DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.


Je vais T'aimer —

VII

Valor rechazado —


— "Tanto tiempo he malgastado aquí, sin tener nada que hacer.
Si tú me devuelves lo que di,
ya no habrá que preocuparse para ser feliz.

Llueve sobre la ciudad,
¿por qué te fuiste? Ya no queda nada más.
Llueve sobre la ciudad,
y te perdiste junto a mi felicidad."—

Llueve sobre la ciudad; Los Bunkers —


Refunfuñó mirando a todos sus compañeros alrededor parloteando como si estuviesen en un día de celebración. ¿Acaso no podían ser menos ruidosos? Para él no era nada sorprendente que Takeda quisiera hacer una reformación de todas las labores del personal en la Estación, porque se había percatado de los análisis que llevaba a cabo todos los días, las notas que tomaba con sumo detalle y esa aguda mirada escrutando cada operación llevada a cabo por las distintas unidades. Él había llegado para imponer el orden que Naraku nunca se dio el tiempo de lograr, y lo haría con un meticuloso trabajo, de eso se había dado cuenta.

Así que luego de la reunión anunciando los nuevos cambios y provocando el revuelo en todos los oficiales presentes, los chismes, rumores y conversaciones especulando las distintas razones de cada modificación realizada fueron algo inevitable.

— Tropa de idiotas.

— Veo que le tienes mucho cariño a tus compañeros de trabajo.

Miró de reojo a quien lo había escuchado, con una sonrisa un tanto despectiva mientras se cruzaba de brazos, al parecer iba a recriminarle algo, como cada vez que se habían visto el último tiempo.

— Pensé que no volverías a poner un pie acá, por lo menos por un rato.

— Bueno, siendo abogado no puedo evitar tener que venir cada tanto… aunque probablemente sea la última vez.

InuYasha levantó una ceja, ahora mirándolo de frente con extrañeza. — ¿Última vez?

— Sí, me iré de la ciudad. Sólo vine a devolver estos expedientes, supongo que luego quien tome los casos, vendrá por ellos — aclaró, mostrándole un portafolio lleno de documentos.

— ¿Qué quieres decir con que te irás de la ciudad? ¿Y tu empleo, tu departamento, tu…?

— Shishinki me propuso hacerme cargo del Estudio de la firma en Hokkaidō y acepté. Es una gran oferta, tiene muchos beneficios y ayudaría mucho a mi carrera profesio…

— Esas son excusas, sigues huyendo — chasqueó la lengua, un tanto molesto —. No puedo entender por qué no simplemente le pides perdón e intentas solucionar las cosas entre ustedes.

— No es tan simple, InuYasha — Miroku negó con un gesto, la sombra de tristeza opacando de nuevo sus ojos —. No te pido que lo comprendas tampoco, sólo quisiera tu apoyo…

— Eres un maldito cobarde — volvió a protestar, estaba comenzando a enfadarse —. Pero no puedo reclamarte nada, después de todo es tu vida. Haz lo que quieras.

El ojiazul sonrió levemente al escuchar sus palabras, sabía que esa era su forma de decirle que podría seguir contando con él. Sin embargo, era consciente de que, de cierta forma tenía razón, si había decidido aceptar la oferta de su superior, no era sólo por los múltiples beneficios ni porque el contrato que firmó tenía todo en orden, no había ningún truco entrelíneas. No, la principal razón por la que al final optó por irse de la ciudad, alejarse de todo, era porque los recuerdos lo lastimaban demasiado.

Miró un instante el alboroto que había en la Estación debido a la reforma impuesta por el Jefe y de pronto vio a Sango apartada en un rincón, hablaba con Kōga bastante concentrada, parecía algo molesta, su expresión lo dejaba bastante claro; pronto fueron interrumpidos por Kuranosuke, quien no tardó más de un par de segundos en pedirle al compañero de la chica que se retirara y comenzó a conversar con ella, parecía querer explicarle algo. Notó el fastidio, pero luego la vio asentir, parecía resignada con las aclaraciones que estaba escuchando. Tras otras palabras del castaño, la oficial sonrió levemente, esta vez no demostraba estar molesta con el tema de conversación, sino más bien parecía agradecida. Apretó la mandíbula, no buscaba encontrarse con ella, pero el verla sonreír de esa manera le provocaba una extraña mezcla de alivio con resentimiento, podía decirse que estaba celoso. Sin embargo, no podía hacer nada para cambiar la situación, ya había tomado una decisión y debía aprender a vivir con eso, a pesar de que la angustia se asentara con tanta fuerza en su pecho.

— InuYasha, ¿podrías hacerme un favor?

— Claro, si quieres que te golpee por imbécil…

Le sonrió ante tan sincera respuesta, luego le señaló la oficina de Kuranosuke, indicándole el portafolios y haciéndole un gesto hacia el Jefe y Sango, la mirada con un dejo de súplica, él temía demasiado un encuentro y le hacía daño verla, seguir tan distante. No hubo necesidad de más palabras, el ojidorado comprendió de inmediato, asintió con un gesto y se acercó a su amiga mientras veía por el rabillo del ojo a Miroku dirigirse a su destino con el paso rápido, los hombros temblando. Esperó a que estuviese fuera de la vista y llegó junto a quienes seguían conversando tranquilamente en ese rincón apartado.

— Lamento interrumpirlos, Jefe Takeda, pero alguien lo está esperando — le señaló la dirección que había tomado su amigo anteriormente con un gesto de su cabeza —. Creo que tiene prisa.

— De acuerdo, gracias Taishō. Discúlpame, Kuwashima, luego retomamos la plática.

Se despidió con un gesto de su cabeza antes de alejarse y desaparecer tras la puerta de su oficina. Sango parecía un poco extrañada, pero no quiso preguntar nada. Sabía que InuYasha no estaba ahí para dárselas de secretario, por lo que sospechaba quién podía ser el visitante. Sin embargo, ella había decidido dejar de preocuparse por él. Se había repetido varias veces durante todos esos días que simplemente debía seguir, aunque cada vez parecía una tarea más difícil, no iba a rendirse.

— Lamento haber interrumpido. ¿Era muy importante?

Levantó la mirada para observar a InuYasha, sorprendida por su repentina curiosidad, por lo general él no preguntaba por ese tipo de cosas. Se encogió de hombros, no sabía en realidad cómo tomar las palabras de su superior.

— La verdad, me explicaba las razones de mi cambio de unidad…

— Bueno, debería explicarles eso a todos… pensé que, por tu desempeño, te mantendría en Seguridad Civil, no que te movería a Archivo…

— Dice que sólo es temporal. Que necesita a alguien meticuloso y responsable y…

— Sí, lo que diga. Todas sus razones van a ser válidas, es el Jefe y puede hacer lo que quiera. En fin… ¿sólo era eso?

Ella enrojeció sutilmente, desviando un poco la mirada antes de decidir responder, sabía que podía confiar en su amigo, después de todo, aunque presentía que él no iba a tomar a bien su respuesta.

— B-Bueno, hablábamos de viejos tiempos, cosas de nuestras familias y… ahm… quería proponerme organizar una cena por el cumpleaños de mi padre, la fecha ya se está acercando.

— Oh, ya veo — InuYasha entrecerró las cejas, el tipo sabía cómo ganarse al señor Kuwashima y eso le sumaba muchos puntos más a la ventaja que ya tenía desde siempre. Refunfuñó un poco irritado, seguro de que el castaño estaba interesado en su amiga —. Sabes que es su estrategia para que termines saliendo con él, ¿verdad?

Notó cómo Sango apretaba sus puños, la mandíbula se tensaba justo antes de que volviera a verlo a la cara y le respondiera, evidentemente molesta.

— Creo que eso no te incumbe, no tengo que darte explicaciones de nada ni necesito que me digas las intenciones de los demás, puedo hacerme cargo de mi vida yo misma. Ahora tengo que ir a organizar un poco mi oficina. ¿Tú no deberías irte? Hoy no tienes guardia.

— Keh, de acuerdo.

InuYasha se cruzó de brazos y se alejó, en tanto ella tomaba su propio camino. Rodó los ojos, harto de esa situación. Sus amigos eran unos idiotas y si fuera por él, los golpearía a ambos para ver si así sus ideas se ordenaban y lograban hacer lo correcto. Negó con un gesto, mientras sacaba sus cosas del casillero antes de salir del lugar, esperando que todo eso pronto tuviese una mejor pinta.


Kagome suspiró mientras leía el último mensaje que le había enviado su amigo.

"Sólo serán un par de veces a la semana, hasta que decida si voy a rentarlo."

— Podría quedarse, así se evita esto — murmuró, negando con un gesto mientras guardaba su móvil en el bolsillo de su mandil antes de seguir limpiando el escaparate con pasteles.

— ¿Quién se va?

Casi dio un salto por la sorpresa, llevándose la mano al pecho y mirando con cierto nerviosismo a quien acababa de llegar, para luego sonreírle demasiado fingidamente, lo que sólo llamó más la atención de su amiga.

— Oh, ¡hola Sango! No es nadie, sólo cosas del trabajo… — Intentó desviar la curiosidad de la recién llegada del tema, después de todo Miroku les había pedido que no se lo dijeran y ella cumpliría su palabra, a pesar de no estar de acuerdo. — ¿Cómo estás?

— Mejor, supongo — la sonrisa que le dedicó era falsa, la repostera pudo notarlo sin dificultad —. El organizar la cena de cumpleaños de mi padre me ha ayudado a distraerme un poco…

— Hacer cosas mantiene tu mente ocupada — murmuró Kagome, encogiéndose de hombros —. Pero no se lleva el dolor, ¿verdad? ¿No has pensado en intentar hablar de nuevo con Miroku?

— ¿Para qué? No pienso rogarle que vuelva a ser el de antes y deje la cobardía y el miedo a un lado. Sólo me queda asumir que ya no hay vuelta atrás.

La azabache miró con preocupación a su amiga. Ya habían pasado unas cuantas semanas desde el quiebre definitivo y con cada nuevo día, sólo se convencía más y más de que sus amigos estaban cometiendo una estupidez. Sabía que Sango tenía razón y que estaba en manos de Miroku poder solucionar los problemas que tenían, pero cuando se lo dijo a él, algo en su mirada le dejó claro que no era tan simple de solucionar. Algo entre los dos se había roto, y era muy probable que sólo el tiempo pudiese sanarlo. El tiempo y la distancia, según lo que le decían las decisiones del moreno.

— Quizá en un tiempo, no piensen así…

— No lo creo, Kagome. No sé qué le pasó a Miroku, pero dudo volver a encontrarme con el chico del que me enamoré.

— Bueno, si siguen los dos de idiotas, de seguro no se van a volver a ver y ahí sí que lo pierdes para siempre.

La voz de InuYasha interrumpió su conversación. Acababa de llegar, tenía el semblante arrugado, las facciones demostraban que estaba molesto, y llevaba consigo una caja de cartón sellada con cinta de embalaje que se notaba pesada.

— No lo entiendes, InuYasha. Es más complicado…

— Keh, guárdate el discurso, Sango — la cortó de inmediato, dejando la caja sobre una mesa y mirándola fastidiado —. Es lo mismo que me dice él, y ya estoy harto. Podría por lo menos ser lo bastante valiente como para no huir.

— ¿Huir?

Sango lo miró con extrañeza, sin comprender del todo lo que quería decir el recién llegado. InuYasha bufó, ya llevaban un tiempo ayudando a Miroku a organizar todo para su partida y ocultándole la verdad a Sango, pero él estaba cansado de esos juegos, sus amigos no eran unos niños.

— Sí, está huyendo.

— InuYasha… — Kagome previó lo que su novio le diría a Sango e intentó detenerlo, después de todo le habían hecho una promesa a su amigo.

— No, Kagome, es suficiente. Sango tiene que saberlo, igual se va a enterar tarde o temprano.

— ¿Enterarme de qué?

— Nos pidió que no se lo dijéramos, debe haber sido por algo…

— ¡Porque es un maldito miedoso! ¡Teme verla de nuevo, por eso se va! Pero con arrancar no va a solucionar nada, sólo empeorará las cosas.

— ¡InuYasha!

Sango abrió la boca, incrédula. ¿Miroku se iba? ¿Seguiría huyendo? ¿Tanto deseaba alejarse de ella como para abandonar todo lo que tenía ahí y largarse? Apretó los puños, estaba furiosa y dolida en partes iguales. ¿Cómo era posible que fuera tan estúpido? ¿Acaso no pensaba en todo lo que podían significar sus decisiones? Estaba siendo un egoísta, simplemente marchándose por su propia comodidad. Y ni siquiera era capaz de enfrentarla para decirle la verdad, les pedía a sus amigos que mintieran por él, negándole la posibilidad de hacer algo, de siquiera regañarlo por ser tan imbécil…

— Maldito hipócrita, ya va a ver.

Sango salió rápidamente de la cafetería, sin darle tiempo a Kagome de decirle alguna explicación o detenerla, sólo pudo escuchar su voz inentendible tras las mamparas de cristal; detuvo un taxi y le dio las indicaciones, dispuesta a cantarle sus cuantas verdades en la cara a su ex. Eso no iba a quedarse así.


Cerró la última maleta y se sentó en la cama, observando el cuarto casi vacío de las cosas personales, sólo los muebles principales quedaban aún en su lugar. Se echó hacia atrás, cerrando los ojos mientras una tormenta de recuerdos le llovía de golpe, su departamento había sido el escenario de tantos momentos importantes para él…

Se marcharía a primera hora del día siguiente. Había dejado todo en orden con los casos que había tomado, devolviendo los expedientes al Jefe de policía y entregándole los informes detallados a Shishinki para que los tuviese a mano cuando decidiera a quienes se los asignaría. Había hablado con Sesshōmaru, explicándole que se iría para hacerse cargo del Estudio y agradeciéndole las oportunidades que le había dado, obviamente él le respondió de forma fría y desinteresada como era su costumbre. Y había vaciado el departamento de todo lo valioso, los recuerdos y las cosas personales, dejándolos guardados en cajas mientras él se organizaba en Hokkaidō; luego les diría a sus amigos que se las enviaran, o quizá las dejaría ahí por un tiempo. Un par de cosas le pidió a InuYasha que se las llevara, porque no quería arriesgarse a perderlas, pero tampoco iba a irse con ellas, era demasiado doloroso tenerlas consigo.

Abrió los párpados, mirando ahora el techo sobre su cabeza y sonriendo de medio lado, tenía todo listo para intentar empezar de nuevo, lejos de su antigua vida, lejos para ya no volver a dañarla y darle la oportunidad de ser feliz, aunque eso se sentía como el final del camino…

El timbre seguido de un par de golpes furiosos en la puerta le anunciaron la llegada de alguien. Su corazón se detuvo, él reconocía esa manera de tocar. Cerró nuevamente los ojos con fuerza, intentando ignorar el llamado del timbre, pero le fue imposible hacerlo cuando la voz lo llamó con energía, ordenándole que le abriera. Se resignó, sabía que existía la posibilidad de que ella volviera a ir hasta su casa, pero eso no significaba que supiera que él se marcharía, no tenía que darle explicaciones, simplemente podría pedirle que se marchara para no tener que asumir que estaba escapando.

Se levantó y caminó hasta llegar a la puerta, abriéndola sin mucho ánimo, pero intentando mostrar un semblante despreocupado, serio. Tuvo que esforzarse en mantenerlo cuando vio a Sango con la mirada cristalina y cargada de enfado fija en él.

— Sango, ¿qué…?

— ¿Pensabas irte sin decir nada? — Lo increpó, entrando en el departamento sin esperar invitación y encarándolo, molesta. — ¿Sin siquiera despedirte?

— ¿Cómo lo supiste? ¿Acaso los muchachos…? — Supuso que debían ser sus amigos, eran muy pocas las personas que lo sabían y ninguna iba a irle con el chisme a la castaña, excepto ellos.

— Eso no tiene importancia. ¿Te ibas a ir sin decirme nada?

— Me dijiste que no querías volver a verme. Pensé que era lo mejor.

— Eso te lo dije cuando estaba enojada. Además, se suponía que seguiríamos viviendo en la misma ciudad, eventualmente nos tendríamos que ver, aunque fuese de lejos. Sigues siendo abogado y yo, policía, es inevitable que nos topemos en la Estación…

— Lo lamento, pensé que ya habíamos tenido nuestro adiós.

— ¡Es distinto si te vas de la ciudad! ¿Acaso crees que esto es lo que yo quiero?

— No puedo saber lo que quieres, Sango. Pero es lo que yo quiero, así que te pediré que, por favor, te vayas. Aún tengo cosas que preparar.

Ella apretó los puños, ¿él quería irse? ¿De verdad iba a huir, alejarse de todo lo que había construido ahí? Si era así, entonces no podía hacer nada para impedírselo, pero no significaba que no estuviese molesta o dolida, incluso podría intentar saber la razón por la que él tomaba esa decisión.

— ¿Por qué huyes así? ¿Tan cobarde eres que prefieres alejarte, antes de enfrentar las consecuencias de tus actos? Pensé que te conocía...

— Creo que, en este último tiempo, te has dado cuenta de que no soy quien tu creías... ni esperabas que fuera. Ya te pedí perdón por eso, lamento no ser quien te mereces y hacerte sufrir con mis acciones. Ahora, por favor, vete. No es justo que sigas hiriéndote así.

A pesar de que la mirada castaña lo estaba apuñalando de una forma profunda, Miroku intentó mantener un semblante distante, porque para él tampoco era fácil irse, o quedarse. Todas las opciones le dolían de una u otra forma, pero consideraba que era lo mejor para los dos.

Sango no podía simplemente aceptar eso, porque necesitaba que su Miroku regresara. Miró la sala, ahora ocupada sólo por los muebles cubiertos por fundas de tela para protegerlos y reprimió las lágrimas que quisieron salir, el lugar se sentía tan frío…

— ¿A dónde te irás? ¿Cuándo…?

— ¿Para qué quieres saberlo? Te lo ruego, no hagas esto más difícil y déjame solo.

Sango agachó la mirada, mordiéndose el labio y sintiendo un par de lágrimas abandonar sus ojos y otras comenzar a nublarlos. Enfocó la mirada en las manos de Miroku, que las mantenía firmemente cerradas en puños y quiso tomarlas. Tal vez podrían intentarlo de nuevo, ella deseaba que todo fuese como antes, quizá si se esforzaba podría perdonarlo y volver a confiar, sacarlo de esa situación, lo haría darse cuenta de que podían seguir, de que ningún obstáculo era tan grande como para hundirlos. Tomó sus manos, logrando que él la mirara, ya no de forma distante, sino con sorpresa.

— Quédate… no te vayas, no huyas… — Se acercó a él, levantando el rostro y mirándolo directo a los ojos, notando el dolor que los consumía. — Por favor Miroku, no me dejes…

Soltó una de sus manos para acariciarle el rostro y lo besó, tomándolo por sorpresa y logrando romper esa coraza que en algún momento él se había puesto para alejarla. Miroku cerró los ojos, dejando caer un par de lágrimas y acercando más a él el cuerpo de Sango, la extrañaba tanto… y sabía que la necesitaba a su lado, se sentía tan vivo cuando la tenía cerca, su pecho ya no estaba frío cuando sus labios se encontraban…

La abrazó, profundizando el beso, reencontrándose con ese gesto que lo hacía sentirse tan completo, y deseando jamás separarse de ella, que pudiesen quedarse así para siempre, olvidándose del resto del mundo y siendo felices, sólo los dos…

Pero eso era imposible. Terminó el contacto para estrecharla un poco más entre sus brazos, escondiendo el rostro en su cuello, entre su cabello, y llorando otra vez. No podían ser sólo ellos dos, porque Sango tenía familia y eso no iba a cambiar. Porque ella tenía sueños y metas que no podría cumplir si seguía a su lado. Porque sus profesiones eran incompatibles desde un principio, y eso iba a significar que el conflicto siempre existiría.

Porque ella merecía ser feliz y tener una vida tranquila, sin los problemas que él le ocasionaba.

Sintió cómo ella se aferraba más a su espalda, sus labios tanteando el camino desde la clavícula hacia su boca, volviendo a besarlo de forma profunda, apasionada, incitándolo mientras pegaba su cuerpo al suyo, causando una ola de calor que lo recorrió de pies a cabeza.

La alejó, interrumpiendo el contacto y negando con un gesto, rogándole con la mirada que se detuviera, que no siquiera insistiendo, demostrándole que eso lo hería, que no quería volver a fallar de ningún modo con ella.

— Lo siento, Sango. No quiero seguir dañándote, así que, por favor, vete.

— Pero Miroku…

— No puedo hacerte feliz, y cada día es más difícil seguir adelante sabiendo que en cualquier momento puedo encontrarme contigo, y que, al verte, me volveré a preguntar si las cosas podrían haber resultado de otra forma, si realmente estoy siendo un idiota al querer algo mejor que yo para ti, o si hubiese sido mejor sólo ser tu amigo para no haberte hecho falsas promesas, no haberte perdido de esta forma…

Ella volvió a desviar la mirada, pensando que él seguía arrepintiéndose de todo lo que habían vivido juntos. Era injusto, su relación había sido en su gran mayoría, sólo buenos momentos y ella agradecía cada segundo pasado a su lado. No quería que Miroku siguiera torturándose con esa idea, él la había hecho muy feliz…

— ¿Por qué sigues preguntándote eso? ¿Acaso todo este tiempo…?

— No me malinterpretes. No me arrepiento de lo que vivimos juntos, porque me hiciste muy feliz durante estos tres años… y espero que tú también lo hayas sido. Es sólo que ahora siento que quizá esto no estaría pasando si yo no hubiese cruzado la línea y así no te habría herido como lo hice…

Sango entendió el punto y sólo pudo responder con una amarga sonrisa. Ni aunque se esforzara al máximo, podría sacarle de la cabeza la idea a Miroku de que él no era bueno para ella y que la seguiría dañando, y sabía que haber llegado a esa conclusión, debía hacerlo cuestionarse todas las decisiones que había tomado antes. Deseó tener una forma en la que demostrarle que estaba equivocado, pero en ese punto era probable que ya no hubiese vuelta atrás. Sólo le quedaba dejarle claro cómo habían sido las cosas.

— Yo fui muy feliz contigo y agradezco que hayas decidido cruzar la línea, a pesar de todo esto. Y de verdad deseo que logres ser feliz, y si para eso tienes que irte… no puedo detenerte — volvió a sentir sus ojos nublarse, la presión en su pecho aumentando ante la decisión del moreno. Levantó el rostro de nuevo para mirarlo, necesitaba saber que él iba a seguir, que realmente el irse era la mejor opción y no un desesperado intento de escape —. Sólo prométeme que estarás bien…

— Te lo prometo, Sango… — La voz estaba cargada de tristeza, pero tenía una pizca de decisión que fue suficiente para que ella aceptara la promesa, conocía ese tono, él cumpliría su palabra porque ella se lo estaba pidiendo, aún si no sabía cómo.

— Gracias… — Se acercó para limpiarle el rastro húmedo de las mejillas y le regaló la mejor sonrisa que podía en esos momentos, sabiendo que se veía patética porque estaba acompañada de varias lágrimas que no querían detenerse. — Supongo que ahora debo irme… perdóname, nunca quise que esto terminara así. Si pudiera ser de otra forma...

— No te disculpes… creo que era inevitable. Por lo menos yo supe desde el principio que tenía todo en contra…

— Lo sé, quizá si no hubieses sido tan idiota… o si yo hubiese actuado distinto, o mi familia...

— Sabes que lamento lo que hice, pero no puedo cambiar el pasado — murmuró, sus ojos reflejando demasiado arrepentimiento y dolor —. Tampoco te pediría que fueses distinta, siempre me gustaste así, y tu familia es algo que no podemos cambiar...

— Es cierto. Supongo que ninguno de los dos puede hacer nada al respecto — se encogió de hombros, ya estaba resignada a dejarlo ir, a pesar del vacío que crecía a cada segundo en su pecho —. Adiós, Miroku.

Terminó la caricia en su mejilla, le sonrió tristemente, se dirigió a la entrada y salió, cerrando la puerta tras de sí antes de volver a llorar.

Le hubiese dicho que lo amaba, pero sabía que no era el momento y sólo habría hecho mucho más difíciles las cosas. Lo mejor era guardarse el sentimiento, porque ahora sabía que él tampoco iba a ser feliz a su lado, todo lo que había temido desde un principio, se había hecho una realidad demasiado abrumante y tanto sus errores como los de Miroku estaban siendo pagados con creces. Si seguían juntos, sólo iban a dañarse más y ninguno de los dos soportaría eso.

Suspiró y se alejó, dejando parte de su corazón ahí, junto al hombre a quien se lo había confiado mucho tiempo atrás y que sabía, podría atesorarlo por siempre.

— Adiós, Sanguito…

El murmullo fue casi una petición, los ojos clavados en la puerta reflejaban su deseo de tenerla a su lado, de haberse aferrado a esa oportunidad que ella le había ofrecido y haber sido egoísta para quedarse con ella porque sabía que, de otro modo, no podría ser feliz. Pero no podía seguir siendo el culpable de su infelicidad. Sólo esperaba que ella supiera cuánto le estaba costando y que, si había una forma de demostrarle cuánto la amaba, era ésa.

Deseaba haberle dicho que se iría al día siguiente, pedirle que fuera a despedirlo al aeropuerto, hacerle quizá alguna promesa de que volvería por ella cuando pudiera darle la vida que se merecía, cuando fuese alguien digno de ella, aceptado en su familia, y que no le diera motivos para frustrarse en el ámbito laboral.

Sin embargo, eso sólo habría sido engañarse y no podría soportar hacerle otra promesa que no sabía si cumpliría.

De todas formas, su corazón se lo había llevado ella y, sin importar lo que le deparaba esa nueva etapa, Sango seguiría siendo su dueña.


— ¿No se te queda nada?

Miroku sonrió resignado ante la pregunta de su amigo, había una sola cosa que iba a dejar ahí y que no podría llevarse, aunque quisiera, pero no era algo físico. Negó con un gesto en respuesta, la sonrisa triste más acentuada en esos momentos.

— No, me llevo todo lo que puedo conmigo — murmuró, mirando de reojo la sala, aún oscura a esa hora de la madrugada.

— De acuerdo. Iré a dejar esto al auto, los espero abajo — InuYasha tomó un par de maletas y salió del departamento, dejando solos a Miroku y Kagome, quien no le quitaba la vista de encima a su amigo.

— Ayer vino Sango, ¿no? — Le preguntó con suavidad, notando la angustia que atravesó sus ojos al escuchar su nombre antes de asentir con un gesto. — ¿Volvieron a discutir?

— No… No fue una discusión. Sólo… fuimos sinceros — recordó el innegable cariño que despedían sus ojos cuando le pidió que se quedara, la súplica en su voz rompiéndolo por completo —. Por lo menos, todo lo que pudimos en ese momento. Creo que fue el cierre que necesitábamos.

Kagome suspiró, sabía que eso no estaba bien y que vería a su amiga llevar esa tristeza consigo más tiempo del que desearía, pero no podía hacer nada. La decisión sólo les concernía a ellos.

— Lamento todo lo que está pasando, Miroku. No sé qué razón tiene tanto peso como para que estés haciendo esto, pero soy consciente de lo difícil que debe ser. Sabes que, si necesitas algo, si te podemos ayudar…

— Ya lo han hecho, muchas gracias — esta vez, la sonrisa de agradecimiento fue sincera, un poco más alegre que las anteriores —. Sólo puedo pedirles que la cuiden. Los va a necesitar más que nunca.

— Lo sé — la azabache apoyó su mano en el brazo del moreno, intentando confortarlo de alguna forma —. Después de todo, ambos perdieron más que a su pareja… Pero tranquilo, no la vamos a dejar sola. ¿Tú vas a estar bien?

Asintió con una triste sonrisa. — Sí, descuida… se lo prometí.

Kagome supo que se refería a Sango y eso la dejó un poco más tranquila. Presionó su agarre en el brazo de él unos segundos, antes de que Miroku volviera a asentir y tomara sus cosas para salir del departamento, cerrar la puerta con llave y marcharse.

Quizá podría construir algo más estable económica y profesionalmente, hacerse de reconocimiento, obtener la fama que necesitaba para luego comenzar a ejercer de la forma en la que era su sueño… Aún tenía una meta, y si la vida quería sonreírle de alguna forma, podría lograrla y volver, con la esperanza de poder entregarle a Sango lo que en esos momentos le era imposible ofrecer, y que sabía ella merecía. Quizá ella lo esperaría...

Guardó el equipaje en el automóvil mientras Kagome e InuYasha se subían y, antes de hacer lo mismo, echó una última mirada al edificio que durante mucho tiempo había sido su hogar. Era hora de dejarlo, buscando una mejor oportunidad.

Se subió al vehículo, rogando que, al volver, las cosas fueran distintas y tuviese la oportunidad de ver nuevamente feliz a su querida Sango.


Y así, yo shoro~ Lo siento, pero es inevitable. Dicen que el tiempo y la distancia pueden curar muchas heridas, quizá sea lo que ellos necesitan, puede que así logren darse cuenta de sus errores, los corrijan, se recuperen del daño y puedan retomar la relación (?) Soñar es gratis, dicen por ahí.

Les recomiendo escuchar la canción citada, es de una banda chilena y justo la escuchaba cuando estaba en proceso de edición, le quedó perfecta al capítulo. Además, así nos ampliamos musicalmente (?) ¡También hay que darle oportunidad a la música latina!

Bueno, muchas gracias por leer. Los tomatazos los recibo gustosa, sé que no he sido muy amable con este par, así que los merezco.

Agradecimientos y menciones especiales a Loops, Caroan185 y Nuez, sin ustedes, aish, sufriría sola. Les debo dulzura, lo sé, sólo que ni idea de cuándo venga ni en qué forma. Pero lo hará (?)

Sin más, me despido. Besos y abrazos y una danza de Miroku en fundoshi para sus mentes angustiadas, de mi parte.

Yumi~