Nota: Hola, una disculpa por la demora, pasaron varias cosas, entre ellas, me regresaron temporalmente a calidad, porque el en cargado del área... SE LLENO LA BICA DICIENDO QUE HACÍA TODO Y NO HIZO NADA, total.
Cambiando de tema, les pido que cuando vean el título de la canción, abran YouTube o Spotify y la pongan mientras leen lo que resta del capítulo.
Capítulo 17 🎴
Para sorpresa y hasta miedo de algunos, Kokonoi e Inui estaban presentes.
—¡¿Que hacen miembros de Black Dragon acá?! — Preguntaban más de uno de los muchachos de la Tōman, pero los que estaban más sacados de onda eran Hakkai, Chifuyu, Mitsuya y el propio Takemichi.
—¿Qué pretenden? — Susurró Hakkai, no le había sentido verlos ahí.
Manjiro mantenía una expresión neutra. —Después de los sucesos de Navidad, los remanentes de Black Dragon hablaron conmigo, pidiendo unirse a la Tōman. — Múltiples cuchicheos se hicieron presentes. —Con la única condición… de pertenecer a la primera División, ¡bajo el liderazgo de Takemichi Hanagaki!
Un "¡¿Eh?!" colectivo se hizo presente, el mencionado era el más sorprendido, ¿cómo diablos podía haber ocurrido eso? No lo sabía, pero, era bueno, ¿no?
—¡¿Q-qué dijo?! — Takemichi no podía creerlo, debía ser una broma.
Chifuyu, quien estaba a su lado le susurró. —Deben estar tramando algo. — No se fiaba de ellos, y razón, hasta cierto punto, tenía.
El chico de ojos esmeraldas caminó quedando frente al capitán de la primera división. —Soy Seishu Inui, estaré bajo tus órdenes.
Kokonoi caminó quedando detrás de Inui. —Hajike Kokonoi, un gusto, jefe. — Dijo sacando su lengua, gesto muy habitual en él.
Takemichi ladeó la cabeza. —Entiendo que no confíes en nosotros, tampoco voy a pedirte que lo hagas inmediatamente. — La voz de Inui era tranquila, pero perfectamente audible. —Si necesitas ayuda con algo, cualquier cosa, no dudes en llamarnos. — Dijo entregándole un papel, mismo en el que venían los números de ambos. —Nos retiramos por el momento. — Sin añadir más, el rubio comenzó a caminar.
—Inupi no es excepcionalmente hablador, pero hoy parece que quería decir algo más… — Kokonoi siguió con la mirada al otro. —Bueno, nos vemos luego, jefe. — Nuevamente hizo aquel gesto burlón y corrió detrás de Inui. Se habían alejado dos cuadras del templo, Inui soltó un largo suspiro a la par que relajaba por completo sus hombros. —Wow, es raro verte tan tenso. — Comentó llegando hasta el lado del contrario. —¿Estabas nervioso? — Por alguna razón, le causaba gracia eso, no era que Inui nunca mostrara nerviosismo, sólo era muy raro.
Inui miró al suelo por un momento. —Ese chico, Hanagaki… — Kokonoi alzó levemente una ceja. —Se parece bastante a Shinichiro… — Y ahí fue donde la cara de pocos amigos de Kokonoi se hizo presente. —Sé… que no estoy errando al decidir que él sea el líder de la 11va Generación de Black Dragon…
—¡Espera, ¿qué?! — La duda de Kokonoi era genuina. —¡Inupi, no le dijiste nada de eso! — Le estaba reclamando, eso era claro. El rubio le miró sin entender bien la molestia del contrario. —Creía que ibas a dirigir la undécima generación de Black Dragon.
Inui miró a Kokonoi por unos segundos. —No, definitivamente yo no sería un buen líder, sin embargo, Hanagaki tiene los mismos ideales que el primer líder… — Sin ser consciente, una cálida y pequeña sonrisa se posó en sus labios. —Con él como guía… Black Dragon podrá recuperar su honor y gloria.
Kokonoi frunció el ceño, no tanto por lo de dejarle el cargo al chico que según él, era un chiste, sino porque el rubio había sonreído tan cálidamente, y que esa sonrisa no era para él. —Inupi…
—¿Um? — El rubio era completamente ajeno a la aura medio asesina de su amigo.
—¿De verdad crees que estará bien Black Dragon a manos de ese baboso? — Alzó una ceja, a manera de reproche.
Inui le evadió la mirada por unos segundos. —Koko entró a la Black Dragon por mi culpa… — Aquel pensamiento no había desaparecido de su mente desde el día en que él perdió su título como comandante de la décima generación y pasó a ser el segundo al mando de Taiju. —Hanagaki no persigue un renombre… la Tōman no tiene indicios de buscar negociaciones y además… debo reconocer que Manjiro tiene el título de "Invencible" y no hay quien se lo quite… estar ahí será lo mejor para Koko… podrá irse desprendiendo de la necesidad del dinero… y después… podrá ser libre de todo. — Respiró hondo, no iba a contarle sus pensamientos al otro, hacerlo sin dudas conllevaría a qué saliera el incendio de su casa, no quería abrir esa herida en Kokonoi, no más de lo que está permanecía. —Sí. — Respondió mirando de forma inexpresiva al contrario. —Black Dragon estará bien bajo el mandato de Hanagaki.
Kokonoi entrecerró los ojos, dudaba de las palabras del rubio, ¿cómo se supone iba a confiar en un chico por mucho, más débil que él?
No le hacía nada de sentido, sin embargo, no podía restarle puntos, después de todo, había logrado darle un golpe y encima había hecho que Taiju cayera de rodillas y estuviera inmóvil por unos minutos.
—Inupi… — Él mismo acortó su frase, ¿qué se supone que le dijera? Al final de cuentas, si Inui había tomado una decisión, poco o nada podía hacer, lo sabía desde que estaban en la primaria, una vez que el rubio tomaba una decisión, no había forma de hacerlo desistir.
—Estaremos bien, Koko. — Afirmó Inui. —Sobre todo, tú. — La expresión de Inui fue relajada, una sutil sonrisa se posó en su rostro y aquello le aceleró un poco el pulso al pelinegro.
—Bien, pero que sepas que sigo creyendo que ese tipo es un chiste. — Repuso Kokonoi, hablaba desde los celos, porque no tenían mucho de conocer a Takemichi y sin embargo, este parecía haber desbloqueado la faceta cálida del rubio, faceta que solo tenía desbloqueada su familia y él, aunque… después del incendio, parecía que había perdido ese privilegio. Sin más que decir ambos retomaron su camino. —Inupi… — El rubio emitió un "Hm" para hacer saber al chico que tenía su atención. —¿Te parece bien si la siguiente semana vamos al cine? — Preguntó mirando de reojo al chico.
—¿Al cine? — Repitió Inui, no era esa la primera vez que Kokonoi le invitaba a salir, y tampoco era la primera vez que iban al cine. —¿A ver qué? — Preguntó ligeramente intrigado, realmente no estaba al pendiente de las películas que iban a estrenarse ese año.
Kokonoi sonrió de lado, complacido por haber llamado la atención del otro. —Va a estrenarse "Sakebi", es una película de terror. — Bien, ninguno no los dos era fan de las películas de terror, pero tampoco se rajaban a la hora de verlas.
—¿De qué va? — Preguntó nuevamente Inui, como ya se había dicho, no era fan, pero tampoco se rajaba.
—Un detective está al cargo de una investigación sobre una mujer vestida de rojo, de la cual no hay forma de identificarla, la mujer parece haberse ahogado, pero el agua de su interior no coincide con la del lugar donde fue hallada.
—Un asesino serial, ¿eh?
—El detective comienza a tener apariciones paranormales… — Añadió haciendo que el rubio mostrará su curiosidad. —Entonces, ¿qué dices?
Inui entrecerró los ojos y después mostró una leve sonrisa. —Bien, más te vale no asustarte. — Comentó a modo de burla.
—Mira quien habla, te recuerdo que cuando fuimos a ver "The Grudge" no querías ver las ventanas de las casas y mucho menos estar cerca de los armarios. — Soltó con burla.
El rostro de Inui se coloró. —Ay por Dios, tú te ponías de nervios con los bufidos de los gatos. — ¡Tremendo derechazo!
Ahora era el turno de Kokonoi de colorarse, haciendo que aquella caminata de regreso a casa se volviera un "tú hiciste esto", "tú hiciste aquello", todo con la mera intención de burlarse del otro.
Llegaron al edificio en dónde Kokonoi vivía actualmente, pues antes de que el chico terminara la primaria los padres de este se habían divorciado, lo cuál llevó al chico a tomar la decisión de vivir por su cuenta, por su puesto, sus padres, después haberse divorciado no se habían desatendido de él, aunque tampoco era que Kokonoi dependiera económicamente de ellos, con sus redes de contactos y su habilidad para los negocios, podía estar en paz en cuanto a lo monetario.
—Nos vemos. — Dijeron ambos.
El rubio siguió su camino hasta la casa de sus padres, tenía cierta similitud con la casa de su infancia, por su puesto, existía una diferencia, así como una gran ausencia, en el recibidor había algunos retratos, pero uno en especial era el que recibía a todo aquel que arribará a aquella morada, era una foto familiar, Hiroto, Linda, Akane y Seishu, con una sonrisa en labios, sonrisa que hacía mucho se había marchado.
Como era de esperar, la noche había llegado y las casas de aquel barrio estaban en silencio, por su puesto, la suya igual, entró con sigilo, lo último que quería era hacer ruido y despertar a sus padres, ya demasiado tenían con el dolor que aquella tarde había dejado la partida de Akane, así como el cansancio y desgaste físico de sus trabajos, ni que decir de la esclavitud a la que se había sometido Hiroto con tal de tener su mente ocupada y no tener que revivir, la mayor parte del día, la perdida de su hija, por supuesto, era conciente que tenía otro hijo, pero su dolor le cegaba al punto de no prestarle atención a su hijo menor. —Creo que siguen dormidos… — Pensó para sí mismo, mientras cerraba la puerta con el mismo sigilo con el cuál la había abierto. Parecía que la suerte estaba de su lado, pues, la muerta no rechino y cuando le puso llave está no hizo demasiado ruido, era perfecto, claro, demasiado perfecto que hasta a él le generó una especie de ansiedad, no era la primera vez que regresaba tarde a casa, tampoco era la primera vez que cerraba aquella puerta y mucho menos era la primera vez que trataba de abrir y cerrar aquella bendita puerta con sigilo, pero extrañamente está por primera vez parecía estar a su favor. —Esto es demasiado raro… — Respiró profundo, cuando llego a casa no notó algo inusual, por lo que la posibilidad de que alguien más estuviera dentro de casa fue descartada. —Creo que debería asegurarme que mis padres estén en su cuarto… — No era la primera vez que tenía aquel pensamiento y que eventualmente lo llevaba a cabo, y todas y cada una de esas veces vio a sus padres profundamente dormidos, por ello trataba de darles menos problemas, había empezado a trabajar incluso cuando la décima generación de los Black Dragon estaba activa, aún con "misiones" encomendadas a su persona por el aquel entonces líder, Taiju Shiba, él se hacía tiempos para trabajar en una tienda de motos que aunque pequeña, le ofrecía un sueldo relativamente grande, pero de eso hablaremos después. —Ese olor… — Miró rápidamente a las bisagras de la puerta, estás no parecían haber sido violadas de ninguna manera, sin embargo, cuando las miro con más detalle, notó que estás lucían ligeramente húmedas. —¿Por qué no me di cuenta del aroma antes? — Contuvo la respiración un momento, no podía permitir perder los estribos en ese momento, tenía que hacer una pequeña comprobación antes, llevó con lentitud su mano derecha, tocando suavemente con la yema de sus dedos, claro que el líquido quedó impregnado en el guante negro que era parte de su uniforme en la pandilla. —¿Aceite? — Olfateó con desconfianza aquel líquido ligeramente denso, mismo que aunque no estaba en contacto directo con su piel, podía distinguir aquella textura, al final del día, el chico trabajaba con aceites, no le era ajena aquella sensación. —Está recién colocado… — En ese momento le hizo sentido. —Por ello la puerta no rechinó, están aceitadas las bisagras, pero… si el aceite aún está fresco… — Aquel detalle le puso en alerta. —¡Mierda! — Soltó mentalmente, con más sigilo que antes el chico se dirigió escaleras arriba, teniendo que pasar por la sala, cuidando que sus pasos no emitirán sonido alguno, pues de forma automática el chico creyó que alguien había entrado a casa y por supuesto que no dejaría que sus padres corrieran peligro. Con pasos firmes, pero cautelosos pasó por el umbral de la sala.
Lo vió apenas este se dió unos cuantos pasos cerca del umbral de la sala, su corazón que estaba agitado, le hizo darle una mirada rápida, comprobando que portaba aquel uniforme con detalles tribales que pertenecía a la pandilla por la cual, tiempo atrás terminó en la correccional, pero que por alguna razón parecía ser lo único que mantenían a su hijo aun conectado con la realidad, notó cómo este no tenía signos de suciedad y que a la vez su rostro no mostraba daño alguno, aquello le hizo sentir un poco de alivio, su "pequeño" había vuelto sano y salvo a casa.—Seishu…
Aquella suave voz le hizo dar un ligero sobresalto, por supuesto que el chico evitó soltar un grito, sin embargo rápidamente miró hacia su izquierda, encontrando a su madre sentada en el sofá grande de aquella sala. Las luces estaban apagadas, la luna aquella noche estaba en fase "cuarto creciente", aún con falta de luz, el chico pudo identificar a la mujer , pudo notar que esta estaba en camisón para dormir, lo cuál no era raro, tomando en cuenta la hora. —Mamá… — Susurró al atar rápidamente que había sido ella quien posiblemente pusiera el aceite en la bisagras. —¿Por qué lo hizo? — Pensó relajándose un poco. —¿Qué… estás haciendo despierta a estas horas? — Preguntó girando su cuerpo en dirección a su madre, cuidando no oírse cortante con ella, sin embargo no se movió de su lugar. —Ya pasa de la media noche. — Su voz era suave, pues era consciente de que su padre estaba arriba, seguramente dormido.
Linda sonrió con nostalgia. —Yo debería preguntarte lo mismo, ¿por qué mi pequeño llega tan tarde a casa últimamente? — Preguntó con un tono suave, no estaba susurrando, era más bien como si temiera que su hijo se alejara de ella.
—No… deberías preocuparte por mi. — Respondió, cuidando que su tono no fuese hiriente, pues realmente quería quitarle preocupaciones a sus padres, tanto así que trataba que sus padres no notarán su existencia, según él, esa era su forma de quitarles "una carga" de encima.
Linda miró a su hijo. —Sei… — Le llamó nuevamente. —Ven aquí. — Pese a que aquello parecía ser una orden, en realidad era una petición, no pretendía obligar a su hijo hacer algo que no quería, jamás los obligó hacer algo que ellos no querían, no lo hizo cuando eran pequeños, por su puesto no obligaría a su hijo en esos momentos.
Seishu apretó suavemente sus labios y le evadió la mirada por unos segundos, desde la muerte de Akane, el chico parecía ajeno a todo, y por supuesto había empezado alejarse de sus padres incluso dentro de casa, a ello se le sumó la situación de los comentarios negativos de todo el mundo, así como el silencio de ellos, el hundimiento de ambos padres en sus trabajos para mantener sus mentes ocupadas, en lugar de vivir el duelo juntos como familia, después de todo, Hiroto y Linda perdieron una hija, pero él, él había perdido a su hermana, quien era a la vez su mejor amiga, y quizás si el tiempo y la vida se lo hubieran permitido, Akane se hubiera convertido en su confidente, quizás la primer persona a la que en algún momento durante sus años de su adolescencia, le hubiera contado que estaba enamorándose de Kokonoi, quizás, haber podido hablar con alguien de aquellos sentimientos que por momentos le atemorizaban, y más por la noción de no ser correspondido por el hecho de que ambos eran hombres, pero nadie notó la pérdida del chico y como aquello también había cambiado su mundo.
El chico regresó su mirada a su madre, la expresión suave en el rostro de ella no cambio, todo lo contrario, incluso, aunque la mujer parecía no inmutarse por el silencio de su hijo, esté pudo ver en los ojos verdes de su madre, los mismos que él y su hermana había heredado, que se estaban cristalizando, aquello le generó una punzada en su corazón. —Mamá… por favor… no llores. — Suplicó internamente, mientras sentía como su respiración se volvía pesada e incluso sentía su boca secarse de golpe, no quería ver a su madre llorar, no quería ver a sus padres sufrir, y mucho menos quería ser él, el causante de aquellos sentimientos y preocupaciones. Con una rigidez impropia de él, se acercó hasta su madre.
La mirada de ella parecía ir recuperando poco a poco la luz de sus ojos conforme su hijo se iba acercando a ella. Linda extendió lentamente su mano izquierda, invitando a su hijo a tomarla, como cuando era un pequeño. Seishu dudo un poco, pues hacía mucho que su contacto verbal con sus padres era cero, y ni hablar del trato físico, desde el día del incendio no había recibido ninguna demostración de afecto física por parte de sus padres, no los culpaba, pero que no los culpara no significaba que no le afectará. Una vez que la mano de Linda fue tomada por la de Seishu, está apretó ligeramente la mano de su hijo, dando espacio a él por si quería deshacer el agarre o no. —Siéntate. — Pidió ella al ver que su hijo no había soltado su mano.
Él con una lentitud también, poco o nulamente propia, hizo caso, mostrando ligeros atisbos de nerviosismo. —Yo… tiene mucho que no estoy frente a ella… y menos sentarme a su lado. — Confesó en sus pensamientos, bajando la mirada, pasándola justo en su mano y la de su madre, aquella cercanía le era tan rara, y a la vez tan añorada, podía recordar claramente cuando era pequeño y sin problema alguno corría al lado de su madre, así como subirse a su regazo de tener la oportunidad, por su puesto, era consciente de que conforme creciera esas acciones no se seguirán suscitando, pero cuando estaba en la primaria, jamás pensó que llegaría el punto en el que literalmente desapareciera de la vista de ella, por voluntad propia.
—Sei… — El chico se mordió el labio inferior, más no elevó la mirada. —¿Puedo? — La mirada de ella era atenta a las acciones de su hijo, y aún sabiendo que ante ella había un adolescente de 16 años, ante sus ojos realmente estaba la imagen de su pequeña de nueve años, cohibido, asustado, y eso le dolía, porque desde entonces ese pequeño niño había estado sólo y ella no hizo nada para protegerlo, con su pregunta, lo que quería era poder quitar esa tela negra de las manos de su hijo y poder tocar, por primera vez, la manita de su hijo. Aunque no recibió una respuesta vocal, si notó el ligero asentimiento de su hijo, mismo que seguía evitando mirarla, no lo culpaba, estaba segura que por la mente del chico había mil cosas, miedos, recuerdos, culpas, reclamos, y estaba dispuesta a escucharlos todos y cada uno de ellos si es que así él lo deseaba. Lentamente retiró aquel guante, notando que al igual que la ropa y el rostro del chico, su mano estaba intacta, bien, habían algunas pequeñas ampollas, producto del trabajo del chico, pero fuera de ello, estaba bien. —Mi niño… — Sintió su corazón apretarse al ver aquellas ampollas. —Tú no deberías estar haciendo eso… — Pensó refiriéndose al trabajo de este, pues a los 16 el chico debía seguir estudiando.
Seishu respiró hondo y de forma lenta, mientras seguía mordiéndose el labio inferior, luchando con aquel escozor en los ojos y aquella presión en el pecho que no le habían dejado en paz desde que tomó la mano de su madre, sensaciones que iban en aumento conforme sentía la mano de su madre sobre la suya a contacto directo, sus latidos comenzaron a acelerarse y una ansiedad casi palpable comenzó a amenazarle, no había experimentado una sensación similar desde la vez que oyó a su tío decir que él debía haber muerto y no Akane.
Por su puesto, aquella ansiedad fue notable para Linda, quien al igual que él, respiraba de forma lenta, también estaba sintiéndose ansiosa, pero la ansiedad de ella nacía del miedo a que la relación con su hijo se perdiera por completo. —Hijo… — Aquella simple palabra le hizo derramar una lágrima, no sólo a ella, sino también a Seishu, cosa que hizo que el chico se tensara y tratara de soltar la mano de su madre, y pese a lo que inicialmente estaba haciendo Linda de respetar las decisiones de su hijo, le sujetó con fuerza, la suficiente como para que el chico no deshiciera el agarre tan rápido, aunque la fuerza era insuficiente para retener al chico si este realmente quisiera irse, pero no fue el caso. —Perdón. — Dijo tratando a toda costa que su voz no sonara cortada.
Seishu respiró de forma entrecortada, él también estaba luchando por qué el llanto no le supera. —¿Cuántas veces quise oír esa palabra? — Cuestionó en sus adentros mientras poco a poco sus lágrimas comenzaban a traicionarlo. Aquella simple palabra que había dejado de oír, y siempre deseo volver a escuchar provenir de sus padres, pero que creía firmemente que no tenía el derecho de ser llamado, pedir o siquiera añorar que se le llamara así.
Linda, quería verle a la cara, pedirle perdón por todo ese tiempo que le dejó sólo. —Por favor, perdóname… perdonamos, a tu padre y a mi… por haber sido tan crueles contigo. — Dijo mientras sus lágrimas se volvían más amargas y constantes.
Seishu negó con la cabeza, no era que no aceptara la disculpa de su madre, es que sentía que no tenía derecho a pedir una disculpa o mejor dicho, que sus padres no debían disculparse con él. —No… no tienes porque… — Al final, sus emociones tomaron control de él y el llanto comenzó a ser evidente. —No debes… no deben… — Sus pensamientos estaban hechos un lío, no podía ordenar adecuadamente sus ideas ni sus frases.
Linda asentía una y otra vez con la cabeza, mientras lentamente llevaba su mano derecha y tomaba la mano derecha de su hijo, misma que tenía tomada con su mano izquierda, para posteriormente llevar su mano izquierda hasta la cabeza de él y colocarla suavemente sobre esta. —Sí, sí debo y quiero hacerlo. — Dijo sollozando. —Perdón por no defenderte de esos comentarios tan hirientes… — Su voz se quebraba pero aún así lograba hablar con bastante claridad. —Por no ver qué estabas sufriendo… que nos necesitabas… — Añadía con leve hipeo. —Te dejamos sólo cuando tú también necesitabas ayuda… — Mordió su labio inferior en busca de aplacar aquel dolor de culpa que la carcomía desde hacía mucho, pero evitaba enfrentar, tanto la culpa como a su hijo.
Seishu negó nuevamente con la cabeza, emitiendo algunos sonidos derivados del hipo emocional. —Perdieron… a su hija… no tienen porque… — Dijo volteando a ver a su madre por fin, encontrándose con el rostro de ella que al igual que el suyo estaba bañado en lágrimas.
—Sí… — Dijo ella acariciando el cabello de su hijo. —Perdimos a una hija… y tú perdiste a tu hermana mi amor… y encima volteamos a otro lado… — Su voz se quebró por un momento. —También te hicimos perder tu familia y tu sentido de pertenencia… — Linda llevó sus dos manos al rostro de su hijo, acariciando las mejillas de este, dejando que tanto el llanto de él como el de ella fuese expresado sin contenciones. Linda pegó su frente a la de su hijo mientras este, la abrazaba por la cintura, como cuando era pequeño.
—Mamá… — Habló el chico entre sollozos y con los ojos cerrados, al igual que su madre. —Extraño mucho a mi hermana… — Confesó liberando el llanto que reprimió después de que se creemara el cuerpo de su hermana y posteriormente fuera llevado al cementerio.
—Yo también mi vida… — Admitió despegando su frente de la de su hijo para por fin abrazarlo como tanto había anhelado desde hacía mucho, recargando una de sus mejillas sobre la frente de su hijo, haciendo que este ocultara un poco su rostro mientras lloraba. —El único motivo por el cual tu padre y yo hemos podido seguir, es por ti… — Presionó un poco al chico entre sus brazos. —Aunque casi no coincidimos por los horarios… mi amor… me daba paz saber que estabas en casa, que aunque tarde siempre regresabas… — Su voz entrecortada hacía que aunque mil cosas pasaran por la mente de Seishu, este pudiera grabar las palabras de su madre. —Me asustaba tanto la posibilidad de que tú también te fueras de mí… — Confesó recordando como cuando el chico fue a dar a la correccional se negó a recibir las visitas de ellos. —Oía cuando te ibas en tu moto… cuando regresas… pero era tan cobarde como para acercarme a ti… — Confesó, mientras Seishu negaba ante la dura autocrítica de su madre. —La idea de que te me fueras y tomarás una decisión atroz… — Un nudo enorme se formó en su garganta, aunque se negaba a aceptarlo, lo cierto es que más de una ocasión soñó con que su hijo ponía fin a su propia vida a causa de su sufrimiento, y eso no era algo que ella quisiera que pasara, lo cierto es que la posible depresión de su hijo hacía que aquel sueño se volviera una realidad, una que no quería que pasara, no soportaría perder a su hijo también. —De perderte a ti también… — Negó con la cabeza, no quería recordar esos sueños tan horribles. —No quiero que mis errores hagan que te alejes… no quiero perder a mi bebé también… — Dijo besando la frente de su hijo para volver abrazarlo con fuerza.
Seishu respiró tan hondo como el hipo emocional le permitía mientras correspondía al abrazo de su madre, aquel abrazo que tanto deseaba y que se había convencido que no merecía por mucho tiempo, sin embargo, ahora lo recibía y a la vez se disculpaba con ella. —Mamá… que yo terminara en la correccional no es culpa tuya ni de papá… — Habló con su rostro oculto en la curvatura del cuello de su madre. —Yo fui quién decidió seguir a alguien que no hacía cosas correctas, fue mi mala decisión lo que le llevó a esa situación… no fue porque no me críaras bien… o porque papá no hablara conmigo… perdón por preocuparte con mis cosas… perdón por ni siquiera consultarlo con ustedes cuando decidí dejar de estudiar… no quería darles más problemas… — Admitió. —Quería que estuvieran tranquilos…
Linda volvió a besar la frente de su hijo. —Mi vida… vamos a preocuparnos por ti toda la vida… — Susurró meciéndose suavemente con su hijo en brazos, era una forma de darle consuelo y hacerle sentir que estaba ahí aora él, por sobre todo. —Me encantaría que terminarás tus estudios… pero sobre todo… que ya no te guardes nada… sea lo que sea, mi vida… compártelo conmigo… por favor. — Seishu asintió levemente.
"On Melancholy Hill" Gorillaz
Madre e hijo permanecieron en el poco silencio que sus sollozos les permitían, pero poco a poco el abrazo que inició siendo una especie de gesto desesperado por buscar perdón y consuelo, poco a poco comenzó a volverse uno amable genuino, Seishu sujetaba con fuerza la parte de la espalda del camisón de su madre, más no con la fuerza propia del desespero, sino con la fuerza de saberse por fin en un momento seguro.
Linda por su parte besaba de vez en cuando la frente de su hijo, mientras seguía meciéndose suavemente con él, a la vez que su respiración entrecortada a causa del llanto iba regulandose, poco a poco, al igual que la de su hijo, por supuesto, había momentos en los que las respiraciones de ambos se volvían erráticas por momentos, después de todo, ambos estaban compartiendo el duelo que desde hacía tiempo había estado cargando.
Lo que en un inicio, después de la muerte de Akane , y por varios años fue una casa silenciosa, triste y monótona, en la que no se hablaba, en la que no se oía y no se veía, en la que los cuatros solo eran para dormir, en donde el color parecía haberse marchado dejando sólo grises y la triste visión de la neblina, aquella sala que permaneció vacía y sin significado alguno, ahora empezaba no sólo a recuperar su color, sino que también empezaba a brindar la sensación de calidez, calidez que Seishu sólo experimentaba en aquel estante de la biblioteca cuando nadie le veía, calidez que Linda experimentaba al ver las fotos de sus hijos, al ver las fotos de él, al oír la moto de regreso, al verlo dormido a altas horas de la mañana, cuando todo estaba en silencio.
Aunque las luces permanecían apagadas, para ambos era como si todo empezará a iluminarse gradualmente, la sala recobró su color salmón, los sofás recobraron su tono verde jade, la mesita en medio de aquella sala lució iluminada, los retratos en las paredes y algunos muebles dejaron de ser cuadros vacíos y comenzaron a mostrar un poco de la historia de aquella familia.
Seishu se despegó un poco de su madre, sin deshacer el abrazo, era más como si buscará acurrucarse mejor en aquel abrazo. —Hoy hay luna en cuarto menguante, ¿verdad? — Preguntó de forma entrecortada, a causa del llanto anterior.
—Creo que sí. — Respondió Linda, aspirando suavemente el aroma de su hijo, ese que conoció ella aquella madrugada del 18 de Octubre de 1989, cuando tuvo por primera vez a Seishu en sus brazos, y que el lado de los años no había cambiado en su hijo. —¿Por?
El rubio por su parte, aunque de forma inconsciente, también respiró hondo, inhalando aquel aroma proveniente de su madre y que le daba una sensación de seguridad genuina. —Akane… solía decir que era bueno pedirle deseos a la luna en cuarto menguante… — Dijo recordando que en una ocasión, cuando era pequeño, vio a su hermana contemplar la luna en esa precisa fase, asegurando la rubia que la luna era mágica y en esa fase concedía deseos.
Linda recordó que en efecto, su hija solía a veces hablar con la luna, al principio lo atribuyó a la inocencia de los niños, pero ahora le hacía sentido, después de todo, ella misma en más de una ocasión lloró ante la luz de la luna, pidiéndole a Dios ayuda para poder hablar con su hijo y recuperar la relación, no iba a intentar "recuperar el tiempo", porque era una estupidez, esos años ya habían pasado, y nada ni nadie los haría volver, pero si podía mejorar a partir de ese momento y reconstruir lo que dejó que se dañará con su hijo.
Sin darse cuenta de ello, Hiroto había presenciado y oído toda la plática motivacional, pero no podía aparecer de repente y aprovechar las palabras de su mujer, que aunque era un sentimiento compartido, queri hablar y usar sus propias palabras y voz para romper aquella brecha entre él y su hijo, sin embargo, esperaría otro momento, uno en el que quería estar él a solas con su hijo y este no se viera influenciado por el amor a su madre para perdonarle, permaneció ahí, en silencio, contemplando no solo la imagen actual, sino también la imagen de su hijo cuando era pequeño y se refugiaba en su madre cuando se lastimaba.
Al día siguiente, dos de Enero, era día festivo, por lo tanto no hubo alarma alguna ante el hecho de que tanto como madre e hijo se habían quedado dormidos abrazados en la sala, por su puesto, había un precio a pagar, y esa era una contractura que a los días les dejaría en paz, pero en el momento, ambos se habían quedado profundamente dormidos, y sobre ellos posaba una frazada, misma que había sido colocada por Hiroto, quien en la quietud de la madrugada arropo a su mujer e hijo, cuidando no interrumpir el reencuentro emocional de ellos.
Nota: Está es la línea más sad y les juro que no lo hago al propósito.
