DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.
— Je vais T'aimer —
VIII
— Compromisos inamovibles —
— "Incluso si nada ha cambiado desde aquella vez,
es extraño seguir mirando hacia adelante.
Me voy alejando demasiado y mi mano no te alcanza.
La soledad debería ser la misma,
¿qué es lo que estoy buscando? No lo comprendo.
Antes de que me diera cuenta, tú ya habías volado lejos.
Si miro hacia atrás con mi desesperanzado ser,
me terminaré marchitando de esa manera."—
— Kare uta; the GazettE —
"… Dos años más tarde…"
Cerró la llave de la ducha y esperó un par de segundos, soltando un suspiro, antes de abrir la puerta corredera de vidrio y alcanzar la toalla para secarse. Primero se restregó cuidadosamente el cabello, luego lo envolvió en la tela, a continuación, siguió con el resto del cuerpo y terminó enrollándolo antes de calzarse unas pantuflas suaves y dirigirse a su cuarto para vestirse. Una vez dentro, la luz de notificación color verde turquesa en su móvil le indicó que tenía un mensaje aún no leído de su novio. Tomó el aparato y pulsó el ícono de la aplicación en cuestión, entornando los ojos al leer el texto.
Hoy cenaremos en mi casa, invité a tu padre aprovechando que está en la ciudad. Deberías venir con algo semi formal.
¿Cuántas veces había hecho lo mismo? Ni siquiera le preguntaba si ella estaba ocupada, sólo suponía que estaría disponible para él. Negó con un gesto, tomando la ropa que había dejado en su cama y que se suponía, iba a ponerse, para guardarla fastidiada, y después buscó en su armario algo más adecuado para la ocasión, sacando sin mucho ánimo el kimono tradicional que seguramente sus comensales esperaban que usara, y vistiéndoselo con lentitud antes de dejarse caer en la cama, desganada.
Cerró los ojos, haciendo memoria. Su relación había comenzado un tiempo después del quiebre con su anterior novio, 6 meses para ser precisos, y si era sincera consigo misma, no había sido por una razón netamente sentimental. Si bien le tenía un gran cariño a su actual pareja, no podía decirse que sintiera por él el mismo tipo de sentimiento que por su ex. Tenía claro que no volvería a sentir lo mismo por nadie más, pero creía que en algún punto podía llegar a gustarle y querer de manera más romántica a alguien, aunque se estaba dando cuenta de que esa persona no iba a ser su novio.
No, no lo había hecho por amor, sino porque era lo que se esperaba de ella. Kuranosuke no era una mala persona, la quería, tenía una excelente carrera profesional y un envidiable puesto en la Fuerza Policial, además de que venía de una respetable familia con la que su propia familia tenía una larga amistad. Ni siquiera podía precisar desde cuando lo conocía, porque el niño risueño y amable era parte de sus recuerdos más antiguos. Y, por si fuera poco, era atractivo y amable, lo que toda mujer desearía tener a su lado. En resumen, era el candidato perfecto para ser su pareja y ella había decidido darle una oportunidad que él no había desperdiciado, con lo que habían seguido juntos hasta ahora.
Inhaló profundo y miró la hora, ya era momento de terminar de arreglarse y comenzar el trayecto. Se puso frente al espejo para peinarse de acuerdo con el atuendo y maquillarse de forma sencilla, sonriendo de medio lado a su reflejo al finalizar la tarea. Luego, se dirigió hacia la salida sin querer detenerse más tiempo a pensar en ese tipo de cosas que sólo le hacían doler la cabeza – sin mirar su departamento que le recordaba demasiado, a pesar de los cambios en la decoración en esos dos años –, y enfocándose en lo que debía hacer, después de todo no podía defraudar a su padre y no tenía razones de peso para encapricharse nuevamente, ahora lo correcto era aferrarse a la estabilidad que en esos momentos tenía en su vida, porque ya no debía seguir buscándola: podía considerarse una meta cumplida.
Observó las calles pasando a través de la ventana del taxi que había tomado, mientras los vecindarios iban cambiando hasta que el vehículo ingresó en uno de constricciones tradicionales, enormes casonas antiguas que formaban parte de esa zona más exclusiva en la ciudad. El automóvil se detuvo frente a una amplia entrada, con una lámpara de vela en cada costado y el kamon del clan Takeda en la superficie de ambas. Pagó el taxi, bajándose para acercarse hasta la puerta y anunciar su llegada tocando el timbre. Pronto, una criada la recibió con una exagerada reverencia, saludándola y guiándola hacia la sala, donde su padre y su novio ya estaban esperándola. La muchacha se retiró luego de otra inclinación de su cabeza y los dejó solos. Sango los saludó también con una reverencia leve y se ubicó junto a su padre, el lugar que debía ocupar como su descendiente.
— Hola, hija. Precisamente estábamos hablando de ti — su padre sonrió animado, su buen humor era palpable, algo que a ella le llamó la atención.
— ¿De mí? — Preguntó extrañada, le daba incluso algo de miedo lo que eso pudiese significar.
— Exacto. Kuranosuke me ha pedido tu mano en matrimonio, y obviamente accedí — le informó, dándole una suave palmadita en el hombro —. Estábamos esperando tu llegada para que afináramos los detalles de la boda.
— Así es, creo que lo ideal es no postergarlo mucho, para evitar el invierno. Pensaba que, dentro de un mes, sería una buena fecha — ahora fue el castaño quien tomó la palabra, sonriéndole con tranquilidad.
— ¿Q-Qué…? ¿Boda? — Sango palideció, completamente confundida ante esa noticia. Necesitó un par de segundos para ordenar las ideas antes de poder volver a hablar. — Pero ni siquiera me lo has pedido a mí…
— Oh, cierto — Kuranosuke se sonrojo, parecía un poco avergonzado por el hecho —. Lo siento, pensé que había quedado implícita tu respuesta en nuestras conversaciones, además… lo más importante es la autorización y bendición de tu padre.
Apretó los puños, contando mentalmente hasta diez para canalizar la ira que esas palabras le estaban causando. Debía considerar, después de todo, que la forma en la que había sido educado su novio y el paternalismo de su progenitor eran dos cosas contra las que no podía luchar, porque nunca iba a poder cambiarlas.
— Mi opinión también es importante, ¿sabían? — Dijo sin pensar, a pesar de que sabía que no lograría nada con el reclamo, quería dejarlo claro. — Además, que hayamos hablado de las cosas que haríamos después de casados, no significa que mi respuesta sería un sí ni que esté de acuerdo con que sea en este momento.
Ambos hombres fijaron su mirada en ella, haciéndole sentir todo el peso del análisis, por un instante quiso que se la tragara la tierra. Sin embargo, mantuvo su semblante serio, demostrándoles que no estaba bromeando.
— Hija, Kuranosuke sólo quiere lo mejor para ti. Considero que es el momento adecuado, porque ya estás en edad de ser madre. Si esperas más, luego será más difícil, por no hablar de las complicaciones que podría traer…
— Sango, entiendo que te sientas así, pero en serio lo hago pensando en nosotros. De verdad quiero formar una familia contigo, y ya va siendo hora de que demos el siguiente paso. No creí que fuera a molestarte.
Inhaló profundo mientras cerraba los ojos, procesando el mensaje. Tenía mucho sentido, después de todo habían hablado bastante sobre su futura vida de casados y los planes que tenía él. Y, sinceramente, no encontraba una razón lo bastante buena o de peso para negarse al compromiso, ya que era algo que veía venir desde el principio, sabía las intenciones desde la primera cita y había tomado el riesgo, ahora no podía negarse, no a estas alturas del camino. Asintió levemente, esbozando una sonrisa antes de volver a tomar la palabra, era tiempo de que asumiera el rumbo que iba a tomar su vida debido a las decisiones que había tomado, porque no tenía a nada más a lo que aferrarse, sólo a ese prometedor futuro que la mayoría veía en ambos.
— Es cierto, lamento mi reacción, sólo fue algo… repentino. Tienen razón, creo que es un buen momento.
Sus acompañantes le devolvieron la sonrisa satisfechos para luego comenzar a hablar sobre los planes de la celebración, que se llevaría a cabo antes de lo que ella hubiese esperado. Seguiría siendo algo inevitable y ella ya no tenía los mismos sueños por los que luchar para postergar ese momento, simplemente le restaba aceptarlo de buena gana.
Observó la pantalla de su computadora portátil y sonrió, moviendo el cursor para luego pinchar en la flecha y mover el documento que leía, satisfecho. El último informe que le había hecho el contador que llevaba las cuentas del Estudio evidenciaba la gran mejoría con respecto a cuando él fue asignado a ese puesto. Las gráficas comparativas de los distintos periodos eran claras y demostraban el progreso, que aumentaba de manera casi exponencial, teniendo su punto más alto en los últimos 3 meses.
Cerró el archivo y se echó hacia atrás en la silla, sonriendo. No había sido una tarea sencilla y no sólo tuvo que enfrentar el desafío de volver a convertir el Estudio en uno prestigioso y confiable, sino que a la vez tuvo que encarar deudas de las que ni siquiera Shishinki tenía conocimiento y, por si fuese poco, el camino se le dificultó por el rencor de un par de abogados con mucha más trayectoria que él y que estaban tras el puesto desde hacía tiempo.
Pese a todas las adversidades, se propuso cumplir lo que le habían encomendado y se esforzó, buscando las asesorías necesarias en los distintos temas que debían abarcar y tomando personalmente casos para restaurar la imagen del lugar, incluso cobrando menos de lo que debería, descontando su propia comisión con tal de que la gente contratara los servicios y así, demostrar lo que podía hacer. Luego de que la confianza fue restablecida, se encargó en persona de guiar y asesorar al resto de los abogados para que los casos tomados fuesen exitosos, hasta que ya nadie pudo dudar de las capacidades del Estudio.
Y así, poco a poco, había logrado que el éxito volviese a ser parte de la historia de la firma. Shishinki tuvo paciencia, porque el progreso fue más lento de lo que él hubiese querido, pero pudo notar desde el inicio que no había juzgado erróneamente al moreno, y ahora estaba complacido con el trabajo. Algo que se notaba incluso con la distancia, a través de sus mensajes o llamadas, y de la confianza que depositaba en sus habilidades, autorizando los distintos planes que nacieran con el objetivo de mejorar el rendimiento, la calidad, productividad, eficiencia y, porque no decirlo, ganancias del Estudio. Todo había ido sobre ruedas.
Abrió los ojos para mirar nuevamente la pantalla después de escuchar el sonido de un nuevo correo electrónico, y vio el mensaje sin leer en su bandeja de entrada. Se acercó para abrir el texto, leyendo rápidamente las palabras.
Ya viene siendo tiempo, Tsujitani, de que el resto de los socios te conozca en persona. Tendremos la próxima reunión el siguiente miércoles, así que cuento con tu presencia para ese día.
No faltes.
Volvió a sonreír, pero esta vez no en un gesto de triunfo, sino más bien uno de nostalgia. Volver a Tōkyō después de dos largos años no era algo que estuviese en sus planes en esos momentos, pero le gustaba pensar que las cosas ocurrían por algo. Además, no podía huir por siempre y, esta vez, las circunstancias eran muy diferentes a cuando había partido.
Se apresuró en enviar una respuesta afirmativa y luego decidió que era hora de dejar la oficina y comenzar a preparar su pequeña visita a esa ciudad lejana que hacía tanto no veía. Se despidió amablemente de su secretaria y se montó en su vehículo para dirigirse al departamento que había sido su residencia durante ese tiempo. Una vez allí, tomó su móvil, buscó el horario de los vuelos hacia la capital y compró el boleto, decidiendo que el lunes sería un buen día para volver. Luego, abrió la aplicación de mensajería para teclear un texto y mandárselo a su mejor amigo.
Oye, ya podrás descansar un par de días de mi departamento. El lunes iré a echar una mirada yo mismo.
Presionó el botón de enviar y dejó el aparato a un lado, echándose hacia atrás en el sofá para mirar el techo, aún sin terminar de procesar del todo que, en menos de una semana, estaría de vuelta en esa ciudad que tanto significaba para él. Apretó los puños al sentir la angustia oprimirle el pecho, luchando por subir por su garganta y escapar en forma de un sollozo.
Tenía miedo de regresar. No quería enfrentar la realidad, sabía que el tiempo no se había detenido y que la vida continuaba. Y él seguía siendo demasiado cobarde como para enfrentarse a eso.
InuYasha evitaba hacerle comentarios sobre Sango, pero Kagome procuraba mantenerlo tranquilo diciéndole cada tanto que estaba bien. La única vez que su amigo mencionó algo sobre la castaña había sido hacía poco menos de un año y medio atrás, y estaba molesto. Recordaba perfectamente sus palabras, porque el hecho también lo afectó.
Esa tonta de Sango, sólo aceptó ser su novia por complacer a su padre, como si esa fuese la solución.
No preguntó quién era el afortunado, aunque pudo suponerlo sin dificultad. Le dijo a InuYasha que no debía inmiscuirse en las decisiones de la muchacha y que lo importante era que fuese feliz. Antes de que él pudiese replicarle algo o siguiera con el tema, le pidió que no hablaran más sobre eso, y el asunto nunca más fue tratado.
Desde ese día, las noticias que había recibido de la castaña venían de la boca de Kagome, quien sólo la mencionaba ocasionalmente, sin esperar respuesta suya y cambiando la temática de inmediato para no incomodarlo más. No sabía si ella seguiría en esa relación, sólo que estaba bien.
Era consciente de que no tendría que hacerlo, pero aún guardaba una remota esperanza en su interior. Quería creer que podía volver y recomenzar, ofrecerle a la muchacha lo que antes no había podido, retomar las promesas abandonadas y cumplirlas, reencontrarse con ella y nuevamente estar completo…
Sin embargo, existía la gran posibilidad de que ella simplemente hubiese continuado su vida, decidiendo que lo mejor era dejar eso en el pasado y avanzar. Incluso era posible que Sango ni siquiera siguiera sintiendo lo mismo por él, después de todo había comenzado una nueva relación y sospechaba que aún la mantenía.
Negó con un gesto, aferrarse a esa ilusión había sido uno de los principales motivos por los que día a día seguía esforzándose en lograr lo que le exigían, pensando que de alguna forma eso lo ayudaría a poder tener una nueva oportunidad y cumplir sus sueños junto a la mujer que aún amaba, y si al final descubría que el esfuerzo no tendría la recompensa esperada…
Se conformaba con que ella fuese feliz. Aunque el compañero de vida que escogiera no fuera él, aunque quien disfrutara de su sonrisa, de perderse en su mirada, de tomarla de la mano al caminar fuera otro… Él sólo se alejaría, porque lo único que deseaba era que Sango cumpliera sus sueños y tuviese la felicidad que merecía, y a pesar de que le desgarraba la idea de no ser él quien estuviese a su lado, de verla junto a alguien más seguir adelante, y también de no verla más, era preferible ese dolor que el que sentiría si la veía sufrir de nuevo. Por algo él mismo le había pedido que siguiera adelante cuando terminaron.
Un pitido lo sacó de sus pensamientos. Se limpió una lágrima que no se había dado cuenta en qué momento había escapado y tomó su móvil, abriendo el mensaje que acababa de recibir.
¿Estás jodiendo? ¿Cuándo vienes? Espero que no sea una broma, porque voy hasta allá para patearte el trasero.
Soltó una suave risita al leer la forma tan cariñosa de su amigo de responderle y tecleó la respuesta, para luego levantarse y dirigirse hasta la cocina y prepararse algo para comer. Era momento de que enfrentara su más grande temor, ya no podía seguir escapando.
Revolvió su té mientras escuchaba a su amiga despedirse del último par de clientes que abandonaban el local y cerrar la mampara de vidrio, dando vuelta el letrero de "¡Bienvenido!" hacia el lado que rezaba "¡Lo sentimos! Hemos cerrado", antes de soltar un cansino suspiro y sentarse junto a ella.
— Ah… hoy ha sido un largo día. Pensé que nunca iba a terminar — se quejó, dejando caer la mitad de su cuerpo en la mesa, con los brazos estirados en señal de agotamiento —. Sólo quiero mi cama…
— Bueno, ve el lado positivo — intentó animarla, logrando que la mirara de reojo desde la superficie de la mesa —, ahora tienes muchos más clientes que antes. Te ha ido muy bien.
— Oh, eso es verdad — sonrió, levantándose para seguir la plática —. Por lo menos así puedo compensar las pérdidas por las rosquillas que InuYasha devora sin consideración todos los días.
— Su estómago parece no tener fondo — la apoyó, su amigo nunca se medía a la hora de comer —. Tiene suerte de que cocines tan bien y no tengas problemas en complacerlo.
Kagome notó el desánimo en la voz de su amiga, como si anhelara poder estar en esa situación, pero supiera que no podría hacerlo. Arrugó las cejas, no era la primera vez que se encontraba con esa expresión y siempre el responsable era el mismo.
— De acuerdo, ¿ahora qué pasó? — Preguntó directamente, Sango solía intentar evadir el tema porque no le gustaba escuchar los sermones de sus amigos.
— Ah… no es nada, sólo que nos vamos a casar. Ayer invitó a cenar a mi padre y le pidió mi mano.
La azabache parpadeó un par de veces, procesando la noticia.
— Espera… ¿te propuso matrimonio? ¿Y tú le dijiste que sí?
Sango negó con la cabeza, bebiendo un poco de su té antes de contarle lo ocurrido, primero tenía que intentar ordenar las ideas.
— No, no me lo propuso a mí, se lo preguntó a mi padre. Habíamos hablado sobre lo que haríamos luego de casarnos, pero yo seguía viéndolo como algo muy a futuro… y él pensó que eso significaba que le diría que sí.
— ¿Pasó por alto hablarlo contigo primero y fue directo con tu padre? — Alzó la voz, estaba molesta. — ¡Pero qué desconsiderado! Dime que, por lo menos, les hiciste ver que tu opinión también es importante…
— Bueno, se los dije… pero ya sabes, el tiempo pasa y mi padre quiere nietos. Además, Kuranosuke es un gran partido.
— Por favor, Sango — chasqueó la lengua, entornando los ojos con fastidio —. Eso no significa que tengas que hacer todo lo que te dice sin chistar. Ni siquiera te quieres casar…
— Kagome, no puedo hacer nada más. No puedo decepcionar a mi padre, y tampoco es como si él tuviese algo malo. Es amable, preocupado, no ha fallado en todo este tiempo…
— Pero tú no lo amas. No lo entiendo, ¿por qué sigues con esto? Antes, hubieses luchado para lograr tus metas, por cumplir tus sueños sin importar nada de lo que te dijeran. Pero ahora…
Sango agachó la mirada, sintiendo la angustia volver a aparecer en su pecho. Antes tenía otras razones que le daban la energía para seguir luchando, aunque tuviese todo en contra. Pero había perdido lo que le daba esa fuerza hacía dos años, y dudaba poder recuperarlo algún día. Además, sólo quería estar tranquila y esa relación era la única opción que cumplía con los requisitos para no causarle más problemas.
— Lo siento… Sabes muy bien qué es lo que cambió, y ya no quiero seguir peleando, sola no tengo la misma fuerza y no podría esperar por siempre…
— Sango… ¿por qué no lo buscas? Quizá ahora…
— No — la cortó de inmediato, intentando reprimir las lágrimas que querían salir —. No lo voy a buscar. Fue él quien decidió que lo mejor era irse, que no era lo que yo merecía… Me pidió que siguiera adelante, y es lo que estoy haciendo. Es lo mejor que puedo dar.
Su amiga enmudeció al escucharla, todo ese tiempo se había negado a admitir que realmente estaba rindiéndose, y ahora de pronto había soltado de golpe la razón por la que había decidido resignarse… Soltó un suspiro, tomando una de las manos de su amiga y presionándola con cariño, comprendía tanto su dolor.
— Está bien, lo comprendo. Es sólo que si te notara aunque fuese un poquito feliz… Eso era lo que él quería, Sango.
— Pues podría haberlo intentado de otra forma, ¿no crees? Lo siento, pero no podemos cambiar el pasado — se limpió las lágrimas que habían escapado de sus ojos y sonrió levemente antes de decidir cambiar el tema —. En fin, ¿sabes? Voy a ser compañera de InuYasha.
— ¿Ah? — La noticia tomó por sorpresa a Kagome, fue un cambio muy radical de tema. — ¿Por qué? Pensé que Kōga…
— Bueno, Kuranosuke dice que confía más en él para cuidarme la espalda.
— Keh, yo creo que es más que eso — InuYasha las interrumpió, apareciendo sin previo aviso a su lado —. De seguro sólo quiere que te alejes de otros hombres.
— Pero si fuera por eso, me pondría con alguna de las muchachas…
— Já, seguro. Nunca dejaría a dos mujeres juntas, ¿en qué mundo vives? — El oficial se dirigió al escaparate de pasteles y sacó la bandeja con rosquillas que estaba allí para luego sentarse junto a ellas a comer.
— Entonces, ¿por qué dices que quiere alejarme de otros hombres?
— Porque me eligió a mí, tu mejor amigo y el novio de tu mejor amiga. Sabe que no habría interés de ninguno de los dos.
Sango lo meditó unos segundos, podía ser que él tuviese razón. Después de todo, intentaba mantener bastante control sobre sus rondas, las veces que salía a patrullar y estaba pendiente del horario de salida y de regreso, los recorridos y hasta el más mínimo detalle. Ella sólo lo había considerado como parte de la preocupación normal de novio, incluso había escuchado a algunas chicas decir que era linda la forma en la que la cuidaba el Jefe. Miró a sus amigos, que volvían a discutir por el tema de las rosquillas y el insaciable apetito de InuYasha, y se aclaró la garganta antes de interrumpirlos.
— Puede ser, no lo había pensado. Pero es normal que se preocupe así por mí, ¿no?
InuYasha rodó los ojos, fastidiado, y Kagome inhaló profundo antes de responder.
— Para todo hay un límite, Sango, y creo que Kuranosuke hace bastante ya traspasó el suyo. Deberías tener cuidado con eso, podría ser un celópata.
— No creo que sea para tanto, Kagome. Sólo me cuida, las chicas de la estación dicen que es un lindo gesto y me envidian.
— Porque todas son unas tontas superficiales. Y, hasta donde yo te conozco, tú no eres así — esta vez fue InuYasha quien respondió, dándole un mordisco a otra rosquilla más.
— No digo que sea algo malo, pero deberías tener cuidado. Estar atenta a las señales, para que no tengas problemas luego.
— De acuerdo, pondré atención a sus gestos — sonrió, agradecida por la preocupación de sus amigos, y luego miró la hora, debía irse —. Lo siento, se me hará tarde. Muchas gracias por todo, son los mejores. Nos vemos mañana, InuYasha. Adiós, Kagome.
Se despidió con un gesto de su mano y abandonó el local, dejando a la pareja más preocupada que tranquila. InuYasha soltó un resoplido mientras Kagome negaba con un movimiento de su cabeza.
— Aún no se da cuenta, ¿verdad? — Preguntó él, los ojos cargados con algo de molestia.
— Creo que está demasiado agobiada como para hacerlo — las palabras sólo lograron irritarlo un poco más, pero era la verdad, él también lo había notado —. Ya no tiene las mismas ganas de cumplir sus sueños que antes. Sólo sigue porque es lo que tiene que hacer.
— No quiero ser pesimista, pero presiento que ese sujeto sólo va a hacerla infeliz. Nunca me ha dado buena espina.
— Espero que no sea así. De verdad sería demasiado injusto, ¿de que valdría entonces el sacrificio de Miroku?
— Keh, ese idiota sólo quiso huir, no fue capaz de ver que todo lo que Sango necesitaba para ser feliz, era lo que él podía ofrecerle… a ver si ahora que volverá por unos días, puede enmendar en algo el error que cometió al irse.
— ¿Volverá? ¿Cuándo?
— El lunes, al parecer tendrá una reunión con Shishinki y el resto de los socios de la firma.
— Hum… será bueno verlo de nuevo. Aunque dudo que pueda enmendar algo, Sango va a casarse. Creo que por eso también está así…
— ¿Me estás jodiendo? Ay, que idiota. ¿Por qué rayos le diría que sí a ese imbécil?
— Porque ya no quiere seguir peleando. Responde sólo por inercia… además, fue su padre quien dio la respuesta. Recuerda como es la familia de Sango…
— Tienes razón. Malditas tradiciones — ambos soltaron un suspiro y guardaron silencio por unos segundos, sin saber qué podían esperar con la sorpresiva visita de su amigo, menos en esas circunstancias. Luego, InuYasha miró el lugar y se puso de pie, extendiéndole la mano a su pareja —. Bien, es hora de que vayamos a casa. ¿Te ayudo a ordenar?
— Claro, muchas gracias.
Kagome aceptó el gesto y comenzaron su labor, para después irse hasta su hogar y seguir esperando. No podían hacer nada más, porque no estaba en sus manos poder cambiar las decisiones que tomaran sus amigos. Sólo podían seguir estando ahí para ellos, sin importar lo que ocurriría en el futuro.
Miroku tenía muchas cualidades, pero también defectos. Había cosas en su persona que podían ser tomadas de ambas formas, y el ser demasiado perfeccionista era una de ellas. Su trabajo era pulcro, detallado y tan ordenado, que incluso podría pasar como algún documento que fuese a ser evaluado por alguna comisión especial o algo similar.
La muchacha de castaños cabellos que era su secretaria soltó un suspiro al releer los papeles que él acababa de dejar en su escritorio, eso era demasiado. La forma en la que el abogado trabajaba le quitaba mucho peso de encima, porque le dejaba casi todo listo. Sin embargo, de cierta forma también la agobiaba, porque sentía que él hacía más de lo que debería, a veces incluso pensaba que era de esa forma porque no confiaba en ella. Nunca la había dejado demostrar lo buena que era en su labor.
— ¿Ocurre algo, Shima? — Preguntó extrañado al ver la expresión de la chica, parecía estar disconforme.
— No es nada, señor Tsujitani, sólo… que no hay correcciones que hacer, como siempre — respondió ella, encogiéndose de hombros.
— Pareciera que eso te molesta — otra de sus cualidades era el preocuparse por todos, y no le gustaba ver esa expresión en el rostro ajeno.
— Cuando llegó a hacerse cargo del Estudio, pensé que tendría mucho que hacer. Un abogado joven, sin mucha experiencia, a cargo de todo esto… imaginé que pasaría horas revisando los informes, verificando los datos de los documentos, incluso viendo que no hubiese errores en los escritos que redactara… pero nada de eso ocurrió. Su trabajo siempre ha sido, sencillamente, perfecto.
— Pensé que eso era algo bueno — frunció el ceño, sin comprender el punto de la secretaria —. Se me dio esta oportunidad para demostrar mis capacidades.
— Lo sé, y me alegro mucho de que le esté resultando todo muy bien — le sonrió, se notaba que el gesto era sincero —. Es sólo que eso termina aislándolo. Demuestra no necesitar la ayuda de nadie, y pareciera que siempre está en lo correcto. Como si fuese el único que sabe lo que hay que hacer.
— Cuando llegué, estaba solo y no sabía en quién podía confiar — comentó, tardó un tiempo en que realmente el personal del Estudio lo aceptara como el nuevo encargado —. Debía demostrar porqué Shishinki me eligió para el puesto.
— Eso lo entiendo — la muchacha enrojeció, parecía temer el decir algo que no debía, pero decidió que ya había comenzado a hablar, no podía detenerse ahora —. Y lo logró muy bien. No quiero decir que su trabajo tenga algo de malo, por el contrario: es un gusto que siempre sea tan cuidadoso con todo. Pero sigue sintiéndose como que no confiara en nadie. Como si tuviese que defenderse de algo o alguien. Debería saber que no está mal de vez en cuando buscar apoyo, contar con los demás, confiar en el criterio de otros. Eso le sacaría a usted un peso de encima, y a nosotros nos dejaría más tranquilos al saber que somos capaces de ayudarlo.
El ojiazul sonrió ante las palabras honestas que la chica se había atrevido a decirle. Era cierto, él seguía sintiendo ese lugar como algo ajeno, pensaba que debía demostrarles a todos que era lo suficientemente bueno para ese cargo, que cualquiera podría intentar desacreditarlo ante el más mínimo error. Después de todo, ese no era su hogar, ahora estaba solo.
— Lo siento, tienes razón — respondió, la mirada con algo de culpa fija en ella —. Debería confiar más en ustedes, sé que son capaces de muchas cosas. Tomaré en cuenta tus palabras cuando regrese de Tōkyō, muchas gracias.
Le hizo un respetuoso gesto con su cabeza antes de salir de la oficina para ir hasta el departamento, los viernes solía irse más tarde, pero ahora debía preparar todo para el viaje. Se montó en su automóvil y arrancó el motor, analizando las palabras de Shima.
Suspiró, pensando que eran aplicables no sólo al ámbito laboral, sino que al personal también. InuYasha se lo había reclamado hacía poco tiempo, un par de días atrás. Le había dicho que no siempre tenía que solucionar todo solo, que podía pedir consejos, considerar lo que pensaban otros antes de tomar una decisión. Incluso le dijo que debía quitarse de la mente la idea de intentar proteger a todos, decidiendo por el resto. Eso le había dolido, porque sabía que hacía referencia a la elección que hizo de irse para alejarse de Sango. Y lo sabía porque era lo único que ponía de tan mal humor a su amigo como para gritarle por teléfono, aunque no hablaran de ella directamente. Kagome había tenido que quitarle el aparato a su novio para evitar que decidiera viajar hasta Hokkaidō sólo para golpearlo por imbécil, se había disculpado atropelladamente, alejándose de InuYasha antes de decirle que podían hablar más tranquilos. A pesar de que ella iba a cambiar el tema de conversación, Miroku había sido afectado por las palabras de su amigo y, como no había hecho en esos dos años, le preguntó directamente por la castaña.
"Kagome, ¿Sango está bien? ¿Por qué InuYasha está tan molesto?"
"Bueno… sí, está bien… ya sabes, igual que siempre, creo que no puede estar mejor."
Sintió que su amiga quería agregar algo, pero no lo hizo porque alguien acababa de llegar a la cafetería y tuvo que terminar la llamada de golpe. Sin embargo, el mensaje había estado teñido de resignación, era obvio que ella consideraba que su amiga no estaba tan bien como quisiera.
Llegó a su destino y se dejó caer en el sofá, apretando los puños al recordar esa conversación. No podía pensar en alguna razón por la que la castaña estuviese mal, por lo menos no al punto en el que su amigo le gritara que era un completo imbécil – otra vez – ni que la azabache se escuchara así de desanimada. Pero no volvió a preguntar, decidió guardar esa preocupación para cuando estuviese en Tōkyō, en una posición en la que le fuese más fácil – y efectivo – hacer algo por la muchacha. Lo que sí hizo fue postergar las reuniones que tenía en el Estudio y así quedarse unos días más en su antiguo hogar, por lo menos una semana para poder entender qué ocurría y ver si de alguna forma podría ayudar a Sango.
Sacó de su billetera el boleto de avión que tenía guardado y sonrió, había decidido que lo mejor era adelantar el viaje un día, por lo que partiría el domingo. Ya le había avisado a sus amigos y lo irían a buscar al aeropuerto para ayudarlo a dejar su equipaje en su casa. Aunque insistió que no era necesario que lo hicieran, Kagome había exigido ir, porque quería verlo pronto y el comprendió el sentimiento. Dos años parecían una eternidad, después de todo.
Decidió que era suficiente descanso por el momento, así que se puso de pie y fue hasta su cuarto, era hora de comenzar a guardar sus cosas para el viaje. Pronto, volvería a reencontrarse con su pasado y esperaba que esta vez, las cosas fuesen un poco mejor. Se aferraba a esa esperanza porque era lo único que le quedaba.
Y el destino dijo ¡PUM! Y no quiso que ellos recapacitaran a tiempo. Pero la vida es larga y aún tienen esperanzas (?) Por lo menos Miroku las tiene y eso es bueno, porque indica que no va a rendirse porque lo único que desea es que su amada Sango sea feliz y no va a descansar hasta lograrlo. Le deseo suerte al pobre muchacho, siento que la necesitará.
En fin, agradezco infinitamente su enorme paciencia, son un amor de personas. Loops y Caroan, son un sol con patas que ilumina mi caótica y estresante vida con mis miles de roles. Cuando quiero tirar la toalla, leo sus reviews y se me pasa xd (y no bromeo xd)
Me despido por ahora porque mañana tengo un angustiante turno, espero sus apreciaciones respecto al capítulo y nos estaremos leyendo pronto. Los amodoro~~ a todos!
Yumi~ (zombie que debería ir a dormir, pero seguro procrastina un poco más antes de hacerlo xd)
