DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.


Je vais T'aimer —

IV

— Conflictos familiares —


—"Puedo ver la inquietud en tu rostro, tratas siempre de ocultarlo,
como si te resistieras a que aquellas huellas del pasado retornaran.
Incluso tratando de huir, es extraño...
Mi corazón aún te dibuja.

Cuando elevo la mirada, el cielo me cubre con un perfecto resplandor.
Si tan sólo pudiéramos ser como el sol, brillando todo el tiempo..."—

— Hitomi no Juunin;Lar'c~en~Ciel —


— Vamos, los dos se están esforzando. Sólo tienes que ignorar todo lo que pasa en esa corte.

— Claro, no es como si Miroku quisiera realmente estar ahí.

Miró a sus amigos mientras bebía su té, las palabras de apoyo eran mucho para ella, de verdad las apreciaba y sabía que eran ciertas. Ponía todo su esfuerzo en no pensar que era su novio quien la increpaba cada día que tuviesen audiencia por ese caso. No era eso lo que ahora le estaba molestando.

— Lo sé, no estoy molesta por eso. Estoy tratando de no mezclar esto con nuestra relación.

InuYasha soltó un bufido mientras Kagome chasqueaba la lengua al verlo llevarse una rosquilla más a la boca.

— Si no es eso, no entiendo qué es lo que te está molestando ahora. Dijiste que lo habían hablado.

— Sí, lo hicimos — Sango inhaló profundo, no sabía bien por dónde comenzar —. Pero su jefe es un asco. ¿Recuerdan a ese tipo, el tal Kido? ¡Ahora resulta que pondrá una queja por acoso! ¡Acoso! ¿Pueden creerlo?

— ¿Acoso por tu parte? — InuYasha entrecerró las cejas, confundido. — Pero si sólo cumples tu trabajo…

— Claro, pero hace un par de días el muy idiota se pasó un par de semáforos en rojo y yo estaba haciendo apoyo en Tránsito porque Hōjō se enfermó… ¿lo recuerdas? — Su compañero asintió con un gesto antes de que ella continuara con su historia. — Pues, le cursé la infracción correspondiente y, como sería segundo procedimiento en el que estamos involucrados los dos en menos de 3 meses, Shishinki dice que es algo personal.

— Que se joda, es un imbécil — volvió a echarse otra rosquilla a la boca luego de dar su sentencia, como si eso solucionara el problema.

— Bien, es algo tedioso y sé que es un problema para ti, pero ¿qué tiene que ver Miroku?

— Ahora es el abogado asistente de Shishinki. Lo tiene para los mandados, prácticamente. Él fue a dejar el reclamo, estuvo casi una hora hablando con Kuranosuke…

— Ya veo… pero sabes que no es algo que haga por su cuenta — Kagome lo defendió, ella sabía que su amigo jamás haría eso por voluntad propia —. InuYasha, deja de comer… ¿quieres?

— Keh, déjame en paz — el aludido volvió a comer más rosquillas antes de seguir con el tema —. Shishinki es un hincha pelotas, igual que Naraku y Sesshōmaru — la repostera le dio un codazo en las costillas por la expresión utilizada, pero él la ignoró por completo, continuando con su idea —. Deberían simplemente ignorarlo.

— Miroku ahora es prácticamente su esclavo — Sango negó con un gesto, no era sólo lo que debía hacer, sino el tiempo perdido —. Antes, el problema eran mis rondas para poder pasar tiempo juntos. Ahora que ya puedo tener rondas mas parejas, Miroku pasa casi todos los días en la oficina. Anoche llegó cerca de las 2 de la madrugada a su casa, cansado. Y no es primera o segunda vez. Las últimas 3 semanas han sido horribles en ese sentido… ni siquiera hemos podido coordinar para irnos juntos al trabajo.

— Ése si es un problema — la azabache asintió, por lo menos antes se veían todos los días por la mañana, ahora ni eso —. Pero creo que es uno que pueden solucionar. Es cosa de que hagan concordar sus tiempos libres…

— Créeme, es más difícil de lo que parece. Porque, con todo esto de las audiencias, hay días que, aunque tengamos tiempo, no podemos juntarnos, porque si alguien nos ve, puede creer que confabulamos en la defensa del caso y será todo un lío. Ya nos lo advirtieron hace un par de días.

— Todos son unos imbéciles — InuYasha aplastó la caja de rosquillas ya vacía, demostrando su enfado —. Tú deberías haberte salido del caso en cuanto pudiste, si sabías que Miroku no podría negarse. Takeda te dio la opción.

Sango suspiró, esa hubiese sido la salida fácil, pero no podía tomarla. De seguro InuYasha no lo entendería, pero no le importaba. Ella tenía claro porqué había decidido seguir con eso.

— Sí, me la dio, pero no puedo evitar esto por siempre. Si no era este caso, sería otro en uno o seis meses, un año… tarde o temprano, íbamos a tener que estar en esta situación. Lo mejor es no aplazarlo más, enfrentar el obstáculo lo antes posible para saber si podemos superarlo, y conocer las dificultades para aprender a sobrellevarlo. Aplazar el conflicto no es la solución.

— Sango tiene razón, InuYasha — Kagome la apoyó, asintiendo con un gesto —. Sólo hubiesen estado posponiendo lo inevitable. Lo único que les queda por hacer, es seguir adelante.

— Por supuesto, lo que digan — él le hizo un gesto despectivo antes de ponerse de pie —. Debo ir a mi ronda nocturna.

— Claro, yo limpiaré aquí y cerraré el local — Kagome también se puso de pie, mirando la hora.

— Te ayudaré entonces, ya terminé mi turno por hoy — Sango sonrió mientras recogía los trastes junto a su amiga.

— Genial. Cuídate, InuYasha — se despidieron con un gesto del oficial antes de seguir en lo suyo —. ¿De verdad podrán con todo esto? Miroku también está agotado con lo que pasa…

— Bueno, son las decisiones que hemos tomado. Debemos enfrentar las consecuencias — Sango soltó un suspiro, sabía que el panorama no era muy alentador.

— Ustedes son una hermosa pareja, sé que se quieren y me duele ver que tengan tantas dificultades — Kagome negó un tanto abatida, estaba preocupada —. Quisiera poder hacer algo para ayudarlos.

— Lo haces al escucharme, muchas gracias — le palmoteó levemente el hombro, eso era mucho para ella considerando que su familia estaba lejos y ellos eran los únicos con quienes tenía la confianza suficiente para desahogarse —. Además, tus pasteles siempre nos suben el ánimo.

— Podrías llevarte uno ahora, quizá mañana puedan juntarse, como es domingo…

— ¡Es una maravillosa idea! Pero no le diré nada a Miroku, quizá pueda darle una sorpresa…

— Claro. Ven, elegiré el más delicioso.

Sango acompañó a su amiga hasta la vitrina de los pasteles y esperó a que ella escogiera el indicado para luego terminar de limpiar y ordenar el lugar y marcharse a su casa, necesitaba descansar y planificar qué haría al día siguiente para sorprender a Miroku.


Llegó a su departamento y escuchó ruido al interior, algo que puso todos sus sentidos en alerta. Dejó el pastel a un lado de la puerta y la abrió lentamente, con una mano en su arma de servicio lista para apuntar al intruso en caso de ser necesario. Ingresó a la sala, notando que el sonido provenía de la cocina. Se dirigió sigilosamente hacia el lugar, notando que un agradable aroma a comida comenzaba a inundar su hogar. Frunció las cejas, ¿quién entraría a su casa a cocinar? Sabía que no era Miroku porque él acostumbraba a dejar sus cosas en el sofá y éste se encontraba desocupado ahora. Avanzó lentamente, estaba totalmente confundida con eso.

— ¡Hermana!

Unos brazos juveniles la rodearon, abrazándola con tal cariño que lograron que soltara su arma y se quedara perpleja.

— ¿Kohaku? Entonces, quien está en la cocina es…

— ¡Hija, ya llegaste! — Su padre salió a su encuentro, saludándola con una sonrisa cálida y una segura palmadita en el hombro. — ¿Un día largo? ¿Por qué traías tu arma?

— ¿Papá…? — Terminó de procesar que tenía visitas para luego responderle al hombre que aún esperaba su explicación. — ¡Pues, porque pensé que había intrusos en mi departamento! ¿Cómo entraron?

— Guardo una copia de tu llave en caso de emergencia. Veo que no has cambiado la chapa en todo este tiempo — su padre le mostró el objeto de metal antes de volver a guardárselo en el bolsillo y luego sonrió nuevamente —. ¡Vamos! ¿No estás feliz de vernos aquí?

— Y-Yo… es sólo que no me esperaba su visita.

— Tranquila, no te molestaremos, lo prometo — el mayor le hizo un gesto del pulgar arriba, intentando calmar su repentino estado de "esto no estaba en mis planes".

— Le dije a papá que debíamos avisarte, pero insistió en que sería una linda sorpresa — Kohaku intentó explicarse, notaba la pequeña incomodidad de su hermana.

— Está bien, lo comprendo — asintió con un gesto, luego sonrió alegre —. Y en realidad, los extrañaba. Pensaba visitarlos durante el invierno junto a Miroku.

— ¿Aún sigues saliendo con ese muchacho? — Notó el cambio de tono en la voz, su padre aún no estaba de acuerdo.

— No estamos saliendo, papá, somos novios. Ya llevamos 3 años juntos. ¿Lo olvidas?

— Él siempre sube fotos con ella, se ven muy bien juntos — Kohaku le sonrió alegre a su hermana, dándole su aprobación.

— Claro, cualquiera se vería bien junto a mi hija — Sango rodó los ojos al escucharlo, los celos de padre eran evidentes —. ¿Y ya sentó cabeza? Porque recuerdo que era bastante mujeriego cuando eran amigos…

— ¿Podemos cambiar el tema? Había olvidado lo mucho que te gusta recalcar los errores de los demás — ella se cruzó de brazos, lanzándole una mirada asesina a su padre.

— De acuerdo, omitiré comentarios… por ahora — murmuró la última frase, pero sus hijos la escucharon de todas formas.

— Sólo espero que te comportes — su mirada de advertencia debería haber sido suficiente señal para que él desistiera de cualquier intento por fastidiar al moreno, pero ella sospechaba que no existía nada que lograra ese objetivo. Negó con un gesto resignado, tendría que intentar no tomar en cuenta sus comentarios —. Iré a buscar el pastel que dejé junto a la puerta.

Recuperó el obsequio de Kagome y lo dejó en el refrigerador; le ofreció ayuda a su padre en la cocina y junto a su hermano, asistieron al hombre que había decidido lucirse con un platillo extranjero aquella noche. Luego de eso, Sango fue a darse una ducha antes de cenar, mientras la comida estaba lista y sus visitas sorpresa alistaban la mesa para la comida. Antes de que la muchacha volviera, el timbre interrumpió la calma del lugar, aunque no sorprendió al chef de turno, quien se dirigió a la puerta abriéndola alegremente, sin embargo, su gesto cambió de inmediato al ver al recién llegado.

La sorpresa fue algo mutuo, Miroku abrió la boca al verlo en la entrada, parpadeando un par de veces para saber si de verdad estaba viendo al padre de su novia en el departamento.

— ¿S-Suegro? — Murmuró entrecortado, aún procesando el hecho en sí, bastante confundido.

— Señor Kuwashima todavía para ti — corrigió, aclarándose la garganta —. ¿Qué quieres?

— L-Lo siento, señor Kuwashima… vengo a ver a Sango.

— Ella está ocupada en estos momentos, quizá deberías volver otro día, cuando tenga tiempo para-

— ¡Miroku! — El hombre fue interrumpido por su hija, quien lo hizo a un lado para abrazar al recién llegado. — Pensé que hoy tenías reunión con Shishinki…

— Salí temprano y decidí darte una sorpresa… aunque el sorprendido soy yo. No sabía que tenías visitas — era evidente que eso lo había impresionado.

— Bueno, no fuiste el único que decidió darme una sorpresa — le sonrió en un intento de alivianar el ambiente, porque cuando su novio y su padre se encontraban era palpable la tensión —. Pero entra, ven. Kohaku también vino, quizá ahora le puedas dar consejos amorosos… es más efectivo en persona que por chat. Así se entretienen un rato mientras la cena está lista.

— Sí, supongo que tienes razón. ¿No necesitan ayuda con la comida?

— Está todo bajo control — se apresuró en contestar el mayor, usando el tono firme que siempre tenía cuando Miroku estaba cerca —. No te necesitamos.

— Papá, basta, no seas grosero — Sango le dio un codazo en el brazo y luego le hizo un gesto para que la acompañara —. ¿Podemos ir a la cocina, por favor?

El tono usado le dejó claro que no era una petición sino una especie de orden, así que la acompañó no sin antes lanzarle una mirada de advertencia a su yerno, quien se encogió de hombros antes de saludar a su cuñado e iniciar la plática con él.

Una vez en la cocina, Sango encaró a su padre, molesta. Ya tenía suficientes problemas en su relación como para que él pusiera más tensión.

— ¿Qué crees que estás haciendo? — Le preguntó irritada, con la mirada acusadora.

— ¿Yo? Nada, sólo cuido de mi pequeña hija — respondió él, cruzándose de brazos.

— Ya no soy una niña, puedo cuidarme muy bien sola — le espetó, recalcándole el "niña" —. ¿Cuál es la idea de siempre atacar a Miroku?

— No me agrada. Es mujeriego, parrandero, no se toma las cosas en serio…

— Se ha portado bastante bien estos tres años…

— No es el tipo de hombre con el que quiero que mi hija pase el resto de su vida.

— Pues eso no te toca decidirlo a ti, sino a mí — Sango se apuntó el pecho con fuerza, estaba irritada —. Soy feliz junto a Miroku y sólo espero tu bendición a cambio, no un juicio moral de él.

— ¿De verdad eres feliz con él? — La pregunta la tomó por sorpresa, logrando que abriera la boca justo en el momento en el que el timbre volvía a sonar, confundiéndola aún más. ¿Acaso era el día de las visitas sorpresa? — Oh, invité a Kuranosuke a cenar, espero que no te moleste.

Soltó un pequeño gruñido, en tanto escuchaba a Miroku abrir la puerta y saludar a Kuranosuke, tan extrañado como ella. Lo hizo pasar al tiempo que ella y su padre salían hasta la sala para recibirlo.

— Hola, Kuranosuke. Qué sorpresa verte — ella le sonrió un poco forzosamente, algo que no pasó desapercibido por el castaño.

— Hola Sango, señor Kuwashima. Kohaku, Miroku — inclinó respetuosamente su cabeza a cada uno, para luego volver a dirigirse a la muchacha —. Tu padre me invitó, pensó que sería una buena forma de distraerte después de los complicados tiempos que hemos tenido en el trabajo. Pero si te incomoda mi presencia, me retiro.

— N-No, está bien. Ya estás aquí, después de todo — le sonrió en respuesta, tampoco quería ser grosera.

— Es tu hogar antes que nada, no deberías sentirte incómoda en él o recibir visitas no deseadas — volvió a disculparse, consciente de que no lo estaban esperando.

— Descuida, no hay problema. Será mejor que cenemos, ¿les parece?

Fue en lo primero en lo que todos estuvieron de acuerdo hasta el momento. Se sentaron a la mesa en tanto la dueña de casa y el mayor de los presentes se dirigían a la cocina para servir la comida. Una vez que todos tuvieron su plato y que estaban en sus puestos, comenzaron a comer, conversando de temas triviales que ni a Miroku ni a Sango les llamaron la atención, porque el señor Kuwashima había comenzado a preguntarle a Kuranosuke sobre sus progresos durante esos años que no se habían visto, felicitándolo por el puesto alcanzado y recalcando cada logro que conocía, a pesar de que el muchacho insistía en que no era necesaria tanta atención. De vez en cuando, el ojiazul apretaba más de la cuenta la mandíbula, sintiendo que estaba sobrando en esa mesa, sabiendo que su suegro no quería más que opacarlo.

— Bien, es hora de escuchar un poco de ti, Miroku — todos le prestaron atención al padre de Sango, quien ahora estaba con la mirada fija en su yerno —. Escuché que, desde el año pasado, has estado trabajando bastante con la Fiscalía, incluso personalmente con Taishō Sesshōmaru…

— Sí, en realidad es ese tipo de oportunidades las que me mantienen en la firma actualmente — asintió, extrañado de que el interrogatorio hubiese comenzado con la mención de un logro reconocible suyo.

— Sí, me han llegado buenos comentarios respecto a eso — el hombre bebió un poco de su copa de vino antes de continuar —. Has hecho un buen trabajo.

— Muchas gracias, hago lo mejor que puedo — aceptó el halago con una sonrisa, a pesar de que no quería tocar el tema del trabajo en esos momentos.

— Sí, lo sé. Y no sólo con esos casos — agregó ahora, dirigiéndole una mirada aún más severa —. Últimamente, has tomado casos más… beneficiosos para tu bolsillo, ¿no? Y has hecho un excelente trabajo con ellos también.

— En realidad, esos casos son asignados por la firma, yo no…

— Oh, claro. Todos tenemos que hacer cosas a la fuerza a veces, obligaciones que nuestros superiores nos imponen — cortó su explicación, anticipándose a una excusa —. Como, por ejemplo, tratar amablemente a los delincuentes, a pesar de que sabes que no lo merecen.

— Papá, creo que no puedes comparar eso con el trabajo de Miroku — Sango intentó ayudarlo, presentía hacia dónde iba su padre.

— Por supuesto, tienes razón. Porque nosotros no debemos defender a los culpables — ante las palabras, Miroku apretó los puños al tiempo que sentía cómo la castaña tomaba su mano —. Y menos enfrentarnos a alguien que, sabemos, está haciendo lo correcto, sólo para convencer al resto de que eso no es así.

— Basta papá, por favor.

— ¿Por qué, acaso le molesta hablar de su empleo? Pensé que estaba orgulloso de ser abogado y pertenecer a una importante firma — el tono terminó teniendo una pizca de burla, algo que los irritó a ambos —. Dime, Miroku, ¿qué se siente estar en esa posición, defendiendo a los criminales y atacando a mi hija?

Sango miró a su novio, notando el esfuerzo que estaba haciendo por controlarse y evitar responderle de una forma inapropiada a su padre. Ella no lo culparía, el hombre lo estaba provocando y se lo merecía, pero eso sin dudas le quitaría cualquier opción de ser aceptado de buena gana en la familia.

— No es algo que sea agradable, tampoco con lo que esté de acuerdo. Sólo intento cumplir con mi trabajo lo mejor que puedo, para no perder mi empleo ni la oportunidad de seguir tomando casos en la Fiscalía. A veces, debemos sacrificar algunas cosas por un bien mayor.

El padre de Sango hizo ademán de querer agregar algo, pero ella no se lo permitió, lanzándole una mirada asesina en tanto ofrecía el postre y retiraba los platos. El resto de la velada fue un poco más tranquila, porque por lo menos no volvieron a tocar el tema del trabajo, pero el ambiente siguió tenso hasta el final. Miroku estaba irritado, Sango estaba molesta y el señor Kuwashima seguía con su actitud recriminatoria que sólo podía volver aún más pesado el aire. Al final, terminaron de cenar con un nudo en el estómago y la sensación de que las cosas no estaban resultando, algo que no iba a desaparecer con tanta facilidad ahora.


Se tiró en su cama, molesto con todo: su empleo, su jefe, sus odiosos clientes, su suegro, su situación actual, su vida… Tenía cosas maravillosas, pero estaba comenzando a perderlas por culpa de… todo. Cerró los ojos, recordando lo incómoda que estaba su novia con cada comentario de su padre y con el tema de su enfrentamiento en la corte. ¿No podía simplemente dejar eso fuera de la conversación? Estaba cansado de lidiar con ese problema, de no tener tiempo para dedicarle a su relación, de ver la frustración en los ojos de su novia cuando respondía sus preguntas en el estrado…

Suspiró, intentando mentalizarse en lo que vendría: sólo un par de audiencias más, y los testimonios de los oficiales no serían requeridos porque las evidencias estarían procesadas y podrían basar su defensa en ellas. Eran un par de días más, pero parecía que cada hora era eterna. Además, con el padre de Sango de visita, todo se pondría incluso más difícil porque nunca le había tenido mucha simpatía, ahora menos con todo lo que estaba ocurriendo. Negó con un gesto, necesitaba descansar para ordenar sus ideas y de paso, esperar que la migraña que lo acompañaba desde la cena desapareciera. Ni siquiera hizo el esfuerzo de quitarse la ropa, quedándose dormido al poco rato.

El cansancio era tal, que el sueño fue profundo hasta el otro día. Lo despertó el sonido lejano del timbre y el golpeteo insistente de la puerta de entrada. Se restregó los ojos y buscó su móvil, dándose cuenta de que se había quedado sin batería. Apoyó sus dedos en su sien, el dolor estaba volviendo a aparecer y el constante ruido en la puerta no le ayudaba mucho. Caminó de forma lenta hasta el origen del sonido, necesitaba que parara de inmediato.

— Ya voy, ya voy… ya escuché — alzó la voz para que quien había perturbado su sueño, lo escuchara. Los golpes cesaron cuando él se encontraba a un par de metros de la entrada. Abrió la puerta, encontrándose con la inesperada imagen de su novia.

— ¡Sorpresa! — Ella le sonrió con cariño, mostrándole la caja de un pastel que llevaba en sus manos, seguro alguna creación de Kagome.

— ¿S-Sango? ¿Qué estás haciendo aquí?

— Hemos tenido tanto trabajo y tan poco tiempo para nosotros, que pensé en darte una sorpresa y venir a verte — la alegría en su rostro lo hizo sentirse culpable, él estaba lidiando ahora con el dolor incipiente en su cabeza y por su mente había pasado la fugaz idea de que preferiría estar solo todo el día. Esbozó una sonrisa, haciéndose a un lado para dejarla entrar y cerrar la puerta tras de ella —. Espero no ser inoportuna, tuve que decirle a mi padre que iría a ver a Kagome… ¿Aún vistes la ropa de ayer?

— Claro que no eres inoportuna, preciosa… y bueno, llegué cansado, me quedé dormido sin darme cuenta — recibió el pastel y lo dejó sobre la mesa, luego volvió a dirigirse a ella —. ¿Ahora tienes que mentirle a tu padre para poder verme?

— N-No… es sólo para evitar más problemas. Si le hubiese dicho, de seguro pierdo toda la mañana escuchando un sermón o recriminaciones del tipo "claro, venimos a verte desde tan lejos y ahora prefieres irte con tu noviecito".

— Bueno, no me extrañaría de tu padre — dijo un tanto despectivo, la relación con el señor Kuwashima había sido tensa desde que su relación con Sango había comenzado, así que no le sorprendían sus reacciones —. ¿Llegaron ayer?

— Sí, de hecho, pensé que alguien había entrado al departamento para robar o algo. Los recibí hasta con mi arma…

— Un gran recibimiento, me imagino.

— Mi padre me reclamó que no hubiese cambiado la chapa en todo este tiempo. Supongo que tendré que hacerlo pronto.

— Deberían agradecerlo, por esa razón no tuvieron que esperarte fuera.

— Es verdad. Aunque preferiría que me avisaran cuando decidieran venir. No tengo problemas con Kohaku, pero papá es un tema aparte.

— En eso estamos de acuerdo — su gesto cambió de pronto, llamando la atención de la castaña porque sintió la tensión en el acto —. ¿Ahora es el dueño de casa, invitando gente sin tu autorización?

La muchacha arrugó el ceño, notando la molestia del moreno. Se cruzó de brazos y soltó un leve bufido, ése era un reclamo directo contra la situación ocurrida la noche anterior. Como si ella tuviera la culpa de que su padre se tomara atribuciones que no tenía.

— Ya lo conoces. Yo no lo sabía, tampoco hubiese estado de acuerdo. Pero no pude hacer nada, ¿querías que echara a Kuranosuke? No puedo ser tan grosera, no era su culpa.

— Claro que no lo era, él jamás es culpable de nada — las palabras de Miroku estaban cargadas con una pizca de resentimiento, ella pudo notarlo sin dificultad —. El único que causa problemas acá soy yo, o por lo menos eso dejó claro tu padre anoche.

— ¿En serio vamos a hablar de esto ahora? — Sango se cruzó de brazos y lo miró recriminadora. — Lo único que quiero es pasar un rato con mi novio y olvidarnos de todo lo demás. ¿Es mucho pedir?

— Lo siento, pero tenemos que hablarlo — su expresión no se suavizó. Comprendía a la castaña, aún así no podía dejar pasar la oportunidad de conversar el tema —. Porque con tu padre aquí, dudo que lo de anoche sea una excepción. Nunca le he agradado y no va a dudar en hacerlo notar.

— Él no toma mis decisiones. Soy yo la que está contigo.

— Lo sé, pero tampoco vas a irte en su contra para defenderme. No lo has hecho en estos tres años, ¿por qué cambiaría eso ahora? A lo mucho, le pides que no hable más del tema.

— ¿Y qué quieres que haga? ¡Es mi padre! ¡Él y Kohaku son lo único que tengo!

— Tú eres lo único que tengo yo.

Sango enmudeció, aguantando las lágrimas y apretando los puños, atrapada en una mezcla de emociones contrarias. Estaba molesta, furiosa con Miroku por recriminarle que no lo defendiera en todo ese tiempo. ¿Cómo podría hacerlo? Su padre jamás cambiaría de opinión, eso ella lo había asumido hacía bastante, y por lo mismo prefería evitar el tema. No bastando con lidiar con su padre, ¿ahora su novio le iba a reclamar eso? Era injusto, ella hacía lo que podía. Por otro lado, sabía que él la quería, que hasta cierto punto ella lo era todo en su mundo, y que se esforzaba. Que últimamente tenía una carga enorme sobre sus hombros, que no la estaba pasando nada bien, que se martirizaba sintiéndose culpable por enfrentarse a ella en la corte, que sólo quería lo mejor para los dos, que estaba tan agotado física y emocionalmente que había llegado al punto de no ser capaz de cambiarse de ropa… ¿Qué estaban haciendo? Observó a Miroku sentarse abatido en el sofá, afirmándose la cabeza y cerrando los ojos, más afectado de lo que lo hubiese visto en todo ese tiempo. Se mordió el labio, ella era la causante.

— Miroku, lo siento… yo no quise…

— ¿Decir eso? — Él terminó su frase, negando con un gesto. — No importa, lo entiendo. Tienes una familia, después de todo. Creo que es mejor que te vayas, no vamos a llegar a nada con esta conversación.

Lo contempló unos segundos, indecisa. Tenía ganas de abrazarlo, de hacerle saber que también lo quería, y de borrar lo que había dicho; pero no sabía si sería suficiente o si en realidad algo de lo que hiciera en ese momento iba a remediar el error que acababa de cometer. Quizá lo mejor era esperar a que las aguas se calmaran un poco, dejarlo solo para que sus palabras no dolieran tanto y ella marcharse para tranquilizarse y buscar una forma en la que demostrarle lo que sentía. Caminó lentamente hacia la puerta, rogando internamente que él la detuviera, pero eso no pasó, así que giró el pomo y abrió, aguantando las lágrimas.

— Eres importante para mí, Miroku, mucho. Y te quiero. Nada de eso va a cambiar por los comentarios de mi padre, espero que lo tengas claro.

Salió del departamento, dejándolo con el pecho apretado y esa horrible sensación de no saber qué debía hacer con todo eso. Se pasó las manos por el cabello y la cara antes de comenzar a llorar, se sentía mal en tantas formas que no sabía cómo describirlo. Era consciente de que Sango lo quería y de que no podía hacerla elegir entre su padre y él, era ilógico. Pero el hombre lo sacaba de sus casillas con sus nada disimuladas muestras de desaprobación y lo mucho que le gustaba dejarlo mal frente a su hija. Y ahora acababan de discutir por su culpa… No le gustaba ver ese dolor en los ojos de la castaña, la angustia de tener que estar entre su padre y él, teniendo que tomar una actitud lo más imparcial posible y, aún así, sufriendo con sus enfrentamientos. Estaba mal, toda la situación estaba demasiado mal y no estaba seguro de si podría mejorar de alguna forma, porque se sentía atrapado entre la espada y la pared.

De verdad, Sango era todo lo que él tenía y sólo quería que fuera feliz.

Se recostó en el sofá, abatido y herido, con un pesar tan grande que sentía cómo lo aplastaba. Tenía que solucionar esa situación de una forma u otra, ya no podían seguir así.


Llegó a su hogar molesta y frustrada. Se sentía impotente frente a esa situación, porque pese a todo no podía cambiar el hecho de que Miroku tuviese razón y de que su padre siempre lo fastidiara de esa forma. También estaba harta de eso, le gustaría poder hacer algo al respecto, pero todo lo que había intentado, terminaba en un distanciamiento con su padre que duraba unas semanas y luego todo volvía a ser igual que antes. Era suficiente, eso estaba llegando a un límite que ella no quería traspasar.

— ¡Bienvenida de regreso, hija! Pensé que estarías todo el día fuera con Kagome…

Sango se volteó para observar al hombre acercarse a ella con una tranquila sonrisa en el rostro, provocando que ella apretara los labios. ¿Cómo era posible que estuviese tan tranquilo después de haber causado tantas molestias e incomodidades el día anterior? ¿Acaso no se sentía culpable?

— Pues no, ya estoy de regreso.

— ¿Ocurre algo? ¿Peleaste con tu amiga? — Él parecía preocupado, había notado el aura abatida, el gesto molesto y los ojos llenos de preocupación.

— No fui a ver a Kagome — decidió decirle la verdad, eso se estaba escapando de sus manos —. Estuve con Miroku.

— ¿Te hizo algo? — Todas sus alertas se dispararon, si ese sujeto había herido de alguna forma a su hija, lo pagaría caro. — Si se atrevió a…

— No me hizo nada. Él… — Se mordió el labio inferior, buscando las palabras para explicarse. — Él sólo quiere solucionar nuestros problemas.

— Si tienen problemas, es por culpa suya — volvió a atacarlo, sin ser consciente del peso de sus palabras. Sango se cruzó de brazos y lo miró acusadora —. Es la verdad, si él no tuviera ese trabajo…

— No puede cambiar su empleo, ya lo hemos hablado, y estamos intentando llevar esto de la mejor forma posible — lo defendió, no iba a seguir permitiendo que su padre lo atacara de ese modo —. Además, es la única posibilidad que tiene para seguir trabajando con la Fiscalía y lograr su sueño, construir su carrera para luego no depender de un idiota que sólo se interese en el dinero…

— Pero mientras eso ocurre, te está haciendo daño.

— No es así. Se preocupa por mí, intenta hacerme feliz. Y si eso no es suficiente para ti, considera que es mi elección. Yo decidí seguir con él pese a todo.

— ¿Estás segura? Les veo un difícil camino por delante. Apenas están comenzando, y ya no pueden más con esto. ¿Podrán seguir juntos después de todo lo que venga?

— Eso sólo podemos decidirlo nosotros — resopló molesta, su padre no estaba comprendiendo su mensaje —. No nos ayudas en nada recalcando los puntos negativos.

— Sólo intento hacerte ver la realidad.

— ¡La veo perfectamente! ¡Sé lo que pasará, lo estoy viviendo en carne propia! — Alzó la voz, sabía que él no iba a entender tan fácilmente. — ¡Y quiero seguir hasta el final, no me importa si debo enfrentarme a Miroku mil veces más en la corte! ¡No me importa si fue un mujeriego, o si tú consideras que no es alguien digno de mí!

— No me levantes la voz, jovencita, y mide bien tus palabras, podrías arrepentirte de lo que estás diciendo.

— ¡Ya me estoy arrepintiendo de no haberte dejado claras las cosas desde el principio! ¡Y no pienso bajar la voz! — Apretó los puños, estaba furiosa. — ¡Quiero que me escuches y dejes de fastidiar a Miroku! ¡Es el hombre que yo elegí y nada de lo que digas cambiará eso, porque lo conozco mejor que tú!

El señor Kuwashima tenía la boca levemente abierta, se había quedado sin palabras para responderle a su hija. Sango respiraba agitada, sus mejillas estaban rojas y sentía el rostro arder mientras las lágrimas abandonaban sus ojos y se perdían en la alfombra bajo sus pies. Era suficiente, ya no quería que nadie tratara de decirle qué hacer con Miroku. Intentó calmarse, pero sus puños seguían prietos y su corazón estaba acelerado, sentía que todo eso era demasiado injusto. Vio a su padre abrir y cerrar la boca un par de veces, sin encontrar algo que responderle. Cuando al fin parecía que iba a hablar, la serena voz de Kohaku los interrumpió, sorprendiéndolos por su repentina aparición.

— Papá, mi hermana tiene razón — apoyó su mano en el brazo de ella, entregándole todo su apoyo de esa forma —. Miroku puede tener muchas cosas malas, pero Sango lo eligió conociéndolo muy bien.

— Kohaku… — El hombre lo miró un par de segundos, aún dudando. — Eres demasiado joven para comprenderlo.

— Lo único que comprendo es que él adora a mi hermana y lo da todo por ella — el menor mostró tal seguridad en sus palabras, que logró que un nudo se formara en la garganta de Sango —. Y sólo quiere su felicidad. Nosotros tenemos que respetar su decisión.

El mayor se vio superado por sus hijos, quedándose en silencio un segundo antes de suspirar resignado mientras negaba con un gesto, no seguiría discutiendo ese tema. Quizá sus hijos tuviesen razón, quizá no… eso el tiempo lo diría, y por ahora sólo le restaba esperar. Por muchas expectativas que tuviese, no estaba en sus manos decidir el futuro de ellos. Se marchó, dejándolos solos en la sala. Sango inhaló profundo al tiempo que se dejaba caer en el sofá, el cuerpo temblándole por todas las emociones juntas. Su hermano se sentó a su lado y la abrazó con cariño, algo que hacía muy pocas veces pero que ella necesitaba en esos momentos.

— Gracias, Kohaku…. Yo…

— No me agradezcas. Sólo quiero que seas feliz. Además, Miroku me cae bien — le guiñó un ojo, logrando que ella sonriera más tranquila —. ¿Estás mejor?

— Sí, muchas gracias.

Su hermano también sonrió, feliz de haber podido ayudarla y esperando que su situación mejorara pronto, porque sabía que ambos lo necesitaban. Era demasiado evidente que tenían problemas y que estaban llegando a un punto en el que iba a ser difícil dar marcha atrás. Aunque apenas fuese un adolescente, su instinto de hermano menor le decía que debía apoyar a su hermana y que lo necesitaba más que nunca. Y ahí estaría para lo que ella requiriera.


Se restregó los ojos y volvió a mojarse la cara, con la vaga esperanza de que eso le quitara el dolor de cabeza, pero consciente de que ya no iba a ocurrir. Había despertado con él, permaneciendo aún después de que tomara un par de analgésicos bastante fuertes, lo que sólo le anticipó que esa molestia iba a acompañarlo todo el día. Era un dolor punzante, palpitante, que nacía en la nuca, subiendo hasta llegar a la sien, abarcando todo el cráneo. Le ardían y molestaban los ojos y no podía concentrarse, apenas era capaz de levantarse. Se miró en el espejo y esbozó una triste sonrisa: la imagen que le devolvía la superficie lisa era deprimente. El rostro estaba decaído, tenía unas visibles ojeras y los ojos estaban rojos, la expresión demacrada era demasiado evidente tras el cabello desordenado. Negó con un gesto, incluso su ropa estaba un poco raída, como si quisiera reflejar su miseria.

— Debo salir de aquí.

Se habló a sí mismo, determinado a hacer algo respecto a todo lo que estaba pasando. Se desvistió y se metió a la ducha, rogando porque el agua le ayudara a despejarse un poco y así pudiera decidir qué hacer luego. Había faltado al trabajo, por primera vez desde que había egresado como abogado. Nunca se había encontrado en tal estado que le impidiera cumplir con sus obligaciones. Eso ya lo había hecho preocuparse más de lo que estaba, pero sospechaba que todo ese malestar tenía que ver con la discusión que había tenido con Sango el día anterior. Shishinki le había dicho que tendría que devolver las horas perdidas, algo que él no quiso refutar en ese momento, no se sentía en condiciones de discutir. Lo único que quería era descansar y ordenar sus ideas, solucionar el gran problema que tenía ahora.

Dejó que el agua golpeara suavemente su cuerpo, alejando cualquier pensamiento negativo de su mente y tratando de enfocarse en las cosas maravillosas por las que debía seguir adelante. Permaneció bajo el chorro de agua tibia hasta que el dolor en su cabeza comenzó a menguar y ya no sintió tanta pesadez en su persona. Se vistió algo cómodo y, con la cabeza un poco más tranquila, tomó su móvil para enviarle un mensaje a su mejor amigo.

"Oye, ¿Sango fue a su ronda de hoy?"

Sabía que le tocaba trabajar ese día, pero tenía la ligera sospecha de que quizá ella tampoco se sintiera en condiciones de presentarse en la Estación. Esperó un par de minutos, consciente de que él debía estar ocupado, aunque por la hora -era pasado el mediodía- sospechaba que pudiese estar atorándose con rosquillas en su automóvil de patrullaje. Su corazón se saltó un latido cuando escuchó el sonido del mensaje entrante, estaba nervioso y no se había dado cuenta de eso. Volvió a mirar la pantalla del aparato y sonrió al ver la respuesta.

"No, hizo un cambio. Llamó temprano diciendo que no se sentía bien. ¿Le pasó algo?"

A pesar de que su amigo era bastante bruto en muchos sentidos y que no tenía tacto para nada, se preocupaba mucho por ellos e incluso una vez le dijo que consideraba a Sango como su hermana. Por lo tanto, no le extrañó que se inquietara por ella, aunque no la hubiese llamado directamente. Su modo siempre era averiguar ese tipo de cosas por terceros, como Kagome o él.

"Tuvimos una discusión ayer. Intentaré arreglarlo ahora. Gracias."

Buscó las llaves de su vehículo y las de su departamento, para luego emprender el camino al hogar de su novia. Antes de arrancar el motor, un último mensaje de InuYasha le hizo esbozar una sonrisa agradecida.

"No sé porqué no me extraña. Sólo preocúpate de no arruinarlo más."

Inició el trayecto, llegando en poco tiempo a su destino. No fue necesario que tocara el timbre, Kohaku se encontraba en la entrada regando un par de plantas que Sango tenía fuera de la puerta y que requerían de bastante atención ahora, porque ella nunca tenía tiempo para dedicarles. Lo saludó con un gesto que expresaba cierto alivio, indicándole que su hermana se encontraba en su cuarto. Miroku le agradeció y caminó rumbo al lugar, encontrándose con su suegro en medio del camino. El hombre lo miró severo como siempre, pero no le dijo nada, simplemente lo saludó con un gesto educado y lo dejó continuar, causándole algo de extrañeza al moreno. Se encogió de hombros y llegó frente a la puerta de la habitación, levantó la mano para golpear la madera, pero la detuvo antes de tocar la superficie, escuchando como Sango lloraba del otro lado.

— Por favor, cálmate — la voz de Kagome le indicó que no estaba sola, eso logró aliviarlo un poco, pero no lo suficiente —. Miroku está pasando por un muy mal momento ahora, lo sabes.

— Sí, y él no tiene la culpa — la muchacha se sorbió los mocos, inhalando profundo antes de continuar —. Nosotros no pedimos que esto pasara. Sabíamos los riesgos, pero nunca pensé que sería tan difícil. Con mi padre acá sólo hay más tensión y eso no nos ayuda en nada.

— Siempre ha sido un tema tu padre, pero no entiendo porqué ahora les causa tantos problemas, llegando al punto de que discutan de esa forma…

— Es todo, Kagome. No sólo el hecho de su trabajo y nuestros encuentros en la corte, ni su poco tiempo para nosotros, o que tenga que cumplir esas obligaciones tan molestas, o las opiniones y comparaciones de mi padre… Es todo eso junto. Es demasiado, porque va sumando y… estoy cansada. Nunca imaginé que nuestra relación sería así, que llegaríamos a tener este tipo de peleas… ¡Ayer me pidió que lo dejara solo! ¡Me reclamó que no lo he defendido frente a mi padre! ¿Qué más puedo hacer? No había imaginado que nuestra vida sería así… él está mal y yo… yo ya estoy llegando a mi límite.

Miroku apretó los puños, sintiéndose impotente y frustrado a un nivel que no podía verbalizar. Tembló en su lugar, estaba arruinándolo todo. Sango era lo único que tenía valor en su vida, era lo más importante para él, y sólo quería verla feliz… ¿y qué estaba logrando? El simple hecho de ser él le estaba causando problemas a la castaña, desacuerdos con su padre y conflictos entre ellos que los lastimaban, aunque intentaran mantener esas situaciones en el ámbito laboral…

Era por su culpa que ella estaba llorando ahora, llegando a su límite. Todo era responsabilidad suya. Quería lo mejor para ella y sólo la estaba dañando. ¿En qué momento se convirtió en eso? Negó bruscamente y se dio media vuelta, necesitaba alejarse. Tomar distancia, encontrar un punto en el que ella estuviese segura y fuera del alcance de cualquier daño que él pudiera ocasionarle. Se dirigió a la puerta, topándose nuevamente con Kohaku, quien ya estaba terminando su labor de mini-jardinería.

— ¿Ya te vas? — Le preguntó extrañado, Miroku asintió levemente. — ¿Hablaste con mi hermana?

— Ah… no, está ocupada con Kagome. Quizá luego — murmuró, intentando mantenerse tranquilo —. ¿Puedes no mencionarle que vine?

— Oh… ¿por qué?

— Sólo quería darle una sorpresa… será en otra ocasión.

— De acuerdo… — Kohaku no estaba del todo convencido, pero no quiso indagar más. — ¿Estás bien? Te ves… extraño.

— Yo… sí, tranquilo. Estaré bien, descuida — trató de sonreírle, aunque sólo logró una mueca vacía.

— ¿Estás seguro? Quizá sea mejor que le diga a mi hermana…

— ¡No! — Soltó de golpe, asustado. Respiró profundo, calmándose. — No, no es necesario. De verdad, debo irme.

Kohaku asintió, no muy convencido de que él estuviese siendo del todo sincero, pero sin ningún argumento más para detenerlo. Miroku le hizo una mueca de despedida y salió, dándose prisa en llegar a su auto y marcharse de ahí, no podía seguir haciéndose eso, a ninguno de los dos. Debía parar ya.


¡Holo~! Lamento la tardanza, pero he estado nerviosa y totalmente en otra con el tema de mi examen de conducción. Es el jueves y me llegan a temblar las manos de sólo pensarlo. Espero que me vaya bien.

De regreso con la historia, el Paraíso va desmoronándose de a poco y está llegando al punto de quiebre definitivo. Es posible que todos los conflictos que tienen, pudiesen enfrentarlos de buena forma por separado, pero cuando se junta... bueno, por algo el dicho de "la unión hace la fuerza", así que se les viene un camino difícil. Ahora sólo queda esperar a que hablen, que sean sinceros y que intenten realmente solucionar esos problemas.

Un saludo especial y apretado a Loops y a Caroan185, ¡muchas gracias por sus reviews! Es muy probable que los responda el fin de semana. Las adoro~

Nos leemos pronto, ya saben, por aquí o por ahí~

Yumi~