Remember me.

Desde que Takuya e Izumi tenían once años, había algo especial entre ellos: una amistad hecha de aventuras, bromas compartidas y una complicidad que solo crecía con el tiempo. Siete años después, con dieciocho años y la preparatoria a punto de terminar, ambos estaban en caminos diferentes ya punto de tomar decisiones importantes. Sin embargo, en sus miradas seguía latente una conexión que nunca se atrevieron a definir.

Habían compartido tanto: risas en días soleados y conversaciones hasta el amanecer. Pero el miedo a perder esa amistad los había llevado a enterrar cualquier sentimiento que pudiera poner en riesgo el vínculo que tanto valoraban. Así, cada uno había optado por relaciones diferentes, esperando que, de algún modo, sus corazones dejaran de latir de esa forma extraña cada vez que estaban juntos. Ahora, ambos tenían pareja, y aunque sus amigos nunca supieron de esa tensión silenciosa entre ellos, ninguno de los dos había sido capaz de olvidarla del todo.

La propuesta de jugar al fútbol de manera profesional en Italia había sido el sueño de Takuya desde siempre. Sabía que esta era su oportunidad, pero a partir de ahí significaba dejar todo lo que conocía, incluida Izumi. Por su parte, ella también estaba a punto de dar un salto en su carrera. Tras tres años de trabajar como modelo en Japón, recibió una oferta para ser embajadora de una marca internacional, algo que requeriría toda su dedicación y viajes constantes. Los dos tenían metas por cumplir, y el tiempo, implacable, avanzaba hacia el día en que sus caminos se separarían.

Aun así, a Takuya el italiano le costaba más de lo que imaginaba, y por eso había recurrido a Izumi, quien había vivido varios años en Italia y era prácticamente bilingüe. El acuerdo era sencillo: él le ayudaba a mantenerse motivada para los exámenes finales de la preparatoria, y ella le daba clases de italiano. Parecía el plan perfecto. Sin embargo, ese tiempo juntos solo servía para avivar una atracción que ni el paso de los años ni las nuevas relaciones habían logrado apagar.

Esa tarde de sábado, en pleno abril, el aire era cálido y ligero, con la primavera en su esplendor. Los cerezos habían comenzado a florecer en las calles, y el sonido lejano de las risas en los parques llenaba el ambiente. Ambos vestían ropa ligera y cómoda, perfecta para la estación: Takuya llevaba una bermuda oscura, una camisa blanca ligera y su clásica chaqueta roja, esa que solía usar desde pequeño. Izumi, por su parte, había optado por un conjunto de jean: una minifalda y un top con tirantes que dejaban sus hombros al descubierto, como un recordatorio de que el verano se aproximaba.

Estaban sentados en la habitación de Izumi, y ella le enseñaba frases básicas en italiano, su voz suave mientras él trataba de concentrarse.

"'Buongiorno, mi chiamo Takuya. Sono qui per giocare a calcio'", recitava Izumi despacio, con una sonrisa.

Takuya intentaba repetirlo, pero las palabras le salían torpes. "¿Está en serio? No entiendo nada", susurró, pasándose una mano por el pelo.

Izumi soltó una risa ligera, una risa que para él siempre había sido como una melodía familiar. "Vamos, no es tan complicado. Es solo que… no estás prestando mucha atención".

"Es que hoy me está costando bastante concentrarme", contestó, con una sonrisa, mientras sin querer su mirada se desviaba hacia sus labios, y luego más abajo, recorriendo las piernas cruzadas de Izumi. Sin pensarlo, se relamió los labios, intentando disimular su distracción.

Izumi tragó saliva, notando la intensidad en su mirada y el ambiente cargado de tensión. Aún así, se apresuró a cambiar el tema. "Por cierto, ¿cómo está Rina?" preguntó, casi casual, aunque notó cómo Takuya se tensaba al escuchar el nombre de su novia. "No la he visto últimamente. ¿Todo bien entre ustedes?"

Takuya la miró, con una sonrisa algo incómoda. "Sí… todo bien, creo. Aunque…" dudó, bajando la mirada, antes de agregar con una risita nerviosa: "A veces me dice que cree que… hay algo raro entre tú y yo".

Izumi se sorprendió y soltó una risa, aunque esta vez un poco forzada. "¿En serio? ¡John dice lo mismo! Hace poco me confesó que se siente un poco celoso de ti. Cree que… hay algo entre nosotros." Sus palabras llevaban un tono divertido, pero evitó mirarlo directamente.

Takuya irritado, algo nervioso. "Es una locura, ¿no crees?"

Izumi asintió, intentando convencerse a sí misma. "Sí… es una locura, solo es su imaginación."

Ambos se quedaron en silencio, como si la verdad de esa pregunta quedará suspendida en el aire. La cercanía entre ellos, el calor de la tarde y la suave fragancia de las flores que llegaba desde la ventana abierta los rodeaban, atrapándolos en un instante imposible de romper.

Entonces, sin pensarlo, Takuya se inclinó hacia ella y sus labios se encontraron en un beso suave, cargado de todos esos sentimientos que nunca se atrevieron a confesar. Fue un beso que rompió barreras y, por un momento, los hizo olvidar el mundo.

Izumi, aturdida por lo que acababa de ocurrir, se apartó bruscamente, su respiración entrecortada y su corazón latiendo con fuerza. "Takuya… tenemos pareja… Esto no está bien, lo mejor es que no vuelva a suceder." Su voz temblaba, y el arrepentimiento cubría sus ojos.

Él la miró, con el mismo dolor reflejado en su rostro, pero también con aceptación. "Sí, lo sé Izumi... Pero quiero que sepas que, pase lo que pase, nunca olvidaré este momento; fue único."

Ella respiró hondo, tratando de ordenar sus pensamientos. "Yo tampoco, Takuya. Pero tenemos que seguir adelante, sin importar lo que sintamos ahora."

Ambos asintieron, sabiendo que ese recuerdo quedaría para siempre entre ellos, un secreto eterno, un sueño imposible que, en ese instante, se había vuelto real.

Mientras regresaba a casa, el recuerdo del beso ardía en la mente de Takuya. Había pasado años convenciéndose de que su amistad con Izumi era todo lo que necesitaba, que estar con alguien más lo ayudaría a olvidar lo que sentía por ella. Pero ese beso le había demostrado que había estado mintiendo a sí mismo. Cada vez que cerraba los ojos, podía sentir sus labios, y con cada latido, el dolor de saber que tal vez nunca volvería a sentirlos lo consumía.

Unos días después, el grupo de amigos decidió organizar una reunión de despedida en el departamento de JP. La noche estaba en su apogeo, y las risas y anécdotas llenaban la habitación, mientras todos recordaban momentos y aventuras pasadas. Habían vivido tanto juntos desde su primer encuentro en el Digimundo, y aunque la distancia ahora sería un nuevo desafío, cada uno confiaba en que sus lazos permanecerán intactos.

En medio de la charla, la puerta del departamento se abrió, y todos se giraron para ver entrar a Izumi. Llevaba un vestido rojo sencillo, corto, que contrastaba con el brillo de su cabello suelto, enmarcando su rostro con una frescura que parecía capturar la misma primavera. Su presencia iluminó la sala, y los ojos de todos, especialmente los de Takuya, se posaron en ella. Apenas dio un paso, JP lanzó un silbido.

"¡Con ustedes, señoras y señores, la súper modelo!" exclamó.

Kouichi se sumó al juego. "No me sorprendería verte modelando en las pasarelas más grandes dentro de poco, Izumi. Solo recuerda que nosotros fuimos tus primeros fans".

Izumi río, negando con la cabeza. "Son muy exagerados… El modelaje es más difícil de lo que parece, ¿saben?"

JP hizo una mueca divertida. "Izumi, nadie en este mundo tiene lo que tú tienes. Eres realmente hermosa".

La conversación se fue llenando de bromas y cumplidos, mientras Izumi sonreía y se sonrojaba, agradecida por el cariño de sus amigos. Aunque estaba acostumbrada a recibir halagos, el afecto de ellos siempre lograba conmoverla. Takuya, observándola desde un poco más lejos, apenas logró disimular lo embelesado que estaba; Por más que quisiera apartar la vista, le resultaba imposible.

En medio de la conversación, Tomoki, con una sonrisa traviesa, se volvió hacia Izumi.

"Tal vez nadie aquí lo admite", comenzó con un aire misterioso, "pero tú fuiste el primer enamoramiento de todos nosotros".

Izumi soltó una carcajada, un poco sorprendida. "¿En serio? No sabía que me miraban así."

JP levantó las manos, sonriendo. "No lo voy a negar. Aunque estoy seguro de que Kouji no diría lo mismo..."

Kouji bufó, pero no pudo evitar una sonrisa. "Izumi siempre ha sido especial, eso no lo niego."

Kouichi, sin querer quedarse fuera de la broma, se acercó con una sonrisa pícara. "Es una pena esa regla que pusiste de que no querías que ninguno de nosotros fuera tu novio, para no dañar la amistad. Si no fuera por eso, ¡alguno de nosotros sería el novio de una supermodelo!"

Izumi arqueó una ceja, cruzándose de brazos en un gesto divertido. "¿Así que querían ser mis novios, eh?"

Kouichi encontró un suspiro dramático. "Claro, Izumi. ¡El título de novio oficial habría sido mío sin duda!"

Las risas estallaron en la habitación mientras Izumi reía y se sonrojaba, encantada por las bromas de sus amigos. Takuya, por su parte, miraba la escena con una mezcla de diversión y un toque de celos. Aunque sabía que los comentarios eran en parte broma y en otra era de verdad. Takuya recuerda perfectamente el día que sus amigos y él admitieron que alguna vez sintieron algo más que amistad por Izumi, algo que fue desaparecido a través del tiempo, pero él fue el único que no pudo borrar lo que sentía por su amiga rubia, lo intentó. y Dios sabe perfectamente el lo intento. Sus emociones nunca fueron pasajeras, y ahora, sabiendo que estaba a punto de dejar todo aquello atrás, esos sentimientos pesaban más que nunca.

Izumi le dirigió una sonrisa especial, una que parecía decirle algo que solo ellos dos entendían, y él le devolvió la sonrisa, sintiendo una chispa en el pecho que hacía que la despedida fuera más difícil de lo que había imaginado.

La noche avanzó entre recuerdos y bromas hasta que, uno por uno, los amigos comenzaron a despedirse. Finalmente, solo quedaron Takuya e Izumi.

"¿Te llevo a casa?" Ofreció Takuya, tratando de sonar despreocupado mientras ocultaba la tensión en su voz. Ella accedió, y ambos se despidieron de JP antes de salir juntos al auto de Takuya.

El trayecto estuvo envuelto en un silencio cómodo, aunque lleno de significado, mientras Takuya conducía lentamente, alargando cada segundo. La noche estaba en calma, con las luces de la ciudad parpadeando en la distancia. Después de unos momentos, Takuya respiró profundamente, tratando de reunir el valor para hablar, y finalmente rompió el silencio.

"Izumi… terminé con Rina", confesó de repente, sin apartar la vista de la carretera.

Izumi lo miró, sorprendida. "¿De verdad? ¿Por qué?"

Él se encogió de hombros, con una sonrisa triste. "No podía seguir fingiendo. Rina es maravillosa, pero nunca pude quererla como ella merece. Estar con ella solo me hacía darme cuenta de lo lejos que estaba de tener lo que realmente quería."

Izumi lo observó en silencio, sus ojos reflejando comprensión. "Sé cómo se siente", murmuró. "John también era... bueno y amable. Pero por más que intentaba convencerme, siempre había algo que me hacía pensar en ti."

Takuya desvió la mirada por un instante, sus manos apretando el volante. "¿Entonces… por qué nunca lo intentamos? ¿Por qué decidimos estar con otros?"

Ella suspiró, mirando sus manos entrelazadas en su regazo. "Takuya... tenía miedo. Miedo de que, si no funcionaba, te perdería para siempre. Y no podía imaginarme mi vida sin ti, sin nuestra amistad".

Él se movió lentamente. "Yo también. Cada vez que pensaba en arriesgarlo todo... me aterraba la idea de perder a la persona más importante de mi vida."

Izumi sonriendo con tristeza. "Al final, terminamos hiriéndonos igual, ¿no?"

Takuya soltó una pequeña risa amarga. "Es irónico, ¿verdad? Intentamos protegernos, pero… en lugar de eso, terminamos con una distancia que duele más que cualquier riesgo que podríamos haber tomado".

Izumi lo miró con intensidad, como si quisiera que él pudiera entender lo que sus palabras no alcanzaban a expresar. "A veces… me pregunto cómo habría sido si sólo hubiéramos sido sinceros desde el principio. Si te hubiera dicho que te quería…"

Él la miró, sus ojos reflejando el dolor y el arrepentimiento que llevaba guardado. "Yo también. Me he pasado noches enteras pensando en eso, imaginando qué habría pasado si hubiera tenido el valor de decirte lo que sentía."

Ella respiró profundamente, su voz casi temblando. "Takuya… te he querido desde siempre. Incluso cuando traté de seguir adelante, siempre volvió a ti, a los recuerdos, a lo que sentía cuando estábamos juntos."

Él se quedó en silencio un momento, absorbiendo cada palabra. Finalmente, murmuró: "Entonces, ¿qué hacemos ahora? Sabemos lo que sentimos, pero… estamos a punto de irnos, de tomar caminos distintos".

Izumi lo miró con tristeza, sus ojos brillando en la penumbra del auto. "No lo sé. Solo sé que ahora, en este momento, no quiero arrepentirme de nada. No quiero que nos vayamos sin saber cómo se siente... esto."

Takuya detuvo el auto frente a la casa de Izumi, pero ninguno hizo el intento de salir. En su lugar, él tomó su mano con suavidad, acariciándola con el pulgar. "Izumi, siempre fuiste tú. Incluso cuando traté de olvidarte, siempre volví a ti."

Ella sonó, aunque una lágrima rodaba por su mejilla. "¿Sabes? Yo también. Siempre volví a ti... a este momento, a este sentimiento."

Finalmente, sin decir más, él se inclinó hacia ella, y sus labios se encontraron en un beso profundo, cargado de todos los sentimientos que habían mantenido en silencio. Fue un beso que hablaba de arrepentimiento, de amor, y de todo lo que habían reprimido durante años.

Cuando se separaron, ambos se miraron, respirando con dificultad. "¿Quieres…?" comenzó él, con un toque de inseguridad, temiendo que ella se arrepintiera.

Ella se acerca suavemente, sus dedos acariciando su mejilla. "Sí… quiero estar contigo, Takuya."

Ambos se dirigieron a un hotel cercano, buscando la privacidad que necesitaban. Mientras los besos se intensificaban, Takuya e Izumi apenas podían contener las emociones y deseos que habían reprimido durante tanto tiempo. Al llegar al hotel, ambos se miraron en silencio, entendiendo que aquella noche era diferente a cualquier otra, y sin necesidad de palabras, sus manos entrelazadas los guiaron hasta la habitación.

Una vez dentro, apenas cerraron la puerta cuando Takuya la atrajo hacia él con suavidad, sus manos en su cintura mientras sus labios volvían a encontrarse, con una ternura y una intensidad que hablaban de todo lo que sentían. Sus caricias se hicieron más lentas, casi temblorosas, mientras él apartaba un mechón de su rostro y la miraba a los ojos, como si estuviera viendo a Izumi por primera vez.

Izumi lo observó, con una leve sonrisa entre nervios y deseo. "Takuya... Esto es lo que siempre quise. Estar aquí, contigo", susurró, su voz llena de emoción. "Y… me hubiera gustado que tú fueras el primero en mi vida. El primero y el único."

Él acarició su mejilla y la miró con devoción. "Izumi… daría todo por ser el único para ti. Para siempre."

Sus palabras parecían sellar algo entre ellos. Con suavidad, ella deslizó las manos por sus hombros, sintiendo el calor que irradiaba su cuerpo, y ambos se dejaron llevar por las sensaciones del momento. Los besos se volvieron más apasionados, y las caricias que compartían parecían hablar más que cualquier palabra.

Entre susurros y miradas cómplices, Takuya la envolvió en sus brazos y, juntos, se sumergieron en aquella noche única, descubriéndose mutuamente con cada caricia, cada suspiro y cada sonrisa, sabiendo que en esos instantes finalmente se tenían el uno al otro de la misma manera. que siempre habían deseado.

Mientras los besos se hacían cada vez más intensos, Izumi se separó un poco, mirándolo a los ojos con una mezcla de vulnerabilidad y amor. Su mano acarició el rostro de Takuya, como si quisiera grabar cada detalle en su memoria.

Izumi se sonoriza con suavidad, sintiendo que, en ese momento, todo el tiempo que habían pasado separados y cada palabra no dicha por fin encontraron su lugar. Cerró los ojos y se dejó llevar, segura de que, pase lo que pase, aquella noche sería su refugio, su verdad compartida, la que siempre llevarían en el corazón.

La última noche de Takuya en Japón llegó más rápido de lo que ninguno de los dos había imaginado. En las semanas anteriores, Izumi rompió su relación con John; Sabía que lo correcto hubiera sido ser honesto antes de acercarse a Takuya, pero al final, rompió su compromiso. Ahora, sin esa culpa, podía entregarse completamente a este último momento juntos.

Durante esas semanas, la habían pasado entre risas y momentos especiales, entre encuentros íntimos donde el mundo exterior parecía desvanecerse. Decidieron pasar los últimos días juntos, impidiendo hablar del inminente adiós. La casa de Izumi estaba en silencio; sus padres habían salido de la ciudad, dejándolos solos. En el aire se sentía una tensión casi tangible, y aunque intentaban disfrutar cada minuto, una sensación pesada de despedida les oprimía el pecho.

Izumi lo miró a los ojos, que reflejaban una mezcla de emoción y ansiedad, casi como si intentara grabar cada detalle de su rostro en su memoria. "No puedo creer que ya te vayas. Es como si todo este tiempo juntos… se hubiera ido en un suspiro."

Takuya sonrojó, aunque su sonrisa no alcanzaba a borrar la tristeza en sus ojos. "Yo tampoco lo creo. Pero no me iría sin darte esta última noche, sin darte lo que hemos guardado tanto tiempo."

La distancia entre ellos se desvaneció de pronto. Sin más palabras, Izumi se acercó y lo abrazó con fuerza, sintiendo el calor de su pecho, el aroma familiar de su piel, como si quisiera detener el tiempo. Takuya respondió envolviéndola entre sus brazos, acariciando su espalda y hundiendo su rostro en su cabello, que olía a vainilla y un toque de jazmín. El calor de su cercanía rompió todas las barreras, y se besaron, primero con delicadeza, luego con una urgencia que reflejaba el deseo y la pasión contenida durante tanto tiempo.

"¿Por qué no nos dimos esta oportunidad antes?" susurró Izumi, entrelazando sus dedos en el cabello de Takuya, sintiendo su suavidad y la calidez de su cuello bajó sus manos. "¿Por qué esperamos tantos años?"

Takuya detuvo sus besos y la miró con ternura y tristeza. "Porque éramos cobardes… porque teníamos miedo, no queríamos arruinar nuestra amistad. Pero ahora, Izumi, no quiero arrepentirme de nada. Esta noche, quiero que seamos solo tú y yo, sin miedo."

Y así, se entregaron el uno al otro sin reservas. La noche avanzaba mientras sus cuerpos se encontraban, y en ese espacio donde solo existían ellos dos, compartieron lo que nunca se atrevieron a admitir. La habitación se llenó de susurros, risas entrecortadas y promesas calladas, y cada toque de sus manos, cada latido, hablaba de un amor que finalmente se sentía libre.

Cuando la madrugada comenzó a asomarse por las ventanas, los primeros rayos del sol iluminan suavemente el cuarto, proyectando una luz suave sobre sus cuerpos entrelazados y marcando el final de esa última noche.

Izumi, acurrucada en el pecho de Takuya, rompió en lágrimas, sus sollozos pareciendo llenar cada rincón de la habitación. "No quiero que te vayas, Takuya. Esto... Esto es lo que siempre quise. Ahora que te tengo, siento que no puedo dejarte ir."

Takuya la abrazó con más fuerza, sin poder contener tampoco las lágrimas. Sentía el ritmo pausado de la respiración de Izumi en su pecho, el temblor en sus hombros mientras la estrechaba con desesperación. "Yo tampoco quiero irme. Pero sabes que tengo que hacerlo… aunque esto no es un adiós definitivo, Izumi. No puedo dejarte de verdad, porque tú eres mi vida".

Izumi alzó la mirada, encontrando los ojos de Takuya con una mezcla de amor y desesperación. "¿Y qué vamos a hacer ahora? ¿Cómo voy a soportar esta distancia?"

Él acarició su mejilla con suavidad, como si intentara memorizar el contorno de su rostro, grabar el calor de su piel. "Lo que sea necesario. No importa cuánto tiempo pase, te voy a esperar, Izumi. Aunque estés en Italia, aunque estemos a miles de kilómetros, tú eres el amor de mi vida. Y cuando vuelva, te buscaré, porque sé que lo nuestro es verdadero."

Ella se molesta entre lágrimas y lo abrazó una vez más, como si quisiera guardar ese momento para siempre. "Entonces prométeme que regresarás, Takuya. Porque yo… no quiero a nadie más. Prométemelo, no, mejor júrame que volveremos y estaremos juntos, sin importar cuánto tiempo debemos esperar."

"Te lo juro, Izumi. Aunque me cueste todo, volveré. Y sé que cuando lo haga, estarás aquí, esperándome. Porque no importa lo que pase, tú y yo… siempre nos encontraremos."

Los minutos se estiraron mientras compartían esa última caricia, sintiendo que el tiempo se les escapaba entre los dedos. Finalmente, Takuya suspiró, con los ojos brillando de emoción. "Debo irme… pero recuerda que siempre te amaré."

Izumi, con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada, susurró: "No te olvides de mí, por favor, te lo suplico. Recuérdame hasta nuestro próximo encuentro."

"Nunca podría olvidarme de ti, Izumi. Porque eres el amor de mi vida", le respondió Takuya, y compartieron un último beso, uno lleno de promesas y despedidas.

Izumi ascendió, incapaz de responder con palabras, dejando que sus lágrimas hablaran por ella. Se abrazaron una última vez, sosteniéndose con la desesperación de quien sabe que pronto perderá lo que más ama. Cuando Takuya se separó lentamente, Izumi lo miró por última vez, y él, con una sonrisa triste, besó su frente.

"Te esperaré, Izumi… siempre".

Takuya se dirigió hacia la puerta, dejándola sola en la habitación que, un instante antes, había sido el refugio de sus promesas y su amor. Izumi se quedó mirando el amanecer que marcaba el final de su tiempo juntos, pero también el inicio de un nuevo capítulo en sus vidas. Sabía que aunque la distancia los separará, ese amor inquebrantable por Takuya era lo único que podría darle fuerzas, y que cuando él regresara, ella estaría ahí, porque lo que sentían el uno por el otro no desaparecería.

Observando los primeros rayos de sol invadir la habitación, Izumi sintió cómo ese resplandor la envolvía, llevándose una parte de su tristeza y dejando en su lugar una promesa silenciosa. En otro universo, en otra vida, quizás habrían sido más valientes. Pero ahora, mientras veía a Takuya irse, sintió que una parte de ella se quedaba atrapada en esa noche, en ese momento compartido. La promesa de un futuro juntos parecía tan incierta, pero no tenía otra opción que aferrarse a ella, a esa esperanza que la mantenía firme.