DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.


Je vais T'aimer —

IX

Déspota realidad —


— "No puedo buscar la verdad,
aunque tú eres más importante que nadie más, mi fe está vacilando.
Incluso si te sostengo tan fuerte que pareciera que te romperás,
no puedo alcanzarte.

Como un laberinto sin salida,
¿quién apretó el torcido gatillo?

No puedo verte, no puedo verte."—

Lies and truth; L'Arc~en~Ciel —


El bullicio y el ajetreo del lugar la rodearon, causando que de pronto se sintiera atrapada. Inspiró profundo, ordenando las ideas mientras leía la pantalla con la información sobre los distintos vuelos, las letras apareciendo y desapareciendo con un ritmo acelerado. Finalmente suspiró y fijó su vista en sus acompañantes, quienes apenas si le prestaban atención a su presencia.

— Pueden decir que es poco práctico ir hasta Kyōto en avión, pero para mí es más cómodo — el mayor de todos dio su apreciación con un tono soberbio que de cierta forma le molestó.

— Es cierto, no hay nada como la comodidad de un vuelo en primera clase — lo apoyó ahora el otro varón, logrando que ella entornara los ojos por la evidente muestra de adulación.

— Además, no quiero llegar tenso a la ciudad, hacer este papeleo ya me va a estresar lo suficiente.

— Es comprensible. Pero no se preocupe, mañana por la noche estará todo resuelto.

La sonrisa segura pareció brillar en el rostro del castaño, recibiendo como respuesta un gesto afirmativo por parte de su interlocutor y un apretón en el hombro lleno de confianza y agradecimiento. Ella quiso largarse, ni siquiera sabía qué estaba haciendo allí si sus acompañantes preferían ignorarla, o en realidad pensaban que ese tema no le concernía lo suficiente como para que su opinión fuese importante. Frunció las cejas, estaba comenzando a hartarse de ser menospreciada sólo por el hecho de ser mujer. ¡Hasta a su hermano le habían preguntado qué pensaba al respecto y a ella no! Resopló involuntariamente, necesitaba irse pronto de ese lugar.

— ¿Qué ocurre, Sango? Te ves algo molesta — La interrogó su prometido, arrugando el ceño al ver su expresión.

— Estoy comenzando a sentirme como la mujer invisible — murmuró, quería hacer notar su disgusto.

— Oh, vamos hija, ya hablamos de esto. La herencia de la propiedad de tus abuelos es algo que debe ser tratado por los…

— … Jefes de familia, que es la línea de descendientes varones — interrumpió a su padre, ya conocía la explicación y era algo que le provocaba dolor de cabeza —. Y, considerando que Kuranosuke será mi esposo dentro de poco, hasta su opinión es más importante que la mía.

— No es eso… — El mayor intentó defenderse, sosteniéndole la mirada. — Tus abuelos querían dejarte el título a ti, y para que eso sea efectivo luego de la boda, tendremos que hacerlo primero cediéndole la propiedad a él…

— Será nuestro hogar en cuanto podamos mudarnos. No creí que te molestara compartir esta pequeña parte de tu herencia…

— No me molesta… es sólo que… — Negó suavemente, buscando la mirada de su progenitor, seguía sin entender la necesidad de hacerlo tan pronto. — ¿Tiene que ser ahora? Hubiese preferido que fuese después de la boda…

— ¿Acaso no confías en tu futuro esposo? Dudo que vaya a escaparse con la casa…

— N-No… yo no dije eso. Por supuesto que sé que no hará tal cosa…

— Entonces, ¿por qué quieres hacerlo después?

— Yo… no lo sé. Sólo siento que es muy pronto — exhaló y se encogió de hombros, no tenía nada con lo que rebatirle a su padre —. Pero tienen razón. Discúlpenme.

Ambos hombres negaron con un gesto, seguramente habrían dicho algo más para hacerla darse cuenta de su error, pero la voz por alto parlante anunciando que debían abordar su vuelo se los impidió. Se encaminaron hasta la puerta de embarque y se despidieron, de manera más cordial que cariñosa, antes de que ellos se perdieran de vista y la dejaran sola. Soltó otro suspiro más y se dio la media vuelta para comenzar a caminar hacia la salida, se sentía extrañamente derrotada.

Se detuvo en seco al escuchar una expresión de fastidio que le era demasiado familiar. Volteó la cabeza en la dirección de donde venía la voz y vio las largas cabelleras azabaches y un modo de andar tan conocido que lograron que esbozara una sonrisa, cambiando la dirección que llevaba para apresurarse en darles alcance.

— Keh, según recuerdo, dijo "sólo un par de días" — el reclamo en el tono quisquilloso fue inconfundible —. Pareciera que fuesen semanas.

— Ya deja de reclamar, InuYasha. Mejor hubiese venido sola — su amiga regañó a quien hacía berrinches —. Además, ni que fueses a cargar todo eso tú solo.

— ¡Hola, muchachos! — Llegó por fin a su lado y los saludó, logrando que voltearan a verla sorprendidos. — ¿Qué hacen aquí?

— ¿S-Sango? — Ambos tartamudearon al hablar, evidentemente no esperaban encontrarla ahí.

— Eh… nosotros sólo…

— ¡Listo! Ya tengo todo mi equipaje. ¿Vamos?

Sango se paralizó al escuchar la voz masculina, mientras sus amigos se volteaban a ver al dueño y, con el movimiento, le dejaron observar su imagen. Los ojos castaños se encontraron con los azules, causando que ella entreabriera la boca en un signo claro de incredulidad, mientras que él dejó caer la maleta que llevaba, la que golpeó el suelo con fuerza.

— ¿M-Miroku…? ¿Tú… volviste? — Temió no hablar lo suficientemente alto para que él la escuchara, pero parecía que todo el alboroto que los rodeaba había sido silenciado repentinamente, por lo menos ella no era consciente de ningún otro sonido.

— Yo… sí, por unos días. Tengo una reunión y decidí quedarme un poco más — respondió, intentando sonreírle de manera despreocupada, como si no debiese sorprenderse de verlo ahí.

— Oh, ya veo… — Sango agachó la mirada, sus amigos ni siquiera se lo habían comentado, quizá él no quería encontrarse con ella. — Lamento la interrupción, no sabía que venías de visita. Será mejor que me vaya, deben tener planes y yo los estoy retrasando… Fue un gusto verte de nuevo. Adiós.

No esperó respuesta, volviendo a darse la vuelta y retomando el camino hacia la salida, reprimiendo las lágrimas que intentaban salir de sus ojos. Miroku la observó en silencio, indeciso. Deseaba tanto verla de nuevo, pero la expresión en el rostro de Sango le oprimió el pecho. Quizá ella no quería volver a verlo, quizá lo mejor era mantenerse lejos.

— ¿Qué mierda estás esperando? Ve a buscarla — InuYasha le dio un codazo, empujándolo levemente.

— P-Pero ella…

— ¿Vas a volver a ser tan idiota como para dejarla irse? Si lo haces, será la última vez que la veas.

Las palabras de su amigo fueron como un puñetazo que lo hizo reaccionar. Apresuró el paso, abriéndose camino entre la gente por algunos metros, hasta que logró alcanzarla, tomándola del brazo para detenerla justo antes de que atravesara las enormes puertas de vidrio que separaban el interior del exterior. Ella lo miró extrañada, los ojos llenos de duda y confusión ante sus acciones. Le sonrió de forma tranquila antes de hablarle.

— ¿Por qué no vienes con nosotros? Kagome preparará una cena especial de bienvenida y me encantaría que estuvieses ahí — la invitó, el anhelo brillando en sus ojos.

— Muchas gracias, pero no quiero molestarlos. Quizá otro día… — Se disculpó, aunque él supo que esa posibilidad de un encuentro futuro no era verdadera. Si no era ahora, no sería jamás.

— Lamento no haberte dicho que vendría. No sabía si aún estabas molesta conmigo, o si querrías verme. Tenía un poco de miedo de volver — admitió, encogiéndose de hombros y soltándole el brazo —. Comprendo si no quieres acompañarnos, pero si soy sincero, me gustaría que estés allí.

Sango buscó sus ojos, para ver la expresión de anhelo y la honestidad en la petición que estaba haciendo. Sonrió levemente y negó resignada antes de darle su respuesta.

— Han pasado dos años, Miroku, y si por algo debería estar molesta, es porque no viniste antes — comenzó a caminar de regreso donde sus amigos esperaban, haciéndole un gesto para que la siguiera —. Y por supuesto que quería verte.

Él sonrió, apresurando el paso para alcanzarla y caminando a su lado, mucho más tranquilo ahora que tenía la oportunidad de compartir un poco con ella. Quizá eso fuese lo que necesitaba para corregir sus errores pasados. Quizá el destino no sería tan cruel esta vez, por algo los había hecho encontrarse desde ese momento, ¿no?


Las carcajadas inundaban la sala, algo que a todos les aligeraba el alma porque hacía tiempo que ninguno podía disfrutar de esa forma una reunión social. Sango incluso se sentía como una adolescente que sale de fiesta cuando sus padres no están, rompiendo todas las normas.

Cuando por fin lograron calmar las risas – nacidas gracias a la habilidad especial de InuYasha de imitar gente como su hermanastro o a algunos oficiales de policía –, decidieron tomar otro hilo de conversación.

La primera en hablar fue Kagome, quien aún tenía curiosidad por algo y no iba a quedarse con la duda, por lo que soltó la pregunta de forma descuidada, casi como si de verdad no le interesara mucho la respuesta.

— Oye Sango, aún no nos dices qué estabas haciendo en el aeropuerto.

El rostro de la castaña cambió de inmediato de expresión, como si de pronto le hubiesen recordado que tenía reglas que seguir. Se acomodó en su silla y se aclaró la garganta, rehuyendo de la atenta mirada de Miroku, a quien no le pasaron desapercibidos sus gestos.

— Ah… bueno, fui a dejar a Kuranosuke y a mi padre, iban a Kyōto a ver el tema de la casa de mis abuelos.

— Oh… ¿y quién quedó a cargo de la Estación? ¿No es un poco precipitado que se vaya así nada más? — A InuYasha le extrañó la respuesta, sabía que el Jefe de policía no dejaría su puesto a no ser que fuese algo de suma importancia.

— Creo que Winasoke va a tomar su lugar… y sólo serán dos días, volverán el martes.

— Ya se me hacía extraño que te dejarán sola…

— ¡InuYasha! — Kagome le dio un codazo en las costillas para que guardara silencio y luego negó con un movimiento resignado, notando el cambio en el ambiente debido a su pregunta, por lo que intentó nuevamente llevar la charla a otro tema. — Oh, ¡cierto! Tengo pastel de fresas, ¿quieren?

No esperó respuesta y se dirigió hacia la cocina, seguida de InuYasha con el pretexto de que la ayudaría a servir, y dejando a Miroku y Sango solos en la mesa, ella intentando evitar mirar a su acompañante, con la vista fija en un adorno que había frente suyo y rogando internamente que él no le preguntara nada.

— ¿La casa de tus abuelos? — Apretó la mandíbula al escuchar las palabras, era obvio que él no iba a dejar el tema en el aire. — Según recuerdo, ellos querían que la propiedad fuera tuya.

— Eh… sí, me la heredaron… o bueno, algo así — se mordió el labio, explicar la situación significaba decirle todo lo que estaba pasando y eso seguía dándole miedo, aunque no pudiese hacer más que resignarse a los hechos —. Fue lo que ellos le dijeron a mi padre antes de fallecer, pero no alcanzaron a hacer el testamento, por lo que la propiedad en estos momentos es de mi padre, así que tendrá que hacer el traspaso en vida…

El moreno frunció levemente el ceño al escucharla, un tanto confundido con la explicación, eso no parecía tener sentido.

— Pero, en ese caso, deberías haber ido tú, porque quedará a tu nombre…

— Oh, no exactamente… verás, ehm… — empuñó con fuerza sus manos, de todas formas tenía que decírselo en algún momento y era mejor hacerlo pronto. — Mi padre hará el traspaso a Kuranosuke para que la casa quede luego como una propiedad del matrimonio y así, será mía…

— ¿M-Matrimonio? — El corazón de Miroku se aceleró al escuchar la explicación, eso significaba que había estado lejos demasiado tiempo. Agachó la mirada, reteniendo las lágrimas que comenzaron a nublarle la vista e intentando que su voz no se escuchara afectada. — Entonces… ¿se van a casar?

— S-Sí… dentro de un mes será la boda — murmuró, el pecho apretado ahora al tener que reconocerle su situación —. Y-Yo… lo siento…

Él soltó un suspiro y dibujó una leve sonrisa en su rostro, levantando la mirada para dirigirla a ella y acariciándole suavemente el rostro, un gesto que la sobrecogió.

— ¿Por qué lo sientes? Está bien… Es tu decisión y si lo vas a hacer, seguro es porque él te hace feliz. Debes estar muy emocionada, siempre anhelaste tanto ese momento…

Sango también dibujó una sonrisa en sus labios, pero era más bien una resignada.

— S-Sí… lo estoy. Y estresada con todos los preparativos. La verdad, sigue siendo algo bastante repentino para mí. Pero bueno… hay cosas que simplemente debemos hacer.

Se encogió de hombros para dar por finalizada la charla justo en el momento en el que sus amigos volvían con el postre. Intentaron seguir con la velada lo más animadamente posible, pero pronto Sango pidió disculpas y se marchó con la excusa de que debía ir a ver a su hermano que había quedado solo en casa. Los demás la observaron irse y luego la pareja fijó su mirada en el ojiazul, escrutándolo con detenimiento un par de segundos.

— ¿Y bien? ¿Qué vas a hacer? — InuYasha fue directo al grano, como siempre, logrando que su amigo pareciera un tanto confundido.

— ¿Hacer con qué?

— No te hagas el idiota, con lo de Sango. Supongo que harás algo, ¿no?

— Te dijo lo de la boda, ¿verdad? — Kagome quiso saber detalles, estaba un tanto preocupada y ansiosa con lo que podría ocurrir ahora.

— Sí, me dijo que se casaría en un mes — respondió, volviendo a esconder la mirada con cierta aflicción —. Que su padre y Kuranosuke fueron a Kyōto para hacer el traspaso de la casa de sus abuelos a Takeda y así luego sería propiedad del matrimonio…

— ¿Y te quedarás de brazos cruzados, sin hacer nada? — InuYasha parecía irritado con todo eso, seguro quería golpearlo nuevamente.

— Es su decisión, si dijo que sí, yo no puedo obligarla a no hacerlo. Como les he dicho antes, sólo deseo que sea feliz.

— ¿Y la viste feliz? — La azabache alcanzó una de las manos de su amigo y la presionó con fuerza, logrando que fijara su vista en ella. — Dime, Miroku, ¿viste a la Sango que esperabas ver ahora?

— Y-Yo… — Lo pensó un momento, esa mirada huyendo de la de él, la sonrisa resignada, incluso el tono de voz y las palabras utilizadas… — No, ella… parecía más bien derrotada. Como si fuese lo único que le quedase por hacer, sin más opciones.

— Se siente atrapada. Y no va a intentar escapar por sus propios medios, ya se rindió.

— Está demasiado agobiada, y Kuranosuke se aprovecha de eso y de la buena relación que tiene con su padre — el oficial resopló, molesto, antes de volver a increpar a su amigo —. Entonces, ¿harás algo?

La mirada azul brilló sutilmente antes de que él asintiera con un gesto.

— Claro que lo haré. Por lo menos lo voy a intentar — agregó, sonriendo levemente —. Ahora iré a mi departamento, aún tengo que desempacar. Estaremos hablando, gracias por todo.

Se despidió con un gesto y, luego de ir a buscar sus maletas, se marchó a su hogar. InuYasha y Kagome soltaron un suspiro de alivio, con la esperanza de que él pudiese hacer que su amiga recapacitara sobre su decisión y que estuviesen juntos de una vez por todas.


Llegó a su departamento, dejó las maletas en su cuarto y se dejó caer en uno de los sofás, el suave sonido de la gruesa tela que lo cubría siendo aplastada por su peso rompió el silencio casi tétrico que se imponía en el lugar. Echó una mirada rápida alrededor y sonrió de medio lado, pensado que al día siguiente tendría que volver a convertirlo en su hogar, y dejarlo así para el futuro, porque pretendía volver más seguido a la ciudad, por lo menos si las cosas comenzaban a salir como él esperaba.

Sacó su móvil de su bolsillo y miró la hora, pensando que aún no era tan tarde como para realizar esa llamada, menos con la importancia que tenía para él. Buscó el número en sus contactos, cruzando los dedos porque siguiese siendo el mismo, y lo presionó, esperando con el aparato en su oreja y escuchando el tono de llamada sonar unas cuantas veces antes de que fuese contestada.

¿Sí? ¿Qué quieres? — La voz mostró extrañeza, pero también desconfianza, duda. Seguramente aún tendría guardado su número y no encontraba una razón para que se pusiera en contacto en esos momentos.

— Buenas noches, señor Kuwashima — saludó, intentando sonar lo más educado posible, aunque la forma descortés lo irritó levemente —. Ha pasado mucho tiempo, ¿no? ¿Cuánto será, un poco más de dos años?

No fastidies y ve al punto — esta vez fue cortante, como si recordar el pasado fuese una falta grave —. ¿Para qué me llamas?

— Supe lo de la boda. Y también lo de la casa…

No son asuntos que te incumban. Las decisiones ya están tomadas, así que no entiendo la finalidad de esto.

— Me prometió que ella sería feliz, que se aseguraría de eso — contestó en el mismo tono desafiante, molesto porque él quisiera apartarlo nuevamente —. Me dio tantas razones para alejarme, y ahora ninguna parece tener sentido. Creí que lo de la casa ya estaría resuelto, han pasado dos años…

Como se nota que no tienes idea de cómo se hacen las cosas en nuestras familias — ahora el menosprecio y la burla fueron evidentes, causando que él apretara con fuerza la mandíbula —. Te dije que ella tendría la vida que se merece, que estaría tranquila.

— Pues creo que no está cumpliendo su parte del trato — no pudo ocultar el enfado, el mayor no le tomaba el peso real al asunto —. No la vi feliz, mucho menos tranquila. Sólo está resignada.

¿La viste…? ¿Acaso volviste a Tōkyō a buscarla?

— Nos encontramos de casualidad. Pero eso no es lo que importa ahora, el punto es otro. ¿Por qué la obliga a casarse?

Yo no la estoy obligando a nada, ella lo aceptó. Sabe que es lo mejor para todos.

— ¿Lo aceptó? Esa no debería ser la respuesta, ella debería haberlo decidido, tendría que ser su elección.

Maldita sea, Tsujitani, ¿qué es lo que quieres lograr con esta llamada? Estás haciendo que pierda mi tiempo.

— Quiero una oportunidad. Me dijo hace tiempo que yo no era lo que Sango merecía porque no estaba a su altura, porque aún era un abogado que debía obedecer órdenes, sin una trayectoria, sin un salario digno, sin un nombre conocido — apretó los puños, recordando el dolor que le causaron esas razones, porque él sabía que eran ciertas en ese momento —. Eso cambió, supongo que lo sabe, ¿no? Estoy a cargo de un Estudio en Hokkaidō, ahora yo soy quien da las órdenes.

Sí, lo sé. Pero eso no significa que las cosas hayan cambiado en algo — el tono esta vez fue austero, incluso duro, seco —. La dañaste, ¿lo olvidas?

— ¡Usted sabe perfectamente porqué lo hice! — Levantó un poco la voz, incluso poniéndose de pie por el coraje que sintió con esa última frase. — Me pidió que encontrara un modo de alejarla, de que ya no confiara en mí, de que me odiara…

Y cumpliste, algo que te agradezco porque así pudo darse cuenta de quién eras en verdad. ¿Quieres volver a intentarlo aún con ese precedente? ¿Crees que ella volvería a confiar en ti?

Miroku mantenía los puños prietos y tenía el ceño fruncido, estaba furioso. El padre de Sango tenía razón, a pesar de todo fue él quien tomó la decisión, hiriéndola de forma profunda. ¿Podría acercarse otra vez, volver a pedirle que confiara en él, le creería si le decía que la amaba?

"Quédate… no te vayas, no huyas… Por favor Miroku, no me dejes…"

La voz suplicante de Sango resonó en su cabeza, recordándole el día que se despidieron, cuando ella estaba dispuesta a olvidar todo para seguir a su lado, para evitar que él se fuera. Quizá ahora…

— Puedo tomar el riesgo. Y en estos momentos tengo mucho más para ofrecerle que hace dos años, incluso la casa…

Sigues siendo un Tsujitani. Tu familia nunca va a estar a la altura de la nuestra — la verdad le cayó como un balde de agua fría, eso no podría cambiarlo jamás —. Si quieres puedes intentarlo, pero jamás vas a tener mi aprobación, mucho menos mi bendición. Deberías dejarla en paz, resignarte y seguir con tu vida. Si vuelves a acercarte, seguirás dañándola.

Miroku volvió a dejarse caer en el sofá, abatido. Todo lo que le daba un sentido a sus esfuerzos y sacrificios acababa de derrumbarse frente a sus ojos porque no podía cambiar el hecho de no venir de una familia tradicional como el clan Takeda. Para el jefe de los Kuwashima, siempre sería indigno de su hija.

— Lo siento, no puedo cambiar mi origen. Usted podría cambiar su forma de pensar, pero sé que no lo hará. Y si eso va a ocasionarle problemas a Sango…

Es más que eso, pero no lo comprenderías. Después de todo, no tienes familia.

— Es cierto… — Otro golpe más, él había perdido a sus padres muy joven, tanto que no recordaba como era no estar solo. — Lamento haberlo molestado, que tenga una buena noche. Adiós.

Cortó la comunicación antes de que su interlocutor pudiese despedirse, dejando el aparato a su lado y cerrando los ojos con fuerza mientras se recostaba en el sofá, derrotado. ¿Qué estaba haciendo? Si volvía a aferrarse a la ilusión de que podía reconstruir lo suyo con Sango, si se acercaba a ella y le demostraba que sus sentimientos no habían cambiado, ¿podría lograr algo? La castaña había seguido su vida, tenía una relación estable, iba a casarse con un hombre que era mejor que él en todos los aspectos en los que los compararan. Parecía ser el mejor futuro para ella, pese al estrés y el agotamiento que notó en sus ojos aquella tarde, probablemente en algún punto iba a encontrar la estabilidad que ese tipo le ofrecía y estaría tranquila, tendría una vida sin preocupaciones… podría ser feliz.

¿Qué podía ofrecerle él, en cambio? Conflictos permanentes con su padre, el desacuerdo constante, el miedo a volver a ser traicionada, la angustia del recuerdo tormentoso. Había sido demasiado ingenuo, creyendo que en algún punto podría volver a intentarlo. Soltó un par de lágrimas, lo mejor era mantenerse lejos para evitar volver a herirla.

— Perdóname, Sango…

Ocultó su rostro cabizbajo en sus manos, negando con un gesto. No podía ser egoísta, esta vez pensaría primero en ella, en su bienestar, en lo que era mejor para su futuro. Ella se lo merecía.

Un pitido de su móvil y la luz de la notificación de un nuevo mensaje lo sacaron de sus pensamientos. Tomó el aparato y desbloqueó la pantalla para leer el texto, el pecho apretado al ver el remitente.

"Espero no despertarte. Fue grato verte hoy, gracias por invitarme. Quizá podríamos juntarnos otro día, si tú no tienes problemas. Buenas noches :)"

Soltó un sollozo ahogado, apoyando la frente en la pantalla un par de minutos antes de decidirse a contestar.

"Aún estoy en pie, tengo un desastre en el departamento, así que no te preocupes. También me dio gusto verte hoy, gracias a ti por ir. Yo no tengo problemas, dime cuándo puedes y coordinamos. Que descanses ;)"

Envió el mensaje y apretó el aparato con impotencia, suspirando. Pensar en volver a alejarse era incluso más doloroso que la idea de verla ser feliz con alguien más. Tal vez podrían seguir siendo amigos, él quería estar ahí cuando ella lo necesitara, quería permanecer a su lado, aunque fuese una tortura saber que otro sería quien cumpliría las promesas que alguna vez él le hizo. Quizá era la forma en la que se castigaría por haber sido tan estúpido antes, cuando Sango le había dado la oportunidad de volver a intentarlo…

Otro pitido le indicó que había recibido una rápida respuesta. Se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y abrió el texto, leyéndolo con una sonrisa resignada en los labios.

"Me alegra no haberte despertado. ¿No necesitas ayuda con tu departamento? Mañana tengo ronda diurna, salgo a las 4 p.m. Después de eso, podría ir como refuerzo, si no te molesta, claro."

Soltó una leve risita, el afán de Sango por auxiliarlo y esa terminología policíaca eran dos cosas que extrañaba mucho. Tecleó rápidamente el siguiente mensaje, decidido. Si no iba a tener el apoyo del padre de la muchacha, por lo menos podría demostrarle a ella que aún era alguien importante para él.

"Por supuesto que no me molesta. Te pasaré a buscar a la estación, entonces. Nos vemos mañana."

Envió el texto y no tuvo que esperar mucho para recibir la última respuesta de la noche.

"De acuerdo, hasta mañana. Dulces sueños~"

— Dulces sueños para ti también, Sanguito — murmuró con la vista fija en su móvil, como si anhelara tener su compañía en ese momento.

Decidió que era hora de irse a dormir, estaba agotado no sólo físicamente y necesitaba un respiro. Habían sido demasiadas emociones juntas en un solo día.


Se lanzó en su cama, pensativa. Tenía demasiados sentimientos encontrados en su interior y necesitaba ordenarlos, aunque no sabía por dónde comenzar.

Soltó un suspiro, resignada. Primero, estaba molesta con su padre y su novio. Sentía, cada vez más, que ella era una parte secundaria de la relación. Entendía el paternalismo de su familia, después de todo había convivido con él desde su nacimiento e incluso se había enfrentado a ello cuando decidió entrar a la Academia Policial, porque nadie estaba de acuerdo con eso. Su familia hubiese preferido que se dedicara a algo más apto para una mujer, como lo que hacía su amiga Kagome. Incluso le habían propuesto que estudiara Enfermería, como si a ella le gustara eso de las ciencias. En aquella ocasión, discutió con todos los adultos presentes, hasta que les gritó que era su vida y que iba a hacer lo que realmente la hiciera feliz, sin importarle ese estúpido prejuicio machista. Al final, había entrado en la Academia, pasando todas las pruebas de ingreso con la puntuación máxima y egresando con honores como una oficial de policía; había demostrado tanta determinación que incluso su padre comenzó a apoyarla luego al ver la pasión en sus ojos.

Exhaló lentamente, en esa época podía irse en contra del mundo entero por cumplir un sueño, y ahora no era capaz de decir que no a un compromiso que, estaba más que segura, nunca iba a hacerla sentirse plena.

Odiaba que su padre insistiera en que sabía lo que era mejor para ella y le recordara todos los aspectos positivos de Kuranosuke, como si ella no fuese capaz de verlos por sí misma. También estaba comenzando a odiar la forma en la que su novio la hacía a un lado, asumiendo que él tenía la última palabra, que al ser el hombre de la relación, podía decidir por ella. Ambos la hacían sentir en segundo plano, como si su opinión apenas tuviese valor. Y, a pesar de lo cansada y aburrida que la tenía esa situación, tampoco se sentía con las energías suficientes como para seguir peleando, no quería más problemas.

Sonrió de medio lado al recordar que antes no se había sentido así de agotada, ni siquiera cuando tuvo su punto más crítico con Miroku. A pesar de todos los conflictos, las peleas y el miedo que había sentido dos años atrás, en su pecho bullía una energía que la instaba a seguir, a intentarlo porque se aferraba a la esperanza de volver a sentirse completa. Porque quería borrar ese dolor en los ojos azules y hacerlo feliz, quería recuperar al hombre que amaba…

Y ahora…

No era ni siquiera la sombra de lo que había sido esos días. Y se sentía no sólo derrotada, sino culpable. Porque no sólo estaba condenándose ella con esa decisión. Lo supo cuando vio la esperanza desaparecer de los ojos de Miroku al escucharla decir que se casaría. Pero ¿qué más podía hacer? Él se había ido, había decidido alejarse, había creído que eso era lo mejor para ella. Y no pudo hacer nada más que seguir, buscando algo que le sirviera como bote salvavidas para poder aferrarse, sin importarle a dónde la llevaría. Y ya no podía dar marcha atrás.

Cerró los ojos, tenía ganas de desaparecer, de huir, de irse lo más lejos posible y olvidarse de toda esa tradición familiar, el compromiso y la vergüenza que significaría no cumplirlo. Las cosas eran más complicadas de lo que parecían, ni siquiera sabía cómo explicárselas a sus amigos, porque ninguno de los dos comprendería la situación, para ellos sería tan simple como decir que no.

Y, aunque seguramente terminaría siendo el más herido con esa decisión, quien mejor la comprendería sería Miroku. Y eso también le dolía a ella, porque no se lo merecía.

Negó con un gesto, a pesar de que sabía que podría dañarlo así, quería verlo. Quería volver a hablar con él, reír junto a él, acompañarlo, escuchar sus consejos, también regañarlo por las decisiones que tomaba. Quería recuperar aunque fuese su amistad, porque se sentía demasiado fría su lejanía.

Tomó su teléfono móvil y se mordió el labio, un poco indecisa. ¿Y si él no quería? ¿Si para él era mucho más fácil alejarse, seguir con su vida en Hokkaidō? Porque ahora sabía dónde se había ido y lo bien que le iba allá con el Estudio. No podía ser tan egoísta, pero necesitaba saberlo, por lo menos intentarlo. Tecleó un mensaje, buscó el destinatario en su lista y lo envió, esperando que él estuviese despierto aún.

Pasaron unos minutos, ella pensó que no tendría respuesta y se había resignado, buscando su pijama para irse a dormir, cuando el sonido le avisó del nuevo mensaje.

"Aún estoy en pie, tengo un desastre en el departamento, así que no te preocupes. También me dio gusto verte hoy, gracias a ti por ir. Yo no tengo problemas, dime cuándo puedes y coordinamos. Que descanses ;)"

Sonrió al leer las palabras, las sentía sinceras, un poco educadas, seguro debido a que hacía mucho tiempo que no se mensajeaban, pero ella sabía que no era una respuesta forzada. Se apresuró en enviar otro texto y, al cabo de unos minutos, ya habían acordado juntarse al día siguiente.

Tras desearle dulces sueños al moreno – y segura de que él también se los deseaba a ella, aún si no había mensaje para confirmárselo –, Sango terminó de vestirse el pijama y se metió en la cama, anhelando que el día siguiente llegara pronto. A pesar de todo, quería recordar porqué Miroku seguía ocupando un lugar tan especial en su corazón.


Esperaba afuera, apoyado en su automóvil mientras miraba la imponente imagen de la Estación, que no veía desde que había ido a dejar los expedientes de los casos en los que trabajaba antes de irse a Hokkaidō. Se suponía que el lugar donde había estacionado estaba reservado para las autoridades del lugar, pero él tenía contactos y había logrado que le permitieran usarlo sin problemas. Sonrió, ahora podía jactarse de eso, por lo menos.

— ¿Qué haces acá? — La voz casi violenta lo hizo bajar la vista, un tanto sorprendido.

— ¡InuYasha! Yo… estoy esperando a Sango — admitió, no veía necesidad a mentirle, menos a él, a pesar de los nervios y de que sintiera que era algo prohibido —. ¿Tú ya estás de salida?

— Sí, tenemos la misma ronda. De hecho, somos compañeros — aclaró, encogiéndose de hombros —. Entonces, ¿ustedes…?

— Me ofreció ayuda con el departamento. Ya sabes que está hecho un caos — también se encogió de hombros, como restándole importancia al encuentro, a pesar de que para él significara más que eso —. No sabía que ahora trabajaban juntos.

— Sí, una forma de control celópata de Kuranosuke, estoy seguro — bufó, no era que le molestara trabajar con su amiga, de hecho ambos hacían un gran equipo; sólo que la razón de fondo le resultaba un tanto enfermiza. Hubiese agregado algo más, pero se contuvo al verla de reojo —. Bueno, ahí viene. Que les vaya bien.

Se despidió con un gesto de su mano antes de alejarse por la vereda rumbo al estacionamiento donde estaba su auto, al tiempo que Sango llegaba al lugar y saludaba a Miroku con una sonrisa tímida, gesto que a él siempre lo hipnotizaba, aunque fuese consciente de que representaba una forma de esconder sus nervios.

— Hola, Miroku — su voz seguía siendo tan agradable para sus oídos aún con el tono bajo, casi como si estuviese susurrando. Sólo pudo sonreír al escucharla.

— Hola, Sango — respondió, luchando contra el impuso de usar "Sanguito", sin estar seguro de si fuese apropiado en esta oportunidad. Sintió la tensión que comenzaba a palparse y decidió romperla, después de todo eran viejos amigos, por lo que optó por una forma casual de alivianar el ambiente, haciéndose a un lado y abriéndole la puerta del copiloto con un gesto galante que ella observó con diversión —. ¿Me permite llevarla, hermosa señorita?

— Está bien, sólo si promete comportarse — soltó una risita, subiéndose al vehículo con una exagerada reverencia.

— Daré mi mejor esfuerzo — respondió antes de cerrar la puerta y subirse en el lugar del conductor, con una sonrisa tranquila en el rostro —. ¿Quieres ir a alguna parte en especial o…?

— Bueno, dije que te ayudaría a ordenar tus cosas, así que…

— Entonces, será mi departamento el destino.

Se pusieron en marcha, el trayecto transcurrió con una charla sobre el ajetreado día que había tenido ella – considerando que era lunes y que debían responder a las denuncias de quienes habían estado ausentes el fin de semana y se encontraban con alguna sorpresa al volver – y las anécdotas domésticas de él al intentar ordenar en algo su departamento.

Llegaron a su destino y se dirigieron al hogar del moreno, Sango bastante nerviosa porque la última vez que había estado ahí en compañía de Miroku, había sido su despedida. Y ahora, igual que en aquella ocasión, tampoco podría impedirle marcharse si él decidía hacerlo. Soltó un suspiro, llamando la atención de él, que la miró interrogante.

— No es nada, sólo… ya sabes — se encogió de hombros, los recuerdos seguían doliendo de cierta forma y él pudo notarlo en la sombra en sus ojos.

— Si no te sientes cómoda aquí, podemos ir a otro lado — sugirió, no quería ver esa tristeza en su mirada otra vez.

— No, está bien. Dije que te ayudaría y lo voy a hacer — respondió, sonriéndole con cariño.

— Una mujer de palabra, es cierto — también le sonrió antes de abrir la puerta y dejarla pasar antes que él —. Te pediría perdón por el desorden, pero creo que podías imaginarlo.

— Un poco, aunque pensé que estaría peor — Sango echó una rápida mirada al lugar, notando que él había avanzado bastante durante el resto del día —. Casi no dejaste nada para mí.

— Sólo es la sala. La cocina y mi habitación aún son un desastre.

— Bien, empecemos por la cocina, entonces. ¿Vamos?

Miroku asintió con un gesto y la acompañó, mostrándole el caos de una cocina con cajas esparcidas por doquier y una que otra bolsa con provisiones compradas más temprano para abastecer el lugar nuevamente. Comenzaron la labor, la muchacha intentando organizar otra vez la loza y los utensilios de cocina que estaban guardados, quitándoles el polvo y dejándolos en su lugar mientras él la ayudaba, prometiéndole preparar algo delicioso para comer luego de que terminaran.

Así pasó la tarde, hasta que hubieron finalizado la tarea de ordenar la cocina, por lo menos. Se sentaron en la sala con algunos bocadillos que había preparado Miroku y se sirvieron, Sango saboreando gustosa el aperitivo.

— Había olvidado lo bien que cocinas — mencionó, tomando otro bocadillo y echándoselo a la boca.

— ¿En serio lo habías olvidado? — Él no le creyó, levantando una ceja y mirándola escéptico.

— Está bien, no lo había hecho… pero sí lo extrañaba — admitió, nuevamente con una sonrisa tímida.

— Y yo extrañaba tu sonrisa — fue sincero, no era un intento de coqueteo y eso ella pudo notarlo —. Siento que fue una eternidad sin verla.

— No seas dramático, ayer también me reí en casa de los muchachos…

— Lo sé, pero esto es distinto…

Ella huyó de su mirada, las mejillas sonrojadas y el corazón acelerado. Miroku era el único que la podía hacer sentir así con algo tan sencillo, el único que provocaba tantas emociones en su interior. Y seguramente por eso no quería perderlo, aunque fuese egoísta pedirle que siguiera siendo su amigo después de todo. Sintió de pronto su tacto en su mano, la calidez rápidamente avanzando y ahora sus latidos frenéticos le golpearon los oídos. Levantó la vista para verlo a los ojos, temiendo no ser capaz de resistirse a esa atracción sobrenatural.

— ¿Miroku? — Rompió el repentino silencio, no quería verse atrapada por él.

— Lo siento, yo sólo… — Cerró los ojos, negó con un gesto y luego volvió a fijarlos en ella, presionando cariñosamente su mano. — Prométeme que serás feliz.

Sango sintió como el pecho se le apretaba con las palabras, porque sabía que nunca podría cumplir esa promesa, no si seguía el mismo camino que había tomado hasta ahora. Retiró su mano, finalizando el contacto y volviendo a escapar de la mirada azul, dejando que un nuevo suspiro escapara de sus labios antes de hablar otra vez.

— Puedo prometer que me esforzaré, lo voy a intentar — no era la respuesta que él esperaba, eso ella pudo notarlo al verlo abrir la boca para replicar, pero no se lo permitió, era demasiado doloroso hablar sobre su felicidad con él —. Es lo único que puedo ofrecer, Miroku. Lamento si no es suficiente para ti.

¿Cómo podría serlo? Había sido lo bastante estúpido como para abandonarla, a ella y a todos sus sueños, pensando que era lo mejor, que él no era lo que Sango merecía. Se había condenado a sí mismo a estar incompleto, a sufrir con su distancia bajo la promesa de que ella sería feliz, y al final, ¿qué había logrado? Si tan sólo no hubiese tenido tanto miedo en ese entonces…

— Lo siento, todo esto es mi culpa. Cometí demasiados errores y ya no puedo enmendarlos…

— Yo no te culpo de nada. Por mucho tiempo estuve molesta contigo, porque sentí que simplemente te rendiste… que habías huido. Pero luego comprendí… — Tomó la mano de Miroku, buscando de nuevo su mirada para terminar el mensaje. — Ninguno de los dos es culpable. Sólo tomamos las decisiones que creímos, eran las mejores en ese momento. No podíamos saber qué pasaría en el futuro. Incluso ahora… seguiremos tomando decisiones de las que nos arrepentiremos después, pero creemos que es lo mejor, que es lo que debemos hacer… Por favor, Miroku, no te culpes. Sólo… compréndelo.

¿Y él pensaba que era maduro? Parecía un niño al lado de Sango. Sonrió levemente, asintiendo con un gesto antes de dejar que más palabras salieran de sus labios.

— Gracias, Sanguito… de verdad, muchas gracias — quizá ella no se imaginaba el peso que le estaba quitando de encima con eso, aunque seguiría arrepintiéndose por no haber luchado un poco más, saber que ella no lo culpaba era un alivio. Miró la hora, dándose cuenta de que ya era de noche —. Se está haciendo tarde. ¿Te llevo a casa?

Sango asintió y ambos se dirigieron hasta el automóvil para emprender el camino hacia el departamento de la castaña, donde al fin debían despedirse.

— Bueno… gracias por traerme.

— No es nada. Gracias a ti, por todo.

— No agradezcas, es lo menos que podía hacer por un viejo amigo — su sonrisa esta vez fue más amplia, el anhelo estaba implícito en el gesto —. Porque seguimos siendo amigos, ¿verdad?

— Claro que sí, Sango… y esta vez, te prometo que no desapareceré — le guiñó un ojo, a lo que ella lo abrazo con alegría.

— No sabes lo feliz que me hace escuchar eso — estrechó un poco más el abrazo antes de separarse y bajarse del vehículo, haciéndole un gesto con su mano —. ¿Podemos vernos otro día?

— Claro, me quedaré hasta el siguiente lunes. Sólo debes decirme cuándo puedes tú.

— De acuerdo. Estaremos hablando, entonces. Hasta luego, Miroku, que descanses.

— Igual tú, Sanguito. Dulces sueños.

La vio subir las escaleras y entrar en su departamento antes de arrancar el motor y dirigirse a su hogar, con el pecho lleno de sentimientos encontrados. Por lo menos esta vez estaba decidido a seguir junto a ella, aún así tuviese que ser un simple espectador de su felicidad, porque por lo menos podía ver ese auténtico brillo en sus ojos cuando estaban juntos.


¡Ajá! Aquí me tienen, aclarando - o enredando (?) - un poco las cosas. Algo se deja entrever de las decisiones tomadas en el pasado, y de las razones por las que ahora eligen caminos separados. La promesa de la amistad, sin embargo, va a mantenerlos en contacto y quizá, en algún momento, puedan volver a encender la llama. Por ahora, ese será su consuelo - y su maldición.

Agradecimientos miles a Loops y a Caroan185 por sus tan intensos y maravillosos reviews. Su apoyo es muy importante para mí, se ganan un trocito de mi corazón con ellos :) Y por supuesto, a Nuez que sigue en su rol de beta/cómplice/masoquista-que-sufre-conmigo. Las tres son un sol.

Bueno, por ahora me despido, pero prometo volver pronto. Estaremos leyéndonos por ahí, no lo olviden.

¡Abrazos y pasteles dulces para todos!

Yumi~