REMEDIOS CASEROS
~ * CUIDANDO DE TI, AUNQUE NO QUIERAS * ~
— ¿Qué se supone que estás haciendo, Kacchan?
Izuku frunció el ceño al notar lo que su explosiva pareja hacía en la sala, justo en el momento en el que cambiaba su calzado en el genkan. Desde la noche anterior había notado que su novio no estaba del todo bien. Había notado sus ojos irritados, su nariz roja y sus cada vez más frecuentes estornudos. Katsuki había jurado y perjurado que no era nada, y le había ignorado cuando le recomendó tomar un par de pastillas contra el resfriado. ¿En consecuencia? Al despertar, Katsuki se había levantado con casi 39 de temperatura y con un pésimo humor. Izuku tuvo que persuadirlo para que se quedara en casa a descansar, y hasta había tenido que hablar a su agencia para avisar que el rubio no iría porque estaba enfermo. Katsuki gritó que estaba exagerando y que no iría al doctor, haciendo enojar al peliverde y que Best Jeanist le aprobara faltar por tres días para que aprovechara y descansara, pero que, si se le ocurría poner un solo pie sobre la agencia, entonces en lugar de tres días sería la semana completa. Katsuki alegó que todos estaban exagerando y que solo se trataba de un simple resfriado por haber resultado empapado luego de que un villano lo atacara de improviso, arrojándole agua helada.
Izuku solamente había tenido que salir por una hora a la Universidad para entregar sus tareas y después había pedido permiso para poder faltar un par de días. Era la única manera que se le había ocurrido para poder cuidar el rubio, pero acababa de comprobar que era imposible dejarle solo, porque su pareja parecía no querer cooperar en absoluto en cuidar de sí mismo.
— Me aburro, nerd.
El peliverde no respondió, pero mientras se acomodaba bien sus uwabaki, blanqueó los ojos con cierta diversión a pesar de seguir molesto por la imprudencia de su novio. Después se acercó a Katsuki, quien estaba haciendo flexiones en el piso, e inclinándose un poco, tocó su frente.
— ¡Pero si estás ardiendo en fiebre, Kacchan! — Izuku abrió los ojos con sorpresa y preocupación. Estaba seguro de que el rubio había empeorado.
— No es…
— ¡Ni se te ocurra decir que no es nada, Katsuki Bakugo!
El rubio detuvo todo tipo de reclamo que ya tenía preparado para mirar con sorpresa a su novio. Él nunca decía su nombre completo… nunca, ni siquiera cuando eran unos simples infantes. Tragó saliva con algo de dificultad, sabiendo que no era el momento indicado para decirle a su pareja que también le estaba comenzando a doler la garganta. Tuvo la decencia de no decir ninguna palabra. Era evidente que Izuku estaba bastante molesto con él.
— Te quitarás esa ropa sudada, tomarás una ducha rápida e irás a la cama, ¿entendiste?
— Pero…
— ¿Entendiste, Katsuki?
— Tsk… — El rubio desvió la mirada, pero después de unos minutos, asintió con suavidad.
Izuku suspiró al observar la espalda del rubio mientras éste se marchaba por el pasillo en dirección a la habitación. ¿Por qué tenía que ser tan obstinado? Negó con ligereza antes de sacar su celular, tenía el presentimiento de que iba a ser una noche bastante larga. Cuando encontró el contacto que buscaba, marcó. Le respondieron al tercer timbrado.
— ¿Mamá?
— ¡Izuku! ¡Qué sorpresa! ¿Cómo has estado?
— Muy bien, gracias, mamá. — Izuku sonrió ante la alegría que le transmitía su madre, casi pudiendo imaginar su sonrisa. — ¿Te acuerdas cuando me resfriaba de niño y me daba mucha fiebre? ¿Qué era lo que me dabas?
— ¿Te sientes mal, Izuku?
— ¡No! Yo estoy bien… Es Kacchan. — Respondió con cautela. Tanto Katsuki como él aún no habían hecho pública su relación y su mamá solo sabía que vivían juntos como los amigos de infancia que eran, así que no sabía si su madre mal entendería la situación.
— Oh… — Aunque si su madre sospechaba algo, no había dicho nada hasta el momento. — ¿Tienes en qué anotar?
— ¡Sí, espera!
Izuku entró a la habitación que compartían con cuidado y en silencio. No quería interrumpir el sueño de su pareja, quien al parecer había decidido dormir después de la ducha. Al llegar al costado derecho de la cama, colocó la charola que llevaba en sus manos sobre la superficie de la mesa de noche que tenían. El peliverde hizo una mueca al colocar una vez más, su mano sobre la frente de su novio, a pesar de la ducha que había tomado aún podía sentir la piel demasiado caliente. Que las mejillas del rubio estuvieran sonrojadas y que su respiración se mostrara tan pesada y entrecortada, no eran una buena señal. Incluso parecía haber empeorado un poco más. ¿Por qué debía tener una pareja tan cabeza dura cuando se enfermaba?
— Kacchan… despierta debes tomar la medicina y comer un poco. Después puedes dormir todo lo que quieras. — Mencionó el peliverde, moviendo un poco al rubio para conseguir que despertara.
— N-Nerd… — Los ojos del rubio se abrieron con pesadez mientras se sentaba con la ayuda de su novio. — No tengo hambre.
— Pero debes comer algo antes de tomar la medicina… Vamos, aunque sea come un poco de gelatina. — Izuku tomó el envase de gelatina y con una cuchara tomó un poco. Después la acercó con cuidado a la boca del rubio, al mismo tiempo que dejaba el termómetro sobre su regazo.
— Acomódate el termómetro mientras tanto.
Con desgana, el rubio se colocó el termómetro debajo de su axila mientras masticaba con suavidad. — Bueno, al menos no está dulce esta cosa.
— Claro, amor. — Izuku hizo una nota mental del nuevo síntoma del rubio: pérdida de sabor. Izuku estaba muy preocupado como para darse cuenta de la manera en la que le había dicho al rubio, y Katsuki estaba lo suficientemente enfermo como para no prestar atención. Izuku se aseguró de que su novio se terminara la gelatina antes de pasarle el medicamento junto con una taza con humeante té.
— ¿Qué es eso, nerd? Aún enfermo como estoy puedo oler lo asqueroso que huele esa cosa. — Mencionó el rubio haciendo una mueca de asco mientras hacía a un lado la taza de sí mismo.
— Mejor no preguntes… — Murmuró con suavidad Izuku al retirar el termómetro de su novio para poder analizarlo. — Debes tomarte el té y la pastilla, en serio te ayudarán.
— No me voy a tomar eso, Izuku.
— 39.5 grados. — Murmuró el peliverde para después ver con bastante molestia a su novio. — No te estoy preguntando, Katsuki. Bébelo, tienes la fiebre muy alta. Si eso no funciona, mañana iremos al doctor quieras o no.
Katsuki abrió la boca para debatir, pero al cabo de un momento, la volvió a cerrar. Izuku se miraba so suficientemente molesto y a pesar de sentirse como la mierda, no era tan imbécil como para llevarle la contraria. Con suerte ese brebaje no sabría tan mal como olía. Con un suspiro resignado, se tragó la pastilla con la ayuda del té. De inmediato una mueca de asco se dibujó en la boca del rubio, quien tuvo que aguantarse las ganas de vomitar.
— Recuéstate e intenta dormir un poco. Vendré más tarde a ver como sigues. — Izuku recogió todo, colocándolo sobre la charola y después, inclinándose sobre su pareja, besó su frente. — Descansa, Kacchan.
El rubio sonrió mientras cerraba los ojos, Izuku podría estar todo lo molesto posible con él, pero siempre le ganaba la preocupación. Al cabo de algunos minutos el sueño se adueñó de su cuerpo, aunque fue uno bastante intranquilo.
La noche fue bastante larga, al menos para Izuku. La fiebre del rubio parecía no querer ceder así que tuvo que intentar bajarla usando paños de agua fría. El peliverde perdió la cuenta de las veces que había cambiado el paño sobre la frente de su novio. Incluso había pasado dicho paño por algunas zonas de su cuerpo para intentar acelerar todo lo posible el proceso. No durmió en ningún momento, vigilando cualquier tipo de molestia que pudiera tener su pareja. Que el rubio no hubiera abierto los ojos a pesar de todo lo que el peliverde había hecho, era señal suficiente para demostrar qué tan mal estaba. El peliverde nunca había estado más alerta como en esa noche.
Izuku no se calmó hasta que pudo comprobar por sí mismo que el sonrojo del rostro de su novio disminuía, que su respiración se normalizaba y que el sudor de su cuerpo desaparecía. Solo entonces decidió desvestir a su novio para limpiar el sudor de su cuerpo, colocándole una pijama fresca y ligera al terminar. A unos minutos antes del amanecer, el peliverde por fin se permitió relajarse un poco al comprobar que el semblante de su novio seguía tranquilo. Con cansancio, el pecoso decidió sentarse a un lado de su pareja, sobre la cama, con las piernas estiradas sobre el colchón y la espalda recargada contra la cabecera. Estaba tan agotado que no pasó mucho tiempo antes de quedarse dormido a pesar de lo incómoda de la posición.
Katsuki se despertó cuando la luz del sol se había colado entre las cortinas de la recamara y esta había sido difícil de ignorar. Aún sentía la pesadez de su cuerpo, provocada por la enfermedad, pero al menos ya podía respirar mejor y no se sentía derretir a causa de la fiebre. Al sentarse, pudo darse cuenta de tres cosas: que su pareja dormitaba sentado junto a él en una posición que a simple vista era demasiado incómoda, todas las cosas que estaban desparramadas con descuido sobre la mesita de noche que de seguro su novio había usado para cuidarle, y que el celular de su pareja vibraba sobre su regazo con insistencia. Si el peliverde no se daba cuenta del movimiento del aparato era porque en verdad estaba agotado.
Con cuidado de no despertar a su novio, tomó su celular y al ver de quién se trataba, contestó sin dudarlo.
— ¿Señora Midoriya? Izuku está dormido en estos momentos y no quisiera despertarle. — Habló en voz lo suficientemente baja y audible como para ser escuchado por la madre de su novio.
— ¡Oh, Katsuki-kun! — Respondió la madre del peliverde con alegría. — Izuku me dijo que estabas enfermo, ¿ya te sientes mejor? ¿Izuku te dio el té?
— Eh… Sí, ya me siento mejor, gracias. — De repente Katsuki recordó el brebaje espantoso que Izuku le había dado y se estremeció con ligereza. — Y sí, recuerdo haber tomado un té.
— Que bueno, ayer Izuku me habló preocupado, preguntando por la receta del té que le daba de niño cuando se enfermaba, porque al parecer estabas muy mal. Me alegra que ya no sea así y que estés mejor, Katsuki-kun.
— Ya veo. — El rubio observó de reojo a su pareja, sonriendo con ligereza ante su respiración acompasada y estirando su mano libre, acarició con sutileza y cariño la pecosa mejilla. — Gracias, señora.
— ¡No agradezcas! Sólo hablaba porque ayer se me olvidó comentarle a Izuku que si la fiebre era muy alta podía usar paños de agua fría… Pero si ya te sientes mejor, eso quiere decir que todo marchó bien, ¡me alegro!
— Sí, gracias por todo y disculpe las molestias. — Katsuki prestó con más atención todos los utensilios que había sobre la mesa de noche: el recipiente que debería contener agua y varias toallas. Eso también explicaría porque había caído una toalla de su frente al despertar y poder sentarse en la cama. ¿En serio Izuku había pasado toda la noche cuidándolo? Un calorcito comenzó a surgir desde la boca de su estómago, extendiéndose por todo su cuerpo. Y no tenía nada que ver con la fiebre que lo había atacado.
— Bueno, ambos deben de estar cansados, descansen. Y aunque ya te sientas bien, deberías de ver a un doctor de todas maneras, Katsuki-kun.
— Sí, lo haré. Gracias.
Cuando Katsuki terminó con la llamada, se acercó a su pareja para poder recostarlo mejor sobre la cama, intentando no hacer demasiado movimiento para no despertarlo. Cuando consiguió su cometido, el rubio se acomodó a su lado y le abrazó con cariño.
— Rayos, Izuku… ¿por qué te empeñas tanto en hacer que me enamore más de ti cada día que paso a tu lado? — Katsuki suspiró con una sonrisa que se extinguió cuando besó la pecosa mejilla. Cuando se apartó un poco, le resultó imposible no ver a su pareja con cariño cuando éste, de forma inconsciente, comenzó a buscar su calor hasta que pudo rodear su cintura y apoyar su mejilla sobre su pecho como ya era habitual entre ambos. — Gracias por estar siempre conmigo, Izuku. — El rubio besó la frente de su novio para finalmente, susurrar en su oído. — Te amo.
Katsuki observó la hora en el celular de Izuku decidiendo que bien podría dormir otro poco más. Nunca le había gustado que alguien lo viera enfermo porque odiaba sentirse vulnerable. Pero si esa persona era Izuku, no le parecía incorrecto bajar la guardia. Porque si existía una persona con el derecho de conocer todas las distintas facetas que poseía, esa no podía ser otra que Izuku Midoriya. El único que se había ganado el derecho de conocerlo a fondo era la persona que se encontraba entre sus brazos y nunca existiría nadie más.
