DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.


Je vais T'aimer —

VI

Anhelando mentiras


— "Amor de mi vida, no me dejes.
Has robado mi amor y ahora me abandonas.
Amor de mi vida, ¿no lo puedes ver?
Vuelve, vuelve, vuelve,
No te alejes de mí porque no sabes lo que significa para mí.

Recordarás, cuando todo esto se haya calmado,
y todo haya quedado en el camino.
Cuando envejezca, estaré allí a tu lado para recordarte cuánto te amo.

Aún te amo."—

Queen; Love of my life —


La luz del atardecer se reflejó en el espejo frente suyo, cegándolo por un segundo mientras los tonos dorados regaban cada rincón que tocaban. Se pasó las manos por la cara, intentando espantar la pesadez que sentía, sin lograr nada concreto más que estirar la piel y hacer más notorias las ojeras con el acto. Cerró los ojos e inhaló profundo, esforzándose en volver a la labor que estaba llevando a cabo. Su adorable jefe le había dado el día libre porque había sido una semana caótica y, por muy difícil de creer que fuera, había notado lo agotado que estaba.

Miró la caja que tenía en un rincón y negó con un gesto, la tarea que se había propuesto estaba resultando agónica, pero debía hacerlo. Necesitaba alejarse de todo lo que pudiese recordarle a ella, "soltar" o "dejar ir", como había escuchado que le llamaban a ese proceso algunas personas. Desprenderse de todo lo que Sango había dejado ahí, porque él había decidido rendirse y no merecía tener nada que guardara un significado tan especial. Volvió a sentarse en medio de la sala y tomó una caja de madera de tamaño mediano, pasando los dedos por sobre la tapa y el grabado que tiempo atrás había hecho la castaña, la figura de los kanjis de sus nombres. Abrió la caja y se encontró con la nota que había acompañado el obsequio, sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas al leerla.

"Nuestros momentos perdurarán por siempre en nuestro corazón, pero nunca está de más tomarles una fotografía para el recuerdo, y es indispensable que tengas dónde guardar la evidencia. ¡Feliz primer aniversario!"

Recordó que el regalo incluía un set de fotografías seleccionadas especialmente por ella de su primer año juntos, y sonrió con melancolía mientras miraba las imágenes que poco a poco habían ido recolectando en ese tiempo, prueba de que en algún momento habían sido felices… ¿sería demasiado egoísta quedarse con ellas? Las había atesorado tanto como los recuerdos, pero no estaba seguro de si debía seguir haciéndolo, sentía que no merecía ni siquiera las reminiscencias. Había roto algo tan hermoso…

El timbre lo sacó de sus pensamientos, logrando que separara sus ojos de las sonrisas que estaban plasmadas en el papel fotográfico que tenía entre sus manos. Se puso de pie y caminó hasta la puerta, extrañado por el repentino visitante. ¿Quién iría hasta su casa a esa hora?

— Más te vale abrirme la puerta, porque sé que estás ahí dentro — la voz de InuYasha lo hizo sonreír levemente, su amigo había ido a verlo pese a que él le pidió e insistió en que no era necesario. Abrió, encontrándose con el semblante recriminador, algo que no le sorprendió —. Al fin. ¿Por qué no contestas los mensajes? Kagome está preocupada.

— Yo… no sé dónde está mi móvil — fue sincero, en algún momento lo tenía en su bolsillo, luego lo sacó para ver la hora y ya no recordaba en qué lugar lo había dejado —. Lo siento, creo que debe estar entremedio de… todo esto.

InuYasha miró el desorden al interior del departamento, no fue difícil que se hiciera una idea de cómo había sido la última semana de su amigo. El lugar tenía cosas tiradas por todas partes; la mesa aún con loza sucia que no había sido llevada al fregadero e incluso un par de platos tenían restos de comida; la mesita que por lo general se encontraba en medio de la alfombra y entre ambos sofás, ahora estaba apartada en un rincón y los sofás también habían sido movidos. No quiso ni imaginar el caos que tendría en su habitación, seguro que ordenar su casa no había sido su prioridad esos días.

— ¿Y bien?

Miroku levantó la mirada al escuchar la pregunta de su amigo, sin comprender a qué se refería.

— ¿Y bien, qué?

— ¿Cuándo vas a ir a hablar con Sango y solucionarás este asunto?

Este asunto no tiene solución. Lo mejor es dejar las cosas como están, antes de que sigamos hiriéndonos.

— ¿Acaso crees que Sango está bien? ¿O tú? Por favor, mírate… La necesitas, y ella a ti. Puedo ser muy bruto para todo, pero no soy idiota y me doy cuenta. Deberían hablar, sea lo que sea que haya pasado, juntos encontrarán una solución y seguirán adelan-

— La engañé, InuYasha. Me acosté con otra chica. Eso no tiene solución.

El oficial enmudeció, incrédulo. ¿Esa era la razón del quiebre? ¿Por eso su amiga se veía tan destrozada y estaba tan molesta? ¿Ese era el motivo por el que Miroku evitaba cruzarse con ella y sus ojos cargaban tanta culpa? Negó con un gesto, algo no encajaba.

— No es cierto, tú jamás habrías-

— Lo hice, ella nos descubrió. Fue una estupidez, no es algo de lo que pueda jactarme… pero no puedo deshacer lo que pasó, mucho menos quitarle la imagen de la cabeza a Sango. Así que, como verás, no hay mucho que hacer.

El oji dorado entrecerró las cejas, seguía sin poder creer lo que su amigo le decía. ¿Cómo había ocurrido eso? Pensó que, al conocer el motivo, las cosas serían más claras para él, pero estaba siendo todo lo contrario. No podía creerlo, su cerebro no asimilaba las palabras ni la idea. Eso tenía que ser un chiste.

— ¿Estás hablando en serio? Pero… ustedes…

— Fui un imbécil, lo sé. Pero lo hecho, hecho está. Lo mejor es dejarlo hasta acá.

InuYasha negó con un gesto y luego entró al departamento, echando otra mirada alrededor a manera de evaluación: su amigo realmente estaba mal. Pudo notar la caja con fotografías que se encontraba en la alfombra, a unos metros de ellos y chasqueó la lengua, sabía cuánto dolor debía estar sintiendo el moreno en esos momentos.

— Deberías dejar eso también, entonces. No es bueno que te tortures de esa forma.

Miroku sonrió resignado, recogiendo el objeto y guardando las fotografías que había sacado antes de que su amigo lo interrumpiera, sentándose en el sofá ante la atenta mirada dorada, sabiendo que él no iba a dejar de reclamarle ni tampoco se quedaría a observar cómo se hundía.

— Lo sé, lo estoy intentando, es sólo que… — Soltó un suspiro agobiado, mirando la caja que aún permanecía en un rincón, llena de las cosas que debía devolverle a Sango, sus recuerdos, anhelos, promesas… Volvió a negar, aguantando las lágrimas. — Es más difícil de lo que imaginé. Sé que debo "dejarla ir", pero… no puedo. Siento que, con ella, se irá mi alma… Lo perdí todo, InuYasha.

— Oye, no digas eso — se sentó a su lado, apoyando su mano en el hombro del abatido Miroku, odiaba ver a su amigo así —. Sólo rompieron, no es como si te hubieses muerto. Debes seguir adelante, por tu bien. Has tenido varios quiebres como para saber que este dolor va a pasar y…

— Es distinto. Sango no es una novia más. Ella es… es diferente, lo sabes. Y terminé siendo el idiota que le advirtieron que sería, lo arruiné todo. Supongo que es lo que merezco.

— Lo entiendo, pero… no puedes dejar que esto te gane.

El abogado inhaló profundo, dejando las fotografías a un lado y echándose hacia atrás en el sofá, permitiendo ahora que algunas lágrimas escaparan de sus ojos.

— Seguiré, no te preocupes. Será doloroso, pero tendré que hacerlo… — Abrió los ojos para mirar por un segundo el techo y luego ladeó la cabeza para ver la caja con los objetos que debía entregarle a la castaña, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda al pensar en un encuentro, no se sentía preparado para verla de frente, hablarle… — ¿Podrías llevarle esas cosas por mí? Yo…

— No jodas, Miroku — InuYasha podía estar preocupado, pero no iba a ser mensajero de nadie, menos en ese momento en el que su amigo necesitaba cerrar esa etapa por sí mismo —. No soy yo quien debe hacerlo. Son sus recuerdos, tú debes entregárselos. No me cargues esa responsabilidad a mí, no me corresponde.

— De acuerdo, discúlpame… — Murmuró, volviendo a cerrar los ojos con resignación. — ¿Mañana Sango…?

— Está libre. Takeda la obligó a tomarse el día, porque se había anotado a todas las guardias que podía el fin de semana, y ya había superado su límite semanal. Está escapando, igual que tú.

El ojiazul se inclinó levemente hacia adelante para mirar a InuYasha de forma más directa, la sombra de la preocupación y la culpa de nuevo empañaron su semblante, consumiendo cualquier brillo en sus ojos y empapando el ambiente. Aunque sabía que Sango también iba a estar mal por un tiempo, escucharlo era distinto.

— Ella es fuerte. Pronto estará mejor, y todo esto no será nada más que un simple noviazgo, algo sin importancia… Sé que lo va a lograr, porque ella jamás se rendiría — murmuró, el nudo formándose en su garganta imposible de ocultar —. Ella… ella lo va a lograr, ¿cierto, InuYasha?

La mirada fue suplicante, él tenía miedo y necesitaba algo a lo que aferrarse. Sin embargo, las respuestas que requería, no las iba a encontrar de esa forma. Su amigo se puso de pie, mirándolo con reproche antes de negar con un gesto, debía sacarlo de ahí.

— No puedo responder eso, Miroku. Creo que ni siquiera ella puede hacerlo en estos momentos. Eso es algo que sólo el tiempo dirá. Al igual que contigo. Por ahora, sólo puedo decirte que debes dejar de escapar, y ella también. No son unos niños, háganse cargo de sus decisiones.

— Tienes razón. Yo… debo asumir mi responsabilidad. Lo siento.

— Deja de disculparte conmigo. Y haz algo con esto.

— De acuerdo…

— Debo irme. Cuídate, ¿quieres? Y no sigas preocupando a Kagome, sino volverá a enviarme por ti y no quiero otra vez, tener que verte así. ¿Vale?

— Está bien. Gracias, InuYasha…

El oji dorado se marchó, dejando nuevamente a Miroku sólo con los recuerdos y los sentimientos golpeándole el pecho y la cabeza, pero consciente de que debía terminar lo que había comenzado, aunque eso significara volver a enfrentarse a esos ojos llenos de dolor y reproche. Era lo que tenía que hacer, y así podría intentar perderse en ellos por última vez…


Miró el vestido sobre su cama y chasqueó la lengua, si fuese por ella se quedaría en pijama todo el día sin salir de su cuarto, pero le había prometido a Kagome que la acompañaría de compras, quizá tomarse un helado, distraerse de todo lo que ocupaba su mente cada vez que no tenía nada más que pensar. Pero eso era imposible, porque, aunque aparentara que podía olvidarse a ratos de Miroku y toda esa maldita situación, la verdad era que el recuerdo de los ojos azules llenos de dolor y culpa no se iba nunca de su mente.

Se tiró en la cama junto al vestido, cerrando los ojos y reprimiendo el sollozo que comenzaba a nacer en su garganta, se suponía que ella era fuerte, que iba a superarlo, pero no sabía en qué momento sucedería y comenzaba a dudar de si sería capaz de hacerlo. Su vida esa semana sin él había sido más triste de lo que hubiese imaginado, incluso los intentos de su familia para subirle los ánimos habían resultado ser sólo burdos esfuerzos que apenas lograban que ella sonriera levemente, más que nada por educación. No sentía las mismas ganas de seguir adelante, porque no sólo había perdido a su novio, sino a su compañero, su mejor amigo, su cómplice en todos los planes que tenía a futuro. ¿Para qué seguir tratando de lograr sus metas, si ya no podría compartirlas con él? Ya no le veía sentido, sus logros se sentían vacíos.

Sin embargo, no iba a rendirse. Pese a todo lo que le dolía la traición y el abandono de Miroku – porque eso era: él había abandonado todos sus sueños, sus planes juntos y su promesa de seguir a su lado pasara lo que pasara –, ella iba a continuar adelante, con la frente en alto y demostrando tanta seguridad como pudiera, aunque por dentro estuviese rota y temerosa. Porque el ojiazul le había enseñado a confiar en ella misma; le había demostrado que hasta en los momentos más oscuros, podía encontrar una luz; con él había aprendido a disfrutar de esas cosas simples que antes no eran tan evidentes para ella… Miroku había sido el contrapeso perfecto en su mundo estructurado y sin sentido, dándole la oportunidad de ver las cosas desde una perspectiva totalmente distinta… ¿cómo iba a poder seguir haciéndolo sin él a su lado?

Negó con un gesto, recordando el por qué su padre cada vez le recriminaba más que estuviese con él: ella había dejado de ser tan estricta en muchas cosas, había comenzado a vislumbrar otras posibilidades en su mundo tan cuadrado, había decidido que su vida podía ser un poco más flexible, que una dosis de caos no estaba mal. Había aceptado cosas con las que su padre nunca estuvo de acuerdo – como quedarse a dormir juntos sin estar casados, aunque nunca llegaron al sexo, su padre no terminaba de creerlo tratándose de Miroku – y con eso, los conflictos habían aumentado. La tensión familiar se había hecho palpable, pero Sango aprendió rápidamente a vivir con ella, porque su carácter fuerte no le permitía simplemente agachar la cabeza y obedecer. Y porque se había impregnado del carácter un poco más despreocupado del abogado y con eso, encontró un equilibrio que poco a poco fue haciéndose necesario en su vida.

Y ahora…

Abrió los ojos, mirando el techo con una amarga sonrisa en su rostro. ¿Todo fue para nada? Muchas veces había escuchado las advertencias y los sermones: Miroku terminaría haciéndole daño, porque los tipos como él nunca cambiaban y era imposible que sentara cabeza; porque ellos eran como el agua y el aceite, sus mundos nunca serían compatibles y al final, él la haría sufrir. Cada vez que se enfrentó a esas palabras, defendió a su pareja con determinación, segura de que la verdad que veía en sus ojos no iba a traicionarla…

Y lo había hecho.

Apretó los puños, aún preguntándose por qué. Conocía a Miroku mejor de lo que incluso él mismo se conocía, y estaba segura de que ese revolcón no había sido sólo producto de su estupidez. Podía ser muchas cosas, menos estúpido, y si había llegado a ese punto no fue sólo una mala decisión, porque él no dejaba nada al azar. ¿Qué lo había llevado a engañarla? ¿Por qué había decidido renunciar, rendirse? Necesitaba una respuesta y podría insistir en encontrarla, aunque sabía que no lograría que Miroku se la diera. Y si no la escuchaba de sus labios, nunca sabría la verdad. Se sentía atrapada en la incertidumbre.

El pitido de su móvil logró que su atención se desviara por unos segundos de la red de pensamientos que comenzaban a ahogarla de nuevo. Se sentó en la cama y se estiró hasta tomar el aparato que se encontraba en su mesita de noche, abriendo un mensaje de texto de Kagome que acababa de llegar.

"¡Lo siento tanto! Creo que no podremos salir hoy, Sōta acaba de llegar de visita. ¿Lo dejamos para otro día?"

Inhaló profundo, un tanto aliviada: sus ánimos ya habían vuelto a bajar y la idea de volver a fingir que estaba bien para salir con su amiga no se le apetecía en esos momentos. Tecleó una respuesta educada restándole importancia al repentino cambio de planes y enviándole saludos al hermano menor de Kagome, para luego volver a tirarse en la cama y abrazarse las rodillas, se sentía tan sola…

Escuchó a su padre decirle a través de la puerta que saldría con Kohaku, que intentara hacer algo con su ánimo y luego los pasos alejándose junto a la cariñosa despedida de su hermano. Se abrazó más fuerte las piernas, si pudiese desaparecer por un tiempo y volver cuando el dolor se hubiese ido… aunque dudaba que desapareciera por completo, sabía que jamás dejaría de doler, quizá sólo aprendería a vivir con ese sentimiento y en algún momento, ya no la ahogaría… En algún momento, podría retomar su vida, quizá intentar volver a ser la misma de antes, dejar atrás a Miroku y todo lo que estuviese relacionado con él… pero ¿cómo hacerlo? Ella había cambiado por culpa de él y era imposible que esas huellas se borraran de su persona… ¿en algún momento podría superarlo?

Abrió los ojos lentamente cuando sintió el timbre sonando de forma lejana. Se frotó los ojos aún con algo de somnolencia y miró la hora en su móvil: 6:32 p.m. Se había quedado dormida sin darse cuenta, seguro estaba tan inmersa en sus pensamientos y tan agotada tanto física como mentalmente, que el cansancio la venció sin que ella pudiera evitarlo. Se sentó en la cama y suspiró, dándose ánimo para dirigirse a la entrada, sin siquiera preguntarse quién podría ser. Soltó un bostezo, cubriéndose la boca antes de girar la manilla y abrir la puerta, encontrándose con la imagen de un Miroku cabizbajo, sosteniendo entre sus brazos una caja llena de cosas – sus cosas – y con la mirada perdida entre los objetos mientras esperaba. Abrió la boca por la sorpresa, presionando los dedos con fuerza en el borde de la puerta en un intento de no golpearlo de forma precipitada por idiota. ¿Cómo se suponía que debía reaccionar? Ambos se habían estado rehuyendo toda esa semana, y ahora él aparecía ahí, iba hasta su casa…

— ¿Qué quieres? — No pudo evitar sonar dura, dentro de todo el remolino de emociones que sentía, la ira era una de las más fuertes.

Miroku apenas levantó la mirada, sólo para cerciorarse de que ella estaba frente a él, y luego volvió a huir de sus ojos, no tenía el valor de verla de frente. Titubeó un momento, pero luego negó con un gesto, tenía que hacerse cargo de sus acciones.

— Lo siento, no quiero molestarte. Sólo… — Movió levemente la caja, logrando que ella fijara su vista ahí también. — Esto es tuyo.

Sango soltó la puerta – que aún mantenía afirmada para controlar de algún modo el impulso asesino que nacía en su vientre – y se cruzó de brazos, resoplando levemente antes de darle una respuesta y mirando con detenimiento el contenido de la caja.

— ¿Me lo estás devolviendo? ¿Todo esto?

— S-Sí… es tuyo, no tengo el derecho de quedármelo y-

— ¿Y me devolverás también las promesas y sueños que teníamos juntos?

Miroku casi suelta la caja ante la pregunta. Levantó la mirada y se encontró por fin con la castaña, notando la tormentosa mezcla de emociones en ella, su corazón se detuvo al sentir como el enfado, la frustración y el dolor se clavaban en sus ojos. Aguantó la respiración, sin saber qué responderle. ¿Acaso existía una forma de devolverle todo eso, de reparar el daño y las ilusiones rotas?

— Si pudiera, retrocedería en el tiempo para evitar cometer los mismos errores y te devolvería todo lo que has perdido por mi culpa. Lo siento, nunca quise…

— ¿Qué, dañarme? ¿Qué errores evitarías cometer?

Él apretó los dedos en los bordes de la caja, contrariado. ¿Qué quería lograr ella con ese interrogatorio? Sólo estaba causando que las cosas fuesen más difíciles de lo que ya eran. Endureció el gesto lo más que pudo, buscando las palabras para responder, quizá aún podía encontrar una forma de terminar con eso lo antes posible.

— No, lo que menos quería era dañarte. Pero fui un imbécil de primera, eso lo sabes. Lamento todo lo que pasó.

— Eso no voy a negarlo, pero aún no me respondes del todo. ¿Qué errores, Miroku? Necesito saberlo.

— ¿Qué…? — Parecía estar perdiendo la paciencia, lo único que quería era irse de ahí. Volvió a inhalar profundo antes de continuar. — Todo, Sango, todo. Herirte, mentirte, hacer que te ilusionaras, que creyeras en mí, romper mis promesas, tu confianza, engañarte…

— ¿Por qué lo hiciste? No logro entenderlo, sé que no fue por la falta de sexo y tú no eres tan estúpido. Quiero la verdad.

— Ya te lo dije, fui un idiota. Me dejé llevar, tenía demasiado en la cabeza y simplemente…

— No te creo. ¿Por qué no eres capaz de decirme la verdad?

— ¿Y qué vas a ganar con eso? ¿Acaso podrás borrar la imagen de tu cabeza, lograrás olvidarlo, perdonarme? Sabes perfectamente que no lo harás. Y siempre tendrás el miedo de que vuelva a pasar. De hecho, siempre lo tuviste y es totalmente comprensible, con mi fama e historial amoroso, y que siempre te advirtieran sobre mí… — Soltó un pesado suspiro, él sabía cuánto había sufrido ella por eso, y ahora todos sus temores se estaban haciendo realidad… — Perdóname, nunca debí cruzar la línea. Éramos buenos amigos, debí haberme aferrado a eso y no buscar algo más contigo sólo para que desperdiciaras el tiempo…

Sango abrió la boca al tiempo que todo signo de reproche en sus ojos era reemplazado por decepción y tristeza, dolor. Apretó los puños un par de veces antes de decidirse y darle una cachetada, las lágrimas corriendo por sus mejillas.

— Eres un imbécil. ¿Te estás arrepintiendo de todo esto? ¿Acaso consideras que haberlo intentado fue un error? ¿Que estos tres años fueron una pérdida de tiempo? No… Yo sólo… — Cerró los ojos, ordenando las ideas que se arremolinaban en su cabeza. Volvió a abrirlos antes de hablar. — Lárgate. Si este es el Miroku que vas a ser de ahora en adelante, no quiero volver a verte. Y llévate esas cosas, son recuerdos que construí con alguien especial y sin esa persona a mi lado, no tiene sentido tenerlas.

El ojiazul apretó la mandíbula y agachó la mirada, consciente de que, si podía herir más de lo que ya estaba a Sango, acababa de hacerlo. Dio un paso hacia atrás, buscando las fuerzas y las palabras para despedirse, ahora sí definitivamente, de ella. Miró la caja y luego negó con un gesto, volviendo a levantar la mirada hasta la dolida de la castaña, dibujando una amarga sonrisa en su rostro.

— Lamento no ser la persona que mereces. Te deseo lo mejor y espero que seas feliz. Adiós, Sango.

Dio otro paso hacia atrás y luego se volteó, decidido a alejarse de la muchacha y nunca más volver a acercarse, sólo terminaría hiriéndola más. Comenzó a caminar sin esperar respuesta, sin querer mirar atrás y sin esperanzas, había terminado de romper todo lo que pudiese quedar entre ellos. Pero eso era lo mejor para ambos, quizá algún día ella lo comprendería.

— Miroku… — Se detuvo al escuchar su voz, pero no quiso darse la vuelta, simplemente esperó que Sango escogiera sus palabras de despedida. — Yo… nunca desperdicié mi tiempo contigo. Espero eso te quede claro, por lo menos.

Sonrió con la declaración, eso él lo sabía perfectamente. Ningún segundo a su lado había sido una pérdida de tiempo, ni siquiera cuando discutían. Ni siquiera ahora, a pesar del dolor que estaban sufriendo los dos, porque era necesario que terminaran de cerrar esa etapa, y por lo menos, tenía el consuelo de haberla visto una última vez. Siguió caminando cuando sintió la puerta cerrarse, el signo definitivo del fin.

Sango decidió entrar en su departamento, resignada. Ya no podía seguir esforzándose por recuperar una relación en la que sólo ella parecía estar interesada. ¿Cuándo su Miroku se había convertido en ese hombre tan distante y temeroso? Porque sabía que no sólo había intentado mantenerse lejos, como si eso realmente no le importara; sino que, además, tenía miedo. Pero ¿a qué y por qué? Se dejó caer con la espalda pegada en la madera de la puerta, llorando sin pausa. Quizá podría haberlo perdonado, incluso se hubiese esforzado en volver a confiar en él, si tan sólo Miroku no se hubiera rendido, si hubiese visto alguna señal de que él deseaba intentarlo…

Pero él sólo quería alejarla. Usaba frases hirientes, actitudes distantes para que no siguiera tratando, para que no se acercara, incluso creía que su intención era que ella misma tomara la decisión de no verlo más… y lo había logrado. Porque no iba a aceptar ese cambio, no podría continuar viendo cómo él seguía rindiéndose, desistiendo. Negó con un gesto, se limpió la cara con el dorso de la mano y se puso de pie, decidida. No volvería a llorar por él, porque el Miroku que merecía esas lágrimas se había perdido en algún punto y ya no era la misma persona que ella acababa de ver. Si él había tomado esa decisión, entonces ella también seguiría, como siempre lo había hecho.


Llegó a la oficina luego de un largo y amargo fin de semana. No tenía deseos de volver a pisar ese lugar, ni ningún otro que fuese parte de su acostumbrada rutina, por el simple hecho de que todos estaban demasiado cargados con recuerdos. Sin embargo, de alguna forma tenía que seguir adelante, aunque fuese viviendo sólo por inercia. Quería creer que en algún momento iba a dejar de sentirse tan estúpido por haber decidido abandonar sus sueños, o que ese angustiante dolor desaparecería cuando viera que las opciones que había tomado por fin daban frutos y su Sanguito volvía a sonreír con esa tranquilidad que él tanto añoraba…

Pero estaba casi seguro de que eso no iba a pasar, porque de partida ella ya no era su Sanguito: había renunciado a eso cuando se rindió y se dejó aplastar por el peso tan abrumante de la realidad. Ya no podría tener nada de ella, ni siquiera su amistad… Sólo esperaba que eso fuera lo mejor para la muchacha.

— Tsujitani, te necesito en mi oficina ahora.

Inhaló profundo y se puso de pie para obedecer el llamado de su jefe, temiendo que le asignara algún otro caso que entrara en conflicto con sus valores, o incluso algo peor, como que sus futuros clientes fuesen criminales apresados por Sango…

Caminó lentamente, entró en el elegante despacho de Shishinki y se detuvo frente al escritorio, esperando que él le dirigiera la palabra. Su jefe estaba leyendo un documento con una sonrisa soberbia en el rostro y le hizo un gesto para que se sentara antes de apartar la vista de las hojas y fijarla en él, un brillo astuto lo atravesó antes de que rompiera el silencio.

— ¿Qué ocurre?

— Tengo excelentes noticias para ti — respondió, alargándole los papeles sin borrar su gesto —. Sé que estos últimos días… bueno, par de meses, en realidad, han sido muy agotadores para ti y que te he exigido más de lo que normalmente habría hecho, poniéndote en situaciones bastante críticas.

— Por lo menos eres consciente de ello…

— Claro, no lo hice sólo para que maduraras profesionalmente. Todo esto ha tenido un objetivo claro desde el principio — su mirada volvió a brillar, extrañando a su empleado —. Estaba poniéndote a prueba. Quería ver si eras capaz de enfrentar estos nuevos desafíos de la mejor manera, llevando los casos con éxito tal como lo hiciste, a pesar de que tenías conflictos morales con ellos.

— Era eso o terminaba sin trabajo, me lo dejaste bien claro desde un comienzo — Miroku no estaba de muy buen humor ese día y sentía que su superior se estaba riendo de él —. No tenía más opciones.

— Pero no sólo fuiste el gran abogado Tsujitani. Fuiste brillante. Incluso en ese caso donde te enfrentaste a tu novia… Fue maravilloso. Superaste cada obstáculo mejor de lo que hubiese creído, destacaste aún a pesar de todos los problemas personales que el trabajo te pudo causar. Y eso, Tsujitani, es lo que diferencia a un buen abogado, de uno excelente.

Miroku no pudo evitar que su pecho se apretara ante la mención de ese caso que había iniciado una serie de conflictos en su relación. Intentó disimular el dolor causado por el recuerdo y arqueó una ceja, sorprendido. ¿Acaso su jefe lo había citado ahí sólo para felicitarlo, halagarlo por el buen desempeño que había tenido ese último tiempo? No era propio de él y, siendo sincero, tampoco era algo que quisiera escuchar. Ahora que no tenía razones por las que seguir cuidando el buen puesto que tenía ahí, la idea de renunciar y empezar de nuevo en algún otro estudio jurídico era bastante tentadora.

— No sé cuál es la finalidad de este discurso, pero sugiero que termine pronto. Tengo un caso que revisar — quiso cortar la charla, si seguía escuchándolo mientras le celebraba esos logros, iba a terminar golpeándolo.

— Oh, no estés tan a la defensiva. Lamento todos los inconvenientes, pero serás premiado por tu esfuerzo — Shishinki sonrió más ampliamente, haciéndole un gesto para que leyera los papeles que tenía en sus manos —. Hace algún tiempo, uno de mis socios me anunció que se retiraría. Él está a cargo de nuestro estudio en Hokkaidō y bueno… necesitaba a alguien que pudiese tomar su lugar. Supongo que ya debes imaginar hacia dónde voy… muchos quisieron postular al cargo, argumentando sus años en la firma, la lealtad y sus trayectorias profesionales… Pero yo no quería más de lo mismo — sus ojos brillaron, la sonrisa se acentuó antes de que siguiera hablando —. Quiero algo fresco, que traiga nuevos aires y que logre llamar a más clientela, y necesito que sea alguien en quien pueda confiar. Sé que tú jamás me traicionarías porque no está en tus valores. Y quiero que te hagas cargo del estudio.

Miroku abrió levemente la boca, sorprendido por la oferta. ¿Quería que fuera su socio? Miró el documento que estaba en su mano y leyó algunos encabezados, era un contrato de sociedad. Shishinki estaba ofreciéndole hacerse cargo de todo un estudio, confiándole así una parte de su firma. No sólo era una gran responsabilidad, sino que, además, un gran aumento a su salario, por no decir los beneficios extra que incluían manejar qué casos tomar o cuales designar a otros abogados, porque sería su superior. Pasaría de ser un simple empleado a ser el jefe de un estudio completo.

— Estás bromeando, ¿verdad? Esto no tiene sentido.

— Claro que lo tiene, y lo sabes. Ya te di las razones, ahora necesito tu respuesta. ¿Aceptas, o no?

El ojiazul seguía confundido. Shishinki estaba en lo cierto, él sabía que todos los argumentos que le había dado tenían sentido, que eso parecía ser una buena estrategia. Después de todo, había moldeado muy bien el plan: primero lo había dejado lucirse como un gran abogado con casos de la Fiscalía, trabajando codo a codo con uno de los mejores Fiscales del país, para luego hacerlo tomar otros que incluyeran a gente importante, para que su nombre resonara aún más. Lo había convertido en una excelente opción para ese puesto. Lo pensó un momento, la oferta era tentadora pero no todo lo que brilla es oro. Debía pensarlo bien.

— Tengo que revisar el contrato y saber qué significarían mis respuestas…

— Si dices que no, daría igual. Tendría que aceptar que el estudio quedara a manos de alguno de los odiosos vejetes que se lo están peleando ahora y tú seguirías trabajando como siempre. En cambio, si tu respuesta es un sí… sólo puedes avanzar. Tendrías que trasladarte a Hokkaidō, claro está, para asumir el cargo. Serías mi socio, por lo que obtendrías ganancias monetarias sólo por el hecho de firmar ese papel. Y el resto… ya conoces los beneficios que conlleva estar a cargo de un estudio, ¿no?

— Suena demasiado bueno para ser verdad…

— Claro, no todo es color de rosas. También tienes que darme resultados, Tsujitani. El estudio de Hokkaidō no ha tenido mucho éxito últimamente, los casos que han tomado terminan perdiéndolos y eso espanta a la clientela. Tienes que cambiar eso. Voy a exigirte avances cada semana, y quiero tener mejoras en el corto y largo plazo. Sé que eres inteligente y que vas a lograrlo, pero si llegas a fallar… bueno, quedarías muy mal parado.

Miroku miró nuevamente el contrato en sus manos, pensativo. Tenía sus riesgos, como todo, pero era una oferta muy tentadora. No era una decisión que pudiese tomar a la ligera, pero podía significar el inicio de una nueva etapa. Irse podía ser la forma más rápida de cerrar ese capítulo tan doloroso.

— Le echaré un ojo al contrato y te daré una respuesta luego. Después de todo, significaría muchos cambios.

— Es cierto… — Shishinki le dirigió una mirada perspicaz. — En todo caso, si decides aceptar, puedo mover algunos contactos para que tu novia sea trasladada de prefectura, así no pones en riesgo tu relación por esto…

El pecho del moreno se oprimió al escuchar a su superior, apretó el puño que tenía libre y negó con un gesto, intentando aparentar indiferencia al dar la explicación.

— No será necesario, ella ya no es mi novia — murmuró sin mucho ánimo, pero sus ojos no pudieron ocultar el sufrimiento al reconocer el hecho.

— Oh, lamento oír eso… me agradaba esa chica, se nota que es tenaz. En fin… espero que tomes pronto una decisión, debo zanjar este asunto lo antes posible.

— No te preocupes por eso, te daré mi respuesta en cuanto la tenga.

— De acuerdo. Es todo por ahora.

Inclinó levemente su cabeza en señal de una respetuosa despedida y salió del lugar para dirigirse a su oficina, para primero calmarse y volver a reprimir el dolor que le causaban los recuerdos, y luego repasar con cuidado ese documento, analizando la situación con detenimiento para tomar una decisión que fuese la mejor opción en todo sentido. Debía comenzar a hacerse cargo de su camino por sí solo ahora, era momento de asumir que todo continuaba, muy a pesar de sus sentimientos.


Hi-Hi! Soy un ente que está en turno, pero que aún así no puede con las ansias y decidió publicar ahora. Estoy preparada para sus tomatazos, si quieren incluso pueden arrojarme sus pañuelos sucios. Aunque quizá sea mejor idea reciclarlos.

Eventualmente, irán apareciendo más hechos que aclaren un poco la situación, pero por el momento sólo puedo pensar en los idiota que es Miroku y lo obstinada que es Sango. Me gusta el apoyo que reciben de sus amigos, y es bueno que lo tengan porque ambos lo van a necesitar un montón en el futuro.

Algunas cosas están dichas y decididas, otras se están recién horneando y aún puede haber giros en la trama que estaba planeada desde un principio. Cada día van surgiendo nuevas escenas en mi mente y creo que poco a poco les doy forma para hacerlas encajar. ¿Les puedo dar algo de esperanza? Aún no puedo responder a esa pregunta. Sólo diré que tengan la seguridad de que se trata de Miroku y de Sango, por lo que sus esperanzas debiesen estar ligados a esa idea y mezcla de posibilidades.

Como siempre, no pueden faltar mis más grandes agradecimientos a mis fieles lectoras (aish, no sé qué haría sin ustedes, me corre la lágrima al leer sus reviews): Laura, Caroan185 y Loops, porque son unas criaturas preciosas que no merecen tanto sufrimiento. En algún momento me redimiré, pero dudo que sea en este fic. Tampoco olvidaré mencionar a Nuez, que ayudó con el proceso de edición y sufrió durante todo el transcurso conmigo. Un sol, luna y estrellas todas, ¡besos!

Nos estamos leyendo, aiosh~!

Yumi~