CULTIVAR UN JARDÍN

— ¡Deku-kun, hola! Es raro poder verte desocupado, ¿cómo has estado?

— ¡Uraraka! ¡Cuánto tiempo! — Izuku sonrió en dirección de su amiga mientras asentía. — Mis exámenes terminaron así que tengo un poco más de tiempo libre y estaba tratando de encontrar alguna actividad para no desperdiciarlo.

— Ya veo. — Mencionó la chica mientras se sentaba a su lado en aquella solitaria banca del parque. — ¿Has pensado en cultivar un jardín? No tiene que ser uno grande, podrías plantar flores, frutas, incluso vegetales.

Izuku parpadeó con ligereza mientras pensaba en las palabras de su amiga, sonriendo instantes después. — No es una mala idea, ¡muchas gracias!

— ¡De nada! — Uraraka se levantó para después despedirse del peliverde. — Nos vemos, Deku-kun. Se me hace tarde para ir con Ryukyu, ¡adiós!

— ¡Adiós! — Izuku vio marcharse a su amiga con algo de nostalgia. Si aún tuviera el One For All, él también estaría dirigiéndose hacia su propia agencia. — … ¡Bien, Izuku Midoriya no puedes deprimirte ahora! — Mencionó con entusiasmo para después impactar sus manos sobre sus mejillas. — ¡Vamos a comprar lo necesario para ese jardín!

El departamento no era muy grande, pero tenía una pequeña zona en el balcón que Izuku planeaba habilitar como un pequeño jardín, aunque dudaba mucho que la palabra "jardín" pudiera aplicarse a un espacio tan pequeño. Aun así, resultaba entretenido hacer algo diferente que al mismo tiempo le permitiera relajarse, luego de las semanas realmente estresantes que había tenido gracias a los exámenes trimestrales.

Para cuando Bakugo regresó al departamento se le hizo extraño que Izuku no lo recibiera como era su costumbre, pero lo dejó pasar pues sabía que se encontraba en alguna parte del departamento al ver que su calzado seguía en la entrada. Después de quitarse sus botas y dejarlas en el genkan, se dedicó a buscar a su novio, sorprendiéndose de encontrarle en el balcón. Izuku se encontraba tan ensimismado en lo que hacía, que le fue imposible al rubio no sonreír con ligereza mientras se recargaba en el marco de la puerta de cristal con los brazos cruzados.

— Ey nerd, ¿qué haces? — Preguntó finalmente después de un momento en donde el peliverde ni siquiera había notado su presencia.

— ¡Kacchan! — Exclamó el peliverde sorprendido, girando su rostro para poder verle. — No te escuché entrar.

— Eso es evidente, nerd. — Katsuki se acercó para extenderle la mano a su pareja y así ayudarle a ponerse de pie. — Pero ¿qué se supone que estás haciendo?

— Bueno, me estaba preguntando qué puedo hacer ahora que tengo un poco más de tiempo libre… —Comenzó a explicar el peliverde mientras se ponía de pie con la ayuda de su novio. Katsuki sonrió de costado, acostumbrado ya a que su pareja le explicara con lujo de detalle todo lo que pasaba por su cabeza. Básicamente era un torrente infinito de palabras sin control que no se detenía. — Y entonces me encontré a Uraraka en el parque, platicamos un poco y me sugirió cultivar un jardín. Entonces recordé que teníamos este pequeño espacio que, si bien no es un jardín como tal, podría funcionar para plantar algunas cosas, así que compré todo lo necesario y esto es lo que llevo.

— Hmmm… — Katsuki observó todo lo que había hecho el peliverde con una pequeña sonrisa. Le agradaba que cuando sus tiempos libres no coincidieran, su novio pudiera matar el tiempo con otras actividades. Sin embargo, había algo que le estaba preocupando, aunque no quisiera reconocerlo abiertamente. — ¿Así que viste a cara redonda? — Preguntó finalmente jalando contra su pecho al peliverde.

— Kacchan… te voy a ensuciar. — Mencionó Izuku intentando apartarse pues estaba cubierto de tierra y no deseaba que Katsuki también se ensuciara.

Pero Katsuki blanqueó sus ojos antes de aferrar la cintura del chico con una sola mano, impidiendo con ello que se separar. De esa manera pudo sujetar el mentón del pecoso con su mano libre, ignorando sus palabras. En esos momentos solamente deseaba conocer una cosa por más irracional que sonara. — ¿Hablaste con cara redonda?

Izuku parpadeó con suavidad mientras se sonrojaba un poco. Los celos del rubio solo provocaban un ligero cosquilleo en la boca del estómago, sintiendo una euforia que no sabía que podía sentir al saber que podía tener ese tipo de efecto en alguien como Katsuki. — Sólo fue un poco ya que tenía que irse a su agencia.

— Hmmm… — En lugar de responder, Katsuki se agachó un poco para poder posar sus labios sobre los suaves y cálidos de su novio, besándole con toda la calma del mundo, pero al mismo tiempo con posesividad. No había un día que no sintiera una enorme calidez cada vez que llegaba al departamento y era recibido por Izuku de aquella manera. Que el peliverde decidiera olvidar esa pequeña rutina por algo que le había sugerido la cara redonda, simplemente no terminaba de gustarle.

— ¿Estás celoso, Suki?

Izuku susurró sobre los labios del rubio sin abrir los ojos. Aun así, no pudo evitar sonreír por las acciones de su novio. Estaba seguro de que, si le decía que le parecía tierno, le haría callar de inmediato.

— ¡Tsk! — Katsuki no respondió, sino que abrazó con fuerza al peliverde y ocultó su rostro en la curvatura de su cuello. Sabía que estaba siendo bastante infantil pero no podía evitarlo. Siempre que recordaba a cara redonda, recordaba también que tan cercanos era ese par y la mirada enamorada con la que la chica siempre observaba a Izuku ilusionada para que este le hiciera caso.

— Sólo te quiero a ti, Kacchan.

— Cursi.

Izuku rio con suavidad, pero se calmó cuando el rubio mordió su cuello, un gesto que contradecía su respuesta y que le había arrancado un jadeo de sorpresa. El peliverde sabía que con eso el rubio se sentía más tranquilo, aunque nunca lo admitiera.

— Anda, mejor dime qué piensas plantar, nerd.

— ¡Girasoles!

— ¿Girasoles? — Preguntó curioso el rubio al salir de su improvisado escondite para poder ver directamente a los ojos de su novio.

— ¡Sí! Es que se han convertido en mis flores favoritas.

— ¿Ah sí? — Preguntó divertido Katsuki mientras que con sus manos enmarcaba el rostro del pecoso con cariño. — ¿Y por qué se convirtieron en tus flores favoritas?

— Pues solo hay una razón, pero es una razón demasiado importante como para poder ignorarla.

— ¿Y cuál es esa razón, Zuzu? — Preguntó mientras repartía besos por sus pecosas mejillas.

— Es que mi novio me regaló hace poco un hermoso ramo de girasoles y me explicó su significado en una linda carta. — Izuku suspiró por los besos que su pareja le proporcionaba, sonriendo y sintiéndose sonrojar con cada uno de esos. — Así que me pareció una buena idea plantar algunos para poder pensar en él siempre que los vea, aunque no se encuentre cerca de mí.

— ¡Tienes suerte de tener un novio tan jodidamente bueno en todo lo que hace!

— Sí, lo soy.

Izuku rio con diversión al separarse de su novio y sin soltar la mano del rubio, lo condujo al interior del departamento pues comenzaba a enfriar. Definitivamente había sido una buena idea comenzar un proyecto como ese, además, la expresión de orgullo y la gran sonrisa que había puesto el rubio por lo que había dicho, había valido toda la pena y le indicaba que había escogido plantar la flor correcta.