Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de Saritadreaming, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from Saritadreaming, I'm just translating with the permission of the author.
Thank you so much for allowing me to translate your beautiful story to Spanish, Im so honored!
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Capítulo uno: Demasiado profundo
Los dedos de Edward recorren la piel caliente de mi ombligo mientras su boca me trabaja expertamente. Agarro puñados de seda y me retuerzo contra su rostro sin vergüenza. Echando la cabeza hacia atrás, me rindo ante las chispas que arden en cada terminación nerviosa mientras sus labios y su lengua me elevan tanto que se pierde todo pensamiento coherente.
Mis gritos se mezclan en el aire con sus suaves gemidos. Edward parece obtener el mayor placer al llevarme al borde del éxtasis y más allá.
Me estremezco, mi cuerpo húmedo de sudor anhela el calor y el peso de él encima de mí. Agarrando sus hombros, lo animo a que deje la cuna de mis muslos.
―Te quiero... dentro de mí.
Edward se desliza sobre la cama, manteniéndose encima de mí. La tela crujiente de su camisa de vestir me hace cosquillas en la piel.
Deslizo mis manos entre nosotros y empiezo a desabrochar los botones.
»Estás demasiado vestido.
Agarra mis muñecas y las sujeta por encima de mi cabeza, inclinándose para besarme.
Cuando Edward besa, es una experiencia que lo consume todo. Muerde mi labio inferior, provocando y jugando antes de lamerlo lentamente. Las ardientes esmeraldas de sus ojos me miran con una intensidad que antes me hacía sentir incómoda, pero ahora lo anhelo.
Con un gemido ahogado, flexiona las caderas, los bordes de su camisa raspan mi tierna piel en un tentador contraste con la suave caricia de sus pantalones de gabardina. Encierro mis piernas alrededor de él y clavo mis talones desnudos en su trasero, levantando mi pelvis para encontrarme con el movimiento de él. Al mismo tiempo, giro la parte superior de mi cuerpo en un intento de escapar de su control; quiero que mis manos estén libres para desvestirlo, tocarlo, deslizar mis dedos anhelantes en la caótica suavidad de su cabello.
―Más despacio, Freddie ―susurra contra mi boca justo antes de que su lengua se deslice hacia adentro para unirse a la mía.
Me pierdo en el momento en que su lengua llena mi boca; todos los pensamientos de escapar o apresurarse se desaparecen de mi mente nublada por el deseo. Sus labios van desde apenas ahí hasta imponentes y todo lo demás. En cierto nivel, siento su cuerpo rozando el mío, su mano acariciando mi rostro, pero es distante en comparación con las sensaciones que se originan en nuestro beso. Casi me corro de nuevo, sólo por mi sabor mezclándose entre nosotros. Me entrego, como siempre, permitiendo que Edward marque nuestro ritmo, que decida hasta dónde llegaremos.
Nos gira y aterriza sobre su espalda conmigo a horcajadas sobre su cuerpo vestido. Me guía sobre el bulto de su erección y mi carne sensible se despierta al instante.
―Oh… ―Mi cabeza se inclina hacia atrás involuntariamente, el pelo largo golpea mi trasero, provocando deliciosos escalofríos por mi columna.
Las manos de Edward dejan mis caderas para abarcar mis costillas. Sus pulgares rodean los tensos capullos de mis pezones, provocando que una lluvia de chispas encienda en cada lugar que nos tocamos.
Me inclino hacia atrás y trato de desabrocharle los pantalones, pero él me agarra las muñecas, niega con la cabeza y me regresa a mi lugar.
Jadeo ante la sensación renovada.
―No duraré mucho...
Edward curva la parte superior de su cuerpo hacia mí y toma mi nuca.
―En toda mi lengua. Te saborearé toda la noche. ―Me besa fuerte, explorando mi boca. Cuando se aleja, ambos nos quedamos sin aliento. Junta nuestras frentes y me mira profundamente a los ojos―. Móntame... Freddie.
Y lo hago. Nuestras miradas permanecen conectadas, una de sus manos sosteniendo mi espalda, los dedos de la otra pellizcando un pezón o deslizándose entre nosotros para provocar mi sensible clítoris.
»Ojos abiertos ―susurra cuando mis párpados se agitan.
Edward tiene esta compulsión de mirarme a los ojos, especialmente en el momento del clímax. Es difícil anular los instintos naturales, pero siempre lo hago por él. Me balanceo contra él, largo y lento, soltando un gemido incoherente a medida que aumento gradualmente el ritmo. Nuestras frentes y miradas permanecen en contacto, mensajes tácitos que pasan entre nuestras almas mientras respiramos con más fuerza, acercándonos cada vez más al límite.
Me corro primero. Siempre lo hago.
Edward sabe cuando estoy a punto de correrme. Lo veo en sus ojos.
Una llamarada de éxtasis creciente explota en un estallido estelar dentro de mí, fuera de mí, a mi alrededor. Todo desaparece excepto los ojos brillantes de Edward, ávidos de verme desmoronándome.
Y cuando ya no puedo mantener el contacto visual, inclina su boca sobre la mía y se traga todos mis sonidos.
Me despierto sobresaltada en la oscuridad, confinada por la maraña de sábanas. Sola. Respiro profundamente, me levanto de la cama y salgo de la habitación, usando el suave brillo que emana de la sala como guía.
El loft no tiene la sensación de vacío que suele tener después de que Edward se va, y mi corazón se acelera ante el pensamiento de que aún podría estar aquí.
Edward nunca pasa la noche. Cuando esto empezó, él tenía claras las reglas.
Ser profesional en el trabajo.
Guardar el secreto.
No apegarse.
Vernos solo en el loft.
Absolutamente nada de pasar la noche.
Al principio fue fácil, pero parece que tengo problemas con los números tres y cinco.
Doy la vuelta a la esquina del dormitorio, la única área con pared del loft, y paso por mi "oficina" para entrar a la sala. Vacía. Una pesada piedra de decepción se sienta en mi pecho.
Entonces veo la figura solitaria parada junto a las ventanas del piso al techo, desnudo de cintura para arriba, con la frente apoyada en un brazo doblado. El brillo cobrizo de las luces del exterior pinta su torso de un rico bronce, contrastado por una sombra profunda, pero su cabello, que es una maraña bronce de rojos y marrones, parece negro.
Me pregunto qué ve mientras mira por la ventana, tan quieto y silencioso. Podría ser una estatua. A menudo me pregunto qué hay detrás de la fachada cuidadosamente construida de Edward, qué pensamientos viven detrás de sus ojos.
Me muevo lentamente hacia las ventanas. Una parte de mí tiene miedo de que desaparezca en una nube de humo. No es un pensamiento frívolo. Puede que no desaparezca en el aire, pero Edward es genial en actos de desaparición y manteniéndome a distancia. Hay momentos en los que él no sabe que lo estoy mirando y en los que puedo vislumbrar la culpa y el dolor sin nombre que carga.
Él siente mi presencia.
―¿Qué estás haciendo? ―La pregunta formulada en voz baja suscita preocupación, no censura.
En lugar de decirle que a menudo me despierto y no puedo volver a dormir las noches en que él se levanta de mi cama, apoyo mis palmas sobre su espalda desnuda y las acerco lentamente hasta sus poderosos hombros, colocando un beso en el pequeño tatuaje que adorna su escápula izquierda: un caduceo rematado por alas de ángel, con la inscripción No hacer daño.
Edward gime suavemente y me mira, tomando mis manos entre las suyas y llevándolas alrededor de su cuello. La luz del exterior proyecta su cabello despeinado con un halo de fuego, pero las sombras reclaman su rostro, dejándome incapaz de discernir su expresión.
Una vez que mis brazos rodean el cuello de Edward, él desliza sus manos a lo largo de ellos hasta que sus dedos se enredan en la parte posterior de mi cabello. Labios suaves presionan los míos, su lengua rozando mi labio inferior. El deseo hace efervescencia a través de mi sistema. Soy adicta a sus besos y a la completa atención que Edward presta cuando me toca, como si fuera una diosa a la que adora.
»Me encantas en mi camisa ―susurra contra mis labios antes de hundir su lengua dentro de mi boca. Desliza una mano dentro de la camisa desabotonada para tocar un pecho.
Ni siquiera estoy segura de cómo terminé usando la camisa ya que no recuerdo a Edward desnudándose esta noche. Siempre me quiere desnuda, pero a veces permanece completamente vestido. Es casi como si no se sintiera merecedor del placer.
La mano de Edward deja mi pecho, viajando sobre la llanura de mi estómago y baja, baja hasta que hunde dos dedos dentro de mí. Mis uñas se clavan en sus hombros y él gime en mi boca, empujando dentro y fuera de mí lentamente.
Entrelazo mis dedos en su cabello e inclino mi cabeza hacia atrás. Chupa la tierna carne de mi cuello, haciendo girar su lengua y mordisqueando con sus dientes. El ritmo de su mano nunca falla; el hombre sabe realizar múltiples tareas.
―Quiero tu polla... tan profunda.
Quita sus dedos mágicos y cruzamos la habitación a tientas. Edward me aleja de él y me inclina sobre el respaldo de mi sofá de cuero.
―Déjate la camisa puesta. ―La orden llega ronca y sin aliento.
Se me hace la boca agua de anticipación cuando escucho el tintineo de la hebilla de su cinturón. Se guía dentro de mí, sus manos agarran mis caderas y retroceden mientras empuja hacia adelante. Desearía poder ver su culo firme y apretado mientras se mete dentro de mí, observar su cara mientras pierde el control. La respiración agitada de Edward y sus gemidos involuntarios indican cuánto está disfrutando esto. Es lo mejor que voy a conseguir, porque rara vez lo hacemos cara a cara.
No importa que ya haya tenido dos orgasmos esta noche; mi cuerpo anhela el suyo como una droga y se constriñe a su alrededor. Clavo mis uñas en el cuero y grito. Edward golpea contra mí una y otra vez, enviándome a un clímax intenso que parece durar una eternidad. Incluso después de que grita su propia liberación y se desploma contra mí, continúan irradiando deliciosas réplicas.
―Ay, Dios mío ―exhalo, amando el peso de su pecho contra mi espalda. El cuero calentado se siente sensual contra mis pezones. Podría quedarme aquí así para siempre.
Una vibración estremecedora proviene de la mesa de café. El teléfono de Edward. Pésimo momento.
―Mierda ―gime y sale de mí.
La pantalla iluminada está en la posición perfecta para que yo pueda verla.
Llamada entrante: Sunnyvale
Edward camina alrededor del sofá, con los pantalones colgando hasta las caderas, caderas que me embestían con tanta fuerza. Reprimo un gemido.
Coge el teléfono.
―Dr. Masen... Sí... ¿Cuándo?... ¿Qué tan malo fue? ―Sostiene el teléfono entre la oreja y el hombro, se abrocha los pantalones y corre hacia la mesa de la cocina para agarrar su billetera y sus llaves―. Está bien... Gracias. Sí, hiciste bien en llamarme.
Me levanto del respaldo del sofá y lo sigo lentamente, con las piernas como gelatina.
―¿Sunnyvale?
―Paciente con Alzheimer en etapa avanzada. ―Su tono es brusco. Se mete la cartera y las llaves en los pantalones y agarra la chaqueta del gancho junto a la puerta.
―Estoy segura de que a las enfermeras de Sunnyvale les encantaría ver tus músculos esculpidos, pero podría considerarse poco profesional aparecer sin camisa.
Los ojos de Edward se abren y se mira a sí mismo, murmurando una maldición en voz baja.
Me acerco y dejo que su camisa se resbale de mis hombros, atrapándola antes de que toque el suelo, dejándome desnuda. Lo ayudo a ponerse la camisa, se la abotono y me pongo de puntillas, dándole un suave beso en la boca.
»Mi olor está cubriendo tus pantalones… ―Tomo su entrepierna, apretando ligeramente―… Y tu camisa huele a nosotros. Cada vez que la tela roce tu piel, quiero que recuerdes esta noche.
Edward se queda en la puerta y toma mi mejilla.
―No podré olvidarla. ―Cierra la puerta y presiono mi frente contra el frío metal.
Sus palabras deberían hacerme sentir bien, pero suenan más como una maldición, menos como una bendición.
No hay posibilidad de dormir después de estar inclinada sobre mi sofá y luego recibir el doble golpe de ser interrumpidos por el trabajo de Edward y su potencial disgusto por el hecho de que tiene que trabajar con ropa que huele a sexo.
Preparo una taza de té y le pongo una cucharada de brandy. Estoy demasiado inquieta para sentarme, así que me pongo una bata y me paro junto a las ventanas de la sala, mirando hacia el río.
...
Conocí al Dr. Edward Masen en el Centro Médico de la Universidad de Braden durante mi programa de enfermería. Nunca me han atraído los hombres mayores, pero algo en la forma en que sus ojos verdes se arrugaban en las comisuras cuando sonreía llamó mi atención. El hombre es hermoso y tiene fans que lo demuestran, pero la belleza física tradicional nunca ha significado mucho para mí. Tiene que haber algo más, una conexión a nivel del alma, y el Dr. Masen cumplió con todos los elementos requeridos.
Acabábamos de terminar con ortopedia y estábamos empezando en neurología. Angela me había convencido de salir a beber la noche anterior, y ambas nos quedamos atrás, tratando de ocultar nuestros ojos inyectados en sangre y nuestro lento intelecto.
Una oleada de susurros emocionados recorrió la habitación.
―¡Hoy seguimos al Dr. Caliente!
―¿Quién diablos es el Dr. Caliente? ―respondí automáticamente.
Aparentemente, la capacidad de utilizar mi voz suave también se vio comprometida. Estallaron risitas ahogadas. Pero esa no fue la peor parte. No, fue entonces cuando un tipo con una impecable bata de laboratorio blanca, con un elegante estetoscopio colgando alrededor de su cuello, ojos esmeralda y una mata de cabello bronce y salvaje se inclinó y miró directamente a mis ojos inyectados en sangre.
―Supongo que ese sería yo. ―Él sonrió, tocando la etiqueta con su nombre: Edward Masen, Dr.
Mi boca se curvó en una O y asentí en un intento de mantener la calma. Algo se transfirió de su alma a la mía, y luego sus ojos se arrugaron de diversión, haciéndome perder el resto de mi filtro verbal.
―Ahora entiendo la referencia.
Angela hizo un sonido ahogado y el resto de los estudiantes de enfermería se rieron o pusieron los ojos en blanco.
El Dr. Caliente no se rio; se sonrojó de un color carmesí profundo que subió por su cuello para colorear sus mejillas y terminó en las puntas de ambas orejas.
Intenté evitarlo; realmente lo hice. Seguía luciendo atractivo y sonriendo tímidamente cada vez que sus ojos se encontraban con los míos.
Angela intentó disuadirme.
―¡Es diez años mayor y lleva un grillete en el dedo anular!
De hecho así era. Lo de la edad lo podría pasar por alto, pero ¿un hombre casado? Esa era una línea que nunca antes había considerado cruzar.
Neurología se convirtió en un área de gran interés. Cada vez que el Dr. Caliente hacía una pregunta, yo sabía la respuesta. Cuando necesitaba hacer un recado, me ofrecía como voluntaria. Tenía un enamoramiento, pero fingía que era en nombre de mi carrera y seguía recordándome (con entusiasmo menguante) que él estaba casado, y no era mío.
Mis acciones eran tan obvias que las otras chicas comenzaron a susurrar: "Ve por él, Freddie" cada vez que ayudaba al Dr. Caliente… eh, Masen. Al parecer, el apodo surgió de un viejo juguete infantil. Una vez que una enfermera mayor me explicó e hizo comparaciones con mi comportamiento, se convirtió en el nuevo eslogan favorito.
El Dr. Masen estaba eligiendo un pequeño grupo de los mejores candidatos para observar las rondas.
―Los siguientes estudiantes de enfermería comenzarán a hacer rondas conmigo y mis residentes. Cary, Angela, Joan, Freddie y Lynn. Señoras, vengan a buscar insignias e instrucciones.
Me decepcionó que no dijera mi nombre, pero estaba emocionada por Angela. Las chicas se apiñaron alrededor del Dr. Masen.
»Nos falta alguien. ―El Dr. Masen salió del grupo, sus ojos verdes escaneando la habitación. Me miró directamente―. ¡Ahí estás, Freddie! Únete a nosotros ―pidió con un gesto de la mano.
Estallaron risas a nuestroalrededor. El Dr. Masen miró su bata de laboratorio.
»¿Estoy manchado de comida?
Le saqué el dedo medio a mis compañeras y me acerqué al Dr. Caliente.
―Es de mí de quien se ríen.
Inclinó la cabeza.
―¿De ti? ¿Por qué alguien se reiría de ti? ―dijo esto con tanta seriedad.
Eso me hizo sonreír.
―Mi nombre es Bella, no Freddie. Me llaman "ve por él, Freddie", en referencia a…
Sus ojos se iluminaron.
―¡Al juguete! ¡Yo tenía uno de esos!
Por supuesto que lo tenía.
Algo esencial cambió entre nosotros ese día. Edward me elegía a menudo: para responder preguntas, hacer rondas y participar en proyectos especiales. Nunca me ha llamado Bella, ni una sola vez. De hecho, ahora todos en el hospital me llaman Freddie; incluso está en mi etiqueta con mi nombre.
...
Mi té con brandy se acaba. La luz amarilla pálida del sol naciente brilla en las ondas del río fuera del loft. Se acabó una noche entera. Me pregunto cómo haré para salir del trabajo hoy. Normalmente duermo unas cuantas horas después de que Edward se va, pero las cosas se están poniendo complicadas para mí.
No quiero ser la otra mujer de Edward, ni su amante, ni su amiga de sexo.
La vida de Edward es aparentemente complicada. Está casado pero hace varios años que no mantiene relaciones sexuales con su esposa. Él la ama, pero no viven juntos. Dice estar enamorado de mí, pero Edward muere un poco y la culpa lo carcome cada vez que me lo dice. Muchas noches no se desnuda cuando hacemos el amor. A veces, como esta noche, follamos en seco. Esos son los momentos en los que la culpa que irradian sus ojos es peor. Puedo medir el nivel de culpa por cuánta ropa se quita, si hay penetración y cuánto tiempo se queda después.
Edward se niega a dar más explicaciones que decir que nunca tuvo la intención de sentir algo por mí, que parece que no puede detenerse a pesar de que duele, y que nuestro acuerdo debe permanecer en secreto. Si no puedo aceptar los términos, no podremos vernos.
Estoy demasiado involucrada para decir que no.
Nueva traducción, es corta, de 7 capítulos y actualizaré uno a la semana para poder traducir el siguiente con tiempo.
Me cuentan querida les pareció ;)
