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-4 días antes del torneo-.

-¡Bienvenidos!

En el palacio del reino de Suna; ubicado en la región del viento, Kankuro recibió en la oficina de su hermano, el príncipe Gaara, a Suigetsu Hozuki y al cuervo relámpago, utilizando; tal y como en los combates a los que asistía en la arena Umineko, su máscara blanca con dos marcas rojas, en forma de olas, en la parte inferior, y sus ropas negras.

El mayor de los hermanos del desierto, al ver al muchacho tan comprometido con su papel de "combatiente misterioso", no pudo evitar sonreír.

-¡Relájate, amigo! - exclamó. - ¡Estás con gente de confianza, puedes quitarte tu máscara!

-Por favor, no insista. – pidió el joven de cabello blanco, sonriendo avergonzado. - Ni siquiera yo, que soy su amigo y representante, conozco su rostro.

-Kankuro. - lo llamó Gaara, sin retirar su vista de los documentos esparcidos en su escritorio. - Invítale a Suigetsu una bebida.

-Como órdenes.

El mayor hizo una reverencia y condujo al peliblanco al pasillo, cerrando detrás de él la puerta de la habitación.

-No te veía desde el festival Shinobi de Konoha. - comentó el joven pelirrojo, dirigiendo sus ojos al enmascarado. - ¿Has estado bien, Sasuke Uchiha?

En silencio, el muchacho se llevó su mano derecha a la frente de su máscara y se la quitó, colocándola a la altura de su pierna.

-¿Cómo me descubriste? - interrogó, serio.

-Me llegaron rumores de un talentoso guerrero que utiliza estilo de rayo. - respondió, apoyando su espalda en el respaldo de su sillón. - En la región del agua, es muy extraño que alguien lo tenga en su poder. Además, "el cuervo relámpago", tu sobrenombre, es un homenaje al famoso genjutsu de tu hermano mayor, Itachi Uchiha.

-¿Me investigaste antes o ya lo sabías de antemano?

-Uno de mis sirvientes me hizo el favor.

Sasuke bufó.

-Desde que dejé atrás a los exterminadores de demonios, he procurado que nadie, ni siquiera un sirviente de este palacio, pueda localizarme. – afirmó, apoyando su cadera en el borde uno de los sillones y cruzándose de brazos. - Espero que le des una buena recompensa por ello.

-Me aseguraré personalmente de que así sea. - sonrió un poco, antes de aclararse la garganta. - Como Kankuro te lo contó en el pergamino que te envió con Suigetsu Hozuki, Mei Terumi organizará un torneo. Mi padre, quien es uno de sus invitados de honor, junto conmigo, piensa usarlo como una oportunidad para apoderarse de Kirigakure.

Sasuke entornó los ojos.

-Ya armé un plan de contrataque para impedirlo. Lo único que necesito de ti, es que te hagas pasar por un ANBU de Suna y sirvas como mi guardaespaldas.

-¿Tienes lo acordado?

-Te lo entregaré después de que arrestemos a mi padre. - se levantó de su asiento y le extendió su mano derecha. - ¿Tenemos un trato?

Sasuke la estrechó. Colocó su máscara de vuelta en su rostro y salió de la oficina.

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-Presente. A las afueras de la aldea de Kiri-.

SSSSS

Teniendo 13 años, Sasuke podía ver a lo lejos las espaldas de Itachi y HanaYasha. Tomados de la mano, se intercambiaban sonrisas dulces al caminar entre los gigantescos y hermosos árboles de cerezo. Deseoso de poder acompañarlos, corrió con todas sus fuerzas para alcanzarlos.

Pero, de pronto, ambos desaparecieron, dejándolo caer en el suelo, para luego escuchar, unos horribles gritos. Volteó hacia atrás. Su casa y las otras que la rodeaban, se estaban quemando. Entrando en pánico, se puso de pie y corrió hasta el vestíbulo, sofocándose con el calor de las llamas.

Entonces, vio el cuerpo inerte de su madre en el piso. Y a su padre, siendo sostenido por la mano izquierda del hombre de la máscara anaranjada. Determinado a salvarlo, corrió con el chidori hacia ellos. No obstante, el hombre lo esquivó con facilidad, deshaciendo su técnica y tirándolo en el piso.

Acto seguido, le atravesó el pecho con un objeto en su mano izquierda.

SSSSS

Sasuke dio un respingo y abrió los ojos de golpe, sentándose en la tierra. Jadeando azorado, examinó sus alrededores y se llevó su mano derecha a su cabello negro, peinándose su flequillo hacia atrás. Hace años que no la pasaba mal por una pesadilla tan escalofriante y tan vívida como esa.

Bajando su mano, respiró con más tranquilidad, percatándose de que sus cosas continuaban varadas en los mismos lugares donde las dejó la noche anterior y que su capa se hallaba tirada en sus piernas.

Buscando una explicación, volteó hacia atrás, encontrándose con el kunai clavado en forma horizontal en la pared de piedras y un haori verde turquesa, doblado como una almohada.

Ensanchó sus ojos negros. Tomó las prendas y se incorporó, recogiendo después su máscara para amarrarla a sus pantalones. Acto seguido, agarró su espada y luego el kunai. El primer objeto lo puso en su cinturón y el segundo en su portaherramientas.

Corrió hacia la entrada de la cueva. Su mirada fue recibida por un helado soplo del viento, vislumbrando al otro lado de la bruma invernal el largo cabello plateado de HanaYasha.

Contemplando como los copos de nieve caían con lentitud a su alrededor; formando extensos y diversos montículos que cubrían las raíces de los árboles secos, interpretaba con calma una canción de cuna.

Su sorpresa y sus inquietudes escalaron en su corazón, a niveles que nunca antes había sentido. Ni los ANBU más experimentados se acercaron a él con dicha melodía.

Realmente estaba despierta.

Y lo sucedido la noche anterior no había sido un genjutsu.

Si la tocó, si recibió su beso.

Su mirada se ensombreció, arrepintiéndose por todo lo que la hizo sufrir, buscando la manera de salir del remolino al que Danzou lo introdujo cuando escapó de Konoha.De repente, escuchó como detenía abruptamente su canto, girándose mientras él levantaba de nuevo su rostro.

Con la diminuta luz de la mañana, era imposible que sus ojos dorados mostraran el brillo al que tanto se acostumbró por años. Sus orejas de perro no se movían. No se hallaban atentas a ningún sonido en particular. Tampoco sonreía. Lo comprendía. Él tampoco lo haría si lo sometieran a tanto estrés en tan poco tiempo, creyendo que su vida acabaría.

Una nubecilla de vaho salió de entre sus labios. Bajando de nuevo la cabeza, se puso su capa negra sobre sus hombros y caminó parsimonioso hacia su sensei.

Al detenerse, tomó su haori verde turquesa con las dos manos y lo pasó por detrás de su espalda, colocándolo en sus hombros. Sosteniendo los bordes del frente, notó que la herida en su costado izquierdo ya estaba curada. Ya no tenía ninguna mancha de sangre, habiendo retirado las hierbas medicinales y cambiado sus vendajes.

Mientras tanto, HanaYasha lo miraba seriamente, paseando sus pupilas por su silueta. Gracias a la luz matutina, pudo comprobar mejor sus sospechas. Sasuke ya no era un niño. Los esfuerzos para conservar su vida hicieron posible que ahora estuviera de pie frente a ella.

Cuando vio como bajaba sus manos a sus costados, apartándolas de su prenda, subió las suyas hacia la capucha de su capa, poniéndola con cuidado por encima de su cabeza. Por esos efímeros segundos, tenía la tentación de abrazarlo. De susurrarle y afirmarle que, ahora que se habían reencontrado, su situación mejoraría.

Sin embargo, no fue capaz porque no estaba segura de lo que sucedería de ahí en adelante. No podían confiarse cuando se trataba del enmascarado. Sus poderes se hallaban en un nivel completamente diferente. Pensar en ello la enojaba, apretando ligeramente los bordes de la capucha.

Sasuke se percató, subiendo sus manos y envolviendo con suavidad las suyas. Sus ojos se abrieron como platos, observando su expresión llena de seriedad en silencio... hasta que su mente le recordó el beso que le dio la noche anterior. Y sus palabras, que no habían sido más que mentiras ruidosas, terminaron atascándose dentro de su alma, resonando con la verdad.

Parpadeó con cansancio, esforzándose por no hacer temblar sus labios. No merecía ser una kunoichi por haberse dejado consumir por el odio, arrastrando con ello a sus mejores amigos.Y aunque su deseo de morir ya no era tan fuerte como al momento de encontrar sus tumbas, no se sentía con la libertad suficiente para vivir, ser feliz... o amar.

Después de todo, era una kunoichi. Y ese tipo de planes jamás serían apropiados para una herramienta contra la maldad del mundo.

-Ayer... - musitó Sasuke de pronto, despertándola de sus pensamientos. - ...me pediste que ya no te apartara, que me apoyara en ti.

Su mente lo llevó a sus recuerdos. A los segundos en los que Itachi y Taichi fallecieron ante ella, sin darle más opción que resignarse, temer y ser capturada.

-Sé que también has sufrido mucho. Por eso... quiero pedirte lo mismo.

Sin soltarla, bajó sus manos en medio de ambos. No se atrevía a verla a los ojos, su discurso no era propio de él. Resultaba demasiado embarazoso.

-Si alguna vez, necesitas hablar de lo que te pasó, puedes apoyarte en mí.

HanaYasha lo miró seriamente en silencio.

-Gracias. – susurró de vuelta, haciéndolo dar un respingo y voltear hacia su mirada, atónito.

Le sonreía con una calidez que nunca antes había visto. Fue tanto su asombro que no supo en qué momento desamarró su máscara y se la pusó en su rostro. Soltó sus manos. Le dio la espalda y se encaminó hacia el suroeste. Ocultando la sonrisa con la que curvó sus labios, la siguió.

PPPPP

Aun después de varias horas, el estadio de Kiri era un verdadero desastre. Miles de armas, pergaminos y papeles estaban esparcidos en el interior, siendo tarea de los guardias de Mei Terumi recogerlos y llevar a los heridos a tiendas de campañas del jardín, levantadas por ninjas médicos.

Los soldados de Suna, en cambio, estaban postrados en diferentes sitios de la torre, atentos a cualquier movimiento sospechoso de sus alrededores.

Corriendo con sigilo entre la tierra cubierta de nieve y ramas caídas, HanaYasha y Sasuke llegaron a las cercanías, escondiéndose detrás de dos árboles, grandes y secos.

Durante el trayecto, la Hanyou se transformó en una humana de largo cabello negro, con una máscara similar a la de su pupilo, cubriendo su rostro.

En cuanto la puerta que necesitaban se quedó con un solo vigilante, se miraron y asintieron. HanaYasha fue la primera en salir, emboscando al hombre con su estilo de hielo, dejándolo indefenso ante el sharingan de su alumno, metiéndolo en un genjutsu.

Al caer, abrieron la puerta de aquella estancia oscura y se separaron en dos direcciones diferentes. Para la buena suerte de Sasuke, no pasó mucho tiempo para que se topara con Suigetsu en los escalones de piedra, tapándole la boca al soltar un grito ahogado y conduciéndolo hacia un pasillo oscuro.

-¡Ay, cielos! - exclamó, entre aterrado y aliviado, cuando le quitó su mano. - ¡P-Por poco me da un infarto! ¡P-Pensé que eras un rebelde!

-¿Qué pasó? - cuestionó, volteando por detrás de la pared de ladrillos para verificar que no hubiera nadie más. - ¿Por qué hay tanta vigilancia?

-¡El rey Rasa se volvió loco! – explicó el peliblanco en voz baja, alarmado. - ¡Quería apoderarse de Kirigakure!

Sasuke dirigió su máscara hacía él. Había sucedido le que el príncipe Gaara le contó en confidencialidad, días atrás.

-¡Por eso todos están alerta! ¡Creen que podría aparecer un traidor que busca venganza por su rey! ¡Atacan a cualquiera que no se encuentre aquí adentro!

El azabache entornó los ojos debajo de su máscara y se quedó en silencio unos segundos.

-Necesito que vayas por mis cosas y me alcances en la frontera norte de Kiri.

-¡¿C-Cómo?! - preguntó atónito, con dos círculos blancos en lugar de ojos. - ¡¿TE IRÁS AHORA?! ¡¿No ves cómo está la...?!

Sasuke lo ignoró, ocultándose en la oscuridad del pasillo para escabullirse unos pisos más arriba de la torre.

PPPPP

Poniendo chakra en las plantas de sus pies, HanaYasha escaló por una columna y se fue corriendo por el techo, cuidando que los guardias en las escaleras no se percataran de su presencia. Unos minutos después, llegó sin problemas al cuarto de telas a donde Haku la había llevado antes del torneo.

No obstante, cuando abrió y cerró la puerta tras su espalda, fue amenazada por un kunai, sostenido por las temblorosas manos del pequeño Yukimaru. En ese instante, su transformación se deshizo, haciéndolo parpadear aliviado y asombrado.

-Q-Qué gusto volver a verla... - comentó, bajando el arma y reverenciándola.

-¿Qué sucedió? - cuestionó, caminando directamente a su mochila tirada en un rincón.

Kirara apareció después, maullando y acariciando su pierna derecha con su cabeza.

-¿Por qué hay tantos guardias afuera?

-Después de que se marchara con el guardián del príncipe Gaara, el rey Rasa quiso apoderarse de nuestra aldea. Afortunadamente, el príncipe Gaara y sus hermanos pudieron detenerlo.

La joven asintió y se dirigió al divisor para cambiarse.

-La mayoría de los soldados de Suna son leales a él. Y con el apoyo de la señorita Mei, lograron encerrarlo en el calabozo.

-¿Pero por qué tomaría esa decisión?

-Nadie lo sabe. Los hermanos del príncipe Gaara le han preguntado por horas, pero no ha dicho nada relevante hasta el momento.

Terminando de ponerse sus sandalias, la Hanyou salió del divisor. Tomó a colmillo sangriento; colocándolo en su cintura, y se puso su mochila sobre sus hombros.

-Les agradezco mucho su hospitalidad. - le dijo al niño con una sonrisa, reverenciándolo antes de dirigirse a la ventana.

-¡E-Espere, señorita! - le pidió Yukimaru, deteniéndola en el alfeizar.

Kirara se había subido también, maullando y moviendo sus dos colas. Con curiosidad, ambas vieron como el chico caminaba de un lado a otro, obteniendo para la joven una máscara similar a la de los ANBU de Kiri y una gabardina azul oscuro, con una capa más larga que la del haori verde turquesa.

-Por favor, lleve esto con usted. - le pidió con amabilidad, extendiéndole las cosas en sus manos.

HanaYasha las tomó... antes de sorprenderse con unas flechas incendiadas que se clavaron en los ladrillos laterales de la ventana.

PPPPP

Saliendo de la reunión con Mei Terumi, el príncipe Gaara subió al cuarto que le habían asignado al llegar a la torre. Para su gran sorpresa una figura oscura apareció en las cortinas, haciéndolo tirar los libros de un estante cercano.

Respiró con calma al darse cuenta de que era Sasuke Uchiha.

En eso, Temari y Kankuro entraron al cuarto. Al verlo, pensaron que era el enemigo secreto enviado por su padre, por lo que prepararon sus armas para atacarlo.

La joven manejaba un gran abanico, y el muchacho de ropas negras cargaba una de sus marionetas en su espalda, levantando sus dedos con sus hilos envueltos en chakra.

El Uchiha chasqueó la lengua. Sacó a Kusanagi de su funda y se colocó detrás del pelirrojo, amenazando su cuello con su filo.

-Bajen sus armas. - ordenó Gaara.

Temari y Kankuro fulminaron al enmascarado con la mirada.

-¡Bajen sus armas! - repitió, observando al azabache por el rabillo del ojo. - ¡Todos!

Sus hermanos mayores obedecieron. El gran abanico de la castaña fue doblado y colocado en su espalda y la cabeza de la marioneta dejó de asomarse encima del hombro izquierdo del muchacho de ropas negras, guardando también los hilos envueltos en chakra que surgían de las puntas de sus dedos. Sasuke apartó la espada del cuello del príncipe, guardándola en un movimiento rápido.

-El cuervo relámpago no es nuestro enemigo.

-¡¿Y por qué diablos desapareció cuando más lo necesitábamos?! - bramó Kankuro, enojado.

-Salvó a la señorita Higurashi del ataque de nuestros soldados. - explicó el pelirrojo, asombrando a sus hermanos.

-Majestad. – lo llamó Sasuke. – Si no es mucha molestia...

Gaara asintió. Hurgó en el interior de sus ropas y tomó un pergamino de color azul oscuro, extendiéndolo hacia él. De pronto, un kunai se clavó a su lado, rasgando su capa negra. En la ventana, se habían posicionado dos soldados de Suna.

-¡Aquí está el intruso! – exclamó uno.

El otro, mientras tanto, lanzó un nuevo kunai. El azabache lo esquivó. Agarró el pergamino y se escabulló entre Temari y Kankuro para ir hacia las escaleras. Bajando un metro, se topó con un grupo completo de soldados de Suna, portando arcos con flechas y kunai con asideros envueltos en papeles bomba.

Frunció el ceño. Y, sin pensarlo demasiado, se arrojó hacia la ventana a su izquierda. Caía fuera de control, convirtiéndose en un blanco fácil para los arqueros de Suna en el jardín, hasta que su brazo fue sujetado por una mano. HanaYasha había llegado a su auxilio, encontrándose montada en el lomo de Kirara.

-¡A ellos! - exclamó el líder de los soldados.

Al instante, más flechas fueron lanzadas desde sus arcos. La pantera se movió de un lado a otro para esquivarlas, dirigiéndose hacia el norte. De repente, escucharon unos escandalosos gritos a unos metros. Era Suigetsu, corriendo en zigzag, llevando un par de morrales; uno morado y otro negro, en sus brazos.

-¡¿POR QUÉ ME DISPARAN A MÍ SI SOY MÁS BUENO QUE EL PAN?! - gritó con una mueca, estremeciéndose cada que alcanzaba a detenerse delante de una flecha incendiada.

-¡Suigetsu! – lo llamó Sasuke, antes de tomarlo del cuello de sus ropas, con el viento retirando la capucha de su cabeza.

-¡AAAAAAAAAAHHHHH! – gritó, viendo aterrado la altura que estaban alcanzando. - ¡SOY DEMASIADO GUAPO PARA MORIR!

-¡Ya deja de moverte! – ordenó el Uchiha.

Para su mala suerte, la mano de HanaYasha ya no pudo sostenerlos más, provocando que ambos cayeran en una gruesa capa de nieve. Bajando, se apresuró en ir con Kirara hacia donde estaba el peliblanco, sacándolo de un montículo al jalarlo de sus tobillos.

Suigetsu parpadeó y volteó atónito de un lado a otro, soltando un grito ahogado al encontrarse con la Higurashi y quedando aún más sobresaltado al ver a Sasuke. Sentado en la nieve a unos metros de ellos... sin su máscara.

Fin del capítulo.