La despedida

"El nuevo Kaibaland acuático se encuentra casi listo para abrir sus puertas". Estas fueron las palabras de Mokuba Kaiba, quien mencionó que ya se estaban realizando diversas labores de preparación y acondicionamiento de las modernas instalaciones que serán inauguradas próximamente. Estiman una apertura con más de 20 mil personas, tiene una dimensión de 100 hectáreas y cuenta con más de 60 piscinas, 50 atracciones, bar-piscina, restaurantes de autor, fuentes interactivas, entre otras sorpresas que no quiso revelar el menor de los Kaiba.

Bailaban al ritmo de aquel vals que sonaba a la distancia. Estaban completamente sumergidos en la hermosa melodía; esa mañana, finalmente, el gran Seto Kaiba lo había comprendido. Cuando cruzó la puerta, dejó atrás sus dudas y remordimientos. ¿Para qué tanto pensar?, si al final siempre terminaba cediendo ante el capricho de lo que sentía. Cuando se despertó y se encontró a sí mismo sonriendo, de pronto todo tuvo sentido. Aunque no entendía del todo lo que ocurría con él, solo sabía que quería que ella fuera lo primero que viera cuando abriera los ojos.

—¿Y... qué celebramos? —preguntó, aún procesando todo lo que había pasado.

Se detuvo; era imposible ocultar su sonrisa victoriosa. La miró como quien descifra un gran enigma, sintiéndose un ganador. Fue muy extraño lo que sintió esa madrugada al despertar con un hormigueo en su brazo izquierdo; no entendía por qué se le había entumecido. Un olor familiar dio inicio a una ráfaga de recuerdos de hacía algunas horas. No estaba acostumbrado a dormir acompañado; honestamente, era la primera vez que permitía que una mujer durmiera en la misma cama que él. Ahora la tenía en sus brazos; ahora, finalmente...

—Que eres mía —respondió directamente.

Rodeó su cintura, y al instante su piel se erizó en respuesta al roce de su mano con la suave tela de su vestido. No era fácil mantener el juicio con esta mujer a tan poca distancia. Apartó un mechón de su frente y le dio un beso. Ella no dudó en corresponderle. Ella era lo más parecido a una obsesión que había vivido. Ni siquiera derrotar a Yugi y reclamar su gloria lo había atormentado tanto como ella. Se cuestionaba lo idiota que había sido. ¿Cómo es que esto no había pasado antes? Pero no era momento para pensar en eso; ahora la tenía en sus brazos, era toda para él, y se le ocurrían mejores ideas para hacer que estar pensando.

—Seto... —anunció su nombre en una mezcla de suspiro y gemido. Sentir sus manos sobre su piel la hacía hablar con los mismísimos dioses; ese hombre era toda una tentación.

—¿Uh? —más que una pregunta, fue un sonido. Estaba deleitando el sabor de su cuello; olía delicioso, estaba totalmente embriagado. Quería devorarla entera.

—Ehh... —murmuró, sintiendo mucha vergüenza al hacer esta pregunta—. Después de esto, ¿qué pasará con nosotros?

Un momento de silencio. Él no se había puesto a pensar en eso; estaba disfrutando tanto el momento que nunca pensó en qué pasaría después de haber estado con ella. O quizás sí, pero no quería pensar en eso. La realidad lo devolvía a tierra; se separó del cuello de la joven y meditó sus palabras, pero no sabía qué responder. Es decir, ¿qué quería escuchar ella? ¿Cómo demonios iba a saberlo?

—Seto —nuevamente lo llamó. Sus ojos azules eran intimidantes—. Es solo que... no sé qué somos o qué seremos. No sé si nos veremos otra vez.

Él no emitió palabra alguna. No sabía qué responder. ¿Qué era lo que ella esperaba de él? Nuevamente, la enigmática mujer aparecía. Había pasado meses descifrando los códigos de su comportamiento. Anoche, finalmente, fue la única vez que fue directa; anoche sí pudo entender lo que quería de él. Y él, por su parte, no dudó en darle lo que ella pidiera, sin pensar. Ahora... ahora estaba la disyuntiva. ¿Qué se le responde a la mujer que te obsesiona cuando te pregunta qué son? No lo sabía. Él la quería, claro que la quería. Que ella estuviera cerca de él fue su plan desde aquella noche en la cena. Iba a amoldarse a cualquier situación que ella le pusiera, pero ella no decía qué quería, solo lo preguntaba. Y la ardua labor de Seto era descifrar qué demonios quería ella de él.

Cuando sonó el timbre de la puerta, se alivió; había sido salvado por la campana. Era día de limpieza.

—Hola... —saludó la encargada del servicio mientras Seto abría la puerta.

—Serenity, ¿quieres ir a desayunar a algún lado? —le preguntó el pelicastaño. Ella hizo una gran pausa; no entendía muy bien la situación.

—Puedo pasar más tarde si prefieren... —sugirió aquella mujer de servicio; la escena estaba muy tensa.

—No. Adelante. —ordenó rápidamente. Aunque fuera contradictorio con lo que quería hacer hace algunos instantes, no quería quedarse solo con la chica. No quería responder preguntas que no sabía.

—Yo me iré a mi casa. Adiós, Seto —agregó Serenity, saliendo por la puerta más veloz que el correcaminos.

—Serenity... —la llamó, saliendo tras ella. Ella estaba huyendo de la escena, y eso no le gustaba.

Una Serenity muy avergonzada esperaba por el ascensor. Sabía que se arrepentiría de esto, solo que todo parecía un sueño. Ella no era de las que se dejaba llevar fácilmente por alguien, y menos con una persona que no había correspondido sus sentimientos en ningún momento. Esta vez había sido su culpa. Hasta él intentó detenerla, y fue ella quien forzó las cosas. Estaba avergonzada por su comportamiento y herida. Debía alejarse cuando él se lo pidió.

—Serenity —apareció él tras abrirse las puertas del ascensor. La miraba con su mirada de reproche—. Ahórrate las excusas que quieras darme, yo te llevo a tu casa.

—Me puedo tomar un taxi —respondió secamente, tras un escudo de frialdad, ocultando lo herida que se sentía. Intentó huir, pero él la sujetó.

—Yo te llevo —afirmó.

Flash Back

Todo esto comenzó un día de invierno, tras casi una semana de la cena de compromiso de Joey y Mai. Aunque era invierno, el sol brillaba, los copos de nieve caían sobre los techos de las casas y las temperaturas no superaban los 5 grados. Se acurrucó más en su cama, buscando el calor de sus cobijas. Refunfuñó al sentir los rayos de sol entrar por la ventana; debía poner unas mejores cortinas. Desde temprano, no paraba de sonar el teléfono. Como si ya no tuviera suficiente con la semana que tuvo en el trabajo, a Mai le había dado una crisis porque su vestido no aparecía. Salió de la cama, se arregló lo más rápido que pudo y se fue al lugar donde estaba Mai. Un día caótico se avecinaba.

—¿DÓNDE ESTÁ MI VESTIDO? —gritaba, tirando los cojines al suelo. Estaba muy estresada; quería una boda perfecta.

—Tienes que tranquilizarte, Mai. Solo hubo un retraso por la nieve; estará aquí antes de la boda —intentó inútilmente calmarla, al igual que Tea.

—Tengo que posponer mi boda una semana —lamentaba la rubia, llorando desconsoladamente—. Tengo 34 años; jamás me voy a casar. Fui una boba ilusa que pensó que por fin se casaría.

—Mai, solo será una semana. No es para tanto. Los organizadores no tienen problema; ni siquiera les van a cobrar extra por retrasar la boda —calmó Serenity.

—Es verdad, Mai. No es para tanto, si te vas a casar. Recuerda que lo bueno se hace esperar —finalizó Tea.

—¿Me lo juran? —secó sus lágrimas; quizás estaba siendo exagerada. Solo sonrieron como respuesta. Mai corrió, se abalanzó sobre ellas y las abrazó—. Cuánto las quiero, chicas; son lo mejor.

—Ahora que ya estamos, no se olviden que hoy es la despedida de soltera y tenemos que divertirnos —agregó Tea.

—Porque no todos los días te casas. Hoy tenemos que divertirnos —anunció Mai.

Lo peor había terminado, aunque no fue fácil. Tea y Serenity estuvieron por más de 2 horas convenciendo a Mai de que sí habría boda. Es solo que el transporte que traía su vestido, a medida de diseñador, no había podido pasar por la nieve en las vías. Serenity rápidamente llamó a la agencia para retrasar todos los preparativos. Por suerte, fueron muy comprensibles y no tuvieron problema alguno, pero tuvo que ir a la agencia a reubicar el cronograma del evento.

Una tarde agotadora, llena de llamadas a los cocineros, diversos proveedores y a los medios. Tenía que reubicar toda la boda. Finalmente, parecía estar todo en orden, pero el día no terminaba; aún tenía la despedida de soltera. Como pudo, se arregló nuevamente, dejando su cabello liso y un leve maquillaje. Se puso el vestido que ya previamente habían acordado; el color de ella era amarillo pastel. Honestamente, no le gustaba el color, pero tuvo que aceptar, ya que fue al azar.

Finalmente, el salón VIP las estaba esperando. Aunque la reserva y el presupuesto estuvieron a cargo de Serenity, las actividades estuvieron a cargo de la propia Mai. Las vestimentas de Tea y Serenity eran iguales: tenían un vestido con corte en V, en colores pasteles diferentes, mientras que Mai tenía un provocativo vestido blanco.

Ya estaban todos los ingredientes, así que comenzó la noche. Llegaron los camareros de la fiesta con shots de tequila para dar inicio a la velada. La primera parte fue una sección fotográfica para conmemorar el momento. Luego se dieron inicio a las actividades de la noche.

El primer juego era desvestir al muñeco en forma de hombre, con los ojos vendados. Quien lo hiciera en menos tiempo elegía el siguiente juego. La ganadora fue la novia de la noche, quien decidió el segundo juego: verdad o reto.

—Tienes que ir a robarle una botella al cantinero... —retó a Tea. Se dio un trago largo y se levantó. Le pidió al cantinero una bebida y, cuando se dio vuelta, aprovechó la distracción para tomar una botella, escondiéndola debajo del vestido. Recibió el trago que había pedido y llegó victoriosa a la mesa otra vez.

—Mai, ¿verdad o reto? —preguntó la pelinegra, llegando con su trofeo, la botella, en la mano.

—Verdad —contestó la rubia. Estaba emocionada de que sus amigas estuvieran allí; había sido una semana estresante. Había tenido una fuerte discusión con Joey, pero al final lograron superarlo y seguir con los planes de la boda.

—¿Cuál es tu fantasía sexual? —preguntó, muy pícaramente, mordiéndose la lengua.

—Pues... —meditó un poco para darle suspenso—. Los masajes eróticos.

—¿Quéé? —gritaron. Era de esperarse, pero era más divertido gritar en ese momento. Había mucho alcohol de por medio; el ambiente, las luces tenues, todo contribuía a la euforia del momento.

—Ahora tú, Serenity —era el turno de nuestra protagonista—. ¿Verdad o reto? —la acosaban con la mirada. Serenity era la perfecta víctima; era muy angelical. Terminó por decir "verdad", ya que temía lo que le pudieran mandar hacer—. ¿En verdad tuviste algo con Seto Kaiba?

—¿Qué? Yo... este... —se intimidó. Pero era obvio que le preguntarían si estaba con él; se había dicho mucho de ellos—. Solo un par de encuentros.

—Cuéntanos más... —pedían a gritos más detalles; no podían desaprovechar la oportunidad—. ¿Cómo besa? ¿Quién besó a quién?

—Eh... —vaciló. Se sentía muy avergonzada; tenía la total atención sobre ella, pero el alcohol ya la había desinhibido—. Primeramente, él a mí. Besa como un dios egipcio. —Las miradas sobre ella exigían más detalles—. Yo intenté irme de su oficina porque estaba furiosa; él me detuvo y me besó. —Todo un flashback pasó por su mente recordando aquel primer beso.

—¿Cuándo fue la última vez? Tienes que contarnos más... —les exigían a gritos más. Era emocionante imaginar cómo es el rudo Seto Kaiba dando muestras de afecto.

—En la cena de compromiso —sus cejas se alzaron de la impresión; eso había sido hace una semana—. No sé cómo terminamos en uno de los camerinos; también estábamos peleando y él me besó. —Su morbo había incrementado, aunque no estuviera explícito.

—No puede ser... ¿Lo hicieron en la cena de compromiso, Joey? —se burló Tea.

—Casi, pero no —confesó, una ola de calor recorría todo su cuerpo. Estaba orgullosa de su autocontrol ese día—. No quiero verlo otra vez. Tengo que alejarme, como él me pidió.

—Él te pide que te alejes, pero luego te besa —razonó brevemente Tea—. ¿Por qué te tienes que alejar? Tú le gustas, es evidente; por lo que nos contó Tristan, que hizo en plena pista de baile.

—No, no. Es que no entienden; Seto es un hombre complicado. En la semana de la tecnología, después de elogiarme por mi proyecto, me descalifica; me dice que soy una distracción para su empresa. Luego aparece, me cela de todo aquel que me habla, me besa... casi... casi lo hacemos. —Hizo una pausa; tenía un pequeño nudo en la garganta—. Luego pasa casi una semana y no me escribe, no me llama. NADA. —Estaba alterada; era un idiota. No entendía por qué se mortificaba tanto por él.

—¿Por qué no le escribes tú? —preguntó Tea.

—Es que... me da miedo que me ignore o me rechace. No sé qué esperar de él —confesó. No quería sentirse otra vez ignorada por él.

—Creo que debes escribirle tú. ¿Tú qué crees, Mai? —la rubia lo pensó por un momento.

—Creo que tenemos que dejar de hablar de hombres y divertirnos. Serenity, no llames ni le escribas a nadie; hoy es solo noche de chicas —intervino Mai para cambiar el tema; ya Serenity estaba bastante afectada—. Ahora, Tea. ¿Verdad o reto? —eligió reto.

—Tienes que cantar en karaoke —retó Serenity. La idea le encantó a Mai, así que subieron al escenario a cantar "Lady Marmalade".

El bar les seguía el coro de la canción. Parecía que no eran las únicas que la estaban pasando muy bien esa noche. Poco a poco, el bar se fue llenando más y más de personas. Era una noche fuera de control; parecían adolescentes en su viaje de graduación, bailando y cantando las canciones a todo pulmón. Los juegos para la despedida siguieron; la noche no estaba como para que se acabara.

—Serenity, te reto a que llames a Kaiba YA! —retó Tea, aprovechando que Mai fue por más tragos.

Aunque la pasaba muy bien, había tenido que controlar sus impulsos por llamarlo. Ya el alcohol en su sangre era suficiente para permitirse hacer esa locura. Necesitaba verlo, necesitaba tocarlo, necesitaba de él. Su cuerpo reaccionaba ante su imaginación; todas las preguntas de hacía un rato habían desatado una cadena de sensaciones extrañas.

—¿Hola? —dijo al sentir que del otro lado de la línea contestaban—. Mokuba... Hola. Es Serenity, ¿está Seto? —preguntó antes de que se arrepintiera.

—Hola, Serenity. Sí, está Seto. Ya te lo comunicó —respondió animadamente el pequeño.

—Gracias —agradeció, se recostó contra la pared del baño. Se miró en el espejo. Esto era una locura, pero a estas alturas era lo mismo que la ignorara y que la rechazara; no tenía nada que perder. El silencio detrás del auricular se interrumpió.

—Hola, Serenity —saludó una voz masculina, ronca y algo cansada.

—Seto —se impresionó de que atendiera la llamada; estaba apostando a que no lo haría—. Perdón que te moleste tan tarde, solo quería saber qué hacías.

—Terminando todo para la inauguración de Kaibaland acuático; ha sido una semana complicada —le contó. Era increíble escuchar su voz y que le hablara sin dureza—. ¿Tú qué haces? Oigo mucho ruido de fondo.

—Estoy en un bar, por la despedida de Mai —le respondió.

—¡SERENITY! —se escuchó al fondo. Era Mai—. Te estuve buscando; hay alguien que te quiere saludar. —Arrastraba a la pobre castaña.

—¿Todo bien, Serenity? —preguntó Seto, con el ceño fruncido.

—Sí, sí, te llamo luego, Seto —cortó la llamada.

Sus ojos se fueron apagando poco a poco hasta caer en un profundo sueño. No sabía qué había sido de ella; cuando abrió los ojos se encontró en una cama muy cómoda. Estaba oscuro, solo había una pequeña luz que se asomaba por la parte de abajo de la puerta. Habría dormido una o dos horas. Se asustó al pensar que había terminado en la cama de un desconocido. Se llevó la mano a la cabeza y se levantó de golpe. Esto la hizo marearse un poco; se dio cuenta de que al menos aún tenía el vestido puesto, aunque estaba descalza.

Salió de la cama y vagos recuerdos le llegaban a su cabeza. Lo último que recordaba era haber hablado con Seto por teléfono y luego que Mai la sacó del baño; después de eso, todo se vuelve confuso.

Hace varias horas atrás...

—Hola, Serenity —saludó un hombre muy atractivo, que no había parado de mirarla en toda la noche—. ¿Quieres bailar? —fue muy directo.

—No, gracias, Katsuro —lo rechazó amablemente. La verdad, solo estaba buscando a Mai y Tea; las había perdido totalmente de vista.

—Vamos —insistió—. No vienes acá para no bailar. —La agarró de la mano, haciendo que diera un par de pasos.

Sin poner mucha resistencia, fue guiada hasta la pista de baile. Katsuro, sin duda, era atractivo, pero no era Seto. Este intentó besarla en varias oportunidades, pero ella desvió la cara. Hasta que, con un poco de fuerza, la tomó de la cintura y la apretó contra él, obligándola a verlo.

—Por favor, suéltame —le pidió ella, sintiéndose débil por estar alcoholizada—. Quiero irme.

—Vamos, no vienes acá para no pasarla bien —dijo provocativamente, acercándose nuevamente—. Yo sé que puedo hacer que la pases muy bien —dijo, lamiendo su oído.

Fin de los recuerdos.

Tomó sus tacones, que estaban a un lado de la cama, y decidió salir. Tenía que irse de donde sea que estaba. No podía creer que había estado con alguien; ella no era así. Se sentía mal, avergonzada, violada. Lo que sea que había pasado fue en contra de su voluntad. La puerta conducía a un pasillo que llevaba justo a la sala; parecía estar en un fuerte y caminó lentamente. Parecía que había alguien sentado en un pequeño sofá de la sala.

—Por fin despertaste —dijo el hombre, apartando la vista de su portátil al percatarse de la presencia de la castaña.

—Seto... —no podía creerlo; se sentía aliviada. Corrió a abrazarlo. Sabía que no había estado con un desconocido, había estado con Seto. Una pequeña lágrima salió de sus ojos; ahora sabía que no había sido violada.

Hace varias horas...

—Por favor, suéltame —volvió a rechazar, intentando soltarse del agarre.

—¡TE DIJO QUE LA SUELTES! —se escuchó un grito severo—. ¿Eres sordo?

—Hey, tranquilo... ¿Qué te pasa, Kaiba? —intentó calmar Katsuro.

—Aléjate de ella —exigió un hombre bastante alto, empujando al hombre que estaba acosando a la pelicastaña. Su mirada fulminó; estaba dispuesto a golpearlo si se volvía a acercar. Por suerte, el hombre había entendido muy bien el mensaje y se retiró sin decir más.

—Seto... ¿qué haces aquí? —preguntó, como si el cielo hubiera escuchado sus plegarias, como si hubiera ocurrido un milagro. Él estaba allí, jalándola por el brazo, seguramente para sacarla de ese lugar.

—Esa pregunta te la hago yo a ti —estaba molesto; se detuvo a mirarla, no podía creer que fuera tan descuidada. No fue hasta recibir la llamada de ella que se dio cuenta de que estaba muy alcoholizada. Además, ese "alguien" que tenía que ver la había dejado muy pensativo. Fue un poco psicópata, pero rastreó la llamada para ver dónde estaba la chica—. Eres una imprudente... —no pudo continuar; algo lo detuvo.

Sus labios chocaron fuertemente contra los de él. Ella pensó que sería solo un beso, nada más. Solo por capricho, porque lo necesitaba, porque había soñado despierta toda la noche con ese beso. Pero su cuerpo no pensaba igual; no después de esa extraña corriente de energía que recorrió su cuerpo cuando él correspondió el beso. No era un misterio para nadie; ambos querían. La atrajo más hacia él, acortando toda la distancia que pudieran tener. Sus labios se movían como con vida propia; él la sostenía firmemente con las manos en su cintura, mientras ella lo atraía más con la mano en su nuca.

Seto fue el primero en entrar en razón; estaban dando un buen espectáculo. No eran los únicos que se estaban besando, pero sí eran los únicos que se besaban de esa forma. Él la alejó, evaluando la zona; curiosamente, a nadie pareció importarle. La respiración de ambos era agitada, pero necesitaban más.

—Creo que deberíamos movernos de aquí —la voz enronquecida de él la estremeció, haciendo que lo deseara aún más, por increíble que resultara. Solo pudo asistir y seguirlo hasta el estacionamiento.

—Maldición, Serenity, no puedes estar así. ¿Qué te hubiera pasado si yo no llegaba? —reprochaba el ojiazul, tras el volante de su coche.

—Basta, Seto, por favor —pedía la chica, quien ahora estaba sentada en el asiento del copiloto. Se recostó un poco del asiento; su cabeza amenazaba con explotar.

—No puedes embriagarte así; es muy imprudente... —las palabras de Seto cada vez se escuchaban más distantes.

Fin de los recuerdos.

—Perdón que te trajera aquí —se disculpó, correspondiendo el abrazo—. Te quedaste dormida en el auto, y aún no sé dónde vives; no se me ocurrió nada más.

—No te disculpes. Gracias por salvarme —agradeció, despegándose un poco de él. Kaiba estaba sentado, por lo que había tenido que arrodillarse para poder abrazarlo.

—Serenity, ¿qué pasó allá con Katsuro? —preguntó seriamente, secándole la pequeña lágrima que le dañaba el rimel.

—Yo no sé —bajó la mirada, sintiendo vergüenza—. Él me obligó a bailar con él y a besarlo. Fue asqueroso; yo... soy una tonta. —Otra lágrima cayó de sus hermosos ojos avellaneda.

—No llores —le secó las lagrimitas que se escapaban; siempre supo que ese hombre era un acosador—. Ahora estás a salvo. Solo no me vuelvas a preocupar así.

Al terminar el abrazo, él solo le dedicó una mirada con aquellos ojos azules, logrando incitarla a más. A él no le importaba el resultado de esa noche; solo quería tenerla. La necesitaba; estaba loco por ella. Nunca ninguna mujer lo había hecho desearla tanto como ella. Es que estaba muy por encima de cualquier amante; con tan solo un beso derrumbaba todas sus defensas. Había recordado toda la noche, ese beso fugaz que ella le dio en aquel bar. Él no podía negarse a ella; haría lo que ella quisiera, lo que ella le pidiera en ese preciso momento.

Ella, por otra parte, no entendía por qué la mayor parte del tiempo él actuaba tan indiferente, para luego, en esos escasos momentos cuando estaban a solas, ser ese Kaiba desconocido por todos, donde él era una mezcla de dulzura y rudeza. Le sonrió cuando fue ella quien se acercó nuevamente.

—¿De qué te ríes? —preguntó curiosa; nunca había visto a Seto con esa actitud. Parecía haber perdido cualquier tipo de autoridad que pudiera emanar. Se detuvo a centímetros; ese acercamiento lograba que la respiración de él aumentara.

—Me gustas más de lo que creía —eso fue todo para sellar el tan deseado beso.

Esta vez fue un beso suave y lento en comparación a los anteriores. Él estaba sentado en el pequeño sofá; con un hábil movimiento logró posicionarla encima de él, así sería más cómodo. Él estaba sentado contra el espaldar del asiento y ella, sobre sus rodillas. Ambos estaban disfrutando al máximo las caricias del otro; eran lentas, cargadas de mucha pasión. El problema era que, con cada caricia, necesitaban más.

Ella deslizó sus manos por debajo de la camisa de él, recorriendo su piel con la punta de sus dedos. Él rápidamente entendió el mensaje de que podía hacer lo mismo; sus manos se pasearon desde su cintura hasta sus muslos. Acercando su cadera lo más que podía, provocando un par de jadeos; ya ninguno pensaba con la cabeza precisamente.

El roce entre sus cuerpos los hacía desearse cada vez más; ya un simple beso no bastaría.

Seto, sumergido en aquel beso, se detuvo en seco. Ella solo lo miró con una cara de interrogante.

—Serenity, ¿cuánto bebiste? —cuestionó; ella estaba muy desinhibida y eso solo podía causarlo el alcohol.

—Poco... No sé... Algunas copas de vino, champán, tequila, margaritas —respondió. De solo pensar en toda la mezcla de licores que había tomado, se le revolvió el estómago—. No mucho.

—Estás ebria —aseguró Seto. Estaba bastante decepcionado.

Él la apartó y fue a buscarle un poco de agua. Pensaba que, para mañana, ella no se acordaría de nada; estaba actuando así solo por su estado de ebriedad. Por un momento pensó que ella conscientemente lo había besado. Aunque lo consolaba saber que lo besaba a él y no a cualquier otro, no soportaba la idea de que ella estuviera con alguien más.

—Seto, no estoy ebria —aseguró, mientras lo seguía y lo abrazaba por la espalda. Sabía lo que él pensaba sin necesidad de que se lo dijera.

—Serenity, tu aliento te delata —era verdad; tenía olor a vino rosado. Deshizo el abrazo; era mucha tentación sentirla contra su cuerpo. Se mantuvo a una distancia prudente—. Además, no puedes hacer algo de lo que te vayas a arrepentir. O que, para mañana, no te acuerdes.

—Está bien, quizás sí me pasé de copas —aceptó finalmente; era evidente que había tomado—. Pero estoy consciente de lo que hago. No te besé por ebria alborotada, si es lo que piensas. Lo hice porque quería hacerlo desde hace tiempo. El alcohol solo me dio el valor para hacerlo. —Era muy sincera; quería estar con él; era lo que más deseaba en ese momento.

—¿Te acordarás de esto mañana? —necesitaba asegurarse; no habría vuelta atrás—. Serenity, no hagas algo de lo que quizás te puedas arrepentir.

—Seto... Deja de hablar —ahora era ella la que daba órdenes; una sonrisa traviesa apareció en sus labios—. Ven aquí. —Él solo obedeció—. Bésame. —Esto último fue casi un susurro.

Una simple palabra bastó para que el ojiazul se adueñara salvajemente de sus labios, como jamás imaginó poder hacerlo. Nuevamente, su actitud dominante se mostraba en acción; él la cargó y la sentó sobre la mesada de la cocina para poder quedar a la misma altura. La atrapó de la cintura y la presionó contra su cuerpo. Ella se acomodó fácilmente y lo rodeó con sus piernas por la cintura, también para poder acercarse lo que pudiera a su cuerpo. Sus manos las llevó hasta las mejillas de él, correspondiendo el beso con la misma intensidad.

Se distanciaron sin perder el contacto; ella lo despojó de su chaqueta blanca y, sin demora, comenzó a desvestirlo comenzando por su camiseta negra, dejando al descubierto su formado pecho. El calor de su piel se fusionó con la fría piel de él. Sus musculosos brazos ahora desnudos la rodeaban. El roce con su entrepierna le había hecho percatarse de que él ya estaba bastante excitado; ella igual, así que no quería darle más larga al asunto.

Seto tomó posesión de sus labios otra vez; un sentimiento de plenitud lo inundó. Finalmente comprendió de lo que se había cohibido todo este tiempo. No podía oír más nada que su alocado corazón latiendo a mil por hora. Nervios; una mujer lo podía poner nervioso. Era eso lo que tanto lo molestaba al estar con ella. Ahora lo que lo molestaba era esa estorbosa ropa.

Se dedicaron un par de miradas; no había más por decir. Bajo el cierre de su vestido con gran maestría, dejando que cayera. El contacto con su piel desnuda provocó sensaciones que nunca había experimentado. ¿Qué tenía esa mujer en su piel? ¿Qué droga era esa? Desvió sus manos hasta los muslos de ella y la alzó, haciendo que ella quedara suspendida en el aire.

Ella se aferró a su cuello con ambos brazos y él la sostuvo firme para que no cayera. La condujo hasta la habitación, donde la depositó delicadamente en la cama, posicionándose sobre ella. Terminó de deshacerse de su fastidioso vestido. Dejó de besarla para iniciar un nuevo recorrido por su cuerpo, ya no con sus manos, sino con su boca, explorando y devorando cada milímetro de piel. Le parecía increíble tenerla así, rendida a sus deseos. Sería suya y de nadie más, como debía ser. Ella ahogó varios suspiros y hundió sus yemas en el cabello de él, indicándole al ojiazul que iba por buen camino.

La ropa restante era un obstáculo para su misión.

Ella poco a poco fue bajando el pantalón de él. Ahora que experimentaba sus caricias tan íntimamente, era consciente de lo mucho que la atraía ese hombre; ningún otro la había tocado así. Tenía calambres en sus pies. Sabía que había actuado como una cualquiera, pero en ese preciso momento no tenía importancia. Finalmente, la ropa de él yacía en el suelo; pequeños movimientos de cadera hacían evidente la excitación que tenía. Enlazó sus manos en el cuello de él, atrayéndolo hacia sus labios nuevamente. Sintió cómo los músculos de su espalda se tensaron; aprovechó para posicionarse sobre él esta vez e iniciar otro beso donde capturó el labio inferior de este y lo torturó con una pequeña mordida en su labio inferior. Esto lo enloqueció; era un dolor muy placentero.

Seto liberó sus pechos, quitando el broche del sujetador. Se detuvo para observar la gran vista que tenía de la chica, quien estaba cubierta solo con una tanga. Su mirada recorrió su cuerpo; era un ángel. Era perfecta. Su piel blanca, sus labios rosados, sus curvas definidas, sus pechos firmes, el vientre plano. ¿Por qué demonios tenía que ser perfecta? Ella acomodó su cabello detrás de la oreja, se acercó nuevamente, besando el pecho de él hasta subir hasta sus labios.

Con agilidad se deshizo de lo que le quedaba de ropa interior. Se posicionó nuevamente arriba de ella. Estaba obsesionado con recorrer su piel; debía adueñarse de cada parte. Sus manos fueron conquistando cada pedazo de piel. Podía hacer esto toda la noche, pero había otros asuntos que atender. Llegó hasta su intimidad y se percató de su humedad, así que no dudó en introducir un dedo en su interior.

—Seto—Gimió ante la invasión, se arqueo al sentir una oleada de placer recorrer un cuerpo.

—Detenme ahora sí no es esto lo que deseas.— Le rogó, estaba nublado por la lujuria. La miro fijamente a los ojos, buscando algún signo de desaprobación—O si no estas segura...

—Seto...—Intento regularizar su respiración. Le acaricio la mejilla. No le dejo continuar con lo que iba a decir, lo beso como respuesta.

Se arqueo al sentir el contacto de sus pieles totalmente desnudas, escalofríos le recorrían toda la espalda dorsal, Seto la estaba volviendo loca. Su boca estaba concentrada en sus pechos, mientras que sus dedos la embestian. Hacía rato que la razón los había abandonado, ahora solo les quedaba disfrutar del placer que les brindaba el cuerpo del otro. La humedad se intensificó, el ya sabía que había llegado el momento. Volvió a pedirle permiso con la mirada, deseaba que ella disfrutara, deseara que el placer la invadiera. Ella sonrió, y se aferró a la espalda de él.

Él flexiono delicadamente la pierna de ella, dejando un perfecto ángulo de penetracion. Ella sintió como poco a poco era invadía. El se detuvo para adaptarse al cuerpo femenino. La miro, buscaba no lastimarla. Ella lo rodeo con sus piernas, haciéndolo profundizar mas. El comenzó con lentas estocadas, haciendo un gran esfuerzo por contenerse.

Ella jadeaba y mordía su cuello, tratando de calmar los espasmos. Los gemidos de ella, era todo lo que el necesitaba oír, mientras más aumentaba los jaleos de ella, más aceleraba sus movimientos.

Aquella habitación iluminada apenas por la débil luz de la sala, era testigo de los dos amantes, quienes se encontraban revolcándose entre las sábanas blancas. El sudor de ambos se mezclaban, Seto había dejado de ser gentil y amable, ahora era rudo y salvaje. Las uñas de ellas estaban siendo grabadas en la espalda de él.

En un vaivén, apareció una oleada de placer creciente. Sus labios nuevamente se encontraron, ahogando sus jadeos, y gemidos. Después de varios minutos, sintió en cuerpo de la joven temblar, estaba al límite. Comenzó a embestirla con más fuerza, y ella a moverse acompañando el movimiento de él, hasta que llego al orgasmo. Soltó un último y largo gemido. Él al poco tiempo también llego clímax.

El sudor recorría sus cuerpos, junto con jadeos. Él se recostó al lado de ella. No podía dejar de admirarla, verla así al lado de él, provocaba que se excitara nuevamente, la deseaba demasiado. Dios, como la deseaba, tenía que hacer un gran esfuerzo para contenerse. Le dio un beso suave y delicado que ella correspondió.

—Te quiero mucho, Seto —dijo ella, con los ojos cerrados. El sueño la fue invadiendo de a poco. Se encontraba rodeada de los fuertes brazos de Kaiba; se sentía muy cálida.

Seto quería decirle algo, responder de alguna forma, pero no sabía cómo. La abrazó lo más fuerte que pudo; no quería soltarla, quería que se quedara para siempre ahí, en sus brazos. No quería tener que despedirse. Había estado con otras mujeres antes, pero nunca había dejado que alguna se quedara a dormir, pero con ella era diferente. Sintió cómo la joven se dormía; una sonrisa apareció en su rostro. Eso que sentía era felicidad. Estaba feliz; ella lo hacía feliz, por fin lo entendía.

Los rayos de sol entraban por la ventana, sin pedir permiso. Apretó los ojos y luego dio una pequeña queja. Las copas de anoche estaban pasando la cuenta; se llevó una mano a la cabeza y dio un largo bostezo. Sintió un peso alrededor de su cintura y un levantamiento inusual en su almohada. Se despertó por completo al percatarse de qué se trataba. No había sido un sueño; había amanecido al lado de Seto Kaiba. De verdad.

Giró su cabeza sobre la almohada y se encontró con el rostro durmiente de él. No recordaba haberlo visto tan cerca en su vida. Sintió una ternura inusual; se notaba que tenía algunas ojeras, pero aun así su cara solo irradiaba paz. Sonrío; no sabía en qué momento exactamente se había enamorado tanto de él, pero ahí estaba, y no podía ser más perfecto. Le dio un pequeño beso; este abrió los ojos pesadamente.

—Disculpa si te desperté —susurró. Al parecer, el beso lo había despertado. Cuando logró abrir por completo los ojos, le dedicó una pequeña sonrisa.

—No me molesta —la abrazó más fuerte, atrayéndola hacia sí. Cerró los ojos y se entregó a Morfeo nuevamente.

¿Felicidad? Sí, ahora sí comprendía el significado. No podía estar más feliz que ahora.

Este era el Seto que nadie conocía. Era inevitable; hoy había despertado un poco más enamorada. Cerró los ojos e intentó recordar en qué momento había comenzado todo esto... Desde la primera noche en el baile, lo había visto por primera vez... Estaba muy diferente; no era el mismo Seto que conoció años atrás. Desde aquella primera noche, había quedado enamorada. No se imaginó nunca que iba a terminar en su cama, pero no importaba la situación. Él estaba ahí con ella, estaba ahí abrazándola, durmiendo con ella. ¿Qué más podía pedir?

Se despertó nuevamente. Solo que esta vez estaba sola. Se vistió y salió de la habitación. Había una suave y melodiosa música.

—Buenos días —saludó el joven ojiazul. Se había bañado y vestido.

—Buen día, Seto —le dedicó una sonrisa. Él lucía muy extraño hoy; lucía feliz.

—¿Quieres bailar? —una pregunta un poco extraña para ser las 10 de la mañana, pero a estas alturas, ya muchas cosas no tenían sentido.

—No sabía que bailabas —se impresionó; bailaba muy bien para no haberlo visto bailar nunca.

—Que no baile con frecuencia no significa que no sepa —le respondió con una sonrisa.

Bailaron al ritmo de la música, aunque estaba baja.

—¿Por qué tan animado? ¿Qué celebramos hoy?

Fin de flashback.

—¿Estás molesta? —preguntó, sin dejar de ver la carretera. Tenía miedo de su respuesta; no iba a soportar un rechazo de ella.

—No —respondió.

—¿Te arrepientes de lo que pasó? —tragó fuerte; necesitaba saberlo.

—No —respondió inmediatamente.

—Serenity, ¿puedes decirme por qué razón estás así? —estaba muy irritado; desde que salieron del hotel no había pronunciado una palabra que no fuera monosílabo.

—Nada... Es solo que... —hizo una pausa—. Estoy confundida. No sé qué piensas. No sé qué pensar.

—Serenity, yo tampoco sé —confesó. A la vez podía entender lo que ella sentía; él se sentía muy similar.

—¿A dónde va a llegar todo esto? —preguntó directamente. Esa era la gran incógnita.

—No me preguntes algo que no sé —ordenó en tono severo. Se sentía frustrado; toda esta situación lo había tomado desprevenido—. Yo no sé si mañana seguiremos siendo como hoy. ¿Para qué tengo que pensar y suponer algo que no sé? Solo la pasamos bien. Demonios, ¿por qué tienes que preguntar tanto?

Era de esperarse. Después de todo, él no se había comprometido con ella de ninguna forma. El problema era que ella sí se había vinculado mucho con él; no era un simple "veremos qué pasa". No, ella lo quería. Lo quería de verdad; no iba a soportar que él no lo hiciera. Después de lo que él dijo, lo entendió; para él solo era algo que podía o no continuar. Así que no había más por decir. No estaba para juegos. Si esto no tenía pies ni cabeza, entonces debía terminarse aquí y ahora.

Ya era momento de despertar del cuento. Seto no era un hombre de relaciones públicas y largas... ¿Cómo pudo cegarse tanto? Había logrado que una mujer como Serenity, independiente, inteligente, seria, cayera redondita ante sus encantos. Se sentía furiosa, con ella, por su comportamiento. Intentó hacerle entender al magnate que ella no era de las que él podía tener, pero claro, tenía que tomar, embriagarse y tirar todo por la borda. Lo más humillante es que había sido ella quien prácticamente le ordenó estar con ella; él había intentado detenerla. Los recuerdos de cómo había comenzado todo la perturbaban; hubiera preferido no recordar nada.

—Detén el auto —le ordenó.

—¿Qué dices? —se había vuelto loca; estaban en plena vía.

—Que pares el auto. ¡YA! —le repitió, pero con un tono más severo, que él nunca había visto en ella.

Él se orilló en la vereda; no entendía qué estaba pasando por su cabeza. Ella solo se bajó del auto. Caminó hasta la esquina de la calle, donde paró un taxi y se subió en él. No emitió palabra al bajarse; Seto solo se quedó ahí tras el volante, analizando lo que había pasado. ¿Había dicho algo malo? ¿Había hecho algo que no le gustara? Ella parecía estar bien con todo, hasta que llegaron esas confusas preguntas.

—Adiós, Serenity —fue su único pensamiento. Otra vez la dejó ir.