El Caso de la Comunicación

Escrito por Inscrybed, traducido por Fox McCloude

Disclaimer: Komi-san, Ace Attorney y todos sus personajes son propiedad de Tomohito Oda, Shu Takumi y Capcom. La historia original pertenece a su autor respectivo, yo solo tomo créditos por la traducción. Todos los derechos reservados.


Capítulo 14: La voz de su corazón, Parte 2.


ADVERTENCIA: Este capítulo contiene menciones de suicidio. Ya están avisados los que sean sensibles a eso.


28 de septiembre, 10:20 AM

Corte del Distrito – Sala de justicia No. 8


– ¡Están a punto de ver la psicología analítica en acción! Auf geht's! ¡Hagámoslo!

Athena tocó con el dedo la cara de Widget. Un rayo de luz salió desde ella, proyectando un círculo que esperaba sus órdenes. Con su mano enguantada, dibujó un círculo, revelando un logotipo con forma de emoticono que sonreía y guiñaba el ojo, que dio paso a una interfaz computarizada holográfica. Presionó un icono en el escritorio para cargar la Matriz Emocional. Un cuatro de aviso apareció en cuanto insertó los datos de la lectura emocional que sus oídos captaron de la voz de Hitohito. Widget recibió los datos, y empezó a interpretarlos, mientras un indicador en la pantalla subía desde 0 hasta 100%.

Una vez que se cargó el programa, Athena inmediatamente se vio asaltada por el sonido agudo de una sirena y un signo de exclamación que vibraba. Había cuatro caras, una en cada esquina, coloreadas de verde para felicidad/diversión, roja para rabia/frustración, azul para tristeza/miedo y amarilla para sorpresa/confusión. Sin embargo, en lugar de las caras usuales, todas aparecieron en gris, salvo por la cara azul en la esquina inferior izquierda, que mostraba una mueca sombría de dolor mientras la luz azul llenaba por completo la pantalla.

– ¡Eso fue lo que pasó durante el caso del Acuario Shipshape! – Phoenix señaló hacia la pantalla, que destellaba de azul junto con la cara en la esquina inferior izquierda, que parecía estar llorando.

– Exacto. ¡Cómo lo esperaba, es una sobrecarga emocional! – replicó Athena. – Aunque sin dudas ha estado muy abrumado emocionalmente durante todo el juicio, su miedo ahora acaba de alcanzar un punto álgido en cuanto estábamos por interrogar a la Srta. Gorimi y a la Srta. Nakanaka con sus declaraciones. Estaba desesperado por ponerle fin al juicio y que lo declararan culpable. La única razón por la que se me ocurre que alguien querría eso es que está más asustado de algo afuera de la prisión que adentro.

– Bueno, una vez tuve que lidiar con un culpable muy irritante que intentó usar un veredicto de culpabilidad por un crimen menor como coartada para un asesinato, aunque no creo que eso se aplique aquí. – notó Phoenix. – De cualquier manera, estoy seguro que ya sabes exactamente qué estás buscando, ¿verdad?

– Sí, lo sé… – Athena miró la pantalla.(«La respuesta está prácticamente gritándome a la cara, pero no estoy segura de cómo reaccionará Hitohito cuando se lo señale. De cualquier manera, ya he llegado demasiado lejos para rendirme ahora, ¡así que aquí vamos con todo!»)


[* * * * * * * * * * * * * * * *]

Matriz Emocional

-Lo que realmente pasó—

Ruido: 100%

¡ADVERTENCIA! ¡SOBRECARGA EMOCIONAL!

[* * * * * * * * * * * * * * * *]

Tadano:

Entré a los archivos de la biblioteca por petición de mi profesora.(Sobrecarga: Miedo)

»Inicié sesión en la computadora para sacar la información que me solicitó. (Sobrecarga: Miedo)

»Mientras estaba trabajando... Yamai apareció… (Sobrecarga: Miedo)

»En un arranque de pánico, traté de alejarla con el reloj antiguo... (Sobrecarga: Miedo)

»Cuando ella me atacó de vuelta, la esquivé y me desmayé... (Sobrecarga: Miedo)

»Cuando recuperé el sentido, vi a Yamai trabajando en la computadora... (Sobrecarga: Miedo)

»Noté que tenía todavía el reloj en mi mano, y sentí la rabia surgir dentro de mí hacia ella. (Sobrecarga: Miedo)

»Me escurrí detrás de ella, y le estampé el reloj en la cabeza, noqueándola.(Sobrecarga: Miedo)

»Después de darme cuenta de lo que hice, dejé caer el reloj y salí corriendo... (Sobrecarga: Miedo)

Athena se deslizó por cada una de las declaraciones en la Matriz Emocional. Una imagen acompañaba cada una de ellas, con la primera mostrando a Hitohito entrando en los archivos de la biblioteca con aspecto muy asustado. Siguió pasándolas hasta detenerse en la tercera declaración.

Mientras estaba trabajando... Yamai apareció…(Sobrecarga: Miedo)

Esta declaración mostraba una imagen de Yamai sonriendo sádicamente frente a Hitohito y con un gesto amenazador, mientras él levantaba las manos aterrado, tratando de alejarla. Athena no estaba 100% segura de que esta imagen fuera exactamente como ocurrió el evento, pero estaba razonablemente segura de que estaba extremadamente cerca. En cualquier caso, no había duda alguna en su mente que cada uno de los miedos y traumas de Hitohito eran por culpa de esta chica. Colocó su dedo en el rostro sonriente de Yamai y lo seleccionó, haciendo que todo el cuerpo de la chica en la pantalla se resaltara, y la palabra "Yamai" apareciera sobre su cabeza.

Estaba lista para presentar.

*¡ESO ES! *

– ¡Sr. Tadano! – Athena señaló a su cliente.

– ¿Qué…? – Hitohito dio un respingo. – ¿Quién? ¿Yo?

Athena asintió. – No puedo ni imaginar lo que está pasando ahora, para haber sufrido con miedo durante todo este juicio. Quiero ayudarle a superarlo, pero para hacerlo necesito que sea totalmente honesto conmigo…

– Umm... – Hitohito empezó a juguetear nerviosamente. Quería obedecer la petición de su abogada, pero podía sentir la voz de Yamai arrastrándolo. Si le decía cuál era la fuente de su miedo, temía por lo que Yamai fuese capaz de hacer en represalia. Sabía que era capaz de llegar hasta él mientras estaba en prisión, basándose en su visita de anoche, y si decía cualquier cosa que la hiciera quedar como una criminal, quién sabría lo que podría hacerle.

Athena miró fijamente a su cliente a los ojos. – Quiero que me diga la verdad. ¿Es responsable la Srta. Ren Yamai por su miedo?

Hitohito ahogó un grito. Sabía que no debía sorprenderse. Cualquiera que los conociera a él y a Yamai habría podido darse cuenta, ni hablar de alguien con tan buen oído y la capacidad de percibir hasta las emociones más sutiles en la voz de una persona. También sabía que ella estaba tratando de ayudarlo al llegar hasta la fuente de su miedo. En su mente no hubo dudas de que ya lo había deducido, basándose en lo que le dijo ayer, que Yamai había sido la responsable de secuestrarlo.

Hitohito trató de hablar para confirmar las sospechas de Athena, pero las palabras se rehusaron a salir. Cada vez que intentaba hablar, las amenazas de muerte implícitas de Yamai forzaban a sus palabras a volver a su garganta. Se sentía como un muñeco de trapo, atrapado en una riña donde lo jalaban de los brazos. De un lado estaba Athena Cykes, jalando y forcejeando desesperadamente para que dijera la verdad y evitar que fuera a prisión. Del otro, estaba Ren Yamai, tratando de arrojarlo a la prisión y sacarlo de su camino para satisfacer su lujuria por Shouko Komi.

Y en este momento, Yamai estaba ganando.

– ¡Sr. Tadano! ¿Es cierto lo que dice la defensa? – preguntó la Jueza Gavèlle.

– Uhhh... ummm... – Hitohito tenía problemas para hablar.

– Esa fue una pregunta de sí o no. Por favor responda: ¿tiene usted miedo de la víctima, la Srta. Ren Yamai? – preguntó la Jueza Gavèlle, esta vez en un tono más severo.

– Umm... errrggghhh... – Hitohito estaba empezando a sudar visiblemente a chorros. No tenía el valor para decir la verdad, pero tampoco quería mentir. De repente, se le ocurrió una idea, y declaró: – ¡Quisiera invocar mi derecho a guardar silencio!

Blackquill sonrió. – Hmph. ¡Eso debería ser suficiente para cualquiera que no sea un abogado defensor entrometido!

(«¡Pero es mi trabajo entrometerme!»)Athena suspiró lanzándole una mirada molesta a Blackquill.

– ¡Ohh, no me des esa mirada, Cykes-dono! ¡He visto paparazzi de tabloides que son menos entrometidos que ti! –B lackquill se tocó la frente. – ¡Has intentado meterte en los asuntos de este pobre muchacho, y como resultado, no has hecho sino hacer que se cierre aún más!

– ¡P-pero sólo estoy tratando de ayudarlo! – dijo Athena casi suplicando.

– Creo que ya has ayudado al Sr. Tadano más que suficiente. ¡Dejémosle que baje del estrado para que pueda descansar! – declaró Blackquill. – Después de todo, si ha elegido guardar silencio, entonces no tiene sentido seguir con este interrogatorio.

Hitohito suspiró de alivio. Esperaba que esto significara que Yamai ya no vendría más por él.

*¡SLAM!*

– Entonces, entiendo que desea invocar su derecho a guardar silencio para rehusarse a testificar, ¿estoy en lo correcto? – le preguntó la Jueza Gavèlle.

– ¡Así es! – replicó Hitohito asintiendo.

La Jueza Gavèlle extendió su mazo. – Recuerde, una vez que invoque su derecho a guardar silencio, también perderá a su derecho a testificar más adelante. Ya no podrá hablar más hechos concernientes a este juicio, ni tampoco defenderse o refutar los puntos que presenten la defensa o la fiscalía. Con eso dicho, ¿todavía desea guardar silencio?

Los ojos de Athena se abrieron de golpe.(«¡Esto es malo! ¡Significa que mi sesión de terapia va a ser interrumpida por completo!»)

– Bueno, yo… — Hitohito seguía dudando. Por un momento consideró los pros y contras de renunciar a su derecho de hablar en la corte. En última instancia, el deseo de no revelar cómo lo había tratado Yamai ante la corte y arriesgarse a represalias terminó ganando. – Aún quisiera…

*¡UN MOMENTO!*

– ¡Sr. Tadano! ¡Por favor piense bien en esto! – Athena golpeó su escritorio mientras gritaba casi suplicando. – ¡Está cometiendo un grave error!

*¡SILENCIO!*

– ¡El Sr. Tadano ya lo ha pensado, y ha tomado su decisión! ¡Si realmente te preocupas por el bienestar de tu cliente, deberás respetar esa decisión! – espetó Blackquill.

– Pero Fiscal Blackquill, usted se da cuenta que este juicio está siendo transmitido en vivo por televisión e Internet, ¿verdad? – contraatacó Athena.

– ¿Sí? ¿Y qué con eso? – Blackquill le dio la espalda con desdén a la abogada defensora.

Athena se giró para dirigirse hacia la jueza. – La defensa cree que la razón por la que el Sr. Tadano desea guardar silencio es que la Srta. Yamai o alguien relacionado a ella lo está amenazando para que mantenga la boca cerrada y no testifique en su contra. Por favor, concédame cinco minutos a solas con mi cliente para hablar en privado. Creo que durante ese tiempo, puedo convencerlo de que comparta con nosotros lo que sabe.

– Hmm... no veo por qué no, considerando que el Sr. Tadano aún no ha aceptado oficialmente guardar silencio… – declaró la Jueza Gavèlle tras considerarlo por un momento. – ¿Usted qué piensa de esto, FIscal Blackquill?

– ¿Que qué pienso? – empezó a decir Blackquill. Athena casi se esperaba a que descartara su petición como una pérdida de tiempo, probablemente con una metáfora sobre espadas o con una anécdota de otros prisioneros.

Sin embargo, su expresión se tornó sombría y seria, mientras miraba a Athena directo a los ojos.

– Lo que pienso es que estás andando por un camino muy peligroso, Cykes-dono. Si la Srta. Yamai o quienes están conectados con ella son tan peligrosos como dices, te estás exponiendo a un grave riesgo no sólo para tu cliente, sino para ti misma. Que sepas que si cualquier cosa que esté pasando por tu cabeza en este momento resulta estar equivocada, no sólo te enfrentarás a un veredicto de culpabilidad, sino que las consecuencias de tus acciones serán muy severas tanto para ti como para el Sr. Tadano. ¿Es este realmente el curso de acción que deseas tomar? – preguntó Blackquill ominosamente. Phoenix se preguntaba en silencio si el discurso de Blackquill era una amenaza o una advertencia, pero a juzgar por el tono, Athena sintió que era un poco de ambas cosas.

– ¡Por supuesto que sí! – replicó Athena sin dudarlo. – ¡No tengo miedo de lo que pueda pasar!

– Hmph, si tan sólo supieras… – Blackquill negó con su cabeza. – Supongo que es muy fácil ser valiente cuando no tienes nada que perder. Muy bien, Su Santidad, estoy dispuesto a conceder mi bendición para que Cykes-dono tenga sus cinco minutos, con una condición…

La Jueza Gavèlle entrecerró los ojos. – ¿Y esa sería…?

– Que si después de los cinco minutos, el Sr. Tadano aún elige guardar silencio, se dará por terminado el juicio y anunciará su veredicto. Después de todo, si no fuera por las distracciones de Cykes-dono, ya estaríamos escuchando a los otros testigos a estas alturas. Seguramente, si ella cree tan firmemente en continuar con estos desvíos inútiles del juicio, debería ser penalizada si resulta no ser algo substancial… – propuso Blackquill.

– ¡¿D-dar por terminado el juicio?! – Athena jadeó.

Blackquill golpeó el escritorio con una sonrisa. – Podemos seguir adelante con los demás testigos como habíamos planeado originalmente, si te sientes muy gallina. Bueno, más gallina de lo que ya eres, ¡ja! – dijo carcajeándose. Su propia broma hizo que casi se reventara de risa mientras golpeaba el escritorio entre risotadas.

– Grrr... ¡Ya le voy a enseñar yo quién es gallina, Blackquill! – Athena golpeó ambas manos sobre su escritorio furiosa.

– ¡Ten cuidado, Athena! Blackquill está tratando de provocarte. No caigas en su trampa o podrías hacer algo de lo que después te arrepentirás. – le advirtió Phoenix muy severamente.

– Pero jefe…

– Blackquill intenta descontrolarte. Sé que quieres ayudar a Hitohito a llegar a la raíz de sus problemas, pero en este momento no es un riesgo que valga la pena tomar. Si elige guardar silencio, el juicio terminará, y recibirá un veredicto de culpabilidad por como lucen las cosas. ¡No dejes que los juegos mentales de Blackquill se apoderen de ti! Ambos sabemos que es inocente, así que tenemos que probarlo. Ya habrá tiempo de sobra para ayudarlo con su TEPT después del juicio… – dijo Phoenix casi suplicando. Se sentía terrible por no dejar que Athena completara su terapia, pero al mismo tiempo, sentía que la amenaza de encarcelamiento por cargos falsos sólo empeoraría las cosas.

Athena miró a Hitohito, que estaba temblando sobre el estrado.(«Aunque consiga un veredicto de no culpabilidad, eso no cambia el hecho de que Hitohito aún sigue sufriendo y que Yamai sigue siendo un peligro para él. ¿Qué tal si se queda así para siempre? ¿Qué tal si ella sigue acosándolo? ¿O si lo secuestra de nuevo? ¿Qué tal si intenta matarlo? Diablos, ¿qué tal si él intentara quitarse la…? No… eso no va a pasar. ¡Tengo que seguir adelante con esta sesión de terapia a toda costa! ¡Debo ayudar a Hitohito con sus problemas, sin importar nada! ¡Y lo más importante, debo exponer a Yamai y detenerla, para que nunca más pueda volver a lastimarlo!»)

– Gracias por su preocupación, jefe… – Athena hablaba con una expresión decidida. – Pero aún estoy dispuesta a correr el riesgo. Sé que Blackquill está tratando de provocarme, pero al mismo tiempo, el corazón de Hitohito está gritando por ayuda, y si me detengo aquí, sólo estaré dejándolo sufrir en silencio. Sé que usted no quiere que haga algo de lo que me pueda arrepentir después, pero si no hago algo para ayudarlo, después me voy a arrepentir de ello de todas maneras, así que debo hacerlo. Esto se trata más que sólo conseguirle un veredicto de "no culpable". Se trata de ayudarlo a afrontar sus problemas y a que encuentre la fuerza para superarlos, para que pueda volver a casa como una persona más fuerte y más feliz.

– Hmm... – Phoenix bajó la cabeza, pensativo. – Si así es como te sientes, confiaré en tu juicio, y te apoyaré como me sea posible. Si hay alguien capaz de llegar a él, esa eres tú…

– Gracias, jefe... – Athena sonrió. Miró a Blackquill directo a los ojos y estampó su puño contra su palma. – ¡Acepto su propuesta, Fiscal Blackquill!

Una sonrisa se formó en los labios del fiscal. – Je. O eres demasiado valiente, o te falta buen juicio. Muy bien. Bajo estas circunstancias, la fiscalía no tiene objeciones a que Cykes-dono tenga sus cinco minutos. ¿Usted qué dice, Su Santidad?

La JueZA Gavèlle suspiró. – No puedo decir que sea fan de los términos propuestos, Fiscal Blackquill. Sin embargo, los mantendré ya que la defensa ha accedido a ellos. – Preparó su mazo. – La corte otorgará entonces un receso de cinco minutos mientras la Srta. Cykes tiene su reunión privada con su cliente. Si, después de este receso, el Sr. Tadano elige todavía guardar silencio, entonces este juicio terminará, y anunciaré mi veredicto. ¿He hablado claramente?

– Entendido, Su Señoría. – asintió Athena. («Suena a que Blackquill planea subir su juego si puede hacer que la Jueza Gavèlle esté bailando a su tonada...»)

– Entonces, tendremos un receso de cinco minutos. Rezo a la Diosa de la Ley que utilice ese tiempo de manera productiva. ¡La corte entra en receso!

*¡SLAM!*

Un alguacil de edad avanzada se aproximó al estrado y le indicó a Hitohito que lo siguiera. El estudiante tímidamente obedeció y fue con él. Athena abandonó el banquillo de la defensa para seguirlos a ambos, y fueron escoltados fuera de la sala y de vuelta al lobby para acusados.


28 de septiembre, 10:40 AM

Corte del Distrito - Lobby para acusados No. 3


El alguacil les abrió la puerta de la habitación y la mantuvo abierta hasta que Athena y Hitohito entraron. Inmediatamente, Hitohito fue hacia el sofá a sentarse, y Athena lo siguió de cerca. Esperó hasta que el alguacil cerrara las puertas antes de dirigirse a él.

– Hitohito, quiero hablar contigo sobre Yamai... – dijo Athena inmediatamente. No había tiempo que perder y decidió ir directo al corazón del asunto.

– ¡Lo siento! ¡Siento mucho haberte metido en ese predicamento y dañado tu caso de esa forma! – dijo Hitohito suplicando. Luego se hizo bolita sobre el sofá, casi esperando que ella lo golpeara. – ¡Por favor no te enojes conmigo!

– ¡Hitohito! Por favor, no estoy enojada contigo… – Athena trató de persuadirlo.

– ¡Sí lo estás! Puedo verlo… – le refutó él, sosteniendo sus manos esposadas frente a su rostro.

(«Ohh, claro, me olvidé. Puede leer a las personas. Bueno, sí tiene razón, estoy un poco enojada, pero mayormente estoy preocupada…») pensó Athena. Luego miró abajo y vio que Widget estaba brillando de rojo, indicando rabia.(«O quizás Widget me delató de nuevo...») – Ok... lo admito, sí me siento un poco frustrada, pero es porque estoy preocupada por ti… – le dijo.

Respiró profundamente, intentando calmarse. Si quería llegar a Hitohito, tenía que controlar sus propias emociones. Luego de unos momentos, vio que Widget regresaba a su expresión neutral.

– Ahora que ya estamos solos aquí, ¿estás dispuesto a decirme si le tienes miedo a Yamai? – preguntó Athena. – Te prometo que no te voy a juzgar, no importa lo que me cuentes.

Hitohito se quedó en silencio. Athena estaba a punto de suspirar de frustración, cuando se dio cuenta de que estaba mirando al alguacil.

– ¿Disculpe, señor? ¿Hay alguna posibilidad de que salga afuera para que mi cliente y yo tengamos algo de privacidad? – le preguntó.

El alguacil negó con la cabeza. – Lo siento. Por mucho que quisiera honrar su petición, es política de la corte que un alguacil permanezca en los lobbies que estén ocupados por los acusados y/o sus abogados o fiscales...

– ¿Qué? – exclamó Athena. – ¿Desde cuándo?

– Desde hace quince años, cuando ocurrió un doble asesinato en uno de los lobbies para acusados mientras nadie estaba vigilando. No quieren que se repita el llamado "Segundo Incidente KG-8". – respondió el alguacil. Athena bajó la cabeza derrotada. – Entiendo tus frustraciones, pero te doy mi palabra que nada de lo que tú o tu cliente discutan saldrá de esta habitación. Sólo hagan de cuenta que no estoy aquí.

– ¿Eso te parece bien, Hitohito? – le preguntó Athena a su cliente. Hitohito lo pensó por un momento, y finalmente asintió. – Suena bien. Gracias por entender, señor. – le dijo Athena al alguacil.

– De nada. Mi nombre es Kenshin Hosonaga, por cierto. Sólo háganme saber si necesitan algo más. – replicó el hombre.

– ¡Gracias, Sr. Hosonaga! – Athena le sonrió en respuesta, antes de volverse hacia Hitohito. – Como estaba diciendo antes, ¿estás dispuesto a decirme si tienes miedo de Yamai?

– ... Sí, lo tengo... – replicó Hitohito algo dudoso. – Cuando me emboscó allá abajo en lo oscuro de los archivos de la biblioteca, realmente temía por mi vida. Me dijo que ya que estábamos allá abajo solos, podría matarme y nadie lo sabría, ni tampoco les importaría si descubrían mi cuerpo… – dijo mientras empezaba a respirar agitadamente.

Athena se sentó junto a él para ponerle una mano en el hombro para reconfortarlo. – Ya veo… gracias por ser honesto conmigo. ¿Estás dispuesto a compartir eso ante la corte una vez que termine el receso? – le preguntó.

– Lo siento… pero no puedo… – Hitohito negó con la cabeza.

– Lo entiendo… – replicó Athena en tono empático. – La razón por la que no quieres testificar en contra de Yamai, ¿es porque tienes miedo de que ella tome represalias contra ti si lo haces?

Hitohito asintió.

– Una cosa más: sobre aquel incidente que discutimos ayer… – empezó a decir Athena. Hitohito supo exactamente que se refería al secuestro de hacía varios meses. – ¿Yamai también fue responsable por eso?

Los ojos de Hitohito se ensancharon. Se preguntó cómo supo que Yamai también fue la responsable de secuestrarlo. Aunque en retrospectiva, supuso que cualquiera que supiera lo obsesionada que Yamai estaba con Shouko sería capaz de juntar dos y dos una vez que lo escuchara hablar sobre el secuestro. Asintió algo reacio. No sabía si esto llevaría a más represalias.

Athena le apretó el hombro con firmeza y protección. – Siento mucho que tengas que vivir con miedo de alguien como ella. Nadie merece vivir así, especialmente alguien tan amable y bueno como tú. Te mereces algo mejor, así que te aseguro que, incluso después que este juicio haya terminado, seguiré defendiéndote para que ella no vuelva a hacerte algo como eso nunca más. Pero para hacerlo, necesito que declares ante la corte todo lo que sabes sobre ella. A cambio, te prometo que haré todo lo que esté en mi poder para protegerte. ¿Qué tal suena eso?

– Umm... – Hitohito aún seguía inseguro de qué responder. Se imaginó que con Athena protegiéndolo, tal vez ya no tendría que preocuparse más por Yamai, especialmente ya que podía ver que Athena era digna de su confianza. Sin embargo, otros factores involucrados le causaron más dudas. Aunque sabía que ella era buena con sus palabras, era una sola persona y no podría estar en todos lados al mismo tiempo, ni tampoco despierta todas las horas del día. ¿Qué tal si Yamai iba y lo secuestraba de nuevo mientras Athena no estaba mirando? ¿Qué tal si Yamai decidía ser aún más cruel al atormentarlo en respuesta a la declaración de protección Athena?

Estaba luchando con estas dudas en su cabeza, cuando Hosonaga decidió hablar. – Perdón por interrumpir, pero ya que escuché su conversación, quisiera decirles lo que pienso al respecto, si eso está bien para ustedes…

Ambos, Hitohito y Athena lo miraron confusos. Se preguntaban qué opinión podría ofrecerles este hombre.

– Uhh... c-claro… – asintió Hitohito.

– Jovencito, por la discusión con tu abogada, he podido deducir que sufres de un problema de acoso a manos de esta chica Yamai. ¿Estoy en lo correcto? – preguntó Hosonaga.

– Hmm... – Hitohito bajó la cabeza pensativo.(«Ahora que lo pienso… el Sr. Hosonaga tiene razón. Lo que Yamai ha estado haciéndome es acoso. ¿Pero y eso qué? Aunque lo reportara en la escuela, no es como que nadie haría nada al respecto…»)Después de pensarlo un poco, asintió algo reacio.

Hosonaga se arrodilló para ponerse a nivel visual con Hitohito. – Hijo, no sé lo que esta chica te haya hecho, ni tampoco si eres culpable o inocente de lo que se te acusa, pero no puedes seguir embotellando estas cosas. Si cedes ante tu acosadora y sus demandas, ella seguirá atormentándote hasta que ya no puedas aguantarlo más y hagas algo drástico sólo para que termine el tormento. Tu abogada quiere ayudarte con eso, así que te sugiero que le dejes hacerlo. Sé que suena aterrador, pero te lo garantizo, las cosas sólo van a empeorar si sigues dejando que ella se salga con la suya.

– Suena como si ya tuviera experiencia con eso… – dijo Athena con curiosidad.

– Yo no, personalmente, pero mi hijo… estuvo en una situación similar a la de tu cliente… – replicó Hosonaga, con una mano en la barbilla. Hitohito y su abogada giraron su atención hacia él, con gran anticipación.

»Hace ya varias vidas, cuando todavía estaba en la fuerza policíaca, tenía un hijo. Él quería ser un detective igual que su viejo, y su viejo antes que él, y así sucesivamente. Tenía un buen corazón, siempre buscando ayudar a otras personas y anteponiéndolos a sí mismo. Siempre hablaba de cómo deseaba ser un héroe y ayudar a otros cuando creciera. El tipo de hijo del que cualquier padre se sentiría orgulloso.

»Cuando ingresó a la preparatoria, empezó a cambiar. Se volvió más retraído, empezó a faltar a clases a menudo, y a veces volvía a casa con heridas que según decía eran de accidentes que tuvo en la escuela. Resultó ser que había una chica que la agarró con mi muchacho por cualquier razón, y se deleitaba en atormentarlo, ya fuera física o mentalmente. Por supuesto, era una de las chicas populares, y se le hizo muy fácil hacer que otros se le unieran en atormentar a mi muchacho. Ni siquiera el personal de la escuela le creyó. Cuando intentó ir con el director en busca de ayuda, él fue quien se metió en problemas ya que esa chica había estado contándole al director mentiras sobre mi hijo, diciendo que él era quien se metía con ella.

Hosonaga frunció el ceño aún más, agarrándose las sienes. Hitohito pudo ver que se sentía cada vez más culpable entre más progresaba la historia. – La peor parte fue que yo tampoco le creía. Pensé que se había encaminado a convertirse en un delincuente y le di un sermón muy duro después que lo suspendieron de la escuela. No le creí ni una palabra de lo que dijo cuándo me contó que era él quien estaba siendo acosado. El peor error de mi vida...

Los ojos de Hitohito se ensancharon. Sintió que podía identificarse con el hijo de Hosonaga y empatizaba con lo que debió haber pasado durante todos estos años. Especialmente lo que más le golpeó fue el hecho de que una de las chicas populares era la que lo acosaba, y no pudo evitar imaginarse a Yamai en el mismo lugar que esa otra chica.

– Y entonces, ¿cómo supo el otro lado de la historia? – preguntó Hitohito.

Hosonaga suspiró. – Sólo empecé a creerle la primera vez que intentó suicidarse. Una semana después de volver a la escuela tras su suspensión, decidió que ya era demasiado y subió a la azotea, para saltar desde allí. De alguna manera, sobrevivió a la caída, pero se rompió casi todos los huesos de su cuerpo, incluyendo su espina dorsal, y quedó confinado a una silla de ruedas por el resto de su vida. Más vale que me crean cuando les digo que después de eso sí empecé a escucharlo.

– ¡Eso es horrible! – gritó Athena. – ¿Por qué no le creyó a su hijo cuando le dijo que estaba siendo acosado?

– Bueno, para serte totalmente honesto… no creí que una chica pudiera lastimarlo tanto… – replicó Hosonaga. Pudo ver que Athena empezaba a apretar furiosa los puños y se preparaba para decirle lo que pensaba. – Ya sé lo que estás pensando: que es muy sexista de mi parte pensar eso, y créeme, te doy toda la razón. Tuve que aprender esa lección de la manera difícil. Puedes condenarme todo lo que quieras, pero confía en mí: no hay nada que puedas decirme que yo mismo no me haya dicho durante los últimos treinta años o más…

– Espere un segundo… – intervino Hitohito. – Usted mencionó que era la primera vez que su hijo había intentado suicidarse. ¿Eso quiere decir que...?

– Tienes buen oído, chico… – lo halagó Hosonaga, levantando su dedo índice. – Un año después de quedar paralizado, volvió a intentar quitarse la vida. Y por desgracia, esta vez sí tuvo éxito.

El hombre suspiró. La rabia desapareció del rostro de Athena, y fue reemplazada por una mueca de simpatía, aunque algo enfurruñada.

– Según la nota que me dejó, sentía que como estaba atrapado en esa silla de ruedas, nunca podría convertirse en un detective y que era sólo un peso muerto. Ya me había expresado antes esas cosas, e intenté convencerlo lo mejor que pude durante ese tiempo de que ese no era el caso, que todavía podría unirse y ayudar al departamento de policía a pesar de su discapacidad. Supongo que al final pensó que mis palabras eran sólo promesas vacías. No lo escuché antes, así que ¿por qué iba a empezar a hacerlo entonces?

Hitohito sintió un dolor agudo en la boca de su estómago, mientras escuchaba la historia. El horror entonces le hizo darse cuenta de que, durante el último mes, estaba teniendo pensamientos suicidas muy similares a los que tuvo el hijo de Hosonaga. Aunque aún no llegaba al punto de planear hacerlo, se dio cuenta que, cuando estuvo en la azotea el día que conoció a Trucy, por un momento había considerado saltar desde allí.

También estaba el hecho de que en esencia estaba tratando de hacer que lo metieran a la cárcel por un crimen que no había cometido. Aunque no fuese tan permanente como ponerle fin a su propia vida, sintió que tenía un efecto muy similar. Una punzada de culpa le sobrevino al darse cuenta que la muerte del hijo de Hosonaga debió haberlo atormentado durante décadas, especialmente si todavía era capaz de recordarla hoy en día, y si él hacía lo mismo, terminaría lastimando a sus padres y su hermana de la misma manera.

Fue entonces que Hitohito se dio cuenta que tenía personas que se preocupaban por él: sus padres, su hermana, Athena, Najimi, e incluso Trucy. Aunque Yamai le había dicho que Shouko ahora lo odiaba, en el fondo, albergaba la esperanza de que ella estuviera mintiendo y quería creer que Shouko también se preocupaba por él. Si se iba, lo único que lograría sería ponerlos tristes a todos.

Aún no estaba listo para retractarse de su confesión, pero sí estaba dispuesto a cooperar con Athena.

Salió de sus pensamientos en cuanto Hosonaga se dirigió a Athena. – Supongo que esta es la parte donde me sermoneas por haber sido un padre horrible, y que es mi culpa que mi hijo haya muerto, ¿verdad? Está bien, no te culpo si…

Athena, en lugar de eso, sacudió su cabeza sombríamente. – No… usted ya perdió a su hijo. No hay razón para que yo siga recriminándoselo, cuando sin duda usted mismo debe haberlo estado haciendo durante quién sabe cuánto tiempo. De hecho… lamento mucho su pérdida. – Le ofreció una mano con simpatía.

– No lo sientas. Ya estoy en paz conmigo mismo por eso… – Hosonaga levantó su propia mano, rechazando el gesto de Athena. – En todo caso, discúlpenme por hacerles perder el tiempo escuchando mi triste historia. Supongo que sólo se los dije porque no quiero ver a otro joven ir por el mismo camino y terminar igual que mi hijo…

– No, está bien… – replicó Hitohito. – De hecho, su historia me resultó muy esclarecedora. Me… ha dado algo en lo que pensar…

– Qué bueno… – Hosonaga revisó su reloj. – Parece que ya casi es hora de volver. Los escoltaré de vuelta.

– Gracias… – replicó Athena. Una parte de ella estaba algo decepcionada de que un simple alguacil de la corte le había robado su momento en llegarle a Hitohito. Sin embargo, la envidia fue sobrepasada por el alivio de que tal vez ahora sí estaría dispuesto a revelar las cosas que Yamai le había hecho ante la corte.

Esta línea de pensamiento le hizo darse cuenta que todavía tenía las manos esposadas, y que tal vez esas esposas contribuyeran a su trauma mental debido a la asociación con haber sido secuestrado.

– Hey, antes de irnos, ¿hay alguna razón por la que deben mantenerlo esposado? – preguntó Athena.

– Bueno, usualmente se hace si alguien se considera en riesgo de intentar fugarse. Supongo que alguien en un puesto alto de la estación pensó que ese sería el caso… – explicó Hosonaga.

– ¿Sería posible quitárselas? Creo que le ayudará a abrirse más ante la corte… además, tengo la certeza que quienquiera que hizo que lo esposaran tenía una agenda detrás de eso. – solicitó Athena. No pudo evitar sacudirse de encima la sensación de que, de alguna manera, Yamai metió mano para asegurarse que lo tuvieran esposado durante el juicio, a pesar de no ser un procedimiento estándar para acusados que no habían sido condenados.

– Bueno… – Hosonaga lo pensó por un momento, antes de sacar un par de llaves para esposas de su cinturón. Con un movimiento rápido, abrió las esposas y las retiró de las muñecas de Hitohito.

– Gracias… – dijo Hitohito con gratitud mientras se frotaba las muñecas. Athena pudo captar con su oído que había menos discordia en su corazón que antes, gracias a que le quitaron las esposas.

– Ni lo menciones, chico… – Hosonaga asintió como respuesta, y luego volvió su atención a Athena. – Sólo recuerden, que yo también estoy arriesgando mi cuello por ustedes. Si él termina escapando, tanto tu trasero como el mío estarán en la línea de fuego…

– Lo entiendo. ¡Pero no lo hará! – Athena apretó sus puños.

– Eso espero…


28 de septiembre, 10:45 AM

Corte del Distrito – Sala de justicia No. 8


Hosonaga regresó a la sala con Athena y Hitohito. Athena regresó al banquillo de la defensa junto a Phoenix mientras Hitohito era escoltado de vuelta al estrado al lado del Detective Fulbright. Antes de volver a su puesto, Hosonaga le dio al chico un asentimiento, que el estudiante le devolvió de la misma forma.

– ¡Volviste! – dijo Phoenix. – ¿Cómo resultó?

– Bueno… – Athena miró hacia el testigo. – Estamos a punto de averiguarlo… – le dijo mientras tocaba su collar para volver a cargar la Matriz Emocional. La interfaz holográfica de Widget emitió un brillo de luz azul contra el rostro de Athena, mientras desplegaba la imagen de Yamai amenazando a Hitohito nuevamente.

*¡SLAM!*

– ¡La sesión se reanuda para el juicio de Hitohito Tadano! – declaró la Jueza Gavèlle golpeando su mazo.

– ¡La defensa ya está lista para reanudar la sesión de terapia! – declaró Athena, golpeando el escritorio con su palma.

– La fiscalía está lista para poner fin a este juicio… – Blackquill seguía apoyado sobre su escritorio, dándole la espalda a Athena. Este despliegue de indiferencia provocó que ella suspirara molesta.

– ¿Pudo convencer al Sr. Tadano de testificar sobre si la Srta. Yamai es la fuente de su miedo? – preguntó la Jueza Gavèlle.

– Sí, lo hice… – Athena asintió tratando de proyectar confianza. Luego miró a Hitohito.(«Al menos, creo que sí. La historia del Sr. Hosonaga le ayudó, pero no estoy segura de si fue totalmente efectiva. Aunque si no fue así, ya de todos modos estoy hundida, así que bien puedo mantener la confianza hasta el final...»)

– Muy bien… – asintió la Jueza Gavèlle. Luego miró fijamente al chico en el estrado. – ¿Desea usted confirmar la afirmación de la Srta. Cykes de que le tiene miedo a la Srta. Yamai? ¿O desea guardar silencio?

(«Aquí estamos… el momento de la verdad…»)pensó Athena. Miró a Hitohito con anticipación, rezando porque se abriera ante la corte.

Hitohito miró entre los miembros de la corte. Una vez que declarase que Yamai era la razón de su miedo, ya no habría vuelta atrás. Sabía que ella estaría observando el juicio desde alguna parte, y que sin duda tomaría represalias contra él si intentaba delatarla. Miró hacia el banquillo de la defensa y vio la mirada de Athena, haciéndole recordar lo que le dijo durante el receso.

– "...Te mereces algo mejor, así que te aseguro que, incluso después que este juicio haya terminado, seguiré defendiéndote para que ella no vuelva a hacerte algo como eso nunca más. Pero para hacerlo, necesito que declares ante la corte todo lo que sabes sobre ella. A cambio, te prometo que haré todo lo que esté en mi poder para protegerte. ¿Qué tal suena eso?"

Entre más pensaba en ello, más creía en lo que le había dicho. No estaba seguro de por qué de pronto confiaba en sus palabras, pero subconscientemente, sabía que las esposas que lo sujetaban antes también estaban actuando como un bloqueo mental, y ahora que se habían ido, ya se sentía más dispuesto a aceptar su ayuda.

También estaba el hecho de que la historia que le contó el Sr. Hosonaga sobre su propio hijo le resonó también, y que el alguacil no quería que él sufriera el mismo destino. Le recordó que había personas que creían en él, no sólo su abogada, sino su familia y sus amigos. También esperaba que Shouko estuviera entre dichas personas.

Ya estaba listo para hablar.

– ¿Sr. Tadano? Su respuesta, por favor… – le indicó la Jueza Gavèlle, extendiendo su mano.

– Perdón, Su Señoría, es que estaba pensando en lo que quería decir. La verdad es…

Hitohito respiró profundamente para tomar aplomo, preparándose para lo que venía por delante.

– La verdad es… que la Srta. Cykes está en lo correcto. Le tengo miedo a la Srta. Yamai… porque ha estado aterrorizándome durante los últimos cuatro meses… – le dijo Hitohito a todos en la sala. En cuanto dijo estas palabras, una notificación apareció en la pantalla holográfica de Widget.

Ruido: 100% -» 50%

(«¡El ruido ha bajado! ¡Grandioso! ¡Nos estamos acercando!») pensó Athena mientras el porcentaje de la pantalla decrecía de 100 a 50%. Además, la gente en la galería comenzó a especular. Athena apenas pudo entender lo que decían, pero por las emociones en sus voces supo que muchos de ellos estaban incrédulos que una chica delgada y pequeña como Yamai pudiera aterrorizar a un chico como Hitohito. Ella los ignoró. Podían pensar lo que les diera la gana, pero ella creería en Hitohito sin importar nada.

*¡SLAM! ¡SLAM! ¡SLAM!*

La Jueza Gavèlle golpeó su mazo repetidamente. – ¡Orden en la sala! – ordenó, silenciando toda la especulación en la galería. – Esta es una gran revelación, Sr. Tadano. ¿Le importaría elaborar más al respecto?

– C-claro, Su Señoría… – Hitohito se estaba agarrando el pecho, entre bocanadas ansiosas de aire. No sabía por dónde empezar.

– Tómese su tiempo, Sr. Tadano... – dijo Athena en tono reconfortante. – Sólo díganos lo que se sienta cómodo compartiendo.

– Ok... veamos… – Hitohito respiró profundamente para calmarse. Intentó recordar las cosas que Yamai le había estado haciendo, especialmente durante el último mes.

»La verdad es que… hay una chica de la que soy amigo en la escuela… – comenzó a decir, refiriéndose a Shouko. – Es una chica callada pero muy amable que desea hacer amigos, así que me ofrecí a ayudarle con eso. Pero Yamai… deseaba tener a esa chica sólo para ella. Se ofendió por el hecho de que alguien tan insignificante como yo fuese amigo de alguien tan maravillosa como ella…

– ¡Tú no eres insignificante! – gritó Athena, golpeando su palma sobre la mesa.

– ¡Déjalo que termine su historia, Cykes-dono! – gruñó Blackquill.

– Está bien… – Hitohito intentó calmarlos a ambos. – Como sea… empezó con cosas pequeñas al principio, insultos, amenazas menores. Traté de no dejar que me molestara, pero luego empezó a escalar. A veces me hacía tropezar o me empujaba cuando tenía la oportunidad. Comenzó a lanzarme amenazas de muerte… e incluso una vez apareció en mi casa, diciendo que sabía dónde vivo y que si no me alejaba de S—err, de esa chica, vendría a mi casa por la noche y se desharía de mí…

Para cuando Hitohito había terminado de hablar, estaba temblando visiblemente.

– Yo… no sé qué decir… – le dijo la Jueza Gavèlle. – ¿Alguna vez le contó a alguien sobre esto? ¿A sus profesores o a sus padres?

– No... no pensé que nadie me creería. En el mejor de los casos, se reirían de mí por incredulidad. En el peor, quizás creerían que era yo el que buscaba victimizarla. Tampoco quería causar un alboroto… – replicó Hitohito. Lágrimas empezaban a formarse en sus mejillas. Athena miró hacia la galería y vio que tanto su madre como su hermana también habían empezado a llorar.

(«Pobre Hitohito... estoy segura que tu familia te habría creído…») pensó Athena.

– Lamento mucho que haya tenido que sufrir en silencio… – dijo sombríamente la Jueza Gavèlle. – Si le sirve de algún consuelo, yo le creo su historia, y estoy segura de que si sus padres están escuchando ahora mismo, ellos también le creerían. – añadió, sin saber que su madre estaba en la galería.

– Por una vez, estoy de acuerdo con los sentimientos de Su Santidad… – Blackquill se sostuvo el mentón pensativo. Athena lo miró con confusión, tratando de determinar qué planeaba con esa declaración.

Y por desgracia para ella, la respuesta le vino un momento después.

– Es muy desafortunado que el acoso se haya escalado hasta el punto que lo hizo…

– ¿A-a qué se refiere? – preguntó Athena.

Blackquill se tocó la frente y sonrió. – ¡Sabes muy bien a lo que me refiero, Cykes-dono! ¡El hecho de que el Sr. Tadano siente tanto miedo hacia la víctima demuestra un motivo obvio para la agresión!

*¡PROTESTO!*

– ¡P-protesto! – gritó Athena. – ¡Eso demuestra exactamente lo contrario! ¡Ya que el Sr. Tadano le tiene miedo a la víctima, no hay forma de que tuviera el valor para pelear contra ella!

Blackquill sacudió su cabeza y cruzó los brazos. – ¡Qué tontería! Una vez más demuestras tu ingenuidad. Un colega prisionero me dijo una vez, "Cuando rodees a un ejército, deja siempre una salida. No arrincones a tu enemigo, o te arriesgas a que pelee con arrojo ante la amenaza de la muerte…"

(«De hecho, me parece que simplemente está citando mal a Sun Tzu…») pensó Athena, suspirando audiblemente y rodando los ojos.

– ¿Podría por favor traducir eso a la lengua común, Fiscal Blackquill? – pidió la Jueza Gavèlle.

Blackquill resopló ante la petición de la jueza. – ¡Bien! Ya que claramente necesito deletrear todo para ustedes simplones, permítanme ponerlo en palabras más simples. Cuando la Srta. Yamai emboscó al Sr. Tadano en el escritorio de la computadora, lo arrinconó en la esquina del lado este de la habitación, donde sus únicas opciones eran golpear a la Srta. Yamai o morir. Ergo, el miedo a su inminente muerte significa que peleó cuando en otras circunstancias hubiese huido.

– Hmm… – La Jueza Gavèlle pensó en sus palabras. – No es que me agrade particularmente su actitud condescendiente, ni tampoco sus evidentes intentos de hacer pasarEl Arte de la Guerracomo algo que sus colegas prisioneros le habrían contado. Sin embargo, admito que tiene algo de razón en que estar arrinconado y pensando que moriría provee un motivo claro para agresión…

(«¡Arrrgh! ¡Acabo de hacer ver a Hitohito aún más culpable!»)Athena golpeó el escritorio y gruñó para sí misma de frustración.

– ¡Mentón arriba, Athena! Aún hay algo más con lo que tienes que lidiar… – le recordó Phoenix antes que pudiera agarrarse el pelo y arrancárselo.

– Tiene razón… ¡gracias, jefe! – Athena asintió, y volvió a ver Hitohito.(«Muy bien. Ya se calmó. Ahora sus emociones deberían mostrarse claramente en su testimonio…»)


[* * * * * * * * * * * * * * * *]

Matriz emocional

-Lo que realmente pasó—

Ruido: 50%

[* * * * * * * * * * * * * * * *]

Tadano:

Entré a los archivos de la biblioteca por petición de mi profesora.(Alegría: 0%; Rabia: 0%; Miedo: 30%; Sorpresa: 0%)

»Inicié sesión en la computadora para sacar la información que me solicitó.(Alegría: 0%; Rabia: 0%; Miedo: 40: Sorpresa: 50%)

»Mientras estaba trabajando... Yamai apareció…(Alegría: 0%;Rabia: 0%; Miedo: 100%; Sorpresa: 100%)

»En un arranque de pánico, traté de alejarla con el reloj antiguo...(Alegría: 0%; Rabia: 0%; Miedo: 100%: 80%)

»Cuando ella me atacó de vuelta, la esquivé y me desmayé...(Alegría: 0%; Rabia: 0%; Miedo: 100%; 80%)

»Cuando recuperé el sentido, vi a Yamai trabajando en la computadora...(Alegría: 0%; Rabia: 0%; Miedo: 70%; Sorpresa: 50%)

»Noté que tenía todavía el reloj en mi mano, y sentí la rabia surgir dentro de mí hacia ella.(Alegría: 0%; Rabia: 0%; Miedo: 80%; Sorpresa: 50%)

»Me escurrí detrás de ella, y le estampé el reloj en la cabeza, noqueándola. (Alegría: 0%; Rabia: 0%; Miedo: 90%: Sorpresa: 80%)

»Después de darme cuenta de lo que hice, dejé caer el reloj y salí corriendo...(Alegría: 0%; Rabia: 0%; Miedo: 100%; Sorpresa: 100%)

Athena miró las lecturas. No estaba sorprendida de que la ansiedad estuviera presente en mayaor parte del testimonio de Hitohito, con la sorpresa en segundo lugar en términos de resultados, con las luces azul y amarilla parpadeando en las caras que representaban esas dos emociones reflejándose en su rostro. Las caras verde y roja permanecieron inertes todo el tiempo, indicando una ausencia total de alegría o rabia.

Incluyendo un pasaje donde la rabia debería haber sido prominente.

»Noté que tenía todavía el reloj en mi mano, y sentí la rabia surgir dentro de mí hacia ella.(Alegría: 0%; Rabia: 0%; Miedo: 80%; Sorpresa: 50%)

*¡ESO ES!*

(«¿Acaso este chico es siquiera capaz de sentir rabia?»)se preguntó Athena mientras miraba esa declaración.

– Umm... ¿necesitaba algo de mí? – preguntó Hitohito. Su pregunta la despertó de sus pensamientos.

– ¡Ohh! Umm... sobre esa última declaración. Usted mencionó sentir rabia hacia la Srta. Yamai en cuanto la vio mientras tenía el reloj en la mano, ¿correcto? – le preguntó.

– ¡Eso es correcto! – aclaró Hitohito.

Athena sacudió su cabeza con escepticismo. – Desafortunadamente, no detecté ni una pizca de rabia en esa declaración. De hecho, no he podido escuchar nada de rabia en su corazón a lo largo de todo tu testimonio, a pesar de todo lo que la Srta. Yamai le ha hecho. ¿A qué se debe eso?

– ¿Eso? Bueno… – Hitohito deslizó la mano sobre el estrado nerviosamente, y se puso a tamborilear los dedos mientras hablaba. – Bueno… pensé que si decía que sentí rabia, me vería más culpable… – dijo mientras se rascaba detrás de la cabeza tímidamente.

– En otras palabras, mentiste… – Blackquill le lanzó una mirada asesina al chico en el estrado.

Hitohito se agarró el cuello de la camisa nervioso. – Bueno… no es exactamente como yo lo…

– ¡KEEEE-AAARRRR! – chilló Taka mientras agitaba las alas y se preparaba para atacar, provocando que Hitohito se encogiera.

– ¡Ok! ¡Ok! Sí mentí. ¡No sentí rabia hacia Yamai! – Hitohito se apuso a agitar los brazos rápidamente, creando una ilusión como si tuviera mil brazos. – ¿Pero a usted no le beneficia que yo diga eso?

– Permíteme dejarte una cosa en claro: no tolero a los mentirosos en esta sala, y tampoco lo hace Taka, aunque sus mentiras sean ventajosas para mí. He sido muy paciente contigo hasta ahora, pero si insistes en continuar diciendo falsedades, ¡tendré que enseñarte una lección! – le advirtió Blackquill.

– ¡Eeep! – Hitohito se encogió de nuevo al ver a Blackquill asumir de nuevo una postura de Iaijutsu. Afortunadamente para él, los grilletes de Blackquill le impedirían hacer un tajo de "espada" con su dedo, y mayormente era para intimidación, un hecho que Athena pudo notar.

– ¡Ok, diré la verdad! – dijo Hitohito una vez que recuperó la compostura. – Cuando desperté, estaba más asustado de Yamai que otra cosa, y simplemente quería escapar de esa habitación más que nada. Sin embargo, Yamai seguía cerca, y si me escuchaba tratando de escapar, seguro me iba a perseguir para matarme. Por eso la golpeé mientras estaba de espaldas.

– ... Y esta es toda la verdad, ¿correcto? – inquirió Blackquill con una mirada severa. Su voz tenía un claro deje de cansancio por lo largo del interrogatorio.

– ¡Es correcto! – replicó Hitohito.

– Todavía está decidido a hacerse ver como el culpable, ¿eh? – le preguntó Phoenix a Athena.

Ella sacudió su cabeza. – Sí. Supongo que Yamai debe ser otra cosa si está tan dispuesto a arriesgarse a la ira de Blackquill con tal de evitarla. – murmuró.(«Y está también el hecho de que Blackquill no fue el que lo secuestró y trató de matarlo...»)

– ¿Cómo está el ruido en el testimonio de Hitohito? – Phoenix miró la pantalla holográfica. Athena ingresó la nueva información.

Ruido: 50% -» 25%

– Sólo bajó a 25%. ¡Aún queda algo que no hemos descubierto! – señaló Athena.(«Sólo espero que sea algo que nos permita darle la vuelta a esto…»)

[* * * * * * * * * * * * * * * *]

Matriz Emocional

-Lo que realmente pasó—

Ruido: 25%

[* * * * * * * * * * * * * * * *]

Tadano:

Entré a los archivos de la biblioteca por petición de mi profesora.(Alegría: 0%; Rabia: 0%;Miedo: 30%;Sorpresa: 0%)

»Inicié sesión en la computadora para sacar la información que me solicitó.(Alegría: 0%; Rabia: 0%; Miedo: 30%; Sorpresa: 20%)

»Mientras estaba trabajando... Yamai apareció…(Alegría: 0%; Rabia: 0%; Miedo: 100%; Sorpresa: 100%)

»En un arranque de pánico, traté de alejarla con el reloj antiguo...(Alegría: 0%; Rabia: 0%; Miedo: 100%;Sorpresa:: 80%)

»Cuando ella me atacó de vuelta, la esquivé y me desmayé...(Alegría: 0%; Rabia: 0%; Miedo: 100%; 80%)

»Cuando recuperé el sentido, vi a Yamai trabajando en la computadora...(Alegría: 0%; Rabia: 0%; Miedo: 70%; Sorpresa: 50%)

*Declaración actualizada*»Quería salir de allí, pero tuve miedo de que Yamai tratara de detenerme.(Alegría: 0%; Rabia: 0%; Miedo: 80%; Sorpresa: 50%)

»Me escurrí detrás de ella, y le estampé el reloj en la cabeza, noqueándola.(Alegría: 0%; Rabia: 0%; Miedo: 90%; Sorpresa: 80%)

»Después de darme cuenta de lo que hice, dejé caer el reloj y salí corriendo...(Alegría: 0%; Rabia: 0%; Miedo: 100%; Sorpresa: 100%)

– ¡Eso es extraño! – le dijo Athena a su jefe. – La sorpresa en su testimonio no empezó cuando Yamai apareció. Empezó cuando accedió a la computadora.

Inicié sesión en la computadora para sacar la información que me solicitó.(Alegría: 0%; Rabia: 0%; Miedo: 30%; Sorpresa: 20%)

– ¡Tienes razón! – replicó Phoenix mirando la pantalla. – No es mucho, pero ya esperaba usar la computadora, así que esa emoción no debería estar allí...

(«Puede que no sea mucho, pero todavía vale la pena verificarlo…») pensó Athena. Luego presionó el botón de la cara amarilla en la pantalla.

*¡ESO ES!*

– ¡Sr. Tadano! – proclamó Athena. – ¿Algo con la computadora le sorprendió?

– ¿Q-qué quiere decir? – preguntó Hitohito, con expresión confusa.

– Cuando accedió a la computadora, noté que se sorprendió. ¿Por qué fue eso? ¿Fue el estado de la computadora, algo en el monitor, o alguna otra cosa? – inquirió Athena.

– Umm... bueno… no fue la gran cosa. Ni siquiera vale la pena mencionarlo… – replicó Hitohito, con aspecto decaído.

– Aunque no sea la gran cosa, podría hacer una gran diferencia en el caso. ¡Quiero escucharlo de todos modos! – le dijo en la voz más amable que pudo usar, esperando sonsacarle la información.

Por desgracia, no tuvo éxito. La desesperación se estaba volviendo a apoderar de él. – Olvídelo... no puedo hacerlo. Ya no me queda nada… sólo declárenme culpable. Yo no valgo la pena... – suspiró, dejándose caer sobre el estrado. Enterró su cara entre las manos.(«No importa… ya nada importa… aunque no sea verdad, bien podría serlo. No es como que nadie me va a extrañar si me voy. Especialmente Shouko…»)

(«¡Ohh no! ¡Está empezando a hundirse en la depresión de nuevo!»)pensó Athena sudando nerviosa. – ¿Por qué estás tan empeñado en que te declaren culpable? Sé que la Srta. Yamai te aterroriza, y entiendo tus miedos. Pero hay muchas personas que quieren que vuelvas a casa: tus padres, y tu hermana, para empezar. También tus amigos: Shouko, Najimi y Trucy. Todos se sentirían destrozados si te condenan por algo que no hiciste… – suplicó Athena.

– Yo… no estoy seguro de eso… – Hitohito suspiró, bajando la mirada. – Yo… anoche… sé por qué Shouko no vino a visitarme... es porque me odia… y sería un alivio si…

*¡PROTESTO!*

– ¡Eso no podría estar más lejos de la verdad! – Athena le apuntó con el dedo a Hitohito. – ¡La Srta. Shouko Komi es la que más te extraña, y tengo prueba de ello! – declaró. («Esperaba poder darle esto antes, pero ahora es un momento tan bueno como cualquiera.»)

*¡TOMA YA!*

Athena sacó el paquete de regalo que Shouko le dio para entregárselo a Hitohito. Salió de detrás del banquillo de la defensa hacia el estrado, aproximándose a Hitohito con la caja en las manos. – Este es un regalo para ti de la Srta. Shouko. Se sintió muy culpable por no haber podido visitarte anoche en el centro de detención como lo prometió, y quiso compensártelo…

– Ella… ¿hizo eso? – dijo Hitohito en shock. Algo dudoso cogió la caja de regalo y la miró. Esto no podía ser de Shouko, fue lo que pensó. Probablemente había sido algo que Athena hizo para hacerlo sentir mejor. Sin embargo, su negación fue puesta a prueba cuando abrió la caja de regalo.

Adentro había un pequeño peluche de gato negro. Sin embargo, no era cualquier animal de peluche ordinario. Hitohito había visto un peluche igual a éste cuando visitó la casa de la familia Komi, estaba al lado de la cama de Shouko en su habitación. Lo recogió, se puso a mirarlo y notó que no sólo se le parecía a ese juguete, era el mismo. Su mente comenzó a nadar en ideas de cómo Athena pudo haberle puesto las manos encima. Quizás convenció a Najimi de tomarlo y envolverlo para dárselo a él.

Luego notó que había una tarjeta adjunta en la caja de regalo. La tomó, abrió el sobre y sacó la tarjeta. Al desdoblarla, encontró un mensaje escrito dirigido a él. Algo dudoso, lo leyó.

Hitohito,

Siento mucho no haber podido estar allí para visitarte anoche como lo prometí. Cuando vine con Najimi, Trucy, y el Sr. Justice al centro de detención, el guardia apostado en la entrada nos detuvo y no nos dejó entrar. Aunque le dijimos que teníamos permiso especial del Detective Fulbright, nos dijo que la jefa de policía le ordenó no dejar entrar a nadie después de las horas de visita bajo ninguna circunstancia. Entiendo si te parece increíble; yo tampoco pude creerlo y me puse a llorar por eso.

Aun así, no es excusa para no haber estado allí como te lo prometí. Has hecho tantas cosas por mí en estos seis meses que llevo de conocerte: no sólo te convertiste en mi primer amigo, sino que me ayudaste a conseguir muchos más amigos: Najimi, Himiko, Nene, Kaede, Trucy, y muchos otros, y gracias a ti he podido experimentar actividades y eventos que nunca pensé que podría ver con mi desorden de comunicación y mi falta de amigos.

No hay forma de que pueda pagarte por toda tu amabilidad, pero espero que este regalo te ayude. Es uno de mis peluches de gato. Lo llamo "Noire". Siempre fue un compañero de conversaciones muy valioso para mí cuando no tenía amigos, e incluso cuando los conseguí, siguió siendo una gran fuente de confort para mí. Espero que pueda serlo para ti también. Sé que has estado pasando por momentos muy difíciles últimamente, y sin importar cuál sea la causa, quiero estar allí para ti de cualquier manera posible.

Por mucho que me duela reconocerlo, hay una gran posibilidad de que nunca más te vuelva a ver. No quiero tener que despedirme de ti. Por favor, quiero que vuelvas a la escuela y salgas a divertirte conmigo, que hagamos actividades como ir a la piscina, visitar el festival de verano, y otras cosas más juntos. Sin embargo, si lo peor llega a pasar, quiero que sepas que haberte conocido y convertirme en tu amiga fue lo mejor que me ha pasado en la vida, y que sin importar lo que suceda, siempre habrá un lugar muy especial en mi corazón sólo para ti.

Tuya sinceramente,

- Shouko (Un dibujo de una pequeña huella de gato al lado de su nombre)

(P.D.: ¡Najimi también te extraña! ¡Y Trucy también quiere conocerte mejor!)

Cuando Hitohito empezó a leer la tarjeta, al instante reconoció a quién pertenecía por su caligrafía. Las palabras de Yamai sobre que Shouko le odiaba habían estado haciendo eco en su mente todo el tiempo entre que recibió y abrió el regalo, forzándole a racionalizarlo como algo que había hecho Athena. Sin embargo, no había forma de negar que la caligrafía pertenecía a Shouko, y que sólo ella era responsable por la tarjeta y el regalo.

Athena vio cómo Hitohito leía la tarjeta. Vio lágrimas formándose en su rostro y se preguntó si sería una buena o una mala señal. A mitad de la tarjeta, Hitohito comenzó a leerla en voz baja. Las palabras apenas eran audibles, pero fueron suficientes para que ella pudiese captar sus emociones con su agudo sentido del oído.

La emoción más poderosa que sintió Athena fue felicidad, seguida de sentimientos de shock y culpa. No pudo evitar sonreír también, ya que si bien no tenía idea de los contenidos de la carta, sabía bien que Shouko no lo odiaba como había pensado, y que en realidad había tratado de reconfortarlo y motivarlo. Sin embargo, también se sentía triste de que su autoestima estuviera tan por los suelos que se hubiera quedado en shock de que su mejor amiga hubiera hecho algo así por él.

Cuando Hitohito terminó de leer la tarjeta, la puso de vuelta en la caja y recogió el peluche de gato. Luego empezó a sollozar mientras lo abrazaba con fuerza contra su pecho. A estas alturas, las lágrimas fluían libremente por sus mejillas y caían hacia el suelo.

– Shouko… – sollozó quedamente entre dientes mientras abrazaba fuertemente al animal de peluche.

– Sr. Tadano... – Athena habló suavemente pero con firmeza. Se sentía culpable por presionarlo tanto, pero sabía que necesitaba que él admitiera la verdad. – La Srta. Komi no te odia. Todo lo contrario, de hecho. Está muy preocupada por ti, así que dinos la verdad sobre lo que viste y lo que realmente pasó. Incluso si no lo harás por tu propio bien, al menos hazlo por ella…

Una vez que Hitohito oyó esas palabras, la gravedad de lo que estaba haciendo lo golpeó. Aunque no le importaba tanto lo que le sucediera a él, sabía que a otras personas sí les importaba, no sólo a Shouko, sino también a Najimi, sus padres, y su hermana. Entre más pensaba en cuánto los habrían lastimado sus acciones, más lo atenazaba la culpa en su pecho.

(«¿Cómo pude ser tan egoísta? ¡Pasé tanto tiempo pensando en cómo me afectaban las acciones de Yamai y en cómo evitarla que ni siquiera me detuve a considerar cómo mis acciones afectaban a los demás! ¿Qué diablos me pasa? ¿Cómo pude dudar así de Shouko? ¿Qué clase de amigo horrible soy?»)

Mientras esos pensamientos negativos plagaban su cabeza, su respiración se volvió más agitada, y se agarró la cabeza con fuerza. Athena pareció preocupada, viendo cómo cerraba los ojos con fuerza y las lágrimas fluían rápidamente por sus mejillas.

– Hitohito… ¿estás bien? – preguntó Athena. Intentó extender su mano hacia él, pero la detuvo con la suya.

– Lo siento… – se disculpó. – Lo siento, lo siento, losientolosiento losientolosientolosientolosiento lo… sientolosientolosiento… – Sus disculpas se volvieron cada vez más frenéticas y desesperadas a medida que sus emociones lo abrumaban. Levantó la cabeza lentamente antes de dejar caer sus manos hacia sus costados y gritaba hacia los cielos.

– ¡LO SIENTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

Luego de que terminó de llorar, Hitohito colapsó sobre el estrado, enterrando la cara entre las manos, y empezó a sollozar de nuevo. Sabía que seguramente se veía totalmente como una vergüenza al llorar así sobre el estrado, pero no le importó. Lo único que podía hacer en ese momento era sentir lástima por sí mismo y desear no haber tratado a sus amigos y familia de esa manera tan deplorable.

– Hey, Hitohito. No seas tan duro contigo mismo… – Athena le puso una mano para reconfortarlo en el hombro. El chico dejó de llorar y miró a su abogada.

– P-pero, te mentí… – argumentó.

Athena negó con la cabeza. – Estabas asustado. Entiendo perfectamente por qué lo hiciste. Si hubiera estado en tus zapatos, habría hecho lo mismo.

– Ok, ¿pero qué hay de Shouko? Dudé de su amistad conmigo. Y he hecho otras cosas inexcusables…

Athena le frotó los hombros. – Si conozco a Shouko tan bien como creo, creo que ella lo entenderá y te perdonará. Eres su mejor amigo, y has hecho muchas cosas por ella.

»Míralo de esta manera. Si Shouko estuviera castigándose a sí misma por algo que sintió que te hizo y te causó problemas, tú la perdonarías, ¿verdad? – preguntó Athena, y Hitohito asintió sin dudarlo. – ¡Exacto! Y ella haría lo mismo por ti. ¡Y este regalo y la tarjeta son la prueba de ello!

– Su… pongo… – Hitohito seguía inseguro de sí mismo.

– Mira, sé que todavía dudas de ti mismo, pero confía en mí… todo saldrá bien. Yo estoy aquí contigo, ¡y te ayudaré de cualquier forma que pueda! – dijo Athena. Luego cerró sus ojos y le dio la sonrisa más grande que pudo.

En los peores momentos es cuando los abogados tienen que forzarse a sonreír más.

El lema de la Agencia Polivalente Wright hizo eco en su cabeza. Entendía que eso significaba que cuando todo pareciera perdido para ella y cuando su cliente ya parecía estar condenado, en lugar de sucumbir a la desesperación tenía que afrontar los desafíos por delante y con una sonrisa.

Sin embargo, al ver a Hitohito tan deprimido, entendió otro aspecto de dicho eslogan: no era sólo una sonrisa para ella misma, sino para su cliente. La mayoría de las personas que ella y su agencia defendían ya estaban muy asustadas por las acusaciones que colgaban sobre sus cabezas, y el TEPT de Hitohito exacerbaba ese problema aún más. La sonrisa que le dio servía como un símbolo poderoso de esperanza, y le comunicaba que aunque todo el mundo pareciera estar en su contra, ella creía en él y estaría a su lado hasta el amargo final si era necesario.

Y eso era precisamente lo que iba a hacer.

– ¿Lo… prometes? – preguntó Hitohito esperanzado.

Athena respondió levantando su dedo meñique. – ¡Promesa de dedo meñique! – dijo con una gran sonrisa.

Hitohito levantó su propio meñique y lo entrelazó con el de ella. Con un apretón firme, el trato quedaba sellado.

– Gracias, Srta. Cykes... – No pudo evitar sonreír un poco ante la sinceridad del gesto. Con su mano libre, se limpió las lágrimas de los ojos. – Y si la ves, ¡por favor dale las gracias a Shouko por el lindo regalo!

– Sin problemas. Y tú podrás agradecerle tú misma cuando la veas de nuevo, ¡porque yo me aseguraré de que salgas de esta sala hoy mismo como un hombre libre! – Athena sonrió y se golpeó la palma con el puño.

– ¡D-definitivamente lo haré! – replicó Hitohito con entusiasmo, golpeando su palma con el puño igual que lo hizo Athena. Al darse cuenta de lo que hizo, inmediatamente cubrió su rostro avergonzado, que hizo que Athena se riera divertida. Soltó una pequeña risita mientras volvía hacia el banquillo de la defensa, lista para volver a la sesión de la Matriz Emocional.

– Sr. Tadano, continuemos donde nos quedamos… – Athena presionó el botón de Widget, volviendo a sacar la pantalla holográfica una vez más. – Cuando fue hacia la computadora para utilizarla, algo en ella le sorprendió. ¿Podría por favor elaborar?

– ¡Ohh sí, eso! No sé si sea importante, pero cuando fui hacia la computadora, ya estaba encendida. Vi en la pantalla que alguien ya había iniciado sesión en ella… – explicó Hitohito.

– ¿Ohh? – Los ojos de Athena se iluminaron. – ¿Por casualidad revisó la computadora quién había iniciado sesión o qué era lo que estaba haciendo?

– No. Cuando la vi, supuse que alguien debió olvidar cerrar su sesión, así que inmediatamente la cerré y volví a abrirla usando las credenciales que me dio mi profesora. – replicó Hitohito.

– ¡Qué responsable de su parte! – lo halagó la Jueza Gavèlle. – Mucha gente seguramente habría sucumbido a la tentación de ver la información privada de los demás…

– La única otra persona que inició sesión ese día fue el Sr. Itsuki Honshoku. Tal vez la sesión ya iniciada haya sido la suya. – declaró Athena.

– ¿El Sr. Honshoku? ¿El profesional de informática? – preguntó la Jueza Gavèlle. – Eso parece un error inusualmente descuidado para alguien en su línea de trabajo.

(«Ahora que lo menciona, parece muy extraño que un hombre cuya carrera tiene que ver con la seguridad de las computadoras y las redes cometiera un error así…»)Athena se puso a juguetear con su arete pensativa.

– Sabes, se me acaba de ocurrir algo… – musitó Phoenix, sacando a Athena de sus pensamientos. – ¿Qué tal si el Sr. Honshoku, en lugar de dejar la sesión en computadora iniciada por descuido, la dejó iniciada porque alguien o algo se lo llevó de allí...?

– ¿A qué se refiere, jefe? No había nadie más allí abajo. – replicó Athena.

– Bueno, Hitohito y Yamai estaban allí abajo. ¿Quizás uno de los dos forzó al Sr. Honshoku a alejarse de la computadora…? – propuso Phoenix.

(«¡Arrrggghhh, odio cuando el jefe habla en acertijos! Ninguno de los dos vio al Sr. Honshoku, así que ¿cómo podrían haber forzado a alejarse de la…?»)pensó Athena con frustración. Ya comenzaba a ver por qué Apollo a veces se molestaba con Phoenix. Luego de unos momentos de pensamientos frustrados, de pronto tuvo una epifanía.(«Esperen un minuto. Si asumimos que el Sr. Honshoku estuvo presente en la escena del crimen durante el altercado, entonces tuvo que haber estado escondido cerca. Quizás se estaba escondiendo porque escuchó a Hitohito entrar y necesitaba esconderse para que no lo vieran. En tal caso, no tendría tiempo de cerrar su sesión y… ¡eso es! ¡Esa es la razón!»)

Athena golpeó el escritorio con su palma. – ¡Sr. Tadano, quiero agradecerle por su ayuda!

Hitohito ladeó su cabeza confuso. – D-de nada, pero no estoy seguro por qué me está agradeciendo...

– Le agradezco por su última declaración. – replicó Athena. Cruzó sus brazos y sonrió de oreja a oreja. – ¡Ahora tenemos confirmación de que el Sr. Honshoku estuvo en la escena del crimen cuando ocurrió el incidente!

Una oleada de especulación se desató en la galería. Varios miembros de la multitud se debatían entre sí sobre lo que significaba este nuevo giro de acontecimientos.

*¡SLAM! ¡SLAM! ¡SLAM!*

– ¡Orden en la sala! – les ordenó la Jueza Gavèlle, silenciando a la audiencia. – ¡Srta. Cykes, explíquele a la corte lo que quiere decir!

– ¡Con gusto! – replicó Athena llena de confianza. – Su Señoría, usted mencionó antes que el Sr. Honshoku no debería haber dejado una computadora con la sesión iniciada donde cualquiera podría acceder a ella y potencialmente robar información sensible y peligrosa. Estoy de acuerdo totalmente con usted; alguien como él nunca cometería un error tan descuidado. Pero si se viera forzado a dejar la computadora, ¡entonces eso sería una sunto totalmente diferente!

– Aún no le entiendo… – dijo la Jueza Gavèlle en tono escéptico.

– Sabemos que el Sr. Honshoku accedió a la computadora más temprano ese día, pero nadie sabe por cuánto tiempo o con qué propósito ya que nadie lo ha visto desde aquella mañana. Existe la posibilidad que haya estado allí toda la mañana hasta la tarde cuando el Sr. Tadano bajó allí para hacer un encargo. Existe también la posibilidad de que lo que sea que estuviera haciendo allí abajo fuera sospechoso, ya que cuando el Sr. Tadano ingresó a los archivos de la biblioteca, tuvo que alejarse de la computadora para ocultarse y dejó la computadora con la sesión abierta, ¡en lugar de cerrarla y arriesgarse a ser descubierto! – explicó Athena.

*¡PROTESTO!*

Blackquill rodó los ojos. – Muchas cosas son posibles, Cykes-dono. Por ejemplo, que los cerdos vuelen es posible. El que tú desarrolles destreza real en tu trabajo también es posible. ¡Eso no significa que sean verdaderas! – dijo con una mueca de desprecio. – Si vas a decir que alguien más estuvo en la escena del crimen, necesitarás más que conjeturas sin base alguna para convencerme…

(«¡Ok, eso fue innecesario!»)Athena suspiró. – ¡L-le aseguro que están muy bien basadas! [Kometani: ¿No utilizó tu jefe esa misma línea el año pasado?]

– ¿Y exactamente en qué está basando su lógica? – preguntó la Jueza Gavèlle.

– ¡La computadora misma! – replicó Athena. – Si no me equivoco, las computadoras de la escuela corren en el sistema operativo Portal, ¿correcto?

– ¡Eso es correcto! – sonrió Fulbright. – Aunque tiene demasiadas vulnerabilidades para mi gusto. ¡Personalmente, yo prefiero usar Lunix en mis computadoras!

(«Claro, se me olvidó que el Detective Fulbright solía estudiar ciencias de la computación…»)pensó Athena suspirando. – C-como sea, una de las características estándar en las computadoras de Portal es que el sistema activa un protector de pantallas y automáticamente se bloquea la pantalla cuando ha estado inactiva por más de un minuto, lo que requiere que el usuario vuelva a reinsertar su nombre y contraseña para volver al escritorio. Esto es una medida de seguridad en caso de que alguien deje expuesta su computadora tras dejarla en un lugar público, aunque todavía deja suficiente tiempo para que alguien pueda acceder a ella.

»Ahora, el minuto de inactividad es relevante en este caso, ya que demuestra que el Sr. Honshoku estaba usando la computadora al menos antes de que el Sr. Tadano y la Srta. Yamai entraran a la biblioteca. La distancia entre la entrada y la computadora es demasiado larga, de modo que no habría podido salir de allí antes que el Sr. Tadano y la Srta. Yamai entraran a la biblioteca y llegaran hasta ella mientras la sesión estaba abierta. Incluso si ninguno de los dos podía verlo, ciertamente tuvo que haber sido visto por la Srta. Gorimi. Lo cual nos lleva a una sola conclusión…

Athena estampó su palma en el escritorio y apuntó hacia Blackquill. – ¡El Sr. Honshoku estaba escondido en la escena del crimen, y por lo tanto, también es un sospechoso en la agresión de la Srta. Yamai!

Toda la sala de nuevo estalló en conversaciones. Mientras los miembros de la galería chismorreaban entre ellos, Athena sonrió mientras miraba la pantalla de la Matriz Emocional.

(«Perfecto, este hecho es exactamente lo que necesito para darle la vuelta a este juicio. Sólo déjenme insertar esta información en Widget para ver cuánto más se despejó el ruido…»)pensó mientras ingresaba la información relevante para actualizar la Matriz Emocional.

Ruido: 25% -» 0%

BYE-BYE

(«¡Todo está resuelto!»)pensó Athena. Una vez que el ruido bajó totalmente a cero, apagó al programa. Antes de volver al escritorio, la pantalla se puso blanca, y el logo de la Matriz Emocional apareció brevemente antes de desaparecer convirtiéndose en las palabras "BYE-BYE". La frase permaneció por unos momentos antes de volver al escritorio, y en ese instante Athena apagó a Widget.

Durante todo este tiempo, Blackquill sacudía su cabeza con fastidio. Tenía varios problemas con la última teoría de Athena, y no había forma de que fuera a dejarla pasar sin desafiarla.

*¡SILENCIO!*

Toda la sala se calló ante la orden de Blackquill. Se tocó la frente con arrogancia. – Esta teoría tuya tiene tantos huecos, que si fuera un bote se hundiría al instante en cuanto tocara el agua…

– ¡Ok, entonces dígame una! – le espetó Athena con los brazos en jarras.

– Comencemos con el hecho de que la única prueba de que la computadora seguía con sesión iniciada es la palabra del Sr. Tadano. ¡Me permito recordarte que es el acusado, y naturalmente, su palabra debería ser tomada con un grano de sal! – explicó Blackquill.

*¡PROTESTO!*

– ¡Bueno, pues yo me permito recordarle a usted que hasta hace poco, el Sr. Tadano había estado testificando a favor de su propia culpabilidad, y usted había elegido tomarle la palabra por completo! – contraatacó Athena apuntándole con el dedo a Blackquill. – ¡No puede de pronto decidir que su testimonio no es confiable sólo porque ahora resulta inconveniente para su caso!

– Ella tiene razón, ¿sabe? – dijo secamente la Jueza Gavèlle.

– Hmph... – Blackquill resopló. – La diferencia es que antes, sus palabras estaban respaldadas por el hecho de que el arma agresora estaba cubierta con sus huellas. Pero asumamos que podemos tomarle la palabra: ¿Cómo sabes que la configuración del protector de pantalla no fue modificada para permitir que hubiera más tiempo de inactividad antes de aparecer?

– ¡Porque eso presentaría un mayor riesgo de seguridad, y es improbable que el Sr. Honshoku lo configuraría de esa manera! – replicó Athena, azotando la mano en el escritorio. – ¡En todo caso, es más probable que hiciera el intervalo más corto!

– Me parece justo, pero asumamos que el Sr. Honshoku estaba esperando en la escena del crimen tal como dijiste, y de alguna manera logró evadir ser detectado por el acusado y la víctima: ¿cómo propones que logró escaparse sin ser visto por la bibliotecaria y la policía después? – argumentó Blackquill, golpeando su propio escritorio como respuesta.

(«¡Diablos, me olvidé de eso!») Athena retrocedió en shock.

– Permíteme recordarte cuáles eran las opciones del Sr. Honshoku para escapar... – Blackquill sacó el diagrama de los archivos de la biblioteca.

(Diagrama de la escena del crimen con las puertas cerradas)

– Tanto las puertas de la sala de servidores como la del pasillo del sótano estaban cerradas con llave. El Sr. Honshoku no tenía las llaves de la puerta que va hacia el pasillo del sótano, y la llave de la sala de servidores ha estado desaparecida desde hace una semana. Ergo, su única salida de esa habitación era por las escaleras y a través de la biblioteca. Y no importa en qué momento se haya ido después que el Sr. Tadano y la Srta. Yamai entraron en la habitación, ¡tuvo que haber sido visto por la Srta. Gorimi o la policía que vino para asegurar la escena! – declaró Blackquill dando un golpe autoritario sobre el escritorio.

– Yo... ¡GAAAAGHHHHHH! – gritó Athena en shock.

– Es realmente un acertijo, ¿eh? – señaló Phoenix. – No hay tiempo en el cual el Sr. Honshoku podría haber salido de la biblioteca que sea favorable para nuestro caso...

– ¡Y con lo cerca que estuve! – Athena hizo un puchero, descansando su puño en su mejilla y desplomándose.

– Bueno, como yo lo veo, hay dos formas en que podemos fortalecer nuestro caso: o demostramos que había otra forma de salir de esa sala, o desacreditamos el testimonio de la Srta. Gorimi. – propuso Phoenix.

– Bueno, sin las llaves de las puertas cerradas, lo primero sería imposible de probar. Supongo que tendremos que aferrarnos a encontrar un hueco en las declaraciones de Gorimi. – replicó Athena.

– ¡Exacto! Y si no puedes encontrar ningún hueco, ¡haz uno! – la motivó Phoenix. – Además, ya estábamos a punto de escuchar sus testimonios antes que comenzaras tu sesión de terapia.

– ¡Sí, y no me arrepiento ni por un segundo! – Athena cruzó los brazos.

– Ya lo sé, y pienso que hiciste lo correcto. Hitohito ahora se ve mucho más tranquilo que antes. – señaló Phoenix. Adicionalmente, durante la sesión de terapia, su Magatama reaccionó en cuanto Hitohito recibió el regalo de Shouko, y vio cómo los psico-candados comenzaban a romperse. Una vez que Athena finalmente logró llegar a él, y que aceptó su promesa de estar allí para ayudarlo de cualquier manera que pudiera hacerlo, los candados finalmente se rompieron.

– Y gracias a su testimonio, ahora sabemos que la computadora seguía en sesión iniciada cuando él llegó allí abajo. ¡Ahora todo lo que tenemos que hacer es probar que el Sr. Honshoku pudo haberse escapado después! – replicó Athena. En ese momento, ella desvió su atención hacia la jueza. – Su Señoría, el Fiscal Blackquill ha propuesto un punto válido al decir que, así como estamos, sería imposible que el Sr. Honshoku pudiera escaparse mientras la Srta. Gorimi estaba vigilando. Sin embargo, ¿podemos estar totalmente seguros de que su vigilancia sobre la biblioteca era absoluta?

– ¿Está diciendo que la Srta. Gorimi no estuvo vigilando la biblioteca todo el tiempo? – preguntó la Jueza Gavèlle.

– Eso es exactamente lo que estoy diciendo. La defensa cree que hubo un momento en el cual la Srta. Gorimi no estuvo presente en la biblioteca, lo cual le dio al Sr. Honshoku una ventana de oportunidad para salir sin ser detectado. Quisiera interrogarla para verificar su coartada. – replicó Athena.

*¡SLAM!*

– Muy bien. Antes que podamos llamar a los siguientes testigos del Fiscal Blackquill al estrado, ¿tiene el acusado algo más que agregar? – preguntó la Jueza Gavèlle.

– ¡Sí, lo tengo! – replicó Hitohito. Miró a Athena, y asintió con una mirada llena de decisión. Ella le devolvió el gesto, y él miró hacia el frente. Sabía que sólo le quedaban dos cosas más por hacer: retractarse de su confesión y decir la verdad sobre lo que había experimentado.

»Quisiera compartir con la corte lo que realmente sucedió ese día. ¡Y esta vez, será totalmente la verdad! – declaró Hitohito.

Blackquill negó con su cabeza. – Eso lo dijiste antes, ¡pero seguías hablando falsedades!

Hitohito agitó las manos defensivamente. – Lo sé… pero esta vez, voy a retractar formalmente mi confesión. Pero antes de hacerlo, quisiera compartir lo que ocurrió en los archivos de la biblioteca. – suplicó.

La Jueza Gavèlle asintió. – Si ese es el caso, adelante. ¡Pero más le vale que sea la verdad!

– ¡Lo es! – replicó Hitohito. Se aclaró la garganta y se acomodó la corbata, tomándose unos momentos para ordenar sus pensamientos y recordar los eventos de ese día. [Kometani: ¡Advertencia! ¡Adelante les espera una enorme exposición de información!]


[* * * * * * * * * * * * * * * *]

*Flashback*

Hitohito Tadano

[* * * * * * * * * * * * * * * *]


Bajé a los archivos de la biblioteca para cumplir un encargo de mi profesora. Utilicé la identificación que me prestó para entrar y vi que toda la sala estaba oscura, salvo por algunas luces pequeñas en el techo. Recuerdo que me puse a tantear al lado derecho de la puerta buscando un interruptor, pero no lo encontré. En retrospectiva, debí haber buscado del lado izquierdo, pero debido a que estaba muy asustado por la oscuridad, no quise permanecer allí más tiempo del necesario, así que decidí usar la poca luz que había allí para navegar hacia la computadora.

Una vez que llegué allí, noté que la computadora ya tenía una sesión iniciada. Estaba en el escritorio, así que no sé lo que el usuario anterior estaba haciendo. No quise invadir la privacidad de nadie, así que cerré la sesión y usé las credenciales de mi profesora para iniciarla de nuevo. Una vez que lo hice, empecé a revisar las instrucciones en la nota que me dejó. Sin embargo, antes de que pudiera hacer nada más, escuché una voz llamándome por detrás, y sentí una mano en mi hombro.

¡Hola, Tadano! – me dijo una voz por detrás.

Al instante la reconocí, y se me heló la sangre. Lentamente me di la vuelta, y vi a Ren Yamai. Estaba sonriendo mientras blandía un palillo de metal en las manos.

¿Qué estás haciendo, merodeando aquí abajo por tu cuenta? ¿Qué no sabes que no se te permite estar aquí abajo? – me preguntó en una voz dulce y enfermiza. Yo estaba demasiado asustado para responderle.

»De nuevo, qué conveniente que me haya topado contigo aquí abajo. ¿No te parece perfecto? Fuera del camino. Sin testigos. Podría matarte aquí abajo, y nadie lo sabría ni le importaría… – me dijo mientras blandía ese cuchillo improvisado. Traté de alejarme de ella, pero me tenía totalmente acorralado.

»De hecho, le estaría haciendo a todo mundo un favor. ¿Sabes lo impopular que eres, Tadano? – me preguntó. Y algo dudoso, yo asentí. Aparte de Shouko, Najimi, Trucy y unos cuantos más, estaba seguro de que a nadie en la escuela yo le agradaba. – ¡Qué descaro tienes, no sólo de mancillar la presencia de mi querida Komi-sama, sino de decir que eres su amigo! ¡Ja! ¿No te das cuenta que ella es demasiado buena para ti? ¡Todos lo saben, y en el fondo, ella también lo sabe! Simplemente decide complacerte con tus patéticos intentos de amistad por la pura bondad de su corazón. ¿No es la chica más hermosa y compasiva que alguna vez conociste?

Y entonces me apuntó con la hoja directo a la garganta. No estaba seguro de qué era peor: la amenaza inminente de muerte, o sus palabras tratando de romperme. – Pero incluso la benevolencia de una diosa tiene sus límites. ¿Recuerdas lo que me dijo, "Yo misma elegiré a mis amigos", después de que te secuestré? – me preguntó. De nuevo dudando, asentí.

»Ella tiene razón, ¿sabes? Y eventualmente, ella me va a elegir a mí al final, porque yo puedo proveerle mucho más de lo que tú jamás podrías. Eventualmente, ella se cansará de un peón aburrido, normal y bueno para nada como tú, y una vez que tenga mejores amigos como yo, ya no te necesitará más. Tú sabes que es cierto, y una vez que ese día llegue, me desharé de ti y terminaré con la miseria que le causas. O podría simplemente hacerlo ahora mismo. Para mí no hay ninguna diferencia de todos modos.

Creo que fue en ese momento que noté que había agarrado sin darme cuenta el reloj antiguo. Aún no estoy seguro por qué, pero en ese momento, lo sostuve y le advertí que se alejara de mí. Su reacción fue como si le pareciera divertido.

¿En serio? ¿Qué vas a hacer con eso? Tú y yo sabemos que no tienes las agallas para golpearme. Además, aunque lo hicieras, simplemente le diría a toda la escuela que tú trataste de atacar a una chica inocente sin provocación, y te convertirás en un paria aún mayor de lo que ya eres. ¿A quién piensar que la gente le va a creer más? ¿A mí, o a ti?

Después de ese punto, mi estrategia era simple: mantener el reloj entre ella y yo hasta poder rodearla y salir corriendo de allí. Había logrado más o menos rodearla en medio círculo cuando ella decidió lanzarse hacia mí con el palillo para tratar de apuñalarme. Logré esquivarla, pero el pánico del evento que acababa de suceder fue demasiado para mí, y me desmayé.

Cuando volví en mí, estaba desorientado y confundido, sin saber cuánto tiempo habría pasado. Lo único que sabía era que me estaba congelando, como si me hubiera metido en un frigorífico. Después de unos momentos, noté que el reloj antiguo estaba en mi mano. Para mi horror, vi que estaba cubierto de sangre. Esto provocó que mirara a mi alrededor con más pánico, preguntándome por qué estaba así.

La respuesta la vi unos momentos después. En la distancia, vi a Yamai inmóvil en el suelo. No estaba seguro de si estaba muerta en ese momento, pero sí recuerdo claramente el pánico que me había invadido. Entre el reloj en mi mano y su cuerpo en el suelo, asumí lo peor: que de alguna manera la había matado. Así que corrí, salí corriendo fuera de esa sala, de la librería, y luego de la escuela. Para cuando me detuve, ya no tenía idea de dónde estaba…

[* * * * * * * * * * * * * * * *]


– No me queda mucho más que decir excepto que así fue cómo sucedió todo. Y con eso dicho, quisiera retractarme de mi confesión. – declaró Hitohito.

– Ya veo... – replicó la Jueza Gavèlle, bajando la mirada hacia el banquillo de manera contemplativa.

Athena mentalmente exhaló un suspiro de alivio al escuchar que su cliente no estaba confesando el crimen. Sin embargo, el alivio pronto se convirtió en rabia al pensar en todas las cosas horribles y crueles que Yamai le había dicho a Hitohito. Sabía que todo eso era una sarta de mentiras, y ella tenía la evidencia para demostrarlo. Sin embargo, su baja autoestima provocó que se le hiciera más fácil creérselas. Aunque ella no tuviera hermanos propios, las emociones que sentía ahora mismo eran muy similares a las de una hermana mayor que veía a su hermano menor volver a casa golpeado, amoratado y ensangrentado, y que quería vengarse de los responsables.

– Umm... Athena, ¿estás bien? – preguntó Phoenix, notando que Widget estaba rojo de rabia, delatando el humor de su dueña pese a la expresión neutral de ella.

– Ohh, estoy bien, jefe. Sólo estaba pensando en lo mucho que quiero romperle la cara a Yamai ahora mismo… – replicó ella en un tono escalofriantemente calmado.

– Bueno, mientras permanezca sólo en tus pensamientos. Sólo trata de recordar de qué están acusando a tu cliente antes de hacer esto… – dijo Phoenix con cautela. En silencio le agradecía a la Diosa de la Ley que Yamai no se encontrara en la sala ahora mismo para experimentar una probada de la ira de Athena.

Luego de algunos momentos, la Jueza Gavèlle levantó la mirada y volteó hacia Blackquill.(«Luego de todo esto, ¿por qué el Sr. Tadano estaba esforzándose tanto por ser declarado culpable? Nada que se me ocurra podría motivar a una persona a hacer esto. A menos...»)

El fiscal le devolvió la mirada. – ¿Qué es lo que quiere, Su Santidad? – gruñó tajantemente, mientras tamborileaba los dedos sobre el banquillo del fiscal.

La Jueza Gavèlle lo ignoró y se dirigió de vuelta hacia Hitohito. – Antes, usted estaba empeñado en decir que cometió el crimen. ¿A qué se debe el repentino cambio de opinión?

Hitohito le devolvió la mirada a la jueza. – Bueno, verá, Su Señoría, me obligado a confesar. Fui coaccionado por…

– ¡Lo sabía! – La Jueza Gavèlle interrumpió la declaración de Hitohito e inmediatamente extendió su mazo. Sosteniéndolo como martillo de guerra, le lanzó una mirada furiosa a Blackquill. – ¡FISCAL SIMON BLACKQUILL! ¡EXPLÍQUESE EN ESTE MISMO INSTANTE! – le gritó enfurecida, lo que pilló al fiscal por sorpresa.

– ¿E-explicar qué cosa? ¡¿De qué diablos está usted hablando?! – Blackquill se agarró el pecho, de sorpresa y frustración.

– ¡No se haga el tonto, Fiscal Simon Blackquill! Acaba de oír al Sr. Tadano. Acaba de decir que fue coaccionado para dar una confesión falsa. ¡Usted es la única persona que haría tal cosa! – lo sermoneó la Jueza Gavèlle. – Debo decir, que me siento muy decepcionada de usted. No le fue suficiente con asesinar a una mujer inocente: ¿ahora se atreve a atemorizar a este joven para que se declare culpable¡ Usted realmente representa la Era Oscura de la Ley. – dijo mientras le señalaba con un dedo condenatorio.

(«Vaya… esto es un… giro muy interesante…»)pensó Athena. Sin embargo, tuvo el presentimiento de que la Jueza Gavèlle estaba sacando conclusiones apresuradas. Aunque Athena sabía que Blackquill podía ser muy intimidante, nunca trataría a sabiendas de perseguir cargos falsos.

*¡PROTESTO!*

– ¡Esto es un ultraje! – rugió Blackquill golpeando ambos puños sobre el escritorio. Athena y Phoenix estaban al filo, preguntándose si rompería sus grilletes para empezar a atacar a la gente con su "espada". – Yo no he hecho tal cosa. Aunque puede estar segura de que, cuando encuentre al individuo responsable de esto, ¡los haré pasar por encima de las brasas esta misma noche!

*¡DENEGADO!*

– ¡Usted no hará tal cosa! – lo refutó la Jueza Gavèlle, negando con su cabeza con desaprobación. – Efectivo inmediatamente, queda relevado de su posición como fiscal y será sujeto a una evaluación e investigación por sus acciones. Durante ese tiempo, vamos a deliberar sobre si le revocaremos o no su distintivo. Sin embargo, el hecho de que ya sea un criminal condenado no se reflejará favorablemente sobre usted. Además, planeo tener una muy larga conversación con el Fiscal General Edgeworth concerniente a su decisión de permitirle ejercer en primer lugar.

– ¿Su señoría? – intervino Athena. – ¿Qué significará esto para mi cliente y para mí?

– Se suspenderán los procedimientos por hoy, y este juicio será declarado nulo. La oficina de fiscales y el departamento de policía determinarán si se hace o no otro juicio para el Sr. Tadano con un fiscal diferente a cargo. Si eligen no hacerlo, o no responden en veinticuatro horas, entonces será libre de irse. Entretanto, usted puede utilizar ese tiempo para reformular su defensa del Sr. Tadano. – explicó la Jueza Gavèlle.

(«Bueno, eso sería genial para Hitohito, pero de alguna manera dudo que sea así de fácil…»)pensó Athena. Miró a Hitohito, que parecía estar viendo preocupado a Blackquill. Se preguntó si algo estaría pasándole por la mente.

La Jueza Gavèlle golpeó su mazo, para solidificar su anterior declaración. – Ahora, Detective Fulbright, ¡por favor escolte al ahora ex Fiscal Simon Blackquill fuera de esta sala y de vuelta a su celda!

– ¡Sí, Su Señoría! – dijo Fulbright saludando con una sonrisa, luego se dirigió hacia Blackquill. – Lo siento, Sr. Blackquill, pero debo pedirle que venga conmigo…

– ¿Et tu, Fool Bright? – Blackquill retrocedió, alejándose del escritorio en shock.

– Esto no me agrada más que a usted, pero ya oyó a la jueza… – replicó sombríamente Fulbright.

(«¡Errrrgghhh! Esto no puede acabar aquí. ¿Pero qué puedo hacer? La Jueza Gavèlle está muy cegada por su desprecio por los fiscales para escucharme, incluso si intento protestar. Aunque admito que mi condena y mi encarcelamiento no me han hecho favores en la percepción que tiene de mí. No tendré más opción que esperar a los resultados de la investigación de la Jueza Gavèlle, pero si hago eso, la persona a quien estoy persiguiendo se me va a escapar, y nunca sabré lo que pasó en la Preparatoria Itan hace siete años.»)pensó Blackquill, alejándose lentamente del detective.

Athena miró hacia el banquillo del fiscal. Por primera vez desde que lo conocía, se veía particularmente vulnerable y asustado. Incluso cuando Apollo y Phoenix habían acribillado sus casos, la mayor emoción que le había visto y escuchado en el pasado era un ligero shock, y rápidamente recuperaba su compostura. Esta vez, sin embargo, se veía genuinamente preocupado. Ella sabía que Blackquill no era capaz de hacer algo como esto, y se preguntó si debería levantar una objeción al respecto.

*¡UN MOMENTO!*

Antes que Athena pudiera decidir, Hitohito estampó las palmas de sus dos manos sobre el estrado y se aferró a ellas con fuerza, provocando que Fulbright se parara en seco y se volteara hacia él. – ¡Espere, Su Señoría! ¡Lo está malinterpretando todo! ¡No fue el Fiscal Blackquill quien me forzó a confesar falsamente!

– Está bien, Sr. Tadano. No tiene por qué encubrirlo. – asintió la Jueza Gavèlle.

– ¡Pero no lo estoy haciendo! ¡Por favor escúchenme, el Fiscal Blackquill es inocente! – suplicó Hitohito.

Athena se sorprendió de ver a Hitohito defender tan vigorosamente a la persona que estaba tratando de probar su culpabilidad, especialmente luego de que él mismo había dejado de intentarlo. Aun así, le alegró que así fuera. Todavía tenía una pregunta al respecto, sin embargo.

– Si no fue el Fiscal Blackquill quien le coaccionó, ¿quién fue? – le preguntó Athena.

– Bueno… – Hitohito tragó saliva y de pronto se quedó en silencio.

Athena tuvo el presentimiento de que sabía quién era, y le dio un gesto con la cabeza para comunicarle de manera no verbal que le cuidaría las espaldas y lo mantendría a salvo. Hitohito se lo devolvió, y aclaró su garganta.

– Fue... Yamai...

Blackquill le lanzó una mirada de sorpresa y fastidio al estrado. («¿Ella? ¿Pero cómo…?»)

La Jueza Gavèlle se veía igual de sorprendida, y sus pensamientos eran similares a los de Blackquill. – ¿Cómo es eso posible? No hay manera de que se le haya permitido ir al Centro de Detención para ser interrogada, y basándonos en lo que nos dijo antes, no hay forma de que usted la permitiera como visitante.

– Tiene razón, Su Señoría, pero no me dieron opción… – explicó Hitohito, jugueteando nerviosamente con sus dedos.

– Por favor explíquese… – – replicó la Jueza Gavèlle, retrayendo su mazo y adoptando una postura más relajada.

– Muy bien… – Hitohito se aclaró la garganta de nuevo, y procedió a recordar los eventos de anoche.

»Fue a eso de las once de la noche, creo. El oficial que estaba de turno en ese momento me dijo que tenía una visitante. Ya que mi amiga Shouko me dijo que vendría a visitarme esa misma noche, asumí que se trataba de ella y fui a recibirla. Sin embargo, cuando me senté en la sala de visitas, no fue a Shouko a quien vi, sino a Yamai, y había otra persona más con ella… – explicó Hitohito con miedo.

Un murmullo se desató entre los que estaban en la galería. Algunos de los miembros expresaron escepticismo por la historia de Hitohito, mientras otros especulaban sobre quién podría haber sido esta otra persona. Tras unos momentos de cháchara desordenada, la Jueza Gavèlle golpeó con su mazo.

*¡SLAM! ¡SLAM! ¡SLAM!*

– ¡Orden en la sala! – les ordenó a todos, silenciando a la galería completa. Luego giró su atención de vuelta a Hitohito. – ¿Qué aspecto tenía la persona que acompañaba a la Srta. Yamai?

– Bueno, estaba algo oscuro, y yo tenía la mayor parte de mi atención en Yamai, pero creo que era un hombre con traje negro y guantes, y un par de gafas oscuras. Eso creo… – recordó Hitohito. Su descripción inmediatamente captó la atención de Phoenix.

(«Traje negro, guantes y gafas oscuras… hmm. Eso suena como alguien que yo conozco…») pensó, volteando la mirada hacia la galería donde Asano estaba sentado. Sin embargo, su lugar estaba vacío, y al ver al resto de la audiencia en busca de alguna señal suya, se dio cuenta que había abandonado la sala. («¡Hmph! Debí suponer que saldría escurriéndose de aquí cuando el juicio no iba de la forma que quería.»)

– Por favor continúe… – le pidió la jueza a Hitohito.

– Por supuesto… – Se tomó un momento para recuperar su tren de pensamiento. – Cuando los vi a ambos, traté de escapar, pero dos detectives me agarraron y me retuvieron. Me sujetaron de las muñecas y me las esposaron detrás de la silla, forzándome a permanecer cara a cara con Yamai. – recordó nerviosamente. – Mientras me tenían esposado, ella me dijo que mi amiga Shouko no sólo me odiaba, sino que todos en la escuela estaban en mi contra. Y también me dijo que debía "quedarme en mi jaula donde pertenezco" o de lo contrario ella me enterraría.

Una vez más, Athena se tensó y frunció el ceño al escuchar las crueldades de Yamai. Aunque ella fuese técnicamente la víctima, Athena se juró que nunca en su vida le iba a volver a poner un dedo encima a su cliente.

Aparte, la mención de los dos detectives provocó que Blackquill alzara una ceja. – Estos dos detectives... ¿por casualidad no serán una mujer rubia y un hombre enorme y fornido, o sí?

– ¡Sí! Eran ellos. ¡Los mismos que estuvieron interrogándome toda la tarde de ayer! – replicó Hitohito.

– ¡LO SABÍA! ¡SABÍA QUE ESA MALDITA E INÚTIL JEFA DE LA POLICÍA DEJARÍA SIN CASTIGO A ESE PAR DE CRETINOS! – rugió Blackquill azotando el escritorio con ambos puños. Athena y Phoenix retrocedieron reflexivamente, pensando que rompería sus cadenas.

Por otro lado, la Jueza Gavèlle no se estaba dejando intimidar tan fácilmente, y permaneció estoica. – Por favor explique a la corte quiénes son estos dos "detectives" a quienes se está refiriendo.

Blackquill respondió presentándole a la corte dos perfiles, que les entregó a la Jueza Gavèlle y a Athena vía Taka. Los perfiles contenían cada uno una fotografía de los detectives y algo de información básica. – Estos dos detectives, y estoy usando el término muy generosamente, son Lucretia y Brutus Augustus. No, no tengo idea de por qué tienen nombres romanos, pero sí sé que son hermanos, y que tienen una reputación de ser increíblemente corruptos, con acciones como aceptar sobornos para destruir.

– Si estos dos son tan corruptos como usted dice, ¿por qué no han sido despedidos del departamento de policía? – inquirió la Jueza Gavèlle.

– Eso es lo que yo quisiera saber. Tuve una larga charla con la Jefa de Policía en relación a esto y cómo deberían ser removidos. Tristemente, parece ser que mis palabras han caído en oídos sordos. Por supuesto, considerando que estos payasos eligieron estúpidamente extorsionar a la fuerza al Sr. Tadano en la sala de visitas, una sala que está monitoreada por cámaras de circuito cerrado las veinticuatro horas los siete días de la semana, será sólo cuestión de tiempo antes que tenga en mis manos la evidencia, no sólo para deshacerme de esos dos permanentemente, ¡sino para abrir acusaciones en contra de esos dos intrusos que han estado tratando de obstruir mi investigación! – declaró Blackquill, estampando la mano sobre su escritorio.

*¡SLAM!*

La Jueza Gavèlle golpeó su mazo. – Veo que este caso ha tomado un giro que nadie de los presentes podría haber predicho. Resulta ser que hay una tercera parte que consiste de personas asociadas con la víctima que han estado tratando de forzar al acusado a confesar falsamente. A pesar de esto, parece ser que usted es inocente de cualquier acción,al menos en este caso...Hizo énfasis en la última oración, sin dejar en secreto que desaprobaba el hecho de que un asesino convicto ejerciera como fiscal.

– Las cosas que he hecho, las he hecho por una razón, y no me arrepiento ni por un momento… – declaró Blackquill con decisión.

– ...A la luz de esto, me retracto de mi declaración anterior sobre relevarlo de sus deberes. – declaró la Jueza Gavèlle ante un sonriente Blackquill. Se preparó mentalmente para un "se lo dije" lleno de satisfacción de parte del fiscal prisionero. Sin embargo, éste pareció contentarse con sonreír en silencio.

Pero aún no terminaba su declaración. – Sin embargo, ya que estos individuos han dañado severamente la integridad de este juicio, no puedo en buena fe continuarlo mientras exista la posibilidad de que fuerzas externas estén tratando de manipularlo. Por lo tanto, quisiera suspender los procedimientos por el día de hoy, pendientes los resultados de esta investigación. Se levanta la…

*¡PROTESTO!*

– ¡No se apresure tanto a terminar con el juicio, Su Santidad! – intervino Blackquill, tocándose la frente.

– ¿No me escuchó, Fiscal Blackquill? – le dijo la Jueza Gavèlle muy seriamente. – Debido a…

*¡SILENCIO!*

– Sí la escuché… – Blackquill golpeó los puños sobre el escritorio. – Y no veo razón por la cual el juicio no pueda continuar. Después de todo, hemos determinado por qué el Sr. Tadano ha confesado falsamente y podemos prepararnos para lidiar con eso durante el receso. Entretanto, todo lo demás referente a este juicio se encuentra perfectamente bien. El arma aún tiene las huellas del Sr. Tadano, y acorde con las declaraciones de los testigos, nadie más excepto el Sr. Tadano podría haber cometido el crimen.

– ¡Oiga, espere un minuto! – argumentó la Jueza Gavèlle, empuñando su mazo de nuevo. – ¡Yo nunca declaré un receso!

– ¡Entonces hágalo de una vez, Su Santidad! – exigió Blackquill – Seguramente querrás desacreditar mis declaraciones, ¿no, Cykes-dono?

– Bueno, yo… – Athena se sorprendió de que de pronto se dirigieran a ella.

– No muerdas el anzuelo, Athena. Blackquill está tratando de manipularte psicológicamente para continuar el juicio, para que no podamos seguir investigando. – le recordó Phoenix.

– Je, je, je… – se rio Blackquill. – Qué poca fe tiene en su subordinada, Wright-dono. ¿Es que no cree que ella pueda probarme que estoy equivocado? Si terminamos el juicio ahora mismo, el Sr. Tadano volverá a su celda y se quedará allí por el resto del día hasta el juicio de mañana. – El fiscal se tocó la frente y se giró hacia Athena. – Sin embargo, si eres capaz de romper mis argumentos tras el receso, tendrás la oportunidad de ayudarlo a que salga de esta sala hoy mismo como un hombre libre. ¿Qué dices, , Cykes-dono... crees que puedas cortarme?

– Athena… – Phoenix trató de suplicar, pero Athena golpeó el escritorio y le devolvió la mirada a Blackquill.

– ¡Acepto su desafío, Blackquill! Con gusto continuaré el juicio. Además, ¡quisiera tener algo de tiempo para hablar con mi cliente en privado, de todos modos! – declaró mientras apuntaba con su dedo. Phoenix se hundió sobre el banquillo de la defensa sudando frío, al ver que su subordinada caía en la provocación de la fiscalía.

– Bueno, la defensa ya ha dado su bendición. ¿Qué tal si tomamos un receso por media hora? Necesitaré algo de tiempo para preparar a mis testigos. Tonto Bright, has que alguien recoja a la Srta. Yamai en la Clínica Hickfield. Tengo varias preguntas para ella… – ordenó Blackquill.

– Acerca de eso… – Fulbright se puso a juguetear nervioso con sus dedos. – No creo que ninguno de los otros oficiales esté dispuesto a hacer eso. Nadie quiere arriesgarse a sufrir la ira de Masatomo Yamai trayendo a su hija para que sea interrogada.

– Grrr... ¿es que todo el departamento de policía está lleno de canallas? – gruñó Blackquill furioso, golpeando sus dedos con impaciencia en el escritorio. – Bien, que sea un receso de una hora. Lo haré yo mismo entonces. Tonto Bright, tú vendrás conmigo como mi escolta. Y tengo algunas tareas adicionales que quiero que hagas por mí…

– ¡Sí señor! ¡En la justicia confiamos! – saludó Fulbright.

La Jueza Gavèlle suspiró. No estaba nada feliz con la forma en que Blackquill actuaba como si tuviera control total de la sala y quería recordarle quién estaba a cargo. Sin embargo, dada la situación actual como estaba, le pareció que no tenía más opción que llamar a un receso tal como ordenó. – Ohh, Diosa de la Ley… dame fuerzas… – murmuró entre dientes mientras sostenía su mazo en posición de rezo. Aunque iba a hacer exactamente lo que Blackquill quería, tenía la determinación de asegurarse que no la viera sudar.

»Si nadie tiene más objeciones, la corte tomará un receso de una hora, durante el cual prepararán a sus testigos… – dijo la Jueza Gavèlle en un tono tajante. Luego miró hacia el fiscal sonriente. – Sin embargo, si cualquiera de ustedes no se presenta cuando el juicio se reanude, entonces se suspenderá por el día de hoy, y la parte que haya ofendido será sometida a desacato. ¿He hablado claramente? – preguntó en tono severo, esperando ejercer algo de su autoridad.

– ¡S-sí, Su Señoría! – dijo Athena rápidamente.

– ¡Por supuesto, Su Santidad! ¡Seré un buen niño y regresaré a mi asiento cuando suene la campana! Después de todo, no querría que me manden al rincón del desacato, ¿verdad? – replicó Blackquill sarcásticamente, haciendo que la jueza se regañara mentalmente al darse cuenta de lo inefectiva que era su amenaza contra alguien que ya estaba en la cárcel.

(«Cielos, si no lo supiera mejor, diría que estos dos parecen un matrimonio teniendo una riña de amantes…») pensó Athena con una mirada exasperada.

– En ese caso, ¡la corte entra en receso por una hora! – declaró la Jueza Gavèlle, preparando su mazo.

*¡SLAM!*

Athena y Phoenix salieron de detrás del banquillo de la defensa para unirse a Hitohito. Unos segundos después, se le ocurrió que cayó totalmente en las manipulaciones de Blackquill y dejó pasar la oportunidad de seguir investigando, y se maldijo mentalmente por dejarse atraer tan fácilmente. Mirando a la Jueza Gavèlle, que abandonaba su puesto para dirigirse a la cámara del juez, sintió un pequeño consuelo al saber que no fue la única que terminó jugando a "Simon dice" con la fiscalía. Además, supuso que una hora le daría tiempo más que suficiente para ocuparse de algunos asuntos y planear su siguiente movimiento durante el juicio.

El primero de dichos asuntos era su jefe. Mientras Hitohito estaba testificando sobre el hombre que vio acompañando a Yamai, sintió que su jefe se tensaba por un momento, y por la esquina del ojo pudo ver que estaba mirando hacia la galería en busca de alguien. ¿Sabría de quién estaba hablando Hitohito? Y si ese era el caso, ¿por qué no dijo nada?

Otro asunto era el propio Hitohito. Todavía se notaba algo agitado luego de sacarse todo eso del pecho y darse cuenta que lo que Yamai le dijo sobre que Shouko le odiaba era una vil mentira. Supuso que, como tenía tantas declaraciones condenatorias hacia Yamai, tenía miedo que ella fuese a tomar represalias contra él, y quería asegurarle que ella no iba a permitir que Yamai pudiera hacerle nada.

También alcanzó a ver a Hitomi y Jeanne salir de la galería para reunirse con ellos, y ambas tenían expresiones muy preocupadas. («Apuesto lo que quieran a que esas dos tendrán unas palabras muy fuertes para Hitohito, acerca de su decisión de confesar falsamente. Con suerte, quizás yo pueda mediar entre ellos y ayudar a que se tranquilicen. Lo último que quiero es que vuelva a cerrarse de nuevo debido a una discusión. Como sea, me aseguraré de poner ese título de psicología que obtuve a buen uso durante la próxima hora.»)

Finalmente, miró hacia Blackquill, que estaba saliendo de la sala con Fulbright. Aunque estaba molesta por el hecho de que todavía trataba de hacer que condenaran a Hitohito por la agresión, incluso después de haber abogado por él, ella pensó que siendo el fiscal tampoco podía simplemente tirar por la borda el caso simplemente porque el acusado hizo una buena acción por él. Adicionalmente, pudo ver en las expresiones faciales de Blackquill durante y después de que Hitohito habló en su nombre que el gesto de su cliente no le pasó desapercibido sin más. Combinado eso con la forma en que Blackquill hablaba de traer a Yamai para ser interrogada, ella teorizó que el fiscal planeaba devolverle el favor investigando sobre las acciones de Yamai y posiblemente encontrando una manera de hacer que pagara como debía ser por ella.

(«Al menos, eso es algo en lo que Blackquill y yo estamos de acuerdo... Yamai tiene que ser detenida, de una forma u otra…»)


28 de septiembre, 11:17 AM

Enfermería – Preparatoria Itan


– ¡LO SABÍA! – gritó Najimi con rabia.

Shouko levantó la mirada del teléfono en shock tras el grito de Najimi. Durante todo el juicio, su cabeza estaba nadando en un torrente de pensamientos, la mayoría de ellos relacionados a Hitohito.

Se alegraba de que hubiese retractado su confesión, pero estaba muy angustiada ahora que sabía la razón: Yamai había estado acosándolo y maltratándolo cruelmente a sus espaldas para obligarlo a romper su amistad con ella. Todo este tiempo, Shouko había creído que Yamai había empezado a llevarse mejor con Hitohito y que todo este incidente no era más que un malentendido. Sin embargo, escuchar del propio Hitohito todo lo que Yamai le estaba haciendo, y cómo ella lo amenazó con matarlo removió cualquier atisbo de duda de que la otra chica tuviese intenciones maliciosas hacia su mejor amigo.

(«¡Tengo que confrontarla sobre esto! ¡Necesito saber por qué piensa que Hitohito merece que lo lastimen de esta forma! ¡Preguntarle por qué se disculpó si no decía ni una palabra en serio! ¡Y por qué no puede aceptar que lo a—errr... que él me agrada y nada de lo que ella haga cambiará eso!»)

Se sonrojó ligeramente ante ese último pensamiento. Aunque fuera dentro de su cabeza, le daba mucha vergüenza pensar en sus verdaderos sentimientos por Hitohito. Ella lo consideraba la persona más fantástica sobre la tierra, no sólo porque se acercó a ella y se convirtió en su primer amigo, sino porque continuó cuidando de ella y apoyándola, y por todas las cosas divertidas que habían hecho juntos desde que se conocieron. Sin embargo, aún tenía problemas para admitir que tal vez lo veía como más que un amigo, ya que incluso si lo admitía, sabía que no habría forma de que él correspondiera a esos sentimientos.

Pero ahora no era tiempo de pensar en esas cosas. En este momento, Hitohito estaba en grave peligro, y ella quería estar allí para él, igual que él siempre había estado allí para ella.

– ¡Hey, Shouko! ¿Me estás escuchando? – le dijo Najimi, sacándola de sus pensamientos. Al parecer, Najimi estaba hablando de los eventos del juicio, y ella estaba demasiado ocupada en sus propios pensamientos para prestarle atención. Asintió, abrió los ojos como platos y empezó a buscar frenéticamente su libreta para responderle.

[Perdón, es que estaba pensando...] le escribió.

– ¿Sobre Hitomon? – preguntó Najimi. Shouko asintió. – Yo también. Parece ser que realmente apreció mucho tu regalo, lo suficiente para retractarse de su confesión, pero todavía no está absuelto por completo. Aunque Nick y Athena logren limpiar su nombre, Ren todavía buscará deshacerse de él, ¡especialmente con esas declaraciones tan condenatorias que hizo ante la corte!

Shouko asintió de nuevo. Recordaba muy bien esas declaraciones. Fueron las que la despertaron a la amenaza real que representaba Yamai.

– Ya lo decidí: no podemos quedarnos más aquí. Tú y yo estuvimos allí cuando Hitomon fue secuestrado, y también cuando Ren se disculpó por lo que hizo después. Sin embargo, a juzgar por sus acciones recientes, ¡ambas sabemos que su disculpa no fue más que una mierda! ¡Así que tenemos que buscar evidencia de lo que hizo y exponerla! – declaró Najimi, poniéndose de pie.

[¿Ahora mismo? ¡Pero podríamos meternos en problemas si salimos de la escuela antes de tiempo sin permiso!] escribió Shouko.

– Sí, pero si nos quedamos aquí, Hitomon estará en problemas mucho mayores. No hay dudas que Ren tratará de encontrar una forma de encubrir todo, y si esperamos hasta que la escuela termine, ¡podrían borrar la evidencia! – le refutó Najimi.

Shouko sopesó ambas opciones en su mente. No quería poner en riesgo su futuro académico, pero al mismo tiempo, tampoco deseaba que Yamai se saliera con la suya después de lo que había hecho.

– Mira, si alguien pregunta, las dos nos enfermamos. De cualquier manera, ¡yo no me voy a quedar en la escuela! – argumentó Najimi. Shouko finalmente se puso de pie con Najimi y asintió vigorosamente. Quería detener a Yamai, impedirle que siguiera lastimando a la persona que más quería, aunque eso significara tener que seguirle el juego a Najimi y sus locuras.

Salieron de la enfermería hacia el corredor, pero apenas dieron unos diez pasos antes de escuchar que alguien gritaba sus nombres.

– ¡SHOUKO! ¡NAJIMI!

Se giraron hacia la fuente de la voz. Era Trucy, que claramente estaba muy agitada.

– ¿Trucy? ¿Qué estás haciendo aquí afuera? – preguntó Najimi.

– ¡Es Polly! – replicó Trucy, respirando con dificultad. – ¡Está en problemas!

Esta historia continuará…


Acta del Juicio (Athena)

(* - Indica nuevo o actualizado)


Perfiles:

Apollo Justice (Edad: 23): Un abogado que ha estado en la agencia desde antes que yo me uniera. Tiene una habilidad increíble para detectar mentiras a través del lenguaje corporal de la gente.

Trucy Wright (Edad: 16): La querida hija del Sr. Wright. Una aspirante a maga profesional que también es estudiante en la preparatoria Itan.

Hitohito Tadano (Edad: 15): Mi cliente. Un joven amable que está sufriendo de TEPT por culpa de las acciones de Yamai.

Phoenix Wright (Edad: 34): Abogado propietario de la agencia. Le debo mucho por darme la oportunidad de convertirme en una abogada consumada.

Shouko Komi: (Edad: 15): Amiga cercana de Hitohito y su compañera de clase. Es una chica hermosa que tiene problemas para comunicarse.

Najimi Osana (Edad: 15): Estudiante de Itan que siempre tiene mucha energía, y aparentemente tanto Hitohito como Trucy son sus amigos de la infancia. Su verdadero género es un misterio.

Ren Yamai (Edad: 15): La "víctima" de este incidente. Una jovencita horrible que secuestró una vez a Hitohito debido a su obsesión con Shouko.

Nene Onemine (Edad: 16): Una estudiante que se preocupa por los demás como una hermana mayor. Es muy amable y protectora especialmente con su compañera Kaede Otori.

Kaede Otori (Edad: 16): Una estudiante que parece siempre ser muy lenta y distraída. Le devolvió a Hitohito su teléfono perdido el día del incidente.

Bobby Fulbright (Edad: 33): El enérgico detective a cargo de este caso. A veces me hace preguntarme qué significa realmente la justicia.

Sakura Gorimi (Edad: 17): Una estudiante de segundo año, y la bibliotecaria principal. Aún puedo sentir el golpe que me dio en la cabeza con su abanico mortal.

Omoharu Nakanaka (Edad: 15): Una estudiante con síndrome de adolescencia que se hace llamar la Archimaga "Mei Karuma Van Zieks". Supuestamente vio todo el incidente.

Simon Blackquill (Edad: 28): Un fiscal y prisionero condenado a muerte. Posiblemente haya sido el fiscal de otro caso que ocurrió en Itan antes de ser arrestado.

Kozue Taida (Edad: 49): Profesora de la clase de Hitohito y Shouko. Es muy holgazana y le encanta aprovecharse de Hitohito para que él haga su trabajo en su lugar.

Itsuki Honshoku (Edad: 33): El experto en informática residente en Itan. Accedió a los archivos de la biblioteca el día del incidente.

Masatomo Yamai (Edad: 61): El padre de Ren Yamai (en teoría) y presidente de Yamai Holdings. Un hombre de negocios muy exitoso, pero también un fracaso como padre.

Junichi Asano (Edad: 25): La mano derecha de Masatomo Yamai. Se encarga de las tareas del día a día con las que el Sr. Yamai no puede o no quiere tomarse la molestia, como criar a su hija.

Hitomi Tadano (Edad: 14): Hermana menor de Hitohito, y totalmente opuesta a él en personalidad. Puede ser un poco impulsiva, pero quiere mucho a su hermano y se preocupa por él.

Dick Gumshoe (Edad: 40):Un detective de la división de homicidios con quien el Sr. Wright solía cruzarse a menudo. Aunque le falta inteligencia, lo compensa con su lealtad y corazón.

Hitoshi Tadano (Edad: 46):El padre de Hitohito. Se suponía que se encontraría con el Sr. Honshoku el día que ocurrió el incidente.

Jeanne Tadano (Edad 43):La madre de Hitohito. Un manojo de nervios que es muy rápida para suplicar. Sabe hornear postres muy buenos.

Takara Yamai (Fallecida): La hermana mayor de Ren Yamai, que fue asesinada en la Preparatoria Itan hace siete años.

Carl Pritt (Fallecido): Un antiguo custodio que trabajó en la Preparatoria Itan que fue sujeto de rumores muy perturbadores. Fue condenado por el asesinato de Takara Yamai.

Verity Gavèlle (Edad: 34): La jueza que preside este juicio, una mujer educada pero de carácter severo. Parece conocer bien al Fiscal Blackquill.

Kenshin Hosonaga (Edad: 70): Un alguacil de edad avanzada en la corte que perdió a su hijo hace décadas. Simpatiza con la situación de Hitohito y no quiere que termine yendo por el mismo camino que su hijo.

Lucretia Augustus (Edad: 37): Una detective rubia conocida por su corrupción. Fue contratada por Yamai para coaccionar a Hitohito para que hiciera una confesión falsa.

Brutus Augustus (Edad: 35): Un detective enorme y fornido, y hermano de Lucretia. Fue contratado por Yamai para coaccionar a Hitohito para que hiciera una confesión falsa.


Evidencia:

Distintivo de abogada: Mi nuevo y brillante distintivo. Lo perdí brevemente, pero Hitohito me ayudó a encontrarlo.

Puertas hacia los Archivos de la Biblioteca: La entrada a los Archivos de la Biblioteca. Se requiere una identificación del personal para poder entrar.

Diagrama del sótano: Un diagrama del sótano, que muestra los archivos de la biblioteca y la sala de servidores. El pasillo del sótano y la sala de servidores estaban cerrados durante el crimen.

Reporte médico de Yamai: Un reporte médico de la Clínica Hickfield para Ren Yamai. Según el reporte, fue golpeada dos veces con un objeto contundente.

Reloj antiguo: Un reloj antiguo operado con baterías usado en la agresión, cubierto con la sangre de Yamai y las huellas digitales de Hitohito. Actualmente no tiene baterías en su interior.

Escritura en sangre: Un mensaje garabateado con sangre que va hacia la mano derecha de Yamai que lee "Tadano". Según Hitohito, no estaba allí cuando salió de los archivos.

Llave de la Sala de Servidores: La llave que abre las puertas de la sala de servidores desde los archivos de la biblioteca. Lleva una semana desaparecida.

Termostato: El dispositivo que regula la temperatura entre los archivos de la biblioteca y la sala de servidores. Fue ajustado durante la hora del crimen, pero no se encontraron huellas digitales en él.

Computadora de los Archivos de la Biblioteca: Una computadora en los archivos de la biblioteca a la que Hitohito accedió por razones desconocidas. Se encontraron huellas digitales de Hitohito, Yamai, y un individuo desconocido en el teclado y el ratón.

* Historial de inicio de sesión: Un registro de quién inició sesión en la computadora de los archivos de la biblioteca. El día del crimen, Itsuki Honshoku accedió a la computadora a las 9:15 AM, y la sesión se mantuvo abierta hasta las 1:15 PM, cuando Hitohito Tadano usó las credenciales de su profesora para iniciar su propia sesión.

Huellas en el escritorio: Huellas de manos encontradas en el escritorio de la computadora. Análisis indica que pertenecen a Ren Yamai.

Abanico de papel: Un abanico de papel roto que se encontró en una papelera, afuera de un aula del segundo piso. Parece tener algunos cabellos color lavanda enredados.

Mancha de sangre borrada: Una mancha de sangre revelada con prueba de luminol en el piso junto al escritorio de la computadora. La sangre pertenece a Ren Yamai.

Teléfono de Hitoshi:El historial de llamadas muestra que intentó contactar a Itsuki Honshoku a las 3:15 PM el día del incidente. Sin embargo, no recibió respuesta y terminó dejando un mensaje de voz.

Artículo de Periódico:Artículo del Kanagawa Times que detalla el asesinato de Takara Yamai en la Preparatoria Itan hace siete años. Según el artículo, la persona responsable fue el custodio de la escuela Carl Pritt.

Regalo de Shouko:Un regalo que Shouko hizo para Hitohito. Tiene una tarjeta adjunta con su nombre en ella.

Diagnostico de TEPT:Un diagnóstico provisional escrito, firmado por el Dr. Koizumi que declara que Hitohito Tadano sufre de trastorno de estrés postraumático.

Palillos de metal: Un par de palillos de metal afilados que Yamai usó para amenazar a Hitohito. No hay sangre en ellos.


Notas del traductor:

Muy bien, el juicio continúa, y como lo prometí, aquí vienen los primeros segmentos de Matriz Emocional (lo traduje de esa forma ya que no hay una traducción oficial, debido a que Dual Destinies y Spirit of Justice por alguna razón no fueron localizados al español). Si les soy sincero esta es mi mecánica favorita de la saga para detectar las mentiras, ya que es mucho más interactiva que el magatama de Phoenix o el brazalete de Apollo, y realmente me gustó cómo el autor fue capaz de trasladarlo a formato escrito. E igual que en el interrogatorio, mientras las leía y las traducía, puse el fondo musical del juego para mayor inmersión, eso lo hace todavía más disfrutable.

Y ahora, yendo con la historia, ¡por fin, aleluya! Después de tener todo en contra finalmente Athena logra dar un salto enorme para poner el caso a su favor. Naturalmente el obstáculo más grande era romper ese bloqueo que le había puesto Yamai a Hitohito, que estaba tan asustado de ella que no pensó en cómo se sentirían sus familiares y amigos si él simplemente se dejaba condenar por un crimen que no cometió. Pero ahora la ha dejado expuesta y todos saben lo que le ha hecho, aunque lo superable será luego mostrar pruebas de lo que hizo. Lo más importante, es que tanto Najimi como Shouko oyeron todo, y esta última finalmente dejó de estar en negación luego de haberle dado una oportunidad que claramente no se merecía. En algo tenía razón Yamai, y es que Shouko es demasiado amable para su propio bien, pero su error era haberle extendido a ella esa amabilidad. No veo la hora de que finalmente la confronte, y esta vez no habrá forma de que se trague sus lágrimas de cocodrilo.

Y bueno, para dar un poco más de esperanza de que no todos están en su contra, la historia del alguacil Hosonaga le dio a Hitohito bastante en qué pensar. El hombre claramente todavía lleva encima la carga de haber perdido a su hijo por no haberlo apoyado a tiempo, y seguramente lo vio en Hitohito y por eso decidió contarle su historia para que no termine igual. Y dice mucho también que la Jueza Gavèlle también haya elegido creerle su historia aunque apenas lo conoce. Hasta cierto punto, con el ambiente tóxico que reina en Itan en este momento, es comprensible que pensara que nadie le creería, pero llevaba tanto tiempo conteniéndose que ya estaba llegando al borde del abismo, si ya en la escena de la azotea cuando conoció a Trucy se le había pasado por la cabeza la idea de saltar de allí. Eso sólo demuestra lo mucho que Yamai lo ha afectado con todo lo que le ha hecho, pero el primer paso para resolver los problemas es admitir que tienes un problema, y Hitohito finalmente lo ha hecho y las personas que se preocupan por él ya lo saben y podrán ayudarlo como se debe.

Ahora, para quienes estaban esperando a los próximos testigos en el juicio, siento decirles que en el siguiente capítulo la acción se trasladará a Itan, ya que veremos lo que estuvo haciendo Apollo durante la mañana del juicio, y en qué problema se ha metido que Trucy vino corriendo con Shouko y Najimi. Aunque si han estado poniendo atención, creo que es fácil deducir más o menos qué pasó. También vamos a ver cuál es el plan de Asano ahora que salió corriendo fuera de la sala antes que pudieran llamarlo para interrogación. Las cosas se irán complicando tanto dentro como fuera de la corte, así que sigan atentos.

Eso es todo. Gracias a sonicmanuel por sus reviews, los veré el viernes para el próximo capítulo. Hasta entonces, ¡la corte entra en receso!