DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.
— Je vais T'aimer —
XII
— Tristeza fracturada —
— "Tú eres el único con el que estaría hasta el final.
Cuando vuelvo deshecha, tú me recompones otra vez.
De regreso bajo las estrellas.
De regreso entre tus brazos.
Y no quiero hacerme pedazos,
sólo quiero sentarme y mirarte.
No quiero hablar de esto."—
— Fall to pieces; Avril Lavigne —
Ingresó al lugar con una sonrisa de nostalgia, hacía tiempo que no cruzaba esa puerta. Se dirigió hasta el mesón de recepción en donde una oficial atendía a cada individuo que acudía y esperó a que las personas que estaban antes que él, acabaran de hacer sus consultas – un reclamo contra un procedimiento inapropiado, según la mujer de facciones duras que no dejaba de hablar – y, cuando por fin se alejaron, se acercó con calma a la pobre muchacha que parecía agobiada después de esa crítica.
— Buenos días…
— Si desea hacer algún reclamo, queja o sugerencia, por favor diríjase a la oficina correspondiente, ubicada al final del pasillo, tercera puerta a la izquierda. Si desea hacer una denuncia, por favor llene este formulario y espere a que un oficial lo llame para tomar la declaración. Si desea…
— Tranquila, conozco los protocolos. Sólo vengo a hablar con el Jefe Takeda. ¿Será posible?
La chica levantó la vista – que había estado fija en un documento que tenía frente a ella, sin prestarle mayor atención al recién llegado – y se sonrojó de inmediato, abriendo la boca con sorpresa.
— ¡Abogado Tsujitani! Oh, no sabía que vendría hoy, disculpe mi descortesía. ¿Tiene cita…?
— Está bien, no hay problema. La verdad, yo también estaría ofuscado después de atender a alguien como esa mujer.
— Ah… gracias — sonrió con algo de nerviosismo y luego repitió su pregunta —. ¿Tenía cita, señor Tsujitani?
— Oh, no… quería ver si podía hablar con él unos minutos, pero si es mucho problema puedo agendar una cita…
— Deme un momento, iré a ver si puede atenderlo.
La oficial se alejó en dirección a la oficina de su superior por un par de minutos y luego volvió, indicándole que podía pasar. Miroku lo hizo, encontrándose con el rostro serio de Kuranosuke fijo en un documento que revisaba con cuidado, sentado tras un escritorio de medianas dimensionas de madera antigua. Se aclaró la garganta, logrando que ahora los ojos castaños se clavaran en él.
— ¿Qué te trae por acá?
— Buenos días. Vine por dos motivos, aunque uno deberías tenerlo claro.
Kuranosuke arqueó una ceja, dejando a un lado los papeles que leía y observándolo con cierta extrañeza.
— Sesshōmaru ya vino por esos informes y no tuvo suerte, no estaban en el departamento de Archivo…
— Bueno, no pierdo nada con intentar. Pero en realidad, la razón principal de venir a verte es otra.
El policía entrecerró los ojos con algo de desconfianza, no estaba seguro cuál era esa razón, pero las posibilidades no le parecían nada agradables.
— ¿Y cuál sería? Creo que tú mismo dijiste que no tenías tiempo para perderlo con alguien como yo. ¿Ahora sí lo tienes? ¿Qué fue lo que cambió?
— Si estoy aquí, no es por mí ni por ti, es por Sango. Supe que te había pedido algo y no lo has hecho.
— ¿Vienes a pedirme que me rebaje a disculparme contigo? — Kuranosuke negó con un gesto, demostrando su desacuerdo. — Creo que no tenemos nada que hablar, no voy a dejar que ganes esta vez, así que podrías hacer el favor de retirarte…
Miroku apoyó su mano en el escritorio, golpeando levemente la madera, demostrando su molestia ante la negativa y mirándolo con reproche.
— Este no es un juego, ninguno de los dos ganará o perderá. Se trata del compromiso que tienen y si eres capaz de hacer lo mejor para ella. ¿Puedes hacerlo y dejar de pensar sólo en ti por una vez?
Logró que su interlocutor volviera a fijar sus ojos en él, pues los había desviado al pedirle que se marchara. Su expresión denotaba sorpresa y confusión, como si le estuviese revelando un hecho que jamás hubiese podido ver por sí solo. Tardó unos segundos en responder, sopesando las palabras del moreno y buscando una respuesta, porque a pesar del mensaje, aún no confiaba en él.
— Claro que puedo hacer lo mejor para ella, lo he hecho desde hace tiempo. Hay muchas decisiones que he tomado pensando en su bienestar, no sólo en mí. Pero tú no lo sabes, estuviste lejos todo este tiempo. ¿Y ahora quieres darme un sermón sobre cómo llevar mi relación con Sango? Permíteme dudar de tus intenciones, es muy sospechoso que hayas vuelto justo en estos momentos.
En ese punto, fue el ojiazul el sorprendido porque, si era objetivo, Kuranosuke tenía razón y su regreso había sido en un momento bastante crucial para la pareja. Negó con un gesto, a pesar de sus sentimientos él no quería entrometerse en la relación, sólo deseaba lo mejor para Sango y respetaba sus decisiones.
— Tienes razón, es sospechoso, pero puedes estar tranquilo: no pretendo interferir entre ustedes, mi única intención es seguir siendo amigo de Sango y apoyarla en lo que necesite. No voy a robarla del altar ni nada por el estilo, créeme. Es ella quien toma las decisiones en su vida, y hasta donde recuerdo, es difícil que alguien le diga qué hacer. En estos momentos, sólo quiero que esté tranquila y sea feliz junto al hombre que eligió como compañero, pero eso no depende de mí.
Takeda suavizó el gesto, incluso para él era evidente la sinceridad en las palabras y los ojos de Miroku, pero también el dolor que esa situación le causaba. Relajó un poco su postura y le indicó con un gesto que se sentara frente a él para luego seguir hablando.
— Debo admitir que tus palabras tienen sentido y que te creo. Sé lo importante que eres para Sango y quizá por eso, tu presencia me causa tanta desconfianza. Sin embargo, puedo ver que eres sincero y agradezco eso. Por favor, discúlpame por haberme comportado tan descortés ese día, trataré de no volver a hacerlo.
En esos momentos, Miroku sintió que ese rencor que tenía Kuranosuke hacia él, había disminuido levemente y pudo ver al hombre educado y correcto que recordaba de su adolescencia. Sonrió de medio lado, aliviado de que hubiesen podido llegar a eso.
— Disculpa aceptada, muchas gracias — asintió con un gesto y luego miró con seriedad al oficial, cambiando el tema de golpe —. Por cierto, ¿esos archivos que Sesshōmaru necesita…?
— Me dijeron del departamento de Archivo que estaban perdidos, pero creo que no es así. El último en pedir ese caso fue Naraku, y si no mal recuerdo, dejó un montón de documentos guardados aquí. Quizá una de esas cajas sea la que necesitas…
— ¿Podría revisar? No tardaré mucho, sólo veré si están ahí o no…
— Claro, y si los encuentras, puedes llevártelos.
Miroku se puso de pie ante el gesto de Kuranosuke para guiarlo hasta el lugar donde se encontraban las cajas que tendría que revisar, una pequeña habitación contigua a su oficina por la que se accedía a través de una puerta ubicada detrás de su escritorio; en ese momento, un par de golpes en la puerta los interrumpieron, seguidos de una voz femenina que ambos conocían muy bien.
— ¿Jefe Takeda, puedo pasar?
— Adelante — respondió él, mientras abría la puerta que daba a la otra habitación, donde estaban los archivos, y le indicaba el lugar a su acompañante —. ¿Ocurre algo, Kuwashima?
— Venía a pedirle que firmara este formulario de… — Enmudeció al ver a su amigo ahí, entrecerrando las cejas con extrañeza. — ¿Miroku? ¿Qué…?
— Ah, hola Sango. ¿Cómo estás?
— Eh… bien, ¿y tú? Pensé que estarías en la Fiscalía…
— Sí, pero Sesshōmaru necesita unos archivos y no tuvo suerte la semana pasada, pensé que yo podría encontrarlos ahora.
Sango le sonrió antes de que su prometido se acercara a ella para retomar el motivo original que la había llevado a su oficina.
— ¿Qué necesitas que firme? — Preguntó, tomando la carpeta y echando una mirada rápida al documento. — Oh, confiscación de armas. ¿InuYasha las está procesando?
— Sí, fue un hallazgo en un patrullaje de rutina…
— Bien, iré a corroborar los datos y vuelvo para darte el formulario firmado.
Salió, dejándolos solos y a ella algo extrañada ante su actitud de repentina confianza. ¿Desde cuándo no le importaba que se quedara a solas con Miroku? ¿Y por qué le ayudaba en algo en lo que ni siquiera quiso involucrarse cuando Sesshōmaru había solicitado la información? Eso le parecía bastante raro.
— Por cierto, se disculpó conmigo por la escena en el aeropuerto — su amigo rompió el silencio, causando que ella lo observara con duda.
— ¿De verdad? No creí que fuera a hacerlo, menos después de tanto tiempo…
— No es tanto tiempo, son sólo casi dos semanas… bueno, sí es bastante — agregó al darse cuenta de que los días habían pasado más rápido de lo que hubiera esperado.
— Supongo que eso no importa, sino que al final lo haya hecho. Me alegra saberlo, gracias por decírmelo — la castaña sonrió de forma sincera, se notaba que eso le quitaba un peso de encima.
— No es nada, me pediste que lo hiciera, ¿no?
— Sí, lo hice. Por cierto, ¿cuánto tiempo te quedarás?
— Sólo serán tres días, tengo una reunión en el Estudio el lunes y debo volver para prepararla. Aunque, dependiendo de cómo nos vaya en la audiencia, creo que tendré que regresar la próxima semana y por más tiempo.
— Oh, ya veo. Espero que todo resulte bien.
— Yo también. Y espero poder encontrar los archivos que necesito… Kuranosuke dice que podrían estar en unas cajas que Naraku dejó acá antes de irse, ya que él fue la última persona en tener acceso a esos documentos…
— Te deseo suerte con eso.
— Gracias. Antes de que lo olvide, ¿estarás ocupada hoy luego del trabajo? InuYasha y Kagome irán al departamento a comer, quería saber si te gustaría acompañarnos…
— Por supuesto, me encantaría ir.
Miroku sonrió ante su respuesta, mientras Kuranosuke volvía a entrar a la oficina y le entregaba la carpeta con los documentos a Sango.
— Estaba todo en orden, así que firmé el formulario y llené los datos que faltaban. No sé si necesitas algo más…
— No, muchas gracias — ella le sonrió, echando una mirada rápida al papel antes de despedirse —. Ahora volveré a ayudar a InuYasha con el registro. Nos vemos en la noche, Miroku. Y Kuranosuke… gracias.
Salió del lugar con una sonrisa, al parecer mucho más alegre de lo que había llegado. No fue necesaria una explicación para nadie, porque ambos sabían a qué se debía el cambio en su actitud y no era algo que pudiese ser recriminado.
Soltó una carcajada junto a sus acompañantes al ver la imitación de InuYasha de sus compañeros de trabajo y su hermanastro, escenas que siempre eran dignas de disfrutarse. Tras calmar un poco las risas y después de un brindis propuesto por Kagome por su amistad y que durara para siempre, bebió un poco de su vaso e intentó relajarse, observando a su amiga ahora negándole a InuYasha su porción de pastel, porque ya había comido suficiente.
— Al parecer, siguen discutiendo como antes — Miroku hizo una observación que le sacó una sonrisa.
— InuYasha siempre será un saco sin fondo, y Kagome tiene una obsesión con cuidarlo e intentar que lleve una vida saludable… — Negó con un gesto, la sonrisa sin borrarse de sus labios. — Supongo que nunca dejaremos de ser testigos de estas pequeñas discusiones.
— Bueno, nada que termine siendo demasiado grave, en realidad — acotó él, también sonriendo.
— Sí, siempre encuentran la forma de reconciliarse… — Sonrió maliciosa al ver el brillo pícaro en la mirada de su compañero, pero antes de poder agregar algo más, el sonido de notificación de su móvil la distrajo. Sacó el aparato para leer el mensaje entrante, extrañándose al ver un cordial texto de su prometido pidiéndole que disfrutara con sus amigos y que le avisara cuando llegara a casa para no preocuparse de más. Guardó el teléfono en su bolso y miró al ojiazul, que seguía a su lado, pero concentrado en el sermón de Kagome sobre las calorías que tenía cada rosquilla que se comía su amigo. — Miroku, ¿puedo preguntarte algo?
— Por supuesto, Sanguito, ¿qué quieres saber?
— Aparte de las disculpas, ¿hablaron de algo más hoy con Kuranosuke?
El ojiazul fijó su vista de nuevo en ella y se encogió de hombros, intentando no dar muchas vueltas en ese asunto, porque en realidad no quería que ella supiera que las disculpas no habían sido tan espontáneas.
— Me dijo que temía perderte, pero le aclaré que no debería preocuparse por eso, ya que eres tú quien toma sus propias decisiones. Luego se disculpó, supongo que comprendió lo que intentaba decirle. ¿Por qué?
Sango meditó un segundo las palabras y luego volvió a sonreír: — Eso explica el cambio de actitud. Espero que no sea algo pasajero… muchas gracias, Miroku.
— Me alegra que haya tenido un cambio positivo, pero no creo que debas agradecérmelo a mí…
— No es sólo por eso, sino por contarme esto. Kuranosuke no lo haría y para mí es importante saberlo.
— No es nada, pequeñita.
La muchacha asintió con su cabeza, pensando en la situación. Otra de las diferencias que tenían Kuranosuke y Miroku era la comunicación y la confianza con ella. Miroku solía no ocultarle las cosas, hablaba de lo que le pasaba y enfrentaba los problemas, aún a pesar de que eso significara discutir o terminar enfadados, porque para él era importante ser sincero. Nunca le había mentido, y muy pocas veces había preferido guardar silencio y ocultarle la verdad, pero jamás disfrazando la situación con un engaño. Si él no le estaba diciendo todo, prefería admitir que no lo haría en lugar de inventar alguna excusa.
Soltó un suspiro, pensando ahora en su prometido. El jefe de la estación solía tomar las riendas de toda situación por su cuenta, considerando en más de una oportunidad que no era necesario que ella se enterara de algunas cosas. No le mentía, pero tampoco le decía toda la verdad y muchas veces, terminaba enterándose de lo que pasaba por terceras personas. La respuesta de Kuranosuke casi siempre era la misma: "Pensé que no sería algo de tu interés". Incluso sus miedos o sentimientos prefería mantenerlos resguardados y las pocas veces que los había expresado, ella lo había empujado a eso. Si bien no quería presionarlo de ninguna forma, a veces extrañaba saber qué era lo que pasaba por la mente y el corazón de quien era su pareja. Eso le daba un poco más de seguridad emocional, porque sabía que no era la única que experimentaba sensaciones tan complejas y que temía fallar de algún modo.
Cerró los ojos, ahora sentía ganas de llorar. Había tantas cosas que extrañaba de su relación con Miroku, pero al mismo tiempo le causaba tanto temor volver a tenerlas, porque sabía que ese sentimiento de comprensión y plenitud en el ámbito emocional, tendrían como contrapeso el regreso de las críticas y discusiones familiares, los conflictos y la incompatibilidad laboral, el miedo a ser lastimada de nuevo y a fracasar, a ser incapaz de subir semejante cuesta, con todas las expectativas que podía generar y que no sería capaz de cumplir… ¿Por qué el miedo tenía que ser tan fuerte? ¿Por qué la herida, en lugar de cerrarse con el tiempo, sólo había hecho más profundo sus temores? Se sentía tan ahogada…
De pronto sintió los brazos de Miroku rodearla, llevando su cabeza hasta su hombro para que le sirviera de apoyo y depositando un fugaz beso en su frente, su mano acariciando con cuidado su brazo, dándole la confianza suficiente para que las lágrimas terminaran por salir de sus ojos en un llanto mudo que no fue cuestionado. Tras unos segundos de silencioso sollozo, quizá un par de minutos, Sango levantó la cabeza para esbozar una sonrisa hacia él.
— ¿Mejor? — Preguntó, también sonriendo levemente y limpiando el rastro de lágrimas en sus mejillas.
— Sí, muchas gracias.
— ¿Puedo preguntar por qué la repentina tristeza?
La muchacha buscó palabras para describir lo que sentía, pero se dio cuenta de que, si le decía la verdad, estaría admitiendo demasiadas cosas que eran dolorosas para ambos y que, en realidad, prefería mantener como un secreto a voces entre los dos. Negó levemente antes de animarse a responder.
— No estoy segura, supongo que este tipo de reuniones me causa algo de nostalgia, y con los nervios y la ansiedad que siento estos días…
Él soltó un suspiro, viendo en sus ojos que los nervios y la ansiedad no eran otra cosa más que miedo e incertidumbre. Le acarició la cabeza, siendo consciente de que ella no lo admitiría porque quizá ni siquiera sabía que esos sentimientos estaban ahí.
— Es normal que te sientas así, pero tranquila… todo estará bien.
Sango también podía leer los ojos de Miroku, notando que esa frase no era sólo para ella.
— Sí… todo estará bien — repitió, acariciándole la mejilla a su compañero.
Ambos sabían que, fuese cierto o no, podían contar con el otro incondicionalmente y ese simple hecho significaba que realmente todo estaría bien.
El insistente sonido de su móvil comenzó a desesperarla, causándole deseos de lanzarlo por la ventana. Sonrió un tanto forzosamente a su hermano, con quien desayunaba en la cocina en esos momentos, mientras tomaba el aparato y lo silenciaba, mirando fugazmente la pantalla para ver que el origen de tanta actividad era el grupo de chat creado por su amiga para organizar su despedida de soltera. Entornó los ojos, metiendo el teléfono en su bolsillo y haciéndole un gesto a Kohaku para que siguiera con lo que estaba diciéndole.
— ¿Qué es lo que dice papá?
— Que después de la boda, volveremos a Kioto. Yo debería retomar mis clases presenciales y él quiere ver un puesto de asesor en el departamento de policía — respondió el muchacho, echándose una cucharada de cereal a la boca y comiéndolo mientras ella seguía la plática.
— Bueno, tus lecciones online pueden ser muy buenas, pero no hay nada como ir a la escuela — acotó, sabiendo que él también lo extrañaba.
— Lo sé, además extraño a mis amigos. Sōta insiste en que no tiene quién lo comprenda y Rin ya ha comenzado a preocuparse… — Kohaku soltó un suspiro, era evidente que ya había sido demasiado tiempo.
— Ellos te tienen mucho cariño. Pero no te preocupes, ya queda poco — a pesar de que eso era un alivio para su hermano, para ella era una especie de sentencia.
— El estar yendo y viniendo es agotador. Espero que por lo menos esto signifique que papá ya no buscará cualquier excusa para venir a ver si todo va bien — la razón de que no se hubiera quedado permanentemente en ninguna de las dos ciudades durante todo ese tiempo era obvia y a ambos les parecía una exageración.
— Espero lo mismo. Me agrada su compañía, no quiero que pienses que no me gusta que vengan, pero…
— Oh, entiendo el punto, hermana. Tampoco queremos invadir tu independencia, yo prefiero quedarme en casa.
— Es que no hay nada como el hogar — sonrió levemente, su espacio se sentía un tanto invadido cuando su familia estaba de visita.
— Eso es verdad. Por cierto, esta noche saldrás, ¿verdad?
Sango asintió levemente a la pregunta. — Sí, Kagome organizó una despedida de soltera y prometí que iría…
— Deberías aprovechar de pasarla bien antes de casarte con el señor rectitud — la mueca de Kohaku le causó gracia, su hermano le tenía muchos apodos a Kuranosuke, casi todos asociados a su intachable conducta —. Quizá hasta te contagie con su correctitud.
— No creo que esa palabra exista — Sango chasqueó la lengua, divertida con el comentario —. Además, no creo que eso sea algo malo…
— No lo es, a menos que sea extremo y termine convirtiéndose en alguien amargado — la última palabra la dijo lenta y un tanto tarareada, para darle más énfasis —. Por favor, prométeme que no serás así.
Rio ante la petición y los ojos de cachorro que la acompañaron. Asintió con un gesto, ella no pretendía cambiar su forma de ser ni su estilo de vida.
— Tranquilo, seguiré siendo la misma.
— ¡Eso es fantástico! — El menor agradeció la aclaración para luego colocarse de pie, tomar los pocillos ya vacíos de la mesa y llevarlos al fregadero. — Quizá ahora deberías atender esos mensajes de texto. Yo lavaré esto y luego tengo mi clase online.
— De acuerdo, muchas gracias.
Cada cual se dirigió a distintas partes del departamento, Sango tirándose en la cama para ponerse al día con la infinidad de mensajes que le habían llegado. Miró la pantalla, entornando los ojos al ver que tenía cerca de 200 mensajes sin leer. Desbloqueó el aparato y vio que un par eran de su prometido, quien le recordaba que debía cuidarse y que pasara un buen fin de semana; otro era de Miroku, informándole que la primera parte del juicio del caso que había tomado con Sesshōmaru había ido bastante bien y que podría quedarse otra semana más en la ciudad. El resto era del chat grupal en el que estaban organizando su despedida de soltera. Respondió primero a Kuranosuke y al ojiazul y luego pulsó el ícono del grupo para echar una rápida leída a los textos, dándose cuenta de que la mayoría eran cometarios insinuantes y traviesos de Eri y Yuka, quienes proponían que la segunda parte de la celebración debería ser en privado. Suspiró levemente, tecleando un mensaje educado pero claro hacia las muchachas.
"Chicas, de verdad agradezco que hagan esto por mí, pero no creo necesario ni apropiado que involucremos a otros hombres en nuestra reunión."
Apretó el botón verde de enviar y las respuestas no tardaron en llegar, dejándole claro que las intenciones de sus amigas eran muy distintas a las de ella.
"¡Oh, vamos! Sólo deberías relajarte, es tu último fin de semana soltera ;)" fue el mensaje de Yuka.
"Quizá tú quieras perderte toda la diversión, pero nosotras podemos disfrutar un poco más" Eri apoyó a su compañera de travesuras.
"Chicas, creo que Sango tiene derecho a decidir lo que quiere en su despedida, después de todo es su celebración" Ayumi de cierta forma la apoyó, algo que agradeció.
"Apoyo a Sango, la idea es divertirnos, pero eso no quiere decir que todas tengamos que salirnos de control" Kagome también estaba con ella, eso era un alivio.
"Hay muchas formas de divertirse, no necesariamente tienen que encamarse con alguien" Ayame fue directa, como siempre.
"En mirar no hay engaño, pero la vista no es el único sentido que deberíamos entretener" nuevamente Yuka hizo énfasis en eso.
"Podemos simplemente ver qué resulta de nuestra salida hoy por la noche" junto con el texto, Eri envió el emoticono de una cara insinuante, logrando que nuevamente ella entornara los ojos.
"Quizá terminemos tan ebrias que ni siquiera recordemos lo ocurrido" Yuka siguió la idea, con un emoticono malicioso al lado de sus palabras.
"Podríamos hasta encontrar al hombre de nuestras vidas hoy. No nos arruinen el sueño."
"Dudo que en un club nocturno puedas encontrar al hombre de tu vida, Eri" el regaño de Ayumi le quitó las palabras de los dedos.
"¿Por qué no respetamos la decisión de cada una? Iremos hoy a celebrar, si alguna luego encuentra un mejor panorama, pues nadie la detendrá" Kagome nuevamente intentó calmar los ánimos, algo que de verdad ella agradecía de todo corazón.
Silenció el grupo al ver que seguirían discutiendo sobre el tema y se recostó boca arriba, dejando su móvil a un lado y mirando el techo, pensativa. El tiempo no dejaba de pasar y ahora era inminente que la boda estaba a menos de una semana de celebrarse. Kagome había insistido en organizar una despedida de soltera, y tras prometerle que intentaría que fuera lo más discreta posible y que no habría bailarines strippers ni nada por el estilo, ella había accedido. Pero cuando comenzó a hacer la lista de las participantes y a organizar la salida, descubrió que sus planes eran más difíciles de seguir de lo que parecía al principio. En realidad, a ella no le molestaba siempre y cuando no la obligaran soportar coqueteos o actuaciones insinuantes y provocadoras de otros hombres.
Soltó un suspiro, sabiendo que era la más conservadora del grupo – por algo había llevado por años el apodo de "miss puritana" – y que sus amigas sólo buscaban divertirse. A diferencia de ella, ninguna pensaba en el matrimonio como algo cercano, ni siquiera Kagome que llevaba años de noviazgo con InuYasha. Había escuchado a Ayame hablar un par de veces sobre sus planes de matrimonio con Kōga, pero nada al corto plazo. Ella seguía siendo la excepción y a veces llegaba a sentirse hasta estúpida de lo inocente y estricta que era en la mayoría de los ámbitos de su vida.
El tono de llamada la devolvió al mundo real, indicándole que su mejor amiga estaba intentando comunicarse con ella. Contestó con una media sonrisa, casi segura de lo que le diría a continuación.
— ¡Sango! Por favor, dime que no te molestaste por los comentarios de las muchachas…
— Claro que no, Kagome, descuida.
— Es que son tan inmaduras a veces… y como no has vuelto a hablar… — A pesar de su respuesta, la azabache parecía molesta.
— Preferí dejar que arreglaran esto entre ustedes. Les sale mejor.
— Supongo que sí… ¿irás en la noche, cierto? — La voz de su amiga demostraba el anhelo, la ilusión de que ella siguiera con las ganas de salir a distraerse un rato.
— Claro que sí, te lo prometí — respondió, intentando calmarla —. Además, me hará bien respirar otro ambiente para variar.
— ¡Así se habla! Entonces, InuYasha nos irá a dejar, pasaremos por ti a eso de las 8. ¿De acuerdo?
— De acuerdo. Nos vemos en la noche.
— Nos vemos, ¡te quiero!
La comunicación se cortó, dejando a Sango con una sensación cálida en el pecho, porque su amiga se mantenía como alguien incondicional, a pesar del tiempo y las circunstancias, siempre buscando cómo ayudarla, animarla y empujándola a seguir adelante y dar lo mejor de ella. Y eso era algo que agradecía infinitamente.
— Me jode ese lameculos que me pusieron por compañero. Que se pudra.
Sonrió al escuchar el reclamo de su amigo antes de que le diera un mordisco a su hamburguesa doble con queso, dejando en evidencia que la única forma de apaciguar un poco su ira era comiendo. Él sorbió un poco de su gaseosa y negó con un gesto, intentando demostrar un aire un poco más despreocupado.
— Dale una oportunidad, apenas llevas dos días con él…
— Keh, dos días del demonio. El idiota cree saberlo todo, pero anda a ponerlo en las calles — bufó, tomando también de su refresco para pasar mejor lo que comía —. Debería haberse quedado en su oficina a cargo del bendito papeleo.
— Bueno, no todos tenemos la misma facilidad para la acción como tú — ahora él le dio un bocado a su sándwich, saboreando la carne de soja mientras se mezclaba con la lechuga y el tomate.
— Por eso prefiero a Sango conmigo. Trabajamos bien juntos.
— De eso no hay duda — lo apoyó porque sabía que ambos eran un excelente equipo —. ¿No sabes hasta cuándo estará fuera?
— Bueno, su permiso empezó el miércoles, y según me dijo, sería un mes, por la luna de miel y toda esa mierda — InuYasha hizo una mueca de desagrado, sacudiendo la cabeza.
— Te queda un buen rato entonces con tu nuevo compañero. Tendrás que armarte de paciencia.
El oji dorado chasqueó la lengua, acabando su hamburguesa antes de seguir hablando, parecía más molesto que otros días y eso era ya bastante, considerando que los reclamos por su actitud pasiva ante la boda eran algo constante. Miroku suspiró, sabía que ese gesto antecedía alguna queja en su contra y no podía evitar que su amigo siguiera insistiendo en el tema.
— Si hicieras algo por impedir que se casara…
— No empieces otra vez, InuYasha. Ya hemos hablado suficiente sobre este tema — intentó cortar la conversación, no le veía sentido a discutir nuevamente lo mismo.
— Es que no comprendo cómo puedes estar tan tranquilo y mantener tu decisión de no hacer algo. La mujer que amas está a punto de casarse con un tipo que ni siquiera la hace feliz y tú te quedas como si nada.
Negó con un gesto, dejando a un lado lo poco que le quedaba de su comida y mirando a los ojos a su amigo, notando que el enfado era más bien una mezcla de preocupación con impotencia. Apoyó su mentón en sus manos, sin quitarle los ojos de encima y sonriendo de medio lado, un tanto resignado.
— Sango tomó una decisión y, a pesar de que no estoy de acuerdo con eso, la respeto. Ambos tenemos muchas razones para seguir este camino, y en mi caso prefiero ser un amigo incondicional con el que siempre podrá contar sin importar nada, en lugar del novio que le causará conflictos familiares y con quien reviviría el miedo a ser herida y fallar. No tengo nada concreto que ofrecerle, porque el volver a intentarlo no nos asegura que todo estará bien y no quiero nuevamente ser el culpable de lastimarla.
— ¿Y no crees que la lastimas al dejarla ir? Ni siquiera te estás esforzando…
— En eso te equivocas — Miroku sonrió con resignación, su mirada brillando con angustia —. Dejarla ir es lo más difícil que he hecho. Lucho con el impulso constante de decirle que la amo, que se olvide de todo y nos vayamos juntos a cualquier lugar, de ofrecerle nuevamente un futuro a mi lado y retomar todas esas promesas que dejé atrás, todos los sueños… pero no puedo hacerlo, porque no tengo cómo asegurarle que todo va a salir bien. Con Kuranosuke tiene una seguridad que yo jamás podré darle.
InuYasha guardó silencio al escuchar la explicación de su amigo, porque más allá de todo lo estúpido que él encontrara la situación, había cosas que solía pasar por alto y que eran importantes para sus amigos, como esa seguridad de la que hablaba el abogado. Y era evidente para él todo lo que eso significaba para los dos, porque podía ver la resignación y el dolor en los ojos de sus amigos, algo que ahora se reflejó duramente en la mirada azul. También suspiró, eso era mucho más complejo de lo que parecía en un principio.
— Lo sé… se nota cada vez que están juntos. Cuando construyen su burbuja y luego se rompe de golpe… — Negó con la cabeza, un poco preocupado. — Sólo espero que esta decisión no termine siendo perjudicial para ninguno de los dos. Sé que Takeda no es una mala persona, pero sigue sin gustarme su forma de tratar a Sango.
— Por lo que ella ha comentado, estos días ha cambiado su actitud. Supongo que es cosa de esperar a ver como sigue — el ojiazul volvió a tomar su emparedado de soja, acabándoselo antes de volver a hablar —. De todas formas, seguiré siendo su amigo para ayudarla en todo lo que necesite, incluso si debo abrirle los ojos en algún momento sobre Kuranosuke. Así que, por ese lado, puedes estar tranquilo.
— Está bien. Sigo pensando que los dos son unos idiotas, pero entiendo tu punto y me alegra saber que esta vez no vas a salir arrancando como antes.
Se sonrieron mientras se levantaban de la mesa en el local de comida rápida donde se habían reunido, llevando las bandejas con la basura al contenedor correspondiente antes de salir a la calle, mirando el cielo anaranjado anunciando la pronta llegada de la noche.
— Bueno, ya es tarde y hoy fue una sesión agotadora. Gracias por acompañarme a comer — Miroku palmoteó la espalda de su compañero con confianza —. Creo que es hora de ir a casa.
— Cierto, deberías descansar. Yo tengo cosas que hacer, así que también me voy. Adiós.
— Adiós.
Sus caminos se separaron, llevándolos a cada uno a un destino diferente. El moreno se subió a su automóvil para emprender su trayecto, agradecido de las sinceras palabras de su amigo y de la preocupación mostrada, pero por sobre todo, de que al final respetara su decisión a pesar de estar en desacuerdo. InuYasha prefirió omitir el detalle de que iría por las muchachas para la despedida de soltera de Sango, porque ya había visto demasiado dolor en los ojos azules y no quería causar más angustia. De eso ya tendría bastante a futuro.
El bullicio del local, las luces moviéndose sobre ellas y los bailes incitantes a su alrededor le brindaban a la celebración ese aire a prohibido que, según Eri, debía tener su salida. Observó a Yuka subirse a una mesa vecina para bailar junto a uno de los muchachos que estaban ahí, riendo a carcajadas y dejando en evidencia que lo estaba disfrutando. Chasqueó la lengua, sabiendo que nadie la escucharía porque apenas si podía escuchar sus propios pensamientos.
— ¡Parece que la están pasando muy bien! — Kagome gritó a su lado, haciéndole un gesto hacia sus amigas, que bailaban animadas cerca de la mesa donde Yuka tenía su propio espectáculo.
— ¡Se ve que les gusta divertirse! — Respondió en el mismo tono, consciente de que su voz era apenas audible con la música de fondo.
— ¿No quieres ir a bailar? Te ayudará a liberar tensiones — su amiga intentó animarla con un gesto, pero ella negó con la cabeza, segura de que no tenía deseos de hacer el ridículo ahí.
— Descuida, estoy bien aquí.
Alzó el vaso del que estaba bebiendo, dándose cuenta de que ya había perdido la cuenta de cuántos tragos llevaba pedidos y de que podía declararse en estado de ebriedad. Sacudió la cabeza, restándole importancia al hecho porque necesitaba una forma de borrar todos los pensamientos abrumadores y estresantes de su cerebro. Bebió el contenido al seco y se limpió la comisura de los labios con el dorso de su mano, sin quitarle la vista de encima a sus amigas, quienes bailaban animadas no muy lejos de ella y viendo a Kagome unírseles con entusiasmo.
Sonrió, feliz de haber decidido ir con las muchachas porque en realidad ahora sentía que estaba demasiado tensa y, asumiendo que pronto terminaría casada con el señor formalidad, como le decía Kohaku, era muy probable que a futuro ese tipo de salidas fuesen simples recuerdos. Arrugó las cejas, pensando repentinamente que eso no era algo que le agradara y que tendría que hablarlo con su futuro marido, porque las fiestas y la parranda no eran algo tan malo de vez en cuando, y ella no quería convertirse en una amargada.
Alzó la mano para pedir otro trago y sonrió al darse cuenta de que eso no sería lo único de lo que tendría que conversar con su prometido. Sin razón aparente, en su mente había aparecido justo en ese momento, el recuerdo de una recriminación que no era justificada, hecha el día en el que habían decidido la fecha de la boda y la modista que haría su kimono ceremonial. La vaga frase ahora se impuso en su maraña de pensamientos, siendo más clara incluso que ese día.
"Tendrá que ser blanco, aunque no sé qué tan pura seas… de todas formas, nadie debe sospecharlo."
Apretó los puños, recordando que él no había escuchado su reclamo, no le había creído cuando le aseguró que ella seguía siendo virgen, que su ex jamás había cruzado ese límite. La mirada divertida y el gesto escéptico le dijeron todo, él no creía posible eso, tratándose de alguien como Miroku. No habían seguido con el tema porque su padre los había interrumpido, y luego no había vuelto a pensar en ello debido a todo el ajetreo y caos de la organización de la boda, hasta ahora.
Resopló involuntariamente, ahogando un hipido. Ahora se encontraba realmente molesta, porque su prometido había dudado de su palabra sin siquiera tener motivos para hacerlo, dejándole claro que no confiaba en ella. Eso realmente la molestaba bastante.
— ¡Y tenemos a una futura novia entre los presentes! — El animador del local levantó la voz en tanto una luz se proyectaba justo encima de ella, causándole cierto desconcierto. — ¡Y hoy ha venido junto a sus amigas en su despedida de soltera! — Tras las palabras hubo aplausos entusiastas, logrando que no supiera cómo reaccionar. — Tenemos un regalo especial para ti, preciosa. ¡Que empiece el espectáculo!
Sango enrojeció al ver al bailarín acercarse a su mesa y comenzar a rodearla, con movimientos insinuantes y sensuales, lanzándole besos y con gestos provocadores que sólo le causaron rechazo. Cuando el sujeto comenzó a tocarle los brazos y el rostro para animarla a participar de su baile, ella lo miró asesina, dejándole claro que no iba a participar de ese juego.
— Será mejor que te alejes lo más que puedas, si no quieres terminar en el hospital — resopló lo suficientemente alto para que él la escuchara. Su expresión y el tono de voz fueron suficientes para espantar al tipo, quien prefirió seguir su show con otra chica del público.
Negó con la cabeza, sintiendo como todo le daba vueltas y esa sensación de vértigo comenzaba a avanzar en su cabeza. Sonrió, pensando que en realidad podría aceptar un baile erótico, pero de alguien que tuviese un mejor físico que ese bailarín poco tonificado. Un par de nombres se le vinieron a la mente, porque conocía a algunos que le ganaban al muchacho, aunque ninguno llamaba su atención al punto de querer verlo en esas condiciones. InuYasha era su compañero y si bien conocía su condición física debido al trabajo, era su amigo y lo encontraba demasiado tosco para su gusto; Kōga y algunos otros oficiales también tenían cuerpos envidiables, pero a menos que quisiera iniciar la tercera guerra mundial con Ayame, por un lado, y Kuranosuke por otro, era mejor ni siquiera mirarlos. Ahora, su prometido tenía lo suyo, no podía negarlo, pero le faltaba algo de trabajo, como principalmente se dedicaba al trabajo de oficina, probablemente sólo se conservara delgado, ya que tampoco era alguien que le destinara mucho tiempo a la actividad física.
Su última opción la hizo morderse el labio inferior. Miroku siempre había contado con un atractivo especial, dado especialmente por sus ojos azules, pero no era lo único de su anatomía que llamaba la atención. Él siempre se había preocupado de mantener un buen estado físico, sin llegar a exagerar, logrando como resultado un cuerpo que, a su gusto, tenía los músculos tonificados en la medida exacta: no muy exagerados, pero marcando su presencia. Si bien nunca había tenido sexo con él, lo había visto casi completamente desnudo, y había tocado más de lo que podría reconocer en púbico, descubriendo que sus nalgas también eran firmes y apetecibles al tacto.
Sintió el calor subir por sus mejillas, extendiéndose rápidamente por el resto de su cuerpo. Se abanicó con la mano, intentando desviar sus pensamientos hacia cualquier otra cosa que no fuese el recuerdo del torso desnudo de su amigo, pero le fue imposible hacerlo, porque las imágenes eran tentadoras y agradables.
Tomó una decisión, poniéndose de pie y comenzando a caminar entremedio de la muchedumbre, echándole un vistazo rápido a sus compañeras, quienes estaban muy animadas bailando y no la vieron alejarse. Salió del recinto rápidamente, el aire frío de la noche ofuscándola un poco, logrando que se detuviera para orientarse y ordenar un poco sus pensamientos, pero no lo suficiente como para que olvidara sus intenciones. Se dirigió a uno de los taxis que esperaban fuera, se subió y le indicó la dirección, comenzando el viaje ansiosa. El trayecto duró unos minutos, durante los cuales no salirse de esa línea de pensamiento, convenciéndose a sí misma que era algo que debía hacer.
Llegó a su destino, canceló la tarifa, se bajó del vehículo para ingresar al complejo de departamentos y buscó el ascensor, marcando el número del piso de su destino. Cuando la pantalla digital indicó el número de su destino, las puertas se abrieron y ella salió trastabillando al pasillo y afirmándose de la baranda externa para no caer, con un único pensamiento en su mente. Si su prometido creía que ella ya no era virgen, le daría razones de peso para mantener esa postura, porque no iba a permitir que él desconfiara sólo por sospechas sin base.
Se detuvo frente a la puerta, notando el número sólo por el brillo que llegaba de la luna a esa hora y, sonriendo torpemente, tocó el timbre y comenzó a dar golpes fuertes en la madera, llamando sin pausas.
Al interior del departamento, el profundo sueño del dueño de casa fue interrumpido bruscamente, asustándolo al mirar la hora. ¿Quién podría ir de visita a las 4 de la madrugada? Temiendo lo peor – quizá malas noticias, no encontraba otra explicación – se levantó en pijama y fue lo más rápido que pudo hasta la puerta, el corazón acelerado con la incertidumbre.
— Ya voy, ya voy — intentó calmar el insistente llamado, pero no tuvo ningún resultado hasta que abrió la puerta y se encontró con la castaña sonriendo, apoyada con su otra mano en la pared para mantenerse en pie, claramente ebria —. ¿Sango…?
Su sorpresa y confusión fueron evidentes, no encontraba ninguna razón para que la castaña estuviese a esa hora en su casa. De todas las opciones que se habían formado en su cabeza, ninguna incluía esa escena.
— Miroku, quiero que me hagas el amor.
¡Chan-chan! He aquí la bomba que estuve cocinando estos días, golpeándome con el teclado en más de una ocasión porque la inspiración a veces no conspira con mis planes y cuesta hacerlos entenderse. Pero bueno, he aquí por fin algo de avance. Estaba ansiosa por subirlo, la verdad.
Una aclaración antes de despedirme para seguir escribiendo el siguiente capítulo: el vegetarianismo de Miroku. Creo firmemente que él debe ser vegetariano debido a su religión, pues el budismo considera como práctica bastante aceptada el ser vegetariano dado su gran respeto por cada especie viviente. Si bien no recuerdo que en el animé/manga se especificara algo sobre su alimentación, en ese tiempo debió ser muy difícil poder optar por una dieta vegetariana, por lo que es muy probable que si se veía obligado a consumir alimentos animales (carne), diera las gracias y pidiera por el descanso en paz de esa criatura. En un mundo alternativo/actual, ser vegetariano es más sencillo y mucho más acorde con sus creencias (seguro muchos no asocian la espiritualidad con Miroku, pero muy a su manera él es bastante apegado a las creencias budistas).
Por lo demás, dejo esto hasta acá y me retiro lentamente a mi habitación para seguir con la siguiente entrega. Espero leernos pronto :)
Agradecimientos a mi adorada Loops por ser tan sensualona con sus reviews que me hacen babear; y a Nuez por siempre ayudarme a ordenar la maraña de ideas y ser mi beta. ¡LAS ADORO~!
Saludos desde el rinconcito cálido de mi camita (L)
Yumi~
