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-Un mes atrás-.

Cuando Sasuke despertó y salió de la cueva; acompañado por Aoda, decidió volver al templo de Mushin, pensando en otras formas para obtener información sobre el sujeto de la máscara.

Por desgracia, un grupo de cuatro cazadores ANBU lo encontró, obligándolo a saltar hacia lo profundo del bosque, a la vez que esquivaba sus armas. Cuando un kunai se clavó en su pierna izquierda, su silueta desapareció, juntando a los adultos en un mismo sitio, siendo presas fáciles de su chidori.

El sharingan brillaba en sus ojos. Cayeron en su genjutsu por pensar que aún se trataba del mismo niño indefenso que se vio obligado a abandonar Konoha 3 años atrás. Bufó molesto y se agachó para quitarle a uno de los hombres inconscientes, la máscara blanca de zorro con la que protegía su identidad, colocándosela enseguida. De pronto...

-¡WHOA!

...un testigo improvisado salió de los arbustos. Poniéndose tenso, volteó despacio hacia atrás. Los cortos mechones de su cabello blanco se balanceaban de un lado a otro, al mismo tiempo que sus ojos violetas revisaban las diminutas quemaduras en las ropas y los cuerpos de los hombres.

-¡Me llamo Suigetsu! – se presentó, extendiéndole su mano derecha. - ¡Tienes madera para convertirte en peleador! ¡Si te interesa, yo puedo representarte!

Sasuke se quedó en silencio, mirándolo fijamente... hasta que se volteó y empezó a caminar.

-¡O-Oye, espera! – exclamó Suigetsu, con dos círculos blancos en lugar de ojos. - ¡Si peleas para mí en la arena Umineko, te juro que te daré lo tú quieras! ¡Fama, dinero, castillos, chicas...!

El Uchiha se detuvo, haciendo tropezar sin querer a su enérgico acompañante, rodando y sentándose en la tierra. Confundido, movió su cabeza de un lado a otro y lo vio atónito desde abajo. Con los rayos del sol iluminando su silueta por detrás, le daba la impresión de ser una presencia sobrenatural.

-No me interesan las cosas materiales. – comentó Sasuke. - Tampoco las chicas, ya que estoy comprometido. – hizo una pausa, intrigando más al muchacho. - Pero, si puedes conseguirme información sobre un tipo con una máscara anaranjada... entonces tenemos un trato.

Suigetsu sonrió.

-¡C-Claro! ¡Yo me encargo! – gritó emocionado, poniéndose de pie.

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-N-N-No es cierto... - tartamudeó Suigetsu, temblando y sudando, con dos círculos blancos en lugar de ojos, apuntando al azabache de manera acusadora. - ¡PENSÉ QUE TE ESCONDÍAS PORQUE ERAS FEOOOOO!

Como respuesta, Sasuke le lanzó una bola de nieve justo en la cara.

-¡A-A-A-Además...! – prosiguió, sacudiendo su cabeza de un lado a otro. - ¡¿E-E-EN SERIO QUIERES QUE CREA QUE LA DEMONIO HIGURASHI ES TU PROMETIDA?!

Otras dos bolas de nieve terminaron en su rostro. Al escuchar aquello, HanaYasha volteó confundida hacia su alumno, quién solo se hizo el desentendido, girando la mirada.

De pronto, sus orejas de perro se movieron, advirtiéndole sobre la repentina llegada de Zabuza y Haku desde las ramas de los árboles secos.

Suigetsu bramó horrorizado. Se levantó de un salto y se escondió detrás de la Hanyou. Kirara, gruñendo, se posicionó junto a Sasuke, asegurándose de que ninguno viera su rostro.

-Haku. – lo llamó Zabuza.

El aludido asintió. Sacó un par de pergaminos del interior de su haori verde turquesa y se acercó a la peliplateada.

-Por las molestias ocasionadas por el rey Rasa, la señorita Mei y el príncipe Gaara nos ordenaron que les entregáramos los premios del torneo. – explicó, sonriendo con amabilidad. - En el pergamino violeta se encuentra el juego de armas. Y en el pergamino amarillo está el dinero.

HanaYasha ya iba a tomarlo, cuando, de repente, Suigetsu se le adelantó.

-¡Fue un placer conocerla, demonio Higurashi! – exclamó sonriente, saltando hacia las ramas de los árboles. - ¡Nos vemos después, Izuna!

-HMP. – Sasuke bufó. - Rata.

La Hanyou se encogió de hombros. Tomó el pergamino violeta y lo guardó en el morral negro que el peliblanco había dejado a sus pies. A continuación, se dirigió hacia donde se encontraba el Uchiha, entregándoselo en sus manos, junto con la máscara que Yukimaru le había dado en la torre.

En cuanto se la puso; guardando también en su morral el pergamino que el príncipe Gaara le dio, se incorporó. Se colocó de nuevo la capucha de su capa negra sobre su cabeza y subió al lomo de Kirara. HanaYasha lo imitó, sentándose detrás de él.

-Tengan cuidado. – comentó Zabuza, mientras Kirara caminaba hacia ellos. – Si vuelven a llamar la atención, situaciones como las de hoy no dejarán de repetirse.

La peliplateada asintió y sonrió. Le comentó una indicación a la pantera; dándole una rápida lamida en el rostro a Haku, y se marcharon hacia el cielo nublado, siguiendo su camino por el norte.

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Al llegar a la puerta de la oficina de Tsunade Haruno; ubicada en el primer piso del hospital, Sakura tocó un par de veces. Y cuando se les dio permiso para entrar, Naruto giró el pomo, quedando tan atónito como su compañera, al encontrarse a tres personas familiares, paradas frente al escritorio de la sannin.

Sus primos, Karin y Konohamaru Uzumaki, y la hija mayor de Hiashi Hyuga, Hinata Hyuga. Al ver a esta última, su corazón dio un vuelco, poniendo su cuerpo tan tenso como una tabla y haciéndolo tragar saliva. Para despertarlo de ese trance, Sakura le dio un codazo en sus costillas, pidiéndole con la mirada que entrara.

Mientras ella cerraba la puerta, él evitaba a toda costa la mirada de la chica de cabello azul, manteniendo sus ojos azules dirigidos al piso, hasta pararse en medio de sus primos. La pelirrosa se les unió después, quedándose a la derecha de Hinata.

-Acaba de llegar una petición urgente por parte del príncipe del reino de Suna. – comenzó Tsunade, teniendo sus manos entrelazadas encima de la mesa de su escritorio. - Su padre, el rey Rasa del Desierto, intentó apoderarse de la aldea de Kirigakure.

Los jóvenes se sorprendieron.

-Afortunadamente, su majestad Gaara y sus hermanos, con el apoyo de Mei Terumi, consiguieron detener sus planes y encerrarlo como a un prisionero más en el calabozo de la torre de Kiri. – hizo una pausa. - Su misión consiste en escoltarlo de vuelta al castillo de Suna. – sus ojos color miel se dirigieron hacia la mayor del grupo. - Karin, serás la líder de este equipo. Si necesitan ayuda, no dudes en enviar un pergamino de emergencia.

La aludida asintió y la reverenció. Al enderezarse, le dio la espalda y salió. Los demás la siguieron, volviendo a sus respectivas casas una vez que estuvieron fuera del hospital.

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Al mediodía, las nubes grisáceas anunciaron la llegada de una tormenta. Por ese motivo, Sasuke le pidió a Kirara que aterrizara en la primera aldea que apareció en su trayecto. La pantera obedeció, resguardándolos detrás de la pared de madera de un negocio, antes de transformarse en la adorable gatita de dos colas.

HanaYasha aprovechó para quitarse su rosario negro de su cuello, guardándolo en su portaherramientas, y sacar de un bolsillo interior de su gabardina roja un pañuelo de color azul oscuro, cubriéndose sus orejas de perro. Mientras se ataba el cabello en una cola alta de caballo, el muchacho revisó los alrededores, hallando un restaurante donde podrían descansar y comer.

Tomando el brazo izquierdo de la Hanyou, la condujo a su interior, seguidos por la mononoke. El sitio estaba tranquilo, siendo ocupado solamente por cinco personas. Siete, contándolos a ellos. Se aproximaron a la barra y le pidieron al dueño unos trozos de atún, dos tazas de té y unos onigiri. Dos de atún seco y dos de tomate. En eso, las puertas correderas volvieron a moverse.

-¡¿Estás seguro?!

-¡Completamente! ¡Yo mismo hablé con uno de los heridos!

HanaYasha volteó con discreción. Habían entrado dos ninjas de Konoha. Portaban sus bandas en sus frentes y sus chalecos verde oscuro tenían en sus espaldas el símbolo del clan Haruno.

Kirara maulló, despertándola de sus pensamientos y saltando hacia sus piernas. El dueño del restaurante ya les había llevado sus respectivos platillos, dirigiéndose a los nuevos comensales para tomar sus pedidos.

Permaneciendo seria, tomó uno de los onigiri de atún y empezó a comer. La gatita de dos colas hizo lo mismo, sentándose en la barra para estar más cerca de su plato.

-¡La traidora Higurashi estuvo en el torneo de la señorita Mei Terumi!

De pronto, un sonido metálico resonó brevemente en la barra. Sasuke apretaba con fuerza el mango de un cuchillo. La joven notó que había más utensilios frente a él; palillos de madera incluidos, acomodados en varios vasos de metal.

-¡Cuando la descubrieron, el rey Rasa ordenó que la capturaran! ¡Pero consiguió escapar por la torpeza de los soldados de Suna! ¡Te lo juro! ¡Si yo hubiera estado ahí, no habría dudado ni un segundo en cortarle la cabeza a esa malnacida!

-¡Concuerdo! – exclamó su compañero, enojado. – ¡Mira que atreverse a regresar como si nada después de entregar al tal Taichi a un Youkai y matar a Itachi...! ¡¿No se supone que iban a casarse?!

-¡Cómo sea! ¡Espero que esté herida y a punto de morir! ¡Konoha no necesita a desequilibradas como ella!

-¡Querrás decir "engendros"!

Ambos lanzaron carcajadas ruidosas.

El muchacho quería aprovechar aquello para lanzarles el cuchillo que sostenía, cubriendo el mango de sangre por el esfuerzo que estaba haciendo con sus dedos en su palma.

No obstante, HanaYasha lo detuvo, acortando su distancia con él al rodear sus hombros con su brazo izquierdo y al colocar su mano sobre la suya, sosteniendo su onigiri con la derecha.

-Cálmate. – le susurró al oído.

Y aunque no podía ver su rostro por la máscara, sabía que el sharingan brillaba con furia en sus pupilas.

-¿Cómo puedes soportarlo? – preguntó con frialdad.

-Puedo hacerlo porque tú sabes la verdad. – respondió, sorprendiéndolo.

Pasados unos segundos, su mano se relajó, soltando el cuchillo. La Hanyou, asegurándose de que nadie los veía, aprovechó la cercanía para utilizar la palma mística, sanándolo.

Después de terminar de comer, salieron del restaurante y continuaron explorando la aldea, encontrando una posada. En la recepción, pidieron una habitación para los tres. El dueño les entregó una llave y les indicó que debían subir las escaleras, al final del pasillo a su derecha.

Así lo hicieron, entrando en silencio a una alcoba con piso, paredes, techo y un balcón de madera; donde se acumulaba la nieve. Los muebles; con floreros vacíos y libros, eran del mismo material.

Sasuke fue el primero en moverse, sentándose en medio del espacio para sacar un pergamino azul oscuro de su morral negro. HanaYasha se acercó, mirando con curiosidad el contenido por encima de sus cabellos.

-¿Un mapa? – cuestionó.

-Son los últimos lugares en donde estuvo el tipo de la máscara. – explicó su pupilo, sin apartar sus ojos de la tela del pergamino.

-Por eso estabas con el príncipe Gaara. – concluyó, sentándose a su lado.

-Partiremos mañana por la mañana. – avisó, poniendo el objeto en el piso y señalando la aldea más cercana, tachada, al igual que las otras, con una "X" roja. – Puedes hacer lo que quieras hasta entonces.

La Hanyou se quedó en silencio, pensando. Cuando tomó una decisión, se levantó. Caminó hacia el baño y se encerró.

Sasuke parpadeó, volteando y escuchando el sonido de la regadera. Se dejó caer en el piso y se recostó bocarriba, cerrando los ojos.

De pronto, una horrible punzada lo molestó, llamando la atención de Kirara por sus quejidos de dolor, a la vez que se inclinaba hacia adelante para volver a sentarse.

-E-Estoy bien. – le aseguró a la mononoke, teniendo sus ojos nublados y derramando unas gotas de sangre, secándoselas de inmediato con sus manos.

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HanaYasha salió del baño un rato después, colocándose encima su rosario negro, un kimono blanco y un abrigador haori negro para descansar. Llevando su mochila en su hombro derecho, se sorprendió por ver a su alumno dormido en medio del piso, con Kirara reposando a su lado.

El pergamino con el mapa se encontraba abierto, debajo de sus brazos doblados. También se había quitado sus sandalias negras, dejándolas al costado de un mueble frente a él.

Sonrió. Dejó su mochila en el suelo, cuidando no hacer demasiado ruido, y abrió la puerta del armario a sus espaldas. En las repisas superiores, encontró unos cuatro futones doblados, envueltos en grandes bolsas de tela blanca.

Agarró uno con fuerza y lo llevó con cuidado al suelo, abriendo la bolsa y desdoblándolo. Al terminar de acomodarlo, se levantó y se aproximó al chico. Lo tomó en sus brazos y lo llevó al futon, acostándolo con calma y cubriéndolo con la colcha gris oscuro. La gatita la vio con curiosidad. Y, por petición de la Hanyou; poniendo su dedo índice derecho sobre sus labios, no maulló ni se levantó de su sitio.

-HanaYasha. – la llamó Sasuke en un susurró, dándole un escalofrío en su espalda y obligándola a girarse de vuelta hacia él.

Hablaba entre sueños. Debía tratarse de algo nuevo, ya que jamás lo había hecho cuando salían de Konoha por sus misiones.

-HanaYasha... - la llamó de nuevo con calma, sonrojándola. – No te vayas... - agregó, bajando cada vez más el volumen de su voz. - no me dejes...

Su asombro se transformó en tristeza. Permaneciendo arrodillada a su lado derecho, buscó su mano debajo de la colcha y la entrelazó con la suya.

-Aquí estoy. – murmuró, inclinándose y dándole un pequeño beso en su frente.

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Sasuke despertó hasta el anochecer, sintiendo un profundo alivio por no ver borroso. Luego de levantarse y ducharse; vistiéndose con un kimono gris y un haori azul oscuro, HanaYasha pidió la cena, comiendo con la singular energía con la que él la recordaba.

Sirviendo dos tazas de té, pasó enseguida a devorar pedazos de los diferentes pescados ubicados en la mesa circular, para luego dirigirse a su tazón de arroz.

El muchacho no sabía por dónde comenzar. Era tanta la variedad que le resultaba confusa. Bebió un sorbo de su bebida y, finalmente, se decidió por el mismo pescado que tocaron de repente los palillos de la Hanyou.

Por ello, se observaron en silencio. Sus ojos oscuros brillaban con inquietud, recordándole las declaraciones de Kohaku y Hisui.

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-Al terrateniente que nos contrató en aquella ocasión, le cortó la cabeza con su espada.

-Fue algo extraño... de pronto, todos dejamos de estar conscientes.

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-¿Puedo preguntarte sobre algo que escuché? – lo interrogó, con más seriedad de la que pretendía transmitir.

Sasuke asintió, disimulando su sorpresa.

-Cuando salí de Konoha, Hachi me llevó al templo del señor Mushin. De ahí, fuimos a la antigua aldea de los exterminadores. Y ellos me contaron lo que le hiciste a un terrateniente que los contrató. – hizo una pausa, al mismo tiempo que sus pupilas doradas cambiaban la preocupación que crecía en su pecho por esperanza. - ¿Es cierto que lo mataste?

El silencio los rodeó de nuevo. Ni siquiera Kirara se atrevía a maullar, reservándose a mover sus dos colas, observándolos con sus enormes ojos, volteando de uno al otro.

-Estaba poseído. – explicó, inexpresivo. - Al sentirse amenazado por mi sharingan, manipuló a Kohaku y a los demás para que me atacaran. No tuve más opción que cortar a la fuerza el vínculo que el Youkai tenía con el cuerpo.

La peliplateada respiró aliviada. No se había convertido en un asesino como le dieron a entender. Solo resolvió a su manera una dificultad que se le puso enfrente. Dejando sus palillos en la mesa redonda, se levantó.

Rodeó el mueble y se arrodilló al lado izquierdo del muchacho, rodeándolo con sus brazos y apoyando su cabeza en su hombro izquierdo. Sasuke se puso tan tenso que no se movió, reservándose a verla anonadado.

-Gracias... – comentó, mezclando la alegría y la tristeza en su voz. – por seguir con vida.

Al escucharla, el Uchiha paseó sus ojos por su largo cabello plateado, recordando el beso que Itachi le dio al morir en sus brazos. Soltando sus palillos, levantó sus brazos y rodeó su espalda.

-Yo soy el que está agradecido. – pensó. – Por verte viva y despierta.

Fin del capítulo.


Adelantaré el capitulo de esta semana, porque mañana tendré un día ocupado. Espero que les haya gustado! Muchisimas gracias por seguir leyendo mi historia! Cuidense mucho, CHAU! 3