¿Esto es real?

Sobre las tierras de Equestria, perdiéndose en la línea final del horizonte, el sol del día más largo se acercaba al final de su viaje.

En Ponyville, una rústica y apacible villa cercana a la capital del reino, la luz crepuscular bañaba los tejados de las casas con una calidez suave y perezosa.

En las colinas cercanas, el pasto verde brillaba en tonos anaranjados y ocres, acariciado por la brisa juguetona que siempre danzaba a esas horas. A lo lejos, los bosques se extendían bajo la sombra benévola de la noche que lentamente se aproximaba, como un manto protector envolviendo la tierra.

El paisaje era, sin duda, relajante y pacífico, capaz de infundir calma a cualquiera que lo contemplara.

O al menos, así debería haber sido en ese día tan especial y festivo.

Aislado en las cercanías del pueblo, algo perturbador estaba ocurriendo en ese mismo momento.

A la vista de todos los habitantes del tranquilo poblado, el castillo de la princesa Twilight, gobernante de Equestria y embajadora de la amistad, había sufrido una inquietante e inexplicable transformación.

El antes majestuoso y brillante castillo, que se asemejaba a un joven árbol, ahora lucía deforme y sombrío. Su estructura, envuelta en un aire distorsionado, había crecido desmesuradamente, elevándose hacia el cielo como una espina retorcida y amenazante.

Lejos de verse como el símbolo de paz que todos conocían, el castillo habia tomado la forma de una ominosa y sobrecogedora torre oscura que infundía temor en quienes osaban mirarla.

Tal era el cambio que, confundidos por lo que veían, muchos ponis se frotaban los ojos, incrédulos ante lo que tenían frente a ellos.

Pero la realidad no podía ser negada. Estruendos resonaban como rugidos de bestias desde el interior de la oscura torre. El suelo temblaba, el aire vibraba y nubes tormentosas giraban alrededor de la cúspide de la construcción, como si el mismo cielo se hubiera convertido en un vórtice.

Nadie en Ponyville sabía lo que estaba ocurriendo dentro del otrora castillo de la amistad.

Y si lo supieran, no estarían allí, observando con desconcierto. Más bien, habrían huido, escondiéndose aterrados, anticipando el catastrofe que estaba a punto de desatarse...

Dentro del castillo, el destino se abría paso en medio del caos...

"¡CONSEJERA TRIXIE!" gritó desesperada Ocellus desde el otro extremo del puente.

La escena que los Young-Six presenciaban era aterradora. Un monstruo de proporciones ciclópeas había surgido de las profundidades del gran atrio. Era una masa de poder tan abrumadora que nunca habían sentido algo parecido en sus vidas. Esta criatura, cuya mera presencia irradiaba una barrera mágica que empujaba todo a su paso, se alzaba desde el fondo como una serpiente negra y corrupta, envuelta en llamas esmeraldas.

Y aun asi, ante esta poderosa bestia, en medio de un debil puente de cristal que se derrumbaba, una insospechada y valiente unicornio hacia frente a la amenaza.

Trixie Lulamoon le plantaba cara a la oscuridad, con un débil destello de magia en su cuerno, firme como un héroe salido de una leyenda épica.

Sin embargo, esa imagen heroica duró solo un fugaz parpadeo. Antes de que cualquiera de los Young-Six pudiera decir algo mas, la luz del cuerno de Trixie se apagó, y quedó atrapada por la vil magia del monstruo que intentaba detener. Con el mismo desdén que un poni mostraría al aplastar algo molesto bajo su herradura, la bestia levantó un tentáculo en el aire con Trixie en su extremo, observándola como si fuese un simple objeto de estudio.

"¡La va a matar!" exclamó Sandbar, incapaz de contener las emociones que lo invadían. El resto de sus compañeros, también dominados por la intensidad del momento, solo podían observar el inevitable desenlace que se desarrollaba ante sus ojos.

Pero no eran los únicos que observaban.

En otro lugar, oculto en las sombras del castillo, una presencia desconocida, ignorada por todos, también contemplaba la escena desde una habitacion lejana.

Fascinada por el momento en vivo que le mostraba su magia, la presencia desconocida contenia el aliento.

El destino de Trixie parecía estar sellado. Un final espantoso y cruel bajo las sombrías garras de aquel ser nacido de las sombras.

¿O tal vez no?

Después de lo que pareció una eternidad en la mente de quienes observaban, el monstruo hizo finalmente su movimiento.

La presencia desconocida no podia creer lo que observaba.

"No... imposible..."

Era inaudito, totalmente contrario a lo que el sentido común dictaría como un suceso predecible en esas circunstancias. ¡Aquel enorme y poderoso monstruo no había acabado con Trixie! Es más, la había dejado a un lado, suspendida en la punta de uno de sus tentáculos principales, como si tuviera algún valor para él.

"Imposible, imposible, imposible..."

Incrédula, la mente de la presencia desconocida se volvió un torbellino de confusión. ¿Por qué el monstruo no había eliminado a Trixie? ¿Cual era entonces su objetivo? ¡¿De dónde había salido para empezar?! Ella había orquestado la persecución mortal que habían sufrido los Young-Six y la propia Trixie durante toda la tarde. Había invertido tiempo y recursos en tratar de eliminarlos, y había estado tan cerca de lograrlo. Pero ahora...

Ahora...

"¡HAAAAAAAAAAAAAAAAA! ¡CAPTÚRENLA! ¡CAPTÚRENLA! ¡CAPTÚRENLA Y TRAEDLA ANTE MÍ DE INMEDIATO!" rugió, consumida por una ira ciega y desquiciada. Sus siervos, las oscuras armaduras, dejaron de lado todas las órdenes previas. Sin vacilar, se lanzaron a cumplir la nueva misión de su amo.

Las órdenes llegaron abruptamente. Las armaduras encantadas con forma de mantícoras, que hasta ese momento se habían posicionado sigilosamente en los pisos superiores, donde se encontraban los Young-Six, recibieron el apremiante llamado de su amo. Abandonando la instrucción anterior de eliminar al grupo de amigos, que se preparaban para escapar al balcón, se lanzaron al ataque.

"¡GROOOOOOO!" rugieron al unísono. A la cabeza, una manticora dorada, más brillante que las demás, lideraba la carga. Esta figura imponente portaba una batería de ballestas en su espalda y una capa azul brillante que ondeaba con el viento. Con un salto poderoso, el capitán de las armaduras, seguido por su séquito, surcó el aire como un proyectil, dirigiéndose al abismo que se extendía debajo de ellos.

Allí, en medio del puente que atravesaba el gran atrio del castillo, se encontraba su verdadero objetivo: Trixie Lulamoon, custodiada por el imponente monstruo que había desafiado la voluntad de su creador.

Las armaduras, carentes de emociones, descendieron vertiginosamente por el atrio y chocaron contra la barrera mágica que protegía al monstruo. Aquel impacto, capaz de dejar inconsciente a cualquier ser vivo que lo forzara, no tuvo efecto alguno en ellas. Las armaduras encantadas no poseían una vida real, por lo que la magia no surtió efecto. Apenas recuperadas del choque, con la fuerza de sus garras metálicas, empezaron a golpear la barrera hasta que lograron atravesarla.

No todas lo consiguieron. Varias quedaron atrapadas fuera, pero las que sí lograron cruzar continuaron inmediatamente su descenso.

"SPLATTTT" Una docena de armaduras con forma de mantícoras aterrizó con violencia sobre el puente, cargando directamente contra el monstruo ciclópeo en el otro extremo sin perder un segundo.

Sin embargo, aquel movimiento temerario ya había sido anticipado, tanto por el monstruo como por los atacantes.

Sabiendo lo que ocurriría, el capitán de las armaduras abandonó el ataque frontal. Se dejó caer hacia un lado del puente, aferrándose con dificultad al borde y colgándose por debajo, fuera del campo de visión del monstruo. Apenas lo hizo cuando una poderosa corriente de electricidad negra fulminó a todas las armaduras que avanzaban contra el monstruo.

La primera oleada había fallado. Sin embargo, este revés, ya calculado, no detendría a las armaduras encantadas.

Una segunda oleada, aún más numerosa que la anterior, ya se preparaba para lanzarse al ataque. Guiado por la mente que lo controlaba, el capitán de las armaduras esperó pacientemente, aguardando el momento preciso para ejecutar su siguiente movimiento.

"¡GROOOOOOO!" Un nuevo rugido y el estruendo metálico sobre el puente anunciaron la llegada de la segunda oleada. El capitán supo que era la señal.

Con un giro rápido y utilizando su descomunal fuerza, el capitán se impulsó desde su escondite debajo del puente hacia una de las paredes del gran atrio. Su agilidad, imposible para un ser vivo, le permitió contorsionar su cuerpo en pleno vuelo. Cada milisegundo contaba. Mientras aún se encontraba en el aire, apuntó con precisión su ballesta hacia el tentáculo que mantenía prisionera a Trixie.

Disparó. Sabía que el ataque podría resultar fatal para Trixie, un riesgo colateral que su amo consideraba aceptable.

Las flechas silbaron por el aire. En ese mismo instante, el cuerpo del capitán fue envuelto en llamas esmeraldas, y partes de su estructura comenzaron a ser consumidas por la magia abrasadora. Pero, incapaz de sentir dolor, completó su ofensiva con éxito.

Del otro lado, su oponente, sorprendido por el ataque inesperado, sintió el dolor punzante de las flechas que perforaban su cuerpo como si fueran diminutos alfileres. Su reacción fue inmediata. En un acto reflejo, YRAG, el terrible monstruo que había invadido el castillo de Twilight, soltó brevemente a su presa.

El capitán, medio consumido por las llamas, chocó violentamente contra una de las paredes del atrio. A pesar de los graves daños sufridos, sus instintos de supervivencia se mantenian intactos. Aferrándose con todas sus fuerzas a las rocas flotantes cercanas, evitó caer en el profundo vacío.

Mientras intentaba recuperarse, sus sensores mecánicos lo alertaron de inmediato. Girando su cabeza en un ángulo de 180 grados, el capitán detectó algo inesperado. Aunque no estaba diseñado para sentir emociones, por un instante, experimentó algo que podría describirse como asombro.

Una luz, cuya forma el capitán de las armaduras no podía identificar debido a sus limitados conocimientos, salió disparada desde el centro del puente, ascendiendo hacia el vasto cielo del atrio del castillo.

Imparable, la luz continuó su trayectoria, atravesando la barrera mágica del monstruo y ascendiendo de manera errática hasta desaparecer de la vista.

Y luego...

Una explosión retumbó por todos lados, sacudiendo las estructuras más altas.

Grandes fragmentos de piedra comenzaron a caer, y el caos se desató a su alrededor.

El capitán observó la destrucción mientras nueva información llegaba a su mente. Apremiantes, las órdenes seguían siendo las mismas, pero ahora incluían más detalles.

Todo dependía de él.

Apenas aferrado a las rocas flotantes, el capitán evaluó los daños que sufría y las fuerzas que le quedaban. Concluyó que solo tendría una oportunidad.

La presión en el aire aumentó aún más. El colapso del interior del castillo había comenzado.

En medio del puente, que se resquebrajaba bajo la creciente tensión, el monstruo YRAG luchaba por contener las enormes piedras que caían sobre él. En el extremo del mismo, que conducia al balcón, Ocellus era arrastrada entre gritos de negación por sus compañeros.

El polvo, el humo y las llamas verdes llenaron el aire, nublando la vista de todos. Y entonces, en medio de un suspiro, todo comenzó a caer.

Ese era el momento decisivo.

El capitán de las armaduras, habiendo esperado ese instante, se impulsó con fuerza desde una roca flotante en medio del colapso total. Salió disparado a una velocidad casi imposible en dirección al puente, donde yacía el cuerpo exhausto de Trixie. Su misión: capturar a la unicornio en plena caída. La acrobacia era imposible, pues el fuego, el humo y las rocas ardientes lo obstaculizaban. Sin embargo, el capitán avanzó sorteando todos los peligros con precisión mecánica.

En un movimiento limpio, el capitán logró atrapar a Trixie en medio de su caída.

"¡TROWWWWWW!" Las explosiones de fuego esmeralda continuaron desatándose, acelerando la caída vertiginosa hacia el fondo del atrio, que se aproximaba rápidamente.

Envuelto en su propia capa azul, el capitán tomó a Trixie con su garra, sujetándola firmemente. Con esa misma extremidad, apuntó hacia una de las paredes del atrio que avanzaban a toda velocidad.

"¡PUFFFFFFFFFFFFF!" El brazo del capitán se desprendió. Disparado con una velocidad mayor a la de su caída, la garra, con Trixie en su interior, salió disparada hacia una de las puertas en los niveles superiores del castillo. En una trayectoria perfecta, solo posible gracias al cálculo y precisión de una máquina.

Apenas milisegundos antes de que el cuerpo del capitán alcanzara el fondo del atrio, la garra (con Trixie dentro) atravesó el fuego, las rocas y el humo, alcanzando su objetivo.

"[La misión ha sido completada]", reportó el capitán de las armaduras.

Un instante después, una luz esmeralda explotó a su alrededor. El fuego rojo y verde se extendió por el aire, devorándolo todo a su paso.

No hubo un choque violento contra el fondo del castillo. Solo luz corrupta, y luego, silencio y oscuridad.

El capitán de las armaduras había desaparecido de la faz de este mundo.

En una habitación lejana, tras recibir el último mensaje del capitán de las armaduras, la misteriosa presencia (Royalinda) finalmente se dejó caer en su asiento. Un aire de satisfacción la envolvía mientras se hundía en el respaldo, extasiada por haber capturado al fin a su tan codiciada presa.

Mas tarde en esa misma habitacion...

"... y luego, mis otros súbditos te encontraron y te trajeron ante mí. ¿Eso responde a tu pregunta?" termino de decir Royalinda, controlando el cuerpo de Sunburst, acomodada en un elegante sillón.

"En absoluto, querida. Deberías practicar más tus presentaciones. Mostrarse narrando un escenario donde tu participación apenas se deduce le resta mucho a tu importancia como protagonista." Trixie respondió mientras tomaba una taza de té, acompañada de unos panecillos.

"Claro, pero lo hice pensando en ti. No quería abrumar la pequeña cabecita de mi madre mostrándote todo de golpe. Temía que fuera un choque emocional demasiado fuerte... o que fueras más estúpida de lo previsto," replicó Royalinda con una sonrisa maliciosa, haciendo gestos teatrales exagerados mientras hablaba.

"Qué considerada. Pero puedo manejarlo, son los beneficios de ser un adulto y no un niño," replicó Trixie, con un guiño apenas perceptible.

"Fu fu fu. Pero ... si tienes claro que la única razón por la que sigues con vida es mi capricho de querer acabar contigo personalmente, ¿verdad?" preguntó Royalinda, con un tono más serio y una sonrisa afilada.

"Sí, me queda bastante claro. ¿Me pasas el azúcar?"

"¡Por supuesto! Aquí tienes," dijo Royalinda, deslizando el frasco de azúcar por la mesa.

Trixie, aún con los grilletes en sus patas y con un evidente agotamiento, logró atraparlo con precisión.

Tras echar un poco de azúcar en su bebida y revolverla con una cucharita, ambas se miraron, intercambiando sonrisas tan idénticas como falsas.

En la biblioteca privada de Starlight Glimmer, dentro del castillo de Twilight, custodiada por dos mantícoras doradas a sus flancos, Trixie Lulamoon probó el té tibio que acababa de prepararse.

"Esto es mi culpa..." no pudo evitar repetirse angustiada en sus adentros mientras tomaba de la taza. A pesar de su fingida postura confiada los temblores en sus cascos deletaban su verdadero estado de animo. Su captora, al otro lado de la gran mesa del mapa, hojeaba concentrada unos pergaminos, en un aparente desinterés por las acciones de su prisionera.

Por supuesto, esto último realmente no era así.

El cuerpo de Sunburst, cuyos ojos se veían enrojecidos por la posesión mental en la que se encontraba, era solo un cascarón, una marioneta. La verdadera identidad de la criatura responsable de todo el sufrimiento que habían vivido Trixie y los Young-Six durante esa tarde se encontraba en el cuello del subdirector de la Escuela de la Amistad.

Apenas visible entre el desordenado cabello de Sunburst, una diminuta criatura, semejante a una orquídea con tentáculos de pulpo, asomaba pegada en la nuca del corcel. Este ser rosa, de cuerpo palpitante, tenia (aparte de sus tentaculos) dos apendices de puntas negras que sobresalian de su blanda piel, estos eran sus organos sensoriales, los cuales (tambien sirviendole de ojos) estaban fijos en la dirección de Trixie.

"Ugh..." Trixie, incapaz de soportar esa mirada, apartó la vista.

Esta era Royalinda, la última orquídea-pulpo, quien en guardia, observaba cada movimiento de Trixie.

"¿Sucede algo?" preguntó Royalinda sin levantar la mirada de los documentos.

"No, no es nada..." respondió Trixie, manteniendo la vista baja, aparentando estar relajada.

"¿De verdad? Si aún estás agotada, puedo restaurar tu salud aún más. Solo pídemelo."

Asi habia sido. Poco después de que Trixie despertara desorientada en el estudio de Starlight, Royalinda la ayudó curando sus heridas de inmediato y dandole tiempo para recuperar su lucidez.

En otras circunstancias, habría agradecido fervientemente aquel gesto, pero dado quién era su captora, eso le resultaba imposible. Le costó mucho aceptarlo. De hecho, al principio no lo acepto, pensó que todo era un sueño o que aun estaba soñando, o que quiza, Sunburst y los demás le estaban jugando una cruel broma como castigo. Sin embargo, tras ser electrificada por Royalinda un par de veces, poco a poco empezó a calmarse y a aceptar la realidad en la que se encontraba.

No había muerto. Y ahora estaba en las garras del último enemigo que esperaba encontrarse ese día.

("¿Que hago ahora?") la unicornio, se encontraba totalmente perdida, casi echaba de menos estar de vuelta en el gran atrio del castillo, enfrentándose al monstruo caracol de antes.

En medio de su inquietud, mirando de reojo, notó que Royalinda (en el cuerpo de Sunburst) había dejado de leer y ahora la observaba, como si esperara algo.

"Heee ... nada, así está bien..." respondió Trixie torpemente sin volverse, intentando cerrar la conversación anterior con una falsa sonrisa, tomando otro sorbo de té.

"Ahh... entiendo, pero recuerda que estoy aquí para servirte... madre", terminó diciendo Royalinda, volviendo su atención a los documentos, pero alzando la voz en la última palabra.

Madre.

Cada vez que escuchaba esa palabra, algo se movía en lo profundo del pecho de Trixie. No era su corazón, sino su estómago, que se retorcía con el repudio que nacía de su interior. Era su ira, que si bien ya no tenía fuerzas para manifestarse físicamente, aún se expresaba en su cuerpo como una náusea creciente y dolorosa que invadía todas sus entrañas.

Deteniéndose un momento, Trixie volvió a mirar de reojo a Royalinda. Esta sonreía, sin mirarla.

El impulso de tirarle el té en la cara y borrar esa estúpida sonrisa invadió su mente por un instante. Un sentimiento demasiado fugaz.

La culpa volvió a dominarla.

La orquídea-pulpo ante ella, Royalinda, era la encarnación física de todo su fracaso como profesional, amiga y poni responsable. Era tambien la causante de gran parte de las desgracias que habia vivido con los Young-Six durante la tarde. No obstante, aquel fruto maligno, aquel parásito infernal, no había nacido de la nada.

Alguien lo había alimentado y cuidado, permitiéndole existir en este mundo. Y ese alguien insensato, arrogante y descuidado que habia sido capaz de hacer algo como eso no era nadie más ni nadie menos que la misma Trixie.

Todo era su culpa... en verdad lo era.

Durante aquel día, muchas veces se preguntó qué había hecho para que las cosas tomaran ese rumbo. Pero ahora que tenía la respuesta frente a ella, era incapaz de mirarla a los ojos.

("Qué patética soy...") aplastada por su propia decepción y fatiga, Trixie dejó a un lado su taza de té vacía y agachó la cabeza, con la mirada perdida hacia uno de sus costados.

Al otro lado de la mesa, Royalinda, siempre atenta a los movimientos de Trixie, esbozó una sonrisa más afilada.

"¿Te gustan, verdad?"

Sacada de su estado depresivo, Trixie se sobresaltó y miro de vuelta a Royalinda. "¿Disculpa?"

Girando la cabeza de Sunburst en un movimiento demasiado mecánico para ser natural, Royalinda señaló con el mentón a la mantícora dorada al costado de Trixie.

"Las hice tal como las habías diseñado. Claro, añadí más funcionalidades para mis necesidades, pero espero no haber alterado demasiado tu trabajo original."

Trixie, aún confusa, observó a los cuerpos mecánicos que la custodiaban. Tras un momento, lo recordó.

"Ahh... cierto. Ellos..."

Era correcto. Aquellas armaduras eran las mismas que había planificado cuando pensó en mejorar el sistema de seguridad del castillo. Aunque solo esbozó algunos diseños basados en las propuestas iniciales de la princesa Luna, el diseño de las mantícoras doradas había sido completamente suyo, una idea original que Starlight elogió en su momento, pero que quedó relegada por su amiga en las profundidades de los anexos del manual del sistema.

Estos mismos planos eran los que Royalinda había encontrado y usado después de tomar el control del puesto de seguridad.

("Espera un momento ...") una pregunta surgió dentro de Trixie.

En el pasado, ella había insistido a Starlight en usar algún tipo de magia poderosa para crear el sistema de seguridad perfecto para el castillo. Sin embargo, Starlight lo negó rotundamente. Entre los motivos, además de los costos y el peligro inherente, estaba el hecho de que tal magia era muy difícil de realizar y poco estudiada.

Si su amiga Starlight, una magnífica hechicera de alto nivel, no era capaz de realizar semejante proeza, ¿cómo lo había logrado Royalinda?

"¿Cómo es que los creaste?" preguntó Trixie, frunciendo el ceño.

"Fu fu fu..." rió Royalinda con un evidente aire de superioridad. "Te sorprendería lo mucho que puedes lograr si tienes a tu disposición una mente tan brillante como esta." Terminó de hablar, dándose unos golpecitos en la frente con una de sus pezuñas.

"Eso es..." añadió, aún confundida, Trixie. Royalinda respondió con una sonrisa aún más grande.

"Tu amigo tiene en su cabeza una vasta enciclopedia sobre magia, hechizos, ritos y muchos más conocimientos mágicos de los que jamás habría soñado obtener. Todo ordenado y listo para usar de inmediato. ¡Ah, es magnífico!" El tono de voz de Royalinda revelaba el sincero éxtasis que recorría su cuerpo en ese momento. "Puedo decir con total seguridad que su conocimiento es incluso mayor que el de tu querida Starlight. Casi siento lástima por alguien así, incapaz de usar nada de todo ese saber. Fu fu fu. Pero no hay que preocuparse, yo sí le daré un buen uso."

Trixie por fin lo entendió. Royalinda había utilizado el vasto conocimiento de Sunburst para crear aquel implacable ejército de armaduras. Aunque Sunburst era un unicornio con muy poco talento práctico para la magia, su amplio conocimiento, combinado con el talento mágico de Royalinda —quien no tenía las limitaciones de su anfitrión—, había sido el factor clave que desencadenó tan trágico escenario.

Claro, había otro factor más: la energía necesaria para crear tantas armaduras. Para ello, Royalinda utilizó la magia del castillo, que, para su suerte, ya se encontraba cautivo y listo para ser explotado. Esto último, sin embargo, no lo mencionó y no tenia interes en explicarselo a Trixie.

"Sunburst..." murmuró Trixie angustiada.

Notando los sentimientos de su prisionera, Royalinda, tomando una pluma de la mesa, comenzó provocativamente a maltratar uno de los cascos del cuerpo de Sunburst, sin mostrar el menor indicio de dolor.

La ira por fin se reflejó en el rostro de Trixie al ver cómo Royalinda usaba el cuerpo de su amigo como si fuera un juguete. Pero antes que Trixie dijera algo, Royalinda hablo: "Oh, no pongas esa cara. No pienso hacerle nada a este magnífico recipiente. Voy a cuidar bien de él, pero no puedo decir lo mismo de tus otros 'amigos'."

El rostro de Trixie cambió, como al de un poni sorprendido en medio de la noche por un mounstruo espeluznate. Entonces, aquello que debió haber preguntado mucho antes, finalmente salió de su boca.

"¿Qué le hiciste a Starlight?"

"Ja, ja, ja. Tardaste bastante en preguntar por ella ¿no te parece?" respondió Royalinda relajada, sin sentirse intimidada por la mirada fulminante de Trixie. Aunque, por alguna razón, su buen humor parecía haber desaparecido de golpe.

"¡¿Qué le hiciste?!" repitió Trixie con el rostro deformado.

"Uhmmm" Royalinda, aparentemente distraída, miró el techo de la habitación.

"¡Responde! Ughh..." Antes de que Trixie pudiera continuar hablando, las cadenas que sujetaban sus cascos la jalaron, haciéndola inclinarse hacia abajo y golpeando su cara contra la mesa.

"No tienes por qué insistir con preguntas como esa." respondió Royalinda con una postura dominante volviendo su mirada a Trixie. "¿Aún no te queda clara la posición en la que te encuentras?"

Trixie, con su rostro aún pegado contra el frío cristal de la mesa, respiraba con intensidad, ventilando su frustración e ira. La escena actual no era una novedad en la habitacion; ya se había repetido varias veces antes, y por los mismos motivos. A pesar de la aparente conversación natural entre ambas, Royalinda no había contestado ninguna de las preguntas de Trixie sobre el paradero o estado de sus amigos. Tampoco había respondido directamente sobre su verdadera identidad o sus intenciones. Ni siquiera le había dicho su nombre. Hasta ahora, Trixie solo había sido una espectadora pasiva que recibia respuestas indirectas o que no respondian nada. Y cada vez que insistia era torturada con electricidad o el apretar de las cadenas.

Girando la cabeza en dirección a Royalinda, los ojos de Trixie ardian. Hasta ese momento había seguido su enfermizo juego, pero ahora que su cuerpo y mente comenzaban lentamente a recuperarse, sentía cómo su espíritu de lucha se encendía de nuevo dentro de ella.

Esa chispa en su mirada era precisamente lo que Royalinda había estado esperando.

"Te ves mucho más recuperada. Eso está muy bien, madre."

Las cejas de Trixie se fruncieron aún más. Escupió con desprecio: "¡Ya basta! ¡No eres mi hija!"

"Jamás dije que lo fuera. Esta es solo una forma muy amable de mi parte para referirme a ti. Llamarte por tu verdadero nombre o ese otro ridículo título que tanto usas me resulta... repulsivo."

La fuerza que jalaba las cadenas de Trixie desapareció, pero el dolor en sus patas y cuello se mantuvieron.

Adolorida, Trixie logró incorporarse en su asiento, su mirada permanecía desafiante.

"¿Me dirás qué hiciste con mis amigos o no?" insistió Trixie.

Royalinda suspiró, visiblemente cansada.

"¿Acaso tus amigos son lo único en lo que puedes pensar? Deberías preocuparte más por ti misma, como siempre lo haces."

"Ellos son más que amigos para mí. ¡Son como mi familia!" Trixie tomo una postura mas comoda " ... un monstruo como tú no lo entendería."

Los ojos de Royalinda centellearon por un momento, sintiendo la provocación de Trixie, pero no se alteró. En cambio, una expresión extraña apareció en su rostro.

"Asi que son como una familia para ti... Ya veo. Nosotros también podemos entender eso, ¿sabes?" respondió Royalinda con un tono de voz muy distinto al que había mostrado hasta entonces.

"¿Nosotros?" repitió Trixie, sintiendo un cambio en el aire.

"Sí, nosotros... éramos muchos. Mis hermanos y hermanas," comenzó a decir Royalinda, reclinándose en su asiento. Su voz habia bajado y ahora se escuchaba por momentos, su mirada parecía perdida en algún rincón vacío de la habitación, como si contemplara otro lugar, otro momento. "Todos confiaban en ti, esperaban que volvieras algún día, que nos trajeras alimento, como siempre lo hacías. Todos eran tan inocentes, tan pacientes... Ja, yo también lo fui."

El rostro de Royalinda pareció hundirse en sombras. Aunque realmente era el cuerpo de Sunburst controlado por la orquídea-pulpo, en ese momento, los ojos de Trixie captaban algo más profundo.

"Pero el hambre no podía esperar... y pronto, nosotros tampoco..." Un aire tétrico envolvió el lugar donde Royalinda estaba sentada. Fue solo un instante, apenas perceptible, pero Trixie creyó ver, en un breve parpadeo, lágrimas de sangre deslizarse por el rostro de Royalinda.

Una sensación de incertidumbre invadió a Trixie. Era un sentimiento difícil de describir, como el de una niña caminando entre los escombros de su hogar calcinado por un incendio.

La culpa que antes había sentido volvió a inundarla.

"JAJAJAJAJAJA" De pronto, Royalinda estalló en risas. La escena anterior, que había destilado un aparente dolor interno, desapareció como si nunca hubiera ocurrido. Ahora, con una voz maligna, miraba directamente a Trixie. "No tienes por qué angustiarte por algo así. Era de esperarse que sucediera. Después de todo, somos monstruos, como bien dijiste. Habría pasado de una forma u otra."

Trixie no respondió. La verdad que se ocultaba en las palabras de Royalinda solo profundizaba su culpa. Cabizbaja, recordaba sus estúpidos actos en la Escuela de la Amistad...

"Abandonarnos en el bosque nos enseñó mucho sobre cómo sobrevivir. Fue difícil, pero aprendimos la lección y nos hicimos más fuertes. Puedo estar muy agradecida por eso..."

"Lo siento..." intentó decir Trixie, pero de inmediato un agarre mágico la silenció. No fueron las cadenas ni un rayo eléctrico como antes, sino un golpe mágico violento, como una bofetada invisible, lo que la impactó.

Al otro lado de la mesa, Royalinda, con el cuerno encendido de Sunburst, continuaba hablando sin prestarle atención, mientras Trixie jadeaba por el golpe.

El discurso que escuchaba era tan apasionado como retorcido.

"Mis otros hermanos no sobrevivieron. Eran débiles. Yo, en cambio, soy más fuerte y sé muy bien cuál es mi lugar en este mundo. Es un destino glorioso, que solo los más fuertes pueden alcanzar. ¡Y lo alcanzaré! Seré conocida en todas partes, mi nombre resonará en todas las lenguas, desde las raíces de la misma tierra hasta los confines del tercer cielo. Me alzaré imbatible y aplastaré a todos mis enemigos. Mi poder será tan grande que ni los señores oscuros seran una amenaza para mi. ¡Yo! ¡Yo seré la nueva gobernante absoluta! ¡Nada podrá superarme! ¡Jajajaja!"

Ante los delirios crecientes de quien, en otras circunstancias, habría podido ser como una hija, Trixie agachó la cabeza, desolada.

/-

En los exteriores del castillo de Twilight ... la 'medianoche' alcanzaba su climax.

/-

De repente, Royalinda, que había estado riendo sin freno, se detuvo en seco, como si percibiera algo más en la habitación.

Trixie levantó la cabeza.

Tras un breve momento de silencio, Royalinda esbozó una sonrisa inusual.

"Tienes que ver esto. Te sorprenderá mucho," anunció de pronto. El cuerpo de Sunburst, que hasta entonces había estado sentado, se movió, adoptando una postura más visible, y levantó una pata hacia el cielo. La magia de su cuerno comenzó a brillar y, en un destello celeste acompañado por un sonido similar a una campanilla, la luz inundó la habitación.

Trixie, sorprendida por el repentino movimiento, observó cómo las paredes de la biblioteca titilaban. Un instante después, fueron cubiertas por una luz blanquecina que devoró rápidamente todos los contornos de la habitación. Los cuadros, la chimenea, e incluso el suelo fueron absorbidos por esta luminosidad, dejando solo la gran mesa del mapa, las armaduras, Royalinda y la propia Trixie visibles.

"¡¿Qué estás haciendo?!"

"No tienes por qué alterarte. Esta magia demora un poco. Observa..." respondió Royalinda, señalando a su lado izquierdo.

Trixie, viendo solo la misma luz blanca que envolvía la habitación, entrecerró los ojos, esperando ver algo más.

Entonces, como si fuera la imagen de una película, la luz blanca se desvaneció y un escenario desconocido se desplegó ante ella.

"Heeeee..." Trixie no pudo evitar estremecerse ante lo que veían sus ojos. Inquieta, miró en todas direcciones, intentando comprender.

"Es fascinante..." murmuró Royalinda, con una mirada perversa, mientras también observaba a su alrededor.

Era el mundo exterior. Más precisamente, el exterior del castillo que se reflejaba en todas direcciones. El hechizo de Royalinda habia lanzado, había transformado las superficies de la habitación para mostrar una vista panorámica casi de 360 grados del exterior.

Trixie entendió esto al reconocer, a una prodigiosa altura, los cimientos del castillo debajo de ella. Se encontraba como si estuviera sentada en el cielo mismo, en la cima de un rascacielos, aunque extrañamente no sentía ninguna brisa a su alrededor.

Sin embargo, en medio de aquella sorprendente magia óptica, eso fue lo menos que le sorprendio.

Nubes negras como el abismo rotaban a su alrededor en un movimiento circular, como si estuvieran en el ojo de un huracán que desgarraba la realidad misma. Abajo, donde antes había habido una pradera verde con flores y árboles, ahora se extendía un océano turbulento, rojo como la sangre, donde violentas olas impactaban contra extrañas e enigmaticas islas. Mas que islas, aquellos peñones ciculares esparcidos en aquellas aguas se asemejaban mas a meteoritos incrustrados contra el suelo.

"Esto..." Trixie no encontraba palabras para expresar su conmoción. Apenas podía creer lo que sus ojos le mostraban. La negacion estallo en su interior. ¿Era Ponyville? ¡No podia serlo! Aquel paisaje infernal de ninguna forma podia ser el mismo lugar donde tantas veces habia paseado con sus amigos. ¡Esa misma mañana, había cruzado esas colinas! ¡Esto debía ser un truco!

"¡No caeré en tus ilusiones!" gritó Trixie, en un estado de negación.

"¿Oh? ¿De verdad crees que esto es una ilusión? jajaja, quería mostrarte esto mucho antes. Pero la batalla que se libraba alrededor del castillo aún no había terminado. No quería darte falsas esperanzas con el destino de esos niños."

"Destino ... ¿Qué?" respondió Trixie, incapaz de mantener su semblante controlado.

"Mira allá," señaló Royalinda más abajo.

Al desviar la mirada en esa dirección, Trixie vio algo que la congeló por completo.

Un enorme cuerpo circular, tan grande como una colina, ardía en la única superficie terrestre reconocible en medio de ese mar rojo. La estructura, con patrones en espiral y fuego esmeralda brotando de su superficie rota, delataba un enfrentamiento violento.

Incrédula, Trixie reconoció el cuerpo sin vida del que otrora fue el terrible monstruo YRAG.

El asombro de Trixie, quien hasta entonces había creído haber derrotado a ese monstruo, fue aplastado por la revelación que siguió.

No muy lejos del caparazón destrozado de YRAG, una enorme estatua blanca yacía rota en el suelo. A esa distancia, se asemejaba a los restos de un delicado juguete de porcelana roto, pero Trixie pudo distinguir la figura que formaban esas piezas.

Era la de un gran elefante blanco ...

"Ocellus, Gallus ..." no pudo contener el quejido que escapó de su boca. El mundo daba vueltas a su alrededor, el aire se le hacía escaso. Su cerebro se deuvo. No quería pensar más... no quería saber más... porque si lo hacia ...

"¡Jajajaja!" Royalinda estalló en carcajadas. "Las cosas no resultan como uno espera. Lo entiendo, lo entiendo, suele pasar, jajaja 'lo importante es seguir adelante y aprender de tus errores'. ¿No es eso algo que enseñan en tu escuela para tontos? Haaaa. Cualquiera puede aprender eso. Cualquiera menos tú, por supuesto."

Trixie, esforzándose por no derrumbarse, respiraba con dificultad, sintiendo el sudor frío recorrer su cuerpo. Sus ojos, enrojecidos por la presión, se fijaron en el cielo sobre ella.

Un vasto espacio cósmico se movía rápidamente en el firmamento nocturno, rodeado por el ojo del huracán de tinieblas. Estrellas, mundos, constelaciones... todo desfilaba ante sus ojos en una carrera tan hermosa como inquietante.

Mareada, apenas logrando mantenerse en pie, Trixie volvió su mirada hacia Royalinda.

"Cuando despertaste esta mañana, ¿imaginaste que tu mundo acabaría de esta forma? Ja ja. Creo que no," dijo Royalinda con una satisfacción evidente, mientras chocaba los cascos. De pronto, la vista ilusoria se apagó como una pantalla, y la habitación volvió a su acogedor estado original. Royalinda se acomodó en su asiento con tranquilidad, sirviéndose otra taza de té, como si nada hubiera pasado.

Trixie, en un estado casi catatónico, fijó la vista en el espacio vacío frente a ella. Su mente, se hallaba enredada en un torbellino de pensamientos y recuerdos.

"Starlight... Sunburst... Los niños... yo..." murmuró apenas, con una voz quebrada. Los rostros de sus amigos y alumnos revoloteaban en su mente como fantasmas que no podía ahuyentar.

Toda la persecucion anterio..., la pelea en el puente ... todo ... ¿Habia sido inutil? ¿Cuánto más podría fallar ese día?

Quiso llorar, pero sus ojos, secos y agotados, le ardían. Ya no tenía lágrimas para derramar.

Con un sabor agrio en la boca y un nudo creciendo en su garganta, Trixie, en un movimiento desesperado, presa de la agonía interna que la consumía, lanzó la taza de té sobre la mesa, rompiendo el silencio. Las mantícoras doradas a sus costados se agitaron levemente, mientras Royalinda, al otro lado de la mesa, afilaba su mirada.

"¡¿Qué quieres de mí?!" estalló Trixie, con ira en su voz, aunque ahogada en un mar de desesperación. Su tono, debilitado por el agotamiento y el dolor, apenas contenía una amenaza.

"¿Qué quiero de ti? ¿A qué te refieres?" respondió Royalinda, fingiendo ingenuidad ante la pregunta de Trixie, y le dio un sorbo a su taza de té.

"Dijiste que querías acabar conmigo personalmente. ¿Por qué no lo has hecho aún?"

Royalinda hizo una pausa, adoptando una postura exageradamente reflexiva. Tras un momento, y asintiendo con la cabeza como una niña en un juego, finalmente respondió. "Esa es una pregunta estúpida a estas alturas. Hazte una mejor. ¿Qué tanto crees que te odio?"

Trixie guardó silencio, temblando mientras apretaba los dientes con furia. Toda su atención estaba fija en Royalinda. Tenía la mirada desafiante de un animal acorralado, desnudo y vulnerable, frente a un depredador implacable.

Royalinda, respondiendo a esa mirada, la sostuvo. Ambas se observaron, estudiándose, intentando adivinar las intenciones de la otra.

Después de lo que pareció una eternidad, Royalinda apartó la mirada, complacida.

Había logrado lo que buscaba.

"Ya no te queda nada," afirmó fríamente. "Lo veo en tus ojos. Antes pensé que tal vez mostrarte el exterior no sería suficiente para quebrarte, que intentarías algo inútil en mi contra. Pero ahora sé que no eres tan dura. Ya no hay nada más que puedas hacer. Nadie vendrá en tu ayuda. Esto se acabó... y estoy satisfecha."

Trixie no cambió la expresión de su rostro. Sus ojos permanecían fijos en Royalinda, observando cómo esta se levantaba de su asiento, ya sin la sonrisa burlona de antes. La luz del cuerno de Sunburst comenzó a brillar intensamente mientras preparaba un nuevo hechizo.

"Ya he gastado demasiado tiempo contigo. Debo prepararme para mi ascenso en este reino... o lo que quede de él. Mi futuro será grandioso. Por supuesto, tú no tendrás lugar en ese futuro, ni en el de nadie," continuó Royalinda, su voz grave y cargada de desprecio. "Considera esto un regalo especial de mi parte..."

La luz en el cuerno de Sunburst, bajo el control de Royalinda, se intensificó. Una luz cegadora inundó la habitación, pero Trixie no apartó la mirada.

"Solo para ti, esta magia antigua y poderosa," proclamó Royalinda con ojos llenos de malicia, apuntando su cuerno hacia Trixie.

"'¡La bendición de los Señores de la Oscuridad!'"

El haz de luz mágica salió disparado.

Trixie, quien hasta entonces había permanecido inmóvil y desafiante, suavizó la expresión de su rostro en el último momento. Un semblante de liberación reemplazó su gesto mientras la luz mágica la envolvía.

Dejó de resistirse.

"Starlight..." gimió una última vez antes de ser arrastrada por la corriente mágica.

Salió de la habitación aún conmocionada, respirando con dificultad mientras intentaba procesar lo que había visto y oído.

Se había sentido demasiado real... muy real.

Trixie se limpió las lágrimas que comenzaban a asomarse en sus ojos. Con un gesto brusco, sacó una botella de sidra de su capa y, en un movimiento rápido, la destapó. Sin vacilar, bebio el contenido de un solo trago, sintiendo el líquido deslizarse con fuerza hasta su interior.

"Ahhhhhhhhhhh," exhaló al terminar, dejando que su cuerpo se apoyara pesadamente contra la pared hasta deslizarse al suelo.

A su alrededor, el pasillo cósmico que la rodeaba se extendía en todas direcciones, vasto y misterioso, el corredor permanecia sin cambios envuelto en niebla brillante. La puerta a su espalda se inundó de una luz blanca antes de cerrarse, del mismo modo en que lo hacían las demás puertas infinitas que aparecían a lo largo de ese extraño lugar.

"¿Ahora me crees?"

Trixie, sin apenas ánimos, levantó la mirada con desgano. No estaba sola en ese pasillo.

"Sí... ¡necesito ayuda!" suplicó, con una expresión exagerada en el rostro mientras se llevaba los cascos a la cabeza, desesperada.

"Para eso estoy aquí..." respondió Summermoon, asintiendo suavemente con el mentón.