PRIMERA VEZ

Los labios de Katsuki recorrían con parsimoniosa lentitud cada trozo de piel a la que tenía acceso. Sentía esa enorme necesidad de hacerle comprender a su pecoso novio cuánto lo había extrañado en toda su ausencia. No, quería ir más allá. Quería que Izuku entendiera la manera tan inmensa en que lo amaba. Quería ser capaz de grabar con el fuego de sus labios su nombre en cada rincón de su cuerpo y que todos se dieran cuenta de una vez por todas, de lo afortunado que era de que Izuku Midoriya le perteneciera. Nunca en su vida se había considerado como una persona posesiva, pero con Izuku todo era diferente, siempre había sido así. Izuku no solo lo había perdonado por sus actos tan cobardes del pasado, sino que lo había escogido para convertirse en su pareja sentimental y en su compañero de vida. A él. Izuku Midoriya lo amaba sólo a él. Y él quería corresponderle, idolatrándolo para siempre como se merece.

Bebió una vez más del dulce néctar que eran los labios del pecoso, deleitándose de ese sabor del cual nunca se creía capaz de cansarse. Con cada roce de sus dedos, el cuerpo de Izuku se estremecía y Katsuki no podía estar más que encantado al saberse dueño de cada una de esas respuestas, de provocar de esa forma a su pareja. Con cuidado, rodeó la cintura de su compañero, llevando sus manos a través de su espalda para poder guiarlo a que se sentara mientras él quedaba arrodillado, con una pierna a cada costado del cuerpo de su novio. Después, el rubio se apartó tan solo un poco del pecoso y entonces le observó con atención: su cabello revuelto, mejillas sonrojadas, respiración agitada y labios hinchados a causa de sus besos. Katsuki sintió que su corazón se saltó un par de latidos ante tal visión y que se estaba enamorando aún más, si es que eso era posible. Tomó las manos de su pareja y las guio con lentitud hasta que consiguió que alzara los brazos.

Finalmente, levantó la camiseta del peliverde y se la sacó por la cabeza. Sabía que se estaba dejando llevar, que haberse ido por una semana entera solo había aumentado la necesidad de estar con Izuku. Pero ese no era todo el motivo que lo estaba guiando, sino que el momento se sentía adecuado, natural y correcto. E Izuku parecía estar de acuerdo con él. Muchos estarían confundidos al saber que después de tanto tiempo de vivir juntos ya había experimentado cualquier cosa, pero no era así. Ya no eran los mismos adolescentes del pasado que se dejaban guiar por sus instintos, equivocándose muchas veces por eso. Habían decidido no desesperarse, volver a reconocerse y amarse sin reservas. Y Katsuki se sentía bastante contento por cómo estaban llevando su relación, a un ritmo que sólo ellos comprendían y que les permitía crecer como pareja.

Con una extrema delicadeza de la que ni siquiera él sabía que era capaz de demostrar, Katsuki acarició la mejilla pecosa con el dorso de su mano. La piel se sentía tan cálida como lo estaba su propio corazón al saberse correspondido. Le encantaba la manera en la que Izuku le miraba, como si fuera lo mejor que le había pasado en la vida, porque él se sentía de la misma manera. Katsuki no pudo evitar sonreírle al peliverde con cariño mientras volvía a besarle con total devoción. Sin desprenderse del contacto con sus labios, usó el peso de su cuerpo para poder empujar el del pecoso una vez más contra la cama, pegándose todo lo posible, pero sin llegar a aplastar a su novio en el proceso. Estando de esa manera, Katsuki podía sentir el desenfrenado latido del corazón de Izuku haciendo eco con sus propios latidos en una perfecta sincronía. Definitivamente Izuku le estaba haciendo perder la cordura por completo.

Despacio, fue deslizando sus labios por la pecosa mejilla, recorriendo cada peca que era capaz de encontrar en un intento de llevar un conteo y de memorizar aquel, que, desde ese momento, podía proclamar como su manto estelar personal. Capturó el lóbulo de la oreja de Izuku entre sus dientes, sonriendo después con satisfacción ante los jadeos y estremecimientos que era evidente que su novio no podía controlar. El verde esmeralda de los ojos de su novio se oscureció ante el placer que estaba sintiendo y sin poder resistirse más comenzó a querer quitar la playera del rubio también. Simplemente al peliverde le parecía tan estorbosa aquella prenda que casi parecía como si fuera un insulto. Katsuki no pudo evitar reír un poco ante la impaciencia de su novio, apiadándose lo suficiente como para ayudarle a quitarle la prenda. Katsuki se relamió los labios cuando arrojó su playera lejos, sin importarle en qué parte de la habitación caía, para después perderse en el cuello del pecoso, el cual besó, mordió y succionó como si se tratara del más delicioso de los caramelos y eso que no le gustaban mucho las cosas dulces. Seguramente por la mañana se dibujaría una visible marca en esa zona del cuerpo del pecoso, pero la sola idea solo causaba que la posesividad que Katsuki estaba desarrollando por su pareja aumentara.

Izuku volvió a jadear al sentir los dientes del rubio marcar su piel y en respuesta, sus manos comenzaron a recorrer la piel del cuerpo de su novio en reconocimiento. El peliverde se permitió prestar más atención a las caricias que sus dedos repartían sobre la gran cicatriz que Katsuki tenía justo donde se encontraba su corazón, aun no creyendo que su novio hubiera podido salvarse con semejante herida. Era una cicatriz enorme. Katsuki detuvo el recorrido de sus besos por el cuello pecoso al sentir la zona en la que su novio seguía acariciando con insistencia. Después, se incorporó un poco para poder colocar su propia mano sobre la del peliverde.

— Sigo aquí, Izuku.

El peliverde le sonrió con suavidad a su novio, sintiendo su propio corazón latir como loco cuando el rubio llevó su mano a sus labios para besar cada uno de sus dedos con amor.

— ¿Seguro que quieres continuar, Zuzu? —Preguntó el rubio al recorrer con su lengua cada uno de esos dedos. — Porque de seguir así, no creo que vaya a ser capaz de detenerme más adelante.

Las mejillas de Izuku se pusieron más rojas, si es que eso era realmente posible, pero en su mirada sólo había sinceridad y determinación. — Lo quiero. — Y después, en un tono de voz más bajo por la pena que sentía, añadió: — Te deseo, Kacchan.

Katsuki casi gruñó ante la respuesta del peliverde. Esa era toda la confirmación que requería por parte de su pareja. Volvió a inclinarse sobre el cuerpo de su novio, atrapando sus labios en un beso necesitado. Mientras su lengua se proclamaba como la única dueña de la cavidad bucal de su amado, sus manos se aferraron a la cintura del chico para comenzar con un lento vaivén con sus caderas. Con sorpresa, Izuku rompió el beso solamente para jadear sonoramente por la repentina estimulación. Katsuki deseaba poder ir lento para que su novio pudiera conservar un buen recuerdo de aquel primer encuentro tan íntimo, que lo disfrutara tanto como él lo estaba haciendo, pero llevaba tanto tiempo deseando que aquello pasara que su mente se perdía en la gloriosa nebulosa de placer que los envolvía con bastante facilidad.

Izuku pareció percatarse de ese detalle porque al instante le sonrió a su novio con cierta ternura mientras llevaba sus manos al rostro ajeno, sosteniéndolo. — Está bien, Kacchan… — Mencionó el chico, consiguiendo que el rubio le mirara luego de un parpadeo. — No te contengas… quiero esto tanto como tú.

Katsuki rio, sacando de esa manera un poco la desesperación que todo su cuerpo sentía por estar de manera definitiva con su compañero. Izuku sin duda era alguien único, capaz de calmar sus temores con su sola presencia. Con suavidad besó una vez más las palmas de las manos del peliverde. — Te amo, Zuzu.

Izuku asintió, sintiendo su rostro enrojecer de nuevo. — También te amo, Suki.

Katsuki volvió a besarle, pero cuando consideró que era el momento para terminar por desnudarse, así lo hizo, quitando los pantalones y ropa interior de ambos. Se les secó la boca a ambos por completo. Ya se habían visto desnudos en muchas ocasiones, pero era la primera vez que lo hacían siendo conscientes de lo que los dos deseaban hacer. Ambos se dedicaron unos minutos para observarse, para memorizar cada rasgo de sus cuerpos que aún no conocían usando sus manos. Cuando la mirada de Izuku recayó en la intimidad de su pareja, se estremeció consiguiendo que el rubio sonriera orgulloso. Katsuki volvió a recostarse sobre el cuerpo de su chico, llevando sus labios al oído pecoso. — Esta noche es nuestra, Izuku. Soy tuyo y puedes hacer conmigo lo que quieras. — Susurró con un tono de voz ronca, guiando su nariz por la mejilla caliente de su chico proporcionándole mimos, tomándose su tiempo para amarlo de todas las formas posibles.

Izuku sintió que su corazón latía furiosamente cuando comenzó a hacer caso a la petición de su novio, tomando cada vez más confianza al escuchar los jadeos que era capaz de provocar en él. Nunca creyó que sus roces pudieran provocar tantas reacciones que no conocía del propio Katsuki Bakugo. Cegados por el deseo, ambos comenzaron a explorar sus cuerpos con desesperación en una danza desenfrenada cuya única melodía eran los jadeos entremezclados de ambos. Cuando Katsuki se entretuvo mordisqueando el pecho de Izuku, el peliverde arqueó su espalda, mientras su cuerpo entero se estremecía y su piel se erizaba ante el placer que su novio le proporcionaba. Los jadeos de Izuku salieron sin control cuando su novio comenzó a prepararlo con extremo cuidado para continuar con aquella danza tan íntima. El corazón del peliverde se estaba derritiendo de amor y placer pues nunca, ni en sus más locas fantasías, había llegado a imaginar que Katsuki pudiera tratarlo con tanta delicadeza, tocando los puntos exactos que lo hacían delirar sobre una nube de excitación desbordante. Katsuki sabía que era la primera vez para ambos y quería que fuera bastante especial para Izuku. Por primera vez estaba haciendo justo lo que había querido hacer desde que había descubierto que estaba enamorado de ese nerd: adorarlo como el tesoro más preciado de su mundo.

Katsuki también sabía que luego de esa noche ya nada volvería a ser igual entre los dos, porque definitivamente iba a querer más momentos como ese en donde sus cuerpos se unieran volviéndose uno. Querría más amaneceres a su lado, más noches abrazándolo, escuchar sus risas, grabar cada una de sus expresiones en su memoria, complacer hasta el más pequeño de sus caprichosos. Y no lo quería solamente para pasar el rato, eso no le bastaría para nada, lo querría todos los días por el resto de su existencia. ¿Sonaba egoísta? Quizás. Pero no le importaba. Quería a Izuku Midoriya para siempre en esta vida y en todas en donde sus almas coincidieran.

— K-Kacchan… por favor… — Izuku se estremeció ante la profunda mirada de su novio. Ni siquiera era consciente de qué era lo que estaba pidiendo, pero le necesitaba ya y así se lo hizo saber. — Te necesito.

Y Katsuki estaba seguro de ser capaz de hacer todo lo que su novio le pidiera en esos momentos. Ser testigo del desastre en el que se había convertido su pareja era suficiente para perder el poco auto control que aún se esforzaba por mantener. Dedicándole una sonrisa tranquilizadora, se deslizó por las piernas de su novio, comenzado con un recorrido de besos desde la punta de sus dedos hasta la parte interna de su muslo de la pierna izquierda, adorando a su pareja justo como se merecía. Después realizó lo mismo con la otra pierna. Cuando estuvo satisfecho, volvió a subir por el cuerpo pecoso, usando su lengua para memorizar su sabor mientras sus manos volvían a acariciarle. Al llegar al rostro de Izuku una vez más, y sin ser capaz de resistirse, acarició con su nariz la ajena en un beso esquimal que buscaba mimar todo lo posible a su chico mientras se posicionaba justo donde necesitaba estar para poder fundirse en lo que estaba seguro se iba a convertir en su cálido hogar.

— Si te duele… sólo pídeme que pare.

Izuku le sonrió cariñoso al rubio. Su corazón parecía querer salirse de su pecho de anticipación, pero no cambiaría nada de lo que estaba a punto de pasar. Tomando el rostro ajeno entre sus manos, le beso como toda respuesta con todo el amor que podía expresar por aquel rubio explosivo que se había robado su corazón desde que eran niños. Un gesto que Katsuki había aprovechado como distracción para poder comenzar con aquel acto que los volvería uno tanto en cuerpo como en alma.

Ni en la más nítida de sus fantasías, Katsuki se había imaginado que hacer el amor con Izuku Midoriya le haría pisar el cielo mismo. Las manos del peliverde se aferraron a la ancha espalda del rubio, quien en contra de todo tipo de pronóstico pudo quedarse quieto hasta que el mismo Izuku le diera algún tipo de señal para poder continuar. A pesar de su propio placer, Katsuki se dio cuenta de la incomodidad de su chico, así que se dedicó a distraerle con besos que recogieron las lágrimas de las pecosas mejillas y se dedicó a decirle palabras cariñosas al oído, volviendo a adorar todo su cuerpo con sus caricias. Cuando Izuku se sintió seguro y movió sus caderas, el caos se desató entre los dos. Sus cuerpos se movieron con desesperación en un baile que no tenía ni pies ni cabeza. La espalda del rubio fue arañada en un intento del peliverde para liberar la excitación que sentía. A Katsuki le dolieron los rasguños, pero lejos de reclamar comenzó a atacar el cuello y hombro del peliverde con besos y mordidas descuidadas.

Izuku se encontraba en un estado de júbilo que no podía explicar con palabras. No podía creer que Kacchan le estuviera haciendo el amor de esa manera porque a pesar de que estaba cegado por el placer, continuaba tratándolo como si fuera la pieza más delicada y seguía atento a todas sus necesidades. Si existía una palabra que describiera muy bien su estado de ánimo en esos momentos, era de éxtasis total. Sentir la manera en la que Katsuki se apoderaba hasta de su alma, adueñándose de cada espacio de su cuerpo, le volvía loco y de alguna manera deseaba que aquello no acabara. Nunca pensó que convertirse en un solo ser con la persona que más amaba, se sentiría así: por un lado, le confiaba todo lo que era sin ningún tipo de reservas, pero al mismo tiempo, recibía todo el amor que su pareja tenía para él. Ni Izuku o Katsuki se habían imaginado que amar a alguien pudiera llegar a sentirse con tanta intensidad, mucho menos que esa intensidad aumentara al saberse correspondidos.

Era una sensación tan extraña e indescriptible, Izuku sentía ganas de reír y llorar por partes iguales, quería decir algo, lo que fuera, pero no podía encontrar las palabras adecuadas. Amaba tanto a Kacchan que su corazón se hinchaba por el amor tan inmenso que sentía por él. Y aunque pudiera hablar, no creía que pudiese existir la palabra correcta para que Katsuki se diera cuenta de lo enamorado que se sentía por él.

Katsuki, por otro lado, se encontraba igual o peor que su novio. Se sentía tan abrumado, Izuku le estaba obsequiando todo lo que poseía, le estaba confiando su alma y lo estaba envolviendo con su calidez, sanando cualquier tipo de herida que pudiera tener. Se estaba convirtiendo en su faro al final de un oscuro túnel. Ahí, mientras hacían el amor, Katsuki se aferró a la idea de compartir toda una vida al lado de la persona que más amaba y se prometió protegerlo con cada gramo de su ser.

Siendo la primera vez para ambos, sabían que el tiempo que compartirían no sería mucho, pero estaban dispuestos a disfrutar de cada instante. Izuku buscó los labios de su novio cuando presintió que no podría soportar más. Un beso que fue correspondido de inmediato, aumentando el frenesí de aquel baile que solo podía ser practicado entre ambos. Cuando el fuego de sus corazones incendió el resto de sus cuerpos, ambos gritaron el nombre de su contraparte. Se dice que las primeras veces nunca se olvidan y ellos han tenido cada una de sus primeras veces juntos, cada una grabada en un lugar especial en sus corazones. Esta no sería la excepción.

Katsuki se dejó caer sobre el cuerpo de su novio, cuidando de no dejar caer todo su peso sobre él a pesar de aún estar bajo los efectos de su propia culminación. Llenó de besos el rostro de su pareja, susurrándole tantos "te amo" como le era posible. En respuesta, Izuku rio apenas con aliento mientras abrazaba con cariño a su novio, escondiendo su rostro en su cuello.

— ¿Estás bien, nerd? ¿No te lastimé mucho?

Izuku negó con suavidad, depositando un suave beso sobre el cuello del rubio. Si había existido dolor en algún momento, Katsuki se había encargado de borrarlo con sus besos y caricias, haciéndole sentir tan especial que no había existido espacio para nada más que el amor que su pareja le brindaba. — Estoy bien, Kacchan. — Susurró Izuku atreviéndose a salir de su escondite para poder ver a su novio desde esa posición con una gran sonrisa en sus labios.

Katsuki se incorporó un poco, aprovechando para poder recostarse al lado de su pareja, luego le atrajo hacia él en un abrazo. — Gracias Izuku. — Susurró directamente en el oído de su novio, sonriendo sin poder controlar la sensación de felicidad que sentía.

— ¿Por qué Kacchan? — Izuku preguntó confundido, pero se había acomodado sobre el pecho del rubio y con sus dedos le acariciaba sutilmente.

— Por permitirme amarte y por estar a mi lado. —Katsuki se encogió de hombros con suavidad. Ahora que todo había pasado, comenzaba a sentir su cuerpo pesado.

— Kacchan tonto. — Izuku besó el pecho de su pareja con una pequeña sonrisa. — No podría ser de otra manera. — Respondió suave, terminando por bostezar un poco.

Katsuki sonrió con ternura, sintiendo su ya habitual calidez extenderse por su cuerpo ante las dulces palabras de su novio. — Descansa, amor. — Mencionó el rubio con cariño al notar el cansancio en el cuerpo de su pareja, quien apenas podía mantenerse despierto.

— Te amo, Kacchan. — Susurró Izuku permitiendo que su cuerpo se relajara lo suficiente como para poder quedarse dormido al instante.

Katsuki sonrió de nuevo, pero guardó silencio para evitar despertar a su pareja. No pudo evitar perderse en la expresión relajada de su novio, en su boca ligeramente entreabierta mientras respiraba con tranquilidad. Era una expresión muy diferente a la que había tenido minutos atrás donde le placer había sido el principal protagonista. Katsuki amaba ambas expresiones con todo su corazón. Besando con cariño la frente del pecoso, volvió a prometerse que daría todo lo que tuviera con tal de conservar la felicidad de su novio. No permitiría que volviera a sufrir y quien se atreviera a lastimarlo pagaría las consecuencias. Luego, cerrando al fin sus ojos, se permitió relajarse siguiendo también a Izuku al reino de los sueños después de haber tenido el mejor día en toda su existencia.

¡Parte 30! Ya solo queda hoy y mañana :( ... este capítulo me gustó, pero me costó un poco de trabajo al mismo tiempo, ¡espero que les guste!