatiéndose si quedarse a buscar a Yugi o irse en ese momento. Iba a necesitar más que un cóctel de bienvenida para poder estar en aquella reunión por más de dos horas. Tenía que eliminar esa sensación que nacía de sus entrañas, que lo impulsaba a buscar su cara entre las personas. Se sentó en uno de los extremos de la barra, mirando su vaso vaciarse y llenarse repetidas veces.

De un momento a otro, un vocero del escenario dio la bienvenida a todos los presentes para que pudieran escuchar las palabras del brindis.

—En esta noche tan especial... —una voz masculina reclamó la atención de todos los presentes—. He sido elegido para pronunciar este brindis por los novios. —era el buscado por Seto, el increíble Yugi Muto—. Me siento muy honrado, aunque también algo nervioso; jamás en mi vida he dado un brindis como este. Antes que nada, quiero felicitar a Joey y Mai, una pareja que personalmente tuve la oportunidad de conocer desde el principio y que hoy puedo llamar familia. Nadie mejor que ellos puede enseñar lo que es el verdadero amor. El tiempo ha pasado rápido; muchos somos testigos de los altibajos de esta historia y de cómo el amor siempre venció por sobre todo. Gracias por permitirnos acompañarlos en este paso tan importante como lo es el matrimonio. Joey, parece que fue ayer que nos conocimos por los pasillos de la academia y jamás imaginé que llegaría el momento de decirte estas palabras. Te deseo felicidad al lado de esta hermosa dama, Mai. —alzando su copa y mostrándola a los invitados—. ¡Por los novios!

Todos alzaron su copa y brindaron a la salud de los novios. Un brillo pareció en los ojos del ojiazul; finalmente había encontrado su segundo objetivo. No perdería más el tiempo; ya había tomado lo suficiente para tolerar las ganas de desaparecerse de dicha reunión. Aparte, asistió solo para poder encontrarse con Yugi otra vez; no podía desconcentrarse, así no era él. A pasos decididos, empezó su marcha hasta el escenario; allí seguro podría encontrarlo. Luego de eso, faltaría solo la prensa y se podría ir victorioso. O no...

—Estuvo perfecto, Yugi. —celebraba con un abrazo; sabía que al pelipuntiado no se le daba fácil esto de hablar en público.

—Gracias, Serenity. Estaba bastante nervioso. —le devolvía el abrazo; ya podría disfrutar de la noche sin la presión de tener que dar el discurso, televisado en todo el mundo—. ¡KAIBA! —llamó emocionado al percatarse de su presencia.

Ese nombre retumbó como eco en el interior de Serenity; el tiempo se detuvo por unos breves instantes, al igual que la respiración de la menor de las Wheeler. Su mirada buscó su silueta y la encontró. Era como si un fantasma de su pasado hubiera revivido. Estaba parado justo al frente de ella. Su boca se entreabrió del asombro y sus palpitaciones aumentaron; cada latido era más intenso que el anterior. Un ardor se extendió desde la punta de sus pies hasta erizar sus poros capilares. La música, el ruido de las personas riendo, todo se detuvo. Una extraña sensación de felicidad y de miedo creció en lo profundo de su ser.

—Seto... —pronunció en susurro, mientras deshacía el abrazo con Yugi. Sus ojos estaban abiertos de par en par; la sonrisa no le cabía en el rostro.

—Yugi, justo al que buscaba. —respondió, saliendo de su trance, dirigiéndose directamente al pequeño Yugi e ignorando totalmente la existencia de la castaña.

—¿Cómo has estado, Kaiba? —preguntó, totalmente ajeno al momento que se vivía en esos instantes—. Me alegra verte; tengo mucho tiempo sin saber de ti.

Serenity, ante la indiferencia del ojiazul, decidió abandonar la escena. Tuvo que haber parecido una estúpida, esperando con una sonrisa que él se dignara a saludarla. Es que claro, ¿qué esperaba ella? Era obvio que él no iba a correr a abrazarla. Sabía que él estaba invitado y esperaba poder verlo otra vez, pero no se imaginó que él la ignoraría tan descaradamente. Se sentía humillada; quería llorar de impotencia, así que tuvo que huir antes de pasar más vergüenza de la que ya había pasado. Una pequeña lágrima rodó por su mejilla; se la secó rápido antes de que alguien pudiera percatarse. Estúpido Kaiba, era lo peor de lo mejor que le había pasado.

—Estás muy linda, Serenity. —halagó el joven, sacándola totalmente de su ensimismamiento—. Te quedó de lujo la decoración.

—Gracias, Tristan; tomó mucho tiempo. —le respondía; aún se sentía muy alterada por lo que acababa de ocurrir.

—¿Quieres bailar? —preguntó directamente. Ella meditó un instante—. Si estás muy ocupada, no hay...

—No, no. —negó con una sonrisa; estaba siendo maleducada—. Me vendría bien divertirme un rato. Por favor.

No le daría el gusto de que la hiciera sentir mal, no otra vez. Era la cena de compromiso de su hermano; había trabajado mucho en ella y no dejaría que Seto se la arruinara. Había aceptado que el hombre que conoció no era el verdadero Kaiba; solo que dentro de ella aún tenía una pequeña esperanza. Aceptó la invitación; Tristan tomó su mano y la guió hasta la pista de baile. Había varias parejas bailando; era una pista de baile ubicada justo al frente de la tarima donde estaban los músicos.

—Kaiba. —llamaba nuevamente Yugi, al no recibir respuesta—. ¡KAIBA!

—Yugi, podrías callarte. —reclamó; su griterío había hecho que perdiera de vista a la castaña.

Tras la huida de Serenity, él se había encargado de seguirla con la mirada. Su presencia no había pasado inadvertida; solo no supo qué hacer cuando la vio. Honestamente, no esperaba encontrársela; estaba más hermosa de lo que recordaba. Fue fácil de identificar; aun a distancia, sus ojos avellana brillaban como aquel día que la vio en las presentaciones de la semana de la tecnología. Algo en ella siempre le había llamado la atención; quizás era su cara angelical o su sonrisa. Había algo que logró hacer olvidar al CEO sus objetivos de la noche.

Desde que localizó a Yugi, caminó sin vuelta atrás. Justo ahí la vio, esperando a que Yugi bajara del escenario; seguramente estaba ahí porque era parte de la organización del evento. Ella no se percató de su presencia, por suerte para él, porque se quedó inmóvil apenas la vio. Una corriente eléctrica recorrió toda su columna dorsal. Sonrió incrédulo; ¿cómo una mujer podía atraerlo tanto? No fue hasta que el pequeño pelipuntiado le habló que comprendió que se había quedado como estúpido parado por varios segundos. Sintió mucho recelo cuando Yugi estaba ahí, abrazándola frente a sus ojos. Sin embargo, fue más desagradable encontrarla bailando con ese baboso; ya ni recordaba su nombre.

Ira, eso sentía. Su mandíbula estaba tensa y sus puños apretados. Su instinto asesino volvió a él, como aquella vez cuando se enteró de que estaba con Katsuro. Sus piernas se movieron con vida propia, dejando a Yugi hablando solo, muy desconcertado. Él tenía la mano en su cintura; la tenía apegada a su cuerpo y ella parecía disfrutar de eso. ¿Cómo podía estar pasando eso? ¿Es que acaso las personas ya no respetaban la propiedad privada en estos días?

Irrumpió en la pista de baile, sin importar las miradas curiosas que lo seguían.

—Serenity. —la llamó con una voz grave; necesitaba alejarla de él.

—¿Seto? —respondió intimidada ante la alta figura que se acercaba a ella con pasos veloces—. ¿Te acuerdas de Tristan? —intentó calmar la tensión del momento; varios en la pista de baile estaban observando la escena.

—Nunca olvido un perdedor cuando lo conozco. —respondió de la manera más arrogante posible.

—¿Cuál es tu problema, Kaiba? —Tristan respondió ofendido.

—Veo que no has cambiado en nada; sigues siendo el mismo neandertal. —insultó de vuelta.

—NO SE QUÉ DICES, PERO TE VOY A ROMPER LA CARA. —alzó los puños en modo de ataque y lanzó el primer puñetazo, el cual fue esquivado fácilmente por Seto.

—A eso me refiero. —sonrió sarcástico.

—¡BASTA! —exigió Serenity; varias personas se habían detenido a presenciar la pelea—. ¡Tristan, Seto!

—Él comenzó. —acusó Tristan; se posicionó para dar otro puñetazo.

—Basta, Tristan; no hagas esto, no aquí. Piensa en Mai y Joey. —pidió firmemente—. Por favor.

—Como sea... —se tranquilizó; Serenity tenía razón. Estaban dando un buen espectáculo y Kaiba no valía la pena—. Me largo.

Tristan abandonó la escena; no había más por hacer. En algún momento se vengaría. Kaiba sonrió victorioso; ya había cumplido su misión express y ahora podría volver a lo que estaba con Yugi. Mientras que Serenity estaba confundida por el comportamiento de Seto. Él no se preocupó tan siquiera en mirarla; solo se dio vuelta y caminó en la misma dirección por la que había llegado, intentando buscar a Muto con la mirada.

—Seto. —lo llamó; tuvo que apresurar su paso para llegar hasta él—. ¿Qué fue eso? Tristan es mi amigo; no tienes por qué...

—Él no es tu amigo. —aseguró antes de que terminara la frase; jamás olvidaría cómo babeaba por ella en el mundo virtual—. Tú le gustas.

—Seto, solo bailábamos. —intentó aclarar, pero los ojos de él se clavaron en ella—. No tiene interés en mí.

—Serenity, no puedes ser tan ingenua. —solo había que tener dos dedos de frente para entender que ese chico gustaba de ella—. Si te importa tanto, ve y corre tras tu noviecito. —la miró con mucha seriedad.

—¿Qué? —estaba verdaderamente confundida—. Solo para aclarar: Tristan no es mi novio, y no tengo por qué darte explicaciones.

—No me gusta que estés cerca de él... —confesó; no sabía por qué se sentía tan familiar esa frase, pero era la verdad.

Parecía un déjà vu. Estaban ahí rodeados de tantas personas, pero se sentía como si estuvieran solos. Seto intentaba descubrir cuál era el color de los ojos de Serenity; los había visto tantas veces, pero jamás detalló su extraño color. Eran un verde avellana muy profundo; parecían un portal hasta el centro de su alma. Fue casi magnético; sus cuerpos se acercaron por inercia. Serenity intentaba descifrar el enigma; primero actuaba como si no la conociera y luego le hacía una escena de celos. Notó el acercamiento de él, pero esta vez no sería igual; no caería ante los encantos de Kaiba.

—Seto, necesito saber por qué lo haces. —pensó en voz alta. Él salió de su hipnotismo; no tenía palabras, tampoco entendía.

—Serenity, querida... —llamó una señora mayor sonriente; Seto había sido salvado—. ¿Cómo estás? —Serenity reconoció a la mujer.

—Hola, señora Aiko. Seto, ella es la mamá de Mai. —los presentó; Seto sonrió de medio lado—. Señora Aiko, él es...

—Hija, yo sé perfectamente quién es él. —una sonrisa extraña volvió a aparecer en su rostro—. Tienes muy buen gusto, déjame decirte.

—Ehh... gracias. —no sabía para quién era el halago, pero no quería entrar en detalle en ese momento.

—Serenity, querida, mi esposo te busca; hubo un problema.

El deber la llamaba. Serenity miró una última vez a Kaiba; el mensaje era claro: esto no se quedaría así. Buscó con la mirada hasta que localizó al señor Valentine y caminó hasta él. Seto soltó un leve suspiro; al menos tendría una excusa para alejarse de ella. No quería explicar sus motivos; solo debía apegarse otra vez a su plan: buscar a Yugi, la prensa y esfumarse.

—Ahora que estamos solos... —sonrió coquetamente, aferrándose al brazo de Seto—. Veo que haces ejercicio; qué dichosa tener un hombre tan prometedor en todos los aspectos. Debes hacer disfrutar mucho en la cama. —su voz cambió totalmente; ahora era sensual y provocadora.

—Señora, no creo que sean apropiadas sus palabras. —se soltó del agarre de la acosadora; detestaba a las mujeres así.

—Quizás sean más apropiadas en mi habitación. —retuvo a Seto, agarrándolo por el brazo, mientras una mano traviesa se deslizaba por el bien formado cuerpo de este.

—Mire, señora, no sé qué intenciones tiene. No me interesan las mujeres de su edad; deje de acosarme. —le habló fuerte y claro, llamando la atención nuevamente de algunos presentes, incluyendo a la propia Serenity.

—No sé con qué clase de mujer me has confundido. —fingió estar indignada; los jóvenes difíciles y atractivos como Seto eran sus favoritos.

—Seto... —llamó a regañadientes la joven castaña—. Discúlpanos un momento. Dígale al señor Valentine que en un momento lo alcanzo. —se dirigió a la señora Aiko.

La presencia de Seto la estaba irritando. Arrastró bruscamente a Seto por el brazo, hasta detrás de las barras de bebida; ahí tenían parte del alcohol que servían, no era frecuentado, así que sería el lugar ideal para hablar, lejos de las miradas curiosas e interrupciones de los invitados. Necesitaba que esta noche fuera perfecta para Mai y Joey; trabajó mucho para ello y lo estaba logrando. Todos parecían pasarla muy bien, menos ella, luego de volver a ver a Kaiba, el atormentador. Él solo se dejó guiar por ella; cualquier situación era mejor que ser manoseado por una señora de edad.

—No puedes reclamarme nada. Esa señora es una acosadora pervertida; me insinuó ir a su habitación. —se defendió antes de tener que escuchar el sermón. A Serenity le costaba trabajo creer la historia.

—Seto, solo te pido que no hagas un escándalo. —le rogó—. Esta cena es muy importante para mi familia y para mí, por favor.

—No tengo intenciones de arruinar su noche, Serenity; puedes estar tranquila. —dijo con tranquilidad.

—Miren a quien me conseguí. —un hombre alto y rubio había salido detrás de las cajas de sake—. Se están escondiendo aquí para hacer cosas sucias. —insinuó con una mirada perversa.

—¿Quién demonios eres? Identifícate. —exigió el ojiazul; lo había tomado por sorpresa la aparición de este hombre.

—Qué bueno conocerte, un novio, Serenity; después de tantos años sola pensé que serías una solterona toda la vida. —decía con la botella de sake en una mano y colocando el otro brazo alrededor de los hombros de Kaiba para poder equilibrarse.

Era repulsivo; el aliento a alcohol se podía oler desde tres metros de distancia. Incluso, en apariencia, estaba muy descuidado. Seto apartó inmediatamente el brazo del hombre, haciendo que este perdiera el equilibrio y casi chocara contra el suelo. En su intento por equilibrarse, derramó todo el líquido de la botella sobre la camisa del ojiazul, haciendo que este se enfureciera por haber arruinado su traje.

—Seto, cálmate. —pidió la joven, antes de que dejara al hombre más inconsistente de lo que ya estaba.

—Tardaste, pero escogiste bien con quién acostarte; no como Joey, que se casó con una cabaretera. —agregó cuando se reintegró.

—Papá, basta. —regañó; él siempre hacía lo mismo; en las reuniones familiares no podía controlar la bebida y terminaba diciendo comentarios inapropiados.

—Calma, hija. —relajó, mientras volvía a posar la mano tras los hombros de Seto—. Seto sabe de lo que hablo.

—La verdad no sé, y no quiero saber de qué habla. —dijo mientras le tomaba la muñeca y se la retorcía. No podía llegar y hablarle así a Serenity; no parecían padre e hija. Ahora entendía de dónde Joey sacó lo bárbaro—. Deberías hacernos un favor y retirar tu repugnante presencia de este salón.

—Seto... —llamó seriamente al ver que estaba retorciendo la muñeca de su padre; estaba segura de que él no dudaría en rompérsela si este decía algún otro comentario—. Ya basta; vámonos. Él no vale la pena. —volvió a tirar fuertemente del brazo ojiazul para alejarlo de su padre inconsciente.

—Serenity, acepto que te molestes por el tonto de Tristan, pero tu papá se lo merecía. Arruinó mi traje. —justificó; el comportamiento de ese hombre era algo insólito, mientras era arrastrado nuevamente por la castaña.

—Él siempre es así. Pero no lo podíamos dejar de invitar. —honestamente, a Serenity tampoco le importaba mucho lo que le pasara a su padre, pero tenía que evitar cualquier tipo de acción que pusiera en riesgo la velada—. Solo intenta pasar desapercibido, por favor.

—Está bien, pero no respondo si me vuelve a tocar. —advirtió; todavía podía sentir el olor repulsivo que emanaba ese hombre.

—Te llevaré a cambiar y olvidaremos todo, ¿sí? —propuso. Ya estaba algo agotada del momento; todo fue rápido.

Caminaron por los pasillos que conducían a uno de los camerinos. Siempre había pensado que tener un vestuario para una cena era una idea innecesaria, pero ahora comprendía su útil función. Solo debía llevar a Seto para que se cambiara con alguno de los trajes de repuesto de Joey; por suerte, eran tallas muy similares. Luego volverían a la reunión y sería como si nada hubiera pasado. Kaiba se iría por su lado y ella por el suyo. Nada podría salir mal.

—Seto, ¿por qué tardas tanto? —reclamó la castaña, impaciente. Tenía más de veinte minutos esperando a que él se cambiara. —¡Seto! —volvió a insistir; debía estar en la cena, necesitaban que ella tuviera todo bajo control.

—Ya voy, Serenity —respondió, mientras se quitaba la camisa, que olía a sake. No quería ir a esa estúpida cena; odiaba los eventos sociales poco productivos. —No sé dónde está la camisa.

—¿Cómo que no sabes? —señaló desde el otro lado de la puerta—. Está en el armario, al lado de los otros trajes.

—Te digo que no está —replicó, sin haberse tomado el tiempo para buscarla. Estaba sentado en uno de los cómodos sofás, mirando los correos de la compañía.

—Seto, ¿puedo entrar? —preguntó, sin paciencia para esperar a que él se dignara a terminar de cambiarse.

—Sí, adelante. Busca si quieres; no está —le indicó, sin preocuparse por cambiar de posición, seguía sentado tranquilamente con la vista en su móvil.

Al entrar en la habitación, la llenó de ira verlo tan calmado, absorto en su celular. Es decir, se estaba perdiendo la cena de compromiso de su único hermano, un hecho que a él no parecía importarle mucho. Buscó el traje que estaba exactamente donde él había indicado momentos atrás; no se había tomado el tiempo para buscarlo. Sin embargo, todo su enojo se apaciguó al contemplar la excelente vista que tenía frente a ella cuando él se puso de pie. Estaba segura de que él debía hacer ejercicio; su cuerpo estaba totalmente definido, aunque no de forma exagerada, estaba en el punto perfecto para ella. Sus brazos, su abdomen, todo estaba perfectamente esculpido. El recorrido de su mirada fue evidente, y él, por su parte, solo sonrió con arrogancia al percatarse de que ella lo estaba escaneando.

Él también era culpable; sabía que su cuerpo bien definido iba a cautivarla. Tenía que hacerlo; era lo justo. Desde que ella entró en la habitación, había robado su total atención, detallando cada parte del hermoso vestido que llevaba la chica. Su figura estaba delineada por curvas que la hacían aún más atractiva. Mientras buscaba el traje, se detuvo solo para apreciar la fabulosa vista que la castaña le ofrecía. Sabía que era muy pervertido lo que hacía, pero no podía dejar de mirarla; era la mujer más perfecta que había conocido. En lo único que podía pensar era en lo sencillo que sería quitar esa estorbosa prenda de su camino. Cuando ella giró sobre sus talones, pudo detallar su rostro; estaba hermosa. Se levantó en un impulso para acercarse a ella, pero su cuerpo fue frenado por la sensatez. No podía dejarse llevar otra vez por las hormonas; esta vez, la situación era más peligrosa.

—¿Te gusta lo que ves? —sonrió con arrogancia. Ella hizo una mueca de fastidio y le lanzó la camisa, que él atrapó sin problema.

—Apresúrate, Seto. No esperaré por ti —aseguró, ya tenía suficiente de él por una sola noche. Dio varios pasos hacia la puerta.

—Serenity —la llamó, mientras la tomaba por el brazo. Esta vez no la quería dejar ir, no otra vez. No se sentía bien cada vez que ella se iba. Quería pronunciar un "no te vayas" o un "quédate un poco más", pero las palabras no le salían.

—¿Qué quieres, Seto? —se detuvo a mirarlo, irritada. Se sentía agobiada por el momento. Hubo un silencio mientras sus miradas chocaban.

—Quiero que trabajes para KaibaCorp —soltó sin anestesia.

—No, gracias —aunque se impresionó ante la confesión, las crudas palabras de él aún la lastimaban. Rechazó su oferta, muy ofendida.

—¿Por qué no? —preguntó, confundido. La sujetó con firmeza, reconociendo que había sido un error dejarla ir. —Era tu sueño, ¿no es así? Aquí te lo estoy sirviendo en bandeja.

—Te recuerdo que fuiste tú quien me dijo que me alejara, que era una distracción para ti y tu empresa... —le recordó, citando sus propias palabras.

—Ya sé lo que te dije —la interrumpió, acercándose a ella sin precaución—. Lo que importa es lo que te digo ahora.

—Por favor, suéltame —pidió en un tono muy bajo. La distancia entre ellos cada vez era menor. Un revuelo se sintió en su estómago; necesitaba liberarse antes de que no hubiera marcha atrás.

—No quiero —confesó. Tenía tantas ganas de sentirla que no la dejaría ir, ni siquiera porque ella se lo pidiera.

—¿Qué quieres realmente, Seto? —mordió su labio interior, intentando calmarse. Estaban tan cerca que podía sentir su respiración chocar contra su cara.

—A ti —finalmente pudo ser totalmente sincero.

Antes de que pudiera responder, él acortó la distancia entre ellos. Serenity también cerró los párpados y se dejó llevar por la sensación del momento. Sabía que se enojaría consigo misma por permitir estar a merced de Kaiba, pero también sabía que se arrepentiría si no lo hacía. ¿Quién podría juzgarla? Ese hombre era irresistible; solo se aparecía una noche y la enloquecía en todos los sentidos. La besaba y ella simplemente no podía negarse. Ahora estaba ahí, con el corazón latiendo a un ritmo desenfrenado y unas ganas incontrolables de corresponderle, sin importar las consecuencias. Ya era muy tarde para negarse.

Un loco frenesí recorrió su cuerpo cuando sintió cómo las finas manos de ella se hundían entre sus cabellos castaños, profundizando aún más el beso. Una sensación de necesidad le exigía más. Sus lenguas se entrelazaron, jugando con sus respiraciones. Sostuvo con firmeza su cintura, aprisionándola contra su cuerpo; no la dejaría ir fácilmente. No había noción del tiempo; estaban totalmente entregados a sus instintos más primitivos. Tantos deseos reprimidos por parte de Kaiba habían explotado en ese instante. No entendía del todo lo que sentía cuando estaba con ella, porque nunca lo había sentido antes; solo sabía que no quería que se terminara, que no quería dejarla ir otra vez. No lo soportaría.

Inmersos en aquel beso, guió el cuerpo de la castaña hasta el cómodo sofá. Ella entendió sus intenciones perfectamente. La depositó con mucha delicadeza sobre el sofá, sin dejar de besarla. Se acomodó sobre ella, apoyando un brazo al costado para que todo su peso no cayera sobre ella. Ahora que estaban mucho más cómodos, podían complacer todas las demandas que les exigía la piel.

Un inusual pero familiar sentimiento creció; era demasiada la cercanía como para controlarse en ese momento. Eran muchas las ganas que se tenían. Ella soltó el agarre de su cuello y bajó su mano lentamente por el pecho expuesto de él, sintiendo su torso desnudo bajo sus yemas. Él no se quedó atrás; su mano libre también recorrió las curvas de su cuerpo hasta llegar a sus muslos, y luego, devolviéndose, pero esta vez por debajo del vestido, para sentir su suave y cálida piel. Serenity se arqueó ante el roce; sus manos la estaban estremeciendo. Un par de jadeos se escucharon desde el fondo de su garganta.

Ninguno sabía a dónde los conduciría eso, pero no querían que acabara. Él solo disfrutó del contacto; ella se aferraba a su piel, dejando leves marcas en su espalda. Esta mujer lograba que la deseara como nunca había deseado a ninguna otra. Necesitaba más de ella; quería seguir escuchando sus jadeos, quería enloquecerla tanto como ella había hecho con él. Algo tan sencillo como el roce de ella desaparecía cualquier rastro de cordura. Se deshizo de sus labios para bajar por su cuello hasta su hombro. Deseaba demasiado a esa mujer; se estaba volviendo loco por adueñarse de ella.

No sabían cuánto tiempo habían estado ahí, jugando con las sensaciones del cuerpo del otro. Ella se mordía con fuerza el labio inferior para disimular sus gemidos, mientras Seto tenía preso uno de sus senos por encima del sostén y su boca se encargaba de reconquistar su cuello. Sentía cómo su cuerpo comenzaba a responder ante las caricias de él. Estaba muy excitada; podía sentir cómo su hombría rozaba su entrepierna, dándole a entender que estaban los dos en la misma situación.

—Me vuelves loco —susurró en su oído. Su voz no era la misma; era ronca y sensual, y los vellos de su piel se erizaron al escucharlo.

Los labios de ella depositaron un pequeño beso en la mejilla de él, dando la iniciativa para comenzar un beso. Él ya estaba decidido; solo faltaba que los labios de ella se posicionaran sobre los de él.

—Seto, esto no es correcto. Es la cena de mi hermano —indicó ella, con lo poco de cordura que le quedaba. Lo empujó hasta quedar cara a cara con el poseedor de los ojos azules.

—Serenity —pronunció su nombre, mientras admiraba su piel de porcelana. Se acercó nuevamente a sus labios, que eran como un imán, pero se detuvo a milímetros de ella al sentir que ella volvía a hacer resistencia. Aunque lo fastidiara, sabía que ella tenía razón. A sus veintiséis años, jamás había sido tan impulsivo con una mujer. ¿Qué estaba pasando con él?

—Seto... Yo... —no sabía qué decir. Quizás él se habría molestado; su mirada dejó de ser cálida y seductora, ahora era nuevamente fría y distante. —Quizás me estén buscando o me necesiten.

—No te preocupes —le sonrió mientras se quitaba de encima de ella y caminaba hasta la camisa blanca para abotonársela. —Deberíamos volver; Mokuba también me debe estar buscando.

El silencio invadió la habitación. Él, por su parte, terminó de acomodarse el traje, y ella también se ajustó el vestido. Tenía los labios un poco hinchados e intentó disimularlo con un poco de labial. Un sentimiento de tristeza la invadió; por más que hubiera preferido estar entre los brazos del apasionado Kaiba, no quería tener que soportar su indiferencia después. Ella se conocía perfectamente y sabía que si se entregaba y luego él actuaba como si no la conociera, no iba a poder soportarlo. Sufriría mucho. Tendría que alejarse, como él le pidió desde el comienzo; sería lo mejor.

—Kaiba, saldré yo primero. Sal en unos cinco minutos. Así no llamamos la atención —indicó con sus ojos avellana. Él entendió muy bien; salir juntos en ese momento sería robarle protagonismo a los novios.

—Serenity —la llamó antes de que cruzara la puerta por completo.

Ella volteó, sin esperarse que él le clavaría un beso corto. No le dio tiempo de reaccionar; abrió los ojos como platos mientras sentía el calor que desprendían las palmas de sus manos sobre sus mejillas, atrayéndola hacia él.

—Recuérdalo cuando algún otro te mencione lo hermosa que estás —sonrió con orgullo.

—¿Siempre eres así de impredecible? —preguntó, aún impresionada, retomando su rumbo hacia el salón.

—Intento serlo —respondió, mientras la veía caminar por el pasillo—. Adiós, Serenity.