LUEGO DE UNA PESADILLA
El constante sonido rítmico de sus pisadas hacía un eco que rebotaba entre las paredes de aquel largo, inquietante y lúgubre pasillo. Sabía a dónde se dirigía y a pesar de que deseaba detenerse, simplemente no podía hacerlo, era como si sus piernas tuvieran voluntad propia. La misma aula reconocida, aunque ahora vacía y empolvada, como si se hubiera desgastado por el paso del tiempo, recibió a Katsuki Bakugo cuando llegó a su destino. Un escalofrío recorrió su columna vertebral al comprobar que no se trataba de cualquier aula, sino que era la misma en donde había cursado la secundaria. En aquel lugar su orgullo estuvo por las nubes al creerse superior a los demás, y lo peor de todo, es que sin importar que hiciera lo veneraban, incluido los profesores. En aquella aula no le había importado menospreciar a sus compañeros de clase. En aquel espacio, que se había asegurado de enterrar en el lugar más profundo de su memoria, había disfrutado como nunca de torturar a Deku. Katsuki cayó de rodillas cuando las arcadas en su estómago se hicieron tan intensas, que había creído que sus entrañas se le saldrían por la boca.
— ¡Pero mira qué tenemos aquí!
Bakugo abrió sus ojos con sorpresa cuando varias figuras comenzaron a llenar el aula, pero no era capaz de ver sus rostros, pues parecían borrosos. Sin embargo, lo único que resaltaba de cada uno era una gran y macabra sonrisa de color rojo. También descubrió que, pese a que podía ver lo que ocurría, no podía moverse como si se tratara de un espectador más en una sala de cine. Gritó con todas sus fuerzas cuando se reconoció así mismo, muchos años atrás, mientras su yo joven le arrebataba el cuaderno de notas a un Deku adolescente y lo quemaba enfrente de aquella mirada esmeralda tan opacada y carente de vida. En aquel entonces, Bakugo no había prestado mucha atención a nada más que a su deseo de ser siempre el mejor, pero ahora que estaba como espectador, era capaz de apreciar el inmenso dolor que se reflejaban en los ojos del Izuku de esa época. ¿Por qué no se dio cuenta a tiempo de todo el daño que le hacía a una de las pocas personas que se preocupaba genuinamente por él?
— ¿Por qué no nos haces un favor de una vez por todas?
— ¿Un favor? — Preguntó el peliverde con la mirada puesta en la ventana por donde "su amigo" había tirado su cuaderno de apuntes. ¿Cuántas horas le había dedicado a aquel cuaderno? Demasiadas y ahora era solo un recuerdo carbonizado.
— Sí, un favor. — El rubio acercó su boca al oído del peliverde sonriendo con una cruel malicia. — Si tanto quieres un don ¿por qué no te lanzas por la azotea? Quizás en tu próxima vida renazcas como alguien que posee un don. Sencillo, ¿no lo crees?
Izuku le regresó la mirada con incredulidad antes de salir corriendo mientras escuchaba la risa ensordecedora del rubio.
Katsuki se levantó, con el dolor que le provocaba su corazón al latir tan acelerado contra su pecho. Pero aquello no era nada en comparación con todo lo que había hecho sufrir a Deku, así que se obligó a moverse, ignorando la sensación de pesadez que lo anclaba al suelo. Corrió con todas sus fuerzas, siguiendo al pecoso con desesperación. Lo siguió hasta fuera del edificio, en el estanque que quedaba justo debajo del aula en donde habían estado antes. Se desesperó de nueva cuenta cuando notó que no podía hacer nada más que observar. Su mano había atravesado el cuerpo del pecoso cuando intentó tocarlo.
— Eres un tonto. — El peliverde reprimió un sollozo mientras abrazaba contra su pecho los restos de su cuaderno ahora inservible. — ¿En serio es lo que quieres que haga? ¿Serás feliz si lo hago? — Izuku elevó su mirada vacía hacia el techo del edificio. ¿Se acabarían todos sus problemas si le hacía caso al rubio?
— ¡No lo hagas!
Bakugo jadeó con desesperación mientras intentaba detener el avance del cuerpo del peliverde, en vano. Ya no quedaba ninguna chispa de vida en sus ojos después de que All Might le confirmara que no podía llegar a ser un héroe y todo por no tener un quirk. Cada paso que el chico daba provocaba un eco que le helaba la piel al rubio. Estaban más cerca de llegar a la azotea.
— ¡Por lo que más quieras no sigas avanzando!
Pero Izuku parecía no poder oírle mientras seguía caminando por las escaleras que daban acceso a la azotea. Katsuki seguía atravesando el cuerpo del chico cada vez que intentaba detenerlo con desesperación. Pronto, un río salado formado por sus lágrimas comenzó a brotar de sus ojos y recorrer sus mejillas. Bakugo no era alguien que llorara, pero nunca había sentido tanto terror en toda su vida. Debía poder detener a Izuku o no lo soportaría.
— ¡Por favor! ¡Me arrepiento de todo lo que dije! ¡No vayas a saltar! ¡Te necesito a mi lado! ¡Izuku!
El peliverde pareció reaccionar al sonido de su voz sólo por un breve instante al girarse para ver de frente al rubio, quien le miró esperanzado por un instante. ¿En serio había sido capaz de escucharle?
— ¿Esto es lo que quieres? ¿Serás feliz si lo hago?
— ¡No! ¡Por favor no lo hagas! — Katsuki negó con desesperación. Su corazón estaba a punto de salirse de su pecho de seguir así.
"— Sí, haznos ese favor, Deku, y ¡ahórranos de tu asquerosa presencia!"
Izuku lloró ante la mirada estupefacta de Katsuki. Tarde se dio cuenta cuando entendió que Izuku no se había dirigido a él, sino a su contraparte del pasado que se encontraba a su espalda. El sólo era un espectador que no podía hacer nada por cambiar las cosas. No importaba cuánto le doliera la garganta a Katsuki al gritar, o, cuánto quisiera intentar sujetar la mano del peliverde. Al final, Izuku se subió al borde de la azotea como en una especie de cámara lenta. Luego, se acomodó dándose vuelta con la espalda en dirección al vacío.
— ¿Crees que en otra vida podamos ser amigos? — Izuku sonrió con tristeza mientras extendía sus brazos a los costados.
— Ni en tus mejores sueños, imbécil. ¡Muérete ya!
Katsuki jadeó con absoluto horror cuando fue testigo de la manera en la que el peliverde cerraba los ojos lentamente, y después, como si se tratara de lo más natural del mundo, se dejó caer de espaldas. Su rostro por fin mostrando una absoluta paz.
El sonido del cuerpo rompiéndose tras el impacto fue lo suficientemente perturbador como para arrancarle de un solo tajo de aquella horrible y espantosa pesadilla.
— ¡NOOO!
Izuku entró corriendo al cuarto que compartía con su novio no sabiendo qué esperar al entrar, después de haber escuchado el grito desgarrador que Katsuki había dado. Izuku nunca lo había escuchado gritar de aquella manera, ni siquiera cuando había resultado herido de gravedad en batalla. Pero, en definitiva, nada lo hubiera preparado lo suficiente para presenciar la escena que tenía enfrente de sí mismo: Katsuki sudando a mares, con sus brazos rodeando sus piernas pegándolas fuertemente contra su pecho como si quisiera asegurarse que su corazón no se escapara, mientras que sus ojos observaban directamente a la nada.
Mordiendo con ligereza su labio inferior, Izuku se acercó muy lentamente, temiendo que cualquier mínimo movimiento, por insignificante que fuera, pudiera provocar alguna reacción negativa en su novio.
— Kacchan. — Susurró suavemente mientras extendía con algo de duda sus manos en dirección al rubio. Se preocupó demasiado ante la ausencia de movimiento y respuesta. — Mi amor… ¿me escuchas? ¿Cómo te sientes? — Preguntó con voz suave, como si estuviera tratando con un animalito salvaje.
— Izuku… — El peliverde suspiró con algo de alivio al ser reconocido por fin por su novio, y sin más se acercó a él para abrazarle. En cuanto lo hizo pudo sentir los temblores del cuerpo del rubio, preocupándole demasiado.
— Shhh… todo está bien, Kacchan. Sólo fue una pesadilla, nada de eso fue real. Todo estará bien, ya lo verás.
Katsuki se dejó abrazar por su pareja, dejando que sanara todas sus inseguridades y borrara el terror que había nacido ante la sensación de perderle para siempre y ser el causante de ello. El rubio se aferró con fuerza del cuerpo de su novio como si su propia vida dependiera de dicha acción, apenas siendo consciente de que volvía a estar acostado, aunque ya no tenía nada de sueño y no se sentía preparado para volver a dormir.
Ahora era capaz de recordarlo todo. Como Izuku se encontraba bastante ocupado revisando exámenes, había decidido irse a dormir primero. Las palabras de la madre de Izuku aún rondaban por su mente, así que en los últimos días le estaba costando trabajo dormir. Evidentemente, no le había comentado nada a su novio para evitar posibles discusiones, sobre todo ahora que por fin Inko Midoriya había vuelto a estar dentro de la vida del peliverde. Pero justo en esos momentos ni siquiera era capaz de cerrar los ojos porque no quería volver a presenciar el momento exacto en el que el Izuku de su sueño se había lanzado de la azotea.
¿Cómo había podido ser tan imbécil como para haber soltado aquellas palabras tan hirientes? Aquella pesadilla podría haber sido solo eso: un mal sueño, pero también podría haberse convertido en una terrible realidad, y tal escenario le provocaba un inmenso dolor en el corazón y en lo más profundo de su alma.
Sólo las suaves caricias de su novio y sus palabras reconfortantes fueron capaces de calmar poco a poco los latidos desenfrenados de su corazón. Con algo de inseguridad, buscó la mano ajena para poder entrelazar sus dedos con suavidad.
— ¿Ya te sientes mejor, Kacchan? — Izuku susurró dejando un pequeño beso sobre la mejilla de su novio, buscando reconfortarle por todos los medios posibles.
— Lo siento. — Katsuki susurró, ignorando la pregunta de su pareja y ocultando su rostro en el cuello del peliverde, suspiró.
— ¿Por qué te disculpas, Kacchan? — Katsuki casi sonrió ante las caricias delicadas que su novio comenzaba a hacer con sus dedos. Casi.
— Por todo… — Susurró con suavidad, lo suficientemente distraído al sentirse reconfortado por el pulso del peliverde.
Izuku suspiró mientras peinaba con cariño el cabello de su novio con sus dedos. — ¿De eso se trató tu pesadilla?
Katsuki se quedó en silencio por un breve momento, indeciso de hablar con su novio precisamente de aquel tema en particular. De alguna manera siempre habían evitado hablar mucho de sus tiempos de secundaria y de todo por lo que le hizo pasar a Izuku en el pasado desde que el rubio había descubierto que su don era maravilloso y que todos le consideraban un prodigio.
— No es necesario que me lo cuentes si no quieres, Kacchan. — Mencionó al fin Izuku al besar con cariño la sien ajena. — Pero, todos cometemos errores en la vida, somos humanos. Creo que lo que en verdad importa es lo que decides hacer para solucionar esos errores o si simplemente decides ignorarlos. Y tú has elegido el camino más complicado al decidir que quieres solucionar todo lo malo que cometiste y no quedarte con los brazos cruzados. Eso es una de las cosas que más me ha cautivado de ti, Kacchan.
— ¿Cómo puedes querer estar a mi lado luego de todo lo que fui capaz de hacerte? — Katsuki llevó su mano a la mejilla del peliverde con delicadeza.
— Porque ya no eres esa persona, Kacchan. Eres una mejor versión de ti mismo. — Izuku cerró los ojos, inclinando un poco su rostro para tener más contacto con aquella mano.
— Pero si me hubieras hecho caso en aquella ocasión… — Katsuki continuó, pero Izuku colocó sus dedos sobre los labios del rubio con una ligera sonrisa, callándole.
— Confiaba en ti. — Respondió Izuku dando un ligero suspiro. — No voy a fingir que no me dolieron tus palabras porque sí lo hicieron. Pero creía que, a pesar de eso, muy dentro de ti, aún existía ese pequeño que fue capaz de defender a sus amigos de unos niños más grandes que tú. No cualquier persona habría hecho eso.
— No sé si eres muy ingenuo o demasiado bueno para tu propio bien, nerd. — Katsuki, ya más relajado, jaló la mejilla de su novio.
— Pero no me equivoqué. — Izuku rio suavecito, retomando las caricias sobre el pelo de su novio.
— Ya estoy bien, Zuzu. — Mencionó el rubio, dejando escapar un pequeño suspiro. — Deberías volver al trabajo, parecías muy ocupado hace rato.
Izuku negó con suavidad mientras besaba la frente de su novio. — No hay problema, Kacchan. Puedo levantarme un poco más temprano, deberías volver a dormir e intentar descansar.
Katsuki suspiró de nuevo, pero se permitió cerrar los ojos una vez más. Su cuerpo se fue relajando poco a poco ante cada una de las atenciones que estaba recibiendo del peliverde. Le parecía increíble la manera en la que su novio podía curar las heridas más profundas de su alma. También resultaba sorprendente como era suficiente estar entre sus brazos para que cualquier tipo de pesadilla fuera eliminada. Después de todo, no había un mejor lugar para estar que entre los brazos de su novio, en su verdadero y único hogar.
¡Día 27! Exploramos la peor pesadilla de Kacchan y al mismo tiempo casi llegamos al final del reto, ¡gracias por sus lindos comentarios y apoyo!
