Edward PDV
Al acercarme a la casa, un torrente de recuerdos me inundó. Desde el exterior, parecía igual que siempre: el jardín bien cuidado, las ventanas iluminadas que reflejaban el cálido ambiente familiar. Sin embargo, cada detalle me recordaba un tiempo que ya no existía. Sabía que dentro estaban mis padres, mis hermanos Emmet y Alice, y, por supuesto, Tanya. Probablemente también estaba su esposo, lo que me provocaba una punzada en el corazón. Pero ignoré esa sensación y decidí que lo mejor era hacer frente a la situación.
Respiré hondo y sonreí, preparándome mentalmente para lo que estaba a punto de enfrentar. Había pasado tiempo suficiente para entender que el pasado no podía cambiarse, y debía aceptar el presente, con todas sus complicaciones.
Al abrir la puerta, la calidez de la casa me recibió. El bullicio de las risas y las conversaciones se mezclaba con el aroma familiar de la comida que mi madre había preparado. No pasaron ni dos segundos antes de que mis hermanos me abrazaran con fuerza.
"¡Edward!" gritó Emmet, su voz llena de alegría y un toque de sorpresa. "¡Por fin estás aquí!"
Alice me siguió de cerca, abrazándome con su energía contagiosa. "Te hemos extrañado tanto. No puedes imaginar cuánto".
La ausencia de James, el esposo de Tanya, se sintió como un alivio inesperado. Sabía que la situación sería diferente si él estuviera presente, así que disfruté de la calidez de la bienvenida de mis hermanos. Rosalie, mi cuñada, se acercó y me sonrió, su mirada siempre tan comprensiva.
"Bienvenido a casa, Edward", dijo con sinceridad. "Es bueno verte de nuevo".
Con una mezcla de nervios y anticipación, finalmente dirigí mi mirada hacia el rincón donde sabía que estaría Tanya. Cuando la vi, sentí que el tiempo se detenía. Su cabello brillaba bajo la luz suave, pero había algo en su expresión que me preocupó. No era la misma mujer despreocupada que había conocido. Había una sombra en su mirada, y su sonrisa, aunque amable, no llegaba a sus ojos.
"Hola, Edward", dijo, y su voz parecía temblar ligeramente, como si cada palabra fuera un esfuerzo. No pude evitar sentir una punzada de preocupación al notar la tensión que la rodeaba.
Mientras me sumergía en la conversación, observé a mi familia, su energía vibrante llenando la habitación. Pero mis pensamientos seguían regresando a Tanya. Sabía que había mucho más bajo la superficie de su sonrisa, y, aunque el ambiente era festivo, el peso de nuestras historias pasadas aún nos seguía.
Estaba decidido a ser un apoyo para ella, así como ellos lo eran para mí. La vida había cambiado, y aunque había sombras en nuestro pasado, había una posibilidad de construir algo nuevo, incluso si solo era una amistad renovada.
No pasó mucho tiempo antes de que me acercara a ella. Tenerla tan cerca me hacía sentir inquieto, como si una corriente eléctrica recorriera el espacio entre nosotros. Estaba a solo centímetros de romper esa distancia y encerrarla entre mis brazos, pero, a la vez, la idea me llenaba de confusión. No sabía si estaba listo para la complejidad de ese momento.
La miré detenidamente; había una fragilidad en su expresión que me inquietaba. Mis ojos se detuvieron en los moretones que adornaban su rostro, marcas visibles de un dolor que deseaba borrar. La urgencia de protegerla, de eliminar ese dolor, se apoderó de mí. Sin pensarlo, mi mano se alzó para acariciarla. Un estruendo me sacó de mi ensueño: un vaso se estrelló contra el suelo, resonando en la habitación como un grito en medio de la calma.
Retiré mi mano inmediatamente, dándome cuenta de que había cruzado una línea que me había propuesto no volver a cruzar. Sacudí la cabeza, intentando despejarme de esos pensamientos que amenazaban con desbordarse. La realidad me golpeó; no estaba seguro de si vivir en la misma casa sería una buena idea. Alice se las había arreglado para ponerme al día. Las emociones se arremolinaban dentro de mí, y un torrente de recuerdos y preocupaciones me abrumaba.
"Edward", dijo Tanya, su voz un susurro tembloroso. Al mirarla, vi la mezcla de sorpresa y vulnerabilidad en sus ojos, pero también había un matiz de culpa. "No tienes que preocuparte por mí".
"No puedo evitarlo", respondí, sintiendo cómo mi corazón se encogía. "Verte así... me duele más de lo que puedo expresar". La sinceridad de mis palabras se deslizó entre nosotros.
Tanya dio un paso atrás, rompiendo la breve conexión entre nosotros. "He aprendido a manejarme. Sé que no siempre estoy bien, pero he tenido que adaptarme", explicó, su voz cargada de una emoción que resonaba con remordimiento. "No quiero que te sientas obligado a ayudarme. No lo merezco".
"Estoy aquí para ti, y siempre lo estaré", le dije, sintiendo la intensidad de mis palabras.
"Lo sé, pero..." Su voz se quebró, y vi cómo sus ojos se llenaban de lágrimas contenidas. "Siento que te estoy arrastrando a mis problemas. No debería ser así. No debería ser una carga. He hecho tanto daño".
No entendía a que se refería.
"Pero no eres una carga", insistí con firmeza, aunque su culpa se cernía sobre nosotros como una sombra. "Eres importante para mí". La sinceridad de mi declaración resonó en el aire, y el silencio que siguió fue cargado de significado. Sentí que ambos lidiábamos con el peso de nuestro pasado.
El abrazo de mis hermanos y la calidez de la familia que me rodeaba contrastaban con la tensión que sentía entre Tanya y yo. Observé cómo todos se movían y reían, pero mis pensamientos seguían volviendo a ella. Había tanto que no sabía, tanto que quería proteger, pero la culpa que ella sentía me hacía dudar.
Finalmente, la incomodidad se volvió abrumadora. "Voy a salir un momento al jardín", dije, sintiendo que el aire fresco podría ayudarme a aclarar la mente. "¿Te gustaría acompañarme?"
Tanya dudó, y por un momento vi la lucha en su rostro. "No sé si debería", murmuró, como si su inseguridad la detuviera. Pero en sus ojos había una chispa de determinación. "Quizás... sí, creo que me gustaría eso", respondió, y la simple decisión de estar juntos en ese espacio más abierto me dio un leve alivio.
Mientras caminábamos hacia el jardín, el murmullo de la fiesta se desvaneció gradualmente, reemplazado por el sonido de las hojas susurrando con el viento. Una vez fuera, el aire fresco me envolvió, y con cada inhalación, sentí que mi mente comenzaba a despejarse.
El jardín estaba iluminado por luces suaves, creando un ambiente casi mágico. Miré a Tanya, y al hacerlo, noté cómo el entorno parecía reflejar lo que había dentro de ella: belleza y dolor entrelazados, pero también la culpa que la oprimía. "¿Cómo has estado realmente?", le pregunté, esperando que se sintiera segura para abrirse.
Ella se detuvo, contemplando las flores que bordeaban el camino, y la culpa se hizo evidente en su expresión. "Es complicado", empezó, su voz apenas un susurro. "Hay días buenos y días malos. A veces, siento que estoy atrapada entre lo que quiero y lo que se espera de mí... y no quiero que eso te afecte".
Asentí, comprendiendo la carga que llevaba. "No tienes que sentirte así", le dije, sintiendo la conexión profunda que siempre había existido entre nosotros. "No tienes que cargar con esto sola. Soy responsable de mis propios sentimientos".
Tanya me miró, y en sus ojos vi un destello de gratitud mezclado con la culpa. "Gracias por estar aquí, Edward. No sé qué haría sin el apoyo de las personas que me importan, pero a veces siento que te estoy perjudicando, es tu casa, tu familia... Yo sólo..lo arruiné todo".
Mientras compartíamos ese momento, supe que, aunque el camino hacia adelante sería complicado, había una posibilidad de reconstruir algo valioso entre nosotros. La vida nos había llevado por caminos diferentes, pero aún había esperanza de que pudiéramos encontrar un nuevo comienzo, uno donde la amistad y el apoyo mutuo fueran la base de nuestro futuro.
Bella observaba ansiosamente la escena desde la penumbra del jardín. Aunque ya no tenía un corazón que latiera, una inquietud profunda llenaba su ser incorpóreo. Edward y Tanya estaban tan cerca, y la tensión en el aire le hacía sentir que algo estaba a punto de estallar.
Mientras la luz suave iluminaba sus rostros, su mirada se desvió hacia los árboles, donde vislumbró a James, escondido, con una expresión que hacía que su piel fantasma se erizara, si es que eso era posible. Sabía que él siempre había tenido intenciones oscuras, y la posibilidad de que interfiriera despues ese momento la llenaba de temor.
Frustrada y preocupada, Bella decidió que debía hacer algo. Si pudiera arrastrar a Edward hacia adentro, alejarlo de Tanya, podría evitar un desastre. Así que, con un poco de determinación, comenzó a experimentar con varias estrategias para llamar su atención.
Primero, decidió aparecer detrás de un arbusto, justo a la vista. Comenzó a hacer gestos exagerados, moviendo sus brazos como si estuviera atrapada en una tormenta. "¡Mírame, Edward!", grito, pero él, absorto en la conversación con Tanya, no la vio.
Cuando eso no funcionó, se acercó un poco más, intentando captar su atención. Empezó a hacer ruidos sutiles, como el susurro de una brisa, intentando crear una distracción. "¡Mira hacia aquí, por favor!", suplicaba en todos los tonos posibles. Pero Edward solo sonrió a Tanya, ajeno a su desesperación.
Desesperada, Bella optó por algo más dramático. Se elevó un poco, flotando en círculos alrededor de Edward, como un tornado de polvo. "¡Soy un fantasma veloz!", grito en direccion al cielo, tratando de hacer de la situación algo divertido. Pero ni siquiera eso logró que él la notara.
"Esto no puede seguir así", murmuró, sintiendo cómo la impotencia la envolvía. Si James decidía actuar, no podría soportar ver a Edward en peligro. La frustración se convirtió en una punzada de miedo. Y no entendía porqué.
A lo lejos, James estaba todavía entre las sombras, observando con una sonrisa que no presagiaba nada bueno. Esa mirada fría la inquietaba. "Debo hacer que Edward se aleje de aquí", pensó, y una nueva determinación surgió en su interior.
Con el aliento de su miedo impulsándola, Bella decidió que debía actuar de manera más directa. Se concentró y, con una explosión de luz tenue, apareció justo frente a Edward, intentando mostrarle su presencia. "¡Boo!", exclamó, en un intento de parecer juguetona, pero su voz no podía ser escuchada.
Edward se giró, sorprendido, pero rápidamente su mirada volvió a centrarse en Tanya. Esa distracción fugaz no fue suficiente. Bella sintió que su corazón fantasma se hundía, incapaz de hacer nada más.
"¡Edward!", pensó con desesperación, intentando proyectar su voz en su mente. "¡Tienes que irte! ¡James está aquí!"
Finalmente, decidió que no podía quedarse de brazos cruzados. "¡Voy a hacer que me veas!", murmuró, y con un último suspiro de determinación, se preparó para manifestarse de la manera más intensa posible. Se concentró, queriendo transmitirle la urgencia de la situación.
Mientras se preparaba para su próximo intento, una oleada de miedo la atravesó. "No puedo dejar que esto termine mal", reflexionó, sabiendo que el peligro estaba más cerca de lo que pensaba. Con una última explosión de energía, emitió una luz brillante, esperando que al menos su presencia fuera suficiente para romper la burbuja de ignorancia que envolvía a Edward.
Cuando James finalmente entró en la escena, el aire pareció volverse más denso. Bella dejó de "respirar" en un gesto instintivo, aunque sabía que los fantasmas no necesitaban hacerlo. Sin embargo, el avance sigiloso de James le helaba el alma. La forma en que se movía, con una calma inquietante, la llenaba de un terror palpable.
Edward y Tanya no parecían darse cuenta de su llegada, sumidos en su conversación. Pero cuando el sonido de pasos se hizo más evidente, ambos se giraron. Bella vio cómo James sonrió amablemente, como si hubiera sido un viejo amigo que llegaba para saludar. Esa sonrisa la sorprendió. No era la actitud que esperaría de alguien como él, y eso le daba un matiz de locura a su comportamiento.
"¿Cómo puede actuar así?", pensó Bella, sintiendo que su angustia se intensificaba. La sonrisa de James era una máscara que ocultaba intenciones oscuras, y esa dualidad le parecía aterradora. La forma en que Edward le respondía, despreocupado y cordial, solo aumentaba su preocupación.
"¡Edward, aléjate de él!", quería gritar, pero su voz no podía atravesar la barrera del silencio que la mantenía atrapada. Observaba con impotencia cómo la situación se tornaba cada vez más peligrosa. El peligro que representaba James no solo era físico; había algo en su presencia que alteraba la atmósfera, una amenaza latente que Bella podía sentir en cada fibra de su ser.
Mientras tanto, Tanya, al ver la llegada de James, mostró una mezcla de sorpresa y tensión. Bella notó cómo su expresión se tornaba un tanto incómoda, y eso aumentaba su angustia. "No puedes confiar en él", pensó con desesperación, aunque sabía que sus advertencias eran invisibles.
El comportamiento de Edward, ajeno al peligro, la llenaba de frustración. No podía entender cómo podía ser tan despreocupado. En su mente, la imagen de James sonriendo se superponía a las sombras de sus recuerdos, y no podía dejar de preguntarse qué estaba realmente planeando.
Cuando James comenzó a hablar, su tono era suave, casi encantador, pero Bella sabía que esas palabras escondían un veneno peligroso. "¿Qué haré si Edward no se da cuenta a tiempo?", pensó, sintiendo que cada segundo que pasaba era un paso más hacia el desastre.
Con un último intento de llamar su atención, Bella se concentró, deseando que su presencia fuera visible, que pudiera transmitirle la urgencia de la situación. Pero la realidad se sentía distante, y cada movimiento de James la llenaba de una ansiedad que la mantenía al borde de la desesperación.
"No puedo dejar que esto termine mal", se prometió a sí misma, preparándose para hacer lo que fuera necesario para proteger a Edward, incluso si eso significaba arriesgarse aún más.
Holaa! No sé si este sea el último capítulo por hoy, así que me despido. Agradezco mucho sus comentario, favoritos y seguidos! tambien se aceptan ideas :) Saludos a todos
