Bella PDV

Desperté en mi antigua habitación, pero algo no estaba bien. Todo se sentía diferente; había una ligereza en mí, como si mi cuerpo hubiera desaparecido. Al mirar a mi alrededor, la familiaridad del lugar me resultó reconfortante y, al mismo tiempo, inquietante. Era como si estuviera atrapada en un sueño del que no podía despertar.

Cuando traté de moverme, me di cuenta de que no podía. Mi corazón comenzó a latir más rápido, un miedo creciente llenaba mi pecho. Entonces lo entendí: no sentía nada. No había peso, ni presión, ni siquiera la calidez del sol que normalmente se filtraba a través de las cortinas. En un instante, comprendí que no estaba viva; era un espectro, una sombra de lo que había sido.

El terror me invadió. Busqué alguna pista, algo que me indicara que aún tenía un lugar en el mundo. Sin embargo, todo era borroso, como un recuerdo olvidado. Decidí salir al pasillo, impulsada por un deseo urgente de encontrar respuestas. Cuando llegué a la sala de estar, vi a mi madre, Renée, rodeada de oficiales de policía. Su rostro estaba demacrado, marcado por la angustia.

"¿Cuándo la vio por última vez?" preguntó uno de los oficiales, su voz grave y firme.

"Dijo que iba a la biblioteca y luego a casa de Jessica. Nunca llegó," respondió Renée, su voz quebrándose.

A medida que escuchaba sus palabras, la realidad me golpeó. No podía recordar lo que había sucedido, pero sentí una profunda certeza de que un hombre estaba involucrado. Un desconocido, una figura oscura que había estado acechándome. En mi mente, surgía la imagen de alguien, pero los detalles se desvanecían antes de que pudiera aferrarme a ellos.

El dolor y la desesperación de mi madre resonaban en el aire, y mi impotencia era abrumadora. Quería gritarle que aún estaba allí, que no había desaparecido del todo, pero todo lo que podía hacer era observar. Era un eco silencioso, atrapado entre dos mundos.

"Estoy aquí, mamá," pensé con todas mis fuerzas. Pero era solo un susurro en la brisa. Cada palabra que salía de sus labios me desgarraba un poco más. "Por favor, no te rindas."

La noche se cernía sobre la casa, y los oficiales se marcharon, dejando a Renée sola. El vacío en su mirada me atravesó. Me sentía como un espectro atrapado en un lugar que solía llamar hogar. Mi historia había tomado un giro aterrador, y la idea de que estaba muerta se asentó en mi corazón como una verdad dolorosa.

Decidí que no podía rendirme. Miré a mi alrededor, buscando algo que pudiera usar para dejar una señal. Mis ojos se posaron en una foto de nosotras en el parque, sonriendo, felices. Con cada latido de mi ser etéreo, intenté invocar la energía de ese amor.

Y entonces, el marco de la foto comenzó a temblar. Era un pequeño gesto, pero me llenó de esperanza. Concentrándome en ese amor, el marco cayó al suelo, rompiéndose en mil pedazos. El sonido resonó en la habitación, rompiendo el silencio pesado.

Renée se sobresaltó, miró a su alrededor, sintiendo una brisa que le erizaba la piel. "¿Bella?" murmuró, su voz llena de anhelo. Era como si, por un instante, sintiera mi presencia.

"Sí, soy yo," deseé gritar. Aunque sabía que no podía, me negaba a desaparecer en la oscuridad. La certeza de que había algo oscuro detrás de mi desaparición me impulsó a seguir adelante. No sabía cuánto tiempo me quedaba, pero estaba decidida a ser un faro de esperanza para mi madre.

Mi historia no había terminado; estaba lista para enfrentar las sombras y descubrir la verdad, incluso si eso significaba enfrentar mis propios miedos.


El día siguiente llegó con un silencio pesado en la casa. Renée se sentó en la cocina, el aroma del café fresco apenas logrando penetrar su tristeza. Habían pasado dos días desde que Bella había desaparecido, y cada minuto se sentía como una eternidad. La angustia la ahogaba, y sabía que debía tomar una decisión.

"Es hora de hablar con Charlie," se dijo en voz alta, como si al pronunciarlo pudiera infundirle valor. "No puedo seguir así. Necesito su ayuda." Era un intento de aferrarse a una luz en medio de la oscuridad.

La idea de contactar a Charlie, el padre de Bella, la llenó de nerviosismo. Había tantos secretos entre ellos, recuerdos de una relación complicada. Pero en ese momento de desesperación, entendió que no podía enfrentar esto sola. Necesitaba a alguien en quien confiar, a alguien que pudiera ayudarla a desentrañar el misterio de la desaparición de su hija.

"Se que es demasiado tarde," murmuró, su voz temblando. "Quizás estoy siendo egoísta, pero no puedo perder la esperanza." Mientras hablaba, se sentía más decidida. Si había algo que había aprendido, era que las verdades ocultas nunca se quedaban enterradas para siempre.

Bella, atrapada en su forma etérea, sintió una oleada de confusión y asombro. No podía comprender del todo lo que su madre estaba diciendo, pero había algo que resonaba en su interior: el recuerdo de las preguntas que siempre le había hecho sobre su padre. ¿Por qué su madre nunca le había dado respuestas?

Mientras Renée se preparaba para salir, Bella recordó esas conversaciones. Desde pequeña había querido saber más sobre el hombre que había sido parte de su vida, aunque fuera de manera distante. Su madre siempre había desviado el tema, como si hubiera un peso en esa historia que no podía compartir. Pero ahora, en este momento de crisis, Renée parecía lista para enfrentar el pasado.

El dolor y la tristeza de su madre la atravesaron, y Bella deseó poder consolarla. "Mamá, no estás sola," pensó con todas sus fuerzas. Pero sabía que no podía manifestarse de esa manera.

Renée se levantó, su determinación renovada. "Tengo que hacerlo por Bella," se dijo a sí misma, mientras se dirigía hacia la puerta. "No puedo dejar que el miedo me detenga." Aunque el pasado la asustaba, entendía que enfrentarlo era el primer paso para ayudar a su hija.

Renée se sentó en una de las sillas del aeropuerto, con el teléfono en la mano, como si esperara una señal. Su mirada se perdía en el horizonte, y en ese momento sentí una conexión más fuerte que nunca. Aunque estaba atrapada en un limbo, quería que supiera que estaba allí, que la acompañaba en cada paso de su camino.

Cuando el anuncio de su vuelo resonó en los altavoces, una oleada de determinación atravesó su rostro. Era el momento de partir, de dejar atrás la confusión y abrazar lo desconocido. Mientras se levantaba, supe que ambas nos dirigíamos hacia un nuevo comienzo, un viaje hacia Forks que prometía desenterrar verdades ocultas y redescubrir la conexión entre madre e hija.

Y aunque no podía ser vista, estaba lista para acompañarla, para enfrentar juntas lo que viniera. Era un paso hacia adelante, y en ese instante, sentí que nuestra historia apenas comenzaba.


Un año después, la discusión entre Charlie y Renée seguía grabada en mi mente como un eco doloroso. La tormenta había llegado a Forks con la misma fuerza que los sentimientos desbordados en esa habitación. Mientras observaba desde mi rincón etéreo, me sentí como un espectador impotente de un drama desgarrador.

Era una tarde oscura; la lluvia golpeaba las ventanas con fuerza, creando un telón de fondo perfecto para la tensión que se cernía en el aire. Charlie, mi padre, estaba visiblemente destrozado. Sus ojos reflejaban una mezcla de furia y dolor, y su voz se alzaba en un grito lleno de frustración. "¿Por qué no me dijiste nada? ¡Tenía derecho a saberlo!"

Renée estaba sentada en la mesa de la cocina, su figura encorvada, casi apagada. Las sombras en su rostro eran profundas, y podía ver cómo la culpa la consumía. "Charlie, lo siento," murmuró, sus palabras casi inaudibles. "No sabía cómo decírtelo… no quería lastimarte."

Las palabras flotaban en el aire, y mi corazón se hundía al ver a mis padres tan alejados el uno del otro. Era como si cada revelación hubiera creado un abismo entre ellos, uno que no parecía tener fin. Habían compartido una historia que yo apenas comenzaba a entender, y ahora, esa historia se desmoronaba.

Mientras escuchaba, el peso de mi existencia se hizo aún más palpable. Charlie se enteró de que yo, Bella, era su hija, al mismo tiempo que me perdía. La ironía me golpeó como una ola: un hombre que no sabía nada de mí, ahora enfrentaba la devastación de mi ausencia. "Bella necesitaba a su padre," repitió Charlie, la voz quebrándose. "¿Por qué no me diste la oportunidad de estar en su vida?"

Aquel momento de revelación fue brutal. Renée no tenía respuestas, y yo no podía consolarla. Quería gritarles que lo entendía, que su dolor resonaba en mí, que su historia era también la mía. La sensación de impotencia me abrumaba; estaba atrapada entre dos mundos, deseando con todas mis fuerzas poder tocar sus corazones.

A medida que las palabras continuaban fluyendo, sentí que mi propia historia se entrelazaba con la suya. Cada recuerdo que ellos compartían se convertía en un hilo que me conectaba a ellos. Aunque estaba perdida, había una chispa de esperanza en el aire, como si la verdad, aunque dolorosa, pudiera ser el primer paso hacia la sanación.

El tiempo avanzaba, y aunque mi presencia era invisible, seguía acompañándolos en su dolor. Desde la penumbra, los observaba lidiar con sus propios demonios, y aunque no podía ser parte de su vida como deseaba, siempre habría una forma de recordarles mi amor.