DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.
— Je vais T'aimer —
II
— El primer golpe de la realidad —
— "'El mañana estoy evitando.' Si lo cantas, espinas acompañan mi sueño.
Mi cuerpo está atado por la Restricción.
Incluso la mente parece dormir.
La fiebre que alcanzó mis mejillas es nostálgica y suave.
Cuando busco en las sombras de la borrosa brecha, veo los cálidos colores de un sueño." —
— Chizuru; the GazettE—
"3 años más tarde…"
— ¿Puedes creer que Kohaku no me dijo nada? Y yo que le había ofrecido mis consejos…
— Dijo que tu historial amoroso no era un buen precedente para él.
— Sea como sea, soy su cuñado y debería tenerlo presente. ¿O no, Sanguito?
— No necesariamente, Miroku.
Él frunció el ceño, fingiendo estar ofendido con la respuesta, en tanto ella terminaba de tomarse el pelo con una sonrisa traviesa en el rostro. De pronto fue interrumpida por los brazos de su compañero rodeándola por la cintura y su cabeza apoyándose en su hombro, haciéndole cosquillas en el cuello con su respiración. Sango intentó seguir con su tarea, pero no lo lograba porque Miroku había comenzado a depositarle besos en la curvatura de su cuello, seductor como siempre.
— A veces eres muy cruel, debería castigarte por eso — murmuró entre besos, provocándole escalofríos.
— Podrías intentarlo, a ver cómo te va — respondió con un tono levemente amenazante, logrando que él sonriera sin abandonar su labor en su cuello —. Miroku, necesito peinarme, se nos hará tarde para el trabajo.
— Ay preciosa, siempre te tardas demasiado en amarrarte el cabello. No es tan difícil, mira — con una habilidad que la castaña solía preguntarse dónde o cómo había adquirido, tomó su cabello y comenzó a formar el peinado: un moño muy similar a los que se usaban con los kimonos tradicionales, sólo que con menos vueltas y sujeto por pinzas del mismo tono que el pelo —. Por cierto, estaba pensando que podríamos salir este fin de semana, quizá ir a la montaña a acampar…
— Lo siento, pero tengo guardia… De hecho, tampoco podremos cenar el jueves… — Observó cómo el peinado iba adquiriendo forma y luego se mordió el labio con un sentimiento de culpa al ver el desánimo en los ojos de él. — Lo lamento, Miroku, pero me toca la ronda nocturna…
— Está bien, lo comprendo — Lo hacía, pero eso no quitaba el hecho de que no era primera vez que les pasaba algo así y ya estaba comenzando a odiar esa rutina —. Creo que entonces tomaré el caso Sasumi-Toshio, así tendré algo que hacer este fin de semana.
— De verdad lo lamento mucho, sé que había prometido no trabajar tanto, pero si me lo piden…
Él se encogió de hombros, intentando restarle importancia mientras colocaba la última pinza en su cabello, dejando listo el peinado formal que ella usaba con su uniforme.
— Tendré que acostumbrarme, supongo. Y seguir insistiendo, quizá algún día obtenga un "sí" por respuesta. ¿Vamos?
La castaña sintió un peso en el pecho, sabía que tenía que solucionar eso pronto o podría terminar teniendo serios problemas con el ojiazul. De hecho, había intentado hablarlo con su superior, pero el Jefe de su departamento no era muy accesible y le dio una respuesta tipo "si no te gusta o tienes algún problema, la puerta es amplia". Ella apenas llevaba un año trabajando ahí y no podía darse el lujo de perder el empleo sin antes hacerse una buena fama. Para su compañero no era tan difícil, porque él había destacado desde siempre con su ingenio para crear defensas sólidas que, una vez que egresó como abogado, fueron un gran trampolín a un excelente puesto en la firma en la que trabajaba ahora. Sango también había destacado en la Academia, pero su Jefe no estaba interesado en hacerle las cosas fáciles y eso era un problema.
Se dejó guiar hasta el automóvil de su novio y emprendieron el camino a sus respectivos lugares de trabajo, despidiéndose con un corto beso en los labios, algo que le produjo una sensación angustiante a la castaña. Quizá debiese replantearse sus prioridades, odiaba sentir que dejaba a Miroku de lado, en especial después de tanto tiempo juntos sin que él lo hubiese arruinado de alguna manera. Y eso era mucho, después de todo se trataba de Miroku. Negó con un gesto, debía comenzar a hacerse cargo del problema.
— Hey, Kuwashima — levantó la vista al escuchar su nombre, encontrando un par de ojos verdes que la observaban con atención —. El jefe dijo que hoy irías conmigo.
— ¿Eh? Pero pensé que seguiría en Control de Tránsito con Hōjō…
— No, llegó recluta nuevo y es su turno de hacer el noviciado. Además, ya es hora de que hagas uso de esas cualidades que tanto destacan en tu historial académico. Prepárate, salimos en 5.
Se sintió emocionada, por fin saldría de ese aburrido puesto como fiscalizadora del tránsito para patrullar las calles con la unidad de Seguridad Civil junto a Subayai Kōga. Cuando llegó el momento, estaba más que lista para comenzar ese nuevo ciclo, dispuesta a demostrar porqué había sido la primera en su generación en la Academia. Y, quizá de esa forma, las cosas comenzaran a cambiar. Necesitaba que así fuera.
Llegó a la Fiscalía donde recogería el archivo del caso que acababa de aceptar – sólo por el hecho de que nuevamente su propuesta de un panorama para el fin de semana había sido rechazada – y esperó paciente en la oficina del fiscal, consciente de que iba a recibir todo un sermón por haber tardado tanto en dar una respuesta.
— Pensé que no ibas a aceptar — la voz fría y calculadora llegó justo después de que la puerta se abriera.
— Bueno, hubo cambio de planes… pero no te preocupes, revisaré el expediente el fin de semana, así el lunes tenemos una defensa sólida.
— Eso espero. Sabes que no tolero los errores, Tsujitani.
Miroku sonrió, el Detective Taishō Sesshōmaru, hermanastro mayor de su mejor amigo y fiscal de esa prefectura, era muy exigente y si no confiara en sus capacidades, de seguro no le ofrecería ningún caso.
— Lo tengo más que claro.
— ¡Maldita sea! ¿No pudieron romper la ley en otra parte? Vamos, caminen…
— ¡No nos empujes, bruto! ¡Conocemos el camino!
— ¡Por supuesto que sí! Keh, han pasado más tiempo aquí que en sus casas…
El alboroto les llegó claramente desde el otro lado de la puerta de la oficina, interrumpiendo una charla que en realidad tampoco llevaría a mucho más. De pronto, el bullicio de algunos golpes, estruendos de muebles siendo golpeados y el brusco ingreso de uno de los sujetos que estaban siendo detenidos, lograron dar término anticipado a la reunión, molestando más de la cuenta al fiscal.
— ¡Voy a matarte, ejecutor! — Bramó el delincuente, mirando con odio al detective, quien le devolvió una mirada fría.
— Ni en sueños.
Sesshōmaru, a quien le decían el ejecutor por haber logrado que varios de sus casos fuesen sentenciados con la pena máxima, realizó un hábil y rápido movimiento que apenas fue visible, dejando al hombre que se suponía, acabaría con su vida, indefenso en el suelo. Varios oficiales ingresaron luego, apresándolo nuevamente y pidiéndole disculpas con exageradas reverencias al fiscal. Él hizo un gesto despectivo con su mano, buscando con su mirada entre los policías hasta que dio con su objetivo.
— Malditos bastardos, hicieron que manchara mi uniforme nuevo… ¡Kagome va a matarme!
— InuYasha.
El aludido levantó la vista de la mancha de sangre en su brazo que poco a poco iba extendiéndose, y lo miró a los ojos, sin cambiar la expresión molesta que tenía.
— Sesshōmaru, ¿qué me vas a decir ahora?
— ¿Tan difícil es para ti mantener a los delincuentes en su lugar?
— Por si no lo notaste, me hirieron.
— No me interesa. Eres un inepto.
— Disculpe, señor fiscal, no es mi responsabilidad que la mitad de los criminales ande tras su cabeza.
— Pero sí lo es mantener la seguridad en esta Fiscalía.
— Como si necesitaras protección. No veo que tengas problemas para defenderte.
— Ese no es el punto, tienes un trabajo que cumplir y no lo estás haciendo.
— ¿Y qué vas a hacer al respecto? ¿Acusarme con papá?
— Suficiente. Alejen a este idiota de mi jurisdicción. No quiero volver a ver su rostro en mi Fiscalía.
InuYasha le hizo un gesto de desprecio antes de salir de la oficina, directo a pedir un traslado de unidad, mientras Miroku esperaba en su puesto un tanto pensativo, con el archivo bajo el brazo y los puños prietos sin poder sacarse de la mente el brazo herido de su amigo. Intentaba no pensar mucho en eso, pero cuando era testigo de este tipo de escenas donde algún oficial resultaba lastimado, no podía evitar pensar en Sango y los riesgos que corría siendo parte de la Policía. Constantemente tenía esa batalla interna, porque sabía que esa era su pasión y era feliz cumpliendo su sueño; sin embargo, cada día que salía a trabajar, podía no volver a verla. Intentó alejar esos pensamientos de su cabeza, su novia podía cuidarse muy bien sola y a él sólo le quedaba esperar y rogar que nada malo le pasara.
Con ese pensamiento, volvió a su oficina para comenzar a analizar el caso, intentando desviar su atención de esa preocupación, nada más podía hacer después de todo.
Miró nuevamente el formulario que tenía en sus manos mientras sentía como los ojos de quienes estaban en espera de sus palabras la escrutaban con rencor, seguramente pensando en alguna forma de venganza. Hizo un movimiento con la cabeza, dejando a un lado el papeleo y devolviéndoles una mirada severa al grupo frente a ella.
— La burocracia es aburrida, ¿no? — Les dijo, acercándose un paso a ellos. — Entonces, pasemos a la acción.
— A mí no me molestaría darte un poco de acción, bombón — murmuró uno de los sujetos, mirándola de pies a cabeza con lujuria.
— ¡Eh, cuidado! Ten más respeto con la oficial — Kōga, a su lado, hizo notar su presencia con un tono amenazante —. No querrás tener como agravante abusar de ella.
— Ningún agravante me tendrá aquí mucho tiempo. ¿Por qué no vienes a divertirte mientras esperamos a mi abogado? Seguro puedo lograr que cambies esa expresión tan seria.
— ¡Ya basta! — Kōga estaba molesto, no podía tolerar ese tipo de comportamiento. — Si sigues de chistosito, vas a pagar caro las consecuencias.
— Uf, mira, gruñón — el tipo que era el líder del grupo de tres que habían detenido luego de que ocasionaran disturbios en un centro comercial al portar armas cargadas de forma ilegal, se acercó a los barrotes de la celda que en esos momentos los privaban de libertad, con un gesto confiado —. Sólo nos atrapaste portando estas armas, ninguna de ellas se disparó, no hubo heridos ni destrozos. En menos de una hora, mi abogado nos tendrá fuera de este lugar y todos tus sermones y amenazas se las llevará el viento. ¿Por qué no mejor nos dejas divertirnos un poco con la oficial?
Sango rodó los ojos, molesta. De partida, odiaba a los abogados que se prestaban para defender a ese tipo de idiotas, permitiéndoles hacer y deshacer a su gusto, poniendo en riesgo la seguridad de la población. Además, le daba asco que sujetos como ese la vieran de esa forma, ella no era un pedazo de carne ni mucho menos. Por si fuera poco, ya llevaban en ese procedimiento más de 3 horas y hacia dos que debería estar en casa. Le hizo un gesto a su acompañante, estaba tensa y sabía perfectamente cómo relajarse.
— ¿Sabes, Subayai? Él tiene razón, necesito liberar tensiones y un poco de acción no le hará mal a nadie, en tanto esperamos a su bendito abogado. ¿No lo crees?
Bien podía llevar apenas una semana trabajando con él, pero era tiempo suficiente como para que confiara en su criterio. Le lanzó las llaves de la celda y le permitió entrar con una mirada desinteresada, no iba a participar de eso. Sango ingresó a la prisión con una sonrisa segura, haciéndole un gesto al tipo que seguía mirándola deseoso.
— Así me gusta, preciosura, yo haré que liberes todo ese estrés… lo quieras o no.
Ella sabía que él sospecharía algo e intentaría hacer uso de la ventaja numérica, seguramente no le importaba estar en la estación de Policía en esos momentos. Pero no la conocía lo suficiente como para prever sus reacciones y en menos de un minuto, Sango había dejado fuera de combate a los dos secuaces que lo acompañaban y se había hecho cargo de él, inmovilizándolo y dándole un certero golpe en los genitales que lo dejó sin habla. Se puso de pie justo en el momento en el que escuchaba una voz demasiado familiar acercarse desde la sala de espera del edificio.
— ¿El señor Kido disparó el arma, o sólo la portaba?
— No hubo disparos en el incidente. Todo está en el informe que le entregué Ahora, si me acompaña, su cliente está por aquí…
La puerta se abrió en el instante en el que ella cerraba la celda, lanzándole las llaves a su compañero y poniéndose a su lado, su rostro, satisfecho tras haberle dado su merecido a esos imbéciles, había vuelto a contraerse con una expresión hasta molesta mientras observaba al recién llegado abogado, quien primero analizó la escena tras los barrotes y luego la miró a ella, sacando conclusiones.
— Maldita perra, haré que pagues por esto. Podrías incluso perder tu puesto aquí — el señor Kido habló en un susurro, notando la presencia de su defensor y buscando su atención —. Nos agredió, haciendo un uso desmedido de fuerza sin que la provocáramos ni que hubiese motivos. Ya estábamos detenidos.
Sango resopló, como si las amenazas de ese sujeto no le afectaran, pero sin decir nada en su defensa. No necesitaba hacerlo, sabía cómo era eso: el idiota dejaría una queja formal, a ella la sacarían de las calles un par de días y se llevaría el regaño de su jefe, quien estaría encantado de reprenderla y hacerle ver sus errores.
— No eran los únicos presentes, ¿lo olvidan? Se merecían esos golpes — Kōga salió en su defensa, sorprendiéndola —. Además, si quieren dejar la queja, nadie los detiene. Háblenlo con su abogado, seguro pueden quedarse aquí toda la noche y esperar hasta mañana, cuando llegue nuestro superior y evalúe él mismo la situación.
— ¡No pueden tenernos aquí toda la noche por eso! ¿O sí, abogado?
Los ojos azules destellaron, no había dicho nada hasta el momento sopesando las opciones. Miró a su cliente, luego echó un vistazo rápido al informe que tenía en sus manos y a continuación negó con la cabeza, un poco contrariado.
— Lo lamento, pero tiene razón. Si quiere salir hoy, tendrá que olvidar esta situación. Es protocolo de seguridad — agregó al ver la expresión incrédula del sujeto tras las rejas.
— ¡Esto es injusto! ¿Seguridad? ¡Pudo hacernos daño de verdad!
— Pues, yo los veo bastante bien. Lo único herido que puedo notar, es su orgullo.
El hombre murmuró un reclamo entre dientes, inentendible, y después se dio por vencido. — De acuerdo. Sácanos luego de aquí.
Sango chasqueó la lengua molesta cuando se dio cuenta que, de hecho, su novio había decidido seguir con el caso y sacar a esos patanes de la cárcel. Le hizo un gesto a su compañero, firmó el papeleo que tenía que llenar como protocolo tras todo el procedimiento y le indicó que se iría a casa. Kōga asintió con un gesto, consciente de que la situación era incómoda para ella. Después de todo, no le gustaría estar en los zapatos de Miroku, teniendo que lidiar con ese tipo de situaciones. Así que ambos agradecieron que ella abandonara el lugar, era lo mejor por el momento.
Volvió a golpear la puerta, había perdido la cuenta de cuántas veces lo había hecho, y del tiempo que llevaba parado frente a ella, esperando una respuesta. Era tarde, la luna iluminaba el pasillo exterior del departamento y los vecinos dormían; sin embargo, él no iba a irse hasta haber logrado su objetivo.
— Sango, por favor. Tenemos que hablar.
Nuevamente no obtuvo respuesta, logrando que se sintiera invisible, ignorado por completo. Sabía que la muchacha estaba en la casa, se lo había confirmado uno de los vecinos cuando llegó y golpeó sin ser atendido; y era obvio que estaba molesta con lo que había ocurrido. Él también lo estaba, pero no tuvo de otra más que hacerlo. Nunca pensó que iba a encontrarse con que su novia fuera quien había apresado a su cliente, mucho menos que luego lo agrediera de esa forma, fuera por la razón que fuera. Negó con un gesto, necesitaba explicarse, se sentía bastante mal por todo eso y si no lograba solucionar la situación pronto, terminaría ahogándose.
— Sanguito, preciosa… por favor… — Se sentó junto a la puerta, escondiendo la cabeza entre sus rodillas, estaba perdido. — Sólo te pido que me escuches…
No sabía que más hacer. Si era necesario, se quedaría junto a su entrada toda la noche, para así toparla al día siguiente cuando saliera al trabajo e intentar explicarle lo que había pasado. Incluso podría quedarse ahí eternamente, lo único que le importaba en esos momentos era aclarar la situación. Su móvil de pronto emitió un pitido, indicándole que un mensaje había llegado. Miró la pantalla y vio que era de su jefe, quien le agradecía el trabajo realizado. Guardó el aparato, eso no logró animarlo en lo más mínimo.
— Sango…
Esta vez fue más un susurro, una súplica. La puerta se abrió lentamente, dando paso a la castaña en pijama, quien le hizo un gesto a él para que se pusiera de pie e ingresara al departamento. Miroku pudo notar que ella había estado llorando, a pesar de que ahora intentaba regresarle una expresión indiferente mientras le señalaba un sofá.
— Si sigues afuera, te vas a resfriar. Puedes dormir aquí, traje un par de mantas para que no pases frío. Buenas noches.
Hizo ademán de querer volver a su cuarto, pero Miroku le tomó la mano para detenerla y la acercó a él, abrazándola con aprehensión mientras respiraba su aroma y aguantaba las lágrimas, le dolía saber que ella sufría por su culpa, y sumado a que intentara serle indiferente…
— Lo siento, Sango. Yo no… no sabía que eras tú quien los había apresado… Si lo hubiese sabido, yo no…
— ¿Eso hace alguna diferencia? — Intentó sonar fría, estaba molesta. — Esos sujetos son delincuentes, y tú hiciste que quedaran en libertad.
— Cualquier abogado lo habría hecho, sólo tenían que pactar la fianza y firmar una declaración jurada…
— ¡Pero no fue cualquier abogado quien lo hizo! ¡Fuiste tú! — Se separó de él para mirarlo acusadora. — ¿Desde cuándo tus clientes son criminales? ¿Acaso ya olvidaste el motivo por el que te convertiste en abogado? Porque yo lo recuerdo perfectamente: Para proteger al inocente y buscar la justicia. ¿No fue eso lo que me dijiste cuando tomaste la decisión?
— Sí, eso fue lo que dije — aceptó, resignado —. Pero las circunstancias han cambiado. Todos tienen derecho a una defensa…
— Claro, y quien pueda pagar tus honorarios, sin importar si es culpable o no, tendrá tus servicios. ¿Esas son las circunstancias ahora?
— No, Sango, no es así. No estás dejando que me explique.
— ¿Qué quieres explicarme? ¿Cómo terminaste defendiendo a los imbéciles que, no sólo infringieron la ley, sino que, además, querían abusar de tu novia? ¡Pues entonces, explícamelo, porque yo no lo entiendo! ¡El Miroku que yo conozco no lo habría hecho!
— ¿Intentaron abusarte? ¿Esa fue la razón por la que los golpeaste? — Ahora él también estaba molesto, no sabía ese gran detalle.
— Sí, por lo menos yo puedo defenderme. Pero imagina si lo intentan con otra persona… hoy podrían haber matado a alguien con esas armas… ¡Y tú los sacaste de prisión!
— ¡Lo siento! ¡Cometí un error, lo sé! — Miroku apretó los puños y levantó un poco más la voz. — ¡Pero no pude evitarlo! Créeme, si hubiese dependido de mí, los hubiera dejado bastante tiempo tras las rejas.
— ¿Y por qué no pudiste evitarlo? ¿Acaso ya no decides tú qué casos tomar?
— Ese tipo es cliente de mi jefe. Hoy lo llamó para informarle de su situación, pero él está fuera de la ciudad y no podía venir a sacarlo. Me llamó para ordenarme que lo supliera y los liberara. No pude decirle que no, me arriesgaba a perder mi empleo — soltó un suspiro, se sentía derrotado —. Quizá no soy mejor que otros abogados a los que sé que odias, poniendo en peligro a los demás por cuidar mi puesto de trabajo… Lo siento, tienes razón.
Sango lo observó bajar los brazos, abatido, mientras huía de su mirada. Se mordió el labio, estaba siendo demasiado dura. Ella sabía cómo funcionaba el sistema, era consciente de que, tarde o temprano, Miroku tendría que defender a alguien que no fuese inocente. Independiente de lo que él pensara o quisiera hacer, ninguno de los dos podía escapar de la realidad. Se acercó a él y lo abrazó, sabía que lo había herido, esa no era su intención. Sólo estaba molesta, no era su culpa después de todo. Él se sorprendió con el gesto, pero estaba tan abatido que simplemente se dejó atrapar por la calidez que ella le entregaba, refugiándose en su pecho, queriendo que el resto del mundo desapareciera y que sólo quedaran ellos dos.
— Lo siento, Miroku, no quise decir todo eso… no es tu culpa, comprendo que no podías hacer nada más… perdóname, soy demasiado extremista y olvido que la realidad es muy distinta a nuestros sueños…
— Ojalá pudiéramos crear nuestra propia realidad, y así no tendrías que trabajar tanto ni yo haría a un lado nuestros valores sólo porque el sistema nos obliga…
— Podemos seguir intentando, ¿no crees?
Miroku sonrió, abrazándola de vuelta mientras se sentaban en el sofá, ya más tranquilos los dos. Depositó un beso en su cabeza, la angustia que lo había acompañado desde que vio a Sango en la estación junto con el sujeto al que iba a defender, se esfumó en ese instante, porque sabía que nadie lo amaría más que ella, así como él tampoco amaría a nadie más.
Revolvió su té, pensativa mientras escuchaba a su amiga, notando todas las señales de alerta que conocía en su relato. No quiso interrumpirla hasta que ella misma indicó el punto final de la historia, soltando un suspiro cansino, dándose cuenta recién de lo agotada que la tenía la situación.
— Entonces, no sé qué hacer. Tengo miedo, jamás había tratado así a Miroku…
— No es algo tranquilizador en realidad — Kagome negó con un gesto, preocupada —. Está bien que tengas un carácter fuerte, pero creo que tienen un problema.
— Lo sé, es lo que siento, pero no sé qué hacer. Ni siquiera he podido determinar cuál es el problema — la castaña parecía confundida —. Le he dado vueltas y aún no encuentro una respuesta.
— Bueno, es complicado — la azabache bebió un poco de su té, analizando la situación —. Dijiste que últimamente has tenido demasiado trabajo, ¿no? Quizá estés un poco estresada y les haga falta tiempo para los dos… Hace bastante que no salen a distraerse.
— Sí, pero tampoco veo muy factible que podamos darnos el tiempo pronto, sigo con muchas guardias asignadas y Miroku tomó un par de casos grandes para compensar el… — Detuvo su explicación cuando notó el gesto de escepticismo de su amiga. — Sólo estoy poniendo excusas, ¿verdad?
— Así es. No es necesario que sea mucho tiempo, podrían simplemente salir una noche, alejarse del caos que hay acá y conversar… creo que también les hace falta hablar sobre esto. Es posible que no estés viendo todo el asunto, y de seguro Miroku debe tener su propia perspectiva de lo que está pasando.
— ¿Y si él realmente no tiene tiempo? Ya sabes que cuando se enfrasca en un caso…
— Sango, te aseguro que, si le dices a Miroku que salgan, aunque sea a mirar la luna en la esquina, él deja todo tirado y te acompaña. No lo sigas alejando.
— De acuerdo, tienes razón. Yo misma estoy poniéndonos obstáculos, lo siento.
— Así está mejor. Sólo date ánimo, verás que entre los dos podrán solucionarlo.
Sango sonrió, agradeciendo las palabras de su amiga, porque sabía que una opinión externa a veces ayudaba mucho en este tipo de situaciones, además de que necesitaba desahogarse y lo mejor era hacerlo con ella. De pronto miró la hora, dándose cuenta de que ya era hora de irse.
— Lo siento, Kagome, pero debo volver a la estación. A Naraku se le ocurrió hacer reunión hoy. No sé qué querrá ahora.
— Tu jefe es un asco. Por eso yo prefiero ser mi propia jefa — le sonrió mientras recogía las tazas de la mesa —. Además, así puedo invitar un café con pastel a mis amigas cuando están tristes.
— Gracias, no sé qué haría sin ti. Hablamos luego, te estoy contando cualquier cosa. Adiós.
— Adiós.
Sango se dirigió rápidamente a la estación, un poco ansiosa debido a la dichosa reunión. Era raro que Naraku, su jefe, hiciera citaciones así, algo debía haber pasado, y sólo lo iba a averiguar asistiendo a la tan anunciada junta.
Miró el contrato que estaba frente suyo y luego volvió a levantar la mirada hacia su jefe, confundido. Sabía que la firma para la que trabajaba tenía convenios variados y cuando le ofrecieron ese empleo, le habían dicho que le darían la oportunidad de desarrollarse profesionalmente en el área que fuese de su interés. Nunca habían mencionado que tendría que responder, además de los casos que tomaba sin recibir comisión, por acuerdos con instituciones privadas y personas particulares.
— ¿Y bien? — El hombre sentado del otro lado del escritorio lo miraba expectante. — ¿Tienes alguna duda o queja? Estoy esperando tu firma.
— Yo… lo siento, pero no entiendo, señor Shishinki. La Fiscalía me busca específicamente a mí por esos casos, ¿por qué tengo que firmar este contrato? — La duda era aceptable, el mismo Sesshōmaru le había dicho que no aceptaría tan fácilmente a otro.
— Porque la Fiscalía no te paga directamente a ti. Es un convenio: ellos nos dan cierto aporte anual, y nosotros les ofrecemos el servicio con cualquiera de nuestros abogados. Que al señor Sesshōmaru le haya gustado tu trabajo y nos pida como primera opción tu colaboración, no significa que no podamos asignar a alguien más en tu lugar.
— Bien, eso lo entiendo. Pero… firmar este contrato…
— El convenio con la Fiscalía no es el único que aporta para tu sueldo. Como sabes, las empresas privadas y los particulares son una parte importante de nuestros ingresos, porque invierten más del 70% del capital con el que manejamos a nuestro equipo. Por lo tanto, como parte de esta firma, debes atender todos los casos que se te asignen, ya sean de la Fiscalía o de otros convenios. Incluso si es un particular, no deberías negarte. Además, trae sus beneficios adicionales: tus honorarios van a estar agradecidos.
Miroku volvió a releer parte del contrato, no muy convencido. Ya había tenido problemas por un cliente particular que ni siquiera había sido suyo, más bien era un favor a su jefe, y casi pierde a Sango por eso. Ahora le estaban ordenando que debía aceptar casos así, donde no defendería al inocente, sino a quien tuviese el dinero suficiente como para pagar los honorarios que le exigiera la firma. Lo estaban acorralando a eso, lo podía sentir.
— ¿Y si me niego a firmar?
— Te desvinculamos de la firma. Perderás la antigüedad y el prestigio que has obtenido este tiempo, además de la oportunidad de seguir trabajando con la Fiscalía — Shishinki apoyó su mentón sobre sus manos, aún esperando una respuesta —. Claro que no te costará encontrar trabajo en otra firma, te has hecho un buen nombre estos meses. Pero nadie más trabaja con el fiscal. ¿Qué dices? Te irías sólo para comenzar a hacer en otro lado, lo que estarías negándote a realizar acá.
Cerró los ojos e inhaló profundo, sabía que él tenía razón y que ahora tendría que evaluar el mal menor. Tomó el bolígrafo que estaba junto al contrato y lo firmó, luego estampó la huella digital de su pulgar derecho junto a su firma y le entregó los papeles a Shishinki.
— Ya está hecho. ¿Necesita algo más?
— Por ahora, no… Tomaste una buena decisión — le sonrió, pero el gesto no fue devuelto por su empleado, quien sólo hizo una leve reverencia antes de ponerse de pie y caminar hacia la puerta —. Oye, Tsujitani… Buen trabajo con el señor Kido ese día. Te pagaré tu parte.
— No es necesario, sólo hice lo que me pidió — murmuró como respuesta, no quería tener ese dinero, sentía que estaba sucio —. Si me disculpa, volveré a mi oficina a preparar la audiencia de mañana.
— De acuerdo, ve. Pronto tendrás más noticias sobre esto.
Alcanzó a ver como él movía las hojas que acababa de firmar antes de cerrar la puerta y volver a su trabajo, desganado. Al parecer, aunque lo intentara no iba a poder ganarle al sistema y terminaría defendiendo a quienes se había propuesto no hacerlo. Tendría que explicárselo a Sango, no quería tener problemas luego por no habérselo dicho, ya que sospechaba que más de alguna vez volvería a enfrentar una situación como la de unos días atrás y eso no era lo algo que quisiera seguir viviendo.
La sala de reuniones estaba repleta de policías impacientes, todos murmurando entre ellos teorías sobre el motivo del llamado del Jefe. Algunos decían que quizá fuese un despido masivo – contaba la leyenda que le gustaba hacerlos en público –, otros creían que podía estar por anunciar su compromiso con alguna mujer o incluso, que iba a retirarse. También consideraban posible el hecho de que fuese a dejar a algún oficial en vergüenza frente a todo el equipo, regañándolo en ese preciso instante por alguna falta que él considerara grave.
Pronto los murmullos comenzaron a cesar, cuando Kagewaki Naraku se hizo presente ingresando por la puerta lateral y ordenando unos papeles en el podio de orador mientras esperaba el silencio total.
— Bien, tengo novedades para todos ustedes. Seré trasladado como superior a otro departamento, información que no necesitan conocer. Así que ya no veré más sus patéticas caras.
— ¡Ni nosotros la tuya! — Se escuchó a algún valiente expresar lo que todos pensaban en ese momento.
— Sé que fuiste tú, Bankotsu. Luego hablaremos — hizo una pausa mientras fijaba su vista en el responsable, para luego seguir con su comunicado —. Así que, hasta nunca. Desde hoy, la Jefatura queda a cargo del oficial Takeda Kuranosuke. Sí les quiere decir algo, allá él. Es todo por mi parte… ¡Oh, cierto! Kuwashima, a mi oficina.
Mientras el nuevo Jefe de Policía se subía al podio para decir algunas amables palabras de introducción, mirándola a ella atentamente mientras recorría su camino, Sango siguió los pasos de Naraku hasta la oficina que, dentro de poco, dejaría de usar.
— ¿Sabes por qué te hice venir? — La pregunta parecía capciosa, como si ella fuese culpable y debiese disculparse antes de escuchar el sermón. Negó en respuesta, podían ser tantas cosas… — Bueno, cometes tantas faltas contra los civiles, que imagino no llevas una cuenta. Kido Ichiro, ¿te suena?
Frunció el ceño, recordaba muy bien a quién pertenecía ese nombre y más la situación que había experimentado durante su detención. Involuntariamente, chasqueó la lengua como restándole importancia, algo que no fue del agrado de su superior.
— Sí lo recuerdo.
— Bueno, deberías saber que el señor Kido es hijo de un importante contribuidor y debiese recibir un trato especial por eso. No es apropiado que salga de la estación con lesiones leves a moderadas luego de una detención de rutina en donde no se pudieron levantar cargos y él no presentó conductas violentas. ¿No lo crees?
Sango rodó los ojos, segura de que ella había sido acusada de ser agresiva sin razón. — ¿Puso un reclamo?
— Su abogado quería interponer hasta una demanda. Saliendo de acá, constataron lesiones en una clínica y trajo la evidencia hoy por la mañana. ¿Sabes lo grave que es?
— ¡Yo no lo herí! — Resopló molesta, sabía medir sus golpes y sólo había aplicado la fuerza suficiente para inmovilizarlos, asegurándose de no causarles ninguna lesión. De pronto, parpadeó un par de veces, cayendo en cuenta de algo. — Espera, ¿su abogado los acompañó a constatar lesiones cuando salieron de acá…?
— Así es. No sé qué habrá pasado, pero no puedes tener ese comportamiento. Vas a ser castigada por un mes. No sabes cuánto me costó convencer al abogado para que sólo dejara un reclamo… Volverás a Tránsito.
— P-Pero… ¡No puede hacer esto! ¡Yo no lo herí, estoy segura, y ellos estaban buscando problemas!
— No voy a transar contigo, Kuwashima: está decidido.
— ¡Ni siquiera he podido defenderme! Es injusto, todos aquí saben que no hago uso desmedido de mi fuerza y…
— Dile eso al bendito abogado, creo que lo conoces mejor que yo.
Ella abrió la boca, incrédula. No podía ser verdad, ¿acaso Miroku…? Pero era ilógico, él no había estado de acuerdo con la idea de poner un reclamo, y sabía que menos lo haría después de sacarlos de ahí, no era su abogado defensor.
— ¿Hay algún problema aquí, Naraku?
La voz del nuevo Jefe interrumpió su análisis, logrando que lo mirara de frente, aún con el rostro confundido por las palabras del que pronto dejaría de ser su superior.
— Sólo estoy imponiendo un poco de disciplina. Algo que tendrás que aprender a hacer, en especial con algunos — respondió él, mirándola con desprecio.
— Ya veo. Pero oficialmente, ya no estás a cargo. Quizá deba tomar las riendas ahora, ¿no crees? — Kuranosuke sonrió, haciéndole un gesto hacia la puerta al aludido.
— Como gustes. Hasta nunca.
Naraku abandonó la oficina con un gesto despectivo, llevándose sus cosas y cerrando la puerta de golpe. Sango resopló, estaba completamente molesta y no estaba segura de cómo canalizar esa furia sin explotar. Intentó contar hasta diez y pensar que su antiguo superior sólo mentía, porque Miroku jamás habría llegado a ese punto, él mismo le dijo que lo había hecho únicamente porque su jefe se lo había pedido. Pero ¿y si ahora también había sido un favor que él le pidiera? Gruñó involuntariamente, sabía que eso podía pasar, pero seguía siendo algo molesto. ¿Iba a poder aceptarlo algún día sin enfadarse, consciente de que no era responsabilidad de Miroku, sino su obligación y eso no significaba que estuviese de acuerdo? Porque debía saberlo pronto, de lo contrario tendrían más problemas de lo que ella esperaba.
— Creo que te perdiste mi discurso de presentación por este regaño. ¿Fue algo muy grave?
Ella levantó la mirada hasta la de él y se encogió de hombros. — No sabría decirlo. Un sujeto puso un reclamo porque dice que me excedí en el uso de la fuerza mientras estaban detenidos.
— ¿Y fue así? Porque no recuerdo que fueses agresiva en exceso, a menos que lo ameritara la situación.
Sango se sonrojó levemente, recordando viejos tiempos. Kuranosuke la conocía desde la infancia, sus familias eran muy cercanas y habían compartido desde muy pequeños. A diferencia de ella, él solía ser más diplomático y tranquilo, aunque le gustaba verla en acción, decía que parecía un lirio danzando entre la hierba. Cuando el castaño iba a comenzar la primaria, se mudó de ciudad y estuvieron un tiempo alejados, unos cuantos años en los que ella conoció a Kagome, InuYasha y Miroku. Para su regreso, ya no eran niños y pronto Sango se percató de que Kuranosuke la veía como más que una amiga. Como le tenía mucho cariño y él era todo un caballero con ella, comenzaron una relación con la que ambas familias estuvieron de acuerdo y apoyaron, pero con el tiempo las cosas comenzaron a fallar, ninguno de los dos tenía la misma percepción de la relación y decidieron que lo mejor era seguir siendo amigos. Un tiempo después, él volvió a irse de la ciudad para ingresar en la Academia de Policía y desde entonces, no se habían visto. A veces él le escribía correos para saber cómo estaba, ella los respondía cortésmente, agradecida de su preocupación. Nunca pensó que lo volvería a ver, menos que sería su Jefe.
— Bueno, estaban provocándome. Querían tener un poco de acción conmigo y, por supuesto que yo no se las di. Si eso está mal, pues entonces, merezco el castigo.
— No creo que los delincuentes tengan derecho a ofendernos, menos a faltarte el respeto así, sin tener consecuencias. Además, nadie asegura que efectivamente, esas lesiones hayan sido causadas por ti — Kuranosuke le sonrió de una forma fraternal que le causó un sentimiento extraño en el pecho.
— ¿Lo dice en serio? Porque siempre termino con algún llamado de atención o castigo por situaciones así… — Era tan extraño tener apoyo de su superior, no estaba acostumbrada a eso.
— Claro que sí — soltó una risa tranquila, intentando alivianar el ambiente —. Y no me trates de usted, puedes tutearme. Nos conocemos desde hace años, ¿ya lo olvidaste?
— N-No, claro que no… Pero eres mi superior, no quiero faltarte el respeto.
— Tranquila, puedes guardar las apariencias mientras estemos con otras personas, pero entre nosotros…
— De acuerdo, tienes razón.
— Así me gusta. Oh, y no te preocupes por ese castigo… No creo que sea necesario, después de todo quien está a cargo ahora soy yo. Puedes volver a tus labores por ahora.
— Muchas gracias, Kuranosuke. Es bueno que estés aquí.
— Sí, creo lo mismo. Hasta luego.
Sango abandonó la oficina sintiéndose extrañamente más tranquila. Tener a alguien que la apoyara de esa forma era reconfortante a un punto que no había pensado que podría llegar a sentir. Por lo menos ahora, no se sentiría sola peleando contra el mundo.
¡Hola de nuevo! Como dije, la actualización no será tan tardada (o eso espero), porque el fic ya está algo avanzado y la trama está decidida. Sólo falta afinar detalles y escribir. Y bueno, ya vamos viendo cómo los problemas van presentándose. La dura y triste realidad a veces juega mucho en contra, destruyendo sueños de una forma bastamte cruel. Hay que saber lidiar con eso y, además, ser perseverante y no rendirse. Por lo menos, sabemos que ellos tienen esas cualidades. A ver cómo les va.
Gracias infinitas a Loops y a Nuez por sus adorables reviews y por seguir esta historia, a pesar de que sospechan que el dolor viene aproximándose. Espero ansiosa sus apreciaciones sobre este capítulo.
Un abrazo enorme a todos, nos leemos pronto~
Yumi~
